jueves, 6 de enero de 2022

¡MILAGRO! El Niño Jesús de Praga no me era muy cercano... hasta que un día…

 



William Newton | Octubre 10 de 2016


Cómo un objeto de devoción religiosa se convierte en algo más


Como católico que escribe con frecuencia sobre arte, estoy muy familiarizado con imágenes sagradas que se han convertido en objetos de devoción popular. Un ejemplo famoso es el muy querido Niño Jesús de Praga, que llegó a Bohemia desde España en el siglo XVI.

Aunque siempre he conocido bien esta estatua, no fue hasta un momento de crisis en mi vida que conseguí apreciar de verdad al Niño de Praga como algo más que un objeto de devoción religiosa.

Hace unos cuantos años, un buen amigo mío fue a la República Checa de vacaciones y me trajo a la vuelta una figurita del Niño de Praga de la iglesia carmelita de Santa María de la Victoria, donde se conserva la imagen original.

Esta reproducción es bastante pequeña, de apenas 8 centímetros de alto, y está hecha de porcelana vidriada y dorada. Representa al Niño Jesús con vestiduras verde azuladas y con una corona que recuerda a una tiara papal.

Puse la figurita en el escritorio de mi trabajo, más por un sentimiento de aprecio hacia el regalo de un buen amigo que por un deseo de reflexionar con esta imagen del Cristo niño. Todo esto cambió en un día, durante un momento de crisis.

Por entonces tenía un trabajo en el que la situación estaba bastante deteriorada. El negocio había cambiado de maneras tales que ya no éramos apropiados el uno para el otro.

Yo ya había empezado con el proceso de búsqueda y entrevistas para un nuevo puesto, cuando supe, la mañana de un viernes, que el jefazo quería reunirse conmigo. Me recuerdo mirando a la diminuta figura del Niño de Praga sobre mi mesa y rezándole muy brevemente: “Bueno, Niño Jesús. Si hay alguna manera de que puedas facilitarme un aterrizaje suave, te lo agradecería mucho”.

Una hora más tarde estaba sin trabajo.

Mientras almorzaba con un amigo aquel mismo día, me sorprendió sentirme extrañamente calmado y despreocupado. Acababa de perder mi trabajo y no tenía ni idea de lo que iba a pasar a continuación.

Aún así, por alguna razón, estaba tremendamente contento con lo que había pasado, convencido de que todo iba a salir bien.

Unas horas más tarde, recibí un correo electrónico de una empresa que había escuchado que ahora estaba disponible, y me preguntaban si me interesaría ir a una entrevista el lunes. Así lo hice, y me contrataron al momento. Es difícil imaginar un aterrizaje más suave que éste.

Desde entonces, siempre tengo un ojo puesto en el Niño de Praga, sea cual sea la iglesia a la que vaya.

Sin duda, sería fácil señalar otras causas para la ágil resolución de mi crisis. Se podría argumentar que me precedía mi reputación profesional, por ejemplo, o que yo ya estaba en modo búsqueda de trabajo y que los engranajes simplemente empezaron a funcionar en el momento preciso.

Como adulto juicioso y culto, no hay motivo que me llevara a pensar que una escultura del Renacimiento español del Niño Jesús vestido de rey podría tener algo que ver con mi bienestar temporal y espiritual.

Pero Él, que está representado en esa imagen, sin duda estuvo involucrado, y llegué a esta conclusión por dos razones:

Primera, aunque me encontraba sin lugar a dudas en una situación de adulto, busqué una solución infantil a mi problema. Cuando los niños se caen, se recuperan con relativa facilidad y al poco ya están correteando y jugando otra vez.

En mi caso, no pedí al Niño Jesús que evitara mi caída. En vez de eso, le pedí esa gracia infantil de una pronta recuperación tras la caída, que es precisamente lo que sucedió.

Segunda, recibí la gracia de poder mirar mi vida, en un momento de crisis, de la misma forma que un niño mira su vida, sin sentimientos de pánico, culpa o similares.

Los niños no pierden mucho tiempo dándole vueltas en la cabeza a las cosas malas que les han pasado. Más bien viven el aquí y el ahora, y cuando piensan en el futuro, normalmente lo hacen con cierto entusiasmo.

Después de recurrir al Niño de Praga, descubrí lo asombrosamente fácil que es alejarse del pasado, valorar el presente y esperar con alegría cualquier cosa que nos depare el futuro, justo como lo haría un niño.

Durante siglos, muchos cristianos han considerado al Niño de Praga “un niño pequeño [que] los guiará”, según decía el profeta Isaías. Ha sido adoptado como santo patrón de muchos temas y causas, como escuelas, misiones y vocaciones, y con muy buen motivo.

Aunque quizás la mejor razón de todas para recurrir a esta imagen del Niño Jesús es como recordatorio de pedir a Dios que nos conceda una fe más como la de un niño. Ya que, como Cristo en persona nos dice:




“Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).


Fuente - Texto tomado de ES.ALETEIA.ORG:
https://es.aleteia.org/2016/10/10/el-nino-jesus-de-praga-no-me-era-muy-cercano-hasta-que-un-dia/

«No son alucinaciones»: los moribundos y también sus cuidadores viven experiencias espirituales

 



Una doctora ha acumulado 17 años de experiencias personales y muchas otras ligadas a la cercanía de la muerte y analiza la evidencia.


Iván Gil / El Confidencial - 31 de agosto de 2015


Las unidades de paliativos o cuidados intensivos de los hospitales guardan una estrecha relación con la muerte, dando lugar a numerosas experiencias que se escapan a cualquier explicación racional. 

Pacientes que intuyen el momento exacto en el que van a morir, otros que parecen decidir por sí mismos el día y la hora, adelantando o retrasando su muerte, sueños premonitorios de familiares o presentimientos de terceras personas que, sin ni siquiera saber que alguien está ingresado o ha sufrido un accidente, están seguros de que ha fallecido.

Sólo los profesionales sanitarios que trabajan de cerca con los pacientes terminales conocen de primera mano el alcance y variedad de estas extrañas experiencias. 

La ciencia no ha podido ser capaz de ofrecer algún tipo de respuesta, por lo que se suelen describir como sucesos paranormales o sobrenaturales. 

Una etiqueta “demasiado vaga para la magnitud de estas experiencias”, según explica la doctora británica Penny Sartori (www.drpennysartori.com), que lleva cerca de 20 años trabajando en la UCI.

Una carrera lo suficientemente sólida como para haber visto de todo, intuir patrones y elaborar hipótesis sobre estos fenómenos. Tanto es así, que ha preparado una tesis doctoral sobre estas cuestiones, cuyas principales conclusiones adelantó en el libro The Wisdom Of Near-Death Experiences (Watkins Publishing), que salió a la venta el 6 de febrero de 2014.


“Alucinaciones” compartidas por familiares


A lo largo de toda su carrera, Sartori se ha entrevistado con pacientes que han vivido experiencias cercanas a la muerte (ECM), así como con familiares que han vivido de cerca experiencias de muerte compartida (EMC). 

La cantidad y la repetición de patrones hacen que la doctora descarte la hipótesis de la casualidad o la imposibilidad de hallar un razonamiento lógico para este extendido fenómeno.

Su tesis principal se centra en que “nuestro cerebro es independiente de la conciencia. Es el medio para canalizarla, por lo que en realidad es físicamente ajena al cuerpo”. Una idea que explicaría, añade, por qué “el alma y la conciencia pueden experimentarse al margen del cuerpo”, como en las ECM.


La doctora Penny Sartori explica los hallazgos de sus
años de investigación, que no pueden desdeñarse
como "alucinaciones"


Los ejemplos de los que Sartori se vale en su libro son muy numerosos, pero todos suelen coincidir en que los pacientes que viven estas ECM son siempre los que abrazan la muerte de la forma más tranquila y feliz, al igual que los familiares que presienten la muerte de sus seres queridos. 

¿Por qué? Según las entrevistas que ha mantenido con estos últimos se debe a que están convencidos de que sólo se trata del fin de la vida terrenal.




Al margen de que se trate de personas creyentes, agnósticas o ateas, todas ellas tienen el sueño o la visión de cómo su familiar se va de este mundo guiado por alguien (cónyuges ya fallecidos, seres anónimos o ángeles) y lo hace con una clara sensación de “paz y amor”. 

Al principio, relata Sartori, “me llamaba la atención que algunos familiares de fallecidos no se sintiesen tristes tras diagnosticar la muerte de su ser querido, pero al entrevistarlos me di cuenta de que en realidad estaban tranquilos por haber experimentado esta sensación de trascendencia a la vida”.


Eligiendo el momento “más apropiado” para morir


Este no es el caso de los ejemplos de personas que a sabiendas de cuando van a morir piden quedarse unos minutos solos o lo hacen justo cuando el familiar, que permanece todo el tiempo a su lado, los abandona un solo momento para ir al baño. 

Otros casos igualmente llamativos son los de personas que se mueren justo después de ver al familiar que tarda en acudir a verlos por estar en el extranjero, cuando terminan con todo el papeleo de herencias y seguros vitalicios. “Parecen estar a la espera de que ocurra un evento específico para permitirse morir”, relata la enfermera.


No son alucinaciones




El director del Tucson Medical Center John Lerma, especializado en cuidados paliativos, ha recopilado ejemplos muy similares a los citados por Sartori en Into the Light: Real Life Stories About Angelic Visits, Visions of the Afterlife, and Other Pre-Death Experiences (New Page Books). Según sus informes, entre el 70% y el 80% de los pacientes esperan a que sus seres queridos salgan de la habitación para morirse.

Sartori se niega a creer que estas vivencias estén motivadas por alucinaciones. “No es posible que varias personas vean lo mismo y sean capaces de describirlo igual si realmente se trata de una percepción distorsionada de la realidad”, apunta. 

Unas tesis que se apoyan en las famosas teorías del profesor Raymond Moody, que acuñó el concepto de experiencias cercanas a la muerte a finales de los 70.

Sus estudios más novedosos se centran en las vivencias compartidas por las personas que acompañan a los que están en trance de muerte. 

"Abren una vía completamente nueva de iluminación racional sobre la cuestión de la vida después de la muerte porque las personas que comunican estas experiencias están sanas. Suelen estar sentadas junto al lecho de muerte de un ser querido cuando le sobreviene una de estas experiencias maravillosas y misteriosas. Y el hecho mismo de que las personas no están próximas a la muerte incapacita la cláusula de exención. Como sus experiencias no se pueden achacar a fallos de la química cerebral, tendremos que ir más allá de este argumento”, asegura.


Enfermos de alzheimer lúcidos en el final


El recurso, “cínico” según Sartori, a explicar este fenómeno a partir de disfunciones cerebrales, tampoco se sostiene con los ejemplos de personas ingresadas con alzhéimer avanzado que repentinamente recuperan la capacidad de raciocinio.

“Se trata de pacientes en un estadio terminal de la enfermedad, incapaces de articular palabra, que de forma sorprendente comienzan a hablar con total coherencia, interactuando con gente que no está en la habitación y que frecuentemente son familiares muertos”, explica la autora. 

Además, añade, “suele suceder que después de esta experiencia dejan de estar intranquilos y acaban muriendo con una sonrisa en la cara, generalmente, uno o dos días después”.

El argumento de que estas visiones están inducidas por los fármacos tampoco es aceptado por la autora porque, dice, “estos causan ansiedad, todo lo contrario de lo que sienten los pacientes”. La autora defiende en su libro que este tipo de vivencias, recopiladas a lo largo de toda su carrera, pueden ser claves para demostrar la existencia de una vida después de la muerte y que, al menos, deben abrir una nueva vía de investigación (como algunas que parten de la física cuántica) para los estudios científicos. De lo que sí dice estar convencida es de que “la muerte no es tan temible como nos la solemos imaginar”.


Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM:

Santa Misa - Solemnidad Epifanía del Señor - Enero 6 de 2022




Debido a la emergencia mundial por la pandemia del coronavirus, por la cuarentena obligatoria en la cual nos encontramos sometidos, y al lamentable cierre de los templos católicos en todo el mundo, me permito compartir con ustedes el video de la Santa Misa, que corresponde al Jueves 6 de Enero de 2022 - Solemnidad Epifanía del Señor.




Igualmente, ofrezcamos el rezo del Santo Rosario a Dios, por intercesión de la Virgen María, por el fin de la pandemia del coronavirus, por los fenómenos naturales y terribles acontecimientos a nivel mundial. También por las intenciones de todos y cada uno de ustedes:








Unámonos todos como Iglesia Militante y Peregrina, y asistamos virtualmente a la Santa Misa, junto a Jesús en su Calvario, con profunda fe y recogimiento.


Elevemos a Dios nuestras oraciones y peticiones personales, también por las de nuestros familiares, amigos y el mundo entero.


Igualmente, pidamos perdón por nuestros pecados, procuremos la conversión de nuestras vidas, y cuando la Iglesia Católica lo permita y abra nuevamente las puertas de los templos, busquemos a Dios a través del Sacramento de la Reconciliación "Penitencia o Confesión", y recibamos la gracia de su perdón y su amoroso abrazo de Padre, que recibe a sus hijos pródigos que regresan a Él, ÚNICO PADRE que sí nos ama verdaderamente.


Recordemos lo más sublime: recibir en estado de gracia al Señor Dios en su Presencia Real, en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía (Hostia Consagrada), en la totalidad de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el santísimo sacrificio incongruento, como memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.








Dios nos colme de abundantes bendiciones a todos, la Santísima Virgen María interceda por nosotros, y San José, protector de la Iglesia Católica Universal, defienda a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas del demonio y de todos sus enemigos, además de toda adversidad.


Muchas gracias a todos ustedes por su gentil atención.


Video tomado de YouTube:


Fuente - Texto de la Comunión Espiritual tomada de ACIPRENSA.COM:
https://www.aciprensa.com/recursos/comunion-espiritual-682

PSICOLOGÍA: Descubra si usted tiene el factor D y los 9 rasgos que definen la maldad humana

 



La maldad humana existe y se caracteriza por buscar en todo momento el propio beneficio. Ahora, esta personalidad puede identificarse y medirse gracias a los nueve rasgos del conocido como factor D.

En apariencia, el ser humano está orientado biológicamente hacia la sociabilidad, hacia la empatía y el cuidado de los suyos. Solo así nos permitimos sobrevivir como grupo y avanzar como especie. Sin embargo, si hay algo que sabemos es que la maldad humana existe y de hecho, ahora hasta conocemos ese origen común que lo explica y que los científicos han categorizado como factor D.

El mal tiene muchos rostros. Philip Zimbardo, psicólogo social y antiguo presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA) señala que en este comportamiento hay algo más que el simple deseo de degradar, humillar, controlar y causar daño a nuestros propios semejantes.

En la historia, por ejemplo, tenemos sin duda a personajes tan oscuros como Ted Bundy o Andréi Chikatilo, a asesinos en masa como lo fueron Hitler o Stalin y también a esos que, como Charles Manson, fueron perpetradores del mal, personajes que impulsaron a otros a cometer violentos crímenes.

Ahora bien, la maldad es sibilina, silenciosa y a menudo no tan llamativa como las dramáticas historias que nos dejaron estos nombres ya míticos en la literatura de lo criminal. Porque si hay algo que todos sabemos es que el mal se aprecia también en ciertas figuras más cercanas: en directivos de empresa, en las esferas políticas, en esos padres o esas madres que maltratan a sus hijos y hasta en esos niños que acosan, humillan y agreden a sus compañeros de clase.




Tenemos claro, no obstante, que pueden existir diversos condicionantes capaces de mediar en esas dinámicas agresivas. Sin embargo, los neurólogos, psiquiátras y psicólogos se han preguntado siempre si no puede existir un eje común que explique buena parte de esos comportamientos.

Parece ser que sí. De hecho, hace solo unas semanas científicos de la Universidad de Ulm y la Universidad de Koblenz-Landau, en Copenhage, publicaron un interesante estudio donde introducir en la literatura especializada un término del que sin duda oiremos hablar (si no lo hemos hecho ya): el factor D. Este concepto recogería y describiría todos esos comportamientos del núcleo más oscuro de la personalidad humana. Veamos más datos.


De Charles Spearman a la teoría de la maldad humana


Hace más de 100 años que el psicólogo Charles Spearman dio un avance esencial en la comprensión de la inteligencia humana. Así, y según este enfoque conocido como la teoría bifactorial, cada uno de nosotros disponemos de lo que se conoce como factor G, entendido como esa inteligencia general que recoge el conjunto de nuestras habilidades cognitivas.

No importa qué prueba se nos aplique o qué ejercicio llevemos a cabo, este constructo es la esencia básica del comportamiento inteligente en cualquier situación por particular que sea. Ahora bien, partiendo de esta misma idea, el psicólogo cognitivo Morten Moshagen de la Universidad de Ulm, decidió junto con sus colegas, ir un poco más allá…

Decidieron averiguar si en el campo de la maldad humana, al igual que ocurre con la inteligencia, hay también un factor general presente en cada uno de nosotros. Un factor donde haya personas que puntúen más alto y otras más bajo. Así, tras realizar un detallado y concienzudo estudio con una amplia muestra de 2.500 personas, los resultados fueron significativos. Parece existir, efectivamente, un componente general al que llamaron factor D, conformado por lo que denominaron como 9 rasgos oscuros.

Esos que solo puntúan más alto en personas con comportamiento malvado y agresivo.


El factor D y la maldad humana




El factor D define la tendencia psicológica a situar los propios intereses, deseos o motivaciones personales por encima de cualquier otro aspecto, ya sean personas o cualquier otro tipo de circunstancia. Asimismo, encierra a su vez todo ese amplio espectro de comportamientos que integran la maldad humana.

Cabe señalar que, además del estudio llevado a cabo por el equipo de psicólogos antes señalado de las universidades de Copenhagen, se llevaron a cabo cuatro análisis más para respaldar o no la fiabilidad y validez de factor D. En todos ellos quedó demostrada su utilidad a la hora de medir el grado de oscuridad en cada uno de nosotros.

A nuestro alcance tenemos por tanto otro recurso para medir la maldad humana que se puede complementar también con la escala de Michael Stone, esa conocida herramienta donde medir los 22 grados del mal en el comportamiento de las personas. Veamos, no obstante, esos 9 factores que determinan el factor D.


Los 9 rasgos oscuros del factor D


  1. Egoísmo. Entendido como la preocupación excesiva por los propios intereses.
  2. El maquiavelismo. Define a la persona con comportamientos manipulativos, frialdad emocional y mentalidad estratégica en busca de intereses propios.
  3. Ausencia de ética y sentido moral. 
  4. Narcisismo. Hace referencia a la admiración excesiva por la propia persona y búsqueda continuada del propio beneficio.
  5. Derecho psicológico. Hace referencia a la convicción por la cual una persona se siente merecedora de más derechos y concesiones que los demás.
  6. Psicopatía. Déficit afectivo, baja empatía, insensibilidad, tendencia a la mentira, impulsividad.
  7. Sadismo. Comportamientos donde no se duda en infligir dolor a los demás mediante cualquier tipo de agresión, ya sea sexual o psicológico. Estos actos, además, les genera placer y sensación de dominio.
  8. Interés social y material. Búsqueda constante de ganancias, ya sean refuerzos sociales, objetos materiales, reconocimiento, éxito..
  9. Malevolencia. Preferencia por hacer el mal, ya sea mediante la agresión, el abuso, el robo, la humillación…


Ingo Zettler, coautor de esta investigación, señala que el factor D puede entenderse como esa personalidad oscura donde quedan integrados gran parte de estos rasgos. Así, el hecho que más caracteriza a la maldad humana es que no solo busca en todo momento el propio beneficio sin tener en cuenta los derechos de los demás.

Las personas caracterizadas por este factor, encuentran además justificación en sus propios actos. Como vemos, todas estas ideas dejan a un lado las posibles explicaciones neurobiológicas y sociales que pueden determinar estos actos. Por tanto, se trataría de una valiosa herramienta psicológica para identificar y medir la maldad.

No obstante y para terminar, vale la pena recordar aquí una cita de Fyodor Dostoevsky:


"Nada es más fácil que identificar la figura del malvado, pero nada es más difícil que llegar a entenderlo"


Fuente - Texto tomado de LAMENTEESMARAVILLOSA.COM: