miércoles, 30 de diciembre de 2020

Iglesia Católica descalifica rituales paganos de fin de año



Este artículo con fecha del 31 de diciembre de 2007, cobra vigencia en la actualidad y deseo compartirlo con todos ustedes.


Descalifica la Iglesia
rituales de fin de año


Diciembre 31 de 2007


POR: EL UNIVERSAL / MÉXICO, DF


La Arquidiócesis Primada de México calificó ayer como expresiones de magia, y por tanto como “pecado”, los rituales de Año Nuevo a las que recurren quienes viven “a lo pagano, sin Dios o con falsos dioses”.

En un artículo de su órgano informativo “Desde la fe”, la institución eclesial descalificó éstas y otras tradiciones, como lo hizo anteriormente con las fiestas de Halloween, a las que identificó con prácticas satánicas, considerando que se alejan de la vida cristiana.

“El que no conoce a Dios… ¿ante cualquier palo se hinca”, sostiene en el artículo dedicado a los rituales, advirtiendo que hay dos formas de vivir, “a lo cristiano y a lo pagano”, y que la primera es “comprender que Dios es el dueño de nuestro tiempo”.




Quien vive a “lo pagano”, cuestiona, confía en la suerte, usa amuletos para conseguirla y asegurarla y cae en la brujería o en la magia. El Año Nuevo es una promesa de vida y entonces, en lugar de recurrir a Dios se recurre a la magia para conseguir de ella lo que sólo Dios puede dar”, afirma.




La magia, y todo acto supersticioso es pecado, alertó, porque pretenden sustituir a la fe.




Este Año Nuevo sólo busca a Dios




Absolutamente todas
las supersticiones son pecado


El número 2111 del Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que «la superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas».

La superstición es un pecado contra el primer mandamiento de la ley de Dios porque atribuye a cosas creadas unos poderes que sólo pertenecen a Dios.




En sí misma, la superstición es pecado mortal. Si se hace con plena deliberación y deseo, el pecado es mortal. Incluso si la realización de actos supersticiosos es sólo por curiosidad, pues damos mal ejemplo y cooperamos al pecado ajeno.

Por otro lado, la «suerte» en sí misma no existe. Sólo existe la Providencia Divina. ¿Qué es la suerte para un creyente? ¿Es un «ente»? ¿Es una «energía desconocida»? ¿Dónde está la suerte? ¿De dónde proviene? ¿De un objeto, una persona, un animal, de la tierra, del cosmos? ¿Puede dominarnos, guiarnos o desviarnos la suerte? ¿Puede influirnos algo que no existe, como lo es la suerte?


Para el verdadero católico sólo Dios nos sostiene, y sólo Él es quien tiene toda respuesta para nuestras dudas y encrucijadas.


Mundo supersticioso


La noche del 31 de diciembre es para muchos la despedida de un año viejo y la espera de uno nuevo. En múltiples hogares se reúnen las familias y los amigos para realizar esta espera que culminará cuando el reloj haya marcado la media noche. La más difundida superstición.


Catecismo de la Iglesia Católica


III. “No habrá para ti otros dioses delante de mí”




2110 El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su pueblo. Proscribe la superstición y la irreligión. La superstición representa en cierta manera una perversión, por exceso, de la religión. La irreligión es un vicio opuesto por defecto a la virtud de la religión.


La superstición




2111 La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22).


La idolatría




2112 El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos [...] oro y plata, obra de las manos de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven”. Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el “Dios vivo” (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.


2113 La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la Bestia” (cf Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (cf Gál 5, 20; Ef 5, 5).


2114 La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que “aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios” (Orígenes, Contra Celsum, 2, 40).


Adivinación y magia




2115 Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto. Sin embargo, la imprevisión puede constituir una falta de responsabilidad.


2116 Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir (cf Dt 18, 10; Jr 29, 8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “mediums” encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.


2117 Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo (aunque sea para procurar la salud), son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.


2138 La superstición es una desviación del culto que debemos al verdadero Dios, la cual conduce a la idolatría y a distintas formas de adivinación y de magia”


Agradecer a Dios
el verdadero sentido de la fiesta




Alrededor de toda esta creencia no existe un verdadero sentido religioso en donde se agradezca a Dios por el cierre de un ciclo más de la vida que le ha dado al hombre. Éste es el verdadero sentido para pensar la noche en que despedimos un año y recibimos otro.
Fuente - Texto tomado de ELSIGLODETORREON.COM.MX:

Fuente - Texto tomado de FACEBOOK.COM/OBSERVACATHOLIC:

Reflexiones para fin y principio de año - ¿Qué me traerá el año que comienza?



Se termina el año 2020


El día de hoy podríamos considerar tres cosas: 


a) El tiempo pasa. 
b) La muerte se acerca. 
c) La eternidad nos espera. 


El tiempo pasa volando




Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí. 


La muerte se acerca


Cada día que pasa estoy más cerca de ella. Es necio no querer pensar esto. Muchos de los que murieron el año pasado se creían que iban a seguir vivos en éste, pero se equivocaron. Puede que este año sea el último de nuestra vida. No es probable, pero sí posible. Debo tenerlo en cuenta. En ese momento trascendental, ¿qué querré haber hecho? ¿Qué NO querré haber hecho? Conviene hacer ahora lo que entonces me alegraré de haber hecho, y no lo que me pesará haber hecho. 


La eternidad nos espera




Nos preocupamos mucho de lo terrenal que va a durar muy poco. Nos preocupamos de la salud, del dinero, del éxito, de nuestra imagen, etc. Todo esto es transitorio. Lo único que va a perdurar es lo espiritual. El cuerpo se lo van a comer los gusanos. Lo único que va a quedar de nosotros es el alma espiritual e inmortal. 

Con la muerte no termina la vida del hombre: se transforma, como dice el Prefacio de Difuntos. Palabras de Santo Tomás Moro sobre la morada en el cambio de destino. 

Los que niegan la vida eterna es porque no les conviene. Pero negarla no es destruirla. La verdad es lo que Dios nos ha revelado.




Hoy es el momento
de hacer balance




No sólo económico, sino también espiritual y moral. 

Hagamos examen del año que termina. 

Sin duda que habrá páginas maravillosas, que besaremos con alegría. 

Pero también puede haber páginas negras que desearíamos arrancar. Pero eso ya no es posible. Lo escrito, escrito está. 

Hoy abrimos un libro nuevo que tiene todas las páginas en blanco. ¿Qué vamos a escribir en él? 

Que al finalizar este año que hoy comienza, podamos besar con alegría cada una de sus páginas. 

Que no haya páginas negras que deseemos arrancar. 

Puede que en ese libro haya cosas desagradables que no dependen de nosotros. 

Lo importante es que todo lo que dependa de nosotros sea bueno. 

Pidamos a Dios que dirija nuestra mano para que a fin de año podamos besar con alegría todo lo que hemos escrito. 

También es el momento de examinar todas las ocasiones perdidas de hacer el bien. 

Ocasiones irrecuperables. Pueden venir otras; pero las perdidas, no se recuperarán. 

Finalmente, demos gracias a Dios de todo lo bueno recibido en el año que termina. 

De la paciencia que Dios ha tenido con nosotros. 

Y de su gran misericordia.

Autor: P. Jorge Loring SJ




¿Qué me traerá
el año que comienza?
¡Lo que Tú quieras, Señor!


Balance de fin de año


En fin de año se reúnen las familias cristianas, para despedir juntos el año que termina y recibir el que empieza. Es una oportunidad para hacer un balance de nuestra vida y reflexionar en lo que hemos hecho y lo que dejamos de hacer.

Debemos ir a la Iglesia a dar gracias a Dios por el año que termina y pedir ayuda para el año que comienza. 

En familia, se puede conversar acerca de cómo ha sido el año para cada uno y los propósitos que se tienen para el próximo. 


Algunas pautas para reflexionar:

  • ¿Qué cosas buenas he hecho este año para mí?
  • ¿Qué obras buenas he hecho por los demás?
  • ¿Con qué no cumplí de la mejor manera?
  • ¿Cómo puedo mejorar mi vida?
  • ¿Cuánto aumentó mi amor a Dios y a la Iglesia?
  • ¿Cómo he cumplido con mi vocación (como hijo de familia, como padre o madre de familia, como esposo, como cristiano?
  • ¿Qué propósitos tengo para el siguiente año?


Sugerencias para despedir
el año viejo:


Hoy terminas de escribir
un capítulo más de la
historia de tu vida




Cuando naciste, este libro era todo tuyo. Te lo puso Dios en tus manos. Podías escribir en él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, una aventura, una blasfemia, o una oración. Podías… ahora ya no puedes, ya no es tuyo, ya lo has escrito, ahora es de Dios. Te lo va a leer Dios, en el día mismo en que te mueras, con todos sus detalles. Ya no puedes corregirlo, ha pasado al dominio de la eternidad.




Piensa unos momentos en esta noche... Toma tu libro y hojéalo despacio. Deja pasar sus páginas entre tus manos y entre tu conciencia. ¡Ten el gusto de leerlo a ti mismo!

Lee todo. Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo, no te olvides de que uno de tus mejores maestros, si tienes la conciencia bien formada, eres tú mismo.

Lee también aquellas páginas que nunca quisieras haberlas escrito. ¡No!... ¡no intentes arrancarlas!, es inútil. Ten valor para leerlas. Son tuyas.

No puedes arrancarlas… pero puedes anularlas cuando escribas las páginas siguientes. Si lo haces así, seguramente Dios las pasará de corrido cuando lea tu libro en tu último día.

Lee tu libro esta noche... Hay en él trozos enteros de ti mismo.

Es un drama apasionante en el cual, el primer personaje eres tú: Tú en escena con Dios, con los hombres, con la vida. Tú lo has escrito con el instrumento asombroso de tu libertad sobre la superficie inmensa y movediza del mundo.

Es un libro misterioso que en su mayor parte, la más interesante, no puede leerlo nadie más que tú y Dios.

Esta noche, cuando hayas terminado de leerlo… si te dan ganas de besarlo, bésalo.

Si te dan ganas de llorar, llora fuerte sobre tu libro viejo, pero sobre todo… reza sobre tu libro viejo. Tómalo entre tus manos, levántalo hacia el cielo y dile a Dios sólo dos palabras: “gracias” y “perdón”.

Después, dáselo a Cristo, no importa… así como esté, aunque tenga páginas negras… nunca olvides que Cristo sabe perdonar.

Esta noche, Dios te entregará un libro nuevo. Es todo tuyo. Puedes escribir en él lo que quieras. Escribe el nombre de Jesús en la primera página. Después pídele que no te deje escribir a ti solo. Pídele que te lleve siempre de la mano y del corazón.




Oración de agradecimiento



¡Gracias, Señor, por todo lo que
en este año me diste!
¡Gracias por los días de sol
y los nublados tristes!
¡Gracias por las noches tranquilas
y por las inquietas horas obscuras!
¡Gracias por la salud y la enfermedad,
por las penas y las alegrías!
¡Gracias por todo lo que me prestaste
y después me pediste!
¡Gracias por la sonrisa amable
y la mano amiga, por el amor
y todo lo hermoso y dulce!
¡Por las flores y las estrellas
y la existencia de los niños
y de las almas buenas!
¡Gracias por la soledad, por el trabajo,
por las dificultades y las lágrimas,
por todo lo que me acercó
a Ti más íntimamente!
¡Gracias por tu presencia
en el Sagrario y la gracia
de tus Sacramentos!
¡Por haberme dejado vivir,
gracias Señor!




¿Qué me traerá
el año que comienza? 


¡Lo que Tú quieras, Señor!
Te pido fe para mirarte en todo;
esperanza para no desfallecer;
caridad perfecta en todo
lo que haga, piense y quiera.
Dame paciencia y humildad.
Dame desprendimiento y un
olvido total de mí mismo.
Dame, Señor, lo que Tú sabes
me conviene y yo no sé pedir:
suficientes pruebas que me
mantengan fuerte,
suficientes tristezas
que me mantengan humano,
suficientes fracasos que me
mantengan humilde,
suficiente determinación
para hacer cada día
mucho mejor que ayer.
¡Que pueda yo amarte
cada vez más y hacerte amar
por los que me rodean!
¡Derrama, Señor,
tus gracias sobre mí
y todos los que quiero,
para que en este año
que empieza,
tengamos siempre
el corazón alerta,
el oído atento,
las manos y la mente activas
y el pie dispuesto
para extender tu Reino!




Fuente - Textos tomados de ES.CATHOLIC.NET: