lunes, 2 de septiembre de 2024

San Gregorio Magno - Papa y Doctor de la Iglesia - Fiesta Septiembre 3


San Gregorio Magno
 64° Papa 
de la Iglesia Católica


Nacido en Roma hacia el año 540, de familia noble y cristiana, vive la desolación de la Urbe, caído el Imperio occidental, y el inicio de una época ascendente. Estudió Derecho y en 573 fue nombrado Prefecto. Como heredó la fortuna de su padre, construyó varios monasterios en Roma y se retiró al Monte Celio. Fue ordenado diácono y en 578 el Papa Benedicto I lo ordenó presbítero. Fungió como Nuncio en Constantinopla entre 579 y 586. Tres años después en 590 fue elegido Papa, misión en que se distinguió por su oratoria, política tolerante, administración atinada, interés misionero en Inglaterra y España y tacto en la reforma del clero y la liturgia. Mereciendo por su ingente labor que se le considere gran figura entre las de todos los tiempos, y que se le haya otorgado el título de Doctor y Padre de la Iglesia latina. Su muerte acaeció el 12 de marzo del 604.

Gregorio I o San Gregorio fue el sexagésimo cuarto Papa de la Iglesia Católica. Uno de los cuatro Padres de la Iglesia Latina y Doctor de la Iglesia. Fue el primer monje en alcanzar la dignidad pontificia.

Escribe San Gregorio Magno en su Regla Pastoral:


"Importa que el pastor sea puro en sus pensamientos, intachable en sus obras, discreto en el silencio, provechoso en las palabras, compasivo con todos, más que todos levantado en la contemplación, compañero de los buenos por la humildad y firme en velar por la justicia contra los vicios de los delincuentes. Que la ocupación de las cosas exteriores no le disminuya el cuidado de las interiores y el cuidado de las interiores no le impida el proveer a las exteriores"


Su acción pastoral se refleja en varias de sus obras: "Regla Pastoral, Diálogos, Sacramentario y Antifonario". Se distinguió, también, por su obra bíblica (varios comentarios), ascética (su Moralina) y epistolar (859 cartas).

San Gregorio Magno escribió:


"Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso"


San Gregorio ofreció 30 Misas por el alma de un difunto. Más tarde ese difunto se le apareció en sueños a darle las gracias, ya que por esas Misas había logrado salir del purgatorio.

En otra ocasión, San Gregorio, estaba celebrando la Misa, elevó la Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la Hostia elevada en sus manos y él les respondió:


"Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio"




Apenas muerto, fue venerado como santo y la tradición lo asumió como Patrón de los liturgistas, sabios e investigadores, por su amplia erudición; de los músicos, chantres y cantores, por la escuela de canto que fundó (Cantos Gregorianos). Defensor contra la enfermedad de la gota y la peste; y Abogado de las almas del purgatorio por las "Misas Gregorianas" que hasta él se hicieron remontar.




En la iconografía aparece, como todos los papas, con la tiara y la cruz papal; en calidad de Padre de la Iglesia (uno de los cuatro grandes de Occidente) al igual que la tradición conoce como El Grande; y como monje. Una paloma, símbolo de inspiración, una cartela con notas musicales, los emblemas pontificios y el ánima sola o varias almas del purgatorio son sus atributos principales.





San Gregorio Magno
clasificó en 7
los pecados capitales:


1. Soberbia
2. Avaricia
3. Lujuria
4. Ira
5. Gula
6. Envidia
7. Pereza


Estos 7 pecados se llaman capitales porque son cabezas y como fuentes y raíces de otros vicios que de ellos nacen. Los vicios, como contrarios a las virtudes, son hábitos perversos que oscurecen la conciencia e inclinan al mal.




  1. Soberbia: Es considerado el original y más serio de los pecados capitales, es la principal fuente de la que derivan los otros. Es identificado como un deseo por ser más importante o atractivo que los demás, fallando en halagar a los otros. Según la Biblia, este pecado es cometido por Lucifer al querer ser igual que Dios. Soberbia y Orgullo son sinónimos. El Orgullo es disimulable e incluso apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes, mientras que a la Soberbia se la concreta con el deseo de ser preferido a otros, basándose en la satisfacción de la propia vanidad, del Yo o ego. Por ejemplo, una persona Soberbia jamás se "rebajaría" a pedir perdón, o ayuda, etc.
  2. Avaricia: Es como la lujuria y la gula un pecado de exceso. La avaricia (vista por la Iglesia) aplica sólo a la adquisición de riquezas en particular. Tomás de Aquino escribió que la avaricia es "un pecado contra Dios, al igual que todos los pecados mortales, en lo que el hombre condena las cosas eternas por las cosas temporales". Avaricia describe otros ejemplos de pecados: Deslealtad, traición deliberada, especialmente para el beneficio personal, como en el caso de dejarse sobornar. Búsqueda y acumulación de objetos, robo y asalto, especialmente con violencia, los engaños o la manipulación de la autoridad son todas acciones que pueden ser inspirados por avaricia.
  3. Lujuria: Pecado producido por los pensamientos excesivos de naturaleza sexual. La lujuria en su máximo grado puede llevar a compulsiones sexuales o sociológicas y/o transgresiones, incluyendo la adicción al sexo, el adulterio y la violación.
  4. Ira: Sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enojo. Se puede manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo, impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema judicial (llevando a hacer justicia por sus propias manos), fanatismo en creencias políticas y generalmente deseando hacer mal a otros. Odio e intolerancia hacia otros por razones como raza o religión, llevando a la discriminación. Las transgresiones derivadas de la ira están entre las más serias, incluyendo homicidio, asalto, y en casos extremos, genocidio. La ira es el único pecado que no necesariamente se relaciona con el egoísmo y el interés personal (aunque uno puede tener ira por egoísmo, por ejemplo, por celos).
  5. Gula: Se identifica con la glotonería, el consumo excesivo de comida y bebida. También incluye ciertas formas de comportamiento destructivo. De esta manera el abuso de substancias o las borracheras pueden ser vistos como ejemplos de gula.
  6. Envidia: Se caracteriza por un deseo insaciable. Aquellos que cometen el pecado de la envidia desean algo que alguien más tiene, y que perciben que a ellos les hace falta, y por consiguiente, a desear el mal al prójimo, y sentirse bien con el mal ajeno.
  7. Pereza: Es una tristeza de ánimo que aparta al creyente de las obligaciones espirituales o divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión. Concebir tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital. Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios. Si nos entristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que estamos obligados, por ejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales, si llega a hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados impunemente a las pasiones, es sin duda pecado mortal.


La Iglesia Católica Romana reconoce 7 virtudes que forman parte del Catecismo (que corresponden a cada pecado capital):


1. El pecado de la Soberbia se vence con la Virtud de la Humildad: Característica que define a una persona modesta, alguien que no se cree mejor o más importante que los demás en ningún aspecto; es la ausencia de soberbia.




2. El pecado de la Avaricia se vence con la Virtud de la Generosidad: Hábito de dar y entender a los demás. En momentos de desastres naturales, los esfuerzos proporcionados de manera voluntaria, por individuos o grupos que entregan de manera unilateral tiempo, recursos, mercancías, dinero y afecto. La generosidad es una forma de altruismo y filantropía.




3. El pecado de la Lujuria se vence con la Virtud de la Castidad: Comportamiento voluntario a la moderación y adecuada regulación de placeres y/o relaciones sexuales, ya sea por motivos de religión o social. No es lo mismo que abstinencia sexual.




4. El pecado de la Ira se vence con la Virtud de la Paciencia: Actitud para sobrellevar cualquier contratiempo y dificultad.




5. El pecado de la Gula se vence con la Virtud de la Templanza: Moderación en la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.




6. El pecado de la Envidia se vence con la Virtud de la Caridad: Desear y hacer siempre el bien al prójimo. Amor desinteresado hacia los demás, es la práctica organizada de la prestación de auxilio a los más necesitados. Empatía. Amistad.




7. El pecado de la Pereza se vence con la Virtud de la Diligencia: Prontitud de ánimo para obrar el bien. Es el esmero y el cuidado en ejecutar algo. Significa cumplir con los compromisos, no ser inactivo, no caer en la pereza, poner entusiasmo en las acciones que se realizan.




Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:

¿La Elegancia está solo en Vestir? La elegancia es la suma de varias virtudes cristianas

  



Por: Javier Ordovás | Fuente: Catholic.Net 


Eres elegante incluso cuando nadie te ve.

No se trata de dar una definición más de elegancia; ya hay muchas y todos tenemos una visión intuitiva de lo que es una persona elegante.

Cuando hablamos de elegancia normalmente nos referimos a la forma de vestir, pero sabemos que no es solamente eso, la elegancia nace del interior de la persona y se manifiesta naturalmente al exterior. La elegancia envuelve todo el ser de la persona.

Por otra parte, es interesante y curioso saber que la elegancia guarda relación directa con alcanzar un excelente resultado de la forma más simple posible.

Por ejemplo, en la prueba de un teorema matemático se dice que tiene elegancia matemática si es sorprendentemente simple pero eficaz y constructivo. Igualmente, un programa informático es elegante si se utiliza una pequeña cantidad de códigos, de una manera muy ingeniosa, para un gran efecto. La elegancia es el atributo de ser excepcionalmente eficaz y sencillo.

Y más interesante, todavía, saber que la elegancia tiene su origen en el sentido de la propia dignidad, en la autoestima debidamente fundamentada.

El camino que se inicia con la valoración de la propia dignidad, pasa por la vergüenza, pasa por el pudor y la compostura, para llegar finalmente a la elegancia.

El punto de coincidencia entre la elegancia científica, le elegancia moral y la estética está precisamente en la sencillez.

La elegancia es un valor que rige una conducta social en el actuar caracterizada por el esmero, la distinción, el buen gusto, la mesura, la discreción, la cortesía y los detalles con clase.




La elegancia es, sin lugar a duda, muestra de buena educación. La persona elegante cuida y valora a las personas y a las cosas. La elegancia no tiene edad, no pertenece a una sola condición o status social; la elegancia no es exclusiva de las mujeres, sino que es privilegio de todos los públicos, de todas las edades, sexo, temperamento, nivel social y económico.

La elegancia de una mujer puede dar pie a que el hombre descubra al caballero que lleva dentro. Una dama elegante se muestra en el hablar, en el caminar, al sentarse, al agacharse, al levantarse y, lógicamente, en la forma de vestir.

Una persona elegante vive la sociabilidad, la sobriedad, la mesura, la pulcritud, la modestia, el respeto, la prudencia y la afabilidad.

La persona elegante no es la que se viste al último grito de la moda, sino la que derrocha una conducta correcta.

La conducta vulgar y las expresiones groseras son muy frecuentes; ¿será que nos estamos acostumbrando a lo ordinario? Nuestros ambientes, tanto familiares como laborales están empleando la vulgaridad, la ordinariez, la falta de delicadeza, la falta de educación, de buenos modales, y todo esto se ha convertido en algo común, reforzado por lo que nos brinda el cine, la música, la televisión o los videojuegos. El materialismo, el consumismo, el alejamiento de Dios y de lo espiritual, son detonantes para el descuido de nuestra elegancia como personas.

Tenemos que despertar la elegancia porque la aceleración y la ausencia de educación en valores, ha bajado el listón de nuestro tono humano.


Veamos un recorrido lógico de esa educación para la elegancia


En primer lugar, un enfoque correcto de la vergüenza que tiene que ver directamente con la protección de la propia intimidad y de la autoestima.

Después, el pudor como expresión corporal espontánea del derecho a la intimidad y a la propia dignidad.




La manera quizá más grave de desposeer a la persona de su dignidad es violar su intimidad, exponerla a la vergüenza pública y privarla de seguir siendo dueña y señora de aquello que es sólo suyo: lo íntimo. Reservar a su verdadero dueño el don y el secreto que no deben ser comunicados más que a aquel a quien uno ama. Amar, es donar la propia intimidad. Por eso ante el amado somos transparentes y auténticos siempre.




El pudor es la regla que preside la interioridad. El impúdico suele ser un sinvergüenza, pues no conoce el límite entre lo decente y lo indecente, entre lo que es oportuno y conveniente mostrar y lo que no. La modestia en el vestir, hablar y exponerse es compañera inseparable del pudor.




Y, finalmente la compostura que es el paso previo a la elegancia, es no desentonar; el siguiente paso es entonar correctamente, es el toque de la elegancia.

La compostura incluye limpieza, ausencia de lo sucio y manchado que podrían afear a la persona. Contiene pulcritud, que es un aseo cuidadoso, el cuidado de la propia presencia, estar la persona "compuesta" y preparada, en disposición de aparecer públicamente, ante quien en cada caso corresponda. Compostura es orden, saber estar que no se refiere sólo a la disposición material de objetos y vestidos, sino al moverse del modo conveniente, en el momento adecuado y, sobre todo, con los gestos adecuados. Esto es el decoro, algo así como el orden de los gestos y de las palabras, su oportunidad y mesura.

La elegancia nos da una personalidad distinguida, selecta y con buen gusto, con naturalidad, sin afectación. La arrogancia y la vanidad son groseras. La distinción se aplica al actuar y al lenguaje no vulgar y corriente. Selección es la cualidad del que sabe elegir lo mejor. Gusto o buen gusto es la capacidad de la persona de sentir y apreciar lo que es bello.

Cuando somos elegantes, lo somos incluso cuando nadie nos ve.

Llevando el razonamiento hasta el extremo podríamos decir que la persona elegante es la que cumple sus obligaciones para con sus semejantes y para sí mismo, puesto que el hecho de formar parte del género humano ya nos da el linaje, el privilegio, la excelencia de ser hijos de Dios.


Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/op/articulos/68630/la-elegancia-esta-solo-en-vestir-.html