martes, 12 de diciembre de 2023

Santa Lucía - Virgen y Mártir - Año 304 A.D. - Fiesta Diciembre 13

   



Lucía significa "la que lleva luz". Nació y murió en Siracusa (ciudad de Italia), en la cual se ha encontrado una lápida del año 380 que dice:


"N.N. Murió el día de la fiesta de Santa Lucía, para la cual no hay elogios que sean suficientes"


Es muy antigua la devoción a Santa Lucía tanto en el oriente como en el occidente. Su nombre figura en el canon de la misa romana, lo que probablemente se debe al Papa Gregorio Magno. De acuerdo con "las actas" de Santa Lucía, nació de padres nobles y ricos y fue educada en la fe cristiana. Lucía pertenecía a una rica familia de Siracusa. Perdió a su padre durante la infancia. Dicen que cuando era muy niña, hizo a Dios el voto o juramento de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre, Eutiquia (que era viuda), casarla con un joven pagano. Por aquellos días la mamá enfermó gravemente y Lucía le dijo:


"Vamos en peregrinación a la tumba de Santa Águeda. Y si la santa le obtiene la curación, me concederá el permiso para no casarme"


Devota de Santa Águeda, la mártir de Catania, que había vivido medio siglo antes, quiso llevar a la madre enferma a la tumba de la santa. La madre aceptó la propuesta. Fueron a la tumba de la santa y la curación se produjo instantáneamente. Desde ese día Lucía obtuvo el permiso de no casarse, y el dinero que tenía ahorrado para el matrimonio lo gastó en ayudar a los pobres.

El pretendiente de Lucía se indignó profundamente y delató a la joven como cristiana ante el pro-cónsul Pascasio. La persecución de Diocleciano estaba entonces en todo su furor. El juez la presionó cuanto pudo para convencerla a que apostatara de la fe cristiana. Ella le respondió:


"Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo"




El juez le preguntó:


"Y si la sometemos a torturas, ¿será capaz de resistir?"


La jovencita respondió:




"Sí, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor"


El juez entonces la amenazó con llevarla a una casa de prostitución, para someterla a la fuerza a la ignominia. Ella le respondió:




"Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha si no acepta ni consiente el mal"


Santo Tomás de Aquino, el mayor teólogo de la Iglesia, admiraba esta respuesta de Santa Lucía. Corresponde con un profundo principio de moral:


No hay pecado si no se consiente al mal


El procónsul quiso pasar de las amenazas a los hechos, pero el cuerpo de Lucía se puso tan pesado que más de 10 hombres no lograron moverla ni un palmo. No pudieron llevar a cabo la sentencia, pues Dios impidió que los guardias pudiesen mover a la joven del sitio en que se hallaba. Entonces, los guardias trataron de quemarla en la hoguera, pero también fracasaron. Finalmente, la decapitaron. Pero aún con la garganta cortada, la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes con Dios a los de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra "Amén".

Por siglos ha sido muy invocada para curarse de enfermedades en los ojos. Se le representa llevando en la mano derecha la palma de la victoria, símbolo del martirio y en la izquierda los ojos que le fueron arrancados por proclamar su fe en Jesucristo.




Con el descubrimiento, hecho en 1894, de la inscripción sepulcral sobre el "loculus" o sepulcro de la santa en las catacumbas de Siracusa, desaparecieron todas las dudas sobre la historicidad de la joven mártir Lucía, cuya fama y devoción se deben en gran parte a su legendaria pasión, posterior al siglo V. La inscripción se remonta a comienzos del siglo V, cien años después del glorioso testimonio que dio de Cristo la mártir de Siracusa.

Epígrafes, inscripciones y el mismo antiguo recuerdo litúrgico (se debe probablemente al Papa Gregorio Magno la introducción del nombre de Santa Lucía en el Canon de la Misa), demuestran la devoción desde antiguo, que se difundió muy pronto no sólo en Occidente, sino también en Oriente.


Oración a Santa Lucía

Patrona de la Vista




¡Oh bienaventurada y amable
Virgen Santa Lucía, universalmente
reconocida por el pueblo cristiano
como especial y poderosa abogada
de la vista, llenos de confianza
a ti acudimos; pidiéndote la gracia
de que la nuestra se mantenga sana
y le demos el uso para la salvación
de nuestra alma, sin turbar jamás
nuestra mente en espectáculos peligrosos.
Y que todo lo que ellos vean
se convierta en saludable
y valioso motivo de amar
cada día más a 
a quien por tu intercesión,
oh protectora nuestra;
esperamos ver y amar
eternamente en la patria celestial.
Amén.


Santa Lucía Virgen y Mártir:
¡que ciegos estamos!
Intercede por nosotros
para que veamos el valor
de la entrega total sin contar
el sufrimiento. Que, como tú,
estemos siempre atentos
a las luces del Espíritu Santo.


Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

¿Qué hace nuestro ángel de la guarda después de nuestra muerte?




La misión de los ángeles custodios no termina con la muerte de su protegido: continúa hasta llevarla a la unión con Dios.


Por: P. Henry Vargas Holguín | Fuente: Moral y Luces 


El Catecismo de la Iglesia Católica, haciendo alusión a los santos ángeles, enseña en el numeral 336 que “desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión”.




De lo anterior se desprende que el hombre goza de la protección y guarda de su ángel custodio aún en el momento de su muerte. La compañía que dan los Ángeles no es solo en esta vida terrestre, sino que su acción se prolonga en la otra vida.

Para entender la relación que une a los ángeles con los hombres al momento de su tránsito a la otra vida es necesario entender que los ángeles han sido “enviados para todos aquellos que han de heredar la salvación” (cfr. Hb- 1,14). Igualmente San Basilio Magno enseña que “nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida” (cfr. Cat. 336).




Es decir, los ángeles custodios tienen como principal misión la salvación del hombre, que el hombre entre a la vida de unión con Dios y en esta misión se encuentra la asistencia que dan a las almas en el momento de presentarse ante Dios.

Los Padres de la Iglesia ponen de presente esta especial misión al decir que los Custodios Angélicos asisten al alma en el momento de la muerte, y la protegen de los ataques últimos de los demonios.




San Luis Gonzaga (1568-1591) enseña que en el momento en que el alma abandona el cuerpo, ésta es acompañada y consolada por su Ángel custodio para que se presente con confianza ante el Tribunal de Dios. El ángel, de acuerdo con este santo, presenta los méritos de Cristo para que en ellos se apoye el alma en el momento de su juicio particular y, una vez pronunciada la sentencia por el Divino Juez, si el alma es enviada al purgatorio, ésta recibe la visita frecuente de su Custodio quien la conforta y consuela llevándole las oraciones que se presentan por ella, y asegurándole una futura liberación.

De esta manera se comprende que la ayuda y misión de los ángeles custodios no termina con la muerte de quien fuera su protegido. Esta misión continúa hasta llevar el alma a la unión con Dios.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que después de la muerte nos espera un juicio particular en el que el alma ante Dios puede elegir entre abrirse al amor de Dios o rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él (cfr. Juan Pablo II, Audiencia General del 4 de Agosto de 1999).




Si el alma decide entrar en la comunión con Dios el alma se une a su ángel para alabar por toda la eternidad a Dios Uno y Trino.




Sin embargo, puede ocurrir que el alma se encuentra “en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio»” (Juan Pablo II, Audiencia General del 4 de Agosto de 1999).




En este evento el ángel al ser santo y puro, al vivir en la presencia de Dios, no necesita y tampoco puede participar de esa purificación del alma de su protegido. Lo que si hace el ángel guardián es interceder por su protegido delante del trono de Dios y buscar ayuda entre los hombres en la tierra para así llevar las oraciones a su protegido y, de esta manera, salir del purgatorio.

Aquellas almas que deciden rechazar definitivamente el amor y el perdón de Dios, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él (Juan Pablo II, Audiencia General, 21 de Julio de 1999), renuncian y también rechazan el gozar la amistad con su ángel custodio. En este terrible evento el ángel alaba la justicia y la santidad divinas.




En cualquiera de los tres posibles escenarios (cielo, purgatorio o infierno) el santo ángel siempre gozará con el juicio de Dios, pues el ángel se une de manera perfecta y total a la voluntad divina.




En estos días, recordemos que nos podemos unir a los ángeles de nuestros seres queridos que han fallecido para que ellos lleven ante Dios nuestras oraciones y plegarias y se manifieste la misericordia de Dios.


Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/op/articulos/60384/que-hace-nuestro-angel-de-la-guarda-despues-de-nuestra-muerte