martes, 4 de abril de 2023

Semana Santa: Miércoles Santo - Abril 5 de 2023

Lectura del Santo Evangelio
según San Mateo 26, 14-25




14. Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a verse con los príncipes de los sacerdotes, y les dijo:


15. "¿Qué queréis darme, y yo le pondré en vuestras manos?"


Y se convinieron con él en treinta monedas de plata.




16. Y desde entonces andaba buscando coyuntura favorable para hacer la traición.

17. Instando el primer día de los ázimos, acudieron los discípulos a Jesús y le preguntaron:


"¿Dónde quieres que te dispongamos la cena de la Pascua?"


18. Jesús les respondió:


"Id a la ciudad en casa de tal persona, y dadle este recado: El Maestro dice: Mi tiempo se acerca: voy a celebrar en tu casa la Pascua con mis discípulos"


19. Hicieron, pues, los discípulos lo que Jesús les ordenó, y prepararon lo necesario para la Pascua.

20. Al caer de la tarde, púsose a la mesa con sus doce discípulos.

21. Y estando ya comiendo, dijo:


"En verdad os digo que uno de vosotros me hará traición"


22. Y ellos, afligidos sobremanera, empezaron cada uno de por sí a preguntar:


"¡Señor!,  ¿soy acaso yo?"


23. Y Él en respuesta dijo:




"El que mete conmigo su mano en el plato para mojar el pan, ése es el traidor.

24. En cuanto al Hijo del hombre, Él se marcha, conforme está escrito de Él: pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre será entregado; mejor le fuera al tal si no hubiese jamás nacido!"


25. Y tomando la palabra Judas, que era el que le entregaba, dijo:


"¿Soy quizá yo, Maestro?"


Y respondióle Jesús:




"¿Tú lo has dicho, tú eres"


Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús

San Vicente Ferrer - Predicador (año 1419) - Fiesta Abril 5

  


Nació en 1350 en Valencia, España. Sus padres le inculcaron desde muy pequeñito una fervorosa devoción hacia Jesucristo y a la Virgen María y un gran amor por los pobres. Le encargaron repartir las cuantiosas limosnas que la familia acostumbraba a dar. Así lo fueron haciendo amar el dar ayudas a los necesitados. Lo enseñaron a hacer una mortificación cada viernes en recuerdo de la Pasión de Cristo, y cada sábado en honor de la Virgen Santísima. Estas costumbres las ejercitó durante toda su vida.

Se hizo religioso en la Comunidad de los Padres Dominicos y, por su gran inteligencia, a los 21 años ya era profesor de filosofía en la universidad.

Durante su juventud el demonio lo asaltó con violentas tentaciones y, además, como era extraordinariamente bien parecido, varias mujeres de dudosa conducta se enamoraron de él y como no les hizo caso a sus zalamerías, le inventaron terribles calumnias contra su buena fama. Todo esto lo fue haciendo fuerte para soportar las pruebas que le iban a llegar después.

Siendo un simple diácono lo enviaron a predicar a Barcelona. La ciudad estaba pasando por un período de hambre y los barcos portadores de alimentos no llegaban. Entonces Vicente en un sermón anunció una tarde que esa misma noche llegarían los barcos con los alimentos tan deseados. Al volver a su convento, el superior lo regañó por dedicarse a hacer profecías de cosas que él no podía estar seguro de que iban a suceder. Pero esa noche llegaron los barcos, y al día siguiente el pueblo se dirigió hacia el convento a aclamar a Vicente, el predicador. Los superiores tuvieron que trasladarlo a otra ciudad para evitar desórdenes.

Vicente estaba muy angustiado porque la Iglesia Católica estaba dividida entre dos Papas y había muchísima desunión. De tanto afán se enfermó y estuvo a punto de morir. Pero una noche se le apareció Nuestro Señor Jesucristo, acompañado de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán y le dio la orden de dedicarse a predicar por ciudades, pueblos, campos y países. Y Vicente recuperó inmediatamente su salud

En adelante por 30 años, Vicente recorre el norte de España, y el sur de Francia, el norte de Italia, y el país de Suiza, predicando incansablemente, con enormes frutos espirituales.

Los primeros convertidos fueron judíos y moros. Dicen que convirtió más de 10.000 judíos y otros tantos musulmanes o moros en España. Y esto es admirable porque no hay gente más difícil de convertirse al catolicismo que un judío o un musulmán.

Las multitudes se apiñaban para escucharle, donde quiera que él llegaba. Tenía que predicar en campos abiertos porque las gentes no cabían en los templos. Su voz sonora, poderosa y llena de agradables matices y modulaciones y su pronunciación sumamente cuidadosa, permitían oírle y entenderle a más de una cuadra de distancia.

Sus sermones duraban casi siempre más de dos horas (un sermón suyo de las Siete Palabras en un Viernes Santo duró seis horas), pero los oyentes no se cansaban ni se aburrían porque sabía hablar con tal emoción y de temas tan propios para esas gentes, y con frases tan propias de la Santa Biblia, que a cada uno le parecía que el sermón había sido compuesto para él mismo en persona.

Antes de predicar rezaba por cinco o más horas para pedir a Dios la eficacia de la palabra, y conseguir que sus oyentes se transformaran al oírle. Dormía en el puro suelo, ayunaba frecuentemente y se trasladaba a pie de una ciudad a otra (los últimos años se enfermó de una pierna y se trasladaba cabalgando en un burrito).

En aquel tiempo había predicadores que lo que buscaban era agradar a los oídos y componían sermones rimbombantes que no convertían a nadie. En cambio a San Vicente lo que le interesaba no era lucirse sino convertir a los pecadores. Y su predicación conmovía hasta a los más fríos e indiferentes. Su poderosa voz llegaba hasta lo más profundo del alma. En pleno sermón se oían gritos de pecadores pidiendo perdón a Dios, y a cada rato caían personas desmayadas de tanta emoción. gentes que siempre habían odiado, hacían las paces y se abrazaban. Pecadores endurecidos en sus vicios pedían confesores. El santo tenía que llevar consigo una gran cantidad de sacerdotes para que confesaran a los penitentes arrepentidos. Hasta 15.000 personas se reunían en los campos abiertos, para oírle.

Después de sus predicaciones lo seguían dos grandes procesiones: una de hombres convertidos, rezando y llorando, alrededor de una imagen de Cristo Crucificado; y otra de mujeres alabando a Dios, alrededor de una imagen de la Santísima Virgen. Estos dos grupos lo acompañaban hasta el próximo pueblo a donde el santo iba a predicar, y allí le ayudaban a organizar aquella misión y con su buen ejemplo conmovían a los demás.

Como la gente se lanzaba hacia él para tocarlo y quitarle pedacitos de su hábito para llevarlos como reliquias, tenía que pasar por entre las multitudes, rodeado de un grupo de hombres encerrándolo y protegiéndolo entre maderos y tablas. El santo pasaba saludando a todos con su sonrisa franca y su mirada penetrante que llegaba hasta el alma.

Las gentes se quedaban admiradas al ver que después de sus predicaciones se disminuían enormemente las borracheras y la costumbre de hablar cosas malas, y las mujeres dejaban ciertas modas escandalosas o adornos que demostraban demasiada vanidad y gusto de aparecer. Y hay un dato curioso: siendo tan fuerte su modo de predicar y atacando tan duramente al pecado y al vicio, sin embargo las muchedumbres le escuchaban con gusto porque notaban el gran provecho que obtenían al oírle sus sermones.

Vicente fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males. Invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de la comunión. Hablaba de la sublimidad de la Santa Misa. Insistía en la grave obligación de cumplir el mandamiento de Santificar las fiestas. Insistía en la gravedad del pecado, en la proximidad de la muerte, en la severidad del Juicio de Dios, y del cielo y del infierno que nos esperan. Y lo hacía con tanta emoción que frecuentemente tenía que suspender por varios minutos su sermón porque el griterío del pueblo pidiendo perdón a Dios, era inmenso.

Pero el tema en que más insistía este santo predicador era el Juicio de Dios que espera a todo pecador. La gente lo llamaba "El ángel del Apocalipsis", porque continuamente recordaba a las gentes lo que el libro del Apocalipsis enseña acerca del Juicio Final que nos espera a todos. Él repetía sin cansarse aquel aviso de Jesús:




"He aquí que vengo, y traigo conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus obras" (Apocalipsis 22,12)


Hasta los más empecatados y alejados de la religión se conmovían al oírle anunciar el Juicio Final, donde:




"Los que han hecho el bien, irán a la gloria eterna y los que se decidieron a hacer el mal, irán a la eterna condenación" (San Juan 5, 29)


Los milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación. Y uno de ellos era el hacerse entender en otros idiomas, siendo que él solamente hablaba su lengua materna y el latín. Y sucedía frecuentemente que las gentes de otros países le entendían perfectamente como si les estuviera hablando en su propio idioma. Era como la repetición del milagro que sucedió en Jerusalén el día de Pentecostés, cuando al llegar el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, las gentes de 18 países escuchaban a los apóstoles cada uno en su propio idioma, siendo que ellos solamente les hablaban en el idioma de Israel.

San Vicente se mantuvo humilde a pesar de la enorme fama y de la gran popularidad que le acompañaban, y de las muchas alabanzas que le daban en todas partes. Decía que su vida no había sido sino una cadena interminable de pecados. Repetía:


"Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas"


Así son los santos. Grandes ante la gente de la tierra pero se sienten muy pequeñitos ante la presencia de Dios que todo lo sabe.

Los últimos años, ya lleno de enfermedades, lo tenían que ayudar a subir al sitio donde iba a predicar. Pero apenas empezaba la predicación se transformaba, se le olvidaban sus enfermedades y predicaba con el fervor y la emoción de sus primeros años. Era como un milagro. Durante el sermón no parecía viejo ni enfermo sino lleno de juventud y de entusiasmo. Y su entusiasmo era contagioso. Murió en plena actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de abril del año 1419. Fueron tantos sus milagros y tan grande su fama, que el Papa lo declaró santo a los 36 años de haber muerto, en 1455.

El santo regalaba a las señoras que peleaban mucho con su marido, un frasquito con agua bendita y les recomendaba:


"Cuando su esposo empiece a insultarle, échese un poco de esta agua a la boca y no se la pase mientras el otro no deje de ofenderla"


Y esta famosa "agua de Fray Vicente" producía efectos maravillosos porque como la mujer no le podía contestar al marido, no había peleas. Ojalá que en muchos de nuestros hogares se volviera a esta bella costumbre de callar mientras el otro ofende. Porque lo que produce la pelea no es la palabra ofensiva que se oye, sino la palabra ofensiva que se responde.


¿Herejías en El Vaticano? El padre Gerald Murray reprende al cardenal Jean-Claude Hollerich por cuestionar la doctrina católica sobre el sacerdocio y la homosexualidad



DURANTE EL PROGRAMA
THE WORLD OVER DE EWTN


El padre Gerald Murray reprende al cardenal Jean-Claude Hollerich por cuestionar la doctrina católica sobre el sacerdocio y la homosexualidad


En el programa The World Over de EWTN del jueves, el padre Murray, abogado canónico y sacerdote de la archidiócesis de Nueva York, arremetió contra Hollerich por sus recientes afirmaciones de que la doctrina católica contra la ordenación de mujeres no es infalible y que la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad es «dudosa» e «imposible» de cumplir para algunas personas.


2/04/23 4:22 PM


(LifeSiteNews/InfoCatólica)


El padre Gerald Murray reprendió duramente al cardenal Jean-Claude Hollerich, SJ, por cuestionar la doctrina católica sobre el sacerdocio y la homosexualidad, y dijo que el cardenal vaticano y asesor papal debería «dimitir» si no acepta la doctrina de la Iglesia.

En el programa The World Over de EWTN del jueves, el padre Murray, abogado canónico y sacerdote de la archidiócesis de Nueva York, arremetió contra Hollerich por sus recientes afirmaciones de que la doctrina católica contra la ordenación de mujeres no es infalible y que la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad es «dudosa» e «imposible» de cumplir para algunas personas.


P. Murray: Negar la doctrina de la Iglesia sobre la ordenación de mujeres es «herético»


En una entrevista el lunes con el periódico croata Glas Koncila, Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, dijo que «con el tiempo» un Papa podría «decidir en contra» de la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis del Papa San Juan Pablo II.

Juan Pablo II enseñó en Ordinatio Sacerdotalis que la Iglesia no puede ordenar mujeres al sacerdocio y «que este juicio debe ser sostenido definitivamente por todos los fieles de la Iglesia».

Hollerich, que también es relator general del Sínodo sobre la Sinodalidad del Papa Francisco y miembro del Consejo de Cardenales del Papa, dijo que «no estaba seguro de que se pudiera llamar» infalible a la Ordinatio Sacerdotalis, y afirmó que «podría haber algún espacio para ampliar la enseñanza -para ver cuáles de los argumentos del Papa Juan Pablo II podrían desarrollarse».

Si la Iglesia da más «responsabilidad pastoral» a las mujeres, «entonces tal vez podamos ver si todavía hay un deseo entre las mujeres para la ordenación», dijo.

Es el Papa Francisco «quien tiene que decidir» si la Iglesia puede ordenar mujeres al sacerdocio, afirmó además el cardenal. «Pero por el momento, si el Papa Francisco me dice que no es una opción, no es una opción».

Los comentarios de Hollerich, además, señalan que el Sínodo sobre la Sinodalidad se está convirtiendo en una «batalla campal», lamentó el padre Murray.

«El cardenal Hollerich está haciendo exactamente lo que temíamos que iba a suceder, que el Sínodo sobre la Sinodalidad se convirtiera en una batalla campal», dijo. «Esto no es la Iglesia. La Iglesia católica fue fundada por Jesucristo con doctrinas y prácticas que no cambian cuando cambia el calendario».

«Así que el cardenal Hollerich ha hecho algo muy gravemente perjudicial para la unidad de la Iglesia, y espero que el Santo Padre le reprenda», dijo.


Hollerich 'debería renunciar a su cargo' si rechaza la doctrina católica sobre la sodomía


El padre Murray también criticó al cardenal Hollerich por sus comentarios sobre la homosexualidad.

En su entrevista con Glas Koncila, el cardenal luxemburgués dijo que «la parte de la doctrina que califica la homosexualidad de 'intrínsecamente desordenada' le parece un poco dudosa» y sugirió que para algunas personas es imposible no cometer sodomía.

«Para algunos de ellos es posible ser castos, pero llamar a otros a la castidad parece como hablarles en egipcio», dijo. «Si les pedimos cosas imposibles, los desanimaremos».

«Si decimos que todo lo que hacen es intrínsecamente malo, es como decir que su vida no tiene valor», añadió.

Pero Hollerich «falta completamente a la verdad católica en esto», respondió el P. Murray.

«La ley de Dios no es imposible de cumplir, así que la ley de Dios que prohíbe la sodomía no es imposible de cumplir para nadie», dijo el sacerdote. «Simplemente hay que abstenerse de realizar ese acto malvado».


El Concilio de Trento declaró como dogma que los mandamientos de Dios no son «imposibles de cumplir», lo que han reafirmado varios papas, entre ellos Juan Pablo II en Veritatis Splendor y Pío XI en Casti Connubii.


«Decir a la gente que el pecado no es pecado, y que no se espera que sigan las antiguas reglas, esto es destructivo», dijo. «¿Por qué este hombre, como cardenal, hace esto? ¿No entiende que es un subversivo? Si no cree en la enseñanza, debería renunciar a su cargo e irse, porque no es así como se supone que deben comportarse los cardenales católicos».


Los líderes sinodales promueven «ideas heréticas e inmorales»


Volviendo al Sínodo de la Sinodalidad, el P. Murray advirtió de las «ideas heréticas» promovidas por los líderes sinodales y describió la iniciativa como fundamentalmente «política».

«Esencialmente, se trata de un proceso político en el que las personas que están a favor de una cosa están a cargo del proceso, y promueven todo tipo de ideas malas, ideas heréticas, ideas inmorales, y luego se supone que debemos sentarnos allí y decir: 'Supongo que esto es de lo que tenemos que estar hablando'. Esto no es en absoluto de lo que tenemos que hablar», dijo.

«Como sacerdote católico de la ciudad de Nueva York, asistí a la reunión sinodal que celebramos en nuestra zona, y la mayor parte de las preocupaciones eran cómo hacer que nuestras parroquias sean más dinámicas», relató.

«El tema básico va a ser: queremos ordenar mujeres diáconos y después quizá sacerdotes. Queremos que los católicos divorciados y "vueltos a casar" tengan libre acceso a los sacramentos. Queremos afirmar el estilo de vida homosexual como algo bueno y que debe ser bendecido. Y así sucesivamente. Queremos que los sacerdotes puedan casarse, y ¿dónde acaba esto?».

«Es triste decirlo -y es lo que más lamento-, esto es una enorme pérdida de tiempo, pero peor que eso, está desorientando a los fieles».


Varios prelados se han pronunciado contra el Sínodo sobre la Sinodalidad en los últimos meses, criticando los documentos sinodales por entrar en conflicto con la tradición apostólica y condenando a altos funcionarios del Sínodo, incluido Hollerich, por contradecir la doctrina católica.


Un documento de trabajo para el Sínodo desvelado por el Vaticano en octubre citaba acríticamente llamamientos a la ordenación femenina y a «un espacio más acogedor» para «personas que viven en un matrimonio polígamo», ex sacerdotes casados y «personas LGBTQ».


En mayo, la página web oficial del Vaticano para el Sínodo escandalizó a los católicos al elogiar la adopción homoparental, que la Iglesia enseña que es gravemente inmoral y, de hecho, una forma de «violencia» contra los niños.


El cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, que supervisa el Sínodo sobre la Sinodalidad, sugirió el año pasado que la Iglesia podría cambiar su doctrina sobre las «bendiciones» homosexuales y la Comunión para los católicos divorciados y «vueltos a casar», lo que le valió una fuerte reprimenda del cardenal Gerhard Müller.


Fuente - Texto tomado de INFOCATÓLICA.COM:




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