viernes, 2 de diciembre de 2022

San Francisco Javier - Misionero - Año 1552 - Fiesta Diciembre 3

 



Francisco nació cerca de Pamplona (España) en el castillo de Javier, en el año 1506. Fue enviado a estudiar a la Universidad de París, y allá se encontró con San Ignacio de Loyola, el cual se le hizo muy amigo y empezó a repetirle la famosa frase de Jesucristo:




"¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?"


Este pensamiento lo fue liberando de sus ambiciones mundanas y de sus deseos de orgullo y vanidad, y lo fue encaminando hacia la vida espiritual. Aquí se cumplió a la letra la frase del Libro del Eclesiástico:




"Encontrar un buen amigo es como encontrarse un gran tesoro"


La amistad con San Ignacio transformó por completo a Javier. Francisco fue uno de los siete primeros religiosos con los cuales San Ignacio fundó la Compañía de Jesús o Comunidad de Padres Jesuitas. Ordenado sacerdote colaboró con San Ignacio y sus compañeros en enseñar catecismo y predicar en Roma y otras ciudades. El Sumo Pontífice pidió a San Ignacio que enviara algunos jesuitas a misionar en la India. Fueron destinados otros dos, pero la enfermedad les impidió marchar, y entonces el santo le pidió a Javier que se quisiera embarcar para tan remotas tierras. Él obedeció inmediatamente y emprendió el larguísimo viaje por el mar. En el barco aprovechó esas interminables semanas, para catequizar lo más posible a los marineros y viajeros.


San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier


Con San Javier empezaron las misiones de los jesuitas. Son impresionantes las distancias que Francisco Javier recorrió en la India, Indostán, Japón y otras naciones. A pie, solamente con el libro de oraciones, como único equipaje, enseñando, atendiendo enfermos, obrando curaciones admirables, bautizando gentes por centenares y millares, aprendiendo idiomas extraños, parecía no sentir cansancio. Por las noches, después de pasar todo el día evangelizando y atendiendo a cuanta persona le pedía su ayuda, llegaba junto al altar y de rodillas encomendaba a Dios la salvación de esas almas que le había encomendado. Si el sueño lo rendía, se acostaba un rato en el suelo junto al sagrario, y después de dormir unas horas, seguía su oración. De vez en cuando exclamaba:


"Basta Señor: si me mandas tantos consuelos me vas a hacer morir de amor"


Con razón su palabra tenía efectos fulminantes para convertir. Era que llegaba precedida de muchas oraciones y acompañada de costosos sacrificios. Algunas noches no era capaz de levantar su mano derecha. Tan cansada estaba de tanto bautizar a los que se habían convertido con sus predicaciones. La gente lo consideraba un verdadero santo y le llevaban sus enfermos para que los bendijera. Cuando se conseguían curaciones milagrosas, él consideraba que ésto se debía a otras causas y no a su santidad, o a su poder de intercesión. Desde 1510 Goa era una ciudad portuguesa en la India. Y allá puso su centro de evangelización nuestro santo (en esa ciudad se conservan ahora sus restos). Empezó a ganarse la buena voluntad de las gentes con su gran amabilidad, a uno de sus compañeros le escribía:




"Hágase amar y así logrará influir en ellos. Si emplea la amabilidad y el buen trato verá que consigue efectos admirables"


Estableció clases de catecismo para niños y adultos. Popularizó la costumbre de confesarse y comulgar. Enseñaba la religión por medio de hermosos cantos que los fieles repetían con verdadero gusto. Por 13 veces consecutivas hizo larguísimos viajes por la nación enseñando la religión cristiana a esos paganos, que nunca habían oído hablar de ella. Francisco se esmeraba por asemejarse lo más posible a la vida pobre de las gentes que le escuchaban. Visitó muchas islas y en cada una de ellas enseñó la religión cristiana. Sus viajes eran penosos y sumamente duros, pero escribía:




"En medio de todas estas penalidades e incomodidades, siento una alegría tan grande y un gozo tan intenso que los consuelos recibidos no me dejan sentir el efecto de las duras condiciones materiales y de la guerra que me hacen los enemigos de la religión"


Podría repetir la frase de San Pablo:


"Sobreabundo en gozo en medio de mis tribulaciones"


Su gran anhelo era poder misionar y convertir a la gran nación china. Pero allá estaba prohibida la entrada a los blancos de Europa. Al fin consiguió que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 100 km. de Hong-Kong, pero allí lo dejaron abandonado, y se enfermó y consumido por la fiebre, en un rancho tan maltrecho, que el viento entraba por todas partes, murió el 3 de diciembre de 1552, pronunciando el nombre de Jesús. Tenía sólo 46 años. Cuando más tarde quisieron llevar sus restos a Goa, encontraron su cuerpo incorrupto (y así se conserva). Francisco Javier fue declarado santo por el Sumo Pontífice en 1622 (junto con Santa TeresaSan IgnacioSan Felipe Neri y San Isidro).

El Papa Pío X nombró a San Francisco Javier como Patrono de todos los Misioneros, porque fue sin duda uno de los misioneros más grandes que han existido. Ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones". La oración del día de su fiesta dice así:


"Señor, tú has querido
que varias naciones
llegaran al conocimiento de la
verdadera religión por medio de la
predicación de San Francisco Javier"


Ésto es un gran elogio. Empezó a ser misionero a los 35 años y murió de sólo 46. En 11 años recorrió la India (país inmenso), el Japón y varios países más. Su deseo de ir a Japón era tan grande que exclamaba:


"Si no consigo barco, iré nadando"


Fue un verdadero héroe misional.


Francisco Javier:
maravilloso misionero,
pídele a Dios que conceda
un espíritu como el tuyo
a todos los misioneros del mundo.

Piensa en el final de tu vida y
evitarás muchos pecados
(S. Biblia Ecl. 7, 36)


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Germán el Sabio - Un santo discapacitado despreciado por la humanidad pero amado por Dios y la Virgen María

 



El pequeño monstruo que se convirtió en Germán el Sabio,
por Fabrice Hadjadj


Por INFOVATICANA | 27 de Noviembre de 2021


¿Quién habría imaginado que las incomprensibles palabras de Hermannus Contractus serían escuchadas por papas y emperadores?

(Tempi)- Hoy en día no le dejarían nacer, ya sea por compasión forzada, ya sea porque una flor que no está destinada a abrirse no debe convertirse en un capullo. Dirían que su cuerpo expresa el rechazo al nacimiento. Con sus piernecitas plegadas como las de una rana, sus bracitos retraídos como alas de pollo, se encoge como si, fuera del vientre de su madre, quisiera conservar la posición fetal. «¿Por qué me dejaste salir?», acusa en silencio. «¡Mírame! Fui hecho para ser concebido en una calavera, similar a una idea que muere sin convertirse en algo en el mundo, similar a los proyectos que pasan como sueños…». Pero ocurre que la propia pesadilla se convierte en una feliz realidad. Aquí está, un montón de carne tirada en el establo de un monasterio en el lago de Constanza. Tiene quizás cuarenta años. Hace el gesto acordado para que el hermano Bertoldo lo lleve a su celda como si fuera un bebé. Ha escuchado en su interior las primeras palabras y notas de un cántico a la Virgen. Las dictará a través de la masa de una boca que forma más saliva que sílabas.

En el siglo XI no existían las ecografías, ese gravoso conocimiento de nuestro tiempo por el que pretendemos ver en el vientre de las madres como en una bola de cristal. El 18 de julio del año de gracia de 1013, cuando Hiltrude de Alsthausen dio a luz podía esperar cualquier cosa, incluso su propia muerte. Pero no se esperaba esta bolita morada con los muslos tan apretados que pasa un rato antes de que la comadrona declare con voz todavía vacilante: «Es un niño…».

Pronto se da cuenta de que nunca podrá caminar. A decir verdad, nunca será capaz de sentarse. Y sus labios crispados ante su primer grito emitirán sonidos que un oído poco atento tomará por gemidos a medio camino entre el bramido de un ciervo y el gruñido de un cerdo. Su madre no duda en sentirse unida a él. Aunque parece carecer de fuerza, ella le da el nombre de Hermann, que significa «el hombre fuerte». Su padre, el señor suabo Wolfrad, decide confiarlo a los monjes de Reichenau. Lo acogieron como un hombre pobre y, al mismo tiempo, como el hijo de un hombre rico. Es dura esta ley de Dios que obliga a reconocer a un hermano en semejante deshecho, es dura, pero se consuelan con el hecho de que Wolfrad paga por él una rica pensión. Nadie se imagina que el deshecho pronto demostrará ser una rara perla. ¿Quién iba a imaginar que Hermannus Contractus, Hermann el Contrahecho (o el Cojo) sería también llamado Germán el Sabio, y que tanto el papa León IX como el emperador Enrique III acudirían a él en busca de consejo?

«Sus miembros estaban tan rígidos», escribe Bertoldo, «que no podía moverse sin ayuda, ni siquiera ponerse de lado. Aunque su lengua estaba paralizada y solo era capaz de pronunciar palabras inconexas y apenas inteligibles, era, para sus alumnos, un maestro inspirado y entusiasta». Su sabiduría debió de ser profunda y gozosa para que tanta gente compitiera en la interpretación de la efervescencia de sus babas.

Como en el cuento, la rana se transformó en príncipe; pero a diferencia de él, conservó la apariencia de rana. Hermann es el inventor de un astrolabio, una calculadora, numerosos relojes y varios instrumentos de cuerda. En la biblioteca hay un tratado suyo sobre geometría, otro sobre los vicios (que Bertoldo define como jucundulus, es decir, «jovial»), y un tercero sobre música, ya que, silbando el «la» y batiendo el ritmo con el dedo meñique, es un gran maestro de coro. También está su Chronicon, una historia desde el nacimiento de Cristo hasta la época de Hermann, porque al fin y al cabo cada uno de nosotros constituye el final último del tiempo. Todos los hechos del pasado han confluido para que seamos nosotros, los encargados del presente, responsables de todo lo padecido y celebrado para llevarlo al día más allá de los días.

Por último, y lo más importante, Hermann escribió un epitafio para su madre, la que dio a luz al monstruo, y compuso la Salve Regina, la que dio a luz a Dios. Morirá un año después. Nace en él este canto: Salve Regina, mater misericordiæ… Madre de misericordia. Es casi redundante. «Misericordia» en hebreo se dice rahamim, que significa «entrañas», «vientre». Y la misericordia es para los miserables. Las entrañas de María son para las entrañas de Hiltrude. Poco importaría que el pequeño monstruo se hubiera convertido en un hijo pródigo. Si los labios de Hermann no hubieran sido más elocuentes que dos caracoles que no dejan ningún rastro, aun así el Verbo se haría carne por él y aún así toda la historia confluiría hacia su improbable nacimiento, para que la misericordia vuelva a agarrarnos por las entrañas.


Publicado por Fabrice Hadjadj en Tempi.


Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.


Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM:


Breve biografía


San Hermann Contractus


Fiesta: 25 de septiembre


Nacido el 18 de febrero de 1013 en Altshausen (Suabia), St. Hermann Contractus nació lisiado e incapaz de moverse sin ayuda. Fue una inmensa dificultad para él aprender a leer y escribir, sin embargo persistió y pronto se manifestaron su voluntad de hierro y su notable inteligencia.

Al descubrir la brillantez de la mente de su hijo, su padre, el Conde Wolverad II, lo envió a la edad de siete años a vivir con los monjes benedictinos en la isla de Reichenau al sur de Alemania.

Vivió toda su vida en la isla, tomando sus votos monásticos en 1043.

Estudiantes de todas partes de Europa acudieron en masa al monasterio de la isla para aprender de él, pero era igualmente famoso por sus virtudes monásticas y su santidad.

Hermann hizo una crónica de los primeros mil años del cristianismo, fue matemático, astrónomo y poeta, y también fue el compositor de la Salve Regina y Alma Redemptoris Mater, ambos himnos a la Virgen María. 

Murió en la isla el 21 de septiembre de 1054.




Fuente - Texto tomado de CATHOLICNEWSAGENCY.COM:


Video tomado de YOUTUBE:




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Día Internacional de la Discapacidad - Diciembre 3

 



Día Internacional de las personas con discapacidad

Diciembre 3


Reflexionemos:


Son hijos amados de Dios y nos dan fortaleza para luchar por ellos.

Seamos comprensivos y amables con ellos, nos enseñan mucho más de lo que pensamos.

Como dijo Nick Vujicic:

"El miedo es la más grande discapacidad de todas"

Recordemos las palabras de Jesús:


Lectura del Santo Evangelio
Según San Lucas 12, 1-7




1. Entretanto, habiéndose juntado alrededor de Jesús tanto concurso de gentes que se atropellaban unos a otros, empezó a decir a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.

2. Mas nada es tan oculto que no se haya de manifestar; ni tan secreto que al fin no se sepa.

3. Así es que lo que dijisteis a oscuras, se dirá en la luz del día; y lo que hablasteis al oído en las alcobas, se pregonará sobre los terrados.

4. A vosotros, empero, que sois mis amigos, os digo yo ahora: No tengáis miedo de los que matan al cuerpo, y esto hecho ya no pueden hacer más.

5. Yo quiero mostraros a quien habéis de temer: Temed al que, después de quitar la vida, puede arrojar al infierno, a éste es, os repito, a quien habéis de temer.

6. ¿No es verdad que cinco pajarillos se venden por dos cuartos, y con todo ni uno de ellos es olvidado de Dios?

7. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Por tanto no tenéis que temer que Dios os olvide: más valéis vosotros que muchos pajarillos.


Palabra de Dios
Gloria a Ti, Señor Jesús

Receta para curar la depresión

  



"Mi papá está deprimido". "Mi tía está con depresión". "Mi amigo está con el mismo mal". "Está en tratamiento médico pues sufre de fuerte depresión". “Tengo un colega en tal estado de depresión que hasta intentó suicidarse".

¿Quién no oyó alguna de estas frases en sus círculos familiares o en otros ambientes? Creemos que serán bien pocos.

Ese mal está avanzando con la fuerza de una epidemia. Y va haciendo cada vez más víctimas, sobre todo en los países considerados civilizados. Lo que antes era un “privilegio” de la edad madura, fue poco a poco alcanzando a las nuevas generaciones, para finalmente llegar a la infancia. Amitriptilina, nortriptilina, imipramina, mirtazapina, paroxetina, venlafaxina, sertralina, fluoxetina, clomipramina, entre otros, componen la relación de antidepresivos, a los cuales se debería acrecentar una enorme lista de tranquilizantes que con ellos constituyen el gran arsenal antidepresión. El arsenal crece continuamente… la depresión también. ¿Será que esos medicamentos resuelven el problema? En un cierto número de casos, seguramente, con la ayuda profesional de un médico o un psicólogo o congéneres.

No obstante, cabe aquí una pregunta: ¿Cuál es la causa más profunda de tan grande mal?

La respuesta no es simple. Muchas veces esa enfermedad puede tener raíces genéticas, orgánicas o psicológicas que, una vez diagnosticadas, podrán y deberán tener un tratamiento adecuado. En nuestro entender, la depresión, nube negra que va cubriendo el mundo, tiene como causa, en la casi totalidad de sus víctimas, una inmensa crisis de afecto, que por su vez se origina en el hecho de que Dios viene siendo, paulatina e inexorablemente, expulsado de la Tierra. Donde no hay amor de Dios, no puede haber verdadero amor al prójimo. La falta de afecto mutuo se instaló en las familias, en las escuelas, en los ambientes de trabajo, por todas partes.

En los primeros tiempos de la Iglesia, causaba en los paganos extrema admiración (y sirvió para convertir multitudes) el modo profundamente caritativo como los cristianos se trataban los unos a los otros. Esos paganos exclamaban:


“Ved como ellos se aman” 


Hoy en día, casi se podría sustituir esta frase por otra:


“Ved como ellos se desaman”


El sentirse objeto de afecto, de afecto verdadero (que tiene su fundamento en Dios), es algo absolutamente necesario para el equilibrio del ser humano.

“Está bien”, dirá un deprimido al leer estas líneas, “pero, ¿para solucionar mi problema personal, dónde encuentro el remedio, ahora, ya, en este instante?”




Es necesario amar a Dios, seguir sus Mandamientos, recurrir a su Santísima Madre. Sin embargo, esto no basta. Se requiere creer, en lo más íntimo del alma, con convicción profunda, aunque la sensibilidad nada nos diga, que Dios nos ama, y nos ama con un amor infinito. Es preciso creer de la misma manera, sin ningún asomo de duda, aún en medio de la mayor aridez, que María, la manifestación más sublime de la misericordia divina, nos ama con un amor insondable.

Aunque nadie nos amase (lo que probablemente no es verdadero, pues el afecto, a pesar de todo, aún no ha desaparecido totalmente del mundo), Dios nos ama, María nos ama.




El remedio que proponemos es de uso interno y continuo. Interno, en este caso, quiere decir que debe alcanzar lo más profundo del corazón.

Justificando el título de este artículo, sigue a continuación la receta anunciada.


Receta de uso interno:




Mi Jesús, yo os amo con todas las fuerzas de mi alma, y sé que soy infinitamente amado por Vos. María, mi Madre, yo os amo con todas las fuerzas de mi alma, y sé que soy insondablemente amado por Vos.

Repetir tres veces al día (mañana, tarde y noche), hasta el desaparecimiento de los síntomas.


Vivir en la presencia de Dios


Cuando alguien nos hace una pregunta, intentamos transmitir al máximo lo que sabemos. Entretanto, hay algo que muchas veces nos deja con dudas y con dificultad de explicitar: hablar respecto a Dios. Cuanto más profundizamos sobre el asunto, más interrogaciones surgen.

Recurriendo a las Sagradas Escrituras, donde está contenida toda palabra revelada por el propio Dios, encontramos el episodio de la zarza ardiente en que Dios se revela a Moisés diciendo:




"Yo soy aquel que Soy" (Ex. 3, 4)




Con todo, esta respuesta del propio Dios nos deja pensativos. Apelando a los doctores de la Iglesia, encontramos lo que nos enseña Santo Tomás respecto a esta frase: que Dios siempre fue, es y siempre será.

Entretanto, nuestra naturaleza humana no se contenta solamente con esa explicación e intenta profundizar un poco más. De hecho, cuando tomamos conocimiento que algo existe, sentimos una lógica curiosidad en saber quién es o qué es. Bien sabemos que Dios es un Ser infinito, al cual no conseguimos atribuir ninguna cualidad, y que, para conocerlo, podemos hacerlo de dos formas: una por la vía negativa, o sea, diciendo todo aquello que Él no es, y por la vía de las afirmaciones, atribuyéndole las perfecciones de las criaturas en grado infinito. Y de la posesión de todos los bienes, resultan los atributos de Dios que Santo Tomás expone en la Suma Teológica:


"Se puede demostrar como Dios no es, alejando de Él lo que no le puede convenir, como: ser compuesto, estar en movimiento, etc., así, pregúntese primero sobre la simplicidad de Dios, por la cual se excluye la composición. Como, por ejemplo, en las cosas corporales, las simples son las menos perfectas y forman parte de las otras, se pregunte en segundo, sobre su perfección; en tercero, sobre su infinidad; en cuarto, sobre su inmutabilidad; y en quinto, sobre su unidad"


Estando ahora un poco más empapados en el asunto, detengámonos en uno de sus atributos, que es la inmensidad divina.


Inmensidad de Dios




Uno de los atributos esenciales de Dios es la inmensidad: Dios está realmente presente en todas partes y en todas las cosas, sin que pueda existir lugar o criatura alguna donde no se encuentre a Dios. Es lo que nos dice el Salmista:


"¿Adónde iré para estar lejos de tu espíritu? ¿Adónde huiré de tu presencia? Si yo subo al cielo, allá estás, si desciendo al abismo, ahí te encuentro" (Sl 138,7)


Él está presente en todas partes, sin embargo, no se deja ver en todo lugar; solamente en el Cielo. Apenas en la Visión Beatífica Él se manifiesta cara a cara a los bienaventurados.

Debemos "entender" ese atributo de Dios, como propiamente nos sugiere el nombre inmenso: que abarca todo y contiene en sí todas las cosas. Ningún ser existe ni podrá existir sin que Dios esté íntimamente presente en él por esencia (dando el ser que tiene), por presencia, (permaneciendo siempre ante su divina mirada) y por potencia (sometido enteramente a su divino poder). Él es aquel que por sí solo subsiste y sustenta a los demás.




Nos cabe, entretanto, tomar cuidado y no dejarnos llevar por una idea panteísta, viendo una partícula de Dios en todo lo creado; pero sí, estar conscientes de que es Dios quien todo sustenta.




Realmente, de cara a todas las maravillas de la creación, quedamos deslumbrados con tanto amor, perfección y sabiduría con que todo fue creado. Muchas veces, Dios se sirve de medios aparentemente sin importancia para la salvación del hombre. Recordemos un hecho narrado en una predicación del padre Rainiero Cantalamessa ocurrido con el soldado Aleksander Zacepa, muerto en la Segunda Gran Guerra.




Estando él de noche, dentro de la trinchera, en medio del sonar de las armas bélicas, preparándose para el ataque contra los enemigos, se deparó con un luminoso cielo estrellado. Conmovido con tamaña grandeza y pulcritud, sintió en sí algo que le conmovía, haciéndolo reflexionar sobre aquello que estaba delante de sus ojos. Escribió, entonces, una carta, que fue encontrada en medio del campo de batalla donde estaba este soldado. Estas son las conmovedoras palabras del guerrero:




¡Escucha, oh Dios! En mi vida no hablé ni una sola vez contigo, pero hoy tengo ganas de hacer fiesta. Desde pequeño me dijeron siempre que Tú no existes… Y yo, como un idiota, creí.

Nunca contemplé tus obras, pero esta noche vi, desde el cráter de una granada, el cielo lleno de estrellas y quedé fascinado por su esplendor. En ese instante comprendí qué terrible es el engaño… No sé, oh Dios, si me darás tu mano, pero te digo que Tú me entiendes…

¿No es algo raro que, en medio a un espantoso infierno, la luz se me haya aparecido y yo te haya descubierto a Ti?

No tengo nada más para decir. Me siento feliz, pues te conocí. A la medianoche tenemos que atacar, pero no tengo miedo, Tú nos ves.

¡Dieron la señal! Tengo que ir. ¡Qué bien estaba contigo! Quiero decirte, y Tú lo sabes, que la batalla será dura: tal vez esta noche vaya a golpear tu puerta. ¿Y si hasta ahora no fui tu amigo, cuando llegue, Tú me dejarás entrar?

Pero, ¿qué sucede conmigo? ¿Estoy llorando? Mi Dios, mira lo que me ocurrió. Solo ahora comencé a ver con claridad… Mi Dios, me voy… será difícil regresar. Qué raro, ahora la muerte no me da miedo.




¡Qué gran ejemplo nos dio este soldado! En el último instante de su vida, recibió (por la misericordia de Dios) esa gracia de, contemplando las bellezas creadas, remitirlas a Quien las creó y, en el reflejo de una granada, conoció a Dios y a Él se entregó en el último momento de la vida.

Pasemos para nuestra vida particular y reflexionemos. ¿Cómo vivo yo en la presencia de Dios? De hecho, Mons. João Clá Dias, EP, nos enseña que, a cada momento, debemos estar de tal modo compenetrados en la presencia de Dios que, desde el despertar, hasta el momento de acostarme de noche y hasta incluso en el instante en que me duermo, debo acordarme de que mi sueño a la noche está siendo asistido por Él, y que todo eso está siendo memorizado por Dios.

De ese modo, debo hacer un examen de consciencia y analizar mi vida. ¿Cuándo peco, es porque juzgo muchas veces al estar a solas? ¿El demonio me lleva a pecar, a ofender a Dios, porque no vivo constantemente en la presencia de Dios? ¿Me olvido que Dios es Todopoderoso e Inmenso, y está en todas partes?




Pidamos a la Virgen Santísima y a nuestros santos intercesores, que nos haga siempre sentir la presencia de Dios en nuestras vidas, compenetrados de que estamos dentro de Él, y que Él ve todo: nuestras intenciones, nuestros deseos, nuestras inspiraciones y nuestros sentimientos.

Reconozcamos su presencia en todo el universo creado, sea en la naturaleza o en las almas por Él creadas y estemos convencidos, también, de que Él todo puede y que, estando en todo lugar, estará siempre dispuesto a ayudarnos a trillar el camino de la perfección.


Fuente - Texto tomado de CABALLEROSDELAVIRGEN.ORG:
http://caballerosdelavirgen.org/articulos/receta-para-curar-depresion/

La conmovedora oración de un soldado soviético convertido antes de morir en la batalla




Un joven soldado ruso escribe durante la guerra


«Me han dicho siempre 
que Tú no existes»


El predicador del Papa, el padre Rainiero Cantalamessa, cuenta el testimonio de un joven soldado ruso, al que cuando murió en la II Guerra Mundial encontraron una preciosa oración en el bolsillo de su chaqueta.

Una de las esencias del comunismo que se ha evidenciado de manera más clara allá donde esta ideología totalitaria se ha puesto en práctica ha sido la de intentar arrancar el alma a la persona, intentar arrebatarle su ser espiritual para que pase a ser únicamente un número, un ente al servicio de los intereses del partido o del estado. China, Corea del Norte o la URSS son algunos ejemplos de ellos.

La URSS fue un claro ejemplo de ello e intentó eliminar la religión y la fe de su pueblo. Su radical programa de ateísmo ha dejado un país muy mermado espiritualmente, con mucha gente que no conoce a Dios y que no encuentra un sentido a su vida. Sin embargo, el comunismo no pudo vencer y son numerosos los ejemplos de conversión en medio de la persecución y de la perseverancia en una fe inquebrantable que ningún partido ni ningún cuerpo de inteligencia pudo borrar.

La persecución alimenta la fe y así quedó acreditado. En la URSS florecieron vocaciones en medio de una educación ateista y anticristiana e incluso en ocasiones las autoridades soviéticas no pudieron frenar la religiosidad popular del pueblo.

Esto mismo ocurrió con miles de jóvenes soldados rusos durante la II Guerra Mundial. Pese a que habían sido educados en el ateísmo soviético muchos de ellos se encomendaban a la Virgen de Kazán y otros tantos aunque no habían oído hablar de Dios, encontraban la fe en medio de la batalla. Cómo ocurría esto sólo Dios lo sabe.




De hecho, el predicador de la Casa Pontificia, el padre Rainiero Cantalamessa durante una homilía recordó una preciosa historia sobre uno de estos jóvenes soldados rusos durante la II Guerra Mundial.

Contaba el fraile capuchino como introducción a esta historia que:


“La fe no exime a los creyentes de la angustia de tener que morir, pero la alivia con la esperanza. El prefacio de la misa de mañana dice: ‘si nos entristece la certeza de tener que morir, nos consuela la esperanza de la inmortalidad futura


De este modo, enmarca este “conmovedor testimonio” en la Rusia soviética y cuenta cómo en 1.972 se publicó en una revista clandestina la oración encontrada en el bolsillo de la chaqueta del soldado Aleksander Zacepa.

Lo hallaron muerto pero la oración había sido escrita pocas horas antes de la batalla en la que perdió la vida durante la guerra. Había sido preparado por Dios para este momento.

El joven soldado se dirige a un Dios que no conocía, del que no le habían hablado. Pero en medio de la muerte lo había descubierto y aún sabiendo que su vida estaba en juego confesaba ya no tener miedo a morir pues había descubierto precisamente dónde estaba la verdadera vida.

Esta es la oración íntegra hallada en el bolsillo de Aleksander Zacepa:




¡Escucha, oh Dios!
En mi vida no he hablado
ni una sola vez contigo,
pero hoy me vienen ganas
de hacer fiesta.
Desde pequeño me han dicho
siempre que Tú no existes...
Y yo, como un idiota, lo he creído. 

Nunca he contemplado tus obras,
pero esta noche he visto
desde el cráter de una granada
el cielo lleno de estrellas
y he quedado fascinado por su resplandor.
En ese instante
he comprendido
qué terrible es el engaño... 

No sé, oh Dios, si me darás tu mano,
pero te digo que Tú me entiendes...
¿No es algo raro que en medio
de un espantoso infierno
se me haya aparecido
la luz y te haya descubierto? 

No tengo nada más que decirte.
Me siento feliz, pues te he conocido.
A medianoche tenemos que atacar,
pero no tengo miedo,
Tú nos ves. 

¡Han dado la señal!
Me tengo que ir.
¡Qué bien se estaba contigo!
Quiero decirte, y Tú lo sabes,
que la batalla será dura:
quizá esta noche
vaya a tocar a tu puerta.
Y si bien hasta ahora
no he sido tu amigo,
cuando vaya,
¿me dejarás entrar? 

Pero, ¿qué me pasa?
¿Lloro?
Dios mío,
mira lo que me ha pasado.
Sólo ahora he comenzado
a ver con claridad...
Dios mío, me voy... 
Será difícil regresar.
Qué raro,
ahora la muerte no me da miedo"


Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM: