martes, 17 de diciembre de 2024

San Lázaro - Amigo de Jesús Siglo I - Fiesta Diciembre 17

   



Lázaro es un nombre significativo en el idioma de Israel. Quiere decir "Dios es mi auxilio". El santo de hoy se ha hecho universalmente famoso porque tuvo la dicha de recibir uno de los milagros más impresionantes de Jesucristo: su resurrección, después de llevar cuatro días enterrado.

Lázaro era el jefe de un hogar donde Jesús se sentía verdaderamente amado. A casa de Lázaro llegaba el Redentor como a la propia casa, y ésto era muy importante para Cristo, porque Él no tenía casa propia. Él no tenía ni siquiera una piedra para recostar la cabeza (Lc. 9, 58). En casa de Lázaro había tres personas que amaban a Nuestro Salvador como un padre amabilísimo, como el mejor amigo del mundo. La casa de Betania es amable para todos los cristianos del universo, porque nos recuerda el sitio donde Jesús encontraba descanso y cariño, después de las tensiones y oposiciones de su agitado apostolado.

La resurrección de Lázaro es una de las historias más interesantes que se han escrito. Es un famoso milagro que llena de admiración. Un día se enferma Lázaro y sus dos hermanas envían con urgencia un mensajero a un sitio lejano donde se encuentra Jesús. Solamente le lleva este mensaje:


"Aquel a quien Tú amas, está enfermo"


Bellísimo modo de decir con pocas palabras muchas cosas. Si lo amas, estamos seguros de que vendrás, y si vienes, se librará de la muerte. Y sucedió que Jesús no llegó y el enfermo seguía agravándose cada día más y más. Las dos hermanas se asoman a la orilla del camino y... Jesús no aparece. Sigue la enfermedad más grave cada día y los médicos dicen que la muerte ya va a llegar. Mandan a los amigos a que se asomen a las colinas cercanas y atisben a lo lejos, pero Jesús no se ve venir. Y al fin el pobre Lázaro se muere. Pasan dos y tres días y el amigo Jesús no llega. De Jerusalén vienen muchos amigos al entierro porque Lázaro y sus hermanas gozan de gran estimación entre la gente, pero en el entierro falta el mejor de los amigos: Jesús. Él que es uno de esos amigos que siempre están presentes cuando los demás necesitan de su ayuda, ¿por qué no habrá llegado en esta ocasión?

Al fin al cuarto día llega Jesús. Pero ya es demasiado tarde. Las dos hermanas salen a encontrarlo llorando:


"Oh, ¡si hubieras estado aquí!  ¡Si hubieras oído cómo te llamaba Lázaro!  Sólo una palabra tenía en sus labios: 'JESÚS'. No tenía otra palabra en su boca. Te llamaba en su agonía. ¡Deseaba tanto verte!  Oh Señor: si hubieras estado aquí, no se habría muerto nuestro hermano"


Jesús responde:




"Yo Soy la Resurrección y la Vida. Los que creen en Mí, no morirán para siempre"


Y al verlas llorar se estremeció y se conmovió. Verdaderamente de Él se puede repetir lo que decía el poeta: "en cada pena que sufra el corazón, el Varón de Dolores lo sigue acompañando".



Y Jesús se echó a llorar.

Porque nuestro Redentor es perfectamente humano, y ante la muerte de un ser querido, hasta el más fuerte de los hombres tiene que echarse a llorar. Dichoso tú Lázaro, que fuiste tan amado de Jesús que con tu muerte lo hiciste llorar. Los judíos que estaban allí en gran número, pronunciaron una exclamación que se ha divulgado por todos los países, para causar admiración y emoción:


"¡Miren cuánto lo amaba!"






"¡Lázaro: Yo te mando, sal fuera!"




Es una de las más poderosas frases salidas de los labios de Jesús. Un muerto con cuatro días de enterrado, maloliente y en descomposición, que recobra la vida y sale totalmente sano del sepulcro, por una sola frase del Salvador. ¡Qué milagrazo de primera clase! Con razón se alarmaron los fariseos y sumos sacerdotes diciendo:


"Si este hombre sigue haciendo milagros como éste, todo el pueblo se irá con Él"




¡Cómo deberían llenarse de sonrisas nuestros labios, al recordar lo grande y amable que es el Gran Amigo Jesús! Sin tocar siquiera el cadáver, sin masajes, sin remedios, con sólo Su Palabra resucita a un muerto de cuatro días de enterrado.


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Novena de Navidad (Día Tercero) - Diciembre 18 de 2024

 



Consideración


Así había comenzado su vida encarnada el Niño Jesús. Consideremos el alma gloriosa y el Santo Cuerpo que había tomado, adorándolos profundamente.

Admirando en primer lugar el alma de ese divino Niño, consideremos en ella la plenitud de su ciencia beatífica, por la cual desde el primer momento de su vida vio la divina esencia más claramente que todos los ángeles y leyó lo pasado y lo porvenir con todos sus arcanos y conocimientos.

Del alma del Niño Jesús pasamos ahora a su cuerpo, que era un mundo de maravillas, una obra maestra de la mano de Dios. Quiso que fuese pequeño y débil como el de todos los niños y sujeto a todas las incomodidades de la infancia, para asemejarse más a nosotros y participar en nuestras humillaciones.

La belleza de este cuerpo del Divino Niño fue superior a cuanto se ha imaginado jamás, y la divina sangre que por sus venas empezó a circular desde el momento de su Encarnación, es la que lavó todas las manchas del mundo culpable.

Pidámosle que lave las nuestras en el sacramento de la penitencia, para que el día de su dichosa Navidad nos encuentre purificados, perdonados y dispuestos a recibirle con amor y provecho espiritual.




A continuación se reza:


Oración para todos los días
Oración a la Santísima Virgen María
Oración a San José
Gozos para la llegada del Niño Dios
Oración al Niño Jesús


Oración para todos los días




Benignísimo Dios de infinita caridad que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que, encarnado y hecho nuestro hermano en las entrañas de la Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de Él, te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu Hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.


(Se reza tres veces el Gloria)


Oración a la Santísima Virgen María
(para todos los días)




Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por Madre suya: te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hacen esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh, dulcísima Madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que Tú lo guardaste, para que nos hagas menos indignos de verlo, amarlo y adorarlo por toda la eternidad. Amén.


(Se reza tres veces el Avemaría)


Oración a San José
(para todos los días)




¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, que me llenes de fervorosos deseos de verlo y recibirlo sacramentalmente, mientras, en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.


(Se reza Padrenuestro, Avemaría y Gloria)


Gozos para la llegada del Niño Dios
(para todos los días)




Dulce Jesús mío,
mi Niño adorado, 
¡ven a nuestras almas!
¡ven no tardes tanto!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano,
que a nivel de un niño te hayas rebajado!
¡Oh Niño Divino, ven para enseñarnos
la prudencia que hace verdaderos sabios!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Oh Adonaí potente que a Moisés hablando,
de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Oh ven prontamente para rescatarnos,
y que un niño débil muestre fuertes brazos!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Oh raíz sagrada de Jesé que en lo alto
presentas al orbe tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño que has sido llamado
lirio de los valles, bella flor del campo!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Llave de David que abre al desterrado
las cerradas puertas del regio palacio!
¡Sácanos, oh Niño, con tu blanca mano,
de la cárcel triste que labró el pecado!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Oh lumbre de Oriente, Sol de eternos rayos,
que entre las tinieblas tu esplendor veamos!
¡Niño tan precioso, dicha del cristiano,
luzca la sonrisa de tus dulces labios!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Espejo sin mancha, Santo de los santos,
sin igual imagen del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado
y en forma de niño, da al mísero amparo!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro
de Israel anhelo, Pastor del rebaño,
Niño que apacientas con suave cayado,
ya la oveja arisca, ya el cordero manso!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto,
bienhechor rocío como riego santo,
ven, hermoso Niño, ven Dios humanado,
luce hermosa estrella, brota flor del campo!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Ven que ya María previene sus brazos,
de un Niño vean en tiempo cercano!
¡Ven, que ya José, con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Del débil auxilio, del doliente amparo,
consuelo del triste, luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, mi Dueño adorado,
mi constante amigo, mi Divino Hermano!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Ve ante mis ojos, de Ti enamorado!
¡Bese ya tus plantas, bese ya tus manos,
postrado yo en tierra te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases, te dice mi llanto!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)

¡Ven Salvador nuestro,
por quien suspiramos!

(Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto)


Oración al Niño Jesús
(para todos los días)




Acordaos ¡Oh dulcísimo Niño Jesús! Que dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi Infancia y nada te será negado". Llenos de confianza en Ti ¡Oh Jesús, que eres la misma verdad! Venimos a exponerte toda nuestra miseria. Ayudadnos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada.

