martes, 1 de febrero de 2022

Lectura del Santo Evangelio Según San Lucas 2, 22-40

  



22. Cumplido así mismo el tiempo de la purificación de la madre, según la ley de Moisés, llevaron al Niño a Jerusalén, para presentarle al Señor.

23. Como está escrito en la ley del Señor:


"Todo varón que nazca el primero, será consagrado al Señor"




24. Y para presentar la ofrenda de un par de tórtolas, o dos palominos, como está también ordenado en la ley del Señor.

25. Había a la sazón en Jerusalén un hombre justo y temeroso de Dios, llamado Simeón, el cual esperaba de día en día la consolación de Israel o la venida del Mesías, y el Espíritu Santo moraba en él.

26. El mismo Espíritu Santo le había revelado, que no había de morir antes de ver al Cristo o Ungido del Señor.

27. Así vino inspirado de Él al templo. Y al entrar con el Niño Jesús sus padres para practicar con Él lo prescrito por la ley.

28. Tomándole Simeón en sus brazos, bendijo a Dios, diciendo:




29. "Ahora, Señor, ahora sí que sacas en paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa.

30. Porque ya mis ojos han visto al Salvador que nos has dado.




31. Al cual tienes destinado para que, expuesto a la vista de todos los pueblos.

32. Sea luz brillante que ilumine a los gentiles y la gloria de tu pueblo de Israel"


33. Su Padre y su Madre escuchaban con admiración las cosas que de Él se decían.

34. Simeón bendijo a entreambos, y dijo a María su madre:


"Mira, este Niño que ves está destinado para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y para ser el blanco de la contradicción de los hombres.




35. Lo que será para Ti misma una espada que traspasará tu Alma; a fin de que sean descubiertos los pensamientos ocultos en los corazones de muchos"


36. Vivía entonces una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser que era ya de edad muy avanzada; y la cual, casada desde la flor de ella, vivió con su marido siete años.

37. Y habíase mantenido viuda hasta los ochenta y cuatro de su edad, no saliendo del templo, y sirviendo en él a Dios día y noche con ayunos y oraciones.

38. Esta, pues, sobreviniendo a la misma hora, alababa igualmente al Señor, y hablaba de Él a todos los que esperaban la rendición de Israel.

39. Y María y José con el Niño Jesús, cumplidas todas las cosas ordenadas en la ley del Señor, regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.




40. Entretanto, el Niño iba creciendo, y fortaleciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba en Él.


Palabra de Dios
Gloria a Ti, Señor Jesús

Historia y Devoción a Nuestra Señora de la Candelaria - Patrona de la ciudad de Medellín (Antioquia - Colombia) - Febrero 2

 



Nuestra Señora de la Candelaria


Puede decirse que la devoción a Nuestra Señora de la Candelaria es muy antigua, pues hay vestigios de ella, ya desde el siglo IV, en Jerusalén. Se sabe que en el siglo VI se honraba a la Santísima Virgen, en el misterio de la purificación, con una fiesta especial en Constantinopla. Luego, encontramos esta advocación en la isla canaria de Tenerife, a partir del año 1393, cuando entró con fuerza en la devoción popular española. Los marinos la adoptaron por patrona y, por consiguiente, llegó y se extendió su culto en varios países de América, especialmente durante la época de la conquista y la colonia.

La historia de Medellín, desde sus orígenes, está profundamente vinculada con esta advocación mariana. En efecto, cuando fue fundada la ciudad, el 2 de noviembre de 1640, recibe el nombre de Villa Nueva del Valle de Aburrá de Nuestra Señora de la Candelaria; nombre que, en la consolidación definitiva de la ciudad el 2 de noviembre de 1675, se cambió en Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín. Desde entonces, bajo esta advocación, se ha suplicado la protección de la Virgen sobre Medellín. Su imagen aparece tanto en el escudo de la ciudad como en el de la Arquidiócesis.




La misma iconografía nos muestra que, con este título, se quiere honrar a María en su participación en el misterio de la Presentación del Señor, cuando Simeón proclama a Cristo “luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel” y a ella le anuncia la eminente cooperación que tendrá en la obra redentora. Por eso, aparece entre las columnas del templo, con el Hijo entre sus brazos, llevando el par de palomas que entonces ofreció y con la candela encendida que significa la identidad del que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Como la mujer descrita en el Apocalipsis, está coronada de estrellas y con la luna bajo sus pies (cf Lc 2,22-32; Jn 1,9; Ap 12,1).

El drama de la historia es que Dios envió la Luz al mundo y el mundo no la recibió (cf Jn 1,11). Al celebrar, el 2 de febrero, la solemnidad de la Presentación del Señor y honrar ese día a la Santísima Virgen María como nuestra Patrona en la advocación de Nuestra Señora de la Candelaria, aprendamos de ella a recibir la luz que es Cristo. Luz que le da sentido a nuestra vida, luz que esclarece las fronteras entre el bien y el mal, luz que nos guía a través de las vicisitudes de la vida, luz que nos hace ver todo lo que nos une y nos hace responsables de los demás, luz que nos proyecta a la eternidad.

Acompañados por María, que entrega la Luz al mundo y que es tan querida por nuestro pueblo, en Medellín podríamos llegar a tener paz. La necesitamos, la estamos buscando, hemos hecho esfuerzos por construirla, pero todavía sufrimos muchas formas de violencia y no logramos superar las causas que la producen. Esta celebración debemos aprovecharla como una oportunidad para recordar algunas lecciones concretas y esenciales del Evangelio que nos urge aprender: valorar toda vida humana, respetar la dignidad de cada persona, compartir lo que tenemos para remediar el mal intolerable de la inequidad, perdonar las ofensas para que no se prolongue la espiral del odio, vivir la alegría de la fraternidad.

De otra parte, también siguiendo el ejemplo y contando con la intercesión de Nuestra Señora, nos urge crecer en la fe cristiana. Es decir, asumir con decisión y coherencia esa forma de vida que nos relaciona filialmente con Dios; que nos pone cada día en un proceso de creación personal, es decir, de santidad; que nos compromete con la construcción de una sociedad más justa y más humana; que nos hace capaces de experimentar aún en los momentos de tribulación el amor de Dios; que nos lleva a ser misioneros creativos e incansables de la posibilidad que tiene toda persona, a partir de la Resurrección del Señor, de ser libre y feliz.


Fuente - Texto tomado ARQMEDELLIN.CO:






Primera parroquia de Medellín. Inaugurada en 1776. La cúpula es de 1860 y las torres del frontis son de 1887. Fue catedral de la Arquidiócesis de Medellín entre 1868 y 1931. En 1970 recibió el título de Basílica Menor. Declarada Monumento Nacional en 1998.

De las millones de hostias que se fabrican al mes en este país de creyentes, practicantes, no practicantes y escépticos que dan gracias al señor, más de cien mil son entregadas en la parroquia de Nuestra Señora de La Candelaria. La más antigua de Medellín, la más representativa, la más central de la ciudad, enmarcada entre la calle 49 y la carrera 50, donde todo esto empezó.

A La Candelaria no le faltan fieles. Aunque no tenga su propia feligresía, esa población flotante que vive, trabaja o transita por el Centro no la abandona. Comerciantes, amas de casa, mensajeros, obreros, empleados, desempleados, todos devotos, llenan las bancas durante cada una de las 228 eucaristías que se realizan al mes, y hacen uso debido de la confesión permanente y de la comunión que esta parroquia ofrece sin necesidad de asistir a misa, en las mañanas, cada quince minutos.

La celebración de otros sacramentos es más bien escasa. Los bautizos, que a comienzos del siglo XX superaron el millar por año, pasaron a ser unos cincuenta en los últimos tiempos; los matrimonios, si mucho, alcanzan a ser cinco al año y las exequias son exiguas.

Pero no siempre fue así. Cuando Medellín aún era un pueblo, todo pasaba por La Candelaria. Las fiestas patronales eran el evento popular más importante, y a veces se extendían hasta por ocho días en los que no faltaban viandas, tabaco, aguardiente, chirimía y fuegos artificiales.




Otra fue la fiesta en 1838, cuando se instaló el reloj que ha marcado las horas durante años y que en su momento era el único que existía. Cuentan los cronistas que el montaje del reloj, donado por Tyrrel Moore, fue celebrado con música, cohetes y repique de campanas en todas las iglesias de la ciudad; en los días siguientes, la multitud de curiosos se estacionaba en la plaza para ver girar los punteros y oír extasiada el toque de las horas.

Inquietud y regocijo similares generaron “Las Pascasias”, las campanas actuales, donadas por el empresario Pascasio Uribe. Según cuentan, don Pascasio las pidió a Nueva York con las siguientes especificaciones: una de veinticinco quilates con un peso de dos mil 500 libras, otra de veinte quilates y dos mil libras, y la tercera de quince quilates y mil 500 libras. En su monografía histórica de esta parroquia, monseñor Javier Piedrahita dice que las campanas costaron 7.746 pesos y la instalación 500. Ya imaginará el lector el jolgorio cuando sonaron por primera vez el 1 de febrero de 1890, víspera de las fiestas patronales.




La Candelaria tiene otros motivos de orgullo. Su famoso sagrario, por ejemplo. Su estructura, hecha en plata labrada, fue premiada y admirada por los emperadores Napoleón III de Francia, Guillermo I de Alemania y Francisco José de Austria en la Exposición Universal de París en 1867. Vino a parar aquí gracias a que el padre José Dolores Jiménez lo compró, luego de que la Catedral de Arequipa, adonde estaba destinado, no pudiera pagarlo.




Hoy el sagrario sigue siendo admirado, junto con el altar frontal, también de plata, y el cuadro de la Virgen de La Candelaria donado por la reina de España, doña Mariana de Austria, en 1675, cuando Medellín recibió el título de villa.


Fuente - Texto tomado de CENTRODEMEDELLIN.CO:

Presentación del Señor en el templo y Purificación de la Santísima Virgen María - Fiesta Febrero 2



Origen de la fiesta


Esta costumbre tiene su origen en la celebración litúrgica de la fiesta de la purificación y la presentación del Niño Dios al templo.

En tiempo de Jesús, la ley prescribía en el Levítico que toda mujer debía presentarse en el templo para purificarse a los 40 días que hubiese dado a luz. Si el hijo nacido era varón, debía ser circuncidado a los ocho días y la madre debería permanecer en su casa durante 33 días más, purificándose a través del recogimiento y la oración.

Ya que se cumpliera la fecha, acudía en compañía de su esposo a las puertas del templo para llevar una ofrenda: un cordero y una paloma o tórtola. Con respecto al niño, todo primogénito debía ser consagrado al Señor, en recuerdo de los primogénitos de Egipto que había salvado Dios. Lo mismo pasaba con los animales primogénitos.

José y María llevaron a Jesús al templo de Jerusalén. Como eran pobres, llevaron dos palomas blancas. Al entrar al templo, el anciano Simeón, movido por el Espíritu Santo, tomó en brazos a Jesús y lo bendijo diciendo que Él sería la luz que iluminaría a los gentiles. Después, le dijo a María que una espada atravesaría su alma, profetizando los sufrimientos que tendría que afrontar.


Explicación de la Fiesta




El día 2 de febrero de cada año, se recuerda esta presentación del Niño Jesús al templo, llevando alguna Imagen del Niño Dios a presentar a la iglesia o parroquia. También ese día, se recuerdan las palabras de Simeón, llevando candelas (velas hechas de parafina pura) a bendecir, las cuales simbolizan a Jesús como luz de todos los hombres. De aquí viene el nombre de la "Fiesta de las candelas" o el "Día de la Candelaria".

La ley de Moisés mandaba que a los 40 días de nacido un niño fuera presentado en el templo. Hoy 2 de febrero se cumplen los 40 días, contando desde el 25 de diciembre, fecha en la que celebramos el nacimiento de Jesús. Los católicos hemos tenido la hermosa costumbre de llevar los niños al templo, para presentarlos ante Nuestro Señor y la Santísima Virgen. Esta es una costumbre que tiene sus raíces en la Santa Biblia.




Cuando hacemos la presentación de nuestros niños en el templo, estamos recordando lo que José y María hicieron con el Niño Jesús. La Ley de Moisés mandaba que el hijo mayor de cada hogar, o sea el primogénito, le pertenecía a Nuestro Señor y que había que rescatarlo, pagando por él una limosna en el templo. Ésto lo hicieron María y José. Por mandato del Libro Sagrado, al presentar un niño en el templo había que llevar un cordero y una paloma y ofrecerlos en sacrificio al Señor (el cordero y la paloma son dos animalitos inofensivos e inocentes y su sangre se ofrecía por los pecados de los que sí somos ofensivos y no somos inocentes. Jesús no necesitaba ofrecer este sacrificio, pero quiso que se ofreciera porque Él venía a obedecer humildemente a las Santas Leyes del Señor y a ser semejante en todo a nosotros, menos en el pecado).


La Ley decía que si los papás eran muy pobres podían reemplazar el cordero por unas palomitas. María y José, que eran muy pobres, ofrecieron dos palomitas en sacrificio el día de la Presentación del Niño Jesús. En la puerta del templo estaba un sacerdote, el cual recibía a los padres y al niño y hacía la oración de presentación del pequeño infante al Señor. En aquel momento hizo su aparición un personaje muy especial. Su nombre era Simeón. Era un hombre inspirado en el Espíritu Santo. Es interesante constatar que en tres renglones, San Lucas nombra tres veces al Espíritu Santo al hablar de Simeón. Se nota que el Divino Espíritu guiaba a este hombre de Dios. El Espíritu Santo había prometido a Simeón que no se moriría sin ver al Salvador del mundo, y ahora al llegar esta pareja de jóvenes esposos con su hijito al templo, el Espíritu Santo le hizo saber al profeta que aquel pequeño niño era el Salvador y Redentor. Simeón emocionado pidió a la Santísima Virgen que le dejara tomar por unos momentos al Niño Jesús en sus brazos y levantándolo hacia el cielo proclamó en voz alta dos noticias: una buena y otra triste.




La noticia buena fue la siguiente




Que este Niño será iluminador de todas las naciones y que muchísimos se irán en favor de Él, como en una batalla los soldados fieles en favor de su bandera. Y ésto se ha cumplido muy bien. Jesús ha sido el iluminador de todas las naciones del mundo. Una sola frase de Jesús trae más sabiduría que todas las enseñanzas de los filósofos. Una sola enseñanza de Jesús ayuda más para ser santo que todos los consejos de los psicólogos.


La noticia triste fue la siguiente




Que muchos rechazarán a Jesús (como en una batalla los enemigos atacan la bandera del adversario) y que por causa de Jesús la Virgen Santísima tendría que sufrir de tal manera como si una espada afilada le atravesara el corazón. Ya pronto comenzarán esos sufrimientos con la huida a Egipto. Después vendrá el sufrimiento de la pérdida del niño a los 12 años, y más tarde en el Calvario la Virgen padecerá el atroz martirio de ver morir a su hijo, asesinado ante sus propios ojos, sin poder ayudarlo ni lograr calmar sus crueles dolores.




Y Jesús ha llegado a ser como una bandera en una batalla: los amigos lo aclaman gritando "Hosanna", y los enemigos lo atacan diciendo "crucifícale". Y así ha sido y será en todos los siglos. Y cada vez que pecamos lo tratamos a Él como si fuéramos sus enemigos, pero cada vez que nos esforzamos por portarnos bien y cumplir sus mandatos, nos comportamos como buenos amigos suyos.

Después de este interesante hecho de la Presentación de Jesús en el templo, la Virgen María meditaba y pensaba seriamente en todo ésto que había escuchado. Ojalá también nosotros pensemos, meditemos y saquemos lecciones de estos hechos tan importantes.


Fuente - Textos tomados de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de EWTN: