sábado, 24 de septiembre de 2022

Lectura del Santo Evangelio Según San Lucas 16, 19-31



19. Hubo cierto hombre muy rico, que se vestía de púrpura y de lino finísimo: y tenía cada día espléndidos banquetes.

20. Al mismo tiempo vivía un mendigo llamado Lázaro, el cual, cubierto de llagas, yacía a la puerta de éste.

21. Deseando saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico; mas nadie se las daba; pero los perros venían y lamíanle las llagas.

22. Sucedió, pues, que murió dicho mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico, y fue sepultado en el infierno.




23. Y cuando estaba en los tormentos, levantando los ojos vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno.

24. Y exclamó diciendo:


"¡Padre mío Abrahán!, compadécete de mí y envíame a Lázaro, para que mojando la punta de su dedo en agua, me refresque la lengua, pues me abraso en estas llamas"




25. Respondióle Abrahán:


"Hijo, acuérdate que recibiste bienes durante tu vida, y Lázaro al contrario males; y así éste ahora es consolado, y tú atormentado.

 

26. Fuera de que, entre nosotros y vosotros, está de por medio un abismo insondable: de suerte que los que de aquí quisieran pasar a vosotros, no podrían, ni tampoco de ahí pasar acá"




27. "Ruégote, pues, ¡oh padre!"


Replicó el rico.


"Que lo envíes a casa de mi padre.

 

28. Donde tengo cinco hermanos, a fin de que los aperciba, y no les suceda a ellos, por seguir mi mal ejemplo, el venir también a este lugar de tormentos"

 

29. Replicóle Abrahán:


"Tienen a Moisés y a los profetas: escúchenlos"

 

30. "No basta ésto"


Dijo él.


"¡Oh padre Abrahán!; pero si alguno de los muertos fuere a ellos, harán penitencia"

 

31. Respondióle Abrahán:




"Si a Moisés y a los profetas no los escuchan, aún cuando uno de los muertos resucite, tampoco le darán crédito".


Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús

San Cleofás - Discípulo de Jesús - Fiesta Septiembre 25




Cleofás significa “esclarecido por la gloria”. Viene de la lengua hebrea.

El creyente apóstol es una persona que se goza anunciando a Cristo por todos sitios. Los discípulos de Cristo son llamados para seguir sus pasos y para anunciarlo sin cesar cada día.

Fue discípulo de Jesús. Su mujer se llamaba María de Cleofás. Quizá fuera hermano de San José. Sus hijos se llamaban Santiago el Menor, José y Simón.

Estuvo entre los primeros discípulos que recibieron al Señor después de su gloriosa Resurrección, según refiere San Lucas:

Es la alborada del Domingo. Unas mujeres, quieren envolver en lienzos el cuerpo y poner perfumes preciosos, a la usanza judía, en el cuerpo de Jesús, ya que no pudo prepararse con finura el viernes por la tarde cuando lo pusieron en el sepulcro.




El sepulcro está vacío, no tiene cuerpo dentro. Unos ángeles avisan que está vivo el Señor Jesús. Las mujeres, locas de alegría, nerviosas, corren y transmiten la nueva a los discípulos. Pedro y los demás no pueden creer ese inusitado acaecimiento.

La distancia de Jerusalén a Emaús es de algo más de diez kilómetros. Hacia Emaús caminan ese mismo día dos discípulos del Maestro. Uno de ellos responde al nombre de Cleofás. Van comentando entre ellos los acontecimientos del fracaso de Jesús en los días pasados.

Las pisadas son pesadas porque llevan la amargura en el pecho. Son tantos años juntos, tantas ilusiones truncadas, tantas promesas secas, tantas alegrías cegadas... hasta los proyectos del Reino se esfumaron con los clavos, la cruz y la lanza. Con Jesús muerto mal se anda.




Se les unió un caminante como compañero de camino. Ellos tenían "ofuscada la mirada". Al preguntar qué les pasa, Cleofás con tono enojado casi le regañó por no estar al día de lo que ha pasado en la Ciudad Santa. Cuando resumen los hechos tan trágicos e impresionantes, el viajero les recordó que ya estaba previsto por los profetas.




Al acercarse a la aldea, el caminante hace intención de proseguir. Cleofás y su amigo le insistieron:

"Quédate con nosotros, que el día ya declina"





El caminante accedió, entró con ellos en la casa, se sentó a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió en trozos, y se lo dio. En este instante le reconocieron.




Ahora, desandar lo andado para decirle a los hermanos que las mujeres mañaneras tenían razón no es pesado, es alegría; avanzan en la noche tan seguros como a pleno día porque lucen mucho las estrellas, los pasos se han tornado ágiles y firmes, el corazón late con fuerza, el gozo se ha hecho vida. Notan la vehemencia de decir pronto a los otros que Jesús sí es el Mesías. Con Jesús Vivo bien se camina.




Según alguna tradición, lo mataron los judíos en el mismo camino en que encontró a Jesús resucitado. Le tomaron inquina porque predicaba la palabra de Jesús Nazareno.

El historiador palestino Egesipo afirma que Cleofás era hermano de San José. La María de Cleofás presente con las otras mujeres piadosas en el mismo drama del Calvario.

Según Eusebio y San Jerónimo, Cleofás era nativo de Emaús. Y en Emaús, según una tradición antigua, Cleofás, testigo de la resurrección, fue asesinado por un grupo de judíos intolerantes que afirmaban que el Mesías no había llegado todavía y mucho menos que hubiera resucitado.

San Jerónimo nos asegura, ya en el siglo IV, que su casa se transformó en iglesia.

El martirologio romano ha colocado su fiesta en este día.


Oración a San Cleofás


Confesamos, Señor,
que sólo tú eres santo
y que sin ti nadie es bueno,
y humildemente te pedimos
que la intercesión
de San Cleofás
venga en nuestra ayuda,
para que de tal forma
vivamos en el mundo,
que merezcamos llegar
a la contemplación
de tu gloria.
Por nuestro
Señor Jesucristo,
Tu Hijo,
Amén.


Fuente - Texto tomado de CHURCHFORUM.ORG:

San Carlos de Sezze - Franciscano - Año 1670 - Fiesta Septiembre 25

 



Gracias hermano Carlos porque nos dejaste estos bellos recuerdos de tu vida. Con razón el Papa Juan XXIII sentía tanta alegría al declararte santo en 1959, porque la vida tuya es un ejemplo de que aún en los oficios más humildes y en medio de humillaciones e incomprensiones podemos llegar a un alto grado de santidad y ganarnos la gloria del cielo.


"Al que se humilla, Dios lo enaltece" (Lc. 14, 11)




Este humilde hermano franciscano escribió por orden expresa de sus superiores los recuerdos de hechos especiales que le sucedieron en su vida. Son los siguientes:

Nació en 1620 en el pueblo italiano de Sezze. De familia pobre, cuando empezó a asistir a la escuela, un día por no dar una lección, el maestro le dio una paliza tan soberana que lo mandó a la cama. Entonces sus padres lo enviaron a trabajar en el campo y allá pensaba vivir para siempre. Pero sucedió que un día una bandada de aves espantó a los bueyes que Carlos dirigía cuando estaba arando, y estos arremetieron contra él con gravísimo peligro de matarlo. Cuando sintió que iba a perecer en el accidente, prometió a Dios que si le salvaba la vida se haría religioso. Y milagrosamente quedó ileso, sin ninguna herida.

Entonces otro día al ver pasar por allí unos religiosos franciscanos les pidió que le ayudaran a entrar en su comunidad. Ellos lo invitaron a que fuera a Roma a hablar con el Padre Superior, y con su recomendación se fue allá con tres compañeros más. El superior para probar si en verdad tenían virtud, los recibió muy ásperamente y les dijo que eran unos haraganes que sólo buscaban conseguirse el alimento gratuitamente, y los echó para afuera. Pero ellos se pusieron a comentar que su intención era buena y que deberían insistir. Y entraron por otra puerta del convento y volvieron a suplicar al superior que los recibiera. Éste, haciéndose el bravo, les dijo que esa noche les permitía dormir allí como limosneros pero que al día siguiente tendrían que irse definitivamente. Los cuatro aceptaron esto con toda humildad, pero al día siguiente en vez de despacharlos les dijeron que ya habían pasado la prueba preparatoria y que quedaban admitidos como aspirantes.

En el noviciado el maestro lo mandó a que sembrara unos repollos, pero con la raíz hacia arriba. Él obedeció prontamente y los repollos retoñaron y crecieron. Después el superior del noviciado empezó a humillarlo y humillarlo. Él aguantaba todo con paciencia, pero al fin viendo que iba a estallar en ira, se fue donde el maestro de novicios a decirle que se volvía otra vez al mundo porque ya no resistía más. El sacerdote le agradeció que le hubiera confiado sus problemas y le arregló su situación y pudo seguir tranquilo hasta ser admitido como franciscano. Ya religioso, un día entraron a la huerta del convento unos toros bravos que embestían sin compasión a todo fraile que se les presentara. El superior, para probar qué tan obediente era el hermano Carlos, le ordenó:

 
"Vaya, amarre esos toros y sáquelos de aquí"


Él se llevó un lazo, les echó la bendición a los feroces animales y todos se dejaron atar de los cachos y lo fueron siguiendo como si fueran mansos bueyes. La gente se quedó admirada ante semejante cambio tan repentino, y consideraron este prodigio como un premio a su obediencia. Para que no se volviera orgulloso a causa de las cosas buenas que le sucedían, permitió Dios que le sucedieran también cosas muy desagradables.

Lo pusieron de cocinero y los platos se le caían de la mano y se le rompían, y esto le ocasionaba tremendos regaños. Una noche dejó el fogón a medio apagar y se quemó la cocina y casi se incendia todo el convento. Entonces fue destituido de su cargo de cocinero y enviado a cultivar la huerta. A un religioso que le preguntaba por qué le sucedían hechos tan desagradables, le respondió:




"Los permite Dios para que no me llene de orgullo y me mantenga siempre humilde"


Después lo nombraron portero del convento y admitía a todo caminante pobre que pidiera hospedaje en las noches frías. Y repartía de limosna cuanto la gente traía. Al principio el superior del convento le aceptaba esto, pero después lo llamó y le dijo:

 
"De hoy en adelante no admitiremos a hospedarse sino a unas poquísimas personas, y no repartiremos sino unas pocas limosnas, porque estamos dando demasiado"


Él obedeció, pero sucedió entonces que dejaron de llegar las cuantiosas ayudas que llevaban los bienhechores. El superior lo llamó para preguntarle:


"¿Cuál será la causa por la que han disminuido tanto las ayudas que nos trae la gente?"





"La causa es muy sencilla –le respondió el hermano Carlos. Es que dejamos de dar a los necesitados, y Dios dejó de darnos a nosotros. Porque con la medida con la que repartamos a los demás, con esa medida nos dará Dios a nosotros"


Desde ese día recibió permiso para recibir a cuanto huésped pobre llegara, y de repartir las limosnas que la gente llevaba, y Dios volvió a enviarles cuantiosas donativos. Tuvo que hacer un viaje muy largo acompañado de un religioso y en plena selva se perdieron y no hallaban qué hacer. Se pusieron a rezar con toda fe y entonces apareció una bandada de aves que volaban despacio delante de ellos y los fueron guiando hasta lograr salir de tan tupida arboleda.

El director de su convento empezó a tratarlo con una dureza impresionante. Lo regañaba por todo y lo humillaba delante de los demás. Un día el hermano Carlos sintió un inmenso deseo de darle el golpe e insultarlo. Fue una tentación del demonio. Se dominó, se mordió los labios, y se quedó arrodillado delante del otro, como si fuera una estatua, y no le dijo ni le hizo nada. Era un acto heroico de paciencia.

¿Qué era lo que había sucedido? Que el Superior Provincial había enviado una carta muy fuerte al director diciéndole que le había escrito contándole faltas de él. Y éste al pasar por la celda de Carlos había visto varias veces que estaba escribiendo. Entonces se imaginó que era él quien lo estaba acusando. Su apatía llegó a tal grado que le hizo echar de ese convento y fue enviado a otra casa de la comunidad.

Al llegar a aquel convento el provincial, le dijo al tal superior que no era Carlos quien le había escrito. Y averiguaron qué era lo que este religioso escribía y vieron que era una serie de consejos para quienes deseaban orar mejor. El irritado director tuvo que ofrecerle excusas por su injusto trato y sus humillaciones. Pero con esto el sencillo hermano había crecido en santidad.

Las gentes le pedían que redactara algunas normas para orar mejor y crecer en santidad. Él lo hizo así y permitió que le publicara el folleto. Esto le trajo terribles regaños y casi lo expulsan de la comunidad. El pobre hombre no sabía que para esas publicaciones se necesitan muchos permisos. Humillado se arrodilló ante un crucifijo para contarle sus angustias, y oyó que Nuestro Señor le decía:


"Ánimo, que estas cosas no te van a impedir entrar en el paraíso"


La petición más frecuente del hermano Carlos a Dios era esta:


"Señor, enciéndeme en amor a Ti"




Y tanto la repitió que un día durante la elevación de la santa hostia en la Misa, sintió que un rayo de luz salía de la Sagrada Forma y llegaba a su corazón. Desde ese día su amor a Dios creció inmensamente.




Al fin los superiores se convencieron de que este sencillo religioso era un verdadero hombre de Dios y le permitieron escribir su autobiografía y publicar dos libros más, uno acerca de la oración y otro acerca de la meditación.


Fuente - Texto tomado de EWTN: