jueves, 8 de diciembre de 2022

San Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548) - Vidente de la Virgen de Guadalupe - Fiesta Diciembre 9


San Juan Diego Cuauhtlatoatzin
(1474 - 1548)


Su historia


A San Juan Diego, que en 1990 Vuestra Santidad llamó "el confidente de la dulce Señora del Tepeyac" (L'Osservatore Romano, 7-8 maggio 1990, p. 5), según una tradición bien documentada nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba "Águila que habla", o "El que habla con un águila".

Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los PP. Franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa María Lucía. Celebrado el matrimonio cristiano, vivió castamente hasta la muerte de su esposa, fallecida en 1529. Hombre de fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del catecismo.

El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, que se le presentó como "la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios". La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo capitalino el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la idea, la Virgen le pidió que insistiese. Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio.




El 12 de diciembre, martes, mientras el Santo se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su "tilma" y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el Obispo el Santo abrió su "tilma" y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.

El Santo, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la "Señora del Cielo". Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en este grandioso templo, símbolo elocuente de la devoción mariana de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe.






En espíritu de pobreza y de vida humilde Juan Diego recorrió el camino de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la oración, a la contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad eclesiástica, tres veces por semana recibía la Santísima Eucaristía.

En la homilía que Vuestra Santidad pronunció el 6 de mayo de 1990 en este Santuario, indicó cómo "las noticias que de él nos han llegado elogian sus virtudes cristianas: su fe simple (...), su confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y su pobreza evangélica. Llevando una vida de eremita, aquí cerca de Tepeyac, fue ejemplo de humildad" (Ibídem).

Juan Diego, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima entre sus contemporáneos que éstos acostumbraban decir a sus hijos: "Que Dios os haga como Juan Diego".

Circundado de una sólida fama de santidad, murió en 1548.

Juan Pablo II proclamará públicamente la santidad de Juan Diego en una solemne Misa de Canonización en la Basílica de la Virgen de Guadalupe en México el 31 de julio de 2002. Su fiesta la fijó el mismo Santo Padre el 9 de diciembre porque ése "fue el día en que vio el Paraíso" (día de la primera aparición).




Oración a San Juan Diego


San Juan Diego, estrella maravillosa de Dios.
Santidad comprobada desde tu nacimiento,
modelo insigne de humildad y pureza,
rectitud y sencillez marcaron tu vida.

La inocencia fue tu estandarte,
y tanta y tan bella es tu alma
que la más blanca y celestial Doncella,
nuestra Madre siempre Santa te escogió
para dar al mundo Su hermosísima Imagen.

Hoy te suplico me concedas
por su intercesión de Jesucristo Nuestro Señor
la gracia de la santidad para mí
y para toda mi familia la raza humana.

Ruega por nosotros San Juan Diego
para que seamos sanados,
salvados y liberados del maligno
y de todas sus amenazas y persecuciones,
para que seamos programados
por el Espíritu Santo, y alcancemos
salud del alma, de la mente y del cuerpo,
progreso material y espiritual;
y que al final de esta vida seamos dignos
por tu intercesión de la Patria Celestial.
Amén.

San Juan Diego intercede por nosotros.
Santa María de Guadalupe
ruega al Señor Jesús por nosotros.


3 Credos a Nuestra Señora de Guadalupe
en honor y por todas las
intenciones de San Juan Diego


Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Fuente - Texto tomado de EWTN (Biografía del Vaticano):
http://www.ewtn.com/spanish/saints/Santos/Juan_Diego_biograf%C3%ADa.htm

La desconocida historia de la columna que en Roma honra al dogma de la Inmaculada

  



Actualizado 6 diciembre de 2019 


En 1777, durante el reforzamiento de los cimientos de un edificio donado por Pío VI a las monjas benedictinas de S. María de Campomarzio, salió a la luz una columna de mármol de gran tamaño: tenía 11,85 metros de altura y 1,45 metros de diámetro. Aunque el Papa ordenó inmediatamente su extracción, tuvo que esperar casi un año antes de que se iniciaran los trabajos para poder sacarla. Las dificultades eran muchas y había que prepararlo todo con cuidado. Se armaron ocho cabrestantes, cada uno de los cuales fue manejado por 16 personas. 

El 21 de mayo de 1778 la columna fue finalmente extraída. Sin embargo, su destino no fue inmediato porque, aunque había muchos proyectos para su reutilización, ninguno parecía viable. Así que la columna permaneció durante 77 años junto al Palacio de Montecitorio, donde había sido transportada. 

Esto nos lleva hasta el 8 de diciembre de 1854 cuando el Papa Pío IX proclama solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción, con la Constitución Apostólica Ineffabilis Deus, expresando el deseo de erigir en Roma un monumento que recordara el acontecimiento a las generaciones futuras.




"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..." 


Esta fue, por lo tanto, una buena oportunidad para reutilizar la columna romana y fue el propio Papa quien indicó la Piazza di Spagna como el lugar más adecuado. Las obras fueron financiadas por Fernando II, Rey de las Dos Sicilias, como acto simbólico de reconciliación con la Iglesia y confiadas al arquitecto Luigi Poletti. La colocación de la primera piedra tuvo lugar el 6 de mayo de 1855, con la bendición del Cardenal Giacomo Filippo Franzoni, Prefecto de Propaganda Fide. 

La columna se limpió primero y luego se llevó de Piazza Montecitorio a Piazza di Spagna utilizando rodillos y el trabajo de varios prisioneros. Pero no fue el único mármol que llegó al lugar: se necesitaron 400 metros cúbicos de travertino sólo para los cimientos y la base, por no hablar de las estatuas y los bajorrelieves que ayudaron a decorarla. 

En la noche del 18 de diciembre de 1856, todo estaba listo para la compleja fase de la elevación, en la que participaron 200 bomberos. El 5 de agosto de 1857, los bomberos también colocaron sobre la columna la estatua de bronce de la Virgen, la Inmaculada Concepción, obra de Giuseppe Obici. 




La solemne inauguración del monumento tuvo lugar el 8 de septiembre de 1857 en presencia de Pío IX y para la ocasión, en la fachada del Palacio de la Embajada de España, el arquitecto Antonio Sarti hizo instalar un balcón artificial sobre enormes columnas, destinado a albergar al Papa para el rito de inauguración y bendición. 

En la base del monumento se encuentran las estatuas de cuatro profetas que hablaron de la Virgen: Moisés esculpido por Ignacio Iacometti; Isaías, esculpido por Salvatore Revelli da Taggia; Ezequiel, esculpido por Carlo Chelli de Carrara; David, esculpido por Adam Tadolini de Bolonia. Los bajorrelieves de la base, en cambio, representan la Anunciación de Francesco Gianfredi, el Sueño de José de Nicola Cantalamessa Papotti, la Coronación de Giovanni Maria Benzoni y la Promulgación del Dogma de la Inmaculada de Pietro Galli. 

Un tercio de la altura de la columna está envuelta en una rejilla de bronce y en la parte superior, sobre el capitel, un cilindro de mármol lleva los símbolos de los cuatro evangelistas. A su vez, sostienen el globo terráqueo y la luna sobre la que se alza la estatua de la Inmaculada Concepción, de 4 metros de altura y 70 quintales de peso. En otro tiempo había también 16 pequeñas columnas de diferentes mármoles, unidas con varillas de hierro, para proteger el monumento en la base, pero el tráfico y las necesidades de espacio obligaron a retirarlo. 

Pío XII fue el primero en llevar flores con ocasión de la solemnidad mariana del 8 de diciembre de 1953, día de la apertura del Año Mariano, yendo a depositarlas personalmente a la Piazza di Spagna; después de él, es una costumbre que aún perdura, San Juan XXIIISan Pablo VISan Juan Pablo II, y Benedicto XVI continuó dando vida a esta tradición tan querida por el pueblo romano y los fieles de toda la Iglesia.


Fuente - Texto tomado de PORTALUZ.ORG:
https://www.portaluz.org/la-desconocida-historia-de-la-columna-que-en-roma-honra-al-3571.htm