sábado, 31 de octubre de 2020

Solemnidad de Todos los Santos - Fiesta Noviembre 1





Solemnidad que se celebra el 1 de noviembre. Fue instituida en honor a todos los santos, conocidos y desconocidos y, según Urbano IV, para compensar cualquier deficiencia en la celebración de las fiestas de los santos durante el año por parte de los fieles.

En los primeros días, los cristianos acostumbraban a solemnizar el aniversario de la muerte de un mártir por Cristo en el lugar del martirio. En el Siglo IV, las diócesis vecinas comenzaron a intercambiar fiestas, transferir las reliquias, repartirlas y unirse en una fiesta común, como se demuestra en la invitación de San Basilio de Caesarea (397) a los obispos de la provincia del Ponto.

Frecuentemente grupos de personas sufrían el martirio el mismo día, lo cual condujo naturalmente a una celebración común. En la persecución de Diocleciano el número de mártires llegó a ser tan grande, que no se le podía asignar un día separado a cada uno. Pero la Iglesia, sintiendo que cada mártir debía ser venerado, señaló un día en común para todos.

La primera muestra de ello se remonta a Antioquía en el domingo antes de Pentecostés. También se menciona lo de un día en común en un sermón de San Efrén el Sirio (373), y en la 74ta. homilía de San Juan Crisóstomo (407).

Al principio sólo los mártires y San Juan Bautista eran honrados con un día especial. Gradualmente se fueron añadiendo otros santos, y el número aumentó cuando se estableció el proceso regular de canonización. Aún así, tan temprano como el año 411 había en el calendario cristiano caldeo una "Commemoratio Confessorum" para el viernes después de Pascua.

En Occidente el Papa San Bonifacio IV, 13 de mayo de 609 ó 610, consagró el Panteón en Roma a la Santísima Virgen y a todos los mártires, y ordenó un aniversario.

Gregorio III (731-741) consagró una capilla en la Basílica de San Pedro a todos los santos, y fijó el aniversario para el 1 de noviembre. Ya existía en Roma una basílica de los Apóstoles, y su dedicación se conmemoraba todos los años el día 1 de mayo.

Gregorio IV (827-844) extendió la celebración del 1 de noviembre a toda la Iglesia.


La Solemnidad




La Iglesia nos manda echar en este día una mirada al cielo, que es nuestra futura patria, para ver allí con San Juan, a esa turba magna, a esa muchedumbre incontable de Santos, figurada en esas series de 12.000 inscritos en el Libro de la Vida (con el cual se indica un número incalculable y perfecto), y procedentes de Israel y de toda nación, pueblo y lengua, los cuales revestidos de blancas túnicas y con palmas en las manos, alaban sin cesar al Cordero sin mancillaCristo, la Virgen, los nueve coros de Ángeles, los Apóstoles y Profetas, los Mártires con su propia sangre purpurados, los Confesores, radiantes con sus blancos vestidos, y los castos coros de Vírgenes forman ese majestuoso cortejo, integrado por todos cuantos acá en la tierra se desasieron de los bienes caducos y fueron mansos, mortificados, justicieros, misericordiosos, puros, pacíficos y perseguidos por Cristo. Entre esos millones de Justos a quienes hoy honramos y que fueron sencillos fieles de Jesús en la tierra, están muchos de los nuestros, parientes, amigos, miembros de nuestra familia parroquial, a los cuales van hoy dirigidos nuestros cultos. Ellos adoran ya al Rey de reyes y Corona de todos los Santos y seguramente nos alcanzarán abundantes misericordias de lo alto.




El día de Todos los Santos es igualmente una oportunidad para recordar la llamada a la santidad presente en todos los cristianos desde el bautismo. Es ocasión para hacer realidad en nosotros la llamada del Señor a que seamos perfectos -santos- como Dios, nuestro Padre celestial, es perfecto, es santo. La santidad cristiana consiste en vivir y cumplir los mandamientos.

"El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo" (Benedicto XVI).

La santidad se gana, se logra, se consigue, con la ayuda de la gracia, en tierra, en el quehacer y el compromiso de cada día, en el amor, en el servicio y en el perdón cotidianos. El día de Todos los Santos nos habla de que la vida humana no termina con la muerte sino que abre a la luminosa vida de eternidad con Dios. El día de Todos los Santos es la catequesis y celebración de los misterios de nuestra fe relativos al final de la vida, los llamados "novísimos": muerte, juicio, eternidad.


Los Santos




La Sagrada Biblia llama "Santo" a aquello que está consagrado a Dios. La Iglesia Católica ha llamado "santos" a aquellos que se han dedicado a tratar de que su propia vida le sea lo más agradable posible a Nuestro Señor.

Hay unos que han sido "canonizados", o sea declarados oficialmente santos por el Sumo Pontífice, porque por su intercesión se han conseguido admirables milagros, y porque después de haber examinado minuciosamente sus escritos y de haber hecho una cuidadosa investigación e interrogatorio a los testigos que lo acompañaron en su vida, se ha llegado a la conclusión de que practicaron las virtudes en grado heroico.

Para ser declarado "Santo" por la Iglesia Católica se necesita toda una serie de trámites rigurosos. Primero una exhaustiva averiguación con personas que lo conocieron, para saber si en verdad su vida fue ejemplar y virtuosa. Si se logra comprobar por el testimonio de muchos que su comportamiento fue ejemplar, se le declara "Siervo de Dios". Si por detalladas averiguaciones se llega a la conclusión de que sus virtudes, fueron heroicas, se le declara "Venerable". Más tarde, si por su intercesión se consigue algún milagro totalmente inexplicable por medios humanos, es declarado "Beato". Finalmente si se consigue un nuevo y maravilloso milagro por haber pedido su intercesión, el Papa lo declara "Santo".




Para algunos santos este procedimiento de su canonización ha sido rapidísimo, como por ejemplo para San Francisco de Asís y San Antonio, que sólo duró 2 años. Poquísimos otros han sido declarados santos 6 años después de su muerte, o a los 15 ó 20 años. Para la inmensa mayoría, los trámites para su beatificación y canonización duran 30, 40, 50 y hasta 100 años o más. Después de 20 ó 30 años de averiguaciones, la mayor o menor rapidez para la beatificación o canonización, depende de que obtenga más o menos pronto los milagros requeridos. Los santos "canonizados" oficialmente por la Iglesia Católica son varios millares. Pero existe una inmensa cantidad de santos no canonizados, pero que ya están gozando de Dios en el cielo. A ellos especialmente está dedicada esta fiesta de hoy.


La Santa Biblia afirma que al Cordero de Dios lo sigue una multitud incontable. Esta es la voluntad de Dios: que lleguemos a la santidad.


Señor Jesús: que cada uno de nosotros logremos formar también parte un día en el cielo para siempre del número de tus santos, de los que te alabaremos y te amaremos por los siglos de los siglos. Amén.


La Iglesia ha instituido
la Fiesta de Todos los Santos
por las siguientes razones:




1.- Para alabar y agradecer al Señor la merced que hizo a sus siervos, santificándolos en la tierra y coronándolos de gloria en el cielo.

2.- Para honrar en este día aún a los Santos de que no se hace fiesta particular durante el año.

3.-  Para procurarnos mayores gracias multiplicando los intercesores.

4.-  Para reparar en este día las faltas que en el transcurso del año hayamos cometido en las fiestas particulares de los Santos.

5.-  Para animarnos más a la virtud con los ejemplos de tantos Santos de toda edad, sexo y condición, y con la memoria de la recompensa que gozan en el cielo.

Ha de alentarnos a imitar a los Santos el considerar que ellos eran tan débiles como nosotros y sujetos a las mismas pasiones; que, fortalecidos con la divina gracia, se hicieron santos por los medios que también nosotros podemos emplear, y que por los méritos de Jesucristo se nos ha prometido la misma gloria que ellos gozan en el cielo.

Se celebra la fiesta de Todos los Santos con tanta solemnidad porque abraza todas las otras fiestas que en el año se celebran en honor de los Santos y es figura de la fiesta eterna de la gloria.


Para celebrar dignamente
la Fiesta de Todos los Santos debemos:




1.- Alabar y glorificar al Señor por las mercedes que hizo a sus siervos y pedirle que así mismo nos las conceda a nosotros.

2.- Honrar a todos los Santos como a amigos de Dios e invocar con más confianza su protección.

3.- Proponer imitar sus ejemplos para ser un día participantes de la misma gloria.

Es importante en este día tan importante para toda la Iglesia detenernos a pensar en todo el bien que Dios ha dado a la humanidad por medio de tantos hombres y mujeres que fieles a la voluntad de Dios, fieles a su amor fueron testigos del Reino del Señor. La cantidad de santos, santas y mártires que dejaron una huella tan profunda en su paso por esta tierra que ni el tiempo ni los cambios de generaciones han podido borrar. Y si decimos que es de todos los Santos es porque también celebramos a tantos Santos y Mártires que Dios ha querido tener en el anonimato, y que nosotros no conocemos por su nombre pero sabemos por la fe que están dando gloria a Dios.

Celebremos con gozo este día, y pidámosle a Dios Nuestro Señor nos conceda disfrutar en esta tierra de la protección de sus santos y que un día nos conceda estar con ellos para glorificarlo en su eternidad.


"Que Santa María Reina
de los santos nos conceda
la alegría de servir con humildad
a Dios en esta tierra para verle
y gozarle en la vida eterna"


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Fuente - Texto tomado de ES.ACIPRENSA.COM:

5 Disfraces con los que Satanás se nos presenta como «ángel de luz» para confundirnos mejor



Son seducciones morales,
pero también intelectuales


ReL - 17 de octubre de 2017


San Pablo nos advirtió de que Satanás podría disfrazarse como un "ángel de luz", una idea que ha estado muy presente en la iconografía clásica. Lo recuerda Riccardo Barileen La Nuova Bussola Quotidiana, al tiempo que señala algunos de sus disfraces más comunes en nuestros días:

Entre las dificultades encontradas por el apóstol Pablo en Corinto, estaba la presencia de falsos apóstoles, descritos como un «cualquiera» que predica «un Jesús diferente del que os he predicado» o un espíritu u otro Evangelio diferente que «toleráis tan tranquilos» (2 Cor 11, 4-5). Y hasta aquí todo normal, al menos para San Pablo. Pero lo que sigue es una bomba:




«No hay qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Siendo esto así, no es mucho que también sus ministros se disfracen de ministros de la justicia. Pero su final corresponderá a sus obras» (2 Cor 11, 14-15).

Por lo tanto, Satanás se disfraza con pensamiento o sugestión positiva; y con él, otros se disfrazan como ministros de justicia, también ellos revestidos de una luz que, en principio, parece tranquilizadora.

La pregunta que nos viene enseguida a la mente es: ¿puede suceder esto también hoy? Y si es así, ¿cómo sucede? Un poco de paciencia: antes de pasar al hoy, es necesario centrar algunas cosas.


Ayer




Que Satanás se presente como ángel de luz es lo que sucede en el primer pecado: la serpiente era «la más astuta de las bestias del campo que el Señor había hecho» y su “luminosa catequesis” induce a Eva a mirar el árbol y el fruto de una manera nueva y positiva: «Bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr la inteligencia» (Gen 3, 1.6). La relación entre el ángel de luz y los falsos ministros se delata ya a partir del primer pecado, cuando Adán come el fruto sólo porque se lo ofrece Eva (Gen 3, 6). Hay que añadir que en Pablo los falsos apóstoles no son ni ajenos ni endemoniados, sino personas que se presentan eclesiásticamente como normales; hoy diríamos «complementarios».

La imagen de Satanás como ángel de luz circulaba en la cultura religiosa de la época; esto lo vemos en el apócrifo contemporáneo Vida de Adán y Eva, que narra que tras la expulsión del Paraíso Adán convenció a Eva para hacer penitencia, pero «Satanás, su adversario, se sorprendió y, transformándose en un ángel espléndido, fue al río Tigris donde estaba Eva y al verla llorar presa de un gran dolor, también él se puso a llorar» y la disuadió de la penitencia (n. 9) (para la curiosidad del lector, Adán fue después quien se dio cuenta del engaño).

La imagen y las precauciones permanecieron en la praxis eclesial. Por ejemplo, San Agustín afirma que es importante «saber reconocer atentamente cuando Satanás se disfraza de ángel de luz, para no dejarse engañar y atraer por algún peligro fatal» (Enchiridion 16,60) y, de aquí, pasa a sus ministros: «Hoy Satanás intenta expulsar (a los fieles) de la Iglesia por medio del veneno de los herejes, del mismo modo que hace tiempo nos expulsó del Paraíso con el veneno de la serpiente» (Sermón348/A,5).




En la iconografía medieval y renacentista la serpiente del pecado original tiene, a veces, cabeza femenina: tiene la misma cabeza que Eva en el fresco de Masolino da Panicale († 1440) en Santa María del Carmen en Florencia.

Tiene cabeza femenina también en la tabla izquierda del tríptico El carro del heno, de Hyeronimus Bosch (El Bosco) († 1516); tiene cuerpo de mujer en la monumental serpiente de Miguel Angel († 1564) de la Capilla Sixtina.

¿Imagen negativa de la mujer como tentadora? En parte sí, pero hoy es posible una lectura mucho más intrigante: Satanás «ángel de luz» es tan convincente que su falsa luz se identifica con nuestro propio procesamiento del pensamiento hacia el mal, haciendo que casi no nos demos cuenta de su presencia.


Hoy




Volvamos a la pregunta: ¿puede suceder también hoy? Sí. El rito de los exorcismos recuerda, en el proemio, que el demonio ha sido mentiroso en todos los tiempos y que es el padre de la mentira (Jn 8, 44); entre otras cosas, porque se disfraza de ángel de luz (2 Cor 11, 14). En estos casos no se trata de vejaciones o posesiones: se trata «de la realidad cotidiana de las tentaciones y del pecado, en los que Satanás (…) seguramente está actuando» (Rito de los Exorcismos, Presentación de la Conferencia Episcopal Italiana, n. 7). Más bien percibimos la falsa luz a través de los que se disfrazan como «ministros de justicia». Esto significa que el demonio intenta introducir en los discursos de los hombres de Iglesia -en su mayoría de buena fe- un porcentaje de tinieblas, y lo hace «hablando a Eva con el rostro de Eva» para que así los interesados no se percaten de su presencia y perciban todo como una elaboración personal del pensamiento, es más, como una interpretación más profunda de la fe.




Pero estas «falsas luces» se pueden desenmascarar con una vigilancia o discernimiento ordinarios, también porque repiten una serie de constantes en los contenidos y el método. He aquí algunos ejemplos.

-La falsa luz de otro evangelio. Tanto en 2 Cor 11, 14 como en Gal 1, 6, 8-9 se repiten las expresiones «otro evangelio, evangelio distinto, Jesús distinto, espíritu distinto»: históricamente es la anteposición de la sabiduría helénica o la antigua economía judía a la novedad de Cristo. Para nosotros son encantos superados, pero cada tiempo tiene sus encantos que parecen ser evangelio y no lo son. Por ejemplo, el joven sacerdote Giacomo Biffi, que después fue obispo y cardenal, al confrontarse en los años 70 con ideas que crecían en el pueblo de Dios, escribió: «Todas me parecían bellas y fascinantes, pero no veía en ellas el fundamento evangélico, que después se encontró en la ficción literaria de un manuscrito y que dio origen a un libro de alta ironía teológica (El quinto evangelio), en el que un evangelio distinto justificaba novedades no evangélicas, sino consideradas una vuelta «a las enseñanzas genuinas de Jesús» (p. 18). Aquí nos encontramos con una indicación general de comportamiento más allá de éste o de ese contenido: en cualquier época y, por consiguiente, también hoy, las novedades fascinantes hay que confrontarlas con el Evangelio, con el anuncio cristiano tal como ha sido manifestado por la tradición de la Iglesia y por sus constantes pronunciamientos: todo lo que sea conforme a esto provoca la alegría de sentirse en paz y al seguro; y todo lo que no lo sea, genera una inquietud más allá de la cual es posible ver a Satanás como ángel de luz.




-La falsa luz de las Escrituras contra Cristo y contra el crecimiento de la Iglesia. ¿Qué mejor que citar las Escrituras para disfrazarse de ángel de luz? Lo hizo el demonio en las tentaciones de Cristo, pero fue derrotado por éste que, consciente de su misión, citó otras Escrituras (Mt 4, 1-11). También el primitivismo bíblico e histórico es una falsa luz: citar las Escrituras y la tradición para bloquear lo que ha traído y trae frutos, no escuchando hoy «lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (Ap 2,7.11.17.29; 3,6.13.22). Son numerosísimos los ejemplos: Lutero elimina los sacramentos de los que no se habla en el Nuevo Testamento; otros desearían volver a una situación eclesiológica del primer milenio como si lo que hubiera venido después fuera una desviación; se infravaloran la Adoración Eucarística y el Rosario porque se impusieron en una determinada época; si algunos jóvenes (seminaristas) son serios, significa que son «tridentinos» y esto no está bien, etc. En resumen, es citar la Biblia y la historia sin la presencia viva de Cristo y sin la conciencia que es el Espíritu el que hace crecer a la Iglesia. También aquí es posible entrever a Satanás como ángel de luz.




