domingo, 24 de enero de 2021

La Conversión de San Pablo Apóstol - Fiesta Enero 25



La Sagrada Biblia, en el Capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, narra así la conversión de San Pablo:

"Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén. Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía:




"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"


Él respondió:


"¿Quién eres tú Señor?"


Y oyó que le decían:




"Yo Soy JESÚS a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer"


Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin comer y sin beber.

Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión:


"¡Ananías!"


Él respondió:


"Aquí estoy Señor"


Y el Señor le dijo:


"Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo; mira: él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista"


Respondió Ananías y dijo:


"Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu Nombre"


El Señor le respondió:


"Vete, pues a éste lo he elegido como un instrumento para que lleve mi Nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi Nombre"


Fue Ananías. Entró en la casa. Le colocó sus manos sobre la cabeza y le dijo:


"Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor JESÚS, el que se te apareció en el camino por donde venías. Y me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo"


Al instante se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús, en las sinagogas o casas de oración, y decía que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados y decían:




"¿No es éste el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el Nombre de JESÚS?"


Y


"¿No lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevara presos y encadenados a los que siguen esa religión?"


Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús es el Mesías, el salvador del mundo. Saulo se cambió el nombre por el de Pablo. Y en la carta a los Gálatas dice:


"Cuando Aquél que me llamó por su gracia me envió a que lo anunciara entre los que no conocían la verdadera religión, me fui a Arabia, luego volví a Damasco y después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y a Santiago. Las iglesias de Judea no me conocían pero decían: el que antes nos perseguía, ahora anuncia la buena noticia de la fe, que antes quería destruir. Y glorificaban a Dios a causa de mi"




Apóstol San Pablo:
que tu conversión sea como un ideal
para todos y cada uno de nosotros.
Que también en el camino de nuestra
vida nos llame Cristo y nosotros
le hagamos caso y dejemos nuestra
antigua vida de pecado y empecemos
una vida dedicada a la santidad,
a las buenas obras y al apostolado.




Oración a San Pablo


Glorioso apóstol San Pablo,
vaso escogido del Señor
para llevar su Santo Nombre
por toda la tierra; por tu celo
apostólico y por tu abrasada
caridad con que sentías
los trabajos de tus prójimos
como si fueran tuyos propios;
por la inalterable paciencia
con que sufriste persecuciones,
cárceles, azotes, cadenas,
tentaciones, naufragios y hasta
la misma muerte; por aquel celo
que te estimulaba a trabajar día
y noche en beneficio de las almas y,
sobre todo, por aquella prontitud
con que a la primera Voz de Cristo
en el camino de Damasco te rendiste
enteramente a la gracia, te ruego,
por todos los apóstoles de hoy,
y que me consigas del Señor
que imite tus ejemplos oyendo
prontamente la voz de sus
inspiraciones y peleando contra
mis pasiones, sin apego ninguno
a las cosas temporales y con aprecio
de las eternas, para gloria de
Dios Padre, que con el Hijo y el
Espíritu Santo vive y reina
por todos los siglos de los siglos.
Amén.






Fuente - Texto tomado de EWTN:


Fuente - Videos tomados de YOUTUBE:


Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM:

¡Espeluznante! - Visión del Infierno - Por Sor Josefa Menéndez (desde 1921 a 1923)

 



El infierno de Sor Josefa Menéndez


Jesucristo se le apareció a menudo durante los años 1921, 1922 y 1923 a la hermana Josefa Menéndez, una monja de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús.

Sus Memorias están publicadas en un libro de más de 500 páginas titulado: El Camino del Amor Divino.

En este Libro se explica "el empeño de Jesús en salvar nuestras almas por el encuentro con Su amor antes de 'la aproximación de los últimos días del mundo'".




En la vida de Sor Josefa tuvo lugar un fenómeno muy raro en la vida de los santos: conocer en carne propia los sufrimientos del infierno.

Dios permitió al diablo que la bajase hasta el infierno. Allá, pasa largas horas, algunas veces una noche entera, en una indescriptible agonía. A pesar de que fue llevada al infierno más de un centenar de veces, a ella le parece que cada vez es la primera, y cada una le semeja tan larga como una eternidad. Soporta todas las torturas del infierno, con una sola excepción: el odio a Dios. No fue el menor de estos tormentos oír las estériles confesiones de los condenados, sus gritos de odio, de dolor y de desesperación. A pesar de todo, cuando tras una larga espera vuelve a la vida, destrozada y agotada, con su cuerpo agonizante por el dolor, ella no se fija en el sufrimiento, por muy severo que sea, si con ello consigue salvar un alma de aquella espeluznante caverna de tormentos.

A medida que empieza a respirar mejor, su corazón estalla de alegría al saber que aún puede amar al Señor. Sor Josefa escribe con gran reticencia sobre el tema del infierno. Ella lo hizo solamente para conformar los benditos deseos de Nuestro Señor.


Nuestra Señora le dijo el 25 de octubre de 1922: 




"Todo lo que Jesús te da a ver y a sufrir de los tormentos del infierno es para que puedas hacerlos conocer al mundo. Por lo tanto, olvídate enteramente de ti misma, y piensa en la gloria de la salvación de las almas".


Ella repetidamente testifica sobre el mayor tormento del infierno:

"Una de estas almas condenadas gritó con desesperación:

"Esta es mi tortura... que deseo amar, y no puedo hacerlo; no hay nada que salga de mi excepto odio y desesperación. Si uno de nosotros pudiese hacer tanto como un simple acto de amor... esto ya no sería el infierno, pero no podemos. Vivimos en el odio y la malevolencia" (23 de marzo de 1922).

Otro de estos desgraciados dijo: "El mayor de estos tormentos aquí es que no podemos amar a Dios. Mientras tenemos hambre de amor, estamos consumidos con el deseo de Él, pero ya es demasiado tarde".

Ella registra también las acusaciones hechas contra sí mismos por estas infelices almas:

"Algunos gimen a causa del fuego que quema sus manos. Quizás ellos eran ladrones, porque dicen: "¿Donde está nuestro botín ahora?... Malditas manos... ¿Por qué deseé poseer lo que no era mio... y que en cualquier caso, sólo podría haber poseído por unos pocos días?"

Otros maldicen sus lenguas, sus ojos... cualquier miembro que fuese la ocasión con la que pecaron...

"¡Ahora, oh cuerpo, estás pagando el precio de los placeres con que te regalaste a ti mismo!... ¡¡¡Y todo ello lo hiciste por tu propia y libre voluntad...!!!" (2 de abril de 1922).

"Me pareció que la mayoría se acusaba a sí mismos de pecados de impureza, de robo, de comercio fraudulento; y la mayor parte de los condenados están en el infierno por estos pecados" (6 de abril de 1922). 

"Algunos acusan a otras personas, otros a las circunstancias, y todos maldicen las ocasiones de su condenación" (Septiembre de 1922).

"Vi a mucha gente del mundo terrenal caer dentro del infierno, y ahora las palabras no pueden describir ni por asomo sus horribles y espantosos gritos:


'Condenado para siempre... Yo me engañaba a mí mismo... Estoy perdido... ESTOY AQUÍ PARA SIEMPRE JAMÁS"




"Hoy vi un vasto número de gente caer dentro del ardiente abismo... Parecían unos vividores acostumbrados a los placeres del mundo, y un demonio gritó con estruendo:

"El mundo está maduro para mí... Yo sé que la mejor manera de conseguir el control de las almas es acrecentar su deseo por la diversión y el disfrute de los placeres... "Ponme a mí en primer lugar..."; "Yo antes que los demás..."; "Y sobre todo nada de humildad para mí, sino que déjame disfrutar a mis anchas..." Esta clase de palabras asegura mi victoria... y ellos mismos se lanzan en multitudes al fondo del infierno" (4 de octubre de 1922)




"Hoy", escribe Josefa, "no bajé al infierno, sino que fui transportada a un lugar donde todo estaba oscuro, pero en el centro había un enorme y espantoso fuego rojo. Me dejaron inmóvil y no podía hacer ni el más mínimo movimiento. Alrededor de mí había siete u ocho personas, sus cuerpos negros estaban desnudos, y yo podía verlos sólo por los reflejos del fuego. Estaban sentados y hablaban.

"Un diablo dijo a otro:

"Tenemos que ser muy cuidadosos para que no nos perciban. Podríamos ser fácilmente descubiertos"




El diablo respondió: 

"Insinuaos procurando que el descuido y la negligencia se apoderen de ellos, pero manteniéndoos en la sombra, para que no os descubran... gradualmente, ellos se volverán más y más descuidados, indiferentes al bien y al mal, sin ningún tipo de compasión ni amor, y vosotros seréis capaces de inclinarlos hacia el mal. Tentad a estos otros con la ambición, con el amor por sí mismos, que no busquen nada más que su propio interés, CON ADQUIRIR RIQUEZAS SIN TRABAJAR... de forma legal o no. Excitad a aquellos otros hacia la sensualidad y el amor al placer. Dejad que el vicio los ciegue" (Aquí usaron palabras obscenas)...




"Y con el resto... explorad sus corazones... así conoceréis sus inclinaciones... haced que amen apasionadamente... Actuad sin ningún escrúpulo... no descanséis... no tengáis piedad... El mundo debe ir hacia la condenación... y que las almas no se me escapen"De vez en cuando, los discípulos de Satán respondían:

"Somos tus esclavos... trabajaremos sin descanso. Sí, muchos luchan contra nosotros, pero trabajaremos noche y día. ¡Conocemos tu poder!"

Hablaban todos a la vez, y el que yo entendí que era Satán usaba palabras espantosas. En la distancia, pude oír un bullicio de fiesta, el tintileo de las copas, y gritó:




"¡Dejad que ellos mismos se junten en sus comidas! Eso lo pondrá todo más fácil para nosotros. Dejadlos que vayan a sus banquetes. El amor al placer es la puerta por la que vosotros os apoderaréis de ellos... Y esas almas ya no serían capaces de escapar de mí".

Añadió cosas tan horribles que nunca podrían ser escritas ni dichas. Luego, como sumergidos en un remolino de humo, se desvanecieron. (3 de febrero de 1923).

El demonio gritaba rabiosamente por un alma que se le escapaba:

"Llenad su alma de miedo, llévadla a la desesperación. ¡Si ella pone su confianza en la misericordia de Ése... (aquí usó palabras blasfemas contra Nuestro Señor), todo estará perdido! Pero no; llévala a la desesperación, no la dejéis ni por un instante, por encima de todo, haced que se desespere..."




Entonces el infierno resonó con gritos frenéticos, y cuando finalmente el diablo me arrojó fuera del abismo, se fue amenazándome. Entre otras cosas, decía:

"¿Es posible que tales enclenques criaturas tengan más poder que yo, que soy tan poderoso?... Debo enmascarar mi presencia, trabajar en la sombra, cualquier esquina será buena para tentarlos... susurrando a un oído... en las hojas de un libro... debajo de una cama... Algunas almas no me prestan atención, pero hablaré y hablaré, y a fuerza de hablar, alguna palabra quedará... ¡Sí, debo ocultarme en lugares en los que no pueda ser descubierto!" (7 y 8 de febrero de 1923).




Josefa, en su retorno desde el infierno, notó lo siguiente:

"Vi varias almas caer dentro del infierno, y entre ellas estaba una niña de quince años, maldiciendo a sus padres por no haberle hablado del temor de Dios ni por haberla avisado de que existía un lugar como el infierno. Su vida fue muy corta, decía ella, pero llena de pecado, porque ella le concedió hasta el límite todo lo que su cuerpo y sus pasiones le pedían en el camino de su autosatisfacción, especialmente había leído malos libros" (22 de marzo de 1923).




"Los ruídos de confusión y blasfemias no cesan ni por un sólo instante. Un nauseabundo olor asfixia y corrompe todo; es como el quemarse de la carne putrefacta, mezclado con alquitrán y azufre... una mezcla a la que nada en la Tierra puede ser comparable" (4 de septiembre de 1922).

Otra vez, escribe:

"Las almas estaban maldiciendo la vocación que habían recibido, pero no seguido... la vocación que habían perdido, porque no tenían la voluntad de vivir una vida oculta y mortificada..." (18 de marzo de 1922).

"La noche del miércoles al jueves 16 de marzo, serían las diez, empecé a sentir como los días anteriores ese ruido tan tremendo de cadenas y gritos. En seguida me levanté, me vestí y me puse en el suelo de rodillas. Estaba llena de miedo. El ruido seguía; salí del dormitorio sin saber a dónde ir ni qué hacer. Entré un momento en la celda de Nuestra Beata Madre... Después volví al dormitorio y siempre el mismo ruido. Sería algo más de las doce cuando de repente vi delante de mí al demonio que decía:

"Atadle los pies... atadle las manos"

"Perdí conocimiento de dónde estaba y sentí que me ataban fuertemente, que tiraban de mí, arrastrándome. Otras voces decían:

"No son los pies los que hay que atarle... es el corazón".

Y el diablo contestó:

"Ése no es mío".

"Me parece que me arrastraron por un camino muy largo. Empecé a oír muchos gritos, y en seguida me encontré en un pasillo muy estrecho. En la pared hay como unos nichos, de donde sale mucho humo pero sin llama, y muy mal olor. Yo no puedo decir lo que se oye, toda clase de blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unos maldicen su cuerpo... otros maldicen a su padre o madre... otros se reprochan a ellos mismos el no haber aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado. En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia y desesperación. Pasé por un pasillo que no tenía fin, y luego, dándome un golpe en el estómago, que me hizo como doblarme y encogerme, me metieron en uno de aquellos nichos, donde parecía que me apretaban con planchas encendidas y como que me pasaban agujas muy gordas por el cuerpo, que me abrasaban.

En frente de mí y cerca, tenía almas que me maldecían y blasfemaban. Es lo que más me hizo sufrir... pero lo que no tiene comparación con ningún tormento es la angustia que siente el alma, viéndose apartada de Dios.

Me pareció que pasé muchos años en este infierno, aunque sólo fueron seis o siete horas... Luego sentí que tiraban otra vez de mí, y después de ponerme en un sitio muy oscuro, el demonio, dándome como una patada me dejó libre. No puedo decir lo que sintió mi alma cuando me di cuenta de que estaba viva y que todavía podía amar a Dios. Para poderme librar de este infierno y aunque soy tan miedosa para sufrir, yo no sé a qué estoy dispuesta. Veo con mucha claridad que todo lo del mundo no es nada en comparación del dolor del alma que no puede amar, porque allí no se respira más que odio y deseo de la perdición de las almas (...)"

"Cuando entro en el infierno, oigo como unos gritos de rabia y de alegría, porque hay un alma más que participa de sus tormentos. No me acuerdo entonces de haber estado allí otras veces, sino que me parece que es la primera vez. También creo que ha de ser para toda la eternidad y eso me hace sufrir mucho, porque recuerdo que conocía y amaba a Dios, que estaba en la Religión, que me ha concedido muchas gracias y muchos medios para salvarme... ¿Qué he hecho para perder tanto bien...? ¿Cómo he sido tan ciega...? ¡Y ya no hay remedio...! También me acuerdo de mis Comuniones, de que era novicia, pero lo que más me atormenta es que amaba a Nuestro Señor muchísimo... Lo conocía y era todo mi tesoro... No vivía sino para Él... ¿Cómo ahora podré vivir sin Él...? Sin amarlo.., oyendo siempre estas blasfemias y este odio... siento que el alma se oprime y se ahoga... Yo no sé explicarlo bien porque es imposible".

Más de una vez presencia la lucha encarnizada del demonio para arrebatar a la misericordia divina tal o cual alma que ya creía suya. Entonces los padecimientos de Josefa entran, a lo que parece, en los planes de Dios, como rescate de estas pobres almas, que le deberán la última y definitiva victoria, en el instante de la muerte.

"El diablo estaba muy furioso porque quería que se perdieran tres almas... Gritaba con rabia:

"¡Que no se escapen...! ¡que se van...! ¡Fuerte...! ¡fuerte!"

Esto así, sin cesar, con unos gritos de rabia que contestaban, de lejos, otros demonios. Durante varios días presencié estas luchas.

Yo supliqué al Señor que hiciera de mí lo que quisiera, con tal que estas almas no se perdiesen. Me fui también a la Virgen y Ella me dio gran tranquilidad porque me dejó dispuesta a sufrirlo todo para salvarlas, y creo que no permitirá que el diablo salga victorioso (...)"

El demonio gritaba mucho:

"¡No la dejéis...! ¡estad atentos a todo lo que las pueda turbar...! ¡Que no se escapen... haced que se desesperen...!"

Era tremenda la confusión que había de gritos y de blasfemias. Luego oí que decía furioso:

"¡No importa! Aún me quedan dos... Quitadles la confianza... Yo comprendí que se le había escapado una, que había ya pasado a la eternidad, porque gritaba: Pronto... De prisa... Que estas dos no se escapen... Tomadlas, que se desesperen... Pronto, que se nos van"

En seguida, con un rechinar de dientes y una rabia que no se puede decir, yo sentía esos gritos tremendos: ¡Oh poder de Dios que tienen más fuerza que yo...! ¡Todavía tengo una.., y no dejaré que se la lleve...!"

El infierno todo ya no fue más que un grito de desesperación, con un desorden muy grande y los diablos chillaban y se quejaban y blasfemaban horriblemente. Yo conocí con esto que las almas se habían salvado. Mi corazón saltó de alegría, pero me veía imposibilitada para hacer un acto de amor. Aún siento en el alma necesidad de amar... No siento odio hacia Dios como estas otras almas, y cuando oigo que maldicen y blasfeman, me causa mucha pena; no sé qué sufriría para evitar que Nuestro Señor sea injuriado y ofendido. Lo que me apura es que pasando el tiempo seré como los otros. Esto me hace sufrir mucho, porque me acuerdo todavía que amaba a Nuestro Señor y que Él era muy bueno conmigo. Siento mucho tormento, sobre todo estos últimos días. Es como si me entrase por la garganta un río de fuego que pasa por todo el cuerpo, y unido al dolor que he dicho antes. Como si me apretasen por detrás y por delante con planchas encendidas...

No sé decir lo que sufro... es tremendo tanto dolor... Parece que los ojos se salen de su sitio y como si tirasen para arrancarlos... Los nervios se ponen muy tirantes. El cuerpo está como doblado, no se puede mover ni un dedo... El olor que hay tan malo, no se puede respirar, pero todo esto no es nada en comparación del alma, que conociendo la bondad de Dios, se ve obligada a odiarle y, sobre todo, si le ha conocido y amado, sufre mucho más..."

Josefa despedía este hedor intolerable siempre que volvía de una de sus visitas al infierno o cuando la arrebataba y atormentaba el demonio: olor de azufre, de carnes podridas y quemadas que, según fidedignos testigos, se percibía sensiblemente durante un cuarto de hora y a veces media hora. Y cuya desagradable impresión conservaba ella misma mucho más tiempo todavía.

"Oí a un demonio, del cual había escapado un alma, forzado a confesar su impotencia.

'Desconcertante... ¿cómo pueden hacer para que se me escapen tantas? Eran mías' (y enumeró sus pecados)... 'Trabajé muy duramente, y aún así se escaparon entre mis dedos... Alguien debe estar sufriendo y reparando por ellos'" (15 de enero de 1923).


Fuente - Texto tomado de DOCPLAYER.ES:
http://docplayer.es/50713372-El-infierno-de-sor-josefa-menendez.html

Milagro de la Virgen del Carmen - Sólo su escapulario quedó intacto cuando el rayo le dejó calcinado… y milagrosamente él sobrevivió



El protagonista es un pastor que cuidaba de su rebaño en la montaña.

Sólo su escapulario quedó intacto cuando el rayo le dejó calcinado… y milagrosamente él sobrevivió.


Javier Lozano / Cari Filii News / 24 de enero de 2021


Son muchos los frutos e historias milagrosas producidos durante siglos por el escapulario de la Virgen del Carmen, un sacramental muy difundido por la Iglesia y que muchos católicos siguen utilizando a día de hoy desde que María se lo entregó a San Simón Stock en el siglo XIII.

Una de estas historias la protagonizó un humilde pastor de ovejas italiano, que mientras cuidaba de su rebaño en las montañas le sorprendió una fuerte tormenta y un rayo le alcanzó de lleno. Otros pastores lo encontraron completamente calcinado y desnudo, a excepción del escapulario que llevaba encima. De manera milagrosa logró sobrevivir y hacer una vida normal que él siempre achacó a la amorosa protección de la Virgen a través de aquel escapulario que quedó intacto.

La historia de este pastor italiano la cuenta Kevin Di Camillo, bisnieto del protagonista de este hecho excepcional y ahora profesor de literatura inglesa en la Universidad de Niágara. En un artículo a través de su blog del National Catholic Register recuerda que este bisabuelo materno era pastor en la región de los Abruzzos y era una persona pobre, como todos los que desempeñaban este trabajo.


Kevin Di Camillo es profesor universitario y bisnieto del protagonista



En esta región llevaban a las ovejas a pastar en grupos de tres o cuatro pastores a la vez. Pero no podía haber demasiadas ovejas juntas en un solo lugar ya que acabarían comiéndose toda la hierba. De modo que los pastores se desplegaban en abanico, siempre en movimiento, siempre manteniendo a las ovejas en movimiento levemente para evitar “minar la hierba”.

Al estar dispersos los pastores se comunicaban con silbidos. Cada uno de ellos tenía un silbido propio distintivo para hacerse reconocer por los demás. Así se aseguraban de que todos estuvieran bien. Únicamente se juntaban para comer y finalmente para volver a casa.

Su bisnieto cuenta la historia familiar:

“Un día mientras los pastores vigilaban sus rebaños se desató una violenta tormenta: lluvias torrenciales, relámpagos y truenos sacudiendo los valles. Esto naturalmente asustó a las ovejas, ya que los animales tienen un sexto sentido para estos fenómenos naturales. Se dispersaron en busca de refugio, lo que hizo que el trabajo de mi bisabuelo fuera mucho más difícil exactamente en el punto en el que necesitaba calma y ‘refugiarse en un lugar’ hasta que pasara la tormenta”.

Una vez que pasó el temporal, como era costumbre, los pastores se silbaron para asegurarse de que todos estaban bien. Todos silbaron excepto uno: su bisabuelo.

En ese momento, sus compañeros comenzaron su búsqueda y siguieron silbando esperando que contestara. Pero no llegaba respuesta.





“Cuando finalmente encontraron a mi bisabuelo tendido en el suelo, había algunos hechos evidentes: primero, había sido alcanzado por un rayo, ya que todo su cuerpo estaba carbonizado. En segundo lugar, los clavos de las suelas de sus botas habían salido disparados por la fuerza de la electricidad que lo había atravesado. En tercer lugar, su cuerpo quemado estaba completamente desnudo. Completamente, a excepción de su Escapulario del Carmen”, relata Kevin Di Camillo.

Pese al horroroso aspecto que presentaba estaba vivo. Así, su bisnieto cuenta que:

“Los otros pastores lo llevaron al pueblo donde mi bisabuela y las esposas de los otros pastores le aplicaron una cataplasma de claras de huevo para ayudarle con las quemaduras de todo el cuerpo”.

“El bisabuelo estaba vivo, lo cual ya fue una especie de milagro. Pero a veces los milagros también van acompañados de signos. Y el hecho de que su Escapulario permaneciera intacto y sin quemar fue una señal de un milagro”, afirma convencido Di Camillo.

“Esto no es más que un cuento”, pueden protestar algunos sobre esta historia. Sin embargo, su bisnieto explica que:

“Se recuperó por completo (o al menos tan completamente como fue posible dado que no había ningún tratamiento médico real), y atestiguó que efectivamente había sido alcanzado por un rayo y atribuyó su salvación al Señor misericordioso a través de la intercesión de María”.

Pero además –prosigue Kevin Di Camillo-:

“A diferencia de muchos de otros parientes, el bisabuelo nunca emigró a los Estados Unidos, donde podría haber contado esta historia en la mesa durante las reuniones familiares. Más bien, la historia en sí cruzó el océano gracias a sus parientes que fueron edificados por él. Y no tenían ninguna razón para inventar mentiras del Viejo Mundo para acompañar sus vidas en el Nuevo Mundo”.

Reflexionando sobre la historia de su bisabuelo, Di Camillo cree que:

“Así es como nos presentaremos ante el juez misericordioso en nuestro día del juicio, que puede golpear a cualquiera de nosotros en cualquier momento como un rayo: desnudos, pero con la ayuda de María (en este caso, a través del uso del escapulario del Monte Carmelo)”.

Artículo publicado originariamente en Cari Filii News.


Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM:

Santa Misa - Enero 24 de 2021




Debido a la emergencia mundial por la pandemia del coronavirus, por la cuarentena obligatoria en la cual nos encontramos sometidos, y al lamentable cierre de los templos católicos en todo el mundo, me permito compartir con ustedes el video de la Santa Misa, que corresponde al Domingo 24 de Enero de 2021.




Unámonos todos como Iglesia Militante y Peregrina, y asistamos virtualmente a la Santa Misa, junto a Jesús en su Calvario, con profunda fe y recogimiento.


Elevemos a Dios nuestras oraciones y peticiones personales, también por las de nuestros familiares, amigos y el mundo entero.


Igualmente, pidamos perdón por nuestros pecados, procuremos la conversión de nuestras vidas, y cuando la Iglesia Católica lo permita y abra nuevamente las puertas de los templos, busquemos a Dios a través del Sacramento de la Reconciliación "Penitencia o Confesión", y recibamos la gracia de su perdón y su amoroso abrazo de Padre, que recibe a sus hijos pródigos que regresan a Él, ÚNICO PADRE que sí nos ama verdaderamente.


Recordemos lo más sublime: recibir en estado de gracia al Señor Dios en su Presencia Real, en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía (Hostia Consagrada), en la totalidad de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el santísimo sacrificio incongruento, como memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.



Dios nos colme de abundantes bendiciones a todos, la Santísima Virgen María interceda por nosotros, y San José, protector de la Iglesia Católica Universal, defienda a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas del demonio y de todos sus enemigos, además de toda adversidad.


Muchas gracias a todos ustedes por su gentil atención.



Video tomado de YOUTUBE: