lunes, 9 de enero de 2023

PSICOLOGÍA: 10 Actitudes de las personas emocionalmente inteligentes

  



PSICOLOGÍA | 12/24/2016 - 1:22:00 PM


Diez actitudes de las personas emocionalmente inteligentes


A veces la clave de la vida no está en saberlo todo, sino en poder responder a situaciones difíciles. Los expertos aseguran que estos son los rasgos que llevan al verdadero éxito.

Desde hace un tiempo el coeficiente intelectual ha comenzado a ser revaluado como el único método para saber si las personas son inteligentes. La vida demuestra que a veces quienes sacaban las mejores notas en la universidad no terminan siendo a quienes mejor les va en la vida. Esto porque el éxito depende de una buena mezcla de disciplina, empatía y manejo de los momentos importantes. Semana.com habló con la sicóloga española Ana Vico quien asegura que solo “se puede vivir plenamente si tienes a las emociones como tu aliado en este camino que es la vida”. Estas son para ella las características de quienes logran tener ese equilibrio en su vida.


1. Los cambios no son un problema




Quienes son emocionalmente más inteligentes no temen al cambio, pues son personas flexibles que se logran adaptar a las innumerables situaciones que se les presentan en su cotidiano. Aceptan el cambio porque ven en éste una cercanía para llegar al éxito y a la felicidad. Para Vico, estas personas son más reconocidas en el ambiente laboral pues suelen adaptarse fácil a los ambientes de trabajo. “Los aspirantes con una alta inteligencia emocional son mejor valorados que las personas que a la primera de cambio se dejan vencer por las malas críticas o no toleran el estrés. Si supiéramos entrenar esa inteligencia emocional (que se puede), mejoraríamos tanto personal como profesionalmente. Todo son ventajas”, dice. 


2. Se conocen casi a la perfección




El saber sus fortalezas y debilidades es un rasgo característico de las personas emocionalmente inteligentes, saben resolver aprietos o dificultades al conocer su entorno y a sí mismos. Esta característica suele mejorar con los años. Un trabajo, publicado en la revista Physiological Science, derrumba el mito de que las personas pierden sus capacidades mentales con la edad. Según el estudio, liderado por Joshua Hartsworth, hay un proceso de desaceleración de ciertas funciones pero también hay áreas que con el paso de los años se vuelven más eficaces. En otras palabras, el foco de la inteligencia cambia y el cerebro se vuelve más lento pero más sabio a la vez.


3. Su empatía prima en todo su carácter




Tienen una gran capacidad para entender las situaciones de las demás personas, las entiende por lo que están pasando. Esto ayuda a que sean personas con las que se pueda comunicar más fácil y que proyectan un mayor nivel de cercanía. “Las personas con alta inteligencia emocional aprenden de los errores en vez de sentirse víctimas. También piden perdón cuando es necesario si han hecho algo que ha podido afectar a otras personas de manera negativa. Piden perdón de corazón y perdonan”, asegura Vico.


4. No se ofenden fácil




Al tener un amplio conocimiento de sí mismos, conocer sus habilidades, fortalezas y debilidades, muy difícilmente alguien los lastima. Son personas que están seguras de sí mismas, tienen la mente muy abierta y hasta incluso pueden burlarse de sí. “No se llevan las amenazas a lo personal y saben diferenciar entre hechos y opiniones. Diferencian las críticas constructivas de las críticas que sólo pretenden hundirlos y saben alejarse de comentarios despectivos que sólo traen destrucción. Saben distinguir entre los ataques y cómo reaccionan ante esos ataques y deciden hacerlo de la forma menos dolorosa para ellos mismos”, sostiene Vico. 


5. Saben cuándo y cómo decir que no




El autocontrol es algo que caracteriza a alguien emocionalmente inteligente. Usualmente las personas no saben cuándo o como decirlo, produciendo en ellos un nivel de estrés. Las personas emocionalmente inteligentes no utilizan las frases "no creo que pueda" o "no estoy seguro" para decir que no, simplemente van al grano. “Estas personas ponen límites cuando es necesario y defienden sus valores ante todo. La asertividad es saber decir aquello que sientes y quieres respetando tus derechos y los de los demás”, dice Vico.


6. Se enfocan en lo positivo




Una persona inteligente emocionalmente centra su atención en el lado positivo de cada situación que se le presente, aún cuando hay problemas. Buscan generar unas soluciones desde distintos puntos de vista a las adversidades que se les presentan, pues son conscientes que sólo de ellos depende el estar bien o tener bajo control el momento.


7. Son curiosas por naturaleza




Están constantemente preguntándose por todo lo que los rodea, principalmente por el alto grado de empatía que poseen, pues al preocuparse más por las personas que están cerca, se genera un creciente nivel de curiosidad


8. Prefieren alejarse de las personas "tóxicas"




Tienen muy claro con qué personas deben relacionarse, las características de las personas que los rodean son principalmente tres, optimistas, con una energía positiva y gente muy alegre. En estas personas ven una buena influencia que los ayuda a tener una vida estable y una visión de mundo más sana; además de favorecer la creatividad de las personas con alta inteligencia emocional. “Al tener buenas vibraciones y rodearse de gente positiva, ven el mundo desde una perspectiva más sana y que favorece la creatividad. Suelen relacionarse con personas que sean buenas influencias y que les llenen”, concluye Vico en su portal. 


9. Un enfoque de proactividad




La proactividad se define como la acción o intervención activa de una situación que lo exija. Alguien con una inteligencia emocional alta decide qué hacer en cada momento y actúan antes de que la situación lo exija. Tienen una gran capacidad de reacción por su constante relación con el entorno, son proactivos, más no reactivos. “Saben gestionar su tiempo de trabajo y su tiempo de ocio, su tiempo de estudio y su tiempo de relax. Establecen horarios, planifican tareas y definen objetivos. No les importa cancelar planes si con ese tiempo pueden hacer algo prioritario para ellos. Conocen cuáles son sus valores y los riegan continuamente. Emplean su tiempo y sus días en aquello que les apasiona y lo dan hacia los demás como un regalo”, agrega Vico


10. Un vocabulario emocional bastante amplio




Las personas emocionalmente inteligentes tienen un vocabulario lo suficientemente extenso para definir con precisión su estado actual, cosa que sólo un 36 por ciento de la gente puede realizar sin ningún mal entendido. Estas personas tienden a dominar de una mejor forma sus emociones, pues mientras que algunas personas definen su estado anímico con "me encuentro mal", los emocionalmente inteligentes se determinan con un sin número de sinónimos, frustrado, oprimido, ansioso, cansado, irritado y muchos más. “No se callan sus emociones, las escuchan y conocen qué quiere decir cada emoción en cada contexto. Saben regular la intensidad de sus emociones y expresarlas en la forma justa, tal y como ellos quieren. Son los dueños de su expresión emocional, no meros peleles a merced de sus emociones desbocadas”, asegura Vico en su web.


Fuente - Texto tomado de SEMANA.COM:
https://www.semana.com/vida-moderna/articulo/inteligencia-emocional-10-comportamientos-de-personas-emocionalmente-inteligentes/509673

"No son alucinaciones": los moribundos y también sus cuidadores viven experiencias espirituales

  



Una doctora ha acumulado 17 años de experiencias personales y muchas otras ligadas a la cercanía de la muerte y analiza la evidencia.


Iván Gil / El Confidencial - 31 de agosto de 2015


Las unidades de paliativos o cuidados intensivos de los hospitales guardan una estrecha relación con la muerte, dando lugar a numerosas experiencias que se escapan a cualquier explicación racional. 

Pacientes que intuyen el momento exacto en el que van a morir, otros que parecen decidir por sí mismos el día y la hora, adelantando o retrasando su muerte, sueños premonitorios de familiares o presentimientos de terceras personas que, sin ni siquiera saber que alguien está ingresado o ha sufrido un accidente, están seguros de que ha fallecido.

Sólo los profesionales sanitarios que trabajan de cerca con los pacientes terminales conocen de primera mano el alcance y variedad de estas extrañas experiencias. 

La ciencia no ha podido ser capaz de ofrecer algún tipo de respuesta, por lo que se suelen describir como sucesos paranormales o sobrenaturales. 

Una etiqueta “demasiado vaga para la magnitud de estas experiencias”, según explica la doctora británica Penny Sartori (www.drpennysartori.com), que lleva cerca de 20 años trabajando en la UCI.

Una carrera lo suficientemente sólida como para haber visto de todo, intuir patrones y elaborar hipótesis sobre estos fenómenos. Tanto es así, que ha preparado una tesis doctoral sobre estas cuestiones, cuyas principales conclusiones adelantó en el libro The Wisdom Of Near-Death Experiences (Watkins Publishing), que salió a la venta el 6 de febrero de 2014.


“Alucinaciones” compartidas por familiares


A lo largo de toda su carrera, Sartori se ha entrevistado con pacientes que han vivido experiencias cercanas a la muerte (ECM), así como con familiares que han vivido de cerca experiencias de muerte compartida (EMC). 

La cantidad y la repetición de patrones hacen que la doctora descarte la hipótesis de la casualidad o la imposibilidad de hallar un razonamiento lógico para este extendido fenómeno.

Su tesis principal se centra en que “nuestro cerebro es independiente de la conciencia. Es el medio para canalizarla, por lo que en realidad es físicamente ajena al cuerpo”. Una idea que explicaría, añade, por qué “el alma y la conciencia pueden experimentarse al margen del cuerpo”, como en las ECM.


La doctora Penny Sartori explica los hallazgos de sus
años de investigación, que no pueden desdeñarse
como "alucinaciones"


Los ejemplos de los que Sartori se vale en su libro son muy numerosos, pero todos suelen coincidir en que los pacientes que viven estas ECM son siempre los que abrazan la muerte de la forma más tranquila y feliz, al igual que los familiares que presienten la muerte de sus seres queridos. 

¿Por qué? Según las entrevistas que ha mantenido con estos últimos se debe a que están convencidos de que sólo se trata del fin de la vida terrenal.




Al margen de que se trate de personas creyentes, agnósticas o ateas, todas ellas tienen el sueño o la visión de cómo su familiar se va de este mundo guiado por alguien (cónyuges ya fallecidos, seres anónimos o ángeles) y lo hace con una clara sensación de “paz y amor”. 

Al principio, relata Sartori, “me llamaba la atención que algunos familiares de fallecidos no se sintiesen tristes tras diagnosticar la muerte de su ser querido, pero al entrevistarlos me di cuenta de que en realidad estaban tranquilos por haber experimentado esta sensación de trascendencia a la vida”.


Eligiendo el momento “más apropiado” para morir


Este no es el caso de los ejemplos de personas que a sabiendas de cuando van a morir piden quedarse unos minutos solos o lo hacen justo cuando el familiar, que permanece todo el tiempo a su lado, los abandona un solo momento para ir al baño. 

Otros casos igualmente llamativos son los de personas que se mueren justo después de ver al familiar que tarda en acudir a verlos por estar en el extranjero, cuando terminan con todo el papeleo de herencias y seguros vitalicios. “Parecen estar a la espera de que ocurra un evento específico para permitirse morir”, relata la enfermera.


No son alucinaciones




El director del Tucson Medical Center John Lerma, especializado en cuidados paliativos, ha recopilado ejemplos muy similares a los citados por Sartori en Into the Light: Real Life Stories About Angelic Visits, Visions of the Afterlife, and Other Pre-Death Experiences (New Page Books). Según sus informes, entre el 70% y el 80% de los pacientes esperan a que sus seres queridos salgan de la habitación para morirse.

Sartori se niega a creer que estas vivencias estén motivadas por alucinaciones. “No es posible que varias personas vean lo mismo y sean capaces de describirlo igual si realmente se trata de una percepción distorsionada de la realidad”, apunta. 

Unas tesis que se apoyan en las famosas teorías del profesor Raymond Moody, que acuñó el concepto de experiencias cercanas a la muerte a finales de los 70.

Sus estudios más novedosos se centran en las vivencias compartidas por las personas que acompañan a los que están en trance de muerte. 

"Abren una vía completamente nueva de iluminación racional sobre la cuestión de la vida después de la muerte porque las personas que comunican estas experiencias están sanas. Suelen estar sentadas junto al lecho de muerte de un ser querido cuando le sobreviene una de estas experiencias maravillosas y misteriosas. Y el hecho mismo de que las personas no están próximas a la muerte incapacita la cláusula de exención. Como sus experiencias no se pueden achacar a fallos de la química cerebral, tendremos que ir más allá de este argumento”, asegura.


Enfermos de alzheimer lúcidos en el final


El recurso, “cínico” según Sartori, a explicar este fenómeno a partir de disfunciones cerebrales, tampoco se sostiene con los ejemplos de personas ingresadas con alzhéimer avanzado que repentinamente recuperan la capacidad de raciocinio.

“Se trata de pacientes en un estadio terminal de la enfermedad, incapaces de articular palabra, que de forma sorprendente comienzan a hablar con total coherencia, interactuando con gente que no está en la habitación y que frecuentemente son familiares muertos”, explica la autora. 

Además, añade, “suele suceder que después de esta experiencia dejan de estar intranquilos y acaban muriendo con una sonrisa en la cara, generalmente, uno o dos días después”.

El argumento de que estas visiones están inducidas por los fármacos tampoco es aceptado por la autora porque, dice, “estos causan ansiedad, todo lo contrario de lo que sienten los pacientes”. La autora defiende en su libro que este tipo de vivencias, recopiladas a lo largo de toda su carrera, pueden ser claves para demostrar la existencia de una vida después de la muerte y que, al menos, deben abrir una nueva vía de investigación (como algunas que parten de la física cuántica) para los estudios científicos. De lo que sí dice estar convencida es de que “la muerte no es tan temible como nos la solemos imaginar”.


Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM:

PSICOLOGÍA: Descubra si usted tiene el factor D y los 9 rasgos que definen la maldad humana

 



La maldad humana existe y se caracteriza por buscar en todo momento el propio beneficio. Ahora, esta personalidad puede identificarse y medirse gracias a los nueve rasgos del conocido como factor D.

En apariencia, el ser humano está orientado biológicamente hacia la sociabilidad, hacia la empatía y el cuidado de los suyos. Solo así nos permitimos sobrevivir como grupo y avanzar como especie. Sin embargo, si hay algo que sabemos es que la maldad humana existe y de hecho, ahora hasta conocemos ese origen común que lo explica y que los científicos han categorizado como factor D.

El mal tiene muchos rostros. Philip Zimbardo, psicólogo social y antiguo presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA) señala que en este comportamiento hay algo más que el simple deseo de degradar, humillar, controlar y causar daño a nuestros propios semejantes.

En la historia, por ejemplo, tenemos sin duda a personajes tan oscuros como Ted Bundy o Andréi Chikatilo, a asesinos en masa como lo fueron Hitler o Stalin y también a esos que, como Charles Manson, fueron perpetradores del mal, personajes que impulsaron a otros a cometer violentos crímenes.

Ahora bien, la maldad es sibilina, silenciosa y a menudo no tan llamativa como las dramáticas historias que nos dejaron estos nombres ya míticos en la literatura de lo criminal. Porque si hay algo que todos sabemos es que el mal se aprecia también en ciertas figuras más cercanas: en directivos de empresa, en las esferas políticas, en esos padres o esas madres que maltratan a sus hijos y hasta en esos niños que acosan, humillan y agreden a sus compañeros de clase.




Tenemos claro, no obstante, que pueden existir diversos condicionantes capaces de mediar en esas dinámicas agresivas. Sin embargo, los neurólogos, psiquiátras y psicólogos se han preguntado siempre si no puede existir un eje común que explique buena parte de esos comportamientos.

Parece ser que sí. De hecho, hace solo unas semanas científicos de la Universidad de Ulm y la Universidad de Koblenz-Landau, en Copenhage, publicaron un interesante estudio donde introducir en la literatura especializada un término del que sin duda oiremos hablar (si no lo hemos hecho ya): el factor D. Este concepto recogería y describiría todos esos comportamientos del núcleo más oscuro de la personalidad humana. Veamos más datos.


De Charles Spearman a la teoría de la maldad humana


Hace más de 100 años que el psicólogo Charles Spearman dio un avance esencial en la comprensión de la inteligencia humana. Así, y según este enfoque conocido como la teoría bifactorial, cada uno de nosotros disponemos de lo que se conoce como factor G, entendido como esa inteligencia general que recoge el conjunto de nuestras habilidades cognitivas.

No importa qué prueba se nos aplique o qué ejercicio llevemos a cabo, este constructo es la esencia básica del comportamiento inteligente en cualquier situación por particular que sea. Ahora bien, partiendo de esta misma idea, el psicólogo cognitivo Morten Moshagen de la Universidad de Ulm, decidió junto con sus colegas, ir un poco más allá…

Decidieron averiguar si en el campo de la maldad humana, al igual que ocurre con la inteligencia, hay también un factor general presente en cada uno de nosotros. Un factor donde haya personas que puntúen más alto y otras más bajo. Así, tras realizar un detallado y concienzudo estudio con una amplia muestra de 2.500 personas, los resultados fueron significativos. Parece existir, efectivamente, un componente general al que llamaron factor D, conformado por lo que denominaron como 9 rasgos oscuros.

Esos que solo puntúan más alto en personas con comportamiento malvado y agresivo.


El factor D y la maldad humana




El factor D define la tendencia psicológica a situar los propios intereses, deseos o motivaciones personales por encima de cualquier otro aspecto, ya sean personas o cualquier otro tipo de circunstancia. Asimismo, encierra a su vez todo ese amplio espectro de comportamientos que integran la maldad humana.

Cabe señalar que, además del estudio llevado a cabo por el equipo de psicólogos antes señalado de las universidades de Copenhagen, se llevaron a cabo cuatro análisis más para respaldar o no la fiabilidad y validez de factor D. En todos ellos quedó demostrada su utilidad a la hora de medir el grado de oscuridad en cada uno de nosotros.

A nuestro alcance tenemos por tanto otro recurso para medir la maldad humana que se puede complementar también con la escala de Michael Stone, esa conocida herramienta donde medir los 22 grados del mal en el comportamiento de las personas. Veamos, no obstante, esos 9 factores que determinan el factor D.


Los 9 rasgos oscuros del factor D


  1. Egoísmo. Entendido como la preocupación excesiva por los propios intereses.
  2. El maquiavelismo. Define a la persona con comportamientos manipulativos, frialdad emocional y mentalidad estratégica en busca de intereses propios.
  3. Ausencia de ética y sentido moral. 
  4. Narcisismo. Hace referencia a la admiración excesiva por la propia persona y búsqueda continuada del propio beneficio.
  5. Derecho psicológico. Hace referencia a la convicción por la cual una persona se siente merecedora de más derechos y concesiones que los demás.
  6. Psicopatía. Déficit afectivo, baja empatía, insensibilidad, tendencia a la mentira, impulsividad.
  7. Sadismo. Comportamientos donde no se duda en infligir dolor a los demás mediante cualquier tipo de agresión, ya sea sexual o psicológico. Estos actos, además, les genera placer y sensación de dominio.
  8. Interés social y material. Búsqueda constante de ganancias, ya sean refuerzos sociales, objetos materiales, reconocimiento, éxito..
  9. Malevolencia. Preferencia por hacer el mal, ya sea mediante la agresión, el abuso, el robo, la humillación…


Ingo Zettler, coautor de esta investigación, señala que el factor D puede entenderse como esa personalidad oscura donde quedan integrados gran parte de estos rasgos. Así, el hecho que más caracteriza a la maldad humana es que no solo busca en todo momento el propio beneficio sin tener en cuenta los derechos de los demás.

Las personas caracterizadas por este factor, encuentran además justificación en sus propios actos. Como vemos, todas estas ideas dejan a un lado las posibles explicaciones neurobiológicas y sociales que pueden determinar estos actos. Por tanto, se trataría de una valiosa herramienta psicológica para identificar y medir la maldad.

No obstante y para terminar, vale la pena recordar aquí una cita de Fyodor Dostoevsky:


"Nada es más fácil que identificar la figura del malvado, pero nada es más difícil que llegar a entenderlo"


Fuente - Texto tomado de LAMENTEESMARAVILLOSA.COM: