lunes, 12 de octubre de 2020

103 años - Sexta y última aparición Virgen de Fátima - 13 de octubre de 1917



SEXTA Y ÚLTIMA APARICIÓN
13 DE OCTUBRE DE 1917


Llegó, por fin, el día tan esperado de la sexta y última aparición de la Santísima Virgen a los tres pastorcitos. Por lo avanzado del otoño, la mañana estaba fría. Una lluvia persistente y abundante había transformado la Cova de Iría en un inmenso lodazal, y el frío calaba hasta los huesos a la multitud de 50 a 70 mil peregrinos que habían acudido de todos los rincones de Portugal.

Cerca de las once y media, aquel mar de gente abrió paso a los tres videntes que se aproximaban, vestidos con sus trajes de domingo.

Es la Hermana Lucía quien nos relata lo que sucedió:

“Llegados a Cova de Iría, junto a la encina, llevada por un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después vimos el reflejo de la luz y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la encina.




- ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí?

 

- Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor; que soy la Señora del Rosario, que continuéis rezando el rosario todos los días. La guerra va a terminar y los militares volverán en breve a sus casas.

 

- Quería pedirle muchas cosas. Si curaba unos enfermos y convertía unos pecadores…

 

- A algunos sí, a otros no. Es preciso que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados.

 

Y tomando un aspecto más triste, (Nuestra Señora agregó):

 

- "No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido".



 

Enseguida, abriendo las manos, Nuestra Señora las hizo reflejar en el sol y, mientras se elevaba, su propia luz continuaba reflejándose en el sol.

 

Habiendo la Santísima Virgen desaparecido en esa luz que Ella misma irradiaba, se sucedieron en el cielo tres nuevas visiones, como cuadros que simbolizaban los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos del Rosario.

 

Junto al sol apareció la Sagrada FamiliaSan José, con el Niño Jesús en los brazos, y Nuestra Señora del Rosario. La Virgen vestía una túnica blanca y un manto azul, San José estaba también de blanco y el Niño Jesús de rojo. San José bendijo al pueblo trazando tres veces en el aire una cruz, y el Niño Jesús hizo lo mismo.

 

Las dos escenas siguientes fueron vistas sólo por Lucía. Primero, vio a Nuestro Señor, transido de dolor en el camino del Calvario, y a la Virgen de los Dolores, sin la espada en el pecho. El Divino Redentor también bendijo al pueblo.

 

Por fin apareció, gloriosa, Nuestra Señora bajo la advocación del Carmen coronada Reina del Cielo y del Universo, con el Niño Jesús en brazos.

 

Mientras los tres pastorcitos contemplaban los personajes celestiales, se operó ante los ojos de la multitud el milagro anunciado.

 

Había llovido durante toda la aparición. Lucía, al terminar su coloquio con la Santísima Virgen, había gritado al pueblo:

 

“¡Miren el sol!”

 

Se entreabrieron las nubes, y el sol apareció como un inmenso disco de plata. A pesar de su brillo intenso, podía ser mirado directamente sin herir la vista.


 



La multitud lo contemplaba absorta cuando, súbitamente, el astro se puso a “bailar”. Giró rápidamente como una gigantesca rueda de fuego. Se detuvo de repente y, poco después, comenzó nuevamente a girar sobre sí mismo a una velocidad sorprendente.

 

Finalmente, un torbellino vertiginoso, sus bordes adquirieron un color escarlata, esparciendo llamas rojas en todas direcciones. Éstas se reflejaban en el suelo, en los árboles, en los rostros vueltos hacia el cielo, reluciendo con todos los colores del arco iris. El disco de fuego giró locamente tres veces, con colores cada vez más intensos, tembló espantosamente y, describiendo un zig-zag descomunal, se precipitó sobre la multitud aterrorizada.





Un único e inmenso grito escapó de todas las gargantas. Todos cayeron de rodillas en el lodo, pensando que serían consumidos por el fuego. Muchos rezaban en voz alta el acto de contrición. Poco a poco, el sol comenzó a elevarse trazando el mismo zig-zag, hasta el punto del horizonte desde donde había descendido. Se hizo entonces imposible fijar la vista en él. Era de nuevo el sol normal de todos los días.





El ciclo de las visiones de Fátima había terminado.

 

Fuente - Texto tomado del Libro: FÁTIMA – Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará – Caballeros de la Virgen

Fuente - Texto tomado del Vaticano:

San Eduardo El Confesor - Rey de Inglaterra - Fiesta Octubre 13

 San Eduardo rey - Año 1066





"Que Dios santísimo
nos conceda muchos gobernantes
tan virtuosos como San Eduardo rey. 
Dichoso el que teme ofender al Señor.
Le irá bien (Salmos)"


Eduardo quiere decir: el que protege la propiedad. (Ed=propiedad. Uard=el que protege).

Éste fue el más popular de los reyes ingleses de la antigüedad. Tres cualidades le merecieron su fama de santo: era muy piadoso, sumamente amable y muy amante de la paz. Era hijo de Etelredo y a los 10 años fue desterrado a Normandía (Francia), de donde no pudo volver a Inglaterra sino cuando ya tenía 40 años. Dicen que conservó perpetua castidad.

San Eduardo tuvo unos modos de actuar que lo hicieron sumamente popular entre sus súbditos y lo convirtieron como en un modelo para sus futuros reyes. Lo primero que hizo fue suprimir el impuesto de guerra, que arruinaba mucho a la gente. Luego, durante su largo reinado procuró vivir en la más completa armonía con las cámaras legislativas (que él dividió en dos: cámara de los lores y cámara de los comunes). Se preocupó siempre por obtener que gran cantidad de los impuestos que se recogían, se repartieran entre las gentes más necesitadas.

Un autor que vivió en ese tiempo nos dejó los siguientes datos acerca de San Eduardo:




  • Era un verdadero hombre de Dios.
  • Vivía como un ángel en medio de tantas ocupaciones materiales y se notaba que Dios lo ayudaba en todo.
  • Era tan bondadoso que jamás humilló con sus palabras ni al último de sus servidores.
  • Se mostraba especialmente generoso con los pobres, y con los emigrantes, y ayudaba mucho a los monjes.
  • Aún el tiempo en que estaba en vacaciones y dedicado a la cacería, ni un sólo día dejaba de asistir a la Santa Misa.
  • Era alto, majestuoso, de rostro sonrosado y cabellos blancos. 
  • Su sola presencia inspiraba cariño y aprecio.


Cuando Eduardo estaba desterrado en Normandía prometió a Dios que si lograba volver a Inglaterra, iría en peregrinación a Roma a llevar una donación al Sumo Pontífice. Cuando ya fue rey, contó a sus colaboradores el juramento que había hecho, pero éstos le dijeron: "el reino está en paz porque todos le obedecen con gusto. Pero si se va a hacer un viaje tan largo, estallará la guerra civil y se arruinará el país". Entonces envió unos embajadores a consultar al Papa San León Nono, el cual le mandó decir que le permitía cambiar su promesa por otra: "dar para los pobres lo que iba a gastar en el viaje, y construir un buen convento para religiosos".

Así lo hizo puntualmente: repartió entre la gente pobre todo lo que había ahorrado para hacer el viaje, y vendiendo varias de sus propiedades, construyó un convento para 70 monjes, la famosa Abadía de Westminster (nombre que significa: monasterio del occidente. West=oeste u occidente. Minster=monasterio). En la catedral que hay en ese sitio es donde sepultan a los reyes de Inglaterra.




En el año 1066, desgastado de tanto trabajar por su religión y por su pueblo, sintió que le llegaba la hora de la muerte. A los que lloraban al verlo morir, les dijo:


"No se aflijan ni se entristezcan, pues yo dejo esta tierra, lugar de dolor y de peligros, para ir a la Patria Celestial donde la paz reina para siempre"


Canonización


Los primeros impulsos en pro de la canonización de Eduardo el Confesor, se tomaron bajo el reinado de Enrique II de Inglaterra, que unía en su persona las casas reales sajona y normanda. Bajo el amparo de Enrique, el Prior Osberto de Clare inició una campaña de difusión de la imagen de Eduardo como un hombre santo, adjudicándole todo tipo de milagros, entre los que destacaban las sanaciones de enfermos mediante la imposición de manos. El Papa Alejandro III ofició la canonización del antiguo rey en 1161, ceremonia en Roma a la que asistió el propio Osberto. En 1163 se trasladaron los restos del rey santo a la Abadía de Westminster, en medio de una solemne ceremonia oficiada por el Arzobispo Thomas Becket.

En aquella época, los santos se dividían en dos clases: "mártires" (si morían de muerte violenta, y "confesores" (si lo hacían de muerte natural). Por esta razón, el rey Eduardo es conocido desde entonces bajo el nombre de Eduardo El Confesor. Posteriormente, la Iglesia Católica lo nombró Santo Patrón de los reyes, matrimonios problemáticos y mujeres separadas. Hasta 1348 fue también el Patrón de Inglaterra, año en que fue sustituido por San Jorge.


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Fuente - Texto tomado de ES.WIKIPEDIA.ORG:
http://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_el_Confesor

PSICOLOGÍA - La Razón y la Emoción en Política - Claves psicológicas del fanatismo político

 


Por Enrique Echeburúa


Concepto


El fanatismo es una actitud caracterizada por una adhesión intolerante a unos ideales (políticos, étnicos o religiosos) que pueden llevar en algunos casos a conductas destructivas.


En las personas fanáticas hay una amalgama de componentes:


  • Afectivos (la exaltación emocional)
  • Cognitivos (el valor absoluto de las creencias)
  • Comportamentales (las conductas impositivas contra quienes piensan distinto)


El predominio de la convicción emocional sobre la coherencia racional (pensamiento mágico) –las ideas son discutibles; las creencias, no- lleva a la ofuscación de la conciencia. Los fanáticos, que creen estar en posesión de la verdad, cargan su pensamiento de odio para compensar su falta de racionalidad. El fanatismo supone un ahorro de energía psicológica porque no requiere de ningún trabajo intelectual (no se ponen en cuestión las ideas), elimina la incertidumbre, ofrece seguridad y proporciona el apoyo emocional del grupo.

Las creencias fanáticas aluden a los registros más primitivos del ser humano. El extremismo fanático se asienta en la inseguridad. Esta actitud suele proceder de una incapacidad de pensar y de un sentimiento de inferioridad, que muchas veces pueden aparecer revestidos como de superioridad. Los fanáticos son personas rígidas con ideas sobrevaloradas y con estilos de pensamiento tendentes a reducir informaciones complejas a elementos simples: adhesión inquebrantable a una idea, intolerancia al cambio y visión unilateral de la realidad. Esto constituye la base del dogmatismo en cuanto ideología cerrada y con creencias invariables. También son personas elementales intelectualmente, con un pensamiento dicotómico a nivel cognitivo (las ideas o las personas son buenas o malas), a nivel emocional (empatía solo con el endogrupo) y a nivel moral (valores compartidos solo con el endogrupo). Así, son personas incapaces de trascender su sistema de valores o creencias, que hipervaloran lo propio y desprecian lo ajeno.




Las actitudes fanáticas se aplican especialmente a la religión y a la política. En el ámbito religioso el fanático quiere creer a toda costa algo increíble. Uno no es fanático ante lo evidente, sino a lo que escapa a la racionalidad. Por ello, hay personas inteligentes y racionales en diversas facetas de su vida, pero que, en cambio, pueden ser fanáticas en otras, como en la religión o en la política, que calman sus ansiedades personales.


Enemigo externo




Si las personas se sienten víctimas de una agresión exterior, la única solución puede ser la acción directa y violenta. En estos casos el adversario se convierte en enemigo y se le niega su propia naturaleza como sujeto portador de derechos. De este modo el fanático pasa de la indiferencia al desprecio y del desprecio al odio (Baca, 2003).

Los fanáticos precisan la presencia de un enemigo externo, al que atribuyen todas sus frustraciones, como factor fundamental para conformar una identidad propia y generar una cohesión grupal. Ese es el caldo de cultivo en el que germinan las semillas del odio, que pueden conducir a la venganza y a la violencia. El grupo genera asimismo un contagio emocional. Así, sus miembros muestran una mayor tendencia a adoptar decisiones arriesgadas porque el riesgo se percibe como compartido y, por tanto, como menos amenazador.


En el caso del fanatismo violento el proceso es el siguiente:


a) Una creencia victimista sirve de aglutinador de un grupo.

b) Hay una identificación emocional de cada sujeto con la creencia y con el grupo.

c) Se refuerza la homogeneidad grupal mediante la creación de un enemigo exterior, que puede ser una amenaza para el grupo propio.

d) Ese enemigo no es de los nuestros ni siquiera es “humano” como nosotros.

e) Hay que destruir al enemigo en defensa propia.


Un sistema de creencias así genera mucho fervor, cristaliza esperanzas y funciona como una droga cultural. En resumen, entre los componentes de la violencia figuran el odio, el fanatismo, la glorificación de la violencia y la mentalidad sectaria (Lázaro, 2013).

A efectos de protegerse de los sentimientos de culpa y de conseguir una inmunidad emocional, los fanáticos distorsionan la realidad, atribuyen sus frustraciones a los demás, deshumanizan a las víctimas, considerándolas como un mero obstáculo que se interpone en la consecución de sus ideales, y legitiman con ello su conducta destructiva, a modo de imperativo moral.

El fanático encuentra en el grupo y su mente colectiva un elemento de primer orden para no asumir culpa alguna. El grupo llega incluso a dotar de significado existencial a sus miembros. Formar parte de un movimiento extremista tiene recompensas, como sentir emoción y aventura, sentimiento de camaradería y un alto sentido de la identidad.

Sin embargo...


El fanatismo conlleva unos terribles «efectos secundarios»:

  • Limita la libertad.
  • Empobrece el psiquismo.
  • Incomunica.
  • Limita la autocrítica
  • El afán de superación.
  • Reduce la riqueza de matices de la vida
  • Y en muchos casos desemboca en la negación de la dignidad humana de los otros.


Proceso evolutivo


Convertirse en fanático es resultado de un proceso gradual en el que determinados líderes, la familia (padres o hermanos), las redes sociales o los amigos desempeñan un papel muy importante, sobre todo en la adolescencia, dentro de un marco endogámico e impermeable a influencias externas. Nadie nace odiando. La transmisión generacional de las creencias extremistas se inicia a edades tempranas con un fuerte sentimiento de victimización, que justifica la violencia por el bien de una causa moral superior (Baron-Cohen, 2012).

Cuando, desde la adolescencia, se crece en un grupo que justifica la violencia como una forma de lenguaje para expresar las ideas propias y excluir las ajenas, escuchando una música, adoptando una estética en la vestimenta o leyendo unos determinados libros, que proclaman ese mismo mensaje una y otra vez, se termina por interiorizarlo, sobre todo si la persona se desenvuelve en un medio cerrado y excluyente.

Pertenecer a un grupo que manipula emociones, destruye la individualidad y los lazos afectivos con el entorno y deshumaniza al adversario es un elemento clave en la radicalización fanática. Lo que el grupo ofrece es la materialización de un sueño, la búsqueda de aventura y la gloria inmediata. Así, hacer daño a los enemigos puede convertirse en un deber. El grupo puede convertir el acto de practicar la violencia en algo rutinario. Vengar las humillaciones es un acicate poderoso.


Personas vulnerables

Las personas son más vulnerables al fanatismo y a la violencia cuando:

  • Acumulan frustraciones repetidas procedentes de un entorno percibido como hostil (sentimientos de humillación y venganza).
  • Carecen de un proyecto existencial propio y de una identidad personal y presentan ciertas características psicológicas (sugestionabilidad, hipersensibilidad emocional, con poca disposición al razonamiento e intolerancia a las críticas, autoestima baja, impulsividad o dependencia emocional de otras personas a quienes confieren un liderazgo incondicional).(Echeburúa y Corral, 2004).

La pertenencia a un grupo extremista puede dar sentido a la vida desnortada de muchos jóvenes de este perfil, que carecen con frecuencia de un apego familiar sólido, no han desarrollado sentimientos de compasión y han crecido movidos por el odio. Las personas con este perfil se dejan tentar y sucumben fácilmente a los cantos de sirena de la violencia contra los otros, sobre todo cuando son sometidas a un proceso de lavado de cerebro. El fanatismo se ha convertido así en una utopía global disponible para jóvenes que, por diversos motivos, no se encuentran a gusto en el mundo y necesitan una coartada para sus venganzas.


Trastornos mentales




Sin embargo, muchos fanáticos no tienen un trastorno mental (una cosa es la irracionalidad y otra bien distinta la locura) ni siquiera son psicópatas porque, a diferencia de estos, saben prodigar cariño a sus familias y amistades y cumplen habitualmente con sus obligaciones cotidianas. Entre ellos puede haber una amalgama de idealistas apasionados, de iluminados violentos y de fanáticos narcisistas criminales.

Muchos fanáticos son ignorantes, pero con una actitud a adscribir motivaciones malévolas a la gente y con una gran carga de odio basada en una visión totalmente distorsionada (incluso paranoica) de la realidad. Y el odio es una energía motivacional muy importante. El odio se puede transformar en un deseo de venganza.


Factores de protección




Ser reflexivo y no fanático requiere un psiquismo sano: se debe ser capaz de controlar la angustia que a todos nos produce el hecho de no contar con toda la razón y de pensar que el otro puede tenerla también. Por ello, la tolerancia genuina consiste, en primer lugar, en escuchar al otro, y, en segundo lugar, en admitir que puede tener razón y que su punto de vista me puede enriquecer.

Los prejuicios son actitudes irracionales que son irreversibles por argumentos racionales.


A nivel cognitivo, los aspectos protectores del fanatismo son los siguientes:


a) Flexibilidad y tolerancia a la ambigüedad, debiéndose tomar decisiones en contextos de incertidumbre.

b) Capacidad para poder integrar aspectos contradictorios de uno mismo, de otras personas o de situaciones extremas.


A nivel preventivo, el sistema educativo y familiar debería inculcar en los jóvenes los siguientes valores:


1. La vida humana es el máximo valor a salvaguardar, y esta no puede ser sacrificada ni violentada por ninguna idea ni proyecto político.

2. Vivimos en un sistema democrático, aún con sus imperfecciones, que hay que defender porque protege las vidas y libertades de sus ciudadanos.

3. No todos los proyectos políticos son igualmente legítimos y éticos. Se deben rechazar aquellos que violen los derechos humanos.

4. Todos los ciudadanos, independientemente de sus ideas políticas, su religión o su raza, son igualmente seres humanos y tienen los mismos derechos y deberes.


Referencias

Baca, E. (2003). La construcción del enemigo. En E. Baca y M.L. Cabanas (Eds.), Las víctimas de la violencia (pp. 13.28). Madrid: Triacastela.

Baron-Cohen, S. (2012). Empatía cero. Nueva teoría de la crueldad. Madrid: Alianza.

Echeburúa, E. y Corral, P. (2004). Raíces psicológicas del fanatismo político. Análisis y Modificación de Conducta, 30, 161-176.

Lázaro, J. (2013). La violencia de los fanáticos. Madrid: Triacastela.


Fuente - Texto tomado de EUROMIND.GLOBAL:
http://euromind.global/es/claves-psicologicas-del-fanatismo-politico/