martes, 29 de agosto de 2023

Beato Tomás de Kempis - Sacerdote y Escritor Místico Siglo XV - Fiesta Agosto 30

 



Nacido en Kempen, Diócesis de Colonia (Alemania), 1379 ó 1380; murió el 25 de julio de 1471 en Holanda. A la edad de 13 años Tomás fue a Deventer para entrar en la comunidad de los Hermanos de la Vida Común, fundada por el Diácono Gerardo Groote, inspirado predicador que suscitó un avivamiento espiritual en los países bajos. La comunidad era una fundación laica con una rama de sacerdotes. Aunque no tomaban votos, vivían en pobreza, castidad y obediencia en la medida que fuese posible según el estado de vida. Algunos vivían en sus casas y otros en comunidad. Tenían un fondo común en el que depositaban todas sus ganancias. La ambición de todos era imitar la vida y las virtudes de los primeros cristianos, especialmente en el amor a Dios y al prójimo, en sencillez, humildad y devoción. Ya su hermano mayor era miembro de la comunidad y lo recibió con gran amor. Florentius Radewyn era el general de la comunidad. Fue maestro espiritual y gran influencia en la vida del joven Tomás.




Kempis vivió como hermano ejemplar de la comunidad por 72 años. Se dedicaba a transcribir manuscritos. Copió los manuscritos de los Padres, especialmente San Bernardo, un Misal para la comunidad y la Biblia completa en cuatro grandes volúmenes. Ordenado sacerdote en 1413, después de haber tenido que esperar por años dado a la pobreza de su comunidad de Canónigos Regulares. Además de su gran obra "La Imitación de Cristo", escribió muchas otras, entre ellas: "Oratio de elevatione mentis in Deum" y la "Vida de Lydwine, Virgen" (editor).


El Libro que lo hizo famoso
La Imitación de Cristo




En sus ratos libres, Tomás de Kempis fue escribiendo un libro que lo iba a hacer célebre en todo el mundo. LA IMITACIÓN DE CRISTO. De esta obra dijo un autor: "Es el más hermoso libro salido de la mano de un hombre" (Dicen que Kempis pidió a Dios permanecer ignorado y no conocido. Por eso la publicación de su libro sólo se hizo al año siguiente de su muerte). No lo escribió todo de una vez, sino poco a poco, durante muchos años, a medida que su espíritu se iba volviendo más sabio y su santidad y su experiencia iban aumentando. Lo distribuyó en cuatro pequeños libros. Entre la redacción de un libro y la siguiente pasaron unos cuantos años.

La obra de Tomás de Kempis representa el misticismo de la escuela de Windesheim, de los Hermanos de la Vida Común. Está repleto de citas de las Sagradas Escrituras y escritos de los Padres, especialmente de San Agustín y San Bernardo. Este libro clásico de la espiritualidad está repleto de sabias enseñanzas y consejos.


El Libro Primero
 de la
Imitación de Cristo




Narra cómo es la lucha activa que hay que librar para convertirse y reformarse y los obstáculos que se le presentan a quienes desean ser santos, entre los cuales está como principal: ser "la sirena" de este mundo, o sea la atracción, el deseo de darle gusto al propio egoísmo y de obtener honores, famas, altos puestos, riquezas y gozos sensuales y vida fácil y cómoda. Este primer libro es como el retrato de lo que Tomás tuvo que sufrir hasta sus 30 años de las luchas y peligros que se le presentaron.


El Libro Segundo
de la
Imitación de Cristo




Fue escrito por Kempis después de haber sufrido muchas tribulaciones, contradicciones, humillaciones y desengaños, especialmente en el orden afectivo. Destituido del cargo de ecónomo, abandonado por amigos que se había imaginado le iban a ser fieles; es entonces cuando descubre que hay una amistad que no defrauda nunca y es la amistad con Jesucristo, y que allí se encuentra la solución para todas las penas del alma. Este libro segundo de la imitación enseña cómo hay que comportarse en las tribulaciones y sufrimientos. Emplea mucho el nombre de Jesús indicando el afecto muy vivo y profundo que siente hacia el Redentor y que desea sientan sus lectores también.


El Libro Tercero
de la
Imitación de Cristo




Cuando redacta el Libro Tercero ya ha subido más alto en espiritualidad. Aquí ya a Cristo lo llama El Señor. Se ha dado cuenta que la santidad no depende solamente de nuestros esfuerzos sino sobre todo de la ayuda de Dios. Ha crecido en humildad y exclama:


"Cayeron los que eran como cedros del Líbano, y yo miserable, ¿qué podré esperar de mis solas fuerzas?"


Ahora ya no piensa en la muerte como algo miedoso, sino como una liberación del alma para ir a una Patria Feliz.


El Libro Cuarto
de la
Imitación de Cristo




Está dedicado a la Eucaristía y es uno de los más bellos tratados que se han escrito acerca del Santísimo Sacramento. Millones de personas en todos los continentes han leído este libro para prepararse o dar gracias cuando comulgan.


¿Un iluminado?


"No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien"




Muchos autores han pensado que probablemente Tomás de Kempis recibió del cielo luces muy especiales al escribir "La Imitación de Cristo". De otra manera no se podría explicar el éxito mundial que este libro ha tenido por más de cinco siglos, en todas las clases sociales. Este libro está hecho para personas que quieran sostener una lucha diaria y sin contemplaciones contra el amor propio y el deseo de sensualidad que se opone diametralmente al amor de Dios y a la paz del alma. Está redactado para quienes quieran independizarse de lo temporal y pasajero y dedicarse a conseguir lo eterno e inmortal.




La Imitación de Cristo
Libro Primero
Avisos provechosos para la vida espiritual
Capítulo 24
Del juicio y penas de los pecadores



  1. Mira el fin en todas las cosas, y de qué suerte estarás delante de aquel juez justísimo, al cual no hay cosa encubierta, ni se amansa con dádivas, ni admite excusas, sino que juzgará justísimamente. ¿Por qué no te previenes para el día del juicio cuando no habrá quién defienda ni ruegue por otro, sino que cada uno tendrá bastante que hacer por sí? 
  2. Mejor es purgar ahora los pecados y cortar los vicios que dejar el purgarlos para lo venidero. Por cierto nos engañamos a nosotros mismos por el amor desordenado que tenemos a la carne. 
  3. ¿En qué otra cosa se cebará aquel fuego sino en tus pecados? Cuando más te perdonas ahora a ti mismo, y sigues a la carne, tanto más gravemente serás después atormentado, pues guardarás mayor materia para quemarte. En lo mismo que más peca el hombre, será más gravemente castigado. Allí los perezosos serán punzados con los aguijones ardientes, y los golosos serán atormentados con gravísima hambre y sed. Allí los lujuriosos y amadores de deleites, serán rociados con ardiente pez y hediondo azufre; y los envidiosos aullarán de dolor como rabiosos perros. 
  4. No hay vicio que no tenga su propio tormento. Allí los soberbios estarán llenos de confusión, y los avarientos serán oprimidos con miserable necesidad. Allí será más grave pasar una hora de pena, que aquí 100 años de penitencia amarga. Allí no hay sosiego ni consolación para los condenados; mas aquí cesan algunas veces los trabajos, y se goza del consuelo de los amigos. 
  5. Pues entonces estarán los justos con gran constancia contra los que les angustiaron y persiguieron. Entonces agradará toda tribulación sufrida con paciencia, y toda maldad no despegará los labios. Entonces se alegrarán todos los devotos, y se entristecerán todos los disolutos. Entonces se alegrará más la carne afligida, que la que siempre vivió en deleites. Entonces se estimará más el desprecio de las riquezas, que todo el tesoro de los ricos de la tierra. Entonces agradará más la vida estrecha y la rigurosa penitencia, que todos los deleites terrenos. 
  6. Aprende ahora a padecer en lo poco, para que entonces seas libre de lo muy grave. Si ahora no puedes padecer levemente, ¿cómo podrás después sufrir los tormentos eternos? Si ahora una pequeña penalidad te hace tan impaciente, ¿qué hará entonces el infierno? Porque los que aman a Dios de todo corazón, no temen la muerte, ni el tormento, ni el juicio, ni el infierno; pues el amor perfecto tiene segura entrada para Dios. Mas quien se deleita en pecar, no es maravilla que tema la muerte y el juicio. Bueno es no obstante que si el amor no nos desvía de lo malo, por lo menos el temor del infierno nos refrene. Pero el que pospone el temor de Dios, no puede durar mucho tiempo en el bien; sino que caerá muy presto en los lazos del demonio.


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Cómo se debe ofrecer en las manos de Dios el hombre desconsolado - Imitación de Cristo - Tomás de Kempis


El hombre desconsolado


El Alma:


1. Señor, Dios, Padre santo: ahora y para siempre seas bendito, que como Tú quieres así se ha hecho, y lo que haces es bueno. Alégrese tu siervo en Ti, no en sí, ni en otro alguno: porque Tú sólo eres alegría verdadera: Tú esperanza mía y corona mía: Tú, Señor, eres mi gozo y mi premio. ¿Qué tiene tu siervo sino lo que recibió de Ti, aún sin merecerlo? Tuyo es todo lo que me has dado y has hecho conmigo. Pobre soy y lleno de trabajos, desde mi juventud; y mi alma se entristece algunas veces hasta llorar; y otras veces se turba contigo por las pasiones que la acosas.

2. Deseo el gozo de la paz; la paz de tus hijos pido, que son recreados por Ti en la luz de la consolación. Si me das paz, si derramas en mí un santo gozo, estará el alma de tu siervo llena de alegría, y devota para alabarte. Pero si te apartares, como muchas veces lo haces, no podrá correr por el camino de tus mandamientos, sino que hincará las rodillas para herir su pecho; porque no le va como los días anteriores cuando resplandecía tu luz sobre su cabeza, y era defendida de las tentaciones impetuosas debajo de la sombra de tus alas.

3. Padre justo y siempre laudable, llegó la hora en que tu siervo debe ser probado. Padre amable, justo es que tu siervo padezca algo por Ti en esta hora. Padre para siempre adorable, ya ha llegado la hora que habías previsto desde la eternidad, en la cual tu siervo esté abatido en lo exterior un corto tiempo, mas para que viva siempre interiormente contigo. Despreciado sea y humillado un poco, y decaiga delante de los hombres; sea consumido de pasiones y enfermedades, para que vuelva nuevamente a verse contigo en la aurora de una nueva luz, y sea ilustrado en las cosas celestiales. ¡Padre santo! Así lo ordenaste Tú, así lo quisiste; y lo que mandaste se ha hecho.

4. Esta es, pues, la gracia que haces a tu amigo, que padezca, y sea atribulado por tu amor en este mundo por cualquiera, y cuantas veces lo permitieres. Sin tu consejo y providencia y sin causa, nada se hace en la tierra. Bueno es para mí, Señor, que me hayas humillado, para que aprenda tus justificaciones, y destierre de mi corazón toda soberbia y presunción. Provechoso es para mí que la confusión haya cubierto mi rostro, para que así te busque a Ti para consolarme, y no a los hombres. También aprendí en esto a temblar de tu inescrutable juicio, que afliges así al justo como al impío, aunque no sin equidad y justicia.

5. Gracias te doy porque no me escaseaste los males; sino que me afligiste con amargos azotes, enviándome dolores y angustias interiores y exteriores. No hay quien me consuele debajo del cielo sino Tú, Señor Dios mío, médico celestial de las almas, que hieres y sanas, pones en grandes tormentos y libras de ellos. Sea tu corrección sobre mí, y tu mismo castigo me enseñará.

6. Padre amado, vesme aquí en tus manos; yo me inclino bajo la vara de tu corrección. Hiere mis espaldas y mi cerviz para que enderece mis torcidas inclinaciones a tu voluntad. Hazme piadoso y humilde discípulo como sueles hacerlo, para que ande siempre pendiente de tu voluntad. Me entrego enteramente a Ti con todas mis cosas para que las corrijas. Más vale ser corregido aquí que en la otra vida. Tú sabes todas y cada una de las cosas, y no se te esconde nada en la humana conciencia. Antes que suceda, sabes lo venidera, y no hay necesidad que alguno te enseñe o avise de las cosas que se hacen en la tierra. Tú sabes lo que conviene para mi adelantamiento, y cuánto me aprovecha la tribulación para limpiar el orín de los vicios. Haz conmigo tu voluntad y gusto, y no deseches mi vida pecaminosa, a ninguno mejor ni más claramente conocida que a Ti solo.

7. Concédeme, Señor, saber lo que se debe saber; amar lo que se debe amar; alabar lo que a Ti es agradable; estimar lo que te parece precioso; aborrecer lo que a tus ojos es feo. No permitas que juzgue según la vista de los ojos exteriores, ni que sentencie según el oído de los hombres ignorantes; sino dame gracia para que pueda discernir con verdadero juicio entre lo visible y lo espiritual, y sobre todo, buscar siempre la voluntad de tu divino beneplácito.

8. Muchas veces se engañan los hombres en sus opiniones y juicios, y los mundanos se engañan también en amar solamente lo visible. ¿Qué tiene de mejor el hombre porque otro le alabe? El falaz engaña al falaz, el vano al vano, el ciego al ciego, el enfermo al enfermo, cuando lo ensalza; y verdaderamente más le confunde cuando vanamente le alaba. Porque cuanto es cada uno en tus ojos, tanto es y no más, dice el humilde San Francisco.


Fuente - Texto tomado de ENCUENTRA.COM:

Cómo se ha de resistir a las tentaciones - Imitación de Cristo - Tomás de Kempis




1. Mientras en el mundo vivimos no podemos estar sin tribulaciones y tentaciones: Por lo cual está escrito en Job (1): Tentación es la vida del hombre sobre la tierra.

Por eso cada uno debería tener mucho cuidado acerca de sus tentaciones y velar en oración, porque no halle el demonio lugar de engañarle, que nunca duerme, sino busca todos lados a quién tragarse. (1 Pedro 5, 8).

Ninguno hay tan perfecto ni tan santo que no tenga algunas veces tentaciones, y no podemos vivir sin ellas.

2. Mas las tentaciones son muchas veces utilísimas al hombre, aunque sean graves y pesadas; porque en ellas es uno humillado, purgado y enseñado.

Todos los Santos por muchas tribulaciones y tentaciones pasaron; y aprovecharon. Y los que no las quisieron resistir fueron tenidos por réprobos y sucumbieron. No hay religión tan santa, ni lugar tan secreto, que no haya tentaciones y adversidades.

3. No hay hombre seguro del todo de tentaciones mientras vive; porque en nosotros mismos está la causa de donde vienen, pues que nacimos con la inclinación al pecado. Pasada una tentación o tribulación, sobreviene otra; y siempre tendremos que sufrir, porque se perdió el bien de nuestra felicidad. Muchos quieren huir las tentaciones y caen en ellas más gravemente.

No se puede vencer con sólo huirlas; mas con paciencia y verdadera humildad nos hacemos más fuertes que todos los enemigos:

4. El que solamente quita el mal que se ve y no arranca la raíz, poco aprovechará; antes tornarán a él más presto las tentaciones, y se hallará peor. Poco a poco, con paciencia y larga esperanza, vencerás (con el favor divino) mejor, que no con violencia y propia fatiga.

Toma muchas veces consejo en la tentación, y no seas desabrido con el que está tentado; antes procura consolarle, como tú lo quisieras para ti.

5. El principio de toda mala tentación es la inconstancia del ánimo y la poca confianza en Dios. Porque como la nave sin timón la llevan a una y otra parte las olas, así el hombre descuidado y que desiste de su propósito es tentado de diversas maneras.

El fuego prueba el hierro, y la tentación al hombre justo. Muchas veces no sabemos lo que podemos; mas la tentación descubre lo que somos. Debemos, pues, velar principalmente al venir la tentación; porque entonces mas fácilmente es vencido el enemigo cuando no le dejamos pasar de la puerta del alma y se le resiste al umbral luego que toca. Por lo cual dijo uno:

Atajar al principio el mal procura; si llega a echar raíz, tarde se cura: Porque primeramente se ofrece al alma el pensamiento sencillo; después, la importuna imaginación; luego, la delectación y el torpe movimiento y el consentimiento. Y así se entra poco a poco el maligno enemigo, y se apodera de todo, por no resistirle al principio. Y cuanto más tiempo fuere uno perezoso en resistir, tanto se hace cada día más flaco; y el enemigo contra él más fuerte.

6. Algunos padecen graves tentaciones al principio de su conversión, y otros al fin. Pero otros son molestados casi por toda su vida. Algunos son tentados blandamente, según la sabiduría y el juicio de la divina Providencia, que mide el estado y los méritos de los hombres, y todo lo tiene ordenado para la salvación de sus escogidos.

7. Por eso no debemos desconfiar cuando somos tentados, sino antes rogar a Dios con mayor fervor que sea servido de ayudarnos en toda tribulación; el cual, sin duda, según el dicho de San Pablo, nos dará, junto con tentación, tal auxilio, que la podamos resistir (1 Cor., 10, 13).

Humillemos, pues, nuestras almas debajo de la mano de Dios en toda tribulación y tentación, porque Él salvará y engrandecerá a los humildes de espíritu.

8. En las tentaciones y adversidades se ve cuánto uno ha aprovechado, y en ellas consiste el mayor merecimiento y se conoce mejor la virtud. No es mucho ser un hombre devoto y fervoroso cuando no siente pesadumbre; mas si en el tiempo de la adversidad se sufre con paciencia, esperanza es de gran provecho.

Algunos no se rinden a grandes tentaciones, y son vencidos a menudo en las menores y comunes, para que, humillados, nunca confíen de sí en grandes cosas, siendo flacos en las pequeñas.


Fuente - Texto tomado de ENCUENTRA.COM:

ATENCIÓN: Virgen del Buen Suceso - La Virgen María preanunció la crisis de la Iglesia del siglo XX

  



La Virgen preanunció
la crisis de la Iglesia del siglo XX
Lo hizo hace 4 siglos,
en Quito (Ecuador)


Fuente: adelantelafe.com 


Introducción


Que precisamente el siglo XX (en el que estamos inmersos todavía espiritualmente), es el tiempo de las tinieblas, el tiempo de la gran apostasía profetizado en la Sagrada Escritura... lo haría pensar también una extraordinaria aparición mariana que tuvo lugar hace algunos siglos.

Tiene toda la oficialidad de los reconocimientos eclesiásticos y, sin embargo (por alguna disposición misteriosa de la Providencia), ha permanecido hasta ahora casi desconocida y está volviendo hoy a la luz.

Fue la misma Virgen la que pidió que su mensaje fuera dado a conocer en el mundo solamente en el siglo XX.

Se trata de las apariciones de la Virgen a la madre Mariana Francisca de Jesús Torres y Berriochoa (1563-1635), mística española que vivió y murió, con fama de santidad, como monja de la Inmaculada Concepción en Quito, en Ecuador.




Hoy está en curso el proceso de beatificación de la Madre Mariana, cuyo cuerpo (por otro lado) fue encontrado incorrupto y completo el 8 de febrero de 1906.

La Virgen se le presentó como la “Virgen del Buen Suceso” y la Iglesia (por medio de los obispos de Quito) aprobó la veneración de la Virgen con este título.

La devoción ininterrumpida del pueblo ecuatoriano, desde hace 400 años, llevó en 1991 a la Arquidiócesis de Quito, con el permiso de la Santa Sede, a realizar la coronación canónica de Nuestra Señora del Buen Suceso como reina de Quito.

Pues bien, la particularidad de estas apariciones consiste precisamente en la petición de la Virgen a la vidente y a las monjas de su convento de que oraran y se ofrecieran en holocausto por los hombres del siglo XX.

Reconstruyendo esta historia, que tiene como centro a la Madre Mariana, Paola de Lillo explica que la mística vivió incluso dos experiencias de pre-muerte:

“Su primera muerte tuvo lugar en 1582. De pie, ante un tribunal, sufrió un proceso al final del cual le fue ofrecida una elección: permanecer inmediatamente en la gloria celestial o volver a la tierra y sufrir, como chivo expiatorio, por los pecados del siglo XX. Ella eligió la segunda posibilidad. Su segunda muerte tuvo lugar el Viernes Santo del año 1588 después de una aparición en la que le fueron mostrados los horribles abusos y las herejías que se perpetrarían en la Iglesia actual. Se despertó dos días después, en la mañana del domingo de Pascua”.

¿No es singular que la Virgen, en los primeros años del siglo XVII, pida a almas consagradas que oren y se inmolen por los hombres del siglo XX? ¿Qué cosa tan terrible debía suceder en el siglo XX? ¿Qué abusos y herejías se deberían verificar para justificar una intervención preventiva del Cielo tan urgente, que no tiene precedentes en la historia de la Iglesia?

Es estupefaciente, si pensamos que todo sucedió hace ahora algunos siglos, leer que:


“Serán los preferidos de Su Corazón sobre todo los que vivirán al final del siglo XX porque en ese período el infierno se desencadenará y muchas almas se perderán”


Marian T. Horvat, estudiosa de este evento, explica en una entrevista que especialmente importante es la aparición del 2 de febrero de 1634, en la que:


La luz del santuario se apaga




Explicación de la Virgen María


La Virgen explica después a la Madre Mariana que esto representa a la Iglesia del siglo XX, y explica los cinco significados de aquel acto simbólico. Según las palabras de Nuestra Señora:


“La luz que se apaga representa: en primer lugar, la difusión de las herejías en los siglos XIX y XX, que apagarán la preciosa luz de la fe en las almas. En segundo lugar, la gran catástrofe espiritual en el Convento y, por extensión, de toda la Iglesia. En tercer lugar, la gran impureza que saturará la atmósfera. “Como un mar sucio, inundará las calles, las plazas y los lugares públicos con una sorprendente libertad”, dijo. “Casi no habrá almas vírgenes en todo el mundo”. En cuarto lugar, la corrupción de la inocencia de los niños y la crisis del clero. En quinto lugar, la pereza y la negligencia de los ricos, que serán testigos al observar su Iglesia oprimida, siendo perseguida, y el triunfo del demonio, sin emplear sus riquezas para atacar al mal y restaurar la fe”.


En las revelaciones que la Virgen dio a la Madre Mariana había muchas profecías que se cumplieron puntualmente en referencia a la historia de Ecuador y a las vicisitudes de la Iglesia Católica.






Por lo que respecta a la historia universal y en especial a la Iglesia, en el siglo XX, la Virgen habla de eventos trágicos y sangrientos vinculados a una terrible crisis espiritual.

Esta noche oscura de la Iglesia fue sintetizada, por Paola De Lillo, con estas palabras:


  • Masiva apostasía en la Iglesia.
  • Corrupción del clero y crisis de las vocaciones.
  • Propagación de herejías.
  • Abandono de las reglas en la vida religiosa.
  • Culpa de la autoridad eclesiástica de semejante ruina.


Naturalmente: “este aparente triunfo de Satanás provocará muchos sufrimientos a los muchos buenos pastores de la Iglesia, a la mayoría de los buenos sacerdotes… El pequeño número de almas en las que el culto de la fe y de la moral se mantendrán padecerán un sufrimiento cruel e indecible… Las pocas almas fieles a la gracia sufrirán de modo cruel e indescriptible, como un prolongado martirio; por este sufrimiento serán considerados mártires” (cfr. La profezia finale. Lettera a papa Francesco sulla Chiesa in tempo di guerra de Antonio Socci – Rizzoli).


Mensaje


Un mensaje dramático, pero lleno de esperanza: las apariciones de Nuestra Señora del Buen Suceso en Quito, en Ecuador, en el siglo XVI, aprobadas por la Iglesia.


Madre Mariana de Jesús


La que vamos a contarles es la maravillosa historia de esta extraordinaria mujer, una mística española, que se ofreció víctima para reparar los pecados cometidos no tanto en su siglo, sino principalmente en el siglo XX, esto es, el nuestro.

La venerable Madre Mariana Francisca Torres de Jesús (1563-1635), cuyo proceso de beatificación está en curso, era sobrina de la Madre María Taboada, fundadora de la Orden de las Hermanas de la Inmaculada Concepción. La tía y la sobrina dejaron España para fundar en Ecuador esta nueva orden, según la voluntad de Dios.


El “mundo criminal” del siglo XX




Una mañana de 1582, la joven Madre Mariana estaba orando ante el Sagrario. De improviso, oyó un trueno aterrador y vio la iglesia sumergirse en una terrible oscuridad. La puerta del Sagrario se abrió de par en par, y de ella salió una grandísima luz que iluminó el altar mayor.

La vidente, en medio de la gran luz, vio la agonía de Cristo crucificado en el Gólgota; la Virgen, triste y con lágrimas en los ojos, San Juan y a María Magdalena estaban a sus pies.

Mariana creyó ser ella misma la causa de aquella agonía. Postrándose en el suelo, oró:


“¡Señor, yo soy la culpable! Castígame y perdona a tu pueblo”


Su Ángel de la Guarda, levantándola del suelo, la tranquilizó:


“No, no eres tú la culpable. Levántate porque Dios desea revelarte un gran secreto”


Viendo todavía a la Virgen con lágrimas en los ojos, la joven monja preguntó: 


“Oh Madre mía, ¿acaso soy yo la causa de tu tristeza?”

“No, hija mía, no eres tú, sino el mundo criminal”


Fue entonces cuando la Madre Mariana oyó la voz solemne y severa del Padre Eterno:


“¡Este castigo será para el siglo XX!”


Aparecieron sobre la cabeza del Cristo crucificado y sufriente tres pesadas espadas.




Sobre la primera estaba escrito:


“Castigaré la herejía”


Sobre la segunda:


“Castigaré la impiedad”


Sobre la tercera:


“Castigaré la impureza”


La Virgen María, con dulzura, preguntó a Mariana:


“Hija mía, ¿quieres sacrificarte por las personas de aquella época?”

“Sí, Madre, lo quiero”


Fue la respuesta de la vidente. Así, aquellas tres espadas atravesaron el corazón de la Madre Mariana, causándole una “muerte mística” que la llevó al juicio de Dios. Jesús le mostró dos coronas: la primera estaba llena de una luz no conocida en la tierra, la segunda estaba compuesta de lirios blancos perfumados, circundados de muchas espinas.


“Esposa mía”


Le dijo el Señor.


“Elige una de estas coronas”


Ella debía elegir entre quedarse en el Paraíso, gozar de la visión de Dios, o bien volver a la tierra y continuar sacrificándose por los hombres y las mujeres del siglo XX, que se harían culpables de pecados de herejía, impiedad e impureza.

La Mamá celestial le pidió que eligiera la segunda corona, porque era necesario que un alma se ofreciera víctima para aplacar la Justicia de Dios. Mariana, tras haber recibido de la Virgen la promesa de que la sostendría en esta tremenda prueba, respondió:


“Señora y Madre mía, hágase en mí la Divina Voluntad”


Poco después se volvió a encontrar en la tierra.

Mariana de Jesús se convirtió así en la voluntaria víctima sacrificial por nuestros pecados de herejía, de impiedad y de impureza. No le fue ahorrado ningún sufrimiento. En 1588, el 17 de septiembre, recibió los estigmas de la crucifixión.


El Buen Suceso de la Purificación




El 2 de febrero de 1594, solemnidad de la Presentación en el Templo de Jesús, de la fiesta de la Candelaria, la Virgen María se presentó a la vidente con este título:


“Yo soy María del Buen Suceso de la Purificación, la Reina del Cielo y de la Tierra”


La Virgen le pidió a Mariana la construcción de una estatua que la figurara exactamente como se presentaba en la visión. La estatua fue comenzada por un artista del lugar, pero fue completada milagrosamente, en una noche, por los Arcángeles Gabriel, Miguel y Rafael. La autenticidad de este milagro fue confirmada por escrito por los mismos artistas a quienes había sido encomendada la realización de la estatua.




Los tres santos arcángeles, según la narración de la vidente, rindieron homenaje así a la Virgen:


“San Miguel saludándola respetuosamente, dijo:

“María Santísima, Hija de Dios Padre”

 

San Gabriel dijo:

 

“María Santísima, Madre de Dios Hijo”

 

San Rafael dijo:

 

“María Santísima, Purísima Esposa del Espíritu Santo”


Después, uniéndose a los huéspedes celestiales, entonaron juntos:


“María Santísima, Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad”




La Madre Mariana deseaba vivir en lo escondido y, así, suplicó a la Virgen que todo lo que estaba viviendo quedara en secreto. Le fue prometido por Nuestra Señora que su “secreto” sería publicado en el siglo XX.

Durante las visiones, además, la Virgen reveló a Mariana muchos acontecimientos que se deberían verificar en Ecuador en el curso de los siglos y otros muchos relativos al mundo y a la Iglesia universal del siglo XX. Estas profecías se han cumplido con extraordinaria exactitud.


Los crímenes del siglo XX
descritos hace más de cinco siglos 


Nuestra Señora del Buen Suceso:


“Durante este período (…) faltará el espíritu Cristiano.


“¡Castigaré la herejía!”


El Sacramento de la Extremaunción será poco considerado. Muchas personas morirán sin recibirlo (ya sea a causa de la negligencia de sus familias o por sus falsos sentimientos, que intentan proteger a los enfermos de ver la gravedad de su situación, ya sea porque se rebelarán contra el espíritu de la Iglesia Católica, movidos por la malicia del diablo). Así, muchas almas serán privadas de innumerables gracias, consuelos y de la fuerza que necesitan para dar el gran salto del tiempo a la eternidad.

El Sacramento del Matrimonio, que simboliza la unión de Cristo con Su Iglesia, será atacado y profanado en el sentido pleno de la palabra. La masonería, que en aquel tiempo estará en el poder, emanará leyes inicuas con el objetivo de abolir este Sacramento, haciendo fácil para todos vivir en el pecado, animando la procreación de hijos ilegítimos nacidos sin la bendición de la Iglesia. El espíritu cristiano vendrá a menos rápidamente, apagando la preciosa luz de la Fe hasta llegar al punto que habrá una degeneración de las costumbres casi total y general…

Aumentarán los efectos de la educación secular, que será una de las razones de la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas… El Sagrado Sacramento de las Sagradas Órdenes será ridiculizado, oprimido y despreciado… El demonio intentará perseguir a los Ministros del Señor de todos los modos posibles y actuará con cruel y sutil astucia para desviarlos del espíritu de sus vocaciones, corrompiendo a muchos de ellos. Estos sacerdotes corruptos, que serán motivo de escándalo para los cristianos, provocarán que el odio de los malos cristianos y de los enemigos de la Iglesia Católica y Apostólica Romana recaiga sobre todos los sacerdotes. Este aparente triunfo de Satanás provocará enormes sufrimientos a los buenos Pastores de la Iglesia.


Ya no existirá casi la inocencia en los niños, ni pudor en las mujeres, y en este momento de gran miseria de la Iglesia, los que deberían hablar permanecerán en silencio


“¡Castigaré la impiedad!” 


Pero sabe, amada hija mía, que cuando en el siglo veinte tu nombre será dado a conocer, habrá muchos que no creerán, afirmando que esta devoción no es grata a Dios


Satanás tendrá el control de esta tierra por medio de los errores de hombres sin fe, los cuales, como una nube negra, oscurecerán el cielo de la república consagrada al Sagrado Corazón de Mi divino Hijo. Esta república, habiendo consentido la entrada de todos los vicios, deberá sufrir todo tipo de castigos, entre los cuales habrá pestes, carestías, luchas entre las personas y los extranjeros, que llevarán a un gran número de almas a la apostasía y a la perdición… Y para dispersar estas nubes negras que esconden el claro día de la libertad de la Iglesia, habrá una formidable y terrible guerra en la cual correrá la sangre de nativos y extranjeros, de sacerdotes regulares y seculares y también de monjas…”.

Nuestro Señor Jesucristo dijo:


“Sabe además que la Justicia Divina manda terribles castigos sobre enteras naciones, no sólo por los pecados de la gente, sino también por los de sacerdotes y religiosos. Porque estos últimos son llamados, por la perfección de su estado, a ser la sal de la tierra, los maestros de la verdad y los que mantienen alejada la Ira Divina. Desviándose de su misión divina, se degradan hasta tal punto que, a los ojos de Dios, son precisamente ellos los que aceleran el rigor de los castigos. Porque separándose de Mí acaban viviendo sólo una vida superficial del alma y mantenerse lejos de Mí no es digno de Mis Ministros. Con su frialdad y falta de confianza actúan como si para ellos Yo fuera un extraño”


Y esto no es todo.


La lámpara apagada




El 2 de febrero de 1634, hacia las tres de la mañana, la Madre Mariana estaba orando ante el Santísimo Sacramento. De repente, la lámpara se apagó. Apareció entonces la Virgen, que explicó así el significado de ese apagamiento repentino:


“El apagamiento de la luz del Santuario tiene diferentes significados”


“¡Castigaré la impureza!”


“La primera razón del apagamiento de la luz del Santuario es que desde el final del siglo XIX y en gran parte del siglo XX, varias herejías se propagarán en este país, que será entonces una república independiente. Cuando tengan preponderancia, la luz preciosa de la Fe se extinguirá en las almas por la corrupción casi total de las costumbres. Durante este período habrá grandes catástrofes físicas y morales. El pequeño número de almas que, escondidas, conservarán el tesoro de la Fe y de las virtudes, sufrirán de manera indeciblemente cruel un prolongado martirio. Muchos de ellos morirán por la violencia de los sufrimientos y los que se sacrificarán por la Iglesia y por la Patria serán considerados Mártires. Para liberar a los hombres del vínculo de estas herejías, aquellos a los que el amor misericordioso de Mi Santísimo Hijo destinará para la Restauración, deberán tener una gran fuerza de voluntad, constancia, valentía y mucha confianza en Dios. Para probar esta fe y confianza del justo, habrá momentos en los que todo parecerá perdido y paralizado: este será el feliz inicio de la completa Restauración.


La segunda razón del apagamiento de la luz del Santuario es que mi Convento, reducido drásticamente en número, quedará sumergido en un incomprensible océano de indescriptible amargura, y parecerá hundirse en estas diversas aguas de tribulación. ¡Cuántas auténticas vocaciones perecerán por falta de discreción, discernimiento y prudencia por parte de las Maestras de Novicias que las forman! Deberían ser almas de oración y muy eruditas en los diferentes caminos espirituales. ¡Ay de aquellas almas que volverán a la Babilonia del mundo tras haber estado en el lugar seguro de este bendito Convento! Durante esta época desafortunada, la injusticia entrará incluso en mi jardín cerrado. Enmascarada bajo el nombre de falsa caridad, la injusticia sembrará la ruina de las almas. El rencoroso Diablo intentará sembrar la discordia por medio de miembros pútridos, los cuales, enmascarados de una apariencia de virtud, serán como sepulcros en corrupción que emanan la pestilencia de la putrefacción, causando muertes morales en algunos y tibieza en otros. Ellos clavarán una espada de doble filo en mis hijas fieles, mis almas escondidas, haciéndoles sufrir un continuo y lento martirio. Estas hijas fieles llorarán en secreto y se lamentarán ante su Señor y Dios, y sus lágrimas serán presentadas por su Ángel de la Guarda al Padre Celestial, pidiendo que semejantes tiempos sean acortados por el amor del Divino Prisionero.


La tercera razón del apagamiento de la luz del Santuario es que el espíritu de impureza que saturará la atmósfera de aquellos tiempos, como un océano repugnante, inundará las calles, las plazas y los lugares públicos con una increíble libertad. Casi no habrá ya almas vírgenes en el mundo. La flor delicada de la virginidad, tímida y amenazada de completa extinción, resplandecerá mucho desde lejos. Tomando refugio en los Conventos, encontrará un buen terreno y, echando raíces, crecerá y vivirá, y su fragancia será la delicia de mi Santísimo Hijo y el escudo contra la Ira Divina. Sin virginidad, sería necesario que sobre estos Países cayese el fuego del Cielo para purificarlos. En estos tiempos de maliciosa soberbia, el envidioso y pestífero Diablo intentará introducirse también en estos jardines cerrados de los Conventos de los Religiosos para marchitar estas flores maravillosas y delicadas. ¡Pero yo le haré frente y le aplastaré la cabeza bajo mis pies! ¡Ay de mí, qué dolor! Habrá almas incautas que se echarán voluntariamente en sus garras. Otros, vueltos al mundo, se convertirán en instrumentos del Diablo para la perdición de las almas.


“Este castigo será para el siglo XX”




La cuarta razón del apagamiento de la luz del Santuario es que, por medio de la adquisición del control sobre todas las clases sociales, la Secta Masónica, será tan astuta que penetrará en el corazón de las familias para corromper incluso a los niños, y el Diablo se gloriará de nutrirse, con perfidia, de la exquisita delicadeza del corazón de los niños.


Durante estos tiempos desafortunados, el mal asaltará la inocencia infantil y, de este modo, las vocaciones al sacerdocio se perderán, y esto será un verdadero desastre. Será tarea de grupos religiosos sostener a la Iglesia y trabajar con valeroso y desinteresado celo por la salvación de las almas, porque, durante este período, la observancia de la regla brillará en las comunidades y habrá santos ministros del altar, escondidos, y almas maravillosas de las cuales Mi Santísimo Hijo y Yo nos deleitaremos, considerándolas flores excelentes y frutos de santidad heroica. Los impíos declararán una guerra cruel contra ellos cubriéndolos de insultos, calumnias y vejaciones, para impedir el ejercicio de su ministerio. Pero ellos, como firmes columnas, permanecerán inconmovibles y afrontarán todo esto con aquel espíritu de humildad y sacrificio con el que están revestidos por la virtud de los méritos infinitos de Mi Santísimo Hijo, el Cual los ama como las fibras más recónditas de su santísimo y tiernísimo Corazón.


En esta época, el Clero Secular abandonará sus ideales, porque los sacerdotes se volverán negligentes en sus sagrados deberes. Perdida la brújula divina, se alejarán del camino trazado por Dios para el ministerio sacerdotal y estarán apegados a los bienes y a las riquezas, que se esforzarán ilícitamente en obtener. ¡Cuánto sufrirá la Iglesia durante esta noche oscura! Faltando un Prelado y Padre que les guíe con amor paterno, dulzura, fortaleza, sabiduría y prudencia, muchos sacerdotes perderán su espíritu, poniendo sus almas en gran peligro. Orad insistentemente sin cansaros y llorad con lágrimas amargas, en el secreto de vuestro corazón, implorando a nuestro Padre Celestial, el Cual, por el amor del Corazón Eucarístico de Mi Santísimo Hijo y por Su Preciosa Sangre derramada con tanta generosidad y por la profunda amargura y sufrimiento de Su cruel Pasión y Muerte, podría tener piedad de Sus ministros y poner rápidamente fin a estos tiempos infaustos, mandando a Su Iglesia el Prelado que restaurará el espíritu de sus sacerdotes.


Mi Santísimo Hijo y Yo amaremos a este hijo privilegiado con un amor de predilección y Nosotros le haremos don de raras capacidades: humildad de corazón, docilidad a la divina inspiración, fortaleza para defender los derechos de la Iglesia, y de un corazón tierno y compasivo, de modo que, como otro Cristo, asistirá a los grandes y a los pequeños, sin descuidar a las almas más desafortunadas, que le pedirán un poco de luz y de consejo en sus dudas y sufrimientos. Con divina suavidad, guiará las almas consagradas al servicio de Dios en los Conventos, aligerando el yugo del Señor, el Cual dijo: “Mi yugo es suave y mi carga ligera”. Las balanzas del Santuario serán puestas en sus manos, de modo que todo sea pesado con debida medida y Dios será glorificado.


La tibieza de todas las almas consagradas a Dios, en el estado sacerdotal y religioso, retrasarán la venida de este Prelado y Padre. Por tanto, esta será la causa que permitirá al Demonio maldito tomar posesión de este País en el que conseguirá sus victorias por medio de extranjeros y gente sin fe, tan numerosos que, como una nube negra, oscurecerán el limpio cielo de esta futura República que será consagrada al Sacratísimo Corazón de Mi Divino Hijo.


Con esta gente, entrarán todos los vicios, y atraerán, a su vez, todo tipo de castigos, como calamidades, carestías, guerras intestinas, disputas con otras naciones y apostasía, causa de la perdición de tantas almas tan amadas por Jesucristo y por Mí.


Para disipar esta nube negra, que impide a la Iglesia beneficiarse del día limpio de la libertad, habrá una guerra terrible y tremenda que verá el derramamiento de sangre de nativos y extranjeros, de sacerdotes regulares y seculares y también de monjas. Aquella noche será la más horrible, porque parecerá que, humanamente hablando, el mal ha triunfado.


Esto señalará, entonces, la llegada de mi hora, cuando Yo, de manera sorprendente, destronaré al orgulloso Satanás, aplastándolo bajo mi pie y encadenándolo en los abismos infernales, liberando así, finalmente, a la Iglesia y a la Nación de su cruel tiranía.


La quinta razón del apagamiento de la luz del Santuario es la flaqueza y negligencia de aquellos que poseen grandes riquezas, los cuales se quedarán mirando con indiferencia a la Iglesia que será oprimida, a la virtud perseguida y al mal que triunfa, sin emplear devotamente sus riquezas para la destrucción del mal y para restaurar la Fe. Esto se debe también a la indiferencia de aquella gente, que permitirá que el Nombre de Dios sea hecho desaparecer gradualmente y que se unirá al espíritu del mal, entregándose libremente a los vicios y a las pasiones.


¡Ay de mí, hijas mías predilectas! Si os fuera concedido vivir en esta era tenebrosa, moriríais de dolor al ver que se cumple todo lo que Yo os he revelado. Mi Santísimo Hijo y Yo tenemos un amor tan grande por este País, nuestra heredad, que Nosotros deseamos incluso, desde ahora, pedir vuestro sacrificio y vuestras oraciones para acortar los tiempos de semejante catástrofe terrible.


Las razones del apagamiento de la lámpara impresionaron profundamente a la Madre Mariana, la cual se esforzó todavía más en hacer que el mensaje de Nuestra Señora del Buen Suceso llegara a nosotros, hombres y mujeres del siglo XX, en particular a la Jerarquía.


El testamento de la Madre Mariana 


Mariana Torres de Jesús murió, tras haber sufrido muchísimo para aplacar la Ira Divina a causa de nuestros pecados, el 16 de enero de 1635 a las 15:00 horas, la hora de la muerte de Jesús.

En su Testamento, escribió:


“Cuando el Divino Maestro estaba colgado en aquél vergonzoso patíbulo de la Cruz, con su vida que lentamente venía a menos, en medio de una casi infinita pena y tormento, el testamento que Él dio para redimir a la humanidad fue el don de dejar a Su Madre como Madre nuestra.

En efecto, Él se dirigió a Su Virgen Madre, diciendo: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!”, Su discípulo predilecto.

Y dirigiéndose a él, dijo: “¡He ahí a tu Madre!”. Esta es vuestra Madre Celestial, María Santísima del Buen Suceso. ¡Ella os dará siempre un buen suceso!

Tened un gran amor por la Bienaventurada Virgen; imitad sus virtudes, sobre todo su profunda humildad, su ardiente amor por Dios y por los pobres pecadores, su sencillez y confiada inocencia. Que no haya engaños o hipocresías en vuestras almas. Perseverad y propagad la devoción bajo la invocación de Nuestra Señora del Buen Suceso, porque con ella obtendréis de Jesús y María todo lo que pidáis… Deberéis conservar devotamente este verdadero tesoro y hacerla conocer y amar por las más almas posibles.

Aseguradles que con esta devoción obtendrán siempre un buen suceso, en el tiempo y en la eternidad…

Recurrid a Ella en todas vuestras necesidades espirituales y temporales. Cuando vuestra alma sufre por las tentaciones y está inmersa en el dolor y, si por divina permisión, la estrella de vuestra vocación está escondida a la vista de vuestra alma, dirigíos a Ella, con confianza, con estas palabras: “Estrella del mar en tempestad de mi vida mortal, pueda tu luz iluminarme de modo que no pueda alejarme del camino que me lleva al Cielo”.


Conclusión

Como conclusión,
nadie puede afirmar:
“¡No he sido avisado!”


Bibliografía


La admirable vida de la Madre Mariana de Jesús Torres, escrita en el siglo XIX por el prior franciscano de Quito, Manuel de Souza Pereira. 

Trial, Tribulation and Triunph, de Desmond A. Birch, Queenship Publishing.

(Publicado en el Blog oracolocooperatoreveritatis)

(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)


Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/op/articulos/70457/la-virgen-preanuncio-la-crisis-de-la-iglesia-del-siglo-xx-#


Video tomado de YOUTUBE:
https://www.youtube.com/watch?v=GFtg1QB1QsA