martes, 8 de agosto de 2023

Santa Teresa Benedicta de la Cruz - Edith Stein - Santa Patrona de Europa - Fiesta Agosto 9

  



Santa Teresa Benedicta de la Cruz, una de las tres santas mujeres a las que el también Santo Papa Juan Pablo II declaró, mediante carta apostólica en forma Motu Proprio el 1 de octubre del año 1999, patrona de Europa junto a Santa Catalina de Siena y a Santa Brígida de Siena, pasando así a engrosar una nómina en la que ya militaban San Benito de Nursia y los hermanos San Cirilo y San Metodio.




Deja claro el Papa el hecho de que la elección es personal: “el motivo que ha orientado específicamente mi opción por estas tres santas se halla en su vida misma”. Y repara especialmente en el hecho de que se haya dirigido su elección hacia tres mujeres:

“Considero particularmente significativa la opción por esta santidad de rostro femenino, en el marco de la tendencia providencial que, en la Iglesia y en la sociedad de nuestro tiempo, se ha venido afirmando, con un reconocimiento cada vez más claro de la dignidad y de los dones propios de la mujer. En realidad, la Iglesia, desde sus albores, no ha dejado de reconocer el papel y la misión de la mujer, aún bajo la influencia, a veces, de los condicionamientos de una cultura que no siempre la tenía en la debida consideración”.




Santa Teresa Benedicta es, de las tres santas seleccionadas para tan alto designio, la más recientemente canonizada, pues lo había sido en año tan próximo como 1998 por el propio San Juan Pablo II, que aporta estas razones para la declaración de Santa Teresa Benedicta como patrona del continente:

“No sólo transcurrió su existencia en diversos países de Europa, sino que con toda su vida de pensadora, mística y mártir, lanzó como un puente entre sus raíces judías y la adhesión a Cristo, moviéndose con segura intuición en el diálogo con el pensamiento filosófico contemporáneo y, en fin, proclamando con el martirio las razones de Dios y del hombre en la inmensa vergüenza de la “shoah” [nombre hebreo del holocausto judío]. Se ha convertido así en la expresión de una peregrinación humana, cultural y religiosa que encarna el núcleo profundo de la tragedia y de las esperanzas del continente europeo”.




Y más adelante:

“Contemplamos hoy a Teresa Benedicta de la Cruz, reconociendo en su testimonio de víctima inocente, por una parte, la imitación del Cordero inmolado y la protesta contra todas las violaciones de los derechos fundamentales de la persona y, por otra, una señal de ese renovado encuentro entre judíos y cristianos que, en la línea deseada por el Concilio Vaticano II, está conociendo una prometedora fase de apertura recíproca. Declarar hoy a Edith Stein copatrona de Europa significa poner en el horizonte del viejo continente una bandera de respeto, de tolerancia y de acogida que invita a hombres y mujeres a comprenderse y a aceptarse, más allá de las diversidades étnicas, culturales y religiosas, para formar una sociedad verdaderamente fraterna”.


Biografía


Edith nace en 1891 en una familia judía de Breslau, territorio por entonces alemán. Iniciada por su madre en la filosofía racionalista y en el abandono de la práctica religiosa, entra en contacto con la espiritualidad cristiana a través de la lectura de Santa Teresa de Jesús, cuyo nombre adopta, y otros místicos. Por este camino llega al bautismo y después a la vida contemplativa en la orden carmelita.




Teresa Benedicta deja una obra escrita en la que destacan títulos como “El problema de la empatía” o “La mujer. Su misión según la naturaleza y la gracia” en la que, como destaca el propio San Juan Pablo II, es “apreciable su militancia en favor de la promoción social de la mujer, y resultan verdaderamente penetrantes las páginas en las que ha explorado la riqueza de la femineidad y la misión de la mujer desde el punto de vista humano y religioso”.

Aunque Teresa Benedicta no reniega en momento alguno de sus raíces judías, ello no le libró de la incomprensión de sus familiares. Como señala San Juan Pablo II “el desacuerdo de su madre, sobre todo, le causó un dolor indecible”...

Edith hizo suyo el sufrimiento del pueblo judío en la feroz persecución nazi. “Sintió entonces -escribe San Juan Pablo II- que en el exterminio sistemático de los judíos se cargaba la cruz de Cristo sobre su pueblo, y vivió como una participación personal en ella su deportación y ejecución en el tristemente famoso campo de Auschwitz-Birkenau”, en el que morirá gaseada a los 51 años de edad el día 9 de agosto de 1942.


Su último testamento:




El telegrama que Edith había enviado a la Priora de Echt antes de ser llevada a Auschwitz, contenía esta declaración:


"No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, Oh Cruz, mi única esperanza"


Es beatificada el 1 de mayo de 1987 por el Papa Juan Pablo II y canonizada el 11 de octubre de 1998 por el mismo Papa. Es también patrona de los judíos convertidos.


Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM:
http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=37092

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:
http://www.corazones.org/santos/edith_stein.htm

Novena por la Asunción de la Virgen María - Día Cuarto - Agosto 9 de 2023

  

 


Cuarto día


En el nombre del Padre,
del Hijo,
y del Espíritu Santo
Amén


“Hijo, ¿Por qué has hecho así con nosotros?”


Versículo introductorio


V. María conservaba todas estas cosas.

R. Meditándolas en su corazón.


Lectura


Lc 2:41-52 - Jesús entre los doctores.


Comentario


La pregunta de María, doliéndose por la pérdida del hijo, se hace lenguaje de amor, de docilidad plena, a la vez que manifiesta su pobreza, su íntima humillación, su dolor, su entrega a los planes divinos.


“Sin embargo es consolador para nosotros saber que también la Virgen preguntó “por qué” a Jesús en una circunstancia de intenso sufrimiento… demostrándonos en esta escena evangélica que la Virgen no siempre, ni inmediatamente comprendió el comportamiento de su Hijo… pero a pesar de ello María creía, confiaba y “conservaba todo esto en su corazón” (Lc 2, 51) (Juan Pablo)


Ante este episodio que nos narra San Lucas, María nos enseña una doble actitud: su silencio ante la respuesta del Hijo y su serenidad y equilibrio, virtudes tan necesarias en nuestra búsqueda constante de Dios, a través de todos los acontecimientos prósperos o adversos, a través de toda la vida, tanto en momentos de gozo como en circunstancias dolorosas y a veces humanamente incomprensibles. María nos muestra el camino: silencio, fe y oración.


Peticiones




a) Señor, por intercesión de la Virgen María, Virgen oyente, orante y oferente, te pedimos que también nosotros escuchemos y oremos tu Palabra divina y haz que nuestra ofrenda de cada día te sea agradable y sea dedicación a los que sufren para que permanezcamos fieles al evangelio y al espíritu de nuestra Santa Madre Fundadora.


Ave María… y Gloria al Padre


b) Señor, por intercesión de la Virgen María, que permaneció firme y fuerte junto a la cruz de su hijo, te pedimos para que sepamos estar junto a los enfermos y seamos portadores de evangelio, consuelo y paz.


Ave María… y Gloria al Padre


c) Señor, por intercesión de la Virgen María, que fue elevada al cielo y glorificada sobre los coros de los ángeles y santos, te pedimos que Ella mire con materno amor a todos y dirija nuestros pasos y nos impulse a encarnar el espíritu y carisma que vivió Santa María para que, recorriendo el camino de la caridad perfecta, lleguemos un día a la gloria del cielo.


Ave María… y Gloria al Padre


Oración final


Señor, Padre santo, que quisiste que Jesús se quedara en el templo y estuviera a tu plena disposición, concédenos, por intercesión de Santa María, profundizar en el misterio de tu voluntad y haz que seamos verdaderos discípulos de tu Hijo conservando y meditando en nuestro corazón tu Palabra divina. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Fuente - Texto tomado de ACIPRENSA.COM:
https://www.aciprensa.com/recursos/cuarto-dia-de-la-novena-por-la-solemnidad-de-la-asuncion-de-la-virgen-maria-1358/

MILAGRO - La espada milagrosa de San Galgano en Montesiepi

  



La increíble espada de San Galgano: es real y fue clavada por un santo en una roca sólida.

En el siglo XII, un caballero italiano realizó un inexplicable milagro que todavía puede admirarse en la región de Toscana.


Miércoles 15 de mayo de 2019

Héctor Fuentes


Las crónicas históricas cuentan que San Galgano (1148-1181) fue un caballero italiano que, nacido como Galgano Guidotti en la pequeña ciudad de Chiusdino, en la provincia de Siena (Toscana), vivió una juventud despreocupada y disoluta antes de sentir el llamado de las armas, convirtiéndose en un caballero arrogante, mundano y pendenciero.




La tradición cuenta que un día, mientras cabalgaba en su brioso corcel, Galgano experimentó la visión del arcángel Miguel, general de las fuerzas angélicas, quien le mostró el camino de la salvación a través de la pobreza, la caridad, la contemplación y la oración, indicándole además la localización de una cueva ubicada en el monte Siepi, una colina cercana a Chiusdino, donde Galgano debería construir una ermita para vivir allí como ermitaño.

Resistiéndose al llamado divino, Galgano un día visitó a su novia a lomos de su caballo, luciendo ricos ropajes, cuando el corcel inexplicablemente se encabritó, arrojando a su jinete al suelo. Entonces, una fuerza invisible levantó de golpe a Galgano y una voz celestial le ordenó que se dirigiera al monte Siepi. Cuando Galgano llegó al pie de la colina, se encontró de nuevo con el arcángel San Miguel, quien le indicó que se detuviera y mirara hacia su cima. Fue en ese momento cuando el noble caballero tuvo una visión de un templo donde estaban Jesús y María, rodeados por los Doce Apóstoles. A continuación, la misma voz de antes le ordenó que subiera la colina.


Escultura expuesta en la
Pinacoteca Nacional de Italia, en Siena,
que muestra a San Galgano
clavando la espada en la piedra


Cuando Galgano alcanzó la cima del monte Siepi, la voz divina le habló de nuevo ordenándole renunciar a todos los deseos, posesiones y placeres mundanos. Sin embargo, el terco Galgano se opuso, esgrimiendo el argumento de que cumplir esa orden sería “tan fácil” como partir en dos una roca con su espada. Acto seguido, para probar lo que decía, el caballero desenvainó su espada y la estampó violentamente en una piedra, pero, en forma inexplicable, el arma se hundió en la roca sólida con la misma facilidad con que un cuchillo caliente atraviesa la mantequilla. Y a partir de ese instante -y hasta el día de hoy- la espada quedaría allí clavada perfectamente en la piedra, formando una cruz la empuñadura.


La espada de San Galgano


Galgano, después del milagro, comprendió el mensaje divino y decidió renunciar a su otrora vida militar, malvada, superficial y mundana. Desde entonces se dedicó a predicar en los lugares cercanos y vivió en el monte Siepi como un ermitaño, en la más absoluta pobreza, acompañado por animales salvajes y ocasionalmente visitado por aldeanos y monjes, hasta el día de su muerte, a los 33 años de edad, acaecida el 30 de noviembre de 1181, día de su celebración litúrgica.


Restos de la Abadía de San Galgano


Abadía de San Galgano
(hoy en ruinas y sin techo)
pero curiosamente al mirar hacia arriba
se observa el cielo en forma de cruz


En 1189 comenzaría su proceso de canonización, mientras que por la misma época sería construida una capilla en la cima del monte, en torno a su espada aún clavada en la piedra.




El mito de la espada de San Galgano crecería con el paso de los siglos y aunque algunos postularon que la espada de San Galgano clavada en la piedra era sencillamente una falsificación moderna, una investigación relativamente reciente, basándose en la composición del metal y el estilo de la espada, concluyó que se trataba de una espada real del siglo XII. Además, valiéndose de un georradar, los investigadores también descubrieron que existía una cavidad de entre uno y dos metros de largo por debajo de la espada, que quizás según algunos podría albergar los restos del mismo San Galgano. Por otra parte, dataciones con radiocarbono demostraron que un par de manos momificadas conservadas en la capilla de la iglesia también databan del siglo XII.




Curiosamente, estas dos manos momificadas, según narra otra leyenda, también estarían relacionadas con San Galgano. Se cuenta que el mismo diablo envió al monte Siepi a un asesino que se hizo pasar por un monje para asesinar a Galgano. Sin embargo, los lobos salvajes de la colina, amigos del santo, lo protegieron del asesino, atacándolo y devorándolo. Una vez muerto, sus dos manos quedaron momificadas, exponiéndose posteriormente en la iglesia allí erigida en honor al santo.




La espada de San Galgano, que nunca se ha logrado quitar de la roca, todavía puede ser admirada en un lugar próximo a las ruinas de la Abadía de San Galgano, donde los visitantes pueden apreciar la empuñadura y unos pocos centímetros de la hoja. Y desde el siglo pasado permanece protegida de los intrusos por una resistente vitrina de vidrio a prueba de vándalos, debido a que algunos curiosos, turistas e incluso amantes del mito artúrico solían acercarse a la capilla de la iglesia para intentar extraer desde la roca la famosa arma del santo.




Tomando en cuenta que la historia de San Galgano y su espada clavada en la piedra inspiraría las leyendas medievales sobre el Rey Arturo y su mítica espada Excálibur, el arma del santo ha sido también denominada como la “Excálibur italiana”.


Fuente - Texto tomado de GUIOTECA.COM:

REFLEXIÓN - 5 Claves para seguir dando gloria a Dios cuando todo en tu vida sale mal

 



Hay ciertos momentos en nuestras vidas donde todas las puertas parecen cerrarse al mismo tiempo.


¿Qué hacer en esos momentos?


Por: Solange Paredes | Fuente: Catholic-link.com 


«Sé bien en quién he puesto mi confianza» (2 Tim 1, 12). Poderosa frase de san Pablo que aparece en la segunda carta que le envía a su amigo Timoteo desde la prisión. Por supuesto, esta no es una afirmación ligera, sino que tiene todo el peso y autoridad de un cristiano que está atravesando uno de los peores momentos de su vida, pues cuando escribe esto, Pablo está en Roma, aguardando su condena a muerte. Se encuentra solo, abandonado hasta por los creyentes. Aún así, le escribe a Timoteo para comunicarle su ánimo y total confianza en el Señor. 

¡Qué testimonio! ¡Qué fe! Cuánta razón tenía Pablo en señalar en esa misma carta: «He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe» (2 Tim 4, 7). Tal vez nosotros no estemos en prisión, esperando nuestra condena a muerte, pero solo Dios sabe de nuestros problemas y nuestro dolor, de su profundidad y complejidad, de la carga que cada uno lleva sobre los hombros… Probablemente (ojalá) la mayor parte del tiempo sea un dolor quieto, presente pero apenas perceptible. Sin embargo, hay ciertos momentos en nuestras vidas donde todas las puertas parecen cerrarse al mismo tiempo, donde distintas situaciones sofocan nuestra vida y parece que literalmente TODO sale mal y no hay salida. ¿Qué hacer en esos momentos?

Como sabemos, los santos no fueron extraños a este escenario. Su amor a Dios y su fe no los eximieron del sufrimiento, ni ellos tampoco pretendieron que así fuera. La diferencia entre ellos y nosotros es que los santos, a pesar de atravesar semejantes o peores vicisitudes, conocían a su Señor y confiaban en Él. Es por eso que, basados en ese testimonio, les ofrecemos 5 puntos de reflexión que pueden ayudarnos cuando nos sintamos abatidos o defraudados por la vida:


1. Un día a la vez




«No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le bastan sus propias preocupaciones» (Mateo 6,34)


De esta forma, nuestro Señor nos alienta a no vivir en el pasado (resentimientos) ni mortificarnos por cosas que todavía no suceden (preocupaciones). Como verdadero hombre, conoce nuestra naturaleza y sabe de qué pie cojeamos. Él nos insta a vivir en el presente, a enfocarnos en las herramientas que tenemos hoy para que con cabeza clara podamos trabajar en lo que nos compete. De lo contrario, seremos presa fácil de preocupaciones abrumadoras que nos llenan de desaliento y que en el peor de los casos pueden llevarnos a la desesperación.

Un buen antídoto frente a esto es la oración de santa Teresa de Ávila, Doctora de la Iglesia. Ella misma fue atribulada por enfermedades, problemas, persecución y calumnias. Sin embargo, su fe, aplomo y sabiduría hizo que esta mujer revolucionara la sociedad de su tiempo y fuera un verdadero regalo de Dios a su Iglesia. Esta es pues una oración escrita en medio de esas contradicciones:




«Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Solo Dios basta. Eleva tu pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe. A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga, nada te espante. ¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, todo se pasa. Aspira a lo celeste, que siempre dura; fiel y rico en promesas, Dios no se muda. Ámala cual merece bondad inmensa; pero no hay amor fino sin la paciencia. Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza. Del infierno, acosado, aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene. Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios tu tesoro nada te falta. Id, pues, bienes del mundo; id dichas vanas; aunque todo lo pierda, solo Dios basta» (Santa Teresa de Ávila, 1515-1582).


2. El sufrimiento/los problemas también son una oportunidad




«Bendita la crisis que te hizo crecer, la caída que te hizo mirar al cielo, el problema que te hizo buscar a Dios» (san Pío de Pietrelcina).


Con esta corta frase, este gran santo italiano encapsula la sabiduría profunda de saber reconocer a Dios y su amor en medio de los problemas.

Podemos estar de acuerdo en que a veces nuestra propia terquedad, egoísmo, soberbia o incluso ignorancia hace que vivamos de espaldas a Dios, llevando vidas no malas necesariamente, pero bastante lejanas de ser santas. Es así que, sin darnos cuenta, podemos volvernos indiferentes con respecto a Dios, los sacramentos, el servicio a los demás o cualquier aspecto de la fe. Vivir así pone en peligro nuestra eternidad y Dios, como Buen Padre, intenta de todos los modos llamar nuestra atención, romper el estado zombi y catatónico de nuestra existencia para al fin abrirnos a Él.

El gran santo español, Juan de Ávila, también Doctor de la Iglesia, se refería a la sensación de ausencia de Dios como “noche del alma”. En el caso de los santos, la noche del alma no se refiere a momentos de crisis para que vuelvan a Dios, sino al tiempo prolongado de sequedad espiritual por el cual las almas devotas purifican su amor a Dios, de tal forma que lo amen no por lo que obtienen de Él sino por Él mismo. Ya sea que, nuestro caso sea uno u otro, creo que podemos identificarnos con la oración que San Juan de Ávila escribió estando injustamente preso acusado por sus propios hermanos. Edifica mucho que él celebre esta “noche oscura” pues sabe que es a partir de ella que el alma (la amada) y Dios (el Amado) se encuentran con redoblado amor:




«En una noche oscura, con ansias de amores inflamada, ¡oh dichosa ventura! salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada, sin otra luz ni guía sino la que en el corazón ardía. Aquella me guiaba, más cierta que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía. ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche más amable que la alborada, Oh noche que juntaste amado con amada, amada en el Amado transformada!»


En medio de las dificultades y el desconcierto no hay otra luz que guíe sino la fe. Felices de nosotros si esa fe es como la que describe san Juan de Ávila: más cierta que la luz del mediodía.


3. Amar a Dios es confiar en Él




«Nos vienen pruebas de toda clase, pero no nos desanimamos. Andamos con graves preocupaciones, pero no desesperados: perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aplastados» (2 Cor 4, 8).


Una vez más citamos al gran apóstol san Pablo. Por medio de sus escritos y enseñanzas, no nos queda duda que conocía a nuestro Señor, que había experimentado Su amor y que, por eso, confiaba en Él. Como señalaba el Padre Bernardo Hurault: «Con la firme esperanza de la fe, el testigo de Cristo ha de mostrarse valiente y fuerte como mensajero de Cristo Vencedor. Convencerá por su propia convicción». Esa convicción será verdadera si nosotros, en medio de los problemas, no nos alejamos de Dios, sino que recurrimos más fervientemente a los sacramentos y a su Palabra que salva. En ese momento, experimentaremos la certeza de sabernos hijos amados de Dios y aunque andemos con graves preocupaciones, no caeremos en la desesperación, pues mientras estemos en gracia de Dios, nuestras vidas estarán en Sus manos.


4. ¿Voluntad de Dios?




Aunque a veces en el lenguaje cotidiano se suela atribuir cualquier cosa buena o mala a la voluntad de Dios, se puede caer en el error de creer que asesinatos, robos o cualquier tragedia sean algo que Él haya deseado. Como explicaba Madre Angélica, dentro de la voluntad de Dios, hay cosas que Él ordena, es decir cosas que desea para nosotros, y otras cosas que permite. Dentro de esta última categoría estarían los males ocasionados no por el bien, sino por la ausencia de Dios en la vida de las personas que los cometen. Sabemos que Dios respeta nuestra libertad, pues no somos robots que Él controla a su antojo (así de grande es su amor). Por lo tanto, a pesar de que Él no desee la muerte de alguien a causa de un conductor ebrio, por ejemplo, puede permitirlo sabiendo que en su omnipotencia «todas las cosas obran para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Romanos 8, 28). La frecuencia de los sacramentos nos dará esta paz y certeza.

Más aún, en el evangelio, nuestro mismo Señor nos conforta y nos pide que no tengamos miedo. Nos habla una y otra vez del amor del Padre y de cuánto le importamos. Esto debería bastarnos para no dejarnos abatir por el peso de los problemas, pues Dios está en control de la historia:




«¿Acaso un par de pajaritos no se venden por unos centavos? Pero ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre. En cuanto a ustedes, hasta sus cabellos están todos contados. ¿No valen ustedes más que muchos pajaritos? Por lo tanto, no tengan miedo» (Mt 10, 29-31)


5. Mirar la Cruz




¿Quién puede reclamar genuinamente acerca de las injusticias de la vida si fue el propio Jesucristo que experimentó la injusticia más grande de la historia? ¿Cómo ese Dios no va a entender nuestro padecimiento? ¿Cómo no hallaremos en Sus brazos consuelo? Mirar a Cristo crucificado en medio de nuestro dolor, llorar con Él frente al Santísimo, puede darnos el más dulce de los consuelos y la gracia de entender un poquito más el sentido salvífico del dolor. Mientras tanto, comparto con ustedes un extracto de «La Imitación de Cristo» de Thomas de Kempis:




«Tengo ahora muchos amantes de mi reino; pero pocos se preocupan por mi cruz. Muchos desean mis consuelos, pocos mis tribulaciones. Encuentro muchos compañeros de mi mesa, pocos de mi abstinencia. Todos quieren alegrarse conmigo, pocos quieren sufrir algo por mí. Muchos me siguen hasta la fracción del pan; pocos hasta beber el cáliz de mi Pasión. Muchos reverencian mis milagros, pocos se apegan a la ignominia de mi cruz. Muchos me aman mientras la prueba no les llega. Muchos me alaban y me bendicen mientras reciben algunos favores. Pero si me escondo y los dejo un instante, se quejan y caen en el más completo abatimiento. Al contrario, los que me aman por mí mismo y no en vista de algún interés particular, me bendicen en las pruebas y en las angustias del corazón, como en medio de las grandes alegrías».


Que nuestro Señor nos dé la gracia de los santos y aprendamos a amarlo, ofrecer nuestro sufrimiento por el bien de las almas y finalmente descansar nuestros corazones en el de Él. Así sea.


Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET: