jueves, 14 de abril de 2022

Novena a la Divina Misericordia - Inicia Viernes Santo - Abril 15 de 2022

 



La novena consiste en rezar la Coronilla de la Divina Misericordia, sin embargo es recomendable también rezar la Novena particular que Jesús le dio a Sor Faustina y debe comenzarse el día de Viernes Santo. También se puede rezar en cualquier época del año.


Coronilla de la Divina Misericordia




He aquí las palabras que dirigió el Señor a Sor Faustina:


"Deseo que durante esos nueve días lleves a las almas a la fuente de mi misericordia para que saquen fuerzas, alivio y toda gracia que necesiten para afrontar las dificultades de la vida y especialmente en la hora de la muerte. Cada día traerás a mi Corazón a un grupo diferente de almas y las sumergirás en este mar de mi misericordia. Y a todas estas almas Yo las introduciré en la casa de mi Padre (...)  Cada día pedirás a mi Padre las gracias para estas almas por mi amarga Pasión". (Diario, N° 1209).


Fuente:
Libro "Novena del Señor de la Divina Misericordia" - Caballeros de la Virgen

Video tomado de Youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=1_8SAn7nZgE&t=1s

Semana Santa: Viernes Santo - Abril 15 de 2022

 





En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz, para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la Pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la Cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.

En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.

El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen, en señal de luto por la muerte de Su Hijo.


¿Cómo podemos vivir este día?




Este día manda la Iglesia:

  • Guardar el ayuno y la abstinencia.
  • Se acostumbra rezar el Viacrucis.
  • Meditar en las Siete Palabras de Jesús en la cruz.
  • Se participa en la Liturgia de Adoración a la Cruz con mucho amor, respeto y devoción.
  • Se trata de acompañar a Jesús en Su Sufrimiento.
  • A las tres de la tarde, recordamos la crucifixión de Jesús rezando el Credo.


¿Cómo se reza un Viacrucis?




Esta costumbre viene desde finales del siglo V, cuando los cristianos en Jerusalén, se reunían por la mañana del Viernes Santo a venerar la cruz de Jesús. Volvían a reunirse al empezar la tarde para escuchar la lectura de la Pasión.

El Viacrucis es una manera de recordar la Pasión de Jesús y de revivir con Él y acompañarlo en los sufrimientos que tuvo en el camino al Calvario.




Se divide en 14 estaciones que narran, paso a paso, la Pasión de Cristo desde que es condenado a muerte hasta que es colocado en el sepulcro.

El Viacrucis se reza caminando en procesión, como simbolismo del camino que tuvo que recorrer Jesús hasta el Monte Calvario. Hasta adelante, alguno de los participantes lleva una cruz grande y es el que preside la procesión. Se hacen paradas a lo largo del camino para reflexionar en cada una de las estaciones, mediante alguna lectura específica. Si se desea, después de escuchar con atención la estación que se medita y al final de cada una, se puede rezar un Padrenuestro, mientras se camina hasta la siguiente estación. El que lleva la cruz, se la puede pasar a otra persona.


Las Siete Palabras


Primera Palabra:

"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen..."
(Lc 23,34)


 


Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Dividiendo sus vestidos, echaron suerte sobre ellos. El pueblo estaba allí mirando, y los príncipes mismos se burlaban, diciendo: "A otros salvó; sálvese a sí mismo si es el Mesías de Dios, el Elegido". Y le escarnecieron también los soldados, que se acercaban a Él ofreciéndole vinagre y diciendo: "Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo". Había también una inscripción sobre Él: "Éste es el rey de los judíos" (Lc 23, 33-38).


Reflexión


Jesús, al pasar por tantas ignominias -acusado, juzgado, azotado, burlado, escupido, golpeado, condenado a muerte, hecho desnudarse ante una muchedumbre, clavado- lo único que dice es: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". ¡Paradoja de las paradojas! Jesús excusa a sus malhechores. No les desea ningún mal, antes da su vida por salvar a la humanidad. ¿Hacemos nosotros lo mismo?

Señor, ayúdanos a entender que a pesar de lo que nos puedan hacer otras personas, lo que Tú pasaste fue mucho más y no les guardaste rencor, antes bien pediste por ellos. Danos la fortaleza en los momentos de dificultad con otros y la virtud necesaria para darnos cuenta de la magnitud de nuestras faltas, que podamos levantar nuestras almas a Ti y repetir: ¡Perdónalos y perdóname!


Segunda Palabra:

"En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso"
(Lc 23,43)




Uno de los malhechores crucificados le insultaba, diciendo: "¿No eres Tú el Mesías? Sálvate, pues, a ti mismo y a nosotros". Pero el otro, tomando la palabra, le reprendía, diciendo: "¿Ni tú temes a Dios? En nosotros se cumple la justicia, pues recibimos el digno castigo de nuestras obras; pero Éste nada malo ha hecho"Y decía: "Jesús, acuérdate de mi cuando llegues a tu reino". Él le dijo: "En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23, 39-43).


Reflexión


Dimas -el buen ladrón- fue el primero en reclamar públicamente que Jesús es inocente y que es Rey. Nos enseña cómo debemos cargar con nuestra cruz si hemos hecho algo para merecerlo. Siempre va a ver una cruz en nuestra vida, pero hay diferentes maneras de sobrellevarla. Una, como Jesús, Aquel que es inocente y la soporta por amor en silencio, reconociendo en ésto la voluntad de Dios. Otra, como el mal ladrón, que no sólo se mofaba de Jesús, sino que también tuvo la osadía de pedirle que le quitara la cruz, sabiendo que por sus acciones merecía lo que le pasaba. O como el buen ladrón, que reconoce que merece la cruz por sus acciones, pero en el fondo es humilde y pide misericordia. Le robó el corazón a Jesús con su arrepentimiento, y obtuvo el tesoro de los tesoros, entrar en el paraíso. Tres maneras de llevar la cruz, eres libre de escoger tu forma de sobrellevarla, ¿cuál escoges tú?

Señor, ¡misericordia! Cuántas veces me he quejado de mi cruz, sabiendo que es consecuencia de un pecado mío anterior. Cuántas veces he huido de la cruz que Tú me ofreces como remedio y salvación de mi alma y la de muchas personas más. Sólo pienso en el dolor que paso y egoístamente quiero que me la quites, y te pido osadamente explicaciones de "por qué". Señor, enséñame a orar como el buen ladrón, que si no puedo llevar mi cruz como Tú, porque no soy inocente en el mal rato que paso, que pueda por lo menos reconocer mis errores. Y con una santa osadía tornar mi mirada hacia Ti y pedirte que sólo te acuerdes de mi, no que me quites la cruz, sino que sólo te acuerdes de mi, porque pensar en lo bueno que eres ya para mí es alivio entre mis pesares. 


Tercera Palabra:

"... Mujer, he ahí a tu hijo..."
(Jn 19, 26-27)




Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y al discípulo que amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: "Mujer, he ahí a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "He ahí a tu Madre". Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. (Jn 19, 25-27).


Reflexión


¡Qué curioso! Jesús, unos días antes tenía muchos "amigos", ¿dónde estaban ahora? En la cruz, los amigos de Jesús eran contados, un apóstol, dos mujeres y su Madre. A la hora de la verdad, son pocos los que quieren acompañar a Jesús a la cruz, somos demasiado cómodos. Para Jesús fue un consuelo ver a Juan y a su Madre padeciendo con Él, consuelo y angustia a la vez. Antes de morir Jesús quería asegurar que su Madre no estuviera desamparada y se la entregó al discípulo amado. A su vez, nos la entregó como Madre de la Iglesia. Es tu Madre y la mía. ¿La has recibido en tu casa?

¡Qué gran dicha tener a María Santísima como Madre! Señor, gracias por entregarme tal Madre. No permitas que por mis negligencias me aparte de Ella, pues donde está Ella estás Tú. María, mujer co-redentora, el primer Sagrario en llevar a Dios hecho carne. Madre, que siempre llevas a tus hijos al Hijo Unigénito de Dios, ¿si Tú hubieras dicho que "no" en la Anunciación ¡dónde estaríamos, no habría redención, dónde estaríamos sin Ti!? Gracias por estar ahí y decir siempre SÍ a la voluntad de Dios.


Cuarta Palabra:

"Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?" (Mt 27,46)




Desde la hora sexta se extendieron las tinieblas sobre la tierra hasta la hora de nona. Hacia la hora de nona exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo: "¡Eloí, Eloí, lamma sabachtani!" Que quiere decir: "Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?" Algunos de los que allí estaban, oyéndolo, decían: "A Elías llama Éste" (Mt 27, 45-47)


Reflexión


Jesús gritó con voz fuerte, utilizando la poca respiración que necesitaba para expresar la terrible angustia que sentía. Se pasó "haciendo el bien" y sus seguidores lo abandonaron. Sintió en su propia carne el dolor de nuestros pecados, los tuyos y los míos, fue el precio por nuestra redención.

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. En Ti confiaban nuestros padres, confiaban, y los ponías a salvo; a Ti gritaban, y no los defraudaste. Pero Yo soy un gusano, no un hombre; vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme, se burlan de Mí, hacen visajes, menean la cabeza: Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto le quiere. Estoy como agua derramada; tengo los huesos descoyuntados; mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas. Mi garganta está seca como una teja, la lengua se me pega al paladar; me aprieta contra el polvo de la muerte. Me acorrala una jauría de mastines; me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero Tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme... Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré." (Sal 22, 2,23)

Oh, Palabra Encarnada, entraste en el mundo sintiendo el dolor de la paja y el frío de la noche y del mundo, ahora te despides con un dolor mucho más angustiante. Aunque sentías el dolor de los clavos y de la flagelación, el dolor interior te hizo sufrir más. Ese dolor causado por mis pecados de soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, egoísmo y pereza. Señor, ayúdame a no seguir pecando. Verte sufrir debería causar un horror al pecado, dame la fortaleza para seguirte hasta la cruz y acompañarte en los momentos difíciles de mi vida, así buscaré la forma de no pecar más por amor que por temor.


Quinta Palabra:

"Tengo sed" (Jn 19,28)




Después de ésto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura dijo: "Tengo sed". Había allí un botijo lleno de vinagre. Fijaron en una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la llevaron a la boca. (Jn 19, 28-29).


Reflexión


El vinagre servía de anestesia, por eso Jesús no quiso tomar de ella al principio de su crucifixión, para así mejor sentir el dolor y sobrellevarlo sólo por amor a la voluntad de su Padre y por la redención nuestra. "Tengo sed", dijo. No sólo una sed física buscando un alivio temporero, sino sed de justicia, sed de que se haga el bien, no el mal. Sed de almas, almas verdaderamente convertidas no sólo de palabra, pero en las obras, en su forma de vivir. Sed de amor, pues como decía San Francisco de Asís: "¡El Amor no es amado!" ¿Qué hacemos por amor a Jesús, ya hemos leído y meditado lo que Él hizo por nosotros, qué vamos a hacer por amor a Jesús?

Señor, también tengo sed de Ti, pues si Tú no vienes en mi socorro todo intento de hacer obras buenas es inútil. Sólo te pido que me ilumines para que mañana te pueda querer más que hoy y me impulses y me dirijas en hacer tus obras. Si esto ayuda a calmar tu sed, deseo con fervor servirte para darte alivio.

"Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis, a Vos Señor lo torno, disponed de ello a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y vuestra gracia que ésta me basta. Amén" (San Ignacio de Loyola).


Sexta Palabra:

"Todo está terminado"
(Jn 19,30)




Cuando hubo gustado el vinagre, dijo Jesús: "Todo está acabado..." (Jn 19,30)


Reflexión


¡Triunfó Dios sobre las tinieblas del pecado! Jesús llevó a cabalidad su misión. La humanidad ya está salvada. Adán y Eva al desobedecer a Dios, ofendieron a un Ser Infinito, Jesús y María al obedecer a Dios, repararon esta ofensa y mostraron cómo amar al Ser Infinito. ¿Amamos así a nuestro Dios? ¿Nos damos cuenta de que un acto de obediencia a su palabra puede contribuir a la salvación de muchas almas?

¡Dios mío! La obediencia a tus mandatos es dura para mi carne flaca. Ayúdame a cumplirlos, pues a veces pienso que sí los cumplo, pero en realidad... ¿está todo acabado para mí? ¿Ya no tengo que seguir buscándote? ¿Ya se terminó mi conversión? Padre celestial, hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra... 


Séptima Palabra:

"Padre, en tus manos
encomiendo mi Espíritu"
(Lc 23,46)




Jesús dando una gran voz, dijo: "Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu" y diciendo ésto, expiró (Lc 23,46)


Reflexión


Jesús da una gran voz de nuevo para pronunciar su última palabra en la cruz. Entregó su vida en manos de Su Padre. Aparentemente su vida terminó en fracaso, pero era preciso que el grano de trigo muera para que pueda dar frutos... El árbol de la cruz es el único camino para la salvación. Adán y Eva pecaron, comieron del árbol del bien y del mal, queriendo ser como Dios. ¿Quieres ser como Dios? Ahora Jesús, Dios-Hombre, se presenta como el nuevo fruto en el árbol de la cruz, para que podamos comer de Él, entonces seremos como Dios, participaremos de su Pasión, con la viva esperanza de participar de su Resurrección. ¿Comeremos el fruto de este árbol? Medítelo.

Gracias, Jesús. Has trazado un nuevo horizonte ante mí. Un nuevo camino por andar. La aventura de mi vida. Dame la valentía y fortaleza de perseverar hasta el final como Tú.


Oración
Adoración de la Cruz




¡Amoroso y Divino Jesús crucificado, que lleno de amor a los hombres te ofreciste ante el Eterno Padre por víctima expiatoria de los crímenes del mundo! Ya que me concediste la gracia de inspirarme que me ofrezca contigo en holocausto, como víctima que une sus dolores a los tuyos en desagravio de tantas culpas..., yo, criatura indigna y miserable, postrada delante de tu Cruz y con la ayuda de tu gracia, confirmo y ratifico mi promesa de querer padecer con los mismos fines que Tú en ella padeciste... Recibe todo mi ser en holocausto y haz de mí lo que quieras. Sobre los brazos de tu Cruz abro los míos para perdonar y abrazar a todos mis enemigos, cuyo bien y salvación deseo y prometo solemnemente procurar cuanto sea de mi parte, así como el alivio de sus penas e infortunios.

Y en fe de mi promesa, adoro y beso esa Cruz sacrosanta, desde la cual exclamaste momentos antes de expirar:



"Padre mío, perdónalos a todos, como yo los perdono"


Oración
El Credo





Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.


Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM:
http://www.devocionario.com/jesucristo/cruz_oraciones_1.html#O1

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/celebraciones/120/301/articulo.php?id=1310

Jesús canonizó al primer santo de la historia: San Dimas

 



El Buen Ladrón fue el primer santo de la Historia y un caso único "Canonizado" por el mismo Jesús.

Es uno de los diálogos más breves de los Evangelios, pero de los de mayores consecuencias:


"Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino"

"En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso"




La conversión del Buen Ladrón, tradicionalmente conocido como San Dimas, le convirtió en el primer santo de la historia de la Iglesia. Crucificado a la derecha de Jesucristo, le reconoció como Hijo de Dios y obtuvo de Él una promesa que no hizo a nadie más, la de abrirle las puertas del Cielo antes incluso que a los grandes patriarcas y profetas del Antiguo Testamento, a quienes Jesús acudió a buscar al limbo de los justos tras obrar la Redención.

Eso hace del Buen Ladrón una figura irrepetible, especial y primordial en el conjunto de los santos, y sin embargo hay muy pocos datos sobre él. 

La editorial Voz de Papel acaba de publicar el primer libro realmente documentado sobre este fascinante y fugaz personaje de los Evangelios: El Buen Ladrón, Misterio de Misericordia, del sacerdote canadiense André Daigneault, que contiene la mayor documentación jamás reunida sobre lo que han escrito sobre él Padres de la Iglesia, Papas, teólogos y santos menos “irrepetibles” que él. 

La edición española, ampliada sobre la original con un amplio elenco de fuentes, ha estado a cargo del sacerdote Álvaro Cárdenas, sobre traducción de Cordélia de Castellane.


El primer canonizado... y por Jesús




La devoción al Buen Ladrón se extendió muy pronto y muy deprisa, sobre todo en la Iglesia de Oriente, pero también en la de Occidente. Los Padres de la Iglesia acudían con frecuencia a su historia para ejemplificar la gratuidad de la salvación y como modelo de aplicación de la misericordia de Dios para levantar al caído y elevarle a lo más granado de la santidad (la justificación completa tras el arrepentimiento).

San Dimas llegó a la Cruz como un delincuente merecedor del más horrible castigo de la época, y al principio también insultó a Jesús. Pero en cuanto conoció la Divinidad de Cristo, el Amor de un instante le sirvió para ser rescatado y fue el primer "canonizado" directamente por Jesús.

Durante siglos, los Padres de la Iglesia, la liturgia y el pueblo celebraron a San Dimas, y el padre Daigneault recoge todos los testimonios y textos de Padres de la Iglesia que glosan dicha conversión instantánea y su origen en el amor de Dios: San Hilario de Potiers, San Ambrosio, San Gregorio de Nisa, San Jerónimo, San Agustín y, sobre todo, San Juan Crisóstomo.


El santo preferido de
Santa Teresita del Niño Jesús


Así mismo, decenas de oraciones pueblan desde los primeros siglos del cristianismo los textos litúrgicos, así como las devociones de los fieles. Sin embargo, así como en la Iglesia de Oriente el culto a San Dimas se mantuvo y se mantiene muy vivo, en la Iglesia de Occidente sufrió un cierto eclipse, aunque santos de todos los tiempos (también modernos, de Santa Teresita del Niño Jesús a San Josemaría Escrivá de Balaguer) se han referido a él y le rezaban. 

En particular la joven monja de Lissieux, y uno de los apartados más interesantes El Buen Ladrón es la historia y motivos de la vinculación entre la espiritualidad de Santa Teresita con la figura del Buen Ladrón, a la que se sentía muy apegada y a quien quería parecerse: "Quiero comparecer ante Dios como el Buen Ladrón", decía. El padre Daigneault, autor del libro, es un cultivador de la espiritualidad de esta santa francesa, sobre todo en una de sus principales labores pastorales, como es la predicación de retiros.




La devoción al Buen Ladrón renace como imagen viva de la Misericordia de Dios.


Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM:
http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=34839

San Valeriano - Esposo de Santa Cecilia - Fiesta Abril 14

 



Mártir romano, probablemente del tiempo de Juliano el Apóstol, esposo de la popular virgen Cecilia. Según las tradiciones fue convertido por ella el mismo día de la boda con medios sobrenaturales y milagrosos. Sobre su casa se edificó luego un templo, en el que reposan las reliquias de su santa consorte.

El padre de Cecilia, que veía las cosas de un modo diferente, la casó con un joven patricio llamado Valeriano. El día de la celebración del matrimonio, en tanto que los músicos tocaban y los invitados se divertían, Cecilia se sentó en un rincón a cantar a Dios en su corazón y a pedirle que la ayudase. Cuando los jóvenes esposos se retiraron a sus habitaciones, Cecilia, armada de todo valor, dijo dulcemente a su esposo:




"Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio, si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí"


Valeriano replicó:


"Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides"


Cecilia le dijo:


"Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo verás al ángel"


Valeriano accedió y fue a buscar al obispo Urbano, quien se hallaba entre los pobres, cerca de la tercera mojonera de la Vía Apia. Urbano le acogió con gran gozo. Entonces se acercó un anciano que llevaba un documento en el que estaban escritas las siguientes palabras:


"Un sólo Señor, un sólo bautismo, un sólo Dios y Padre de todos, que está por encima de todo y en nuestros corazones"


Urbano preguntó a Valeriano:


"¿Crees ésto?"


Valeriano respondió:


"Sí"


Y Urbano le confirió el bautismo. Cuando Valeriano regresó a donde estaba Cecilia, vio un ángel de pie junto a ella. El ángel colocó sobre la cabeza de ambos una guirnalda de rosas y lirios.




Poco después llegó Tiburcio, el hermano de Valeriano y los jóvenes esposos le ofrecieron una corona inmortal si renunciaba a los falsos dioses. Tiburcio se mostró incrédulo al principio y preguntó:


"¿Quién ha vuelto de más allá de la tumba a hablarnos de esa otra vida?"


Cecilia le habló largamente de Jesús. Tiburcio recibió el bautismo, y al punto vio muchas maravillas. Desde entonces, los dos hermanos se consagraron a la práctica de las buenas obras. Ambos fueron arrestados por haber sepultado los cuerpos de los mártires. Almaquio, el prefecto ante el cual comparecieron, empezó a interrogarlos. Las respuestas de Tiburcio le parecieron, desvaríos de loco. Entonces, volviéndose hacia Valeriano, le dijo que esperaba que le respondería en forma más sensata. Valeriano replicó que tanto él como su hermano estaban bajo cuidado del mismo médico, Jesucristo, el Hijo de Dios, quien les dictaba sus respuestas. Enseguida comparó, con cierto detenimiento, los gozos del cielo con los de la tierra; pero Almaquio le ordenó que cesase de disparatar y dijese a la corte si estaba dispuesto a sacrificar a los dioses para obtener la libertad. Tiburcio y Valeriano replicaron juntos:


"No, no sacrificaremos a los dioses sino al único Dios, al que diariamente ofrecemos sacrificio"


El prefecto les preguntó si su Dios se llamaba Júpiter. Valeriano respondió:


"Ciertamente no. Júpiter era un libertino infame, un criminal y un asesino, según lo confiesan vuestros propios escritores"


Valeriano se regocijó al ver que el prefecto los mandaba azotar y hablaron en voz alta a los cristianos presentes:


"¡Cristianos romanos, no permitáis que mis sufrimientos os aparten de la verdad!  ¡Permaneced fieles al Dios único, y pisotead los ídolos de madera y de piedra que Almaquio adora!"


A pesar de aquella perorata, el prefecto tenía aún la intención de concederles un respiro para que reflexionasen; pero uno de sus consejeros le dijo que emplearían el tiempo en distribuir sus posesiones entre los pobres, con lo cual impedirían que el Estado las confiscase. Así pues, fueron condenados a muerte. La ejecución se llevó a cabo en un sitio llamado Pagus Triopius, a seis kilómetros de Roma. Con ellos murió un cortesano llamado Máximo, el cual, viendo la fortaleza de los mártires, se declaró cristiano.


Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=9037

Santa Liduvina - Patrona de los Enfermos Crónicos - Año 1433 - Fiesta Abril 14

 



Paciente enferma crónica 


Oración




Santa Liduvina: Alcánzanos de Dios la gracia de aceptar con paciencia nuestros sufrimientos como pago por nuestros pecados y para conseguir la conversión y salvación de muchos pecadores.


Historia


Esta santa es la Patrona de los enfermos crónicos. Ella nos enseña a aprovechar la enfermedad para pagar nuestros pecados, convertir pecadores y conseguir un gran premio en el cielo. El decreto de Roma al declararla santa dice:


Santa Liduvina fue "un prodigio de sufrimiento humano y de paciencia heroica"


Liduvina nació en Schiedam, Holanda, en 1380. Su padre era muy pobre y tenía por oficio el de "celador" o cuidador de fincas. Hasta los 15 años Liduvina era una muchacha como las demás: alegre, simpática, buena y muy bonita. Pero en aquel año su vida cambió completamente. Un día, después de jugar con sus amigos, iban a patinar y en el camino cayó en el hielo partiéndose la columna vertebral.

La pobre muchacha empezó desde entonces un horroroso martirio. Continuos vómitos, jaquecas, fiebre intermitente y dolores por todo el cuerpo la martirizaban todo el día. En ninguna posición podía descansar. La altísima fiebre le producía una sed insaciable. Los médicos declararon que su enfermedad no tenía remedio.

Liduvina se desesperaba en esa cama inmóvil, y cuando oía a sus compañeras correr y reír, se ponía a llorar y a preguntar a Dios por qué le había permitido tan horrible martirio. Pero un día Dios le dio un gran regalo: nombraron de párroco de su pueblo a un verdadero santo, el Padre Pott. Este virtuoso sacerdote lo primero que hizo fue recordarle que:


"Dios al árbol que más lo quiere más lo poda, para que produzca mayor fruto y a los hijos que más ama más los hace sufrir"


Le colocó en frente de la cama un crucifijo, pidiéndole que de vez en cuando mirara a Jesús crucificado y se comparara con Él y pensara que si Cristo sufrió tanto, debe ser que el sufrimiento lleva a la santidad. En adelante ya no volvió más a pedir a Dios que le quitara sus sufrimientos, sino que se dedicó a pedir a Nuestro Señor que le diera valor y amor para sufrir como Jesús por la conversión de los pecadores, y la salvación de las almas.




Santa Liduvina llegó a amar de tal manera sus sufrimientos que repetía:


"Si bastara rezar una pequeña oración para que se me fueran mis dolores, no la rezaría"


Descubrió que su "vocación" era ofrecer sus padecimientos por la conversión de los pecadores. Se dedicó a meditar fuertemente en la Pasión y Muerte de Jesús. Y en adelante sus sufrimientos se le convirtieron en una fuente de gozo espiritual y en su "arma" y su "red" para apartar pecadores del camino hacia el infierno y llevarlos hacia el cielo.


Decía que la Sagrada Comunión y la meditación en la Pasión de Nuestro Señor eran las dos fuentes que le concedían valor, alegría y paz


La enfermedad fue invadiendo todo su cuerpo. Una llaga le fue destrozando la piel. Perdió la vista por un ojo y el otro se le volvió tan sensible a la luz que no soportaba ni siquiera el reflejo de la llama de una vela. Estaba completamente paralizada y solamente podía mover un poco el brazo izquierdo. En los fríos terribles del invierno de Holanda quedaba a veces en tal estado de enfriamiento que sus lágrimas se le congelaban en la mejilla. En el hombro izquierdo se le formó un absceso dolorosísimo y la más aguda neuritis (o inflamación de los nervios) le producía dolores casi insoportables. Parecía que ya en vida estuviera descomponiéndose como un cadáver. Pero nadie la veía triste o desanimada, sino todo lo contrario: feliz por lograr sufrir por amor a Cristo y por la conversión de los pecadores. Y cosa rara: a pesar de que su enfermedad era tan destructora, se sentía a su alrededor un aroma agradable y que llenaba el alma de deseos de rezar y de meditar.

Cuentan las antiguas crónicas que recién paralizada una noche Liduvina soñó que Nuestro Señor le proponía:


"Para pago de tus pecados y conversión de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una cama o 38 horas en el purgatorio?"


Y que ella respondió:


"Prefiero 38 horas en el purgatorio"




Y sintió que moría que iba al purgatorio y empezaba a sufrir. Y pasaron 38 horas y 380 horas y 3.800 horas y su martirio no terminaba, y al fin preguntó a un ángel que pasaba por allí:


"¿Por qué Nuestro Señor no me habrá cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al purgatorio y ya llevo 3.800 horas"


El ángel fue y averiguó y volvió con esta respuesta:


"¿Qué cuántas horas cree que ha estado en el Purgatorio?" ¡Pues 3.800! ¿Sabe cuánto hace que Ud. se murió? No hace todavía cinco minutos que se murió. Su cadáver todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus familiares todavía no saben que Ud. se ha muerto. ¿No han pasado cinco minutos y ya se imagina que van 3.800?"


Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó y gritó:


"Dios mío, prefiero entonces estarme 38 años tullida en la tierra"


Y despertó. Y en verdad estuvo 38 años paralizada y a quienes la compadecían les respondía:




"Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida es muy severa. No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la eternidad es algo terrible, que no podemos ni imaginar"


En 1421, o sea 12 años antes de su muerte, las autoridades civiles de Schiedam (su pueblo) publicaron un documento que decía:




"Certificamos por las declaraciones de muchos testigos presenciales, que durante los últimos siete años, Liduvina no ha comido ni bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive únicamente de la Sagrada Comunión que recibe"


Santa Liduvina, paralizada y sufriendo espantosamente en su lecho de enferma, recibió de Dios los dones de anunciar el futuro a muchas personas y de curar a numerosos enfermos, orando por ellos. A los 12 años de estar enferma y sufriendo, empezó a tener éxtasis y visiones. Mientras el cuerpo quedaba como sin vida, en los éxtasis conversaba con Dios, con la Santísima Virgen y con su Ángel de la Guarda. Unas veces recibía de Dios la gracia de poder presenciar los sufrimientos que Jesucristo padeció en su Santísima Pasión. Otras veces contemplaba los sufrimientos de las almas del purgatorio, y en algunas ocasiones le permitían ver algunos de los goces que nos esperan en el cielo.

Dicen los que escribieron su biografía que después de cada éxtasis se afirmaba más y más en su "vocación" de salvar almas por medio de su sufrimiento ofrecidos a Dios, y que al finalizar cada una de estas visiones aumentaban los dolores de sus enfermedades pero aumentaba también el amor con el que ofrecía todo por Nuestro Señor.

Cambiaron al santo párroco que tanto la ayudaba, por otro menos santo y menos comprensivo, quien empezó a decir que Liduvina era una mentirosa que inventaba lo que decía. El pueblo se levantó en revolución para defender a su santa y las autoridades para evitar problemas, nombraron una comisión investigadora compuesta por personalidades muy serias. Los investigadores declararon que ella decía toda la verdad y que su caso era algo extraordinario que no podía explicarse sin una intervención sobrenatural. Y así la fama de la santa creció y se propagó.

En los últimos siete meses Santa Liduvina no pudo dormir ni siquiera una hora a causa de sus tremendos dolores. Pero no cesaba de elevar su oración a Dios, uniendo sus sufrimientos a los padecimientos de Cristo en la Cruz.

Y el 14 de abril de 1433, día de Pascua de Resurrección poco antes de las tres de la tarde, pasó santamente a la eternidad. Pocos días antes contempló en una visión que en la eternidad le estaban tejiendo una hermosa corona de premios. Pero aún debía sufrir un poco. En esos días llegaron unos soldados y la insultaron y la maltrataron. Ella ofreció todo a Dios con mucha paciencia y luego oyó una voz que le decía:


"Con esos sufrimientos ha quedado completa tu corona. Puedes morir en paz"


La última petición que le hizo al médico antes de morir fue que su casa la convirtieran en hospital para pobres. Y así se hizo. Y su fama se extendió ya en vida por muchos sitios y después de muerta sus milagros la hicieron muy popular. Tiene un gran templo en Schiedam. Tuvo el honor de que su biografía la escribiera el escritor Tomás de Kempis, autor del famosísimo libro "La imitación de Cristo".


Fuente - Texto tomado de EWTN.COM: