miércoles, 31 de marzo de 2021

Semana Santa: Jueves Santo - Abril 1 de 2021

Lectura del Santo Evangelio
según San Juan 13, 1-15




1. Víspera del día solemne de la Pascua, sabiendo Jesús que era llegada la hora de su tránsito de este mundo al Padre, como hubiese amado a los suyos, que vivían en el mundo, los amó hasta el fin.

2. Y así acabada la cena, cuando ya el diablo había sugerido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, el designio de entregarle.




3. Jesús, que sabía que el Padre le había puesto todas las cosas en sus manos, y que como era venido de Dios, a Dios volvía.

4. Levántase de la mesa, y quítase sus vestidos, y habiendo tomado una toalla, se la ciñe.

5. Echa después agua en un lebrillo, y pónese a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla que se había ceñido.

6. Viene a Simón Pedro, y Pedro le dice:

"¡Señor!, ¿Tú lavarme a mí los pies?"




7. Respondióle Jesús, y le dijo:


"Lo que Yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo entenderás después"


8. Dícele Pedro:


"Jamás por jamás no me lavarás Tú a mí los pies"


Respondióle Jesús:


"Si Yo no te lavare, no tendrás parte conmigo"


9. Dícele Simón Pedro:


"Señor, no solamente mis pies, sino las manos también, y la cabeza"


10. Jesús le dice:




"El que acaba de lavarse, no necesita lavarse más que los pies, estando como está limpio todo lo demás. Y en cuanto a vosotros, limpios estáis, bien que no todos"


11. Que como sabía quién era el que le había de hacer traición, por eso dijo:


"No todos estáis limpios"


12. Después, en fin, que les hubo lavado los pies y tomó otra vez su vestido, puesto de nuevo a la mesa, díjoles:


"¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros?

13. Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo Soy.

14. Pues si Yo, que Soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, debéis también vosotros lavaros los pies uno al otro.




15. Porque ejemplo os he dado, para que pensando lo que Yo he hecho con vosotros, así lo hagáis vosotros también".


Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús


Significado de la Celebración


En el Jueves Santo se celebra:

  • La Última Cena.
  • El lavatorio de los pies.
  • La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio.
  • La oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.


La Última Cena




Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Última Cena, el Señor Jesús celebra su muerte; lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva". (1 Cor 11, 26).


El lavatorio de los pies




Jesús nos enseña a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que ésta no es la única vez que Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros.


La institución de la Eucaristía
y del Sacerdocio




Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el Sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene, se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la salvación.


La oración de Jesús
en el Huerto de Getsemaní




Reflexionemos con Jesús en lo que sentía en estos momentos: su miedo, la angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su compromiso por cumplir la voluntad de Dios, su obediencia a Dios Padre y su confianza en Él. Las virtudes que nos enseña Jesús este día, entre otras, son la obediencia, la generosidad y la humildad.


Fuente - Texto tomado de CATHOLIC.NET:

Santa María Egipciaca - Eremita Penitente - Fiesta 1 de Abril



Una hermosa tradición muy antigua cuenta que en el siglo V un santo sacerdote llamado Zózimo después de haber pasado muchos años de monje en un convento de Palestina dispuso irse a terminar sus días en el desierto de Judá, junto al río Jordán. Y que un día vio por allí una figura humana, que más parecía un esqueleto que una persona robusta. Se le acercó y le preguntó si era un monje y recibió esta respuesta:


"Yo soy una mujer que he venido al desierto a hacer penitencia de mis pecados"


Según la tradición aquella mujer le narró la siguiente historia:

Su nombre era María. Era de Egipto. Desde los 12 años llevada por sus pasiones sensuales y su exagerado amor a la libertad se fugó de la casa. Cometió toda clase de impurezas y hasta se dedicó a corromper a otras personas. 

Después se unió a un grupo de peregrinos que de Egipto iban al Santo Sepulcro de Jerusalén. Pero ella no iba a rezar sino a divertirse y a pasear. Y sucedió que al llegar al Santo Sepulcro, mientras los demás entraban fervorosos a rezar, ella sintió allí en la puerta del templo que una mano la detenía con gran fuerza y la echaba a un lado. Y esto le sucedió por tres veces, cada vez que ella trataba de entrar al santo templo. Y una voz le dijo:




"Tú no eres digna de entrar en este sitio sagrado, porque vives esclavizada al pecado"


Ella se puso a llorar, pero de pronto levantó los ojos y vio allí cerca de la entrada una imagen de la Santísima Virgen que parecía mirarla con gran cariño y compasión. Entonces la pecadora se arrodilló llorando y le dijo:




"Madre, si me es permitido entrar al templo santo, yo te prometo que dejaré esta vida de pecado y me dedicaré a una vida de oración y penitencia"


Y le pareció que la Virgen Santísima le aceptaba su propuesta. Trató de entrar de nuevo al templo y esta vez sí le fue permitido. Allí lloró largamente y pidió por muchas horas el perdón de sus pecados. Estando en oración le pareció que una voz le decía:




"En el desierto más allá del Jordán encontrarás tu paz"


María egipciaca se fue al desierto y allí estuvo por 40 años rezando, meditando y haciendo penitencia. Se alimentaba de dátiles, de raíces, de langostas y a veces bajaba a tomar agua al río. En el verano el terrible calor la hacía sufrir muchísimo y la sed la atormentaba. En invierno el frío era su martirio.

Durante 17 años vivió atormentada por la tentación de volver otra vez a Egipto a dedicarse a su vida anterior de sensualidad, pero un amor grande a la Santísima Virgen le obtenía fortaleza para resistir a las tentaciones. Y Dios le revelaba muchas verdades sobrenaturales cuando ella estaba dedicada a la oración y a la meditación. La penitente le hizo prometer al santo anciano que no contaría nada de esta historia mientras ella no hubiera muerto. Y le pidió que le trajera la Sagrada Comunión. Era Jueves Santo y San Zózimo le llevó la Sagrada Eucaristía.




Quedaron de encontrarse el Día de Pascua, pero cuando el santo volvió la encontró muerta, sobre la arena, con esta inscripción en un pergamino:




"Padre Zózimo, he pasado a la eternidad el Viernes Santo día de la muerte del Señor, contenta de haber recibido su santo cuerpo en la Eucaristía. Ruegue por esta pobre pecadora, y devuélvale a la tierra este cuerpo que es polvo y en polvo tiene que convertirse"


El monje no tenía herramientas para hacer la sepultura, pero entonces llegó un león y con sus garras abrió una sepultura en la arena y se fue. Zózimo al volver de allí narró a otros monjes la emocionante historia, y pronto junto a aquella tumba empezaron a obrarse milagros y prodigios y la fama de la santa penitente se extendió por muchos países.

San Alfonso de Ligorio y muchos otros predicadores narraron muchas veces y dejaron escrita en sus libros la historia de María Egipciaca, como un ejemplo de lo que obra en un alma pecadora, la intercesión de la Santísima Madre del Salvador, la cual se digne también interceder por nosotros pecadores para que abandonemos nuestra vida de maldad y empecemos ya desde ahora una vida de penitencia y santidad.


Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET: