lunes, 29 de enero de 2024

¡Espeluznante! - Visión del infierno - Por Sor Josefa Menéndez




El infierno de Sor Josefa Menéndez


Jesucristo se le apareció a menudo durante los años 1921, 1922 y 1923 a la hermana Josefa Menéndez, una monja de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús.

Sus Memorias están publicadas en un libro de más de 500 páginas titulado: El Camino del Amor Divino.

En este Libro se explica "el empeño de Jesús en salvar nuestras almas por el encuentro con Su amor antes de 'la aproximación de los últimos días del mundo'".




En la vida de Sor Josefa tuvo lugar un fenómeno muy raro en la vida de los santos: conocer en carne propia los sufrimientos del infierno.

Dios permitió al diablo que la bajase hasta el infierno. Allá, pasa largas horas, algunas veces una noche entera, en una indescriptible agonía. A pesar de que fue llevada al infierno más de un centenar de veces, a ella le parece que cada vez es la primera, y cada una le semeja tan larga como una eternidad. Soporta todas las torturas del infierno, con una sola excepción: el odio a Dios. No fue el menor de estos tormentos oír las estériles confesiones de los condenados, sus gritos de odio, de dolor y de desesperación. A pesar de todo, cuando tras una larga espera vuelve a la vida, destrozada y agotada, con su cuerpo agonizante por el dolor, ella no se fija en el sufrimiento, por muy severo que sea, si con ello consigue salvar un alma de aquella espeluznante caverna de tormentos.

A medida que empieza a respirar mejor, su corazón estalla de alegría al saber que aún puede amar al Señor. Sor Josefa escribe con gran reticencia sobre el tema del infierno. Ella lo hizo solamente para conformar los benditos deseos de Nuestro Señor.


Nuestra Señora le dijo el 25 de octubre de 1922: 




"Todo lo que Jesús te da a ver y a sufrir de los tormentos del infierno es para que puedas hacerlos conocer al mundo. Por lo tanto, olvídate enteramente de ti misma, y piensa en la gloria de la salvación de las almas".


Ella repetidamente testifica sobre el mayor tormento del infierno:

"Una de estas almas condenadas gritó con desesperación:

"Esta es mi tortura... que deseo amar, y no puedo hacerlo; no hay nada que salga de mí excepto odio y desesperación. Si uno de nosotros pudiese hacer tanto como un simple acto de amor... esto ya no sería el infierno, pero no podemos. Vivimos en el odio y la malevolencia" (23 de marzo de 1922).

Otro de estos desgraciados dijo: "El mayor de estos tormentos aquí es que no podemos amar a Dios. Mientras tenemos hambre de amor, estamos consumidos con el deseo de Él, pero ya es demasiado tarde".

Ella registra también las acusaciones hechas contra sí mismos por estas infelices almas:

"Algunos gimen a causa del fuego que quema sus manos. Quizás ellos eran ladrones, porque dicen: "¿Donde está nuestro botín ahora?... Malditas manos... ¿Por qué deseé poseer lo que no era mio... y que en cualquier caso, sólo podría haber poseído por unos pocos días?"

Otros maldicen sus lenguas, sus ojos... cualquier miembro que fuese la ocasión con la que pecaron...

"¡Ahora, oh cuerpo, estás pagando el precio de los placeres con que te regalaste a ti mismo!... ¡¡¡Y todo ello lo hiciste por tu propia y libre voluntad...!!!" (2 de abril de 1922).

"Me pareció que la mayoría se acusaba a sí mismos de pecados de impureza, de robo, de comercio fraudulento; y la mayor parte de los condenados están en el infierno por estos pecados" (6 de abril de 1922). 

"Algunos acusan a otras personas, otros a las circunstancias, y todos maldicen las ocasiones de su condenación" (Septiembre de 1922).

"Vi a mucha gente del mundo terrenal caer dentro del infierno, y ahora las palabras no pueden describir ni por asomo sus horribles y espantosos gritos:


'Condenado para siempre... Yo me engañaba a mí mismo... Estoy perdido... ESTOY AQUÍ PARA SIEMPRE JAMÁS"




"Hoy vi un vasto número de gente caer dentro del ardiente abismo... Parecían unos vividores acostumbrados a los placeres del mundo, y un demonio gritó con estruendo:

"El mundo está maduro para mí... Yo sé que la mejor manera de conseguir el control de las almas es acrecentar su deseo por la diversión y el disfrute de los placeres... "Ponme a mí en primer lugar..."; "Yo antes que los demás..."; "Y sobre todo nada de humildad para mí, sino que déjame disfrutar a mis anchas..." Esta clase de palabras asegura mi victoria... y ellos mismos se lanzan en multitudes al fondo del infierno" (4 de octubre de 1922)




"Hoy", escribe Josefa, "no bajé al infierno, sino que fui transportada a un lugar donde todo estaba oscuro, pero en el centro había un enorme y espantoso fuego rojo. Me dejaron inmóvil y no podía hacer ni el más mínimo movimiento. Alrededor de mí había siete u ocho personas, sus cuerpos negros estaban desnudos, y yo podía verlos sólo por los reflejos del fuego. Estaban sentados y hablaban.

"Un diablo dijo a otro:

"Tenemos que ser muy cuidadosos para que no nos perciban. Podríamos ser fácilmente descubiertos"




El diablo respondió: 

"Insinuaos procurando que el descuido y la negligencia se apoderen de ellos, pero manteniéndoos en la sombra, para que no os descubran... gradualmente, ellos se volverán más y más descuidados, indiferentes al bien y al mal, sin ningún tipo de compasión ni amor, y vosotros seréis capaces de inclinarlos hacia el mal. Tentad a estos otros con la ambición, con el amor por sí mismos, que no busquen nada más que su propio interés, CON ADQUIRIR RIQUEZAS SIN TRABAJAR... de forma legal o no. Excitad a aquellos otros hacia la sensualidad y el amor al placer. Dejad que el vicio los ciegue" (Aquí usaron palabras obscenas)...




"Y con el resto... explorad sus corazones... así conoceréis sus inclinaciones... haced que amen apasionadamente... Actuad sin ningún escrúpulo... no descanséis... no tengáis piedad... El mundo debe ir hacia la condenación... y que las almas no se me escapen"De vez en cuando, los discípulos de Satán respondían:

"Somos tus esclavos... trabajaremos sin descanso. Sí, muchos luchan contra nosotros, pero trabajaremos noche y día. ¡Conocemos tu poder!"

Hablaban todos a la vez, y el que yo entendí que era Satán usaba palabras espantosas. En la distancia, pude oír un bullicio de fiesta, el tintileo de las copas, y gritó:




"¡Dejad que ellos mismos se junten en sus comidas! Eso lo pondrá todo más fácil para nosotros. Dejadlos que vayan a sus banquetes. El amor al placer es la puerta por la que vosotros os apoderaréis de ellos... Y esas almas ya no serían capaces de escapar de mí".

Añadió cosas tan horribles que nunca podrían ser escritas ni dichas. Luego, como sumergidos en un remolino de humo, se desvanecieron. (3 de febrero de 1923).

El demonio gritaba rabiosamente por un alma que se le escapaba:

"Llenad su alma de miedo, llévadla a la desesperación. ¡Si ella pone su confianza en la misericordia de Ése... (aquí usó palabras blasfemas contra Nuestro Señor), todo estará perdido! Pero no; llévala a la desesperación, no la dejéis ni por un instante, por encima de todo, haced que se desespere..."




Entonces el infierno resonó con gritos frenéticos, y cuando finalmente el diablo me arrojó fuera del abismo, se fue amenazándome. Entre otras cosas, decía:

"¿Es posible que tales enclenques criaturas tengan más poder que yo, que soy tan poderoso?... Debo enmascarar mi presencia, trabajar en la sombra, cualquier esquina será buena para tentarlos... susurrando a un oído... en las hojas de un libro... debajo de una cama... Algunas almas no me prestan atención, pero hablaré y hablaré, y a fuerza de hablar, alguna palabra quedará... ¡Sí, debo ocultarme en lugares en los que no pueda ser descubierto!" (7 y 8 de febrero de 1923).




Josefa, en su retorno desde el infierno, notó lo siguiente:

"Vi varias almas caer dentro del infierno, y entre ellas estaba una niña de quince años, maldiciendo a sus padres por no haberle hablado del temor de Dios ni por haberla avisado de que existía un lugar como el infierno. Su vida fue muy corta, decía ella, pero llena de pecado, porque ella le concedió hasta el límite todo lo que su cuerpo y sus pasiones le pedían en el camino de su autosatisfacción, especialmente había leído malos libros" (22 de marzo de 1923).




"Los ruídos de confusión y blasfemias no cesan ni por un sólo instante. Un nauseabundo olor asfixia y corrompe todo; es como el quemarse de la carne putrefacta, mezclado con alquitrán y azufre... una mezcla a la que nada en la Tierra puede ser comparable" (4 de septiembre de 1922).

Otra vez, escribe:

"Las almas estaban maldiciendo la vocación que habían recibido, pero no seguido... la vocación que habían perdido, porque no tenían la voluntad de vivir una vida oculta y mortificada..." (18 de marzo de 1922).

"La noche del miércoles al jueves 16 de marzo, serían las diez, empecé a sentir como los días anteriores ese ruido tan tremendo de cadenas y gritos. En seguida me levanté, me vestí y me puse en el suelo de rodillas. Estaba llena de miedo. El ruido seguía; salí del dormitorio sin saber a dónde ir ni qué hacer. Entré un momento en la celda de Nuestra Beata Madre... Después volví al dormitorio y siempre el mismo ruido. Sería algo más de las doce cuando de repente vi delante de mí al demonio que decía:

"Atadle los pies... atadle las manos"

"Perdí conocimiento de dónde estaba y sentí que me ataban fuertemente, que tiraban de mí, arrastrándome. Otras voces decían:

"No son los pies los que hay que atarle... es el corazón".

Y el diablo contestó:

"Ése no es mío".

"Me parece que me arrastraron por un camino muy largo. Empecé a oír muchos gritos, y en seguida me encontré en un pasillo muy estrecho. En la pared hay como unos nichos, de donde sale mucho humo pero sin llama, y muy mal olor. Yo no puedo decir lo que se oye, toda clase de blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unos maldicen su cuerpo... otros maldicen a su padre o madre... otros se reprochan a ellos mismos el no haber aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado. En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia y desesperación. Pasé por un pasillo que no tenía fin, y luego, dándome un golpe en el estómago, que me hizo como doblarme y encogerme, me metieron en uno de aquellos nichos, donde parecía que me apretaban con planchas encendidas y como que me pasaban agujas muy gordas por el cuerpo, que me abrasaban.

En frente de mí y cerca, tenía almas que me maldecían y blasfemaban. Es lo que más me hizo sufrir... pero lo que no tiene comparación con ningún tormento es la angustia que siente el alma, viéndose apartada de Dios.

Me pareció que pasé muchos años en este infierno, aunque sólo fueron seis o siete horas... Luego sentí que tiraban otra vez de mí, y después de ponerme en un sitio muy oscuro, el demonio, dándome como una patada me dejó libre. No puedo decir lo que sintió mi alma cuando me di cuenta de que estaba viva y que todavía podía amar a Dios. Para poderme librar de este infierno y aunque soy tan miedosa para sufrir, yo no sé a qué estoy dispuesta. Veo con mucha claridad que todo lo del mundo no es nada en comparación del dolor del alma que no puede amar, porque allí no se respira más que odio y deseo de la perdición de las almas (...)"

"Cuando entro en el infierno, oigo como unos gritos de rabia y de alegría, porque hay un alma más que participa de sus tormentos. No me acuerdo entonces de haber estado allí otras veces, sino que me parece que es la primera vez. También creo que ha de ser para toda la eternidad y eso me hace sufrir mucho, porque recuerdo que conocía y amaba a Dios, que estaba en la Religión, que me ha concedido muchas gracias y muchos medios para salvarme... ¿Qué he hecho para perder tanto bien...? ¿Cómo he sido tan ciega...? ¡Y ya no hay remedio...! También me acuerdo de mis Comuniones, de que era novicia, pero lo que más me atormenta es que amaba a Nuestro Señor muchísimo... Lo conocía y era todo mi tesoro... No vivía sino para Él... ¿Cómo ahora podré vivir sin Él...? Sin amarlo.., oyendo siempre estas blasfemias y este odio... siento que el alma se oprime y se ahoga... Yo no sé explicarlo bien porque es imposible".

Más de una vez presencia la lucha encarnizada del demonio para arrebatar a la misericordia divina tal o cual alma que ya creía suya. Entonces los padecimientos de Josefa entran, a lo que parece, en los planes de Dios, como rescate de estas pobres almas, que le deberán la última y definitiva victoria, en el instante de la muerte.

"El diablo estaba muy furioso porque quería que se perdieran tres almas... Gritaba con rabia:

"¡Que no se escapen...! ¡que se van...! ¡Fuerte...! ¡fuerte!"

Esto así, sin cesar, con unos gritos de rabia que contestaban, de lejos, otros demonios. Durante varios días presencié estas luchas.

Yo supliqué al Señor que hiciera de mí lo que quisiera, con tal que estas almas no se perdiesen. Me fui también a la Virgen y Ella me dio gran tranquilidad porque me dejó dispuesta a sufrirlo todo para salvarlas, y creo que no permitirá que el diablo salga victorioso (...)"

El demonio gritaba mucho:

"¡No la dejéis...! ¡estad atentos a todo lo que las pueda turbar...! ¡Que no se escapen... haced que se desesperen...!"

Era tremenda la confusión que había de gritos y de blasfemias. Luego oí que decía furioso:

"¡No importa! Aún me quedan dos... Quitadles la confianza... Yo comprendí que se le había escapado una, que había ya pasado a la eternidad, porque gritaba: Pronto... De prisa... Que estas dos no se escapen... Tomadlas, que se desesperen... Pronto, que se nos van"

En seguida, con un rechinar de dientes y una rabia que no se puede decir, yo sentía esos gritos tremendos: ¡Oh poder de Dios que tienen más fuerza que yo...! ¡Todavía tengo una.., y no dejaré que se la lleve...!"

El infierno todo ya no fue más que un grito de desesperación, con un desorden muy grande y los diablos chillaban y se quejaban y blasfemaban horriblemente. Yo conocí con esto que las almas se habían salvado. Mi corazón saltó de alegría, pero me veía imposibilitada para hacer un acto de amor. Aún siento en el alma necesidad de amar... No siento odio hacia Dios como estas otras almas, y cuando oigo que maldicen y blasfeman, me causa mucha pena; no sé qué sufriría para evitar que Nuestro Señor sea injuriado y ofendido. Lo que me apura es que pasando el tiempo seré como los otros. Esto me hace sufrir mucho, porque me acuerdo todavía que amaba a Nuestro Señor y que Él era muy bueno conmigo. Siento mucho tormento, sobre todo estos últimos días. Es como si me entrase por la garganta un río de fuego que pasa por todo el cuerpo, y unido al dolor que he dicho antes. Como si me apretasen por detrás y por delante con planchas encendidas...

No sé decir lo que sufro... es tremendo tanto dolor... Parece que los ojos se salen de su sitio y como si tirasen para arrancarlos... Los nervios se ponen muy tirantes. El cuerpo está como doblado, no se puede mover ni un dedo... El olor que hay tan malo, no se puede respirar, pero todo esto no es nada en comparación del alma, que conociendo la bondad de Dios, se ve obligada a odiarle y, sobre todo, si le ha conocido y amado, sufre mucho más..."

Josefa despedía este hedor intolerable siempre que volvía de una de sus visitas al infierno o cuando la arrebataba y atormentaba el demonio: olor de azufre, de carnes podridas y quemadas que, según fidedignos testigos, se percibía sensiblemente durante un cuarto de hora y a veces media hora. Y cuya desagradable impresión conservaba ella misma mucho más tiempo todavía.

"Oí a un demonio, del cual había escapado un alma, forzado a confesar su impotencia.

'Desconcertante... ¿cómo pueden hacer para que se me escapen tantas? Eran mías' (y enumeró sus pecados)... 'Trabajé muy duramente, y aún así se escaparon entre mis dedos... Alguien debe estar sufriendo y reparando por ellos'" (15 de enero de 1923).


Fuente - Texto tomado de DOCPLAYER.ES:
http://docplayer.es/50713372-El-infierno-de-sor-josefa-menendez.html

Lectura del Antiguo Testamento del Profeta San Jeremías ¿Por qué tienen suerte los malos? Jeremías 12, 1-17

 



01 Yavé, tú tienes siempre la razón cuando yo hablo contigo, y, sin embargo, hay un punto que quiero discutir:


¿Por qué tienen suerte los malos y son felices los traidores?


02 Los plantas en esta tierra y enseguida echan raíces, crecen y dan frutos, a pesar de que te honran con puras palabras y estás lejos de sus corazones.

03 En cambio, a mí me conoces, Yavé; me has visto y has comprobado que mi corazón está contigo. Llévatelos como ovejas al matadero y señálalos para el día de la matanza.

04 ¿Hasta cuándo estará de luto el país? ¿Permanecerá seco el pasto de los campos? Aves y bestias ya han perecido por causa de la maldad de los hombres, pues ellos dicen:


«Dios no ve nuestra conducta»


05 «Si te cansa correr con los de a pie, ¿cómo competirás con los de a caballo? Si en país tranquilo no te sientes seguro, ¿qué harás en los bosques del Jordán?».

07 Abandoné mi casa, dejé mi propiedad, he entregado lo que más quería en manos de mis enemigos.

08 Los míos se han portado conmigo como un león de la selva, que ha lanzado contra mí sus rugidos; por eso, les tengo rencor.

09 ¿Será acaso mi pueblo un buitre de plumaje feo, para que todos los demás se lancen contra él? ¡Ea, júntense ustedes, fieras salvajes, vayan a devorar!

10 Muchos pastores han saqueado mi viña, han pisoteado mi propiedad y han convertido mi campo, que tanto quería, en un potrero sin pasto. Lo han dejado hecho una lástima, sin nada de vegetación.

11 ¡El país está totalmente destruido y nadie se conmueve por eso!

12 Los saqueadores han subido a todas las alturas peladas del desierto, pues...


Yavé tiene una espada que devora de un extremo al otro del país y nadie se salvará.


13 Sembraron trigo, y cosecharon espinas: se han cansado inútilmente. Les da vergüenza lo poco que han cosechado, por la mucha ira de Yavé.

14 Así ha dicho Yavé:


«A todos mis malvados vecinos, que han invadido la propiedad que yo le había regalado a mi pueblo Israel, los voy a arrancar de su suelo. Y a la casa de Judá la arrancaré de en medio de ellos.


15 Pero después de haberlos arrancado, de nuevo me compadeceré de ellos y los haré volver a cada uno a su propiedad, a cada uno a su país.

16 Y si aprenden con cuidado los preceptos de mi pueblo, de tal modo que lleguen a jurar en nombre mío: ¿Por vida de Yavé?, así como enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, entonces serán establecidos en medio de mi pueblo.


17 «Pero si se niegan a obedecerme, arrancaré a aquella gente y la haré desaparecer, dice Yavé».

Estrategia satánica: Que los católicos blasfemen contra Dios y la Virgen María - ¡Nunca lo hagamos!

   


El demonio asecha y persigue insistentemente a la humanidad para que reniegue de Dios y de la Virgen María.




¡Jamás renegaré de mi Padre
ni de mi Madre!


Refieren el Belovacense y Cesáreo que un joven noble, por sus vicios, se vio reducido de rico como lo había dejado su padre, a tanta pobreza que necesitaba mendigar para comer.

Se fue a vivir lejos, donde no fuese conocido para no pasar tanta vergüenza. Por el camino se encontró con un viejo criado de su padre, quien al verlo tan afligido por la pobreza en que había caído le dijo que no perdiese el ánimo, porque él podía ponerlo en relación con un príncipe que lo proveería de todo.

El antiguo sirviente se había convertido en un impío hechicero. Un día tomó consigo al infeliz joven y lo llevó a través de un bosque a la orilla de un lago, donde comenzó a hablar con una persona invisible.




El joven le preguntó con quién hablaba. Le respondió que con el demonio; y al ver el espanto del joven trató de animarlo para que no tuviera miedo. Y continuó hablando con el demonio:


"Señor (le dijo), este joven está reducido a extrema miseria y quiere volver a su antigua posición"

"Cuando quiera obedecerme (respondió el enemigo) le haré más rico que antes, pero en primer lugar tiene que renegar de Dios"




Ante esta propuesta se horrorizó el joven, pero instigado por el maldito brujo lo hizo y renegó de Dios.




"Pero esto no basta (replicó el demonio), es necesario también que reniegue de María, porque Ella es la que nos causa más pérdidas. ¡A cuántos nos los arranca de las manos y los lleva a Dios para salvarlos!"

"¿Que yo reniegue de mi madre? ¡Eso sí que no! (gritó el joven)

"¡Ella es toda mi esperanza! ¡Prefiero andar mendigando toda mi vida!"


Y el joven se alejó apresuradamente de aquel lugar.




A la vuelta acertó a pasar por una iglesia de María. Entró el desconsolado joven y, postrándose ante su imagen, comenzó a llorar amargamente y a pedir a la Santísima Virgen que le obtuviera el perdón de sus pecados.




Y he aquí que María, desde su imagen, se puso a rogar a su Hijo a favor de aquel infeliz.

Jesús le dijo:


"Pero si es un ingrato, Madre mía; ha renegado de Mí"


Mas como María no dejaba de suplicarle, al fin le dijo:




"Madre mía, jamás te he negado nada; sea perdonado ya que Tú me lo pides"


Todo esto lo estaba observando providencialmente el señor que había comprado la hacienda del joven. Y viendo la piedad de María con aquel pecador, y como tenía una hija única se la dio por esposa, haciéndolo heredero de todos sus bienes.

Y así aquel joven recuperó, gracias a María, la gracia de Dios y hasta los bienes temporales.


MI NOTA PERSONAL


Sería una lástima y una vergüenza que todos los católicos que cometemos pecados, pensemos que si ofendemos a Dios... ¿no pasa nada? ... lo mismo ocurre con su Madre, la Virgen María... la ofendemos y... ¿no pasa nada?


¡NO ROTUNDO!


Al contrario, si ofendemos a Dios y a la Virgen María cuando cometemos pecados... podría suceder que no tengamos el TIEMPO suficiente para arrepentirnos, pedir perdón y ser absueltos por Dios... porque podría darse la situación de morir de repente y condenarnos (sin recibir el sacramento de la reconciliación ni la Santa Comunión).

Los católicos NUNCA blasfemamos contra Dios ni contra la Virgen María. Preferimos perder las cosas vanas y pasajeras del mundo entero (así desatemos la furia del demonio, con todas sus huestes infernales), con tal de ganar y salvar nuestras almas, para llegar al Reino del Cielo, y así disfrutar de la compañía en el Paraíso, con nuestro Padre Celestial Dios y todos sus ángeles y santos.


Fuente - Texto tomado del Libro Las Glorias de María - San Alfonso María de Ligorio

El amarre, una forma de ataque diabólico: «Se acude al demonio para atar emocionalmente a alguien»



Un exorcista aclara en qué consiste este tipo de acciones preternaturales


El amarre, una forma de ataque diabólico: «Se acude al demonio para atar emocionalmente a alguien»


ReL - 13 de Septiembre de 2021 / 08:49


Cuando se piensa en la acción del diablo sobre las personas enseguida se nos viene a la cabeza la imagen de la niña de El exorcista, pero esto es una visión parcial de la realidad. Los ataques diabólicos son de muy diversos tipos y la posesión es solamente el más intenso de ellos. En los últimos años, como resultado de la inmigración y la llegada de culturas animistas, son frecuentes los maleficios. También la santería y sus amarres para ganar afectivamente a una persona. Y las prácticas de la Nueva Era, con su apego a las religiones orientales, introducen el culto al demonio en formas insospechadas por sus practicantes.

Quien hace esta reflexión a ReL es un exorcista que ejerce su ministerio en una diócesis española, cuyo anonimato respetamos para proteger el trabajo que realiza día a día.

Le preguntamos en particular por los amarres, de moda incluso en los jóvenes:


"Es una obsesión diabólica en el plano emocional, de los afectos"


La tentación... y siete tipos de ataques extraordinarios


Pero para entender bien su alcance hay que ir un poco más atrás, añade, y explicar todas las formas con las que los demonios nos atacan: "La tentación es el ataque ordinario de los demonios para apartarnos de Dios, que es apartarnos de la felicidad. Pero los demonios, cuando se producen circunstancias especiales, atacan de manera extraordinaria: son los siete ataques preternaturales. Por un lado, la infestación de lugares, de objetos (como amuletos) que se convierten en instrumentos para dañar a las personas, y de plantas o animales. Y luego, más directamente a las personas, está la vejación, que consiste en ataques a nuestro entorno: golpes, accidentes, empujones...".

Le pasaba, por ejemplo, al Padre Pío o a San Juan María Vianney. Los demonios les pegaban palizas por las noches "para evitar que cumplieran con sus obligaciones", dice nuestro interlocutor: "Al Santo Cura de Ars, que era un gran confesor, le pasaba cuando venía a confesarse un penitente que llevaba muchos años sin hacerlo".

La vejación afecta solo al entorno de la víctima, pero la opresión o influencia, más íntima, es "un ataque que te descompone el cuerpo" y se manifiesta, por ejemplo, con "enfermedades que no tienen una explicación natural". Él mismo ha conocido casos de personas con un cuadro clínico pésimo para el que los médicos no hallaban explicación natural y que finalmente se reveló con un origen preternatural.

La obsesión diabólica es el siguiente grado: "Es un ataque a tu psique en el plano mental, intelectual, del conocimiento: empiezas a tener ideas obsesivas que no son de origen natural: 'Me voy a condenar', 'Dios no me quiere'..." En ocasiones es el propio psiquiatra quien le remite casos de pacientes que no responden a la medicación en la forma habitual y mantienen "una negatividad, una falta de esperanza, una vision muy oscura que no es una mera depresión".


Los amarres


Y luego está el amarre, "que no es una obsesión en el plano de de las ideas, sino en el plano emocional", explica: "Se acude al demonio para obtener el favor afectivo de alguien y atarlo emocionalmente o para destruir su matrimonio".

En la propia Biblia hay un ejemplo de amarre, en el libro de Tobías (3, 7-17). Sara había recibido un maleficio y todos los maridos que iba teniendo morían antes de consumar el matrimonio en la noche nupcial. Hasta que el arcángel Rafael derrotó al demonio Asmodeo, príncipe de los espíritus de la lujuria, responsable del mal causado, y liberó a Sara para que se casara con Tobías.




'El matrimonio de Sara y Tobías' de Charles-André van Loo (1705-1765).


Representa el momento en el que San Rafael derrota al demonio Asmodeo. La oración a este arcángel es particularmente eficaz para proteger el matrimonio y para liberar a las personas que son víctimas de un amarre.

"El amarre no actúa sobre la inteligencia racional, sino sobre la inteligencia emocional, sobre la afectividad", insiste el exorcista consultado. Y cita el ejemplo, muy frecuente, de personas que se sienten atraídos primero, o son incapaces de romper, después, con quienes les han hecho víctimas de un amarre, a pesar de que les arruinan la vida. "No la quiero, pero no puedo dejarla", recuerda que le decía un hombre a quien una mujer que había acudido a este tipo de hechizos obligó a cambiar de ciudad y de trabajo.

"Me he encontrado bastantes casos de amarre que no tienen explicación humana", continúa: "Cuando hay un amarre por una brujería, la persona que amarra tiene que estar cerca del otro porque no puede permitir que se le pueda acercar alguien que rompa la influencia sobre su corazón. Es una situación muy angustiosa que hace que el interesado se descomponga".


Satanistas y poseídos


Por último, como la más grave de las afectaciones preternaturales, está la posesión: "Los diablos (normalmente siempre son varios) se meten en el cuerpo en función de los defectos principales que tenga la persona y lo dominan. El poseído, cuando entra en trance (porque no lo está continuamente), pierde el control sobre su cuerpo", en unos casos siendo consciente de ello y en otros no.

Estar poseído no tiene nada que ver con ser satanista, aclara: "Los satanistas trabajan para el mal y tienen una compenetración con los demonios. Son satélites de Satanás, y puede ser que en un momento dado se queden poseídos, pero normalmente no es así, porque lo que quieren los demonios es que hagan el mal".


¿Se ve afectada la libertad?


La cuestión fundamental que preguntamos a este exorcista es si una persona puede lograr el influjo diabólico sobre otra sin su consentimiento, por ejemplo con un amarre, y la respuesta es que sí.

Aunque, para que tal cosa suceda, esa persona debe vivir alejado de la gracia de Dios o al menos haber dejado abierta una puerta, incluso inconscientemente, preparando el terreno al diablo, como al introducirse en el mundo del ocultismo o de ciertas prácticas de la Nueva Era aparentemente inocuas: "La afectividad humana tiene dos dimensiones, una dimensión psíquica y una dimensión espiritual. En la dimensión espiritual nadie puede entrar, es entre nosotros y Dios, pero la dimensión psicológica sí puede ser perturbada en la percepción y la afectividad".




Con la oración no se puede cambiar la voluntad de la víctima, aclara, pero sí se le puede apartar del influjo preternatural. Lo puede hacer cualquier fiel, ofreciendo la Eucaristía, con el rezo del Rosario y con las letanías de San Rafael, "que es el ángel que vence al demonio de los amarres". El diácono y el sacerdote pueden hacer, además, las oraciones de liberación que incluye el ritual de exorcismos.

En cualquier caso, y según su propia experiencia, este exorcista pide no culpabilizar a quien pueda ser víctima de un ataque preternatural de los especificados: "Podemos estar haciendo juicios temerarios".


Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM:




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