martes, 22 de marzo de 2022

TEXTO OFICIAL - Consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María - Marzo 25 de 2022



TEXTO OFICIAL
OBTENIDO POR LA AGENCIA ACI


Plegaria de consagración al Inmaculado Corazón de María
de «la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial
Rusia y Ucrania»


Oración con la que el Santo Padre consagrará a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María, respondiendo así al pedido que le realizaron a inicios de marzo los obispos católicos de rito latino de Ucrania, el 25 de marzo, en la Solemnidad de la Anunciación del Señor.


22/03/22 - 6:34 PM (ACI/InfoCatólica)


El pasado 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, con la invasión de Ucrania iniciada, los obispos católicos de rito latino de Ucrania pidieron al Papa que consagre Rusia y su país al Inmaculado Corazón de María «como lo pidió la Santísima Virgen en Fátima»

Unos días después el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni. anunció que el Santo Padre lo haría en la jornada penitencial que se desarrollará el día 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación del Señor. El Papa Francisco ha invitado a todos los obispos, y fieles a unirse, y se han ido publicando en muchos países la adhesión de las conferencias episcopales e incluso recientemente la del Papa Emérito Benedicto XVI.

La agencia ACI ha obtenido el texto oficial que ha enviado a los obispos de todo el mundo:


Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes.

Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común.

Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión.

En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: «¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?». Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3).

Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.

Acoge, oh Madre, nuestra súplica.

Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.

Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.

Tú, «tierra del Cielo», vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.

Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.

Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.

Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.

Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.

Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz.

Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27).

Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti.

El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania.

Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El «sí» que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará.

A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios.

Tú que eres «fuente viva de esperanza», disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.


Fuente - Texto tomado de INFOCATOLICA.COM:
https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=42982






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ATERRADOR - La profecía y la llegada del Anticristo

 



Here is wisdom.

Let him that hath understanding count the number of the beast; for it is the number of a man; and his number is 666 (Book of Revelation: Chapter 13, Verse 18).

If something frightening happens to you today, think about it. I may be...

The Omen

You have been warned.




Aquí está la sabiduría.

El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia; porque es el número de un hombre; y su número es 666 (Libro de La Revelación: Capítulo 13, Versículo 18).

Si hoy te pasa algo aterrador, piénsalo. Puedo ser...

El presagio

Usted ha sido advertido.



Por INFOVATICANA | 21 de marzo de 2021


Nuestro Páter cinéfilo, autor de ‘100 películas cristianas’ nos trae, este fin de semana, otra nueva reflexión sobre un largometraje:

El cine de terror cambió para siempre con el estreno de El exorcista (William Friedkin, 1973). En efecto, por primera vez en la historia del celuloide, se incidía en la esencia y origen de todo mal: EL DIABLO. Ciertamente, ya había habido algún notable experimento al respecto: Madre Juana de los Ángeles, La noche del demonio o La semilla del diablo, su antecesor inmediato, pero podríamos decir que Satanás no era el verdadero protagonista de ninguno de ellos, sino solo un invitado especial. De alguna manera, pues, aquella cinta puso de moda la figura del maligno, por lo que era cuestión de tiempo que surgieran otras que se aprovechasen de ello para intentar recabar el mismo éxito. Y de entre todas, la que mejor supo hacerlo fue La profecía (Richard Donner, 1976).





Pese a lo que muchos creen, La profecía no está inspirada en una novela previa, sino que se trata de una obra original [1]. En ella, un político de renombre adopta a un niño sin saber que en realidad es el hijo del demonio, es decir, el anticristo. Sin embargo, poco a poco irá sospechando de su origen, pues en torno a él se suceden muertes extrañas y hasta es advertido por un sacerdote, que incluso le referirá el vaticinio que podemos leer en la Biblia:


«El que tenga inteligencia, cuente la cifra de la bestia, pues es cifra humana. Y su cifra es seiscientos sesenta y seis» (Ap. 13, 18).


Llegará un momento, pues, en que se verá en la tesitura de acabar con la vida del crío o dejarlo vivir, para que sitúe a la humanidad bajo el yugo de Lucifer.

Como no podía ser de otra manera, la cinta se convirtió en un auténtico éxito de taquilla, pues todo el mundo vio que se trataba de una digna heredera de El exorcista (recordemos que esta tendría varias secuelas, pero que ninguna de ellas lograría igualarla). Su opresiva puesta en escena, su mítica banda sonora, su inteligentísimo libreto y la espeluznante actuación del niño protagonista –cuya fría mirada continúa inquietando a cualquiera–, consiguieron cautivar al público, que estaba ansioso por conocer más datos acerca del príncipe de las tinieblas. Tanto es así que, si aquella puso en boga al demonio, esta hizo lo propio con el anticristo y el fin de los tiempos (hoy en día, de hecho, sigue siendo una película recurrente para ejemplificar esto último).

Porque, ciertamente, tal y como hace la película, deberíamos diferenciar entre el demonio y el anticristo, a los que habitualmente consideramos parejos, pero que no lo son. Y es que, según el Catecismo de la Iglesia Católica:


El anticristo no será el diablo, sino un pseudomesías que “trabajará para él”, que pondrá al hombre en el lugar de Dios y que, por ende, arrastrará a muchos a la perdición, ya que caerán ingenuamente en su ardid (cfr. 675).


De hecho, el libro del Apocalipsis va en ese sentido:


Puesto que la bestia a la que hace referencia –es decir, el anticristo–, recibe su poder del dragón –es decir, del demonio–, pero no es el dragón (cfr. Ap 13, 2). En cuanto a la segunda bestia, nacida después de la primera (cfr. Ap 13, 11), los exegetas piensan que se trata de una metáfora de la ideología perversa que acompañará y propiciará el propio anticristo, mediante la que este esclavizará bajo su poder a la humanidad.


Pero como la película no puede desasirse así como así del aroma hollywoodense, fantasea con la posibilidad de que el anticristo, en efecto, no sea el mismo Satanás, pero sí su retoño, que sin duda es un argumento mucho más comercial. De este modo, igual que Dios encarnó a su propio Hijo para salvar al hombre, el diablo encarna al suyo para condenarlo; de la misma manera que aquel eligió a una pareja sin prole para que cuidase de Jesucristo, este hace lo mismo para que velen por Damien, y como el primero fue guiando mediante su Providencia al Mesías para que cumpliese sus designios salvadores, el segundo conduce a su sosias mediante engañifas para que también dé cumplimiento a sus propósitos malignos. Para el largometraje, pues, el anticristo cumpliría a la perfección ese pseudeomesianismo que anuncia el Catecismo, pues imitaría en todo al Hijo de Dios, pero para pervertir su mensaje (en este sentido, recomiendo también el visionado de La profecía 2 y La profecía 3, que junto con la primera, conforman un interesante tríptico sobre ese progreso demoníaco en aras de la malévola imitación de Cristo [2]).

Paradójicamente, esta idea de origen comercial es mucho más profunda de lo que parece, puesto que:




Ya el arzobispo norteamericano Fulton Sheen –en proceso de canonización– afirmaría que el demonio es en realidad el mono de Dios y que, por tanto, quiere imitarlo en todo. De hecho, en una célebre alocución para la televisión estadounidense, detallaría sus características, para que los cristianos seamos capaces de reconocerlo cuando llegue:


«No llevará vestiduras rojas, no vomitará azufre, no llevará tridente ni se llamará a sí mismo anticristo, pues nadie lo seguiría. Se disfrazará como el gran humanitario, hablará de paz, de prosperidad y de abundancia, pero no como medios para llegar a Dios, sino como fines en sí mismos. Promoverá un nuevo concepto de divinidad, que nada tendrá que ver con nuestra visión, sino que se acomodará al gusto de la gente».

«Divulgará la fe en la astrología y en el universo como sustituta de la verdadera creencia en Dios. Hará que los hombres se avergüencen de no ser considerados abiertos de mente y progresistas por sus compañeros. Identificará la tolerancia con la indiferencia entre el bien y el mal. Fomentará el divorcio como signo de liberación. Hará que crezca el amor por el amor, pero que decrezca el amor por las personas. Invocará la religión para destruir la religión. Incluso hablará de Cristo y dirá que es el mayor hombre que jamás haya existido. Dirá que su misión es salvar a la humanidad de la superstición y el fascismo, pese a que nunca los definirá. Fundará, por ende, una anti-Iglesia, que será una imitación de la Iglesia, pero a la que se sumarán incluso muchos de los elegidos, puesto que serán víctimas de la soledad y la frustración del hombre moderno; pero allí no se les animará al reconocimiento de sus culpas y a la conversión, sino al autoconocimiento y a la superación».


Así pues, pese a su innegable fragancia de Hollywood, La profecía se convierte en un acertado relato sobre la idiosincrasia del demonio y el futuro anticristo, al que, por otro lado, no hay que temer. De hecho, el propio Sheen, consciente de que sus palabras podían causar estupor en el pueblo cristiano, llenó a éste de esperanza con la siguiente exhortación:




«Colgad un crucifijo en casa, rezad cada noche el Rosario en familia, acudid diariamente a misa, haced la hora santa, encomendaos a San Miguel y a la Santísima Virgen, y conservad el estado de gracia, puesto que solo habrá una forma de que las rodillas dejen de temblar: caer sobre ellas y rezar».


Y así, aunque la cinta no dé pie a esta halagüeña expectativa, sí lo hace a su manera el conjunto de la trilogía –por eso es recomendable ver también la segunda parte y la tercera, tituladas respectivamente en España La maldición de Damien y El final de Damien [3]–.


Ya que nos hace ver que el mal no tiene la última palabra y que el bien triunfará por fin mediante una intervención directa de Dios (cfr. Ap 20, 7-10).


Por desgracia, después de esta cinta, el maligno pasó a ser en el cine un mero recurso estilístico. De este modo, aunque El Exorcista sentara las bases para que la gran pantalla lo abordase con seriedad, y La profecía las perfeccionara, pocas películas han sabido recoger el testigo. Quizás en los últimos tiempos destaquen La pasión de Cristo y Pactar con el diablo, ya que, cada una en su género, profundizan en su figura, para hacernos ver que no es un simple mito cristiano, sino un ente real que odia a Dios y quiere condenar al hombre. En cuanto al anticristo y el fin de los tiempos, y al margen del filme que hemos presentado, tal vez solo despunten la española El día de la bestia y La profecía. Omen 666, nueva versión de aquella, aunque con una puesta en escena mucho más hollywoodiana.


[1] La idea de publicar meses antes la novela inspirada en el guion procedía de la propia productora, que lo consideró una estrategia comercial.

[2] Existe una cuarta entrega: La profecía 4. El renacer, pero que es del todo prescindible, puesto que la tercera parte de la saga cierra definitivamente este ciclo (aunque de manera muy pobre, todo hay que decirlo).

[3] En mi opinión, la segunda es la mejor de las tres, y la tercera, la peor (con diferencia).


Fuente - Texto tomado de INFOVATICANA.COM:


Película tomada de YOUTUBE:





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