lunes, 26 de septiembre de 2022

San Vicente de Paúl - Presbítero y Fundador Año 1660 - Fiesta Septiembre 27




Vicente significa: "Vencedor, victorioso"


Nació San Vicente en el pueblo de Pouy en Francia, en 1580. Su niñez la pasó en el campo, ayudando a sus padres en el pastoreo de las ovejas. Desde muy pequeño era sumamente generoso en ayudar a los pobres.

Los papás lo enviaron a estudiar con los padres franciscanos y luego en la Universidad de Toulousse, y a los 20 años, en 1600 fue ordenado sacerdote. Dice el santo que al principio de su sacerdocio lo único que le interesaba era hacer una carrera brillante, pero Dios lo purificó con tres sufrimientos muy fuertes:

1º. El Cautiverio. Viajando por el mar, cayó en manos de unos piratas turcos los cuales lo llevaron como esclavo a Túnez donde estuvo los años 1605, 1606 y 1607 en continuos sufrimientos.

2º. Acusado injustamente. Logró huir del cautiverio y llegar a Francia, y allí se hospedó en casa de un amigo, pero a éste se le perdieron 400 monedas de plata y le echó la culpa a Vicente y por meses estuvo acusándolo de ladrón ante todos los que encontraba. El santo se callaba y solamente respondía:

 
"Dios sabe que yo no fui el que robó ese dinero"


A los seis meses apareció el verdadero ladrón y se supo toda la verdad. San Vicente al narrar más tarde este caso a sus discípulos les decía:

 
"Es muy provechoso tener paciencia y saber callar y dejar a Dios que tome nuestra defensa"


3º. Tentación contra la fe. La tercera prueba fue una terrible tentación contra la fe, que aceptó para lograr que Dios librara de esa tentación a un amigo suyo. Esto lo hizo sufrir hasta lo indecible y fue para su alma "la noche oscura". A los 30 años escribe a su madre contándole que amargado por los desengaños humanos piensa pasar el resto de su vida retirado en una humilde ermita. Cae a los pies de un crucifijo, consagra su vida totalmente a la caridad para con los necesitados, y es entonces cuando empieza su verdadera historia gloriosa.

Hace voto o juramento de dedicar toda su vida a socorrer a los necesitados, y en adelante ya no pensará sino en los pobres. Se pone bajo la dirección espiritual del Padre Berule (futuro cardenal) sabio y santo, hace retiros espirituales por bastantes días y se lanza al apostolado que lo va a volver famoso. Dice el santo:

 
"Me di cuenta de que yo tenía un temperamento bilioso y amargo y me convencí de que con un modo de ser áspero y duro se hace más mal que bien en el trabajo de las almas. Y entonces me propuse pedir a Dios que me cambiara mi modo agrio de comportarme, en un modo amable y bondadoso y me propuse trabajar día tras día por transformar mi carácter áspero en un modo de ser agradable"


Y en verdad que lo consiguió de tal manera, que varios años después, el gran orador Bossuet, exclamará:

 
"Oh Dios mío, si el Padre Vicente de Paúl es tan amable, ¿Cómo lo serás Tú?"


San Vicente contaba a sus discípulos:

 
"Tres veces hablé cuando estaba de mal genio y con ira, y las tres veces dije barbaridades"


Por eso cuando le ofendían permanecía siempre callado, en silencio como Jesús en su santísima Pasión. Se propuso leer los escritos del amable San Francisco de Sales y éstos le hicieron mucho bien y lo volvieron manso y humilde de corazón. Con este santo fueron muy buenos amigos.

Vicente se hace amigo del ministro de la marina de Francia, y éste lo nombra capellán de los marineros y de los prisioneros que trabajan en los barcos. Y allí descubre algo que no había imaginado: la vida horrorosa de los galeotes. En ese tiempo para que los barcos lograran avanzar rápidamente les colocaban en la parte baja unos grandes remos, y allá en los subterráneos de la embarcación (lo cual se llama galera) estaban los pobres prisioneros obligados a mover aquellos pesados remos, en un ambiente sofocante, en medio de la hediondez y con hambre y sed, y azotados continuamente por los capataces, para que no dejaran de remar.

San Vicente se horrorizó al constatar aquella situación tan horripilante y obtuvo del Ministro, Sr. Gondi, que los galeotes fueran tratados con mayor bondad y con menos crueldad. Y hasta un día, él mismo se puso a remar para reemplazar a un pobre prisionero que estaba rendido de cansancio y de debilidad. Con sus muchos regalos y favores se fue ganando la simpatía de aquellos pobres hombres.

El Ministro Gondi nombró al Padre Vicente como capellán de las grandes regiones donde tenía sus haciendas. Y allí nuestro santo descubrió con horror que los campesinos ignoraban totalmente la religión. Que las pocas confesiones que hacía eran sacrílegas porque callaban casi todo. Y que no tenían quién les instruyera. Se consiguió un grupo de sacerdotes amigos, y empezó a predicar misiones por esos pueblos y veredas y el éxito fue clamoroso. Las gentes acudían por centenares y miles a escuchar los sermones y se confesaban y enmendaban su vida. De ahí le vino la idea de fundar su Comunidad de Padres Vicentinos, que se dedican a instruir y ayudar a las gentes más necesitadas. Son ahora 4.300 en 546 casas.

El santo fundaba en todas partes a donde llegaba, unos grupos de caridad para ayudar e instruir a las gentes más pobres. Pero se dio cuenta de que para dirigir estas obras necesitaba unas religiosas que le ayudaran. Y habiendo encontrado una mujer especialmente bien dotada de cualidades para estas obras de caridad, Santa Luisa de Marillac, con ella fundó a las hermanas Vicentinas, que son ahora la comunidad femenina más numerosa que existe en el mundo. Son ahora 33.000 en 3.300 casas y se dedican por completo a socorrer e instruir a las gentes más pobres y abandonadas, según el espíritu de su fundador.




San Vicente poseía una gran cualidad para lograr que la gente rica le diera limosnas para los pobres. Reunía a las señoras más adineradas de París y les hablaba con tanta convicción acerca de la necesidad de ayudar a quienes estaban en la miseria, que ellas daban cuanto dinero encontraban a la mano. La reina (que se confesaba con él) le dijo un día:


"No me queda más dinero para darle"


Y el santo le respondió:

 
"¿Y esas joyas que lleva en los dedos y en el cuello y en las orejas?"


Y ella le regaló también sus joyas, para los pobres. Parece casi imposible que un solo hombre haya podido repartir tantas, y tan grandes limosnas, en tantos sitios, y a tan diversas clases de gentes necesitadas, como lo logró San Vicente de Paúl. Había hecho juramento de dedicar toda su vida a los más miserables y lo fue cumpliendo día por día con generosidad heroica. Fundó varios hospitales y asilos para huérfanos. Recogía grandes cantidades de dinero y lo llevaba a los que habían quedado en la miseria a causa de la guerra.




Se dio cuenta de que la causa principal del decaimiento de la religión en Francia era que los sacerdotes no estaban bien formados. Él decía que el mayor regalo que Dios puede hacer a un pueblo es darle un sacerdote santo. Por eso empezó a reunir a quienes se preparaban al sacerdocio, para hacerles cursos especiales, y a los que ya eran sacerdotes, los reunía cada martes para darles conferencias acerca de los deberes del sacerdocio. Luego con los religiosos fundados por él, fue organizando seminarios para preparar cuidadosamente a los seminaristas de manera que llegaran a ser sacerdotes santos y fervorosos. Aún ahora los Padres Vicentinos se dedican en muchos países del mundo a preparar en los seminarios a los que se preparan para el sacerdocio.

San Vicente caminaba muy agachadito y un día por la calle no vio a un hombre que venía en dirección contraria y le dio un cabezazo. El otro le dio un terrible bofetón. El santo se arrodilló y le pidió perdón por aquella su falta involuntaria. El agresor averiguó quien era ese sacerdote y al día siguiente por la mañana estuvo en la capilla donde el santo celebraba misa y le pidió perdón llorando, y en adelante fue siempre su gran amigo. Se ganó esta amistad con su humildad y paciencia.




Siempre vestía muy pobremente, y cuando le querían tributar honores, exclamaba:

 
"Yo soy un pobre pastorcito de ovejas, que dejé el campo para venirme a la ciudad, pero sigo siendo siempre un campesino simplón y ordinario"


En sus últimos años su salud estaba muy deteriorada, pero no por eso dejaba de inventar y dirigir nuevas y numerosas obras de caridad. Lo que más le conmovía era que la gente no amaba a Dios. Exclamaba:

 
"No es suficiente que yo ame a Dios. Es necesario hacer que mis prójimos lo amen también"


El 27 de septiembre de 1660 pasó a la eternidad a recibir el premio prometido por Dios a quienes se dedican a amar y hacer el bien a los demás. Tenía 80 años. El Santo Padre León XIII proclamó a este sencillo campesino como Patrono de todas las asociaciones católicas de caridad. Fue proclamado santo por el Papa Clemente XII, el 16 de junio de 1737.


Reflexiones de San Vicente de Paúl




"Al servir a los pobres se sirve a Jesucristo"
C. IX, 252

"Por consiguiente, debe vaciarse de sí mismo
para revestirse de Jesucristo"
C. XI 342

"No me basta con amar a Dios,
si no lo ama mi prójimo"
C. XII, 262

"¡Cómo! ¡Ser cristiano y ver
afligido a un hermano,
sin llorar con él 
ni sentirse enfermo con él!
Eso es no tener caridad;
es ser cristiano en pintura"
CXII, 271

"Si se invoca a la Madre de Dios
y se la toma como Patrona
en las cosas importantes,
no puede ocurrir sino que todo
vaya bien y redunde en gloria
del buen Jesús, su Hijo..."
C.XIV, 126

"No puede haber caridad
si no va acompañada de justicia"
C. II, 54

"Nada más grande que un sacerdote
a quien Dios dé todo poder
sobre su Cuerpo natural
y su Cuerpo místico"


El Señor Dios que es tan bueno,
siga enviando al mundo
muchos Vicentes como éste,
para bien de todos los necesitados.
Dichoso el que se compadece del pobre. 
Dios lo bendecirá (Salmo 41)


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Dios dijo: "La sodomía es pestilente para mí y desagradable hasta para los mismos demonios"

  



"La sodomía es pestilente para Mí y desagradable hasta para los mismos demonios", le reveló Dios a Santa Catalina de Siena


Viernes, 2 de agosto de 2013


Es fundamental señalar que la Iglesia Católica enseña que son actos intrínsecamente desordenados y contrarios a la Ley Natural, y los califica como una depravación grave, la que es peor, aún, en caso de ser sacerdotes.

Por lo anterior, consideramos de vital importancia dar a conocer a nuestros amigos lectores el siguiente texto de Santa Catalina de Siena, sobre sus diálogos con Dios. En ellos transmite sus palabras sobre el pecado de la impureza (en especial el de la homosexualidad o sodomía), que la describe como "algo nauseabundo ante la Divina Majestad" y "desagradable hasta para los demonios".

El Padre Eterno le señala a la santa sus exigencias de limpieza en la celebración del Santo Sacrificio de la Misa.

También le revela:


"Ves, por tanto, hija mía, lo abominable que es este pecado (de homosexualidad) a toda criatura. Piensa ahora que lo es mucho más en aquellos elegidos por mí para que vivan en estado de continencia, entre los que se encuentran los sacados del mundo por medio de la vida religiosa, como plantas sembradas en el cuerpo místico de la santa Iglesia; entre ellos se encuentran los ministros del Altar. Nunca podréis entender cuánto me desagrada ese pecado entre ellos, además del que recibo de los pecadores del mundo en general".


Veamos el texto completo:


"Te hago saber, queridísima hija, que a vosotros y a ellos (los sacerdotes) os exijo tanta limpieza en este sacramento (del Santo Sacrificio de la Misa) cuanta es posible al hombre en esta vida. En cuanto esté de vuestra parte, y de la de ellos, debéis procurarla sin cansancio. Debéis considerar que si fuese posible que una naturaleza angélica se purificase para este misterio, sería necesario que lo hiciera de nuevo. No es posible, porque un ángel es puro, pues no puede caer en el veneno del pecado. Te indico esto para que veas cuánta pureza os exijo en este sacramento a vosotros y especialmente a ellos. Pero hacen lo contrario, porque van completamente sucios a este misterio; no sólo con la inmundicia y fragilidad a que naturalmente os halláis inclinados por vuestra débil naturaleza.

Ellos (los que caen en impureza), desgraciados, no sólo no dominan esta fragilidad, aunque la razón lo puede hacer cuando lo quiere el libre albedrío, sino que obran aún peor, porque cometen el maldito pecado que es contra la naturaleza (de homosexualismo o sodomía). Como ciegos y tontos, ofuscada la luz de su entendimiento, no reconocen la pestilencia y miseria en que se encuentran, pues no sólo me es pestilente a mí, sino que ese pecado desagrada a los mismos demonios, a los que esos desgraciados han hecho sus señores. Tan abominable me es ese pecado contra la naturaleza, que sólo por él se hundieron cinco ciudades como resultado de mi juicio, al no querer mi divina justicia sufrirlas más; que tanto me desagradó ese abominable pecado.

Es desagradable (la sodomía) a los demonios, no porque les desagrade el mal y se complazcan en lo bueno, sino porque su naturaleza fue angélica, y esa naturaleza rehúye -le repele- ver cometer tan enorme pecado en la realidad. Cierto es que antes les ha arrojado la saeta envenenada por la concupiscencia; pero, cuando el pecador llega al acto de ese pecado, el demonio se marcha por las razones dichas.

Si te acuerdas bien, sabes cómo antes de la mortandad (la plaga de 1374) te manifesté lo desagradable que me resultaba este pecado y cuán corrompido se hallaba el mundo por él. Por lo que, elevándote sobre ti misma con santo deseo y con sublimación de espíritu, te mostré el mundo entero, y viste en casi toda la gente este miserable pecado y cómo los demonios escapan de él, como te he dicho. Y sabes que recibiste tanta pena, que te parecía estar casi a la muerte. No encontrabais lugar dónde refugiaros, tú y los otros servidores míos, para que esta lepra no os contagiase. No encontraste quien te pudiera cobijar entre los pequeños ni con los grandes, con los jóvenes ni con los viejos, con los religiosos ni con los clérigos, con los prelados ni con los súbditos, se hallaban contaminados por esta maldición.

Te lo manifesté en general; no lo hice con los particulares que por excepción no se contaminaron, pues entre los malos he guardado algunos buenos. La santidad de éstos detiene a mi Justicia para que no mande a las piedras que se vuelvan contra ellos, ni a la tierra que se los trague, ni a los animales que los devoren, ni a los demonios que les saquen el alma del cuerpo. Más bien voy encontrando caminos y modos para poder hacer misericordia, esto es, para que se enmienden, y como instrumentos tomo a mis servidores, que están sanos y leprosos, para que intercedan por ellos.

Alguna vez mostraré a éstos, como una vez hice contigo y como tú sabes, estos miserables pecados, para que sean más solícitos en buscar la salvación y me ofrezcan oraciones por ellos con mayor compasión y dolor por los pecados y por la ofensa que me hacen. Si te acuerdas bien, una bocanada de esta pestilencia te afectó tanto, que no podías más, como me dijiste: "¡Oh Padre eterno!, ten misericordia de mí y de tus criaturas. Sácame el alma del cuerpo, porque parece que no lo sufro más, o dame refrigerio y enséñame el lugar de los otros servidores, los tuyos, donde podamos descansar, para que esta lepra no nos pueda dañar ni quitar la limpieza de nuestra alma y de nuestros cuerpos".

Yo te contesté volviéndome hacia ti con ojos de piedad, y te dije y repito: "Hijita mía: sea vuestro reposo dar gloria y alabanza a mi Nombre e incensarme con la oración continua por estos pobrecillos que se hallan en tanta miseria, haciéndose dignos del juicio divino por sus pecados. El lugar donde os cobijéis sea Cristo crucificado, mi Hijo unigénito, habitando y escondiéndoos en la caverna de mi costado, donde gozaréis, por afecto de amor, en la naturaleza humana de Cristo, mi naturaleza divina. En aquel corazón abierto encontraréis mi caridad y la del prójimo, pues por honor a mí, el Padre eterno, y por la obediencia que le impuse para vuestra salvación, sufrió la afrentosa muerte en la santísima Cruz. Viendo y experimentando este amor, seguiréis sus enseñanzas alimentados en la mesa de la Cruz, es decir, soportando por caridad a vuestro prójimo con verdadera paciencia: en penas, tormentos y fatigas, vengan de donde vengan. De esta manera combatiréis la lepra y huiréis de ella.

Este es el remedio dado a ti y a los otros; pero, con todo eso, no se quitaba de tu alma la sensación de la pestilencia y de tiniebla de los ojos del entendimiento. Mi divina providencia, sin embargo, lo remedió, dándote del Cuerpo y de la Sangre de mi Hijo, Dios y hombre entero, tal como lo recibís en el Sacramento del Altar. En señal de que era verdad, se quitó el hedor por medio de la fragancia que recibiste en el Sacramento, y las tinieblas desaparecieron por medio de la luz que en él recibiste. De modo admirable, tal como plugo (place) a mi bondad, quedaste con la fragancia de la sangre en la boca y en el paladar de tu cuerpo durante muchos días, tal como sabes.

Ves, por tanto, hija mía, lo abominable que es este pecado a toda criatura. Piensa ahora que lo es mucho más en aquellos elegidos por mí para que vivan en estado de continencia, entre los que se encuentran los sacados del mundo por medio de la vida religiosa, como plantas sembradas en el cuerpo místico de la santa Iglesia; entre ellos se encuentran los ministros del Altar. Nunca podréis entender cuánto me desagrada ese pecado entre ellos, además del que recibo de los pecadores del mundo en general, porque están puestos sobre el candelero, son administradores míos, de verdadero Sol, para luz de la virtud y de santa vida; y, sin embargo, lo administran estando ellos en tinieblas.

Tan llenos se encuentran de ellas (las tinieblas), que de la Sagrada Escritura no ven ni entienden más que la corteza, la letra, debido a la hinchazón de su soberbia. Por ser inmundos y lascivos, aunque tienen luz de por sí, de donde la tomaron mis elegidos por razón: es la luz sobrenatural que procede de mí, verdadera Luz, tal como te dije en otro lugar, la reciben sin sacarle el gusto, por no estar en orden el paladar de su alma. Corrompidos por el amor propio y la soberbia, con el estómago atiborrado de inmundicia, deseando dar satisfacción a sus desordenados deseos, repletos de codicia y de avaricia, cometen sin pudor sus pecados. Caen en el pecado de la usura muchos miserables, aunque esté prohibida por mí.


Santa Catalina de Siena


[De El diálogo de la Divina Providencia, en Obras de Santa Catalina de Siena, Madrid: BAC, 1991, p. 292]


Fuente - Texto tomado de CATOLICIDAD.COM:
http://www.catolicidad.com/2013/08/la-sodomia-es-pestilente-para-mi-y.html