lunes, 31 de julio de 2023

Indulgencia Plenaria - San Francisco de Asís y la Porciúncula - Desde Agosto 1 al 2 de 2023

  





Un día del verano de 1216, San Francisco de Asís partió para Perusa, acompañado del hermano Maseo. La noche anterior, -escribe Bartholi-, Cristo y Su Madre, rodeados de espíritus celestiales, se le habían aparecido en la Capilla de Santa María de los Ángeles:


"Francisco -le dijo el Señor-, pídeme lo que quieras para gloria de Dios y salvación de los hombres"

"Señor -respondió el Santo-, os ruego por intercesión de la Virgen aquí presente, abogada del género humano, concedáis una indulgencia a cuantos visitaren esta iglesia"




La Virgen se inclinó ante su Hijo en señal de que apoyaba el ruego, el cual fue oído. Jesucristo ordenó luego a Francisco se dirigiese a Perusa, para obtener allí del Papa el favor deseado. Ya en presencia de Honorio III, Francisco le habló así:


"Poco ha que reparé para Vuestra Santidad una iglesia dedicada a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. Ahora vengo a solicitar en beneficio de quienes la visitaren en el aniversario de su dedicación, una indulgencia que puedan ganar sin necesidad de abonar ofrenda alguna"

"Quien pide una indulgencia -observó el Papa-, conviene que algo ofrezca para merecerla... ¿Y de cuántos años ha de ser esa que pides? ¿De un año?... ¿De tres?..."

"¿Que son tres años, Santísimo Padre?"

"¿Quieres seis años?... ¿Hasta siete?"

"No quiero años, sino almas"

"¿Almas?... ¿Qué quieres decir con eso?"

"Quiero decir que cuantos visitaren aquella iglesia, confesados y absueltos, queden libres de toda culpa y pena incurridas por sus pecados"

"Es excesivo lo que pides, y muy contrario a las usanzas de la Curia romana"

"Por eso, Santísimo Padre, no lo pido por impulso propio, sino de parte de Nuestro Señor Jesucristo"

"¡Pues bien, concedido! En el nombre del Señor, hágase conforme a tu deseo"


Al oír eso, los cardenales presentes rogaron al Papa que revocara tal concesión, representándole que la misma desvaloraría las indulgencias de Tierra Santa y de Roma, que en adelante serían tenidas en nada. Mas el Papa se negó a retractarse. Le instaron sus consejeros que al menos restringiera todo lo posible tan desacostumbrado favor. Dirigiéndose entonces a Francisco, Honorio le dijo:


"La indulgencia otorgada es valedera a perpetuidad, pero sólo una vez al año, es decir, desde las primeras vísperas del día de la dedicación de la iglesia hasta las del día siguiente"


Ansioso de despedirse, Francisco inclinó reverente la cabeza y ya se marchaba, cuando el Pontífice lo llamó diciendo:


"Pero, simplote, ¿así te vas sin el diploma?"

"Me basta vuestra palabra, Santísimo Padre. Si Dios quiere esta indulgencia, Él mismo ya lo manifestará si fuere necesario; que, por lo que me toca, la Virgen María es mi diploma. Cristo es mi notario y los Santos Ángeles son mis testigos"




Y con el hermano Maseo se puso en camino para la Porciúncula. Una hora habrían andado, cuando llegaron a la aldea de Colle, situada sobre una colina, a medio camino entre Asís y Perusa. Allí se durmió Francisco, rendido de fatiga; al despertar tuvo una revelación que comunicó a su compañero:


"Hermano Maseo -le dijo-, has de saber que lo que se me ha concedido en la tierra, acaba de ratificarse en el cielo"





Celebróse la dedicación de la capilla el día 2 del siguiente agosto. La liturgia de la fiesta, con las palabras que Salomón pronunciara en la inauguración del templo de Jerusalén (1 Re. 8,27-29.43), parecía como hecha para aquella circunstancia. Desde un púlpito de madera, en presencia de los obispos de Asís, Perusa, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia:


"Quiero mandaros a todos al paraíso (exclamó) anunciándoos la indulgencia que me ha sido otorgada por el Papa Honorio. Sabed, pues, que todos los aquí presentes, como también cuantos vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión de todos sus pecados. Yo deseaba que esta indulgencia pudiese ganarse durante toda la octava de la dedicación, pero no lo he logrado sino para un sólo día" 







Visitemos juntos la Porciúncula
y recibamos el Perdón de Asís:






Fuente - Texto tomado de FRANCISCANOS.ORG:

Fuente - Texto tomado de ACIPRENSA:

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787) - Obispo y Doctor de la Iglesia - Fiesta Agosto 1

  



Nacimiento: Septiembre 27 de 1696 - Marianella, Nápoles, Italia.
Fallecimiento: Agosto 1 de 1787 - Nápoles, Italia.
Beatificación: Septiembre 15 de 1815, por Pío VII.
Canonización: Mayo 26 de 1839, por el Papa Gregorio XVI.
Atributos: Su principal atributo es el crucifijo, y es frecuente su representación con el rosario, libros, y la figura de la Virgen María. Su espalda deformada por la artrosis es otra característica que influyó en la iconografía popular.
Patronazgo: Abogados, moralistas y confesores. Es patrono de los enfermos de artrosis y copatrono de Nápoles.


A los 16 años, caso excepcional obtiene el grado de doctor en ambos derechos, civil y canónico, con notas sobresalientes en todos sus estudios. Para conservar la pureza de su alma escogió un director espiritual, visitaba frecuentemente a Jesús Sacramentado, rezaba con gran devoción a la Virgen y huía como de la peste de todos los que tuvieran malas conversaciones. Su padre, que deseaba hacer de él un brillante político, lo hizo estudiar varios idiomas modernos, aprender música, artes y detalles de la vida caballeresca. Y en su profesión de abogado iba obteniendo triunfos sobresalientes. Pero todo ésto no lo dejaba satisfecho, por el gran peligro que en el mundo existe de ofender a Dios. A sus compañeros les repetía:


"Amigos, en el mundo corremos peligro de condenarnos"


Más tarde escribiría:


"Las vanidades del mundo están llenas de amargura y desengaños. Lo sé por propia y amarga experiencia"


Su padre quería casarlo con alguna joven de familia muy distinguida para que formara un hogar de alta clase social. Pero cada vez que le preparaban algún noviazgo, la novia tenía que exclamar:


"Muy noble, muy culto, muy atento, pero... ¡Vive más en lo espiritual que en lo material!"


Hubo un pleito famoso entre el Doctor Orsini y el gran Duque de Toscana. El Dr. Alfonso defendía a Orsini. Su exposición fue maravillosa, brillante. Sumamente aplaudida. Creía haber obtenido el triunfo para su defendido. Pero apenas terminada su intervención, se le acerca el jefe de la parte contraria, le alarga un papel y le dice:


"Todo lo que nos ha dicho con tanta elocuencia cae de su base ante este documento"


Alfonso lo lee, y exclama:


"Señores, me he equivocado"


Y sale de la sala diciendo en su interior:


"Mundo traidor, ya te he conocido. En adelante no te serviré ni un minuto más"


Se encierra en su cuarto y está tres días sin comer. No hace sino rezar y llorar. Después se dedica a visitar enfermos, y un día en un hospital de incurables le parece que Jesús le dice:


"Alfonso, apártate del mundo y dedícate sólo a servirme a Mí"




Emocionado le responde:


"Señor, ¿qué queréis que yo haga?"


Y se dirige luego a la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced y ante el Sagrario hace voto de dejar el mundo. Y como señal de compromiso deja su espada ante el altar de la Santísima Virgen. Pero tuvo que sostener una gran lucha espiritual para convencer a su padre, el cual cifraba en este hijo suyo, brillantísimo abogado, toda la esperanza del futuro de su familia.


"Fonso mío -le decía llorando- ¿cómo vas a dejar a tu familia?"


Y él respondía:


"Padre, el único negocio que ahora me interesa es el de salvar almas"


Al fin, a los 30 años de edad logra ser ordenado sacerdote. Desde entonces se dedica a trabajar con las gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades. Reúne a los niños y a la gente humilde, al aire libre y les enseña catecismo. Su padre que gozaba oyendo sus discursos de abogado, ahora no quiere ir a escuchar sus sencillos sermones sacerdotales. Pero un día entra por curiosidad a escucharle una de sus pláticas, y sin poderse contener exclama emocionado:


"Este hijo mío me ha hecho conocer a Dios"


Y ésto lo repetirá después muchas veces. Se le reunieron otros sacerdotes y con ellos, el 9 de noviembre de 1752, fundó la Congregación del Santísimo Redentor (o Padres Redentoristas). Y a imitación de Jesús se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos y campos predicando el Evangelio. Su lema era el de Jesús:


"Soy enviado para evangelizar a los pobres"


Durante 30 años, con su equipo de misioneros, recorre campos, pueblos, ciudades, provincias, permaneciendo en cada sitio 10 ó 15 días predicando, para que no quedara ningún grupo sin ser instruido y atendido espiritualmente. La gente al ver su gran espíritu de sacrificio, corría a su confesionario a pedirle perdón de sus pecados. Solía decir que el predicador siembra y el confesor recoge la cosecha. Es admirable como a San Alfonso le alcanzaba el tiempo para hacer tantas cosas. Predicaba, confesaba, preparaba misiones y escribía. Hay una explicación: Había hecho votos de no perder ni un minuto de su tiempo. Y aprovechaba este tesoro hasta lo máximo. Al morir deja 111 libros y opúsculos impresos y 2 mil manuscritos. Durante su vida vio 402 ediciones de sus obras. Su obra ha sido traducida a 70 lenguas, y ya en vida llegó a ver más de 40 traducciones de sus escritos.

Para su libro más famoso, "Las Glorias de María", empezó San Alfonso a recoger materiales cuando tenía 38 años de edad, y terminó de escribirlo a los 54 años, en 1750. Su redacción le gastó 16 años. Sus obras las escribió en sus últimos 35 años, que fueron años de terribles sufrimientos. En 1762 el Papa lo nombró obispo de Santa Águeda. Quedó aterrado y dijo que renunciaba a ese honor. Pero el Papa no le aceptó la renuncia:


"Cúmplase la Voluntad de Dios. Este sufrimiento por mis pecados" -exclamó- y aceptó


Tenía 66 años. Estuvo 13 años de obispo. Visitó cada dos años los pueblos. En cada pueblo de su diócesis hizo predicar misiones, y él predicaba el sermón de la Virgen o el de la despedida. Vino el hambre y vendió todos sus utensilios, hasta su sombrero y anillo y la mula y el carro del obispo para dar de comer a los hambrientos. Cuando le aceptaron su renuncia de obispo exclamó:


"Bendito sea Dios que me ha quitado una montaña de mis hombros"


Dios lo probó con enfermedades. Fue perdiendo la vista y el oído:


"Soy medio sordo y medio ciego -decía- pero si Dios quiere que lo sea más y más, lo acepto con gusto"


Su delicia era pasar las horas junto al Santísimo Sacramento. A veces se acercaba al Sagrario, tocaba a la puertecilla y decía:




"¿Jesús, me oyes?"


Le encantaba que le leyeran Vidas de Santos. Un hermano tras otro pasaban a leerle por horas y horas. Preguntaba:




"¿Ya rezamos el Rosario? Perdonadme, pero es que del Rosario depende mi salvación. Traedme a Jesucristo" -decía, pidiendo la Comunión


San Alfonso muere el 1 de agosto de 1787 (tenía 90 años). El Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de la Iglesia en 1875. Para un devoto de la Virgen ninguna lectura más provechosa que "Las Glorias de María" de San Alfonso.




"No hay gente débil y gente fuerte en lo espiritual, sino gente que no reza y gente que sí sabe rezar"




Extractos del Libro
"Las Glorias de María"


María tiene poder contra las tentaciones del demonio




María es nombre de victoria contra el mal


"¡Cómo tiemblan los demonios -afirma San Bernardo- con sólo oír el nombre de María!"  "Al nombre de María se dobla toda rodilla. Y los demonios no sólo temen, sino que al oír esta voz se estremecen de terror". "Así como los hombres -dice Tomás de Kempis- caen por tierra espantados cuando oyen el estampido de un trueno cercano, así caen derribados los demonios cuando oyen que se nombra a María". ¡Qué maravillosas victorias han obtenido sobre sus enemigos los devotos de María con sólo invocar su nombre! Así lo venció San Antonio de Paduaasí el beato Enrique Susón; así tantos otros amantes de María. Refieren las relaciones de las misiones del Japón que a un cristiano se le presentaron muchos demonios en forma de animales feroces para amenazarlo y espantarlo, pero él les dijo: "No tengo armas con qué asustaros; si lo permite el Altísimo, haced de mí lo que os plazca. Pero, eso sí, tengo en mi defensa los dulcísimos nombres de Jesús y de María". Apenas dijo ésto cuando a la voz de estos nombres tremendos se abrió la tierra y se tragó a los espíritus soberbios. San Anselmo asegura con su experiencia haber visto y conocido a muchos que al nombrar a María se habían visto libres de los peligros.

"Glorioso y admirable es tu nombre, ¡oh María! -exclama San Buenaventura-. Los que lo pronuncian en la hora de la muerte no temen, pues los demonios, al oírlo, al punto dejan tranquila el alma"Muy glorioso y admirable es tu nombre, oh María; los que se acuerdan de pronunciarlo en la hora de la muerte no tienen ningún miedo al infierno, porque los demonios, en cuanto oyen que se nombra a María, al instante dejan en paz a esa alma. Y añade el santo que no temen tanto en la tierra los enemigos a un gran ejército bien armado, como las potestades del infierno al nombre de María y a su protección. "Tú, Señora -dice San Germán-, con la sola invocación de tu nombre potentísimo aseguras a tus siervos contra todos los asaltos del enemigo".





María ayuda a superar toda tentación


¡Ah! Si las criaturas tuvieran cuidado de invocar el nombre de María con toda confianza, en las tentaciones, ciertamente, nunca caerían. Sí, porque como dice el beato Alano, al oír este sublime nombre huye el demonio y se estremece el infierno. "Satán huye y tiembla el infierno cuando digo: Ave María". También reveló la misma Reina a Santa Brígida que hasta de los pecadores más perdidos y más alejados de Dios y más poseídos del demonio huye enseguida el enemigo en cuanto sienten que ellos invocan en su ayuda con verdadera voluntad de enmendarse el poderosísimo nombre de ella. Pero añadió la Virgen que los demonios, si el alma no se enmienda y no arroja de sí el pecado con la contrición, pronto retornan y siguen poseyéndola.


Ejemplo


María asiste a un devoto suyo
en el tribunal de Cristo


En Reischersperg vivía Arnoldo, canónigo regular muy devoto de la Santísima Virgen. Estando para morir recibió los santos sacramentos y rogó a los religiosos que no le abandonasen en aquel trance. Apenas había dicho ésto, a la vista de todos comenzó a temblar, se turbó su mirada y se cubrió de frío sudor, comenzando a decir con voz entrecortada: "¿No veis esos demonios que me quieren arrastrar a los infiernos?". Y después gritó: "Hermanos, invocad para mí la ayuda de María; en ella confío que me dará la victoria". Al oír ésto empezaron a rezar las letanías de la Virgen, al decir: Santa María, ruega por él, dijo el moribundo: "Repetid, repetid el nombre de María, que siento como si estuviera ante el tribunal de Dios". Calló un breve tiempo y luego exclamó: "Es cierto que lo hice, pero luego también hice penitencia". Y volviéndose a la Virgen le suplicó: "Oh María, yo me salvaré si tú me ayudas".

Enseguida los demonios le dieron un nuevo asalto, pero él se defendía haciendo la señal de la cruz con un crucifijo e invocando a María. Así pasó toda aquella noche. Por fin, llegada la mañana, ya del todo sereno, Arnoldo exclamó: "María, mi Señora y mi refugio, me ha conseguido el perdón y la salvación". Y mirando a la Virgen que le invitaba a seguirla, le dijo: "Ya voy, Señora, ya voy". Y haciendo un esfuerzo para incorporarse, no pudiendo seguirla con el cuerpo, suspirando dulcemente la siguió con el alma, como esperamos a la gloria bienaventurada.





Distinta suerte de dos jóvenes libertinos


En el año 1604, en una ciudad de Flandes, vivían dos jóvenes estudiantes, que en vez de dedicarse a los estudios, se lo pasaban en borracheras y deshonestidades. Una de tantas noches, habiendo estado pecando en casa de una mujer de mala vida, uno de ellos llamado Ricardo, se fue a su casa, el otro se quedó más tiempo. Llegado a casa Ricardo, mientras se desvestía para acostarse, se acordó de que no había rezado aún el Ave María a la Virgen, como acostumbraba.

Se caía de sueño, por lo que le costó mucho rezar, pero haciendo un esfuerzo rezó, aunque sin devoción y medio dormido. Luego se acostó; y estando en el primer sueño, sintió llamar fuerte a la puerta, e inmediatamente después, sin que se abriera la puerta, vio ante sí a su compañero, desfigurado y horrible.


"¿Quién eres?", le dijo.

"¿No me reconoces?", le respondió la aparición.

"Pero, ¿cómo estás tan cambiado?  ¡Si pareces un demonio!"

"¡Desgraciado de mí!  ¡Estoy condenado!", gritó el infeliz.

"¿Cómo?"

"Al salir de aquella casa infame un demonio me ahogó. Mi cuerpo está en medio de la calle y mi alma en el infierno. Y has de saber que el mismo castigo estaba preparado para ti, pero la Virgen, por ese pequeño obsequio del Ave María, te ha librado. ¡Feliz tú, si sabes aprovechar este aviso que por mi medio te manda la Madre de Dios!"

Y dicho ésto desapareció.


Ricardo, deshecho en llanto, se arrojó de la cama postrándose en el suelo para dar gracias a María su libertadora. Y estando meditando en cambiar de vida, oyó la campana de los franciscanos que tocaba a maitines. Se dijo:


"Ahí me llama Dios a hacer penitencia"


Marchó inmediatamente al convento a rogar a los padres que lo recibieran. Ellos no querían hacerle caso conociendo su vida tan desordenada; pero él, hecho un mar de lágrimas, les contó cuánto acababa de suceder. Marcharon los padres a aquella calle, y, en verdad, encontraron el cadáver del joven con muestras de haber sido ahogado y negro como un carbón. Entonces lo recibieron. Ricardo, de ahí en adelante se entregó a una vida ejemplar. Fue a las Indias a predicar el Evangelio; de allí pasó al Japón; y tuvo la gracia de morir mártir de Jesucristo, siendo quemado vivo.


Fuente - Texto tomado de EWTN:
https://www.ewtn.com/es/catolicismo/santos/alfonso-m-ligorio-14755

Fuente - Texto tomado de Wikipedia:

Fuente - Texto tomado del Libro "Las Glorias de María" - San Alfonso M. de Ligorio - Caballeros de la Virgen - 1a. Edición (Abril de 2007)

ESCÁNDALO - La necesidad de claridad en tiempos de ambigüedad moral y doctrinal



Por Redaccioninfovaticana | 29 de Julio de 2023


(Jerry J. Pokorsky en Catholic World Report)


En contraste con las firmes certezas de la fe, la ambigüedad es como un avión de combate furtivo. El peligro suele pasar desapercibido hasta que es demasiado tarde. De hecho, las ambigüedades silencian incluso a eclesiásticos sobrios para no ser acusados de «odiosos» y «criticones».

San Pablo nos recuerda que «quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor» (1 Co 13,13). El sacramento de la Penitencia es un sacramento de misericordia. Al servicio del amor, los sacerdotes ayudan a los penitentes a identificar sus faltas predominantes y a ir eliminándolas con el tiempo.

Un sacerdote se sienta en el confesionario con la conciencia de las palabras de Jesús. ¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano, siete veces? «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,22). Dios se sirve también del Sacramento de la Penitencia para recordar al sacerdote sus propios pecados. Es benéfico para el sacerdote conocer y profesar la diferencia entre el bien y el mal.

La enseñanza de las Escrituras es inequívoca. La falta de arrepentimiento por los pecados cometidos en Sodoma y Gomorra encendieron la ira de Dios, que destruyó las ciudades con fuego y azufre. Jesús advierte contra el adulterio y la lujuria con toda claridad:




«Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,27-28).


San Pablo es inclusivo con sus exclusiones celestiales:




«No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, lujuriosos, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios» (1 Co 6,9-10).


En 1975, el papa Pablo VI escribía en Evangelii nuntiandi:


«Será también una señal de amor el esfuerzo desplegado para transmitir a los cristianos certezas sólidas basadas en la palabra de Dios, y no dudas o incertidumbres nacidas de una erudición mal asimilada. Los fieles tienen necesidad de esas certezas en su vida cristiana; tienen derecho a ellas en cuanto hijos de Dios que, poniéndose en sus brazos, se abandonan totalmente a las exigencias del amor».


En contraste con las firmes certezas de la fe, la ambigüedad es como un avión de combate furtivo. El peligro suele pasar desapercibido hasta que es demasiado tarde. De hecho, las ambigüedades silencian incluso a eclesiásticos sobrios para no ser acusados de «odiosos» y «criticones». En 1986, el entonces cardenal Joseph Ratzinger desenmascaró esta técnica. Identificó esta ambigüedad como una herramienta de la agenda gay:


«Un estudio atento de las declaraciones públicas y de las actividades que promueven esos programas revela una calculada ambigüedad, a través de la cual [los que promueven un cambio en la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad] buscan confundir a los pastores y a los fieles. […] Algunos grupos suelen incluso calificar como ‘católicas’ a sus organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio, por el contrario, a veces lo atacan abiertamente. Aunque sus miembros reivindiquen que quieren conformar su vida con la enseñanza de Jesús, de hecho abandonan la enseñanza de su Iglesia».


El cardenal Ratzinger apenas extinguió las corrosivas ambigüedades doctrinales so pretexto de sensibilidades pastorales. En 1996, poco antes de su muerte, el cardenal Bernardin de Chicago pidió al Windy City Gay Chorus que actuara en su funeral. Tuvo lugar en la catedral del Santo Nombre, en Chicago. Marianne Duddy, presidenta del grupo nacional católico gay Dignity U.S.A., observó: «Es un gesto magnífico para dar a conocer que reconocía la presencia de gays y lesbianas en la comunidad eclesiástica».

La ambigüedad estudiada se ha convertido en la piedra angular de gran parte de la política eclesiástica contemporánea. El papa Francisco nombró recientemente al arzobispo (ahora cardenal designado) Víctor Manuel Fernández como prefecto del dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano. El arzobispo es autor de Sáname con tu boca. El arte de besar, y parece ser un experto en matrimonio, pero deshace una comprensión clara del matrimonio con ambigüedades LGBTQ. Según él, «el matrimonio en sentido estricto es solo una cosa: esa unión estable de dos seres tan diferentes como el varón y la mujer, que en esa diferencia son capaces de generar nueva vida. No hay nada que pueda compararse a eso y utilizar ese nombre para expresar otra cosa no es bueno ni correcto. Al mismo tiempo, creo que deben evitarse gestos o acciones que puedan expresar algo diferente. Por eso creo que el mayor cuidado que se debe tener es evitar ritos o bendiciones que puedan alimentar esta confusión. Ahora bien, si una bendición se da de tal manera que no provoque esa confusión, habrá que analizarla y confirmarla [Énfasis añadido]».

Hipótesis ambiguas al contrario, nunca habrá una bendición para «uniones» del mismo sexo que no confunda.

La estudiada ambigüedad del arzobispo Fernández no carece de precedentes. En 2006 socavó la doctrina de la Iglesia sobre la anticoncepción utilizando la «jerarquía cristiana de valores coronada por la caridad» para racionalizar la maldad intrínseca de la anticoncepción. Describe una situación matrimonial difícil y luego lamenta un «rechazo inflexible a cualquier uso del preservativo».

Sin embargo, el cardenal designado Fernández -el nuevo guardián de la ortodoxia católica en el Vaticano- no es ambiguo sobre el arte de besar: «El beso penetrante es cuando chupas y sorbes con los labios. El beso penetrante es cuando metes la lengua. Cuidado con los dientes». En su defensa, el cardenal designado explicó que su primer libro iba dirigido, bueno, a adolescentes y citaba muchas de sus descripciones de los besos. ¿Qué obispo emitiría una «carta de buena reputación» para un sacerdote que habla así a los niños? Un doble rasero impresionante.

Varias organizaciones presuntamente afiliadas a la Iglesia -como el grupo activista LGBTQ New Ways Ministry- utilizan la táctica de la ambigüedad estudiada para promover doctrinas morales disidentes. En 2010, el cardenal Francis George de Chicago, escribiendo en nombre de los obispos de Estados Unidos y haciéndose eco de la notificación del entonces cardenal Ratzinger de 1999, advirtió: «El New Ways Ministry ha criticado recientemente los esfuerzos de la Iglesia por defender la definición tradicional del matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer y ha instado a los católicos a apoyar iniciativas electorales para establecer el ‘matrimonio’ entre personas del mismo sexo. Nadie debe dejarse engañar por la afirmación de que New Ways Ministry ofrece una interpretación auténtica de la doctrina católica y una práctica pastoral católica auténtica. Su pretensión de ser católicos solo confunde a los fieles respecto a la auténtica enseñanza y ministerio de la Iglesia en lo que atañe a las personas con inclinación homosexual».

Eso era antes.

El reciente nombramiento papal del padre James Martin, S.J. como miembro del Sínodo sobre la Sinodalidad ofrece otro aspecto de la red de confusión doctrinal entre los eclesiásticos. Según la revista jesuita America: «El padre Martin es un sacerdote jesuita, editor general de la revista America y fundador de Outreach, un ministerio para católicos LGBT. Desde 2017, se desempeña como consultor del Dicasterio para las Comunicaciones del Vaticano».

En 2016, New Ways Ministry -el mismo grupo disciplinado por los cardenales Ratzinger y George- concedió a Martin el premio «New Ways Ministry’s Bridge Building Award», que honra a personas «que por su erudición, liderazgo o testimonio han promovido el debate, la comprensión y la reconciliación entre las personas LGBT y la Iglesia católica». Los sacerdotes y obispos fieles no son recompensados por promover el Sacramento de la Penitencia como principal medio de reconciliación.

En 2017, el padre Paul Mankowski, S.J., llegó al corazón de las ambigüedades de Martin en su reseña del libro de Martin Tender un puente: cómo la Iglesia católica y la comunidad LGBTI pueden entablar una relación de respeto, compasión y sensibilidad: «Si el hombre que está a mi lado en el banco lucha contra la cleptomanía, no tengo motivos para creer que niega las enseñanzas de la Iglesia sobre los derechos de propiedad. Pero una persona que se anuncia como ‘gay’ por esa misma razón (según parece) considera su atracción por el mismo sexo no simplemente como una libido experimentada, sino como una identidad abrazada, y este abrazo parece casi imposible de reconciliar con la doctrina católica».


De hecho, entre las obligaciones de un buen confesor está la de desengañar al penitente de las etiquetas «LGBTQ». (Nadie es «transexual», por ejemplo. Es hombre o mujer.) Las denominaciones son puramente políticas y consagran la legitimidad de la inclinación pecaminosa. (Incluso es espiritualmente malsano autoidentificarse con orgullo como alcohólico, por muy necesario que sea reconocer esta predilección esclavizadora).


Antes de morir en 2020, Mankowski envió una foto de un grupo de jesuitas extravagantes vestidos de conejitos de Pascua [sic] a un amplio público. Escribió que uno de los jesuitas estudió teología al mismo tiempo que él en Weston y fue párroco de una parroquia gay-friendly en California. Dijo que el sacerdote «marchaba en todos los desfiles del orgullo gay, pero sin duda era ‘célibe’ según aseguraba Jim Martin. Luego (prepárense para la impactante revelación) dejó la Iglesia católica, se hizo anglicano y ahora es sacerdote episcopal casado con su amigo. [El sacerdote] lleva la camisa clerical gris en la foto del bar. El conejito a su izquierda es actualmente sacerdote jesuita en mi provincia, estudia en Manhattan. Por supuesto, todos estamos obligados a creer que Paddy también es ‘célibe’, siempre que la ficción le convenga a Paddy».

El papa Francisco mantuvo varias reuniones cordiales y llamadas telefónicas con Martin antes de su nombramiento para el Sínodo. En su carta manuscrita al jesuita en 2021, el papa escribió:


«Con respecto a su… [conferencia sobre el ministerio LGBT], quiero darle las gracias por su celo pastoral y su capacidad de estar cerca de la gente, con esa cercanía que Jesús tenía y que refleja la cercanía de Dios».


Mankowski, de nuevo: «Muy pocos de estos hombres y mujeres [católicos que luchan contra la atracción hacia personas del mismo sexo] se identifican como ‘homosexuales’ o desean ser designados así. Son simplemente católicos, ni más ni menos, luchando (como el resto de nosotros) con las dificultades espirituales y morales que se les presentan. Es sorprendente que Martin parezca no haber conocido nunca a una persona así». Por desgracia, nadie habla de la «comunidad de los rateros», y Jesús no comía ni bebía con «la comunidad de los publicanos». Incluso los fariseos lo llamaron bien. Comía con pecadores, y Jesús explicó que los pecadores le necesitan como «médico» (cf. Mc 2,17).

En 2022, el cardenal luxemburgués Jean-Claude Hollerich (también jesuita), relator general del papa en el Sínodo sobre la Sinodalidad, pidió un cambio en la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad. Dijo: «Creo que el fundamento sociológico-científico de esto [la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad] ya no es correcto». Al justificar la sodomía (a la espera de la ratificación papal), el cardenal pone implícitamente en tela de juicio la labor caritativa y los motivos de los sacerdotes católicos fieles en el confesionario y mina la confianza de los penitentes.


Creo que el fraude está hecho. El objetivo de estos bombarderos sigilosos doctrinales está claro. Es casi seguro que el Sínodo sobre la Sinodalidad intentará consagrar las ambigüedades «pastorales, no doctrinales» que desgarran el tejido de la enseñanza de la Iglesia sobre la ética sexual. Los equívocos de muchos prelados católicos de alto rango -y de sacerdotes como James Martin- sobre la atracción hacia personas del mismo sexo no solo han renunciado a perdonar los pecados, sino que socavan el trabajo de los sacerdotes en las trincheras. Por defecto, permiten a los activistas LGBTQ presentar a los sacerdotes fieles como enemigos crueles y despiadados de la «comunidad LGBTQ». Desaniman sin caridad a muchas personas atraídas por el mismo sexo que luchan con la gracia de Dios, a menudo heroicamente, contra las tentaciones.


Se ha convertido en algo común referirse a la Iglesia sinodal. Ha llevado décadas, pero la batalla está ahora a la vista de todos. Necesitamos la Iglesia católica y una vuelta al llamamiento del papa VI a la claridad con caridad.


Las ambigüedades no se mantendrán. «Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público» (Lc 8,17).


Publicado por el padre Jerry J. Pokorsky en Catholic World Report

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana


Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM:




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