Concédenos, por los méritos de tu Encarnación y de tu Infancia, la gracia... de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Ti ¡Oh Niño omnipotente! Seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica. Amén.


Fuente - Textos tomados de la Novena de Navidad - Arquidiócesis de Medellín

¡ATENCIÓN! El cardenal Burke alerta de «la confusión, el error y la división que se multiplican diariamente en la Iglesia Católica»



Por redaccioninfovaticana | 17 de Diciembre de 2024


El cardenal estadounidense Raymond Burke, pronunció la homilía el pasado sábado en la Misa tradicional celebrada en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en La Crosse, Wisconsin.

La homilía del purpurado versó sobre la Virgen de Guadalupe. El cardenal Burke subrayó que «la Sagrada Liturgia es la expresión más alta y plena del sublime misterio que nos disponemos a celebrar en Navidad: el Misterio de la Fe, el Misterio de la Encarnación Redentora».

«Ella acompañó a Nuestro Señor como Su primera y mejor discípula durante todo Su ministerio público. Ella estuvo a Su lado durante Su cruel Pasión y Muerte, y, como Su corazón divino y humano fue traspasado por la lanza del soldado romano, después de haber muerto, así también su Inmaculado Corazón fue traspasado místicamente», manifestó el cardenal.

Además, recordó que «la Virgen Madre de Dios no deja nunca de ser el instrumento escogido, el canal purísimo por el que llega a nosotros la gracia de nuestra salvación, la gracia de Cristo que es la efusión del Espíritu Santo desde su Corazón traspasado gloriosamente hasta nuestros corazones».


Evitar caer en cisma a pesar de la difícil situación de la Iglesia


El cardenal Raymond Burke no dejó pasar la oportunidad de incidir en que «en el tiempo más turbulento que estamos viviendo en la Iglesia, nuestra única esperanza está en el Sagrado Corazón de Jesús y en el Inmaculado Corazón de María».

«La confusión, el error y la división que se multiplican diariamente en la Iglesia nos hacen temer, sentirnos abandonados y traicionados, enfadarnos e incluso considerar abandonar a Cristo en la Cruz. Lamentablemente, en la Iglesia de hoy se habla cada vez más de cisma, de una división radical en la Iglesia, como resultado inevitable de la confusión y la división indisciplinadas», lamentó el cardenal.

No obstante, advirtió de que «el cisma nunca está justificado. El cisma nunca es la voluntad de Dios para nosotros. Nunca estamos justificados en abandonar a Cristo en su santa Iglesia». El cardenal Burke señaló que «no importa lo que se nos pida sufrir, debemos permanecer con Él, incluso si los que ocupan las posiciones más altas de autoridad en la Iglesia lo abandonan, cometen el grave crimen de apostasía de la fe católica».

Burke aprovechó para pedir a la Virgen de Guadalupe que interceda por la Iglesia y todos sus miembros para que «seamos protegidos de los ataques desde dentro de su cuerpo, y para que la sana doctrina y la recta disciplina sean restauradas en la Iglesia para la salvación de innumerables almas».


Texto completo del Sermón
cardenal Raymond Leo Burke:


Sermón

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Qué oportuno es que, durante el tiempo de Adviento, se ofrezca en esta iglesia del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe la solemne Misa Mayor, según el uso antiguo (Usus Antiquior). La Sagrada Liturgia es la expresión más alta y plena del sublime misterio que nos disponemos a celebrar en Navidad: el Misterio de la Fe, el Misterio de la Encarnación Redentora. Como todo misterio, el misterio de nuestra redención por medio de la Encarnación de Dios Hijo en el seno de la Virgen María está más allá de nuestra comprensión. Las Sagradas Escrituras divinamente inspiradas y, sobre todo, la Sagrada Liturgia, nos ayudan a reconocer el misterio, a maravillarnos ante él, a vislumbrar alguna parte de su infinita verdad, belleza y bondad, y a participar de la gracia que significa. Por eso, la Sagrada Escritura y, sobre todo, la Sagrada Liturgia nos llevan siempre a reconocer de nuevo el misterio, a maravillarnos aún más de él, a apreciar más profundamente su inconmensurable e incesante riqueza y a unir a él todo nuestro ser.

La Virgen de Guadalupe proclamó el Misterio de la Encarnación Redentora desde el primer momento de sus apariciones a San Juan Diego. Le declaró:

Sabe, sabe con certeza, mi querido y más pequeño hijo, que yo soy verdaderamente la siempre perfecta Santísima Virgen María, que tiene el honor de ser la Madre del único Dios verdadero por quien todos vivimos, el Creador de los hombres, el Señor de todo lo que nos rodea y de lo que está cerca de nosotros, el Señor del Cielo, el Señor de la Tierra.”[1]

Su imagen, que Dios nos ha dejado milagrosamente en el manto, la tilma, de San Juan Diego, hace visible la verdad de la cooperación única de la Virgen Madre en la obra de la Redención de Cristo.

La Virgen de Guadalupe está encinta, el Divino Niño, que tomó un corazón humano bajo su Inmaculado Corazón. Ella fue, desde el momento de su Inmaculada Concepción, totalmente para Cristo y, por lo tanto, totalmente para nosotros, a quienes Él redime de nuestros pecados. Ella acompañó a Nuestro Señor como Su primera y mejor discípula durante todo Su ministerio público. Ella estuvo a Su lado durante Su cruel Pasión y Muerte, y, como Su corazón divino y humano fue traspasado por la lanza del soldado romano, después de haber muerto, así también su Inmaculado Corazón fue traspasado místicamente. Cuando Nuestro Señor estaba a punto de morir en la Cruz, significó la misión continua de la Virgen María como Madre de Dios en la Iglesia, declarándole a Ella y a San Juan Apóstol, en representación de la Iglesia, mientras permanecían con Nuestro Señor al pie de la Cruz: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!... ¡Ahí tienes a tu madre!”[2]

La cooperación irreemplazable y única de la Virgen Madre en la obra de nuestra Redención está anunciada en la Profecía de Isaías: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel»[3]. Lo que Dios anunció por medio del profeta Isaías lo realizó en la Anunciación, como anunció su mensajero, el Arcángel Gabriel, a María: «Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús»[4]. Emanuel, Dios-con-nosotros, en la Profecía de Isaías es Jesús, Dios salva, en el Evangelio.

La Virgen Madre de Dios no deja nunca de ser el instrumento escogido, el canal purísimo por el que llega a nosotros la gracia de nuestra salvación, la gracia de Cristo que es la efusión del Espíritu Santo desde su Corazón traspasado gloriosamente hasta nuestros corazones. Expresamos nuestra fe en la vocación y misión de la Virgen María en la oración colecta después del canto de la Salve Regina:

Dios omnipotente y eterno, que con la cooperación del Espíritu Santo preparaste el cuerpo y el alma de María, gloriosa Virgen y Madre, para que fuesen digna morada de tu Hijo, concédenos que por su amable intercesión, en cuya conmemoración nos alegramos, seamos librados de los males presentes y de la muerte eterna.[5]

La Virgen Madre de Dios es Madre de la Iglesia. Ella es la Madre, la Mediadora de todas las gracias.[6]

Al prepararnos para celebrar el Nacimiento de Nuestro Señor, veneramos con todo nuestro corazón a su Madre, la Virgen María, y le pedimos que interceda por nosotros para que, con Ella, nos maravillemos cada vez más del Misterio de la Fe que actúa en nuestras vidas y, sobre todo, del Sacrificio Eucarístico que Cristo ofrece ahora en nuestro altar, por el que hace sacramentalmente presente la gracia salvadora de su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión. Pedimos a la Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, que nos conduzca sacramentalmente al pie de la Cruz y nos ayude, con su amor maternal, a entregar totalmente nuestro corazón a Cristo mediante el Sacrificio Eucarístico, así como su Corazón estuvo siempre totalmente en el Sagrado Corazón de Cristo desde el momento de su Inmaculada Concepción.

En el tiempo más turbulento que estamos viviendo en la Iglesia, nuestra única esperanza está en el Sagrado Corazón de Jesús y en el Inmaculado Corazón de María. La confusión, el error y la división que se multiplican diariamente en la Iglesia nos hacen temer, sentirnos abandonados y traicionados, enfadarnos e incluso considerar abandonar a Cristo en la Cruz. Lamentablemente, en la Iglesia de hoy se habla cada vez más de cisma, de una división radical en la Iglesia, como resultado inevitable de la confusión y la división indisciplinadas. Pero el cisma nunca está justificado. El cisma nunca es la voluntad de Dios para nosotros. Nunca estamos justificados en abandonar a Cristo en su santa Iglesia. No importa lo que se nos pida sufrir, debemos permanecer con Él, incluso si los que ocupan las posiciones más altas de autoridad en la Iglesia lo abandonan, cometen el grave crimen de apostasía de la fe católica.

Conocemos el Evangelio, la enseñanza auténtica de la Iglesia, tal como nos ha sido transmitido en línea ininterrumpida desde los Apóstoles. Está recordado para nosotros en el Catecismo de la Iglesia Católica. Nos aferramos a Cristo, a la Sagrada Tradición por la cual Él continúa actuando en favor de nuestra salvación en la Iglesia, a esa Sagrada Tradición tal como nos llega de manera más perfecta y plena en la Sagrada Liturgia.

De manera particular, hoy pidamos a la Madre de Dios, Nuestra Señora de Guadalupe, que interceda por nuestra Santa Madre Iglesia y por cada uno de nosotros, sus miembros vivos, para que ella y nosotros seamos protegidos de los ataques desde dentro de su cuerpo, y para que la sana doctrina y la recta disciplina sean restauradas en la Iglesia para la salvación de innumerables almas. Asaltemos el cielo con esta oración traída al Trono de Dios por nuestra Madre celestial. De manera especial, asaltemos el cielo con el rezo del Rosario por la Iglesia y el mundo.

Si aún no te has consagrado a Nuestra Señora de Guadalupe, te invito a que lo hagas hoy. Consagrados a Nuestra Señora de Guadalupe para gloria de Dios y salvación de nuestras almas y las de muchos, rezad la Oración Diaria de los Consagrados a Nuestra Señora de Guadalupe. Tened confianza. Nuestra Señora nunca dejará de recibir vuestra oración e intercederá por todas las gracias que necesitáis para ser más perfectamente un solo corazón con el Sagrado Corazón de Jesús, su Divino Hijo, y atraer otras almas hacia Aquel que es nuestra salvación.

Bajo el cuidado amoroso de Nuestra Señora de Guadalupe, elevemos ahora nuestros corazones, uno con su Corazón Inmaculado, al Corazón Eucarístico de Jesús, que ahora hace presente sacramentalmente su Sacrificio en el Calvario. Que nuestros corazones, descansando seguros en su Sacratísimo Corazón, encuentren la sabiduría y la fuerza para ser sus soldados prudentes y valientes, defendiendo la verdad y la gracia de nuestra Redención a través de su Encarnación, Nacimiento, Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión, cada día de nuestras vidas.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Cardenal Raymond Leo BURKE


[1] “Sábelo, ten por cierto, hijo mío, el más pequeño, que yo soy en verdad la perfecta siempre Virgen Santa María, que tengo el honor de ser Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, el Creador de las personas, el Dueño de la cercanía y de la inmediación, el Dueño del cielo, el Dueño de la tierra”. “Apéndice A - El Nican Mopohua” en Carl Anderson y Eduardo Chávez, Nuestra Señora de Guadalupe. Madre de la civilización del amor (México, DF: Random House Mondadori, SA de CV, 2010), pág. 214. Traducción al inglés: “Apéndice A – The Nican Mopohua” en Carl A. Anderson y Eduardo Chávez, Our Lady of Guadalupe: Mother of the Civilization of Love (Nueva York: Doubleday, 2009), p. 173.

[2] Jn 19, 26-27.

[3] Is 7, 14.

[4] Lc 1, 31.

[5] “Omnipotens sempiterne Deus, qui gloriosae Virginis Matris Mariae corpus et animam, ut dignum Filii tui habitaculum effici mereretur, Spiritu Sancto cooperante, praeparasti: da, ut cuius commemoratione laetamur; eius pia intercessione, ab instantibus malis et a morte perpetua liberemur”. “Ordinarium divini Officii, pars generalis: Antiphonae finales B. Mariae Virginis, IV”, Breviarium Romanum ex Decreto Ss. Concilii Tridentini restitutum Summorum Pontificum cura recognitum, Editio iuxta typicam). Traducción al inglés: James Socias, ed., Manual de oraciones, 4ª ed. (Princeton, Nueva Jersey: Sceptre Publishers, Inc., 1997),

[6] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 969.



Fuente - Texto tomado de CARDINALBURKE.COM:


Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM: