viernes, 27 de agosto de 2021

Los sellos del Apocalipsis: 7 signos para reconocer el fin del mundo



APOCALIPSIS DE SAN JUAN
CAPÍTULO 6




Señales misteriosas que fue viendo el apóstol, conforme iba el Cordero abriendo los seis primeros sellos.


01 Vi, pues, cómo el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro animales que decía, con voz como de trueno: Ven, y verás.

  
02 Yo miré; y he ahí un caballo blanco, y el que lo montaba tenía un arco y diósele una corona, y salió victorioso para continuar las victorias.


03 Y como hubiese abierto el segundo sello, oí al segundo animal, que decía: Ven, y verás.


04 Y salió otro caballo bermejo; y al que lo montaba se le concedió el poder de desterrar la paz de la tierra, y de hacer que los hombres se matasen unos a otros; y así, se le dio una grande espada.


05 Abierto que hubo el sello tercero, oí al tercer animal, que decía: Ven, y verás. Y vi un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en su mano.


06 Y oí cierta voz en medio de los cuatro animales, que decía: Dos libras de trigo valdrán un denario, y seis libras de cebada a denario también; mas al vino y al aceite no hagas daño.

  
07 Después que abrió el sello cuarto, oí una voz del cuarto animal, que decía: Ven, y verás.


08 Y he ahí un caballo pálido y macilento, cuyo jinete tenía por nombre Muerte, y el infierno le iba siguiendo, y diósele poder sobre las cuatro partes de la tierra para matar a los hombres a cuchillo, con hambre, con mortandad y por medio de las fieras de la tierra.

  
09 Y cuando hubo abierto el quinto sello, vi debajo o al pie del altar las almas de los que fueron muertos por la palabra de Dios y por ratificar su testimonio.


10 Y clamaban a grandes voces, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor (Tú que eres santo y veraz), difieres hacer justicia y vengar nuestra sangre contra los que habitan en la tierra?


11 Diósele luego a cada uno de ellos un ropaje o vestido blanco y se les dijo que descansasen o guardasen en paz un poco de tiempo, en tanto que se cumplía el numero de sus consiervos y hermanos, que habían de ser martirizados también como ellos.


12 Vi asímismo cómo abrió el sexto sello; y al punto se sintió un gran terremoto, y el sol se puso negro como un saco de cilicio, o de cerda, y la luna se volvió toda bermeja como sangre.


13 Y las estrellas cayeron del cielo sobre la tierra, a la manera que una higuera, sacudida de un recio viento, deja caer sus brevas.


14 Y el cielo desapareció como un libro que es arrollado; y todos los montes y las islas fueron movidos de sus lugares.


15 Y los reyes de la tierra, y los príncipes, y los tribunos, y los ricos, y los poderosos, y todos los hombres, así esclavos como libres, se escondieron en las grutas y entre las peñas de los montes.


16 Y decían a los montes y peñascos: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquel Señor que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero.


17 Porque llegado es el día grande de la cólera de ambos, ¿y quién podrá soportarla?


APOCALIPSIS DE SAN JUAN
CAPÍTULO 8


Abierto ya el sello séptimo, se aparecen siete ángeles con siete trompetas; tocan los cuatro primeros cada uno la suya; cae fuego, la mar se altera, las aguas se vuelven amargas y las estrellas pierden su resplandor.


01 Y cuando el Cordero hubo abierto el séptimo sello, siguióle un gran silencio en el cielo, cosa de media hora.


Los sellos del Apocalipsis:
7 signos para reconocer el fin del mundo


Por Editor de ChurchPOP - Febrero 19 de 2020


No se puede asegurar cuándo ocurrirá el fin del mundo, pero Dios ha previsto en su Revelación que podamos reconocer los signos de los tiempos.

El padre José Antonio Fortea explica los 7 sellos del Apocalipsis. Estos son una sucesión de acontecimientos que marcarán el fin de la historia del hombre.

Según el sacerdote, para tener la certeza de que se trata del fin del mundo, tienen que encajar TODOS los hechos.

El Apocalipsis, que significa “revelación”, fue comunicado al apóstol San Juan en la isla de Patmos, donde se hallaba desterrado.

El padre Fortea nos previene diciendo que muchos de sus supuestos son interpretaciones personales, pero parecen razonables a la luz de la Escritura.

Es importante tener en cuenta que sólo analiza un cuarto del libro. Además, el Apocalipsis está contado tres veces, con los sellos, con las trompetas y con las copas de la ira.


Las consecuencias del pecado de la humanidad en Apocalipsis


“La historia humana acaba con un larguísimo aviso de Dios de cómo el pecado siempre conlleva consecuencias. Dios perdona todo, pero el pecado siempre tiene consecuencias. El quebrantar la ley de Dios siempre tiene consecuencias”, comenta el sacerdote.

Al final agrega: “En este caso, las consecuencias no son personales, o de una familia, o de un reino; el último momento de la historia es la humanidad entera la que se corrompe, y por eso el castigo tiene que volverse global”.


Estos son los 7 sellos del Apocalipsis que nos avisarán que estaremos viviendo el fin del mundo:


1. Primer sello:


“Y vi aparecer un caballo blanco. Su jinete tenía un arco, recibió una corona y salió triunfante, para seguir venciendo”. (Ap. 6, 2)


En opinión del padre Fortea, este pasaje del Apocalipsis señala el comienzo de una guerra. El arco es símbolo de la guerra balística, de los misiles, de las bombas. Una guerra en la que el que la hace no se mancha las manos y piensa que ha salido vencedor. Pero la situación se complica y viene una segunda fase.


2. Segundo sello:


“Y vi aparecer otro caballo, rojo como el fuego. Su jinete recibió el poder de desterrar la paz de la tierra, para que los hombres se mataran entre sí; y se le dio una gran espada”. (Ap. 6, 4)


Se trataría de una guerra. El rojo representa la sangre. La espada sería símbolo de la infantería. Al decir que se degollan unos a otros significa que va a haber muchos muertos.

Para el padre Fortea, esta guerra no se comparará a nada de lo que haya sucedido. Ni siquiera a la Segunda Guerra Mundial.


3. Tercer sello:


“Y vi aparecer un caballo negro. Su jinete tenía una balanza en la mano; y oí una voz en medio de los cuatro Seres Vivientes, que decía: «Se vende una ración de trigo por un denario y tres raciones de cebada por un denario. Y no eches a perder el aceite y el vino». (Ap. 6, 5-6)


El Caballo negro es símbolo del luto y la muerte.

El resultado de la guerra del Apocalipsis, amplia y brutal, es que la economía se hunde, se destruye. El hambre empieza a cundir en las grandes ciudades. Sin embargo, por alguna razón misteriosa, el aceite y el vino no se volverán extremadamente caros.


4. Cuarto sello:


“Y vi aparecer un caballo amarillo. Su jinete se llamaba «Muerte», y el Abismo de la muerte lo seguía. Y recibió poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar por medio de la espada, del hambre, de la peste y de las fieras salvajes”. (Ap. 6, 8)


El amarillo es el color de los cadáveres. Se trata de una gran peste. Aquí una distinción importante. El padre Fortea utiliza una versión del Apocalipsis que, en vez de hablar del “abismo de la muerte” tradujo ese pasaje como “el Hades”.

Este concepto, según el sacerdote “es la forma del griego para referirse a la región subterránea donde reina la oscuridad y el dolor. Como es lógico se suele traducir como el infierno, pero realmente es la región subterránea de los muertos que viven penando. Incluye también al purgatorio”.

Esto significa que habrá mucha muerte y que los muertos irán a esa región pero no necesariamente todos al infierno. No significa que todos se condenen en esa generación. Lo que sí es seguro es que habrá una mortandad tan grande y que no van a ir al cielo en lo inmediato.

El resto del pasaje es una recapitulación.


5. Quinto sello:


“Vi debajo del altar las almas de los que habían sido inmolados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado. Ellas clamaban a voz en cuello: «¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, tardarás en hacer justicia y en vengar nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra?” (Ap. 6,9)


Según el padre Fortea, este pasaje del Apocalipsis nos habla de los mártires. En todas las generaciones ha habido mártires, pero en esta ocasión habrá muchísimos más.

¿Por qué debajo del altar? El altar que describe San Juan es el altar del templo de Jerusalén, el único en todo Israel que es el altar de bronce. Simboliza el sacrificio a Dios.

Todos los mártires están esperando el momento de la Resurrección. Están debajo del altar porque piden que se les haga justicia.

“En ese momento incluso los santos se dan cuenta que hay que poner fin a esa maquinaria de pecado, a esa maquinaria de sufrimiento, del mal; en el que se ha convertido el mundo”, comenta el sacerdote.


6. Sexto sello:


“Vi que se produjo un violento terremoto. El sol se puso negro como ropa de luto y la luna quedó como ensangrentada; los astros del cielo cayeron sobre la tierra”. (Ap. 6,12-13)


Esto yo lo entiendo como que algo pasa en la atmósfera, la contaminación por la guerra, la destrucción de, quien sabe, de complejos industriales; la atmósfera se contamina y entonces la luna, toda como sangre” interpreta Fortea.


“Y todas las montañas y las islas fueron arrancadas de sus sitios”. (Ap. 6, 14)


En el terremoto hay islas que deben hundirse y montañas que deben desplazarse.


“Los reyes y los grandes de la tierra, los jefes militares, los ricos y los poderosos, los esclavos y los hombres libres, todos se escondieron en las cavernas y entre las rocas y las montañas”. (Ap. 6, 15)


En el fin del mundo, todos las personas, independientemente de su condición social, temen y se refugian en las montañas.


“Porque ha llegado el gran Día de su ira, y ¿quién podrá resistir?”. (Ap. 6, 17)


Para el padre Fortea, esta cita del Apocalipsis significa que todo lo anterior ha sido una preparación.


7. Séptimo sello:


“Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se produjo en el cielo un silencio, que duró alrededor de media hora”. (Ap. 8, 1)


Hacia el final de estos siete sellos del Apocalipsis, “la gente ya se ha metido en los refugios, ha habido la gran guerra final, la última batalla final en que los arsenales atómicos los han disparado. Todo queda destruido, la atmósfera está irrecomponible, entramos en un invierno nuclear” afirma Fortea.

Cuando dice media hora puede referirse a medio mes, es una suposición pero parece razonable.

El padre Fortea termina su conferencia diciendo que en el fin del mundo, “las consecuencias del pecado no son personales, o de una familia, o de un reino; el último momento de la historia es la humanidad entera la que se corrompe, y por eso el castigo tiene que volverse global”.

“Pero el Apocalipsis es progresivo, es lento para darle tiempo a la gente que reflexione, a que se arrepienta”, concluye.


Fuente - Texto tomado de ES.CHURCHPOP.COM:




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Las recetas o fórmulas para conseguir
resultados van en detrimento de la fe


“Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18, 19).


Aquí el Señor Jesucristo nos hace ver la importancia de unirnos en la oración por una intención particular; y Él no pone condiciones a la hora de invitar a sus discípulos a ponerse de acuerdo al orar. Quien quiera unirse a una intención de oración, por ejemplo del Papa, puede hacer la oración que quiera, a la hora y lugar que quiera; así como hacerla solo o acompañado o unido a alguien en la distancia a una hora convenida o no.

Pero hay que saber distinguir la diferencia entre unirse en oración por una intención concreta y real, aunque las personas no se conozcan, y hacer parte de una cadena de oración.

Hoy más que nunca, gracias a Internet, se ha incrementado la difusión de cadenas de oración para lograr unos fines determinados, amenazan con un castigo a quien no las siga o tratan de imponer algo. La Iglesia no acepta que se instrumentalice la oración, quitándole valor e importancia, con fines no santos.

En este sentido las cadenas de oración son censurables, y lo son por dos motivos:

  • En primer lugar, garantizan desgracia a quien no las haga, o las interrumpa temporal o definitivamente, o no las reenvíe. Y sustentan esta amenaza citando, obviamente, falsos ejemplos o testimonios. Quien advierte estas cosas, en nombre de Dios, es un falso profeta y peca gravemente. Nadie puede ponerse a amenazar en nombre de Dios.

  • En segundo lugar, estas cadenas engañan pues obligan a la gente a hacer mal uso de la oración, desvirtuándola o banalizándola. Este es el verdadero objetivo de este tipo de cadenas de oración. Y este objetivo se logra con el supuesto gancho del beneficio personal si se participa; en este sentido las cadenas de oración son superstición.


Vincular desgracia, condena o premio a una cadena de oración no va de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia; además el premio y la condena no están en la participación o no en dichas cadenas. Estas cadenas de oración son una superstición más, pues se le atribuye a la simple materialidad de dichas oraciones una eficacia que no tienen.

Nos lo recuerda el Catecismo:


“Atribuir (a ciertas prácticas) su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición” (n. 2111).


Toda superstición es un serio problema al poner la confianza en prácticas ridículas, siendo de consecuencia una ofensa a Dios en cuanto se desconfía de Él. La superstición va contra el primer mandamiento de la ley de Dios y es señal clara de que la verdadera fe es inexistente; donde decae la religión crece la superstición. Así, no solo comete falta quien envía y difunde estas cadenas de oración sino también quien cree en ellas.

De todo lo anterior se desprenden varios errores:

  1. Un primer error es valerse de una supuesta necesidad ajena para beneficio personal.
  2. Otro error de estas cadenas es que son recetas o fórmulas para conseguir resultados en detrimento de la fe. La magia pretende conseguir algo a través de fórmulas que deben realizarse al pie de la letra para obtener el resultado deseado. Y el camino de fe se abandona para entrar en la senda de la magia.
  3. Estas cadenas de oración son un grave error porque “se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias” (Catecismo, 2111).
  4. Otro problema es el asunto de la amenaza por la no realización de una práctica intrascendente: es inaceptable. Esto sugiere tener un miedo infundado a Dios por solicitudes hechas por hombres, que pretenden hablar en su nombre.
  5. Un error más de estas cadenas de oración es la difusión de oraciones e imágenes que contienen errores teológicos. Esto es serio, pues las personas que no posean una fe muy sólida y bien fundamentada pueden caer en un error o ahondar en otro, en detrimento de una sana oración y de una correcta relación con Dios.
  6. Un sexto problema de recurrir a estas prácticas y basar la fe en ellas, es el abandono de Dios en detrimento de nuestra salvación. Cuando nos damos cuenta que Dios no responde al agitar nuestra varita mágica, cuando vemos que Dios no cumple lo que le pedimos viene el desencanto y la frustración.
  7. Un séptimo error está en que se quiere “motivar” a los demás a propagar una cadena para conseguir lo anhelado de una manera fácil, rápida y eficaz, aún por encima del cumplimiento de la voluntad de Dios; voluntad que el buen seguidor de Cristo tiene que concretar, aún con esfuerzo, en su diario vivir.
  8. Un último problema, y no menos importante y que no hay que excluir aunque no sea de carácter religioso, es que estas cadenas, cuando son enviadas por e-mail, se usan con frecuencia para buscar información, difundir virus informáticos, etc.


Todo se centra en dos errores: A Dios no se le ponen plazos, ni Él responde a las exigencias que le hacemos; exigencias que le hacemos desconociendo sus planes para con nosotros a través de su divina providencia y sabiduría.

La motivación de la oración a favor de alguien deber ser el amor. Se ora por verdadero amor al hermano o hermana en la fe que sufre. Y se ora sin olvidar que la oración se debe acomodar a la voluntad de Dios. Nunca podemos presionar a Dios para que Él realice lo que deseamos; la oración simplemente es para ponernos en sus manos, para poner en su corazón amoroso nuestra vida y nuestros destinos, “como un niño en brazos de su madre” (Sal 131, 2).

Debemos tener presente que no podemos manipular a Dios. Él no actúa de acuerdo a la voluntad humana. Dios no es un dispensador de milagros y la relación con Él se basa en la confianza. Nosotros debemos estar en comunión con Dios en cualquier circunstancia de la vida. Quien confía en Dios lo reconoce como Padre y sabe que el triunfo está asegurado, pero no al estilo de los hombres según una lógica humana.

El que confía en Dios tiene la certeza en su corazón de que la cruz no es el final del camino. El que confía en Dios sabe que aunque las cosas no marchen bien, Él nunca nos desampara. No se trata de asegurarnos las cosas mediante nuestras acciones, recursos o medios, sino tener la seguridad de sabernos amados por Dios; es importante creer en la paternidad de Dios y en su providencia.

Difundamos el amor de Dios sin condicionamientos como Jesús nos enseñó. La auténtica oración es una solicitud a la omnipotencia de Dios hecha con confianza, pero también con el más absoluto respeto a su voluntad. Por tanto hay que decir:


“No a estas cadenas de oración”. Y que nadie se sienta mal o culpable o en pecado si ignora dichas cadenas.


Sigamos mejor en una vida de discipulado, en obediencia a los mandamientos, en fe, oración y en el amor a Dios y a los demás.


Fuente - Texto tomado de ES.ALETEIA.ORG:

San Agustín de Hipona (354-430) - Obispo - Confesor y Doctor de la Iglesia - Fiesta Agosto 28



Nació en Tagaste (África) el año 354; después de una juventud desviada doctrinal y moralmente, se convirtió, estando en Milán, y el año 387 fue bautizado por el obispo San Ambrosio. Vuelto a su patria, llevó una vida dedicada al ascetismo, y fue elegido obispo de Hipona. Durante 34 años, en que ejerció este ministerio, fue un modelo para su grey, a la que dio una sólida formación por medio de sus sermones y de sus numerosos escritos, con los que contribuyó en gran manera a una mayor profundización de la fe cristiana contra los errores doctrinales de su tiempo. Está entre los Padres más influyentes del Occidente y sus escritos son de gran actualidad. Murió el año 430.


Excelencia de la castidad


Agustín comprendía la excelencia de la castidad predicada por la Iglesia Católica, pero la dificultad de practicarla lo hacía vacilar en abrazar definitivamente el cristianismo. Por otra parte, los sermones de San Ambrosio y la lectura de la Biblia le habían convencido de que la verdad estaba en la Iglesia, pero se resistía todavía a cooperar con la gracia de Dios. El santo lo expresa así:


"Deseaba y ansiaba la liberación; sin embargo, seguía atado al suelo, no por cadenas exteriores, sino por los hierros de mi propia voluntad. El Enemigo se había posesionado de mi voluntad y la había convertido en una cadena que me impedía todo movimiento, porque de la perversión de la voluntad había nacido la lujuria y de la lujuria la costumbre y, la costumbre a la que yo no había resistido, había creado en mí una especie de necesidad cuyos eslabones, unidos unos a otros, me mantenían en cruel esclavitud. Y ya no tenía la excusa de dilatar mi entrega a Tí alegando que aún no había descubierto plenamente Tu Verdad, porque ahora ya la conocía y, sin embargo, seguía encadenado... Nada podía responderte cuando me decías: 'Levántate del sueño y resucita de los muertos y Cristo te iluminará...' Nada podía responderte, repito, a pesar de que estaba ya convencido de la verdad de la fe, sino palabras vanas y perezosas. Así pues, te decía: 'Lo haré pronto, poco a poco; dame más tiempo'. Pero ese 'pronto' no llegaba nunca, las dilaciones se prolongaban, y el 'poco tiempo', se convertía en mucho tiempo"


El ejemplo de los Santos


El relato que San Simpliciano le había hecho de la conversión de Victorino, el profesor romano neoplatónico, le impresionó profundamente. Poco después, Agustín y su amigo Alipio recibieron la visita de Ponticiano, un africano. Viendo las Epístolas de San Pablo sobre la mesa de Agustín, Ponticiano les habló de la vida de San Antonio y quedó muy sorprendido al enterarse de que no conocían al santo. Después les refirió la historia de dos hombres que se habían convertido por la lectura de la vida de San Antonio. Las palabras de Ponticiano conmovieron mucho a Agustín, quien vio con perfecta claridad las deformidades y manchas de su alma. En sus precedentes intentos de conversión Agustín había pedido a Dios la gracia de la continencia, pero con cierto temor de que se la concediese demasiado pronto:


"En la aurora de mi juventud, te había yo pedido la castidad, pero sólo a medias, porque soy un miserable. Te decía yo, pues: 'Concédeme la gracia de la castidad, pero todavía no'; porque tenía yo miedo de que me escuchases demasiado pronto y me librases de esa enfermedad y lo que yo quería era que mi lujuria se viese satisfecha y no extinguida"


Avergonzado de haber sido tan débil hasta entonces, Agustín dijo a Alipio en cuanto partió Ponticiano:


"¿Qué estamos haciendo? Los ignorantes arrebatan el Reino de los Cielos y nosotros, con toda nuestra ciencia, nos quedamos atrás cobardemente, revolcándonos en el pecado. Tenemos vergüenza de seguir el camino por el que los ignorantes nos han precedido, cuando por el contrario, deberíamos avergonzarnos de no avanzar por él"


Gracia divina que todo lo puede




Agustín se levantó y salió al jardín. Alipio le siguió, sorprendido de sus palabras y de su conducta. Ambos se sentaron en el rincón más alejado de la casa. Agustín era presa de un violento conflicto interior, desgarrado entre el llamado del Espíritu Santo a la castidad y el deleitable recuerdo de sus excesos. Y levantándose del sitio en que se hallaba sentado, fue a tenderse bajo un árbol, clamando:


"¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre airado? ¡Olvida mis antiguos pecados!"


Y se repetía con gran aflicción:


"¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta mañana? ¿Por qué no hoy? ¿Por qué no voy a poner fin a mis iniquidades en este momento?"


En tanto que se repetía esto y lloraba amargamente, oyó la voz de un niño que cantaba en la casa vecina una canción que decía:


"Tolle lege, tolle lege" (Toma y lee, toma y lee)


Agustín empezó a preguntarse si los niños acostumbraban repetir esas palabras en algún juego, pero no pudo recordar ninguno en el que esto sucediese. Entonces le vino a la memoria que San Antonio se había convertido al oír la lectura de un pasaje del Evangelio. Interpretó pues, las palabras del niño como una señal del cielo, dejó de llorar y se dirigió al sitio en que se hallaba Alipio con el libro de las Epístolas de San Pablo. Inmediatamente lo abrió y leyó en silencio las primeras palabras que cayeron bajo sus ojos:


"No en las riñas y en la embriaguez, no en la lujuria y la impureza, no en la ambición y en la envidia: poneos en manos del Señor Jesucristo y abandonad la carne y la concupiscencia"


Ese texto hizo desaparecer las últimas dudas de Agustín, que cerró el libro y relató serenamente a Alipio todo lo sucedido. Alipio leyó entonces el siguiente versículo de San Pablo:


"Tomad con vosotros a los que son débiles en la fe"


Aplicándose el texto a sí mismo, siguió a Agustín en la conversión. Ambos se dirigieron al punto a narrar lo sucedido a Santa Mónica, la cual alabó a Dios:


"Que es capaz de colmar nuestros deseos en una forma que supera todo lo imaginable"


La escena que acabamos de referir tuvo lugar en septiembre de 386, cuando Agustín tenía 32 años.


En las manos del Señor


El santo renunció inmediatamente al profesorado y se trasladó a una casa de campo en Casiciaco, cerca de Milán, que le había prestado su amigo Verecundo. Agustín se consagró a la oración y el estudio y, aún éste era una forma de oración por la devoción que ponía en él. Entregado a la penitencia, a la vigilancia diligente de su corazón y sus sentidos, dedicado a orar con gran humildad, el santo se preparó a recibir la gracia del Bautismo, que había de convertirle en una nueva criatura, resucitada con Cristo.


"Demasiado tarde, demasiado tarde empecé a amarte. ¡Hermosura siempre antigua y siempre nueva, demasiado tarde empecé a amarte! Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo. Yo estaba lejos, corriendo detrás de la hermosura por Ti creada; las cosas que habían recibido de Tí el ser, me mantenían lejos de Tí. Pero tú me llamaste, me llamaste a gritos, y acabaste por vencer mi sordera. Tú me iluminaste y tu luz acabó por penetrar en mis tinieblas. Ahora que he gustado de tu suavidad estoy hambriento de Ti. Me has tocado y mi corazón desea ardientemente tus abrazos"


Pensamientos de San Agustín




  • "Ama a Dios, y haz lo que quieras" Sermón acerca de Juan 1, 7:8.
  • "Nada conquista excepto la verdad y la victoria de la verdad es el amor" Sermones 358, 1.
  • "El amor es la belleza del alma".
  • "Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te amé. Tú me has llamado, y me has llamado insistentemente, y has suprimido mi sordera. Tú has brillado con luz y has puesto mi ceguera a volar. Tú has emanado fragancia, y me he quedado sin aliento, y he suspirado por Ti. Te he conocido, y he tenido hambre y sed de Ti. Tú me has tocado, y he sido encendido por tu paz" Confesiones, Capítulo 1.
  • "¡Oh verdad, verdad, cómo suspiraba ya entonces por Ti desde las fibras más íntimas de mi corazón!".
  • "¡Pobre de mí, que me creí apto para el vuelo, abandoné el nido y caí antes de poder volar!"
  • "La medida del amor es el amor sin medida"
  • "¿Los hombres salen a hacer turismo para admirar las crestas de los montes, el oleaje de los mares, el copioso curso de los ríos, los movimientos de los astros. Y, sin embargo, pasan de largo de sí mismos".
  • "No busques que dar. Date a ti mismo".
  • "Conocerse de verdad a uno mismo no es otra cosa que oír de Dios lo que Él piensa de nosotros".
  • "El hombre bueno es libre, incluso cuando es esclavo".
  • "Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad"




¿Qué nos enseña su vida?


  1. A pesar de ser pecadores, Dios nos quiere y busca nuestra conversión.
  2. Aunque tengamos pecados muy graves, Dios nos perdona si nos arrepentimos de corazón.
  3. El ejemplo y la oración de una madre dejan fruto en la vida de un hijo.
  4. Ante su conflicto entre los intereses mundanos y los de Dios, prefirió finalmente los de Dios.
  5. Vivir en comunidad, hacer oración y penitencia, nos acerca siempre a Dios.
  6. A lograr una conversión profunda en nuestras vidas.
  7. A morir en la paz de Dios, con la alegría de encontrarnos pronto con Él.


La historia del encuentro
con un niño junto al mar




Una tradición medieval, que recoge la historia inicialmente narrada sobre un teólogo en abstracto que más tarde fue identificado con San Agustín, cuenta la siguiente anécdota:

Un día San Agustín paseaba por la orilla del mar, dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la realidad de Dios, una de ellas la doctrina de la Trinidad.

De repente, alza la vista y ve a un hermoso niño, que está jugando en la arena, a la orilla del mar.  Le observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo.  Así el niño lo hace una y otra vez.

Hasta que ya San Agustín, sumido en gran curiosidad se acerca al niño y le pregunta:


"Oye, niño, ¿qué haces?"


Y el niño le responde:


"Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo"


Y San Agustín dice:


"Pero, eso es imposible"


Y el niño responde:


"Más imposible es tratar de hacer lo que tú estás haciendo: Tratar de comprender en tu mente pequeña el Misterio de Dios"
Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
Fuente - Texto tomado de Wikipedia (La Enciclopedia Libre):
http://es.wikipedia.org/wiki/Agust%C3%ADn_de_Hipona