12. El primer día, pues, de los ázimos en que sacrificaban el cordero pascual, dícenle los discípulos:
"¿A dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de la Pascua?"
13. Y Jesús envió a Jerusalén a dos de ellos, diciéndoles:
"Id a la ciudad, y encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua: seguidle.
14. Y
en donde quiera que entrare, decid al amo de la casa, que el Maestro os
envía a decir: ¿Dónde está la sala en que he de celebrar la cena de la
Pascua con mis discípulos?
15. Y él os mostrará una pieza de comer grande, bien mueblada: preparadnos allí lo necesario".
16. Fueron,
pues, los discípulos, y llegando a la ciudad, hallaron todo lo que les
había dicho, y dispusieron las cosas para la Pascua.
22. Durante la cena, tomó Jesús pan, y bendiciéndolo lo partió, y dióselo, y les dijo:
"Tomad, éste es mi Cuerpo"
23. Y cogiendo el cáliz, dando gracias se lo alargó; y bebieron todos de él.
24. Y al dárselo, díjoles:
"Esta es la Sangre mía, el sello del nuevo testamento, la cual será derramada por muchos.
25.En verdad os digo, que de hoy más no beberé de este fruto de la vid, hasta el día en que lo beba nuevo en el reino de Dios".
26. Y dicho el himno de acción de gracias, salieron hacia el monte del Olivar.
Esta
fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda
la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como
finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la
Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la
celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición
solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces
comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de
la piedad católica. Éste es el día de la Eucaristía en sí misma,
ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza
de este misterio, a partir de las oraciones y de los textos bíblicos
asignados en los tres ciclos de las lecturas.
Si
Jesucristo en la cruz nos salvó, al instituir la Eucaristía la víspera
de su muerte, quiso en ella dejarnos un vivo recuerdo de la Pasión. El
altar viene siendo como la prolongación del Calvario, y la misa anuncia
la muerte del Señor. Porque en efecto, allí está Jesús como una víctima,
pues las palabras de la doble consagración nos dicen que primero se
convierte el pan en Cuerpo de Cristo, y luego el vino en Su Sangre, de
manera que, ofrece a su Padre, en unión con sus sacerdotes, la sangre
vertida y el cuerpo clavado en la Cruz.
La Hostia Santa se convierte en"trigo que nutre nuestras almas". Como
Cristo al ser hecho Hijo recibió la vida eterna del Padre, los
cristianos participan de Su Eterna vida uniéndose a Jesús en el
Sacramento, que es el símbolo más sublime, real y concreto de la unidad
con la Víctima del Calvario. Esta posesión anticipada de la vida divina
acá en la tierra por medio de la Eucaristía, es prenda y comienzo de
aquella otra de que plenamente disfrutaremos en el Cielo, porque"el
Pan mismo de los Ángeles, que ahora comemos bajo los sagrados velos, lo
conmemoraremos después en el Cielo ya sin velos" (Concilio de Trento).
Veamos en la Santa Misa el centro de todo culto de la Iglesia a la
Eucaristía, y en la Comunión el medio establecido por Jesús mismo, para
que con mayor plenitud participemos de ese divino Sacrificio; y así,
nuestra devoción al Cuerpo y Sangre del Salvador nos alcanzará los
frutos perennes de su Redención.
La Presencia Real
Dios
se hizo hombre para redimir al género humano. Antes de morir, quiso
dejar a sus discípulos y a los hombres del mundo entero una muestra de
su amor, dando a todas las almas su Cuerpo y Sangre, escondidos bajo las
especies de pan y vino.
Jesucristo a nuestra espera
"Sabed que Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo" (Mt. 28, 20)
Jesús
está presente en cada Misa y en la Hostia consagrada, de modo milagroso
en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad ininterrumpidamente, durante el día
y también por la noche, cuando, a excepción de las instituciones de
Adoración Perpetua, solamente los ángeles y santos del Cielo le dirigen
fervorosas oraciones.
La Importancia de la Misa
"El
Señor Jesús, en la noche en que fue entregado" (1 Cor. 11, 23),
instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre. Las palabras
del apóstol Pablo nos recuerdan las circunstancias dramáticas en que
nació la Eucaristía. En ella está indeleblemente inscrita la pasión y
muerte del Señor. No es sólo su evocación, sino la presencia
sacramental. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa a través de los
siglos.
Cuando
oímos la recitación de la Pasión de Cristo, no es extraño pensar: "¡Si
yo hubiese estado al pie de la Cruz, cerca de la Santísima Virgen, con
qué amor no habría abrazado, como la Magdalena, los pies del Salvador.
Ver a Jesús sacrificarse, morir y darse por nosotros, qué gracia
inestimable!" Y no pensamos que podemos asistir todos los días a la
renovación incruenta de lo que pasó en el Monte Calvario, en la
celebración de la Santa Misa.
Consideremos
esto y, en la medida de lo posible, dirijámonos a la iglesia más
próxima de nuestra casa o de nuestro trabajo y recojamos, para el bien
de nuestra alma, los frutos de la misa. San Gregorio, en el libro de los Diálogos, dice que quien asiste a la Misa se verá libre de peligros y males imprevistos. Y
San Jerónimo dice: "Sin duda, el Señor nos concede todas las gracias
que le pidamos durante la Misa con la condición de que nos sean
convenientes. Y más aún: algunas veces nos concede incluso lo que no
pedimos y, sin embargo, necesitamos".
En
cada Misa, el sacerdote renueva el milagro que Nuestro Señor operó en
la víspera de su muerte en el Cenáculo, al transustanciar en el momento
de la consagración, el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de
Jesucristo.
Es
un milagro de su omnipotencia. Jesús está ahí. Del pan Él ha separado
la sustancia de las especies. Ha hecho desaparecer esa sustancia, tan
sólo permitiendo que se conservase lo que se puede apreciar con los
sentidos. Y ha despojado de su propio Cuerpo las especies humanas,
guardando de Él tan sólo la sustancia que puso en lugar de la sustancia
del pan, bajo cuyas especies se nos presenta.
Por
lo tanto, en el altar después de la Consagración existe sólo la
sustancia del Cuerpo de Jesucristo privada de las especies humanas y
revestidas de las del pan; y las especies del pan privadas de su propia
sustancia, pero conteniendo la sustancia del Cuerpo de Jesús.
Todos los días, en las Misas, Jesucristo se ofrece en sacrificio a Dios Padre por los hombres y por nuestras intenciones.
Santo Tomás de Aquino y los accidentes eucarísticos
Cuando Santo Tomás de Aquino vivía en París, surgió una cuestión en las escuelas con respecto de los accidentes eucarísticos:
¿Qué sucede con el pan y el vino después de la Consagración? ¿Continúan pan y vino?
Después
de mucho discutir, los teólogos convinieron en consultar al gran
maestro Tomás, que ya en otras cuestiones se había destacado por sus
respuestas claras y seguras. El gran doctor y filósofo de la Iglesia
buscó en la oración y el ayuno las luces de que carecía para responder.
Hizo la distinción entre el ser natural del Cuerpo de Jesús y el ser
sobrenatural del mismo, presente bajo las especies consagradas. Concluyó
que la cantidad, forma, color y sabor del pan y del vino continúan los
mismos, aunque toda sustancia del pan y del vino haya sido transformada
en sustancia del Cuerpo y Sangre de Jesucristo. He aquí en qué consiste el Gran Milagro de la Transubstanciación, como lo llama y enseña la Iglesia.
Sin
embargo, el Doctor Angélico no quiso proponer su doctrina como regla de
enseñanza en la escuela, sin consultar primero a Aquél que es el propio
objeto de la cuestión. Se aproximó al altar, puso allí su cuaderno,
como un discípulo presenta su trabajo al maestro, levantó las manos ante
el crucificado e hizo esta oración:
"Señor
Jesús, que estás verdaderamente en este Sacramento admirable y eres
autor de las maravillas que en Él se encierran, sólo de Vos espero el
conocimiento de la verdad que a los otros debo enseñar. Por eso os
suplico con mucha humildad, que, si mi sentir, contenido en estas hojas,
es la expresión de la verdad, me concedáis la gracia de entenderlo así
claramente. Si, por el contrario, escribo alguna cosa que esté en
oposición con la fe y realidad de este adorable misterio, no me dejes
avanzar e indicadme aquello que es perjudicial a la doctrina católica"
Mientras
Santo Tomás rezaba así, su compañero y otros hermanos que le
observaban, vieron, de repente, que Jesucristo se colocaba sobre las
hojas escritas, delante del Santo Doctor, y le oyeron decir estas
palabras:
"Sí,
Tomás, has escrito bien con respecto del Sacramento de mi Cuerpo y de
mi Sangre; has resuelto y tratado esta cuestión tanto como puede ser
comprendida en esta vida, por una inteligencia humana"
La
visión desapareció; pero el santo continuó en oración, entrando en un
arrebatamiento, durante el cual fue elevado del suelo. Fueron corriendo a
contárselo al Prior del convento y él junto con otros religiosos
llegaron a ver con sus propios ojos el milagro y así pudieron dar
testimonio de él. No dudó más de sus conclusiones. Tomás de Aquino las
expuso en presencia de los maestros de la Universidad, que las acogieron
con plena deferencia y entera satisfacción.
Corpus Christi... Es vivir de la riqueza de Dios
Cuenta
la leyenda que una mujer pobre con un niño en los brazos, pasando
delante de una gruta, escuchó una voz misteriosa que desde adentro le
decía:
"Entra
y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo importante. Pero
recuerda algo: después que salgas, la puerta se cerrará para siempre.
Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, y no te olvides de lo
principal..."
La
mujer entró en la gruta y encontró muchas riquezas. Fascinada por el
oro y por las joyas, puso a su hijo en el suelo y empezó a juntar,
ansiosamente, todo lo que podía en su delantal. La voz misteriosa habló
nuevamente:
"Tienes sólo ocho minutos"
Agotados
los ocho minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió
hacia afuera de la cueva y la puerta se cerró... Recordó, entonces, que
el niño quedó adentro y la puerta estaba cerrada para siempre. La
riqueza duró poco y la desesperación... ¡para el resto de su vida! Lo mismo ocurre, a veces, con nosotros. Tenemos unos años para vivir, y una voz siempre nos advierte:
"Y no te olvides de lo principal"
Y
lo principal son los valores espirituales, la Eucaristía, el compromiso
cristiano, la oración, la vigilancia, la familia, los amigos, la vida. Pero
la ganancia, la riqueza, los placeres materiales nos fascinan tanto que
lo principal (a veces) queda en un plano secundario. Así agotamos
nuestro tiempo aquí, y dejamos a un lado lo esencial "los tesoros del alma".
También nosotros, en este día del CORPUS CHRISTI,
estamos llamados a entrar en un lugar donde el pan y el vino dejan de
serlo para convertirse en permanente presencia de Cristo en la
Eucaristía. Insertarnos en Cristo comporta siempre salir enriquecidos,
no de bienes materiales, y sí llenos de su Espíritu en el corazón y en
el alma. Treinta minutos, escasos, no son suficientes ni dan cuenta del
valor que encierra la Eucaristía. Pero, toda una vida cristiana, sería
difícil de llevarla adelante sin el aprovisionamiento del pan único y
partido.
Javier Leoz - Sacerdote
Jesús le dijo a Santa Matilde (religiosa benedictina alemana del siglo XIII):
"He
aquí lo que haré por aquel que asiste a Misa con celo y devoción: Le
enviaré en la hora de la muerte, para consolarle, defenderle y para
hacer un cortejo de honra a su alma, tantos nobles personajes de mi
corte celestial como Misas haya asistido en la tierra"
La
agitación de la vida moderna, la búsqueda desenfrenada de placeres y la
pérdida del sentido de jerarquía, llevan muchas veces a los hombres a
poner en un mismo plano la ida a Misa con los otros quehaceres e,
incluso, en un plano inferior.
¿Cuánta gente no cambia la Misa por un programa de televisión, por un partido de fútbol o por una visita a un pariente o amigo? Si el hombre contemporáneo comprendiese el valor infinito de la celebración de la Eucaristía, las iglesias volverían a llenarse.
"Dile
a los hombres que en la hora de la Santa Cena, no pudiendo contener el
fuego que Me consume, inventé esa maravilla del Amor que es la
Eucaristía. ¡Porque la Eucaristía es la invención del Amor!
Es
por causa del amor a las almas que estoy Prisionero en la Eucaristía.
Allí permanezco para que puedan venir con todas sus amarguras a
consolarse con el más tierno y mejor de los padres y del Amigo que nunca
las abandona. Y ese amor que nunca se agota y se consume por el bien de
las almas, ¡no encuentra correspondencia...!
¡Ah,
pobres pecadores, no os apartéis de Mí! Noche y día, os espero en el
Sagrario... No os reprenderé por los crímenes que habéis cometido, no os
los echaré en cara.
¡No os dejéis arrastrar por mil preocupaciones inútiles y reservad un momento para visitar y recibir al Prisionero de Amor!
Cuando
vuestro cuerpo está débil o enfermo, ¿no encontráis tiempo para ir al
médico que os ha de curar? ¡Venid, pues, en busca de Aquél que puede dar
fuerza y salud a vuestra alma y dadle una limosna de amor a este
Prisionero Divino que os espera, llama y desea! Habito entre los
pecadores para serles Salvación y Vida; Médico y Medicina a la misma vez
en todas las enfermedades generadas por la naturaleza corrompida. Como
pago, ellos ¡se alejan, me ultrajan y me desprecian!
Y
sin embargo, estoy en el Sagrario todo el día esperando. Deseo
ardientemente que vengan a recibirme, que me pidan consejo y me
soliciten las gracias que necesitan.
Oh,
vosotras, almas queridas, ¿por qué sois tan frías e indiferentes a mi
Amor? ¿No tendréis un momento, un instante para darme alguna prueba de
amor y gratitud?
¡Tengo
sed ardiente de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento, y
no encuentro a casi nadie que se esfuerce por satisfacer ese deseo y
que retribuya ese amor!"
Jesús dirige constantemente estas palabras a cada uno de nosotros:
¿No tienes un minuto al día para venir a visitarme?
Por
la señal de la Santa Cruz, + de nuestros enemigos, + líbranos, Señor
Dios nuestro. + En el nombre del Padre, + y del Hijo, + y del Espíritu
Santo. Amén.
Acto de Contrición
Jesús,
mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he
cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos he
ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y
confío en que por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón
de mis culpas, y me has de llevar a la vida eterna. Amén.
Oración Preparatoria
¡Oh
Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad
depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón
semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es
para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma.
Amén.
Rezar a continuación la oración del día que corresponda: Día Quinto - Oración
Oración.¡Oh
Corazón dulcísimo de Jesús, órgano de la Trinidad venerada, por quien
se perfeccionan todas nuestras obras! Yo os ofrezco las mías, aunque tan
imperfectas, para que supliendo Vos mi negligencia, puedan aparecer muy
perfectas y agradables ante el divino acatamiento. Dadme la gracia de
resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra Vos, ¡oh amante
Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de
Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Rezar Tres Padrenuestros y tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque Rezar Oraciones Finales
Oraciones Finales
Al Padre eterno. ¡Oh
Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi
camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os
adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que
no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no
quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a
Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres;
os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro
divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo
suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas
mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas.
Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a
vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para
que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con
Vos eternamente. Amén.
Hacer aquí la petición
que se desea obtener
con esta novena
Oración. ¡Oh
Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y
de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de
ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes,
por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se
agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh
Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los
espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas
todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y
todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.