jueves, 26 de enero de 2023

Santa Ángela de Mérici - (1474-1540) - Terciaria Franciscana - Fiesta Enero 27

  



Nació en Italia en 1474. Su padre, Juan de Mérici, y su madre, Biancosi, vivían en la granja de los Grezze, de la cual eran propietarios. Ángela era la última de cinco hijos: tres niños y dos niñas. La casa paterna era un verdadero santuario; se vivía y trabajaba continuamente con el pensamiento de "Dios me ve"; se rezaba en común; por la tarde, la lectura de un libro de piedad o la Vida de los Santos daba fin a los trabajos del día. Ángela seguía con extremado esmero e íntima satisfacción estas piadosas prácticas. Con tan santas ideas y elevados pensamientos, se trazó un género de vida que tenía mucho de retiro y soledad. Con la ayuda de su hermana, que tenía aspiraciones muy semejantes, transformó en oratorio una habitación reducida, donde se retiraban cada tarde a horas determinadas para orar y cantar las divinas alabanzas. A estos ejercicios juntaba Ángela los rigores de la penitencia.

A los nueve años consagró a Dios su virginidad, haciendo voto de guardarla, y persuadió a su hermana para que hiciera lo mismo. Desde entonces renunció a todos los adornos mundanos, y su única preocupación era complacer en todo a Nuestro Señor Jesucristo.

Hacia el año 1487, Juan de Mérici, que contaba con sólo unos 40 años, fue atacado por una fiebre maligna que en contados días le quitó la vida. Dos años más tarde su virtuosa mujer le seguía a la tumba. Hacía ya unos seis años que Ángela y su hermana vivían en casa de su tío, cuando esta hermana tan querida fue arrebatada a su cariño por una muerte repentina, sin que el sacerdote tuviese tiempo de administrarle los últimos sacramentos. Ángela quedó muy apenada por esta nueva desgracia.

Una angustia dolorosa la apesadumbraba; temblaba por la suerte de esta alma, llamada de improviso al tribunal de Dios. Algún tiempo después, cuando llevaba la comida a los segadores, vio sobre su cabeza, en una revuelta del camino, una nube luminosa, y en ella a la Santísima Virgen, que le presentaba a su hermana llena de gloria y rodeada de un cortejo de ángeles.


"¡Oh Ángela! -dijo la feliz predestinada- persevera como has empezado, y gozarás conmigo de la misma alegría y felicidad"


Este acontecimiento tuvo grandísima influencia sobre nuestra Santa, y fue causa de que cada día se desprendiese más de las cosas de la tierra. Por esta época determinó entrar en la Orden Tercera de San Francisco, cuyo espíritu y Regla abrazó en toda su plenitud y eficacia. Desde aquel momento se llamó "Hermana Ángela". Revestida del hábito franciscano, que llevó hasta la muerte y con el cual quiso ser enterrada, nuestra Santa pudo, aún permaneciendo en el mundo, vivir como perfecta religiosa. Sus penitencias fueron cada día más rigurosas: una tabla o una estera sobre el suelo formaban su cama, y unos sarmientos o una piedra le servían de almohada. Salía de casa raras veces; el cilicio, las flagelaciones y los ayunos continuos, mortificaban sin compasión su cuerpo. La Sagrada Eucaristía, que recibía todos los días con el asentimiento de su director, la alimentaba y sostenía milagrosamente.

Entre las almas que en esta época trabaron amistad con nuestra Santa, se contaba una joven cuyo nombre no nos es conocido, y que durante largo tiempo fue su compañera. Juntas rezaban, trabajaban y visitaban a los pobres. Este cariño entre ambas amigas, fue también roto por la muerte hacia el año 1506. Un mes, poco más o menos, después de este acontecimiento, Ángela va al campo en compañía de algunas amigas. Mientras éstas meriendan, ella se retira para orar a la sombra de un emparrado, en un lugar llamado Brudazzo. De pronto, las nubes se separan, rodéala una luz resplandeciente y surge una escala semejante a la de Jacob, que llega hasta el cielo. Muchedumbre innumerable de vírgenes suben y bajan por ella, vestidas con túnicas resplandecientes y llevan diadema real. Van de dos en dos dándose la mano, y un cortejo celestial de ángeles músicos las acompañan con arrebatadoras melodías. Separándose del grupo, una de las vírgenes -en la que Ángela reconoce a la amiga que acaba de perder- se acerca a nuestra Santa y le dice:


"Ángela, has de saber que Dios te ha enviado esta visión para indicarte que, antes de morir, fundarás en Brescia una Sociedad de vírgenes muy semejantes a éstas"




En Brescia fundó una escuela y de allí se extendió su Comunidad de Ursulinas por muchas partes. Viendo que las niñas no tenían quién las educara y las librara de peligros mortales, y que las teorías nuevas llevaban a la gente a querer organizar la vida como si Dios no existiera, fundó con un grupo de 28 muchachas muy piadosas la Comunidad de Hermanas Ursulinas (en honor a Santa Úrsula, la santa mártir del siglo IV, que dirigía el grupo de muchachas llamadas "Las once mil vírgenes, que murieron por defender su religión y su castidad).


Se sabe de cierto, que un día el demonio se le presentó en forma de ángel de luz y le dirigió palabras de alabanza. Ángela advirtió el engaño; un ángel que adula, no puede ser más que un demonio.




"Retírate -le dijo-, tú eres el espíritu de la mentira. No soy más que una pecadora indigna de ser visitada por los ángeles del cielo"


Un hombre le preguntó un día en plena calle:


"¿Qué consejo me recomienda para comportarme debidamente?"


Y ella le respondió:




"Compórtese cada día como deseara haberse comportado cuando le llegue la hora de morirse y de darle cuenta a Dios"


La Comunidad de Ursulinas fue fundada en 1535, y cinco años después murió su fundadora, Santa Ángela, el 27 de enero de 1540. Fue canonizada en 1807.


Fuente - Texto tomado de FRANCISCANOS.ORG:

Fuente - Texto tomado de EWTN:

El Anticristo de Santa Hildegarda de Bingen

  



P. Javier Olivera Ravasi, IVE - Septiembre 26 de 2014 - 2:25 AM


Aunque no es nuestro ámbito específico el de la Parusía o el fin de los tiempos, hemos decidido publicar aquí las siguientes líneas.

A raíz de diversas consultas de nuestros lectores; pero no sólo por ello: sucede que la última de las doctoras de la Iglesia, es casi desconocida en el mundo hispanohablante y, en caso de serlo, lo es parcial o tergiversadamente. Reconocemos que, aunque no somos especialistas en el tema (simplemente devotos divulgadores de su doctrina) hemos tenido la gracia de contactarnos con quienes sí han estudiado en profundidad la vida y obra de la doctora alemana: las profesoras Azucena Fraboschi (traductora e intérprete de su pensamiento con numerosos trabajos sobre ella y fundadora y directora de un Centro de Estudios hildegardiano, el 1º de América de habla hispana) y la Prof. María Delia Buisel, de quien nos reconocemos discípulos. A sus trabajos nos remitimos.

Pero antes que nada digamos sólo dos palabras de qué es esto de llamar a alguien “Doctor/a de la Iglesia”; no se trata de quien ha hecho un “doctorado”, naturalmente, sino de un título que la Iglesia (el Papa o un concilio ecuménico) otorga oficialmente a ciertos santos para reconocerlos como eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos. El título de doctor representa, además del oficio litúrgico, la recomendación de su doctrina, sobre todo en orden a la enseñanza.

En el caso de Hildegarda, fue en octubre de 2012 cuando Benedicto XVI otorgó este título tanto a ella como a San Juan de Ávila, el eminente teólogo español. Vale recordar que, en la actualidad, 35 son los Doctores de la Iglesia, entre los cuales sólo cuatro son las mujeres que poseen ese título: Santa Teresa de ÁvilaSanta Catalina de SienaSanta Teresa de Lisieux y Santa Hildegarda de Bingen.

Pero vayamos a la visión que la santa tiene respecto del Anticristo, que es lo que nos ocupa.

Son dos las obras donde la abadesa de Bingen trata acerca del Anticristo, a saber: en Scivias (“Conoce los caminos”), y en El libro de las obras divinas (en la primera de ellas que se dedica más específicamente al tema). La obra, compuesta entre los años 1141 y 1151, está dividida en tres partes cuyos temas son la Creación, la Redención y la Santificación (la obra de cada una de las Personas de la Trinidad), e incluye en total 26 visiones, cuya descripción y glosa, en la que se alternan como sujeto del discurso la propia abadesa y la Luz Viviente –Dios–, está acompañada por las pinturas que no son meramente decorativas sino que corresponden, e ilustran el contenido de las visiones.

Veamos detenidamente la imagen completa.


Scivias 3, 11, Venida del impío y plenitud de los tiempos (el Anticristo)


Se trata de la culminación del conflicto entre el bien y el mal, representado por el Anticristo, con la indestructibilidad de la Iglesia y la venida de Cristo. El trasfondo es el del Apocalipsis, y aparecen las figuras señeras del Antiguo Testamento: Elías y Enoc.

Detallemos lo que le ha sido revelado a Hildegarda, en imágenes y palabras de un modo esquemático:

1) En el cuadrante superior izquierdo, se encuentra la referencia a cinco bestias (el perro que brilla pero no quema representa a las personas mordaces, el león amarillo son las personas agresivas, el caballo de color claro son los contumaces en el pecado, el cerdo negro son los lascivos y el lobo gris son los que engañan) que Hildegarda ve en el norte, y que tienen su mirada dirigida hacia el occidente, donde se alza una colina con cinco picos.


Detalle de las cinco bestias


2) En el cuadrante superior derecho aparece sobre el ángulo del edificio que representa a la Iglesia (tanto terrenal cuanto celestial) el joven (Cristo, piedra angular) que ya se había manifestado en otra visión, vestido de púrpura, resplandeciente como la aurora, con una lira o cítara sobre sus rodillas, en actitud de bendecir; sus pies son más blancos que la leche. Éste es uno de los temas que revisten particular importancia para Hildegarda: los pies o bien el calzado blanco simbolizan la pureza conservada y refulgente.


Cristo, la piedra angular


3) En la parte inferior de ambos cuadrantes está presente una mujer coronada que es figura de la Iglesia, fusionada con un torso lleno de escamas, y de sus genitales surge una monstruosa cabeza (el Anticristo) con ojos de fuego, orejas como de asno, nariz y fauces como de león. Era común representar de tal suerte al demonio, pero aquí se está figurando a la Iglesia, bien que acosada por la fornicación, la rapiña y otros vicios.


La Iglesia, dando a luz al Anticristo


4) Finalmente, la cabeza se mueve y trata de alcanzar el cielo, pero en medio de gran estruendo cae de la montaña; una niebla apestosa envuelve todo y aterroriza a la gente que clama por la misericordia de Dios.


Apoteosis y caída del Anticristo


Vayamos a su propia descripción:

“Después miré hacia el Aquilón, y he aquí que se alzaban cinco bestias, de las que una semejaba un perro de fuego, pero no ardiente; una sola como un león rojizo; otra semejante a un pálido caballo; la cuarta, como un cerdo negro; y la última similar a un lobo grisáceo, todas volviéndose al Occidente. Y allí, en el Occidente ante las bestias, apareció una cierta colina teniendo cinco picos: así que de la boca de cada bestia partía una cuerda que se había extendido hasta su correspondiente cima, todas de color negro, salvo la que salía de la boca del lobo, que parecía, por una parte negra y, por la otra blanca.

Y he aquí que en el Oriente, vi de nuevo a aquel joven, vestido con una túnica purpúrea, sobre el mismo ángulo en que lo había contemplado antes (donde se unían las dos murallas del edificio, la luminosa y la pétrea); pero ahora me era visible desde el ombligo hacia abajo: del ombligo, al lugar que evidencia al varón, brillaba cual alborada, y allí mismo yacía como una lira con sus cuerdas en posición transversal; desde ese lugar hasta un espacio de dos dedos por encima de sus talones estaba lleno de sombras; y desde ese espacio por encima de sus talones, sus pies resplandecían enteramente blancos, más aún que la leche.

Pero también aquella imagen de mujer que había contemplado antes frente al altar, ante los ojos de Dios, volvió a manifestárseme ahora en el mismo sitio, mas esta vez pude verla desde el ombligo hacia abajo: del ombligo al lugar donde se distingue la mujer, tenía numerosas manchas escamosas.

Allí mismo, había una cabeza monstruosa y negrísima: ojos de fuego y orejas como las de un asno, narices y boca igual que las de un león y enormes fauces abiertas en las que rechinando, afilaba pavorosamente sus horribles colmillos acerados.

Pero desde donde se hallaba esa cabeza hasta sus rodillas era la imagen blanca y roja, como magullada por mucha golpiza; y desde las rodillas hasta dos franjas blancas horizontales que tenía inmediatamente por encima de sus talones estaba llena de sangre.

He aquí que esa cabeza monstruosa se liberó de su lugar, en medio de un fragor tan inmenso, que todos los miembros de la imagen de la mujer se sacudieron violentamente. Entonces una enorme masa de cuantioso estiércol se unió a la cabeza, que subió por ella como por un monte, tratando de alcanzar las alturas del cielo.

Mas he aquí que un golpe de trueno, restallando inesperado, fulminó con tal fuerza a la cabeza, que rodó monte abajo y rindió su espíritu a la muerte.

Repentinamente una niebla hedionda cubrió al monte todo y envolvió la cabeza en una inmundicia tal, que los pueblos que allí estaban se sobrecogieron llenos de indecible pánico; esta niebla subsistió durante un tiempo alrededor del monte. Viéndola los hombres que cerca se hallaban, presa de terror, se decían unos a otros: ‘Ay, ay, ¿qué podrá ser esto? ¿qué os parece que es? ¡Ay, desdichados de nosotros! ¿Quién nos salvará? Pues no sabemos cómo hemos podido ser engañados. ¡Oh! Señor Todopoderoso, ten piedad de nosotros. Rápido, apresurémonos y volvamos, volvamos corriendo al testamento del Evangelio de Cristo, ay, que hemos sido amargamente engañados, ¡ay, ay de nosotros!’

Y de pronto los pies de la imagen de la mujer se volvieron blancos, relumbrando esplendorosos, más que el fulgor del sol”.

Es importante tener en cuenta que en ningún momento la abadesa de Bingen intenta poner fecha a los tiempos escatológicos (“Pero no corresponde que conozcáis lo que acontecerá entonces, ni el tiempo ni el momento, como tampoco podéis saber qué sucederá después de los siete días de una semana; sólo el Padre, Quien también ha puesto todas estas cosas en Su poder, conoció esto. Sobre los días de la semana, o sobre los tiempos de los tiempos del mundo nada más has de saber, oh hombre”), ni identifica o asimila la figura del Anticristo a algún personaje histórico concreto; el segundo es que, como acabamos de leer, el Corruptor surge del seno mismo de la Iglesia, no es un personaje extrínseco a ella: no es un antipapa ni un emperador germano, ni los sarracenos. El tercer punto es que ofrece una descripción del Anticristo absolutamente inusual en su tiempo (descripción de la que están ausentes el Dragón y la Bestia de Apoc. 12-13, frecuente recurso de su época), y tal vez en toda la Edad Media.


Sin embargo, da varios datos acerca de la doctrina del Anticristo:


“Conquista para sí a mucha gente, diciéndoles que realicen libremente sus deseos, que no se mortifiquen demasiado con vigilias o con ayunos, proponiéndoles que amen solamente a su dios (cosa que él simula ser) hasta que liberados así del infierno lleguen a la vida. Por eso, de esta manera engañados dicen: ‘¡Oh desdichados de aquéllos que vivieron antes de estos tiempos, porque afligieron su vida con duros tormentos, ignorando la compasión de nuestro dios!’ Pues él, confirmando su doctrina con falsas señales, les muestra tesoros y riquezas y les permite enriquecerse según sus deseos, de manera tal que ellos piensan que de ningún modo les conviene mortificar sus cuerpos y castigarlos. Sin embargo, les manda observar la circuncisión y el judaísmo, según las costumbres de los judíos, haciendo más leves (de acuerdo con la voluntad de ellos) los preceptos más duros de la Ley, que el Evangelio convierte en gracia en virtud de la digna penitencia. Y dice: ‘Yo borraré los pecados de quien se convierta a mí, y vivirá conmigo eternamente.’ También rechaza el Bautismo y el Evangelio de Mi Hijo, y se burla de todos los preceptos confiados a la Iglesia. Y nuevamente, con diabólica irrisión, dice a quienes le sirven: ‘Ved quién y cuán insensato ha sido el que a través de sus mentiras estableció esta observancia para la gente sencilla”.

Con una muy perversa manipulación del ser humano y del desorden de sus apetencias (secuela del pecado original), el Anticristo propone a quienes lo escuchan una forma de vida que se ubica en las antípodas de la doctrina de Cristo y de Su Iglesia: ahora será posible servir a Dios y a Mamón (el dinero, Mat. 6, 24), transitar por el camino ancho desechando el estrecho (Mat. 7, 13-14), vivir la condescendencia de un engañoso amor que abandona al hombre a sí mismo y a ¿sus propias fuerzas?, en lugar del amor exigente que lo urge a realizarse como lo que verdaderamente es. En el libro de las obras divinas 3, 5, 30 aparece muy clara la seductora argumentación del Hijo de la Perdición sobre el tema:


“En realidad el Anticristo, poseído por el diablo, cuando abra su boca para su perversa enseñanza destruirá todo lo que Dios había establecido en la Ley Antigua y en la Nueva, y afirmará que el incesto, la fornicación, el adulterio y otros tales no son pecado”.




Ahora Cristo, Su Evangelio y Su Iglesia son una mentira necia y cruel, que en tanto mentira debe ser ignorada; por consiguiente ha de volverse al judaísmo y su Ley, bien que suavizada, ignorando aquello de “No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a darles cumplimiento” (Mat. 5, 17), un cumplimiento que por la presencia del Espíritu da frutos de vida, y no obras muertas.

Vale tener en cuenta aquí que, aunque Fraboschi no lo señale, este “judaísmo” del que habla la santa, bien podría ser la carnalización de la religión, es decir, la mundanización de la Iglesia, del mismo modo en que la Sinagoga del tiempo de Cristo esperaba un mesías carnal que solucionase los problemas de Israel: la paz, la economía, la fraternidad universal, etc. Y esto lo decimos nosotros, no su traductora o la santa doctora alemana.

El Hijo de la Maldición tiene, en las visiones de Hildegarda, un claro designio: arrastrar consigo a toda la Humanidad, como nos narra:

“De pronto una niebla hedionda cubre todo el monte envolviendo a esa cabeza en una inmundicia tal que las gentes que se encuentran presentes son presas del más grande terror: porque un hedor extremadamente asqueroso e infernal llenará todo el lugar de la exaltación del Hijo de la Iniquidad, en el que aquel depravado criminal hervía en medio de tanta inmundicia que por el justo juicio de Dios no habrá en adelante memoria ni de su inicio ni de su fin: pues aquellos pueblos, viendo su cadáver postrado en tierra, sin voz e invadido por la putrefacción, conocerán que habían sido engañados. La niebla permanece cerca del monte durante un breve tiempo: ya que aquel hedor que envuelve la diabólica exaltación la muestra asquerosa, para que los hombres que han sido seducidos por él se aparten de su error y retornen a la Verdad al ver aquella pestilencia e inmundicia. Viendo esto, las personas que están allí son agitadas por un inmenso temor: un tremendo horror asalta a quienes ven estas cosas, de manera tal que profieren lúgubres clamores y dolorosos lamentos, y dicen que muy penosamente se apartaron de la verdad”.


¿Habrá llegado el Anticristo?
No lo sabemos, pero por los signos, estamos cerca


La victoria final de Dios es segura, pero deberán pasar todas estas cosas.

Es como enunciaba el gran Rubén Darío:

¿Qué hay de nuevo?… Tiembla la tierra.

En La Haya, incuba la guerra.

Los reyes han terror profundo.

Huele a podrido en todo el mundo.


Se cumplen ya las profecías

del viejo monje Malaquías.

En la iglesia el diablo se esconde.

Ha parido una monja… (¿En dónde?…)


La fe blanca se desvirtúa

y todo negro «continúa».

En alguna parte está listo

el palacio del Anticristo.

Se cambian comunicaciones

entre lesbianas y gitones.

Se anuncia que viene el Judío Errante…

¿Hay algo más, Dios mío?…

***

Como decíamos más arriba, no es éste el tipo de temas que acostumbramos tocar aquí; si lo hemos hecho ha sido sólo para divulgar el pensamiento de esta santa doctora, que bastante silenciada y desconocida está por parte de fieles e infieles, de dentro y de fuera de la Iglesia. ¿Será por las visiones que tuvo?


Fuente - Texto tomado de INFOCATÓLICA.COM:
http://infocatolica.com/blog/notelacuenten.php/1409260225-el-anticristo-de-santa-hildeg