María y Josécuidaban a Jesús, se esforzaban y trabajaban para que nada le faltara, tal como lo hacen todos los buenos padres por sus hijos.
José era carpintero, Jesús le ayudaba en sus trabajos, ya que después lo reconocen como el "hijo del carpintero". María se dedicaba a cuidar que no faltara nada en la casa de Nazareth. Tal como era la costumbre en aquella época, los hijos ayudaban a sus mamás moliendo el trigo y acarreando agua del pozo y a sus papás en su trabajo. Podemos suponer que en el caso de Jesús no era diferente. Jesús aprendió a trabajar y a ayudar a su familia con generosidad. Él siendo Todopoderoso, obedecía a sus padres humanos, confiaba en ellos, los ayudaba y los quería.
¡Qué enseñanza nos da Jesús, quien hubiera podido reinar en el más suntuoso palacio de Jerusalén siendo obedecido por todos! Él, en cambio, rechazó todo ésto para esconderse del mundo obedeciendo fielmente a María y a José, y dedicándose a los más humildes trabajos diarios, el taller de San José y en la casa de Nazareth.
Las familias de hoy, deben seguir este ejemplo tan hermoso que nos dejó Jesús tratando de imitar las virtudes que vivía la Sagrada Familia: sencillez, bondad, humildad, caridad, laboriosidad, etc. La familia debe ser una escuela de virtudes. Es el lugar donde crecen los hijos, donde se forman los cimientos de su personalidad para el resto de su vida y donde se aprende a ser un buen cristiano. Es en la familia donde se formará la personalidad, inteligencia y voluntad del niño. Esta es una labor hermosa y delicada. Enseñar a los niños el camino hacia Dios, llevar estas almas al cielo. Ésto se hace con amor y cariño.
"La familia es la primera comunidad de vida y amor, el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios" (San Juan Pablo II - Encuentro con las familias en Chihuahua 1990)
El Papa San Juan Pablo II en su carta a las familias nos dice que es necesario que los esposos orienten, desde el principio, su corazón y sus pensamientos hacia Dios, para que su paternidad y maternidad, encuentre en Él la fuerza para renovarse continuamente en el amor. Así como Jesús creció en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, en nuestras familias debe suceder lo mismo. Ésto significa que los niños deben aprender a ser amables y respetuosos con todos, ser estudiosos, obedecer a sus padres, confiar en ellos, ayudarlos y quererlos, orar por ellos, y todo ésto en familia.
En medio de una fuerte crisis en torno a la integridad de la familia. Dios Amor nos brinda nuevamente el modelo pleno de amor familiar al presentarnos a Jesús, María y José. La Sagrada Familia nos habla de todo aquello que cada familia anhela auténtica y profundamente, puesto que desde la intensa comunión hay una total entrega amorosa por parte de cada miembro de la familia santa, elevando cada acto generoso hacia Dios, como el aroma del incienso para darle gloria. Por ello, a la luz de la Sagrada Escritura, veamos algunos rasgos importantes de San José, Santa María y el Niño Jesús:
San José
Es el jefe de la familia y actúa siempre como Dios le manda, muchas veces sin comprender el por qué de lo que Dios le pide, pero teniendo fe y confianza en Él. "Al despertarse, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa" (Mt. 1, 24-25). Cuando se entera que María estaba embarazada piensa en abandonarla, porque la quería mucho y no deseaba denunciarla públicamente (como era la costumbre de la época), pero el Ángel de Dios se le apareció en sueños y le dijo que lo que había sido engendrado en el vientre de María, era obra del Espíritu Santo y que no temiera en recibirla. "Ella dio a luz un Hijo, y él le puso el nombre de Jesús" (Mt. 1, 25). Cuando nace el Niño, él le pone el nombre de Jesús, como el Ángel le había dicho. Luego, cuando Herodes tenía intenciones de matar al Niño Jesús y ante otro aviso del Ángel del Señor, José toma a su familia y marcha hacia Egipto. Por último, con la muerte de Herodes y ante un nuevo aviso del Ángel de Dios, lleva a su familia a instalarse en Nazareth. San José, Casto Esposo de Santa María, acoge a Jesús en su corazón paternal, educándolo, cuidándolo, amándolo como si fuere hijo suyo. El Niño Jesús aprende de su "santo padre adoptivo" muchas cosas, entre éstas, el oficio de carpintero.
LaSantísima Virgen María
Desde el momento de la Anunciación, María es el modelo de entrega a Dios. "He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según Tu Palabra" (Lc. 1, 38). En la Anunciación, María responde con un SÍ rotundo desde una libertad poseída, poniéndose en las manos de Dios. En Santa María vemos una continua vivencia de la dinámica de la alegría-dolor: criando, educando, siguiendo de cerca a su Hijo Jesús mostrándole en todo momento un auténtico amor maternal. "Su madre conservaba estas cosas en su corazón" (Lc. 2, 52). Ella fue vislumbrando lentamente el misterio trascendente de la Vida de Jesús, manteniéndose fielmente unida a Él.
El Niño Jesús
Desde niño, demuestra que es el Hijo de Dios y que cumple fielmente lo que su Padre le manda. "Vivía sujeto a ellos" (Lc. 2, 51). Como niño, Él obedecía a su madre y a su padre adoptivo, y permanecía siempre junto a ellos, María y José fueron sus primeros educadores. "El Niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la Gracia de Dios estaba con Él" (Lc. 2, 40).
Jesús aprende el oficio de carpintero de su padre adoptivo José. "¿No sabían que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?" (Lc. 2, 49). Cuando Jesús se queda en el Templo, a los doce años, se puede pensar que desobedece a sus padres y que eso está mal. No es así, Jesús demuestra en este hecho su plena independencia con respecto a todo vínculo humano, cuando está de por medio el Plan de su Padre y la Misión que Él le ha encomendado.
Oración
"Oremos hoy por todas las familias del mundo para que logren responder a su vocación tal y como respondió la Sagrada Familia de Nazareth. Oremos especialmente por las familias que sufren, pasan por muchas dificultades o se ven amenazadas en su indisolubilidad y en el gran servicio al amor y a la vida para el que Dios las eligió" (San Juan Pablo II).
"Oh Jesús, acoge con bondad a nuestra familia que ahora se entrega y consagra a Ti, protégela, guárdala e infunde en ella tu paz para poder llegar a gozar todos de la felicidad eterna".
"Oh María, Madre amorosa de Jesús y Madre nuestra, te pedimos que intercedas por nosotros, para que nunca falte el amor, la comprensión y el perdón entre nosotros y obtengamos su gracia y bendiciones".
"Oh San José, ayúdanos con nuestras oraciones en todas nuestras necesidades espirituales y temporales, a fin de que podamos agradar eternamente a Jesús".
Amén
Oración a la Familia
por San Juan Pablo II
Oh Dios, de quien procede toda paternidad
en el cielo y en la tierra,
Padre, que eres Amor y Vida,
haz que cada familia humana
sobre la tierra se convierta,
por medio de Tu Hijo, Jesucristo,
"nacido de Mujer", y del Espíritu Santo,
fuente de caridad divina,
en verdadero santuario de la vida
y del amor para las generaciones
porque siempre se renuevan.
Haz que tu Gracia guíe a los pensamientos
y las obras de los esposos hacia el bien
de sus familias y de todas las familias del mundo.
Haz que las jóvenes generaciones encuentren
en la familia un fuerte apoyo
para su humanidad y su crecimiento
en la verdad y en el amor.
Haz que el amor, corroborado por la gracia
del sacramento del matrimonio,
se demuestre más fuerte que cualquier
debilidad y cualquier crisis,
por las que a veces pasan nuestras familias.
Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión
de la Sagrada Familia de Nazareth,
que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión
en la familia y por medio de la familia.
Tú, que eres la Vida, la Verdad y el Amor,
en la Unidad del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Oración a la Sagrada Familia de Nazareth
Sagrada Familia de Nazaret:
enséñanos el recogimiento,
la interioridad;
danos la disposición de escuchar
las buenas inspiraciones
y las palabras de los verdaderos maestros.
Enséñanos la necesidad del trabajo de reparación, del estudio, de la vida interior personal,
de la oración, que sólo Dios ve en lo secreto; enséñanos lo que es la familia, su comunión de amor,
Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí.
La muerte se acerca
Cada día que pasa estoy más cerca de ella. Es necio no querer pensar esto. Muchos de los que murieron el año pasado se creían que iban a seguir vivos en éste, pero se equivocaron. Puede que este año sea el último de nuestra vida. No es probable, pero sí posible. Debo tenerlo en cuenta. En ese momento trascendental, ¿qué querré haber hecho? ¿Qué NO querré haber hecho? Conviene hacer ahora lo que entonces me alegraré de haber hecho, y no lo que me pesará haber hecho.
La eternidad nos espera
Nos preocupamos mucho de lo terrenal que va a durar muy poco. Nos preocupamos de la salud, del dinero, del éxito, de nuestra imagen, etc. Todo esto es transitorio. Lo único que va a perdurar es lo espiritual. El cuerpo se lo van a comer los gusanos. Lo único que va a quedar de nosotros es el alma espiritual e inmortal.
Con la muerte no termina la vida del hombre: se transforma, como dice el Prefacio de Difuntos. Palabras de Santo Tomás Moro sobre la morada en el cambio de destino.
Los que niegan la vida eterna es porque no les conviene. Pero negarla no es destruirla. La verdad es lo que Dios nos ha revelado.
Hoy es el momento
de hacer balance
No sólo económico, sino también espiritual y moral.
Hagamos examen del año que termina.
Sin duda que habrá páginas maravillosas, que besaremos con alegría.
Pero también puede haber páginas negras que desearíamos arrancar. Pero eso ya no es posible. Lo escrito, escrito está.
Hoy abrimos un libro nuevo que tiene todas las páginas en blanco. ¿Qué vamos a escribir en él?
Que al finalizar este año que hoy comienza, podamos besar con alegría cada una de sus páginas.
Que no haya páginas negras que deseemos arrancar.
Puede que en ese libro haya cosas desagradables que no dependen de nosotros.
Lo importante es que todo lo que dependa de nosotros sea bueno.
Pidamos a Dios que dirija nuestra mano para que a fin de año podamos besar con alegría todo lo que hemos escrito.
También es el momento de examinar todas las ocasiones perdidas de hacer el bien.
Ocasiones irrecuperables. Pueden venir otras; pero las perdidas, no se recuperarán.
Finalmente, demos gracias a Dios de todo lo bueno recibido en el año que termina.
De la paciencia que Dios ha tenido con nosotros.
Y de su gran misericordia.
Autor: P. Jorge Loring SJ
¿Qué me traerá
el año que comienza?
¡Lo que Tú quieras, Señor!
Balance de fin de año
En fin de año se reúnen las familias cristianas, para despedir juntos el año que termina y recibir el que empieza. Es una oportunidad para hacer un balance de nuestra vida y reflexionar en lo que hemos hecho y lo que dejamos de hacer.
Debemos ir a la Iglesia a dar gracias a Dios por el año que termina y pedir ayuda para el año que comienza.
En familia, se puede conversar acerca de cómo ha sido el año para cada uno y los propósitos que se tienen para el próximo.
Algunas pautas para reflexionar:
¿Qué cosas buenas he hecho este año para mí?
¿Qué obras buenas he hecho por los demás?
¿Con qué no cumplí de la mejor manera?
¿Cómo puedo mejorar mi vida?
¿Cuánto aumentó mi amor a Dios y a la Iglesia?
¿Cómo he cumplido con mi vocación (como hijo de familia, como padre o madre de familia, como esposo, como cristiano?
¿Qué propósitos tengo para el siguiente año?
Sugerencias para despedir
el año viejo:
Hoy terminas de escribir
un capítulo más de la
historia de tu vida
Cuando naciste, este libro era todo tuyo. Te lo puso Dios en tus manos. Podías escribir en él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, una aventura, una blasfemia, o una oración. Podías… ahora ya no puedes, ya no es tuyo, ya lo has escrito, ahora es de Dios. Te lo va a leer Dios, en el día mismo en que te mueras, con todos sus detalles. Ya no puedes corregirlo, ha pasado al dominio de la eternidad.
Piensa unos momentos en esta noche... Toma tu libro y hojéalo despacio. Deja pasar sus páginas entre tus manos y entre tu conciencia. ¡Ten el gusto de leerlo a ti mismo!
Lee todo. Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo, no te olvides de que uno de tus mejores maestros, si tienes la conciencia bien formada, eres tú mismo.
Lee también aquellas páginas que nunca quisieras haberlas escrito. ¡No!... ¡no intentes arrancarlas!, es inútil. Ten valor para leerlas. Son tuyas.
No puedes arrancarlas… pero puedes anularlas cuando escribas las páginas siguientes. Si lo haces así, seguramente Dios las pasará de corrido cuando lea tu libro en tu último día.
Lee tu libro esta noche... Hay en él trozos enteros de ti mismo.
Es un drama apasionante en el cual, el primer personaje eres tú: Tú en escena con Dios, con los hombres, con la vida. Tú lo has escrito con el instrumento asombroso de tu libertad sobre la superficie inmensa y movediza del mundo.
Es un libro misterioso que en su mayor parte, la más interesante, no puede leerlo nadie más que tú y Dios.
Esta noche, cuando hayas terminado de leerlo… si te dan ganas de besarlo, bésalo.
Si te dan ganas de llorar, llora fuerte sobre tu libro viejo, pero sobre todo… reza sobre tu libro viejo. Tómalo entre tus manos, levántalo hacia el cielo y dile a Dios sólo dos palabras: “gracias” y “perdón”.
Después, dáselo a Cristo, no importa… así como esté, aunque tenga páginas negras… nunca olvides que Cristo sabe perdonar.
Esta noche, Dios te entregará un libro nuevo. Es todo tuyo. Puedes escribir en él lo que quieras. Escribe el nombre de Jesús en la primera página. Después pídele que no te deje escribir a ti solo. Pídele que te lleve siempre de la mano y del corazón.
Oración de agradecimiento
¡Gracias, Señor, por todo lo que
en este año me diste!
¡Gracias por los días de sol
y los nublados tristes!
¡Gracias por las noches tranquilas
y por las inquietas horas obscuras!
¡Gracias por la salud y la enfermedad,
por las penas y las alegrías!
¡Gracias por todo lo que me prestaste
y después me pediste!
¡Gracias por la sonrisa amable
y la mano amiga, por el amor
y todo lo hermoso y dulce!
¡Por las flores y las estrellas
y la existencia de los niños
y de las almas buenas!
¡Gracias por la soledad, por el trabajo,
por las dificultades y las lágrimas,
por todo lo que me acercó
a Ti más íntimamente!
¡Gracias por tu presencia
en el Sagrario y la gracia
de tus Sacramentos!
¡Por haberme dejado vivir,
gracias Señor!
¿Qué me traerá
el año que comienza?
¡Lo que Tú quieras, Señor!
Te pido fe para mirarte en todo;
esperanza para no desfallecer;
caridad perfecta en todo
lo que haga, piense y quiera.
Dame paciencia y humildad.
Dame desprendimiento y un
olvido total de mí mismo.
Dame, Señor, lo que Tú sabes
me conviene y yo no sé pedir:
suficientes pruebas que me
mantengan fuerte,
suficientes tristezas
que me mantengan humano,
suficientes fracasos que me
mantengan humilde,
suficiente determinación
para hacer cada día
mucho mejor que ayer.
¡Que pueda yo amarte
cada vez más y hacerte amar
por los que me rodean!
¡Derrama, Señor,
tus gracias sobre mí
y todos los que quiero,
para que en este año
que empieza,
tengamos siempre
el corazón alerta,
el oído atento,
las manos y la mente activas
y el pie dispuesto
para extender tu Reino!
Recemos el Santo Rosario para agradecer a Dios, por todos sus regalos en el año que terminamos, y para esperar Su Santa Voluntad para nosotros, en el nuevo año que comenzamos: