lunes, 25 de septiembre de 2023

Santos Cosme y Damián - Mártires Siglo III - Fiesta Septiembre 26




Cosme significa "adornado, bien presentado"
Damián significa "domador"

Patronos de: Cirujanos, Farmacéuticos,
Médicos, Peluqueros, Dentistas,
trabajadores de los balnearios


Según la tradición son hermanos gemelos, nacidos en Arabia en el siglo tercero; estudiaron medicina en Siria y llegaron a distinguirse como muy afamados médicos. Como eran auténticos cristianos, practicaban su profesión con gran habilidad pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. A los pobres no les cobraban la consulta ni los remedios. Lo único que les pedía era que les permitieran hablarles por unos minutos acerca de Jesucristo y de su evangelio. Por eso se les conoció en el oriente entre los santos llamados colectivamente "los sin dinero".

Vivían en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos eran distinguidos por el cariño y el respeto de todo el pueblo a causa de los muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad y por el celo con que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades que les brindaba su profesión para difundirla y propagarla. En consecuencia, al comenzar la persecución, resultó imposible que aquellos hermanos de condición tan distinguida, pasasen desapercibidos. Se cuentan muchos prodigios milagrosos sobre sus vidas pero poco se sabe con seguridad. 

Fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia y, se disgustó muchísimo porque estos dos hermanos propagaban la religión de Jesús. Trató inútilmente de que dejaran de predicar. Se dice por ejemplo que, antes de ser decapitados, salieron con bien de varios tipos de ejecuciones, y como no lo consiguió, mandó echarlos al mar atados a pesadas piedras, pero una ola gigantesca los sacó sanos y salvos a la orilla.

Entonces los mandó quemar vivos, pero las llamas no los tocaron, y en cambio quemaron a los verdugos paganos que los querían atormentar. Ser crucificados pero cuando se hallaban clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que los arrojaban. Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros que torcieron su trayectoria e hicieron huir a los tiradores (se cuenta que el mismo caso ocurrió con San Cristóbal y otros mártires). Entonces el mandatario pagano mandó que les cortaran la cabeza, y así derramaron su sangre por proclamar su amor al Divino Salvador.

Así mismo dice la leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos y sus nombres se mencionan en el Martirologio Romano. Se habla de innumerables milagros, sobre todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte y, a veces, los propios santos se aparecieron, en sueños, a los que les imploraban en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente.




Una tradición muy antigua atestigua la existencia de su sepulcro en Ciro (Siria), ciudad ésta que llegó a ser el centro principal de su culto y donde las referencias más antiguas sitúan el escenario de su martirio, y lugar donde se erigió así mismo una basílica en su honor. Desde allí, su culto pasó a Roma y, más tarde, se propagó por toda la Iglesia.

A principios del siglo V, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en honor de estos dos famosos mártires. La basílica que el Papa Félix (526-530) erigió en honor de Cosme y Damián en el Foro Romano, con hermosísimos mosaicos, fue dedicada posiblemente el 27 de septiembre. Ese día se celebró la fiesta de Cosme y Damián hasta su traslado al 26 de septiembre en el nuevo calendario.

Y sucedió entonces que junto a la tumba de los dos hermanos gemelos, Cosme y Damián, empezaron a obrarse maravillosas curaciones. Entre las personas distinguidas que atribuyeron su curación de males gravísimos a los santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I de Constantinopla, en una gravísima enfermedad, se encomendó a estos dos santos mártires y fue curado inexplicablemente. Quien con sus ministros fue personalmente a la ciudad de Cirrhus, a visitar la tumba de los dos santos a darles las gracias y especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores.

Los santos Cosme y Damián son nombrados en el canon de la misa y, junto con San Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos. En oriente los llaman "los no cobradores", porque ejercían la medicina sin cobrar nada a los pacientes pobres.


Tres pares de santos
llevan los mismos nombres


Por un error, los cristianos de Bizancio honraron a tres pares de santos con los nombres de Cosme y Damián:

  1. Los de Arabia, que fueron decapitados durante la persecución de Diocleciano (17 de octubre).
  2. Los de Roma, que murieron apedreados en el curso del reinado de Carino.
  3. Y los hijos de Teódota, que no fueron mártires. Sin embargo, se trata de los mismos.


Pidamos al Señor por intercesión
de los Santos Cosme y Damián
por los médicos, para que cumplan
santamente con su profesión


"Lo que habéis recibido gratis,
dadlo también gratuitamente"
(Jesucristo Mt. 10, 8)




Quiera Dios enviarnos
muchos médicos generosos que,
a imitación de Cosme y Damián,
se dediquen a recetar
gratuitamente a los pobres,
y a aprovechar su ascendiente
para propagar la santa religión
de Jesucristo. Qué hermoso fuera 
que hubiera muchos médicos así.


Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Fuente - Texto tomado de EWTN:

Dios dijo: "La sodomía es pestilente para mí y desagradable hasta para los mismos demonios"

  



"La sodomía es pestilente para Mí y desagradable hasta para los mismos demonios", le reveló Dios a Santa Catalina de Siena


Viernes, 2 de agosto de 2013


Es fundamental señalar que la Iglesia Católica enseña que son actos intrínsecamente desordenados y contrarios a la Ley Natural, y los califica como una depravación grave, la que es peor, aún, en caso de ser sacerdotes.

Por lo anterior, consideramos de vital importancia dar a conocer a nuestros amigos lectores el siguiente texto de Santa Catalina de Siena, sobre sus diálogos con Dios. En ellos transmite sus palabras sobre el pecado de la impureza (en especial el de la homosexualidad o sodomía), que la describe como "algo nauseabundo ante la Divina Majestad" y "desagradable hasta para los demonios".

El Padre Eterno le señala a la santa sus exigencias de limpieza en la celebración del Santo Sacrificio de la Misa.

También le revela:


"Ves, por tanto, hija mía, lo abominable que es este pecado (de homosexualidad) a toda criatura. Piensa ahora que lo es mucho más en aquellos elegidos por mí para que vivan en estado de continencia, entre los que se encuentran los sacados del mundo por medio de la vida religiosa, como plantas sembradas en el cuerpo místico de la santa Iglesia; entre ellos se encuentran los ministros del Altar. Nunca podréis entender cuánto me desagrada ese pecado entre ellos, además del que recibo de los pecadores del mundo en general".


Veamos el texto completo:


"Te hago saber, queridísima hija, que a vosotros y a ellos (los sacerdotes) os exijo tanta limpieza en este sacramento (del Santo Sacrificio de la Misa) cuanta es posible al hombre en esta vida. En cuanto esté de vuestra parte, y de la de ellos, debéis procurarla sin cansancio. Debéis considerar que si fuese posible que una naturaleza angélica se purificase para este misterio, sería necesario que lo hiciera de nuevo. No es posible, porque un ángel es puro, pues no puede caer en el veneno del pecado. Te indico esto para que veas cuánta pureza os exijo en este sacramento a vosotros y especialmente a ellos. Pero hacen lo contrario, porque van completamente sucios a este misterio; no sólo con la inmundicia y fragilidad a que naturalmente os halláis inclinados por vuestra débil naturaleza.

Ellos (los que caen en impureza), desgraciados, no sólo no dominan esta fragilidad, aunque la razón lo puede hacer cuando lo quiere el libre albedrío, sino que obran aún peor, porque cometen el maldito pecado que es contra la naturaleza (de homosexualismo o sodomía). Como ciegos y tontos, ofuscada la luz de su entendimiento, no reconocen la pestilencia y miseria en que se encuentran, pues no sólo me es pestilente a mí, sino que ese pecado desagrada a los mismos demonios, a los que esos desgraciados han hecho sus señores. Tan abominable me es ese pecado contra la naturaleza, que sólo por él se hundieron cinco ciudades como resultado de mi juicio, al no querer mi divina justicia sufrirlas más; que tanto me desagradó ese abominable pecado.

Es desagradable (la sodomía) a los demonios, no porque les desagrade el mal y se complazcan en lo bueno, sino porque su naturaleza fue angélica, y esa naturaleza rehúye -le repele- ver cometer tan enorme pecado en la realidad. Cierto es que antes les ha arrojado la saeta envenenada por la concupiscencia; pero, cuando el pecador llega al acto de ese pecado, el demonio se marcha por las razones dichas.

Si te acuerdas bien, sabes cómo antes de la mortandad (la plaga de 1374) te manifesté lo desagradable que me resultaba este pecado y cuán corrompido se hallaba el mundo por él. Por lo que, elevándote sobre ti misma con santo deseo y con sublimación de espíritu, te mostré el mundo entero, y viste en casi toda la gente este miserable pecado y cómo los demonios escapan de él, como te he dicho. Y sabes que recibiste tanta pena, que te parecía estar casi a la muerte. No encontrabais lugar dónde refugiaros, tú y los otros servidores míos, para que esta lepra no os contagiase. No encontraste quien te pudiera cobijar entre los pequeños ni con los grandes, con los jóvenes ni con los viejos, con los religiosos ni con los clérigos, con los prelados ni con los súbditos, se hallaban contaminados por esta maldición.

Te lo manifesté en general; no lo hice con los particulares que por excepción no se contaminaron, pues entre los malos he guardado algunos buenos. La santidad de éstos detiene a mi Justicia para que no mande a las piedras que se vuelvan contra ellos, ni a la tierra que se los trague, ni a los animales que los devoren, ni a los demonios que les saquen el alma del cuerpo. Más bien voy encontrando caminos y modos para poder hacer misericordia, esto es, para que se enmienden, y como instrumentos tomo a mis servidores, que están sanos y leprosos, para que intercedan por ellos.

Alguna vez mostraré a éstos, como una vez hice contigo y como tú sabes, estos miserables pecados, para que sean más solícitos en buscar la salvación y me ofrezcan oraciones por ellos con mayor compasión y dolor por los pecados y por la ofensa que me hacen. Si te acuerdas bien, una bocanada de esta pestilencia te afectó tanto, que no podías más, como me dijiste: "¡Oh Padre eterno!, ten misericordia de mí y de tus criaturas. Sácame el alma del cuerpo, porque parece que no lo sufro más, o dame refrigerio y enséñame el lugar de los otros servidores, los tuyos, donde podamos descansar, para que esta lepra no nos pueda dañar ni quitar la limpieza de nuestra alma y de nuestros cuerpos".

Yo te contesté volviéndome hacia ti con ojos de piedad, y te dije y repito: "Hijita mía: sea vuestro reposo dar gloria y alabanza a mi Nombre e incensarme con la oración continua por estos pobrecillos que se hallan en tanta miseria, haciéndose dignos del juicio divino por sus pecados. El lugar donde os cobijéis sea Cristo crucificado, mi Hijo unigénito, habitando y escondiéndoos en la caverna de mi costado, donde gozaréis, por afecto de amor, en la naturaleza humana de Cristo, mi naturaleza divina. En aquel corazón abierto encontraréis mi caridad y la del prójimo, pues por honor a mí, el Padre eterno, y por la obediencia que le impuse para vuestra salvación, sufrió la afrentosa muerte en la santísima Cruz. Viendo y experimentando este amor, seguiréis sus enseñanzas alimentados en la mesa de la Cruz, es decir, soportando por caridad a vuestro prójimo con verdadera paciencia: en penas, tormentos y fatigas, vengan de donde vengan. De esta manera combatiréis la lepra y huiréis de ella.

Este es el remedio dado a ti y a los otros; pero, con todo eso, no se quitaba de tu alma la sensación de la pestilencia y de tiniebla de los ojos del entendimiento. Mi divina providencia, sin embargo, lo remedió, dándote del Cuerpo y de la Sangre de mi Hijo, Dios y hombre entero, tal como lo recibís en el Sacramento del Altar. En señal de que era verdad, se quitó el hedor por medio de la fragancia que recibiste en el Sacramento, y las tinieblas desaparecieron por medio de la luz que en él recibiste. De modo admirable, tal como plugo (place) a mi bondad, quedaste con la fragancia de la sangre en la boca y en el paladar de tu cuerpo durante muchos días, tal como sabes.

Ves, por tanto, hija mía, lo abominable que es este pecado a toda criatura. Piensa ahora que lo es mucho más en aquellos elegidos por mí para que vivan en estado de continencia, entre los que se encuentran los sacados del mundo por medio de la vida religiosa, como plantas sembradas en el cuerpo místico de la santa Iglesia; entre ellos se encuentran los ministros del Altar. Nunca podréis entender cuánto me desagrada ese pecado entre ellos, además del que recibo de los pecadores del mundo en general, porque están puestos sobre el candelero, son administradores míos, de verdadero Sol, para luz de la virtud y de santa vida; y, sin embargo, lo administran estando ellos en tinieblas.

Tan llenos se encuentran de ellas (las tinieblas), que de la Sagrada Escritura no ven ni entienden más que la corteza, la letra, debido a la hinchazón de su soberbia. Por ser inmundos y lascivos, aunque tienen luz de por sí, de donde la tomaron mis elegidos por razón: es la luz sobrenatural que procede de mí, verdadera Luz, tal como te dije en otro lugar, la reciben sin sacarle el gusto, por no estar en orden el paladar de su alma. Corrompidos por el amor propio y la soberbia, con el estómago atiborrado de inmundicia, deseando dar satisfacción a sus desordenados deseos, repletos de codicia y de avaricia, cometen sin pudor sus pecados. Caen en el pecado de la usura muchos miserables, aunque esté prohibida por mí.


Santa Catalina de Siena


[De El diálogo de la Divina Providencia, en Obras de Santa Catalina de Siena, Madrid: BAC, 1991, p. 292]


Fuente - Texto tomado de CATOLICIDAD.COM:
http://www.catolicidad.com/2013/08/la-sodomia-es-pestilente-para-mi-y.html

Francisco, Fátima y Garabandal - El papa Francisco dice que no nos preocupemos por el pecado. La Virgen María dice otra cosa



Por Redaccioninfovaticana | 24 de Septiembre de 2023


(William Kilpatrick en Crisis Magazine) - El papa Francisco dice que no nos preocupemos por el pecado. La Virgen dice otra cosa.

Los católicos están confundidos y divididos con respecto al papa Francisco. Durante años, ha estado introduciendo cambios novedosos en la Iglesia que parecen entrar en conflicto no solo con las prácticas tradicionales, sino también con las enseñanzas establecidas de la Iglesia.

Un número cada vez mayor de católicos ha llegado a la conclusión de que Francisco (junto con otros miembros de la jerarquía) está en proceso de crear una Iglesia alternativa, una que está destinada a sustituir con el tiempo a la verdadera Iglesia.

Los defensores de Francisco dicen que solo está tratando de reformar la Iglesia, de renovar una estructura envejecida que necesita reparaciones. Por el contrario, los críticos afirman que está tratando de destruir la Iglesia, con el objetivo de construir en su lugar una nueva Iglesia basada en principios humanistas. Afirman que, aunque Francisco y sus partidarios presentan los cambios como una evolución natural de la doctrina de la Iglesia, en realidad son un rechazo radical de la misma.

Según este punto de vista (que comparto en gran medida), lo que tenemos, en efecto, son dos Iglesias que comparten el mismo espacio. Sin embargo, aunque la facción progresista pretende derrocar a la Iglesia de los siglos, le resulta útil mantener la ilusión de que se trata de la misma Iglesia, hasta que la transformación sea completa.

Como dijo el teólogo Thomas Weinandy, OFM, Cap: «Lo que la Iglesia terminará teniendo es un papa que es el papa de la Iglesia católica y, simultáneamente, el líder de facto, para todos los propósitos prácticos, de una Iglesia cismática. Como es el jefe de ambas, se mantiene la apariencia de una Iglesia, mientras que en realidad hay dos».

La pregunta es:


¿Cómo distinguir la Iglesia impostora de la Iglesia establecida por Cristo?


Aunque hay varios indicadores, creo que el principal indicio se encuentra en las diferentes actitudes hacia el pecado. La verdadera Iglesia se toma el pecado muy en serio y advierte constantemente sobre él. De hecho, la principal misión de la Iglesia es salvarnos de nuestros pecados. Por otro lado, uno de los principales objetivos de la Iglesia que Francisco y sus seguidores están construyendo es restar importancia al pecado.

En varias ocasiones, Francisco ha menospreciado los pecados sexuales, refiriéndose a ellos como el «más leve de los pecados» o bromeando como «pecados por debajo de la cintura». Parece ser que a un grupo de seminaristas españoles les dijo que deben absolver todos los pecados en el confesionario, aunque no haya muestras de arrepentimiento. En una ocasión, al ser preguntado por las hazañas de un sacerdote homosexual, Francisco respondió: «¿Quién soy yo para juzgar?«. Pero -con la excepción de los pecados contra el medio ambiente y los «pecados» de rigidez- parece adoptar una actitud de «Quién soy yo para juzgar» hacia casi todos los pecados.

Aunque Francisco ha condenado el aborto en varias ocasiones, también ha enviado señales diferentes sobre el tema en otras muchas ocasiones. Cuando el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, prohibió a Nancy Pelosi comulgar por su claro apoyo al aborto, Francisco no tardó en señalar su desaprobación a Cordileone. Poco después de que el arzobispo anunciara la prohibición, Pelosi viajó a Roma, recibió la comunión en el altar de la Basílica de San Pedro y fue calurosamente saludada por Francisco.

En varias ocasiones, Francisco ha dicho que procurarse un aborto es «como contratar a un sicario». Si es así, ¿por qué se empeña en saludar cordialmente a uno de los principales sicarios del mundo? ¿Y por qué, cuando tiene la oportunidad, castiga a Cordileone elevando al arzobispo de San Diego, Robert McElroy, al cargo de cardenal, cuando lo normal es que ese puesto fuera para Cordileone? McElroy, por cierto, es conocido por ser bastante laxo en la cuestión del aborto.

Así que, por un lado, Francisco dice que el aborto es un pecado grave. Por otro lado, actúa como si no fuera muy grave. Eso, por supuesto, es bastante confuso. Y confundir deliberadamente a los demás sobre el bien y el mal es un pecado en sí mismo.

Se llama escándalo. Como dice el Catecismo, «el escándalo es una ofensa grave si por acción u omisión se induce deliberadamente a otro a una ofensa grave» (2284).

Aplicado al aborto, esto significa que quien minimiza la gravedad del aborto es en parte responsable del pecado de otro cuya decisión de abortar se basa en la disminución de la gravedad del pecado por parte del primero.

El Catecismo continúa diciendo: «El escándalo es grave cuando lo dan quienes por naturaleza o por oficio están obligados a enseñar y educar a los demás» (2285).

Parece particularmente escandaloso que Francisco y muchos otros prelados resten importancia a la gravedad del pecado en un momento en que la conciencia del pecado ya está en horas bajas entre los católicos de las sociedades occidentales. Numerosas encuestas han demostrado que la mayoría de los católicos estadounidenses aprueban ahora comportamientos que, según la doctrina de la Iglesia, son intrínsecamente pecaminosos.


La ironía es que el objetivo de Francisco de tranquilizar nuestras conciencias ya se ha logrado en gran medida. Lo que se necesita ahora es una mejor comprensión de la realidad y la gravedad de nuestro pecado: el daño que nos hacemos a nosotros mismos y el daño que hacemos a los demás.


Esto me trae a la memoria una supuesta aparición mariana de hace sesenta años, que aún no ha sido aprobada y que está recibiendo cada vez más atención. Entre julio de 1961 y noviembre de 1965, en la pequeña localidad española de Garabandal, cuatro niñas de 11 y 12 años recibieron supuestamente la visita de la Virgen María en numerosas ocasiones.

La autenticidad de las apariciones aún no ha sido confirmada por la Iglesia, pero el contenido del mensaje transmitido a las niñas está en consonancia con apariciones marianas aprobadas como la de Fátima. Además, el mensaje parece aún más actual hoy que durante la revolución sexual de los años sesenta. En resumen, el mensaje que recibieron las niñas fue casi exactamente el opuesto al que ahora promulgan Francisco y los cardenales y obispos que se alinean con él. A las niñas no se les dijo que adoptaran una actitud más relajada hacia el pecado. Por el contrario, se les dijo que llegaría el día en que todas las personas se sentirían justamente mucho más culpables de sus pecados.


La Santísima Virgen predijo que llegaría un día en que cada persona del planeta, creyente o no creyente, recibiría simultáneamente una intensa revelación personal de sus pecados. Según el testimonio de las niñas, cada persona vería la gravedad de sus pecados, no solo los que había cometido, sino también el bien que podría haber hecho y no hizo. Además, testificaron que para la mayoría de las personas sería una experiencia aterradora porque veríamos nuestras almas como Dios las ve.


Al mismo tiempo, la Advertencia se experimentará como una gran bendición: una oportunidad para ver las consecuencias de nuestros pecados, pedir perdón por ellos y enmendar nuestras vidas.


La Advertencia parece ser exactamente la medicina adecuada para nuestros tiempos permisivos y también el antídoto apropiado para el mensaje de que «el pecado no es un gran problema» que ahora promueven el Vaticano y el Sínodo.


En este sentido, vale la pena señalar que el mensaje de María a los niños en Fátima también hace hincapié en la gravedad del pecado, en particular los pecados sexuales. Como señala el periodista católico Thom Nickels en un artículo reciente, «El mensaje de Fátima… contiene una cláusula que afirma que la mayoría de las personas que van al infierno van allí por los pecados de la carne, lo contrario de lo que Francisco sugirió recientemente mientras visitaba a sus amigos jesuitas en Portugal, donde comentó que se presta demasiada atención a los ‘pecados por debajo de la cintura'».


En nuestra época tan permisiva, las palabras de María pueden parecer duras, pero también parecen más realistas que la despreocupación de Francisco por los pecados sexuales. Es lógico que la mayoría de las personas que están en el infierno lo estén por pecados de la carne. No es que los pecados sexuales sean más graves que otros pecados. Es que la tentación de cometer un pecado sexual es mucho más frecuente que otras tentaciones que podrían llevar al Infierno, como las tentaciones de secuestro, traición, tortura, asesinato y similares.

En cualquier caso, parece más prudente escuchar a la Madre de Dios que depositar la confianza en Francisco. La aparición de María en Fátima en 1917 es quizá la aparición mariana mejor autentificada. Además de la aprobación de la Iglesia, el Milagro del Sol que María predijo fue presenciado por 70.000 personas (incluyendo un número de ateos y agnósticos que vinieron a burlarse pero volvieron a casa como creyentes).


¿Cuál parece más acorde con el mensaje del Evangelio: el mensaje de María sobre el arrepentimiento o el consejo de Francisco de no ser tan duro con uno mismo?


Publicado por William Kilpatrick en Crisis Magazine

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana


Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM:




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