-La falsa luz del alejamiento de la cruz. Cuando Pedro le suplica a Jesús que evite la pasión y la muerte, Jesús le reprende porque piensa como Satanás (Mt 16, 23; Mc 8, 33). Pero también a los demonios que dicen cosas muy justas -Tú eres el Santo, el Hijo de Dios- Jesús les prohíbe hablar (Mc 1, 34; 3, 11; Lc 4, 34; 4, 41) porque esta gloria tiene que derivar de un camino doloroso que aún no se ha puesto en marcha, y sin el cual corre el riesgo de resultar equívoca. ¿Acaso las extremas facilidades de la vida cristiana, la liquidación del ascetismo como neopelagianismo, la concordancia total con el mundo, un cierto intento de simplificar la vida afectiva y el matrimonio, la fácil admisión en la mesa eucarística, no eliminan de facto la cruz? También aquí es posible entrever a Satanás como ángel de luz.

-La falsa luz de la cesión unilateral. La adaptación de la palabra revelada a las distintas culturas y al hombre de hoy «debe mantenerse como ley de toda la evangelización» (Gaudium et Spes 44). Pero cuando sólo queda el prevalente o único principio pastoral que desconoce el mal del mundo y la concupiscencia, es fatal adaptar la palabra revelada más a la concupiscencia que al hombre nuevo creado en Cristo.




-La falsa luz de los ámbitos tranquilizadores, que son fundamentalmente tres: la caridad, la liturgia y la doctrina. Un hombre de Iglesia puede ser muy activo en la caridad y el acogimiento y, protegido por este contexto positivo, puede hacer declaraciones incorrectas o inadecuadas. Otro puede celebrar con reverencias impecables y albas falsamente monásticas con capucha de punta y mangas amplias y, protegido por este contexto positivo, guiñarle el ojo a la cultura gay. Y un tercero puede construir un discurso teológico correctamente estructurado y, protegido por este contexto positivo, hacer declaraciones a diestra y siniestra que son imprudentes o heréticas. Es una técnica de Satanás que se transforma en ángel de luz: situar pequeñas porciones de tinieblas en un cuadro que, de por sí, es luminoso, en la previsión que quien lo recibe vea todo de manera luminosa. Sin demonizar lo que haya de positivo, estamos llamados a ver y separar del resto estas porciones de tinieblas.


La artillería anti-Lucifer:
los ángeles custodios




Podríamos continuar -por ejemplo, con el uso de sistemas filosóficos y antropológicos equivocados y ya condenados por la Iglesia-, pero concluimos aquí.

Naturalmente, es obligatorio citar a Santiago 1, 14: «A cada uno lo tienta su propio deseo cuando lo arrastra y lo seduce». Por lo tanto, no todos los errores están causados por Satanás que se transforma en ángel de luz, y el límite entre la vanidad de decir algo contracorriente (es la concupiscencia del intelectual) y la tentación demoníaca sólo lo conoce Dios. Por consiguiente, cuanto hemos escrito antes no ha sido hecho para acusar a alguien de ser un endemoniado o para afirmar que ha sido vencido por una tentación satánica. Ha sido escrito para abrir los ojos de todos, para que vigilen, porque ciertas luces pueden ser un artificio del diablo, y para que desenmascaren a los ministros de justicia. Sucedía en los tiempos de San Pablo. ¿Por qué no debería suceder también hoy?

Al mismo nivel hay, sin embargo, una artillería antiaérea: ¡el ministerio de los ángeles! El 29 de septiembre, fiesta de los tres arcángeles, la Iglesia reza para que nuestra vida en la tierra esté defendida por quienes, sirviendo a Dios en el cielo, están siempre en su presencia.




Y esta oración es constante. La Iglesia, «consciente siempre que “vienen días malos” (Ef 5, 16), ha rezado y reza para que los hombres sean liberados de las insidias del Maligno» (Proemio, Rito de los Exorcismos). Si también nosotros rezamos con la Iglesia, estaremos a salvo.


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Fuente - Texto tomado de RELIGIÓNENLIBERTAD.COM: