jueves, 25 de noviembre de 2021

San Leonardo de Puerto Mauricio - Predicador - Año 1751 - Fiesta Noviembre 26

 



Este santo ha sido uno de los mejores predicadores que ha tenido Italia, y logró popularizar por todo el país el Rezo del Santo Viacrucis.




Nació en Puerto Mauricio (Italia) en 1676. Estudió con los jesuitas en Roma. Y a los 21 años logró entrar en la Comunidad de los franciscanos. Una vez ordenado sacerdote se dedicó con gran éxito a la predicación pero uniendo este apostolado al más estricto cumplimiento de los Reglamentos de su comunidad, y dedicando largos tiempos al silencio y a la contemplación. Decía que hay que hacer penitencia para que el cuerpo no esclavice el alma y que es necesario dedicar buenos tiempos al silencio para tener oportunidad de que Dios nos hable y de que logremos escuchar sus mensajes.

Fue nombrado superior del convento franciscano de Florencia y allí exigía la más rigurosa obediencia a los severos reglamentos de la comunidad, y no recibía ayuda en dinero de nadie ni cobraba por la celebración de las misas. Como penitencia, él y sus frailes vivían únicamente de lo que recogían por las calles pidiendo limosna de casa en casa. Su convento se llenó de religiosos muy fervorosos y con ellos empezó a predicar grandes misiones por pueblos, campos y ciudades.

Un párroco escribía:


"Bendita sea la hora en que se me ocurrió llamar al Padre Leonardo a predicar en mi parroquia. Sólo Dios sabe el gran bien que ha hecho aquí. Su predicación llega al fondo de los corazones. Desde que él está predicando no dan abasto todos los confesores de la región para confesar los pecadores arrepentidos"


El Padre Leonardo fundó una casa en medio de las más solitarias montañas, para que allá fueran a pasar unas semanas los religiosos que desearan hacer una época de desierto en su vida. En esta casa había que guardar el más absoluto silencio y no comer carne, sino solamente frutas y verduras. Había que dedicar bastante tiempo al rezo de los salmos, y hubo varios religiosos que rezaron allí hasta nueve horas diarias. Volvían a sus casas totalmente enfervorizados. El mismo santo se iba de vez en cuando a esa soledad a meditar, en absoluto silencio, y decía:


"Hasta ahora he estado predicando a otros. En estos días tengo que predicarle a Leonardo"


Se fue a Roma a predicar unos días y allá lo tuvo el santo Padre predicando por seis años en la ciudad y sus alrededores. Al fin el Duque de Médicis, envió un navío con la orden expresa de volverlo a llevar a Florencia porque allá necesitaban mucho de su predicación. Las gentes acudían en tal cantidad a escuchar sus sermones, que con frecuencia tenía que predicar en las plazas porque los oyentes no cabían en los templos. Las conversiones eran numerosas y admirables.




San Leonardo estimaba muchísimo el rezo del Santo Viacrucis (las 14 estaciones del viaje de Jesús hacia la cruz). A él se debe que esta devoción se volviera tan popular y tan estimada entre las gentes devotas. Como penitencia en la confesión ponía casi siempre rezar un Viacrucis, y en sus sermones no se cansaba de recomendar esta práctica piadosa. En todas las parroquias donde predicaba dejaba instaladas solemnemente las 14 estaciones del Viacrucis. Logró erigir el Viacrucis en 571 parroquias de Italia.

Otras tres devociones que propagaba por todas partes eran:














En este tiempo esas devociones estaban muchísimo menos popularizadas que ahora. A San Leonardo se le ocurrió una idea que después obtuvo mucho éxito: recoger firmas en todo el mundo para pedirle al Sumo Pontífice que declarara el Dogma de la Inmaculada Concepción.




Esto se hizo después en el siglo XIX y el resultado fue maravilloso: millones y millones de firmas llegaron a Roma, y así los católicos de todo el mundo declararon que estaban convencidos de que María sí fue concebida sin pecado original.

Daba dirección espiritual a muchas personas por medio de cartas. Se conservan 86 cartas que dirigió a una misma persona tratando de llevarla hacia la santidad.

Se le encomendó ir a predicar a la Isla de Córcega que estaba en un estado lamentable de abandono espiritual. Fue la más difícil de todas las misiones que tuvo que predicar. Él escribía:


"En cada parroquia encontramos divisiones, odios, riñas, pleitos y peleas. Pero al final de la misión hacen las paces. Como llevan tres años en guerra, en estos años el pueblo no ha recibido instrucción alguna. Los jóvenes son disolutos, alocados y no se acercan a la iglesia, y lo grave es que los papás no se atreven a corregirlos. Pero a pesar de todo, los frutos que estamos consiguiendo son muy abundantes"


El Sumo Pontífice lo mandó volver a Roma para que se dedicara a predicar Retiros y Ejercicios a religiosos y monjas. Y el éxito de sus predicaciones era impresionante.




San Leonardo logró entonces cumplir algo que había deseado durante muchos años: poder erigir un Viacrucis en el Coliseo de Roma (que era un estadio inmenso para los espectáculos de los antiguos romanos, en el cual cabían 80.000 espectadores. Fue construido en tiempos de Vespasiano y Tito, año 70, y siempre había estado destinado a fines no religiosos. Sus impresionantes ruinas se conservan todavía).




Desde San Leonardo se ha venido rezando el Viernes Santo el Viacrucis en el Coliseo, y casi siempre lo preside el Sumo Pontífice.




El santo escribió entonces:


"Me queda la satisfacción de que el Coliseo haya dejado de ser simplemente un sitio de distracción, para convertirse en un lugar donde se reza"


Ya muy anciano y muy desgastado de tanto trabajar y hacer penitencia, y después de haber pasado 43 años recorriendo todo el país predicando misiones, tuvo que hacer un largo viaje en pleno invierno. El Sumo Pontífice le mandó que ya no viajara a pie, sino en carroza, pero por el camino se destrozó el carruaje en el que viajaba y tuvo que seguir a pie, lo cual lo fatigó inmensamente.

El 26 de noviembre llegó a Roma y cayó en cama. Enseguida envió un mensaje al Papa contándole que había obedecido su orden de volver a esa ciudad. A las nueve de la noche llegó un Monseñor con un mensaje muy afectuoso del Sumo Pontífice y una hora después murió nuestro santo. Era el año 1751.


Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:

Por qué el Infierno «tiene que existir» y ser eterno: los tres claros ejemplos de monseñor Pope

 



ReL / 22 de noviembre de 2019


Nada disgusta más a la mentalidad moderna que la idea del Infierno y su eternidad. Las advertencias de Dios a los hombres sobre la condenación eterna como castigo del pecado sobrevuelan las Sagradas Escrituras de principio a fin, pero esa verdad literalmente ha desaparecido de la predicación católica en los últimos sesenta años.

Una de las escasas excepciones es monseñor Charles Pope, párroco en Washington, D.C., predicador en todo el país como conferenciante y a través de la red, y uno de los más influyentes creadores de opinión de la Iglesia estadounidense. Ha dedicado una reciente serie de su blog diocesano a los Novísimos (Muerte, Juicio, Infierno y Gloria), que concluye precisamente con un post sobre el Infierno, que por su interés reproducimos íntegro:


Monseñor Pope, en el programa The World Over
que dirige Raymond Arroyo en EWTN


El infierno tiene que existir




Llegamos hoy al último de los Novísimos: el Infierno. A lo largo de los años he escrito abundantemente sobre esta cuestión, casi siempre en respuesta al rechazo generalizado de la doctrina revelada sobre el Infierno. Contradiciendo a las Escrituras, muchos dan por hecho que el Infierno es un destino improbable para la mayoría. No importa que Jesús haya enseñado justo lo contrario (p. ej., Mt 7, 13-14: "Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos"). En la medida de mis posibilidades, he intentando mantener a la gente apegada más a la sobriedad del Evangelio que al wishful thinking [pensamiento desiderativo] de la época moderna. Nadie advirtió sobre el Infierno más que Jesús. De hecho, 21 de las 38 parábolas conducen a advertencias sobre el Infierno y sobre la necesidad de estar preparados para el día del juicio.

Sin embargo, en este post querría considerar por qué el Infierno tiene que existir. Quienes dudan sobre las enseñanzas bíblicas de Jesús suelen preguntar: si Dios es amor, ¿por qué existe el infierno y por qué es eterno?


El Cielo real y los "cielos" inventados




Brevemente: existe el Infierno porque Dios respeta nuestra libertad. Dios nos ha hecho libres y nuestra libertad es absolutamente necesaria si tenemos que amar. Supongamos que un joven desea que una chica le ame. Supongamos que encuentra una poción mágica para echarle en la bebida. Y ¡zas!, nada más ingerirla... ¡ella le “ama”! ¿Es un amor real? No, es un efecto químico. El amor debe ser entregado libremente. El sí del amor solo tiene sentido si somos libres para decir que no. Dios nos invita a amarle. Tiene que existir el Infierno porque tiene que existir una alternativa real al Cielo. Dios no nos obliga a amarle ni a ir al Cielo con Él.

Pero, un momento: ¿acaso no todo el mundo quiere ir al Cielo?

Sí, pero suele ser un “cielo” tal como ellos lo definen, no el Cielo real. Muchas personas entienden el cielo egocéntricamente: es un lugar donde serán felices según sus propios términos, donde tendrán en abundancia todo aquello que les agrada. El Cielo real es el Reino de Dios en plenitud. Aunque todo el mundo quiere ir a un “cielo” tal como ellos lo definen, no todo el mundo quiere vivir en el Reino de Dios en plenitud.


Tres ejemplos


Considérense los siguientes ejemplos:


1. El Reino de Dios es un reino de misericordia y de perdón




No todo el mundo quiere mostrar misericordia y perdón. Algunos prefieren la venganza. Otros son partidarios de la justicia más severa. Algunos prefieren aferrarse a su rabia y alimentar resentimiento e intolerancia. Es más, no todo el mundo quiere recibir misericordia y perdón. Posiblemente hay quien no puede explicarse por qué alguien tendría necesidad de perdonarles, ¡dado que son ellos quienes tienen la razón! Recordad al hijo mayor en la Parábola del Hijo Pródigo. En vez de incorporarse a la fiesta como le suplicaba su padre, rechaza entrar porque ese miserable hermano suyo está dentro. Él no piensa perdonar ni amar a su hermano como lo hace el padre. De esta forma, se excluye a sí mismo de la fiesta. A pesar de la súplica de su padre, él no pasará por el perdón y la misericordia. Para él, la fiesta no es en absoluto una fiesta. Del mismo modo, el Cielo no será “cielo” para quienes rechacen la gracia de perdonar y de amar a sus enemigos y a quienes les han hecho daño.


2. El Reino de Dios es un reino de castidad




Dios es muy claro con nosotros diciéndonos que Su Reino valora la castidadPara los no casados, eso significa no tener relaciones sexuales. Para los casados, eso significa una absoluta fidelidad mutua. Es más, cosas como la pornografía, las actitudes obscenas y la inmodestia están excluidas del Reino. Muchas personas hoy no prefieren la castidad. Prefieren ser impúdicas e inmodestas. Muchos celebran la fornicación y los actos homosexuales como una especie de liberación de las normas “represivas”. A muchas personas les gusta consumir pornografía y no quieren trabas a su conducta sexual. Una cosa es caer por debilidad en alguna de estas materias, y otra muy distinta insistir en que no hay nada malo en ese comportamiento.


3. El Reino de Dios es un reino litúrgico




Todas las descripciones del Cielo insisten en la liturgia. Se cantan himnos. Se alaba a Dios. En unos momentos se está de pie, en otros sentado, en otros de rodillas. Hay velas, incienso y amplias túnicas. Se abre, se lee y se venera un manuscrito o libro. Hay un Cordero en un altar a modo de trono. Todo se parece mucho a la misa, pero… muchos no están interesados en estas cosas. Se mantienen a distancia porque dicen que es “aburrido”. Quizá no les gustan los himnos ni toda esa alabanza. Quizás el manuscrito (el Leccionario) y sus contenidos no les interesan o no concuerdan con sus preferencias morales. Tener a Dios como centro en vez de ellos mismos no les resulta atractivo.


"¡No puedo soportar a los negros!"




La cuestión es ésta: si el Cielo no lo diseñamos nosotros; si el Cielo –el Reino de Dios real– es un reino con todas estas características, entonces ¿no parece claro que realmente hay muchos que no quieren ir al Cielo? Todo el mundo quiere ir a un “cielo” diseñado por él, pero no todo el mundo quiere vivir en el Reino de los Cielos real. Dios no obligará a nadie a vivir en el Cielo si él no quiere vivir allí. Él no obligará a nadie a amarle, ni a amar lo que Él ama, ni a amar a quien Él ama. Somos libres de optar o no por su Reino.

Tal vez una breve historia aclare mi posición:

Una vez conocí a una mujer en una de mis parroquias que en muchos aspectos era muy devota. Iba a misa todos los días y rezaba el rosario casi a diario. Sin embargo, había algo en ella muy preocupante: no podía soportar a los afroamericanos.

A menudo me comentaba: “¡No puedo soportar a los negros! ¡Están viniendo a este barrio y arruinándolo todo! ¡Me gustaría que se fuesen!” Recuerdo haberla regañado varias veces por esta forma de hablar, pero no parecía tener ningún efecto.

Un día decidí ser más claro. “¿Sabe? Usted no quiere realmente ir al Cielo”, la reté.

“Por supuesto que quiero, Padre”, replicó: “Dios y su Bendita Madre están allí, yo quiero ir allí”.

“No, usted no será feliz allí”, respondí.

“¿Por qué?”, preguntó: “¿A qué se refiere, padre?”

“Verá… En el Cielo hay negros y usted ha dicho que no puede soportar tenerlos alrededor, así que temo que usted no sea feliz allí. Dios no quiere obligarla a vivir en el Cielo si usted no va a ser feliz allí. Por eso creo que usted no quiere realmente ir al Cielo”

Creo que captó el mensaje, porque me di cuenta de que su actitud empezó a mejorar.


En ningún lugar felices




¿Está claro ahora? Dios no nos obligará a vivir en el Reino si nosotros realmente no queremos o no nos gusta el Reino tal como es. No podemos inventar nuestro propio “cielo”. El Cielo es un lugar real. Tiene contornos y realidades propias que no podemos dejar de lado. O aceptamos el Cielo tal cual es o ipso facto optamos por vivir lejos de él y de Dios. Por eso tiene que existir el Infierno. No es un lugar agradable, pero supongo que lo más triste de las almas del Infierno es que nunca serían felices en el Cielo. Es trágico no ser feliz en ninguna parte.


Pero ¿por qué tiene que ser eterno?




¿Por qué es eterno el Infierno? Creo que aquí nos topamos con un misterio sobre nosotros mismos. Dios parece enseñarnos que llegará un día en el que nuestras decisiones quedarán fijadas para siempre. En este mundo siempre tenemos la posibilidad de cambiar nuestra mentalidad, así que la idea de una decisión permanente nos parece extraña.

Los que ya vamos teniendo cierta edad podemos atestiguar que, a medida que vamos cumpliendo años, nos vamos asentando más en nuestras costumbres; cada vez es más difícil cambiar. Quizá esto sea un pequeño anticipo del momento en el que nuestras decisiones se fijen para siempre y ya nunca cambien.




Los Padres de la Iglesia empleaban una imagen de la cerámica para enseñarnos esto. Pensemos en la arcilla húmeda en una rueda de alfarero. Mientras la arcilla esté húmeda y disponible sobre la rueda, puede ser moldeada y vuelta a moldear, pero una vez que se mete en el horno o en el fuego, su forma queda fijada para siempre.




Así sucede con nosotros cuando comparecemos ante Dios, que es un Fuego Santo: nuestra forma fundamental queda fijada para siempre, nuestras decisiones serán definitivas. Esto nos resulta misterioso y solo lo entendemos vagamente, pero dado que el Cielo y el Infierno son eternos, parece que ese estado fijado para siempre es nuestro futuro.




Esto es lo mejor que puedo decir sobre una cuestión difícil: el Infierno tiene que existir. Es por el respeto que Dios nos tiene. Es por nuestra libertad y nuestro llamamiento a amar. Es por el Cielo real. Es sobre lo que realmente queremos en nuestro final. Sabemos lo que Dios quiere: salvarnos. Lo que realmente está en cuestión es lo que queremos nosotros.


Favor leer esta información adicional:



Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM:

REFLEXIÓN - El semáforo de tu vida

 




Piensa en tu propia vida:


¿Hacia dónde te diriges?


Las cuatro postrimerías del hombre:


1. Muerte




2. Juicio




3. Infierno




4. Gloria



Thanksgiving Day - El Día de Acción de Gracias - 4o. Jueves de Noviembre (Noviembre 25 de 2021)



El Día de Acción de Gracias


Este día nos debe llevar a recordar que nuestra vida como católicos es una constante acción de gracias.


Por: Archbishop Jose H. Gomez |
Fuente: www.satodayscatholic.com/ArchGomez.aspx


Para la mayoría de los norteamericanos, el Día de Acción de Gracias es un día especial, donde ante todo se celebra la unidad familiar. En efecto, las familias se reúnen en Thanksgiving con más frecuencia que en cualquier otra fiesta, incluyendo la Navidad, y según estadísticas de las tiendas, este es el día en que más comida se consume en el país.

Pero además de estos aspectos tradicionales del encuentro familiar y de la gran cena, está también el sentido religioso de esta fiesta, muy presente desde sus orígenes. Según la tradición, los peregrinos celebraron la primera cena de agradecimiento en 1621, junto a un grupo de nativos. El evento quería ante todo dar gracias a Dios por la abundancia de las cosechas en el nuevo mundo.

Con el paso de los años, esta celebración se convirtió en un evento nacional, finalmente sancionado por el mismo Presidente George Washington. Hoy, los católicos celebramos el Día de Acción de Gracias no sólo como una fiesta nacional, sino también como una fiesta auténticamente católica.

Digo que es una celebración verdaderamente católica porque incluso antes de la “primera” celebración de Thanksgiving en 1621 en suelo norteamericano, el 30 de abril de 1598, en Texas, Don Juan de Oñate ya había declarado oficialmente un “Día de Acción de Gracias”, que fue conmemorado con el santo sacrificio de la Misa.

Oñate hizo lo más propiamente católico: celebrar la Eucaristía, una palabra que viene del término griega Eukaristein, y que significa, precisamente “acción de gracias”.

En efecto el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que:

“Creer en Dios, el Único, y amarlo con todo el ser tiene consecuencias inmensas para toda nuestra vida”, (CCC 222); y luego agrega que esto implica, “vivir en acción de gracias: Si Dios es el Único, todo lo que somos y todo lo que poseemos viene de él: ‘¿Qué tienes que no hayas recibido?’ (1 Co 4:7) ‘¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?’” (Sal 116:12) (CCC 224)

Esta es la razón por la cual, pese a que Thanksgiving no es una fiesta de guardar en el calendario católico, el calendario litúrgico de la Iglesia en los Estados Unidos lo celebra con la solemnidad de dos lecturas — una del Antiguo y otra del Nuevo Testamento — y con una emblemática lectura del Evangelio de Lucas: el pasaje del “Magnificat” pronunciado por la Santísima Virgen María, en la que ella declama una de las más hermosas y profundas acciones de gracias al amor infinito de Dios:




“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva… porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí, y su nombre es santo”. (ver Lc 1: 41-55)


Aunque la Virgen María lo vivió de manera única y privilegiada, todos podemos decir que en nuestra vida, en nuestra familia, en Estados Unidos, podemos elevar nuestra acción de gracias a Dios porque nos ha dado más de lo que imaginamos o merecemos, simplemente porque, como nos dice nuestra Santa Madre, Él ha hecho obras grandes por nosotros, y su nombre es santo.

Por eso, los católicos no sólo debemos celebrar el Día de Acción de Gracias con profundo espíritu de oración, agradecimiento y alegría, sino que la celebración de este día nos debe llevar a recordar que nuestra vida como católicos es una constante acción de gracias, a través de nuestros actos de la vida cotidiana, que deben todos ellos dar gloria a Dios, y de manera especial a través de la celebración de la Eucaristía, que como nos dice el Catecismo:





“La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. ‘Eucaristía’ significa, ante todo, acción de gracias”. (CCC 1360)


Este fin de semana iniciamos el tiempo especial del Adviento. A través de él nos preparamos para recibir el supremo regalo de Dios: su propio Hijo, hecho uno de nosotros para reconciliar a la humanidad.

Rezo de todo corazón a nuestra Santa Madre, la gran agradecida del Señor, para que nos prepare con un corazón lleno de acción de gracias para los grandes misterios de la Navidad.




MI REFLEXIÓN PERSONAL


¿Usted se siente feliz y “agradecido” con Dios comiendo magníficos platos de comida… mientras las personas pobres no tienen nada para poder vivir?