domingo, 21 de junio de 2020

Santo Tomás Moro - Mártir (Año 1535) - Patrono de los gobernantes y políticos - Fiesta Junio 22




Éste es uno de los dos grandes mártires de la Iglesia de Inglaterra, cuando un rey impuro quiso acabar con la Religión Católica y ellos se opusieron. El otro es San Juan Fisher. Tomás Moro nació en Cheapside, Inglaterra en 1478. A los 13 años se fue a trabajar de mensajero en la casa del Arzobispo de Canterbury, y éste al darse cuenta de la gran inteligencia del joven, lo envió a estudiar al Colegio de la Universidad de Oxford. Su padre que era juez, le enviaba únicamente el dinero indispensable para sus gastos más necesarios, y ésto le fue muy útil, pues como él mismo afirmaba después:

"Por no tener dinero para salir a divertirme, tenía que quedarme en casa y en la biblioteca estudiando"

Lo cual le fue de gran provecho para su futuro. A los 22 años ya es doctor en abogacía, y profesor brillante. Es un apasionado lector que todos los ratos libres los dedica a la lectura de buenos libros. Uno de sus compañeros de ese tiempo dió de él este testimonio:

"Es un intelectual muy brillante, y a sus grandes cualidades intelectuales añade una muy agradable simpatía"

Le llegaron dudas acerca de cuál era la vocación para la cual Dios lo tenía destinado. Al principio se fue a vivir con los cartujos (esos monjes que nunca hablan, ni comen carne, y rezan mucho de día y de noche), pero después de cuatro años se dio cuenta de que no había nacido para esa heroica vocación. También intentó irse de franciscano, pero resultó que tampoco era ése su camino. Entonces de dispuso optar por la vocación del matrimonio. Se casó, tuvo cuatro hijos y fue un excelente esposo y un cariñosísimo papá. Su vocación estaba un poco más allá: su vocación era actuar en el gobierno y escribir libros.

Para con sus hijos, para con los pobres y para cuantos deseaban tratar con él, Tomás fue siempre un excelente y simpático amigo. Acostumbraba ir personalmente a visitar los barrios de los pobres para conocer sus necesidades y poder ayudarles mejor. Con frecuencia invitaba a su mesa a gentes muy pobres, y casi nunca invitaba a almorzar a los ricos. A su casa llegaban muchas visitas de intelectuales que iban a charlar con él acerca de temas muy importantes para esos momentos, y a comentar los últimos libros que se iban publicando. Su esposa se admiraba al verlo siempre de buen humor, pasara lo que pasara. Era difícil encontrar otro de conversación más amena.






Tomás Moro escribió bastantes libros. Muchos de ellos contra los protestantes, pero el más famoso es el que se llama "Utopía". Esta es una palabra que significa "Lo que no existe" (U=No. Topos=Lugar. Lo que no tiene lugar). En ese libro describe una nación que en realidad no existe pero que debería existir. En su escrito ataca fuertemente las injusticias que cometen los ricos y los altos del gobierno con los pobres y los desprotegidos, y va describiendo cómo debería ser una nación ideal. Esta obra lo hizo muy conocido en toda Europa.

El joven abogado Tomás Moro fue aceptado como profesor de uno de los más prestigiosos colegios de Londres. Luego fue elegido como secretario del alcalde de la capital. En 1529 fue nombrado Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores. Pero este altísimo cargo no cambió en nada su sencillez. Siguió asistiendo a Misa cada día, confesándose con frecuencia y comulgando. Tratable y amable con todos. Alguien llegó a afirmar:

"Parece que lo hubieran elegido Canciller, solamente para poder favorecer más a los pobres y desamparados"

Otro añadía:

"El rey no pudo encontrar otro mejor consejero que éste"

Pero Tomás, que conocía bien cómo era Enrique VIII, declaraba con su fino humor:

"El rey es de tal manera que si le ofrecen una buena casa por mi cabeza, me la mandará cortar de inmediato"

Ya llevaba dos años como Canciller cuando sucedió en Inglaterra un hecho terrible contra la religión católica. El impúdico rey Enrique VIII se divorció de su legítima esposa y se fue a vivir con la concubina Ana Bolena. Y como el Sumo Pontífice no aceptó este divorcio, el rey se declaró Jefe Supremo de la religión de la nación, y declaró la persecución contra todo el que no aceptara su divorcio o no lo aceptara a él como reemplazo del Papa en Roma. Muchos católicos tendrían que morir por oponerse a todo ésto.

Tomás Moro no aceptó ninguno de los terribilísimos errores del malvado rey: ni el divorcio ni el que tratara de reemplazar al Sumo Pontífice. Entonces fue destituido de su alto puesto, le confiscaron sus bienes y el rey lo mandó encerrar como prisionero de la espantosa Torre de Londres. Santo Tomás y San Juan Fisher fueron los dos principales de todos los altos funcionarios de la capital, que se negaron a aceptar tan grandes infamias del monarca. Y ambos fueron llevados a la torre fatídica. Allí estuvo Tomás encerrado durante quince meses.

Verdaderamente hermosas son las cartas que desde la cárcel escribió este gran sabio a su hija Margarita, que estaba muy desconsolada por la prisión de su padre. En ellas le dice:

"Con esta cárcel estoy pagando a Dios por los pecados que he cometido en mi vida. Los sufrimientos de esta prisión seguramente me van a disminuir las penas que me esperan en el purgatorio. Recuerda hija mía, que nada podrá pasar si Dios no permite que me suceda. Y todo lo permite Dios para bien de los que lo aman. Y lo que el buen Dios permite que nos suceda es lo mejor, aunque no lo entendamos, ni nos parezca así"



El día en que Margarita fue a visitar por última vez a su padre, vieron los dos salir hacia el sitio del martirio a cuatro monjes cartujos que no habían querido aceptar los errores de Enrique VIII. Tomás dijo a Margarita:

"Mire cómo van de contentos a ofrecer su vida por Jesucristo. Ojalá también a mí me conceda Dios el valor suficiente para ofrecer mi vida por su santa religión"

Tomás fue llamado a un último consejo de guerra. Le pidieron que aceptara lo que el rey le mandaba y él respondió:

"Tengo que obedecer a lo que mi conciencia me manda, y pensar en la salvación de mi alma. Eso es mucho más importante que todo lo que el mundo pueda ofrecer. No acepto esos errores del rey"




Se le dictó entonces sentencia de muerte. Él se despidió de su hijo y de su hija y volvió a ser encerrado en la Torre de Londres. En la madrugada del 6 de julio de 1535 le comunicaron que lo llevarían al sitio de martirio, él se colocó su mejor vestido. De buen humor como siempre, dijo al salir del corredor frío:

"Por favor, mi abrigo, porque doy mi vida, pero un resfriado sí no me quiero conseguir"

Al llegar al sitio donde lo iban a matar rezó despacio el Salmo 51:

"Misericordia Señor por tu bondad"



Luego prometió que rogaría por el rey y sus demás perseguidores, y declaró públicamente que moría por ser fiel a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Luego enseguida de un hachazo le cortaron la cabeza. Tomás Moro fue declarado santo por el Papa en 1935.


Un sabio decía:

"Este hombre, aunque no hubiera sido mártir, bien merecía que lo canonizaran, porque su vida fue un admirable ejemplo de lo que debe ser el comportamiento de un servidor público: un buen cristiano y un excelente ciudadano"


Oración de Santo Tomás Moro




Dios Glorioso,
dame gracia para enmendar
mi vida y tener presente mi fin
sin eludir la muerte,
pues para quienes
mueren en Ti, buen Señor,
la muerte es la puerta
a una vida de riqueza.

Y dame, buen Señor,
una mente humilde, modesta,
calma, pacífica, paciente,
caritativa, amable, tierna
y compasiva en todas mis obras,
en todas mis palabras
y en todos mis pensamientos,
para tener el sabor de tu santo
y bendito espíritu.

Dame buen Señor, una fe plena,
una esperanza firme
y una caridad ferviente,
un amor a Ti, muy por encima
de mi amor por mí.

Dame, buen Señor,
el deseo de estar contigo,
de no evitar las calamidades
de este mundo, no tanto
por alcanzar las alegrías
del cielo como simplemente
por amor a Ti.

Y dame, buen Señor,
Tu amor y Tu favor;
que mi amor a Ti,
por grande que pueda ser,
no podría merecerlo
si no fuera por tu gran bondad.
Buen Señor, dame Tu gracia
para trabajar
por estas cosas que te pido.


Fuente - Texto tomado de EWTN:

San Juan Fisher - Obispo y Mártir (Año 1535) - Fiesta Junio 22



Juan Fisher nació en Beverley, Yorkshire, Inglaterra en 1469. Hijo de un mercader de telas que murió siendo Juan joven. San Juan Fisher entregó su corazón por entero al servicio de su Iglesia. Fue también un distinguido escolástico en Humanidades. Fue educado en Michaelhouse en Cambridge (más tarde unido a Trinity). Desde sus 14 años en adelante estuvo relacionado a la universidad. Fisher fue ordenado sacerdote a los 22 años, bajo dispensa especial. Alcanzó el doctorado y fue vicecanciller de Michaelhouse. Fisher fue el primero en enseñar griego y hebreo en Cambridge. En 1504, durante el reinado de Enrique VII, con sólo 35 años, Fisher es elegido canciller de la universidad. El mismo año es nombrado Obispo de Rochester. Llevó al mismo tiempo los dos cargos con asombrosa diligencia.

Fisher fue un pastor a imitación de Cristo, cuidaba a sus ovejas con valentía, entrega y gran amor. Hacía visitas frecuentes, administraba la confirmación, disciplinaba al clero, visitaba personalmente a los pobres y distribuía limosna a los pobres. En su vida personal era estricto consigo mismo y austero. Tenía una buena mesa para todos, excepto para él mismo. Dormía y comía poco. Mantenía una carabela frente a su puesto en las comidas para recordarse de su mortalidad.

Durante este tiempo, Fisher continuó escribiendo y estudiando. Comenzó a estudiar griego a los 48 años y hebreo a los 51. Fisher comprendía muy bien la necesidad de reformar la Iglesia, incluso en las altas esferas de la jerarquía, pero se oponía al tipo de reforma de los protestantes, y escribió cuatro libros contra ellos. Sin embargo prefería la oración y el ejemplo a la controversia. Él comprendía que la verdadera reforma requiere santidad de vida, pues no es sino vivir con coherencia la enseñanza de la misma Iglesia. Con gran valentía el Obispo Fisher censuró al clero en un sínodo por su corrupción, vanidad, relajamiento y amor a las ganancias. Él sabía que la mayoría del clero en posiciones altas había llegado allí por su servicio al estado o por intereses privados. Como miembro de la Cámara de los Lords, Fisher luchó vigorosamente por reformas que separaran al clero de las influencias del estado. Desde allí lanzó también una severa protesta, cuando se propuso en la asamblea aceptar que Enrique VIII fuese la cabeza de la iglesia de Inglaterra.

El rey quería anular su matrimonio con Catalina de Aragón para casarse de nuevo. Como el Papa no se lo concedía por no haber causa justa, el rey decidió hacerse con la autoridad suprema de la Iglesia en Inglaterra. El rey impuso la obligación de tomar el famoso "oath of supremacy" (Juramento de Supremacía), por el cual se le reconocía a él como cabeza de la iglesia de Inglaterra. El Obispo Fisher rehusó. Ni la amonestación de amigos y ni las amenazas de enemigos lograron hacerle ceder. El Obispo Fisher sabía, como San Pablo, en quién había puesto su confianza. Trataron de envenenarlo y en una ocasión le dispararon tratando de matarlo. Pero el Obispo se mantuvo fiel a su Señor.

Fisher fue llevado, a pesar de estar enfermo, a Lambeth para que jurase el "bill of succession". Él rehusó por ser éste en esencia un juramento a favor de la supremacía del rey sobre la Iglesia. En Rochester fue arrestado y de los alrededores vino la gente a despedirse. Tuvo la oportunidad de arreglar sus asuntos, de dar limosnas y de pasar por las calles bendiciendo al gentío. Al llegar a Londres fue confrontado por rehusar el juramento a lo que Fisher dijo:

"Mi respuesta es que, ya que mi propia conciencia no puede estar satisfecha, yo absolutamente rehúso el juramento. No condeno la conciencia de ningún otro. Sus conciencias podrán salvarles, y la mía debe salvarme"

En abril de 1534, el prelado de 66 años comenzó su prisión de 15 meses en la Torre de Londres. El rey envió un mensajero confidencial para ofrecerle libertad si asentía al juramento en secreto, "solo para los oídos del rey". Su negativa selló su martirio. Durante su prisión el Papa Pablo III nombró al Obispo Fisher Cardenal.





El rey enfurecido dijo:

"Pues ese capelo se lo colgará de los hombros, porque no tendrá cabeza para llevarlo"

Lo llevó a juicio acusado de traición por negar la autoridad del rey sobre la Iglesia. Lo declararon culpable. Algunos jueces lloraban cuando lo condenaron a muerte el 17 de junio de 1535. Pocos días después el cardenal fue despertado a las 5:00 a.m., con la noticia de que ese día le iban a ejecutar. Él pidió que le dejasen descansar un poco más y durmió otras dos horas. Tan enfermo estaba que apenas podía pararse, por lo que le llevaron al lugar del martirio en una silla. Fue cortés con los guardias agradeciéndoles sus atenciones. Pedía a la gente que rezaran por él para que fuese valiente. Llevaba un pequeño Nuevo Testamento del cual leyó a la puerta de la Torre estas palabras:

"Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que Tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame Tú, junto a Ti, con la gloria que tenía a Tu lado antes que el mundo fuese" (Juan 17,3-5)

Cerrando el libro dijo:

"Aquí hay instrucción suficiente para el resto de mi vida"

Junto al verdugo dice:

"Voy a morir por Jesucristo y por la Iglesia Católica. Con mi muerte quiero dar testimonio del Papa como jefe único de la Iglesia. Hasta el Cielo... hijos..."

Sus últimas palabras fueron del Salmo 31:

"En Tí Señor, he puesto mi confianza"

Otros dicen que murió con las palabras del Te Deum en sus labios. Con total dominio de sí mismo y con gran paz se dispuso al martirio. Fue decapitado con un hacha. Era el 22 de junio de 1535. Su amigo Santo Tomás Moro, que compartió con él prisión y también murió mártir, escribió de San Juan Fisher:

"No conozco a ningún hombre que compare con él en sabiduría, conocimiento y virtud probada"

San Juan Fisher fue enterrado junto a la iglesia de All Hallows en Barking. Su cabeza fue exhibida en el Puente de Londres por dos semanas y después echada al río Thames. En 1935, 400 años después de su martirio, Juan Fisher fue canonizado por el Papa Pío XI.


Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro - Día Quinto - Junio 22 de 2020




Día Quinto


Nuestra Señora del Perpetuo Socorro defiende a sus devotos en las tentaciones.


La vida del cristiano sobre la tierra es una lucha constante. Rodeados estamos de enemigos; de enemigos de todas clases, que se conjuran contra nosotros, maquinando nuestra perdición y ruina; ¿quién nos defenderá en medio de tantos peligros? La que continuamente vela por sus hijos: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que por sí sola es más terrible que un ejército puesto en orden de batalla contra los enemigos del alma, la que es Torre de David, fortaleza inexpugnable de la cual penden mil escudos, armadura de los fuertes y al mismo tiempo Madre nuestra; como una madre tan tierna y amorosa, más desea Ella concedernos su socorro que nosotros alcanzarlo. 


Pedir la gracia
que se desea conseguir.
Rezar 3 Avemarías
y la oración correspondiente


Oración


¡Oh María! Si he tenido la desgracia de pecar; yo mismo he sido el autor de esta desgracia. ¡Ah! Si yo os hubiera invocado, Vos hubierais acudido en mi socorro y yo no hubiera caído. Haced, Madre mía, que en la hora del peligro me acuerde de Vos y os invoque diciendo:


¡Madre mía, socórreme!

Así saldré con la victoria.


Fuente - Texto tomado del Libro "Acudamos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro" - Heraldos del Evangelio (Caballeros de la Virgen)

San Luis Gonzaga (1568-1591) - Fiesta Junio 21



San Luis Gonzaga, nació el 9 de marzo de 1568, en el castillo de Castiglione delle Stivieri, en la Lombardía en Italia. Hijo mayor de Ferrante, marqués de Chatillon de Stiviéres en Lombardía y príncipe del imperio y Marta Tana Santena, dama de honor de la reina de la corte de Felipe II de España, donde también el marqués ocupaba un alto cargo. La madre, habiendo llegado a las puertas de la muerte antes del nacimiento de Luis, lo había consagrado a la Santísima Virgen y llevado a bautizar al nacer. Por el contrario, a don Ferrante sólo le interesaba su futuro mundano, que fuese soldado como él. De pequeño aprendió las artes militares y el más exquisito trato social. San Luis estuvo como edecán en palacios de altos gobernantes, pero nunca fijó sus ojos en el rostro de las mujeres. Y así se libró de muchas tentaciones.


Despierta su vida espiritual


Apenas contaba con siete años de edad cuando experimentó lo que podría describirse mejor como un despertar espiritual. Siempre había dicho sus oraciones matinales y vespertinas, pero desde entonces y por iniciativa propia, recitó a diario el oficio de Nuestra Señora, los siete salmos penitenciales y otras devociones, siempre de rodillas y sin cojincillo. Su propia entrega a Dios en su infancia fue tan completa que, según su director espiritual, San Roberto Belarmino, y tres de sus confesores, nunca, en toda su vida, cometió un pecado mortal.

En 1577 su padre lo llevó con su hermano Rodolfo a Florencia, Italia, dejándolos al cargo de varios tutores, para que aprendiesen el latín y el idioma italiano puro de la Toscana. Cualesquiera que hayan sido sus progresos en estas ciencias seculares, no impidieron que Luis avanzara a grandes pasos por el camino de la santidad y, desde entonces, solía llamar a Florencia, "la escuela de la piedad". Un día que la marquesa contemplaba a sus hijos en oración, exclamó:

"Si Dios se dignase escoger a uno de vosotros para su servicio, ¡qué dichosa sería yo!"

Luis le dijo al oído:

"Yo seré el que Dios escogerá"

Desde su primera infancia se había entregado a la Santísima Virgen. A los nueve años, en Florencia, se unió a Ella haciendo el voto de virginidad. Después resolvió hacer una confesión general, de la que data lo que él llama "su conversión". A los 12 años había llegado al más alto grado de contemplación. A los 13, el obispo San Carlos Borromeo, al visitar su diócesis, se encontró con Luis, maravillándose de que en medio de la corte en que vivía, mostrase tanta sabiduría e inocencia, y le dio él mismo la primera comunión.

Su director espiritual fue el gran sabio jesuita San Roberto Belarmino, el cual le aconsejó tres medios para llegar a ser santo:

  1. Frecuente confesión y comunión.
  2. Mucha devoción a la Santísima Virgen.
  3. Leer vidas de santos.

Ante una imagen de la Santísima Virgen en Florencia hizo juramento de permanecer siempre puro; eso se llama "Voto de Castidad". Cuando iba a hacer o decir algo importante se preguntaba:

"¿De qué sirve esto para la eternidad?"

Y si no le servía para la eternidad, ni lo hacía ni lo decía.


Fue muy puro y exigente
consigo mismo


Obligado por su rango a presentarse con frecuencia en la corte del gran ducado, se encontró mezclado con aquellos que, según la descripción de un historiador, "formaban una sociedad para el fraude, el vicio, el crimen, el veneno y la lujuria en su peor especie"Pero para un alma tan piadosa como la de Luis, el único resultado de aquellos ejemplos funestos, fue el de acrecentar su celo por la virtud y la castidad.

A fin de librarse de las tentaciones, se sometió a una disciplina rigurosísima. En su celo por la santidad y la pureza, se dice que llegó a hacerse grandes exigencias como, por ejemplo, mantener baja la vista siempre que estaba en presencia de una mujer. Lo admirable es la disponibilidad de su corazón, dispuesto a todo para librarse del pecado y ser plenamente para Dios. Además, hay que saber que algunos vicios e impurezas requieren grandes penitencias. San Luis quiso, al principio, imitar los remedios que leía de los padres del desierto. Sin duda a Luis le atraían las aventuras militares de las tropas entre las que vivió sus primeros años, y la gloria que se le ofrecía en su familia, pero de muy joven comprendió que había un ideal más grande y que requería más valor y virtud.

Hacía poco más de dos años que los jóvenes Gonzaga vivían en Florencia, cuando su padre los trasladó con su madre a la corte del duque de Mántua, quien acababa de nombrar a Ferrante gobernador de Montserrat. Esto ocurría en el mes de noviembre de 1579, cuando Luis tenía 11 años. En el viaje Luis estuvo a punto de morir ahogado al pasar el río Tessin, crecido por las lluvias. La carroza se hizo pedazos y fue a la deriva. Providencialmente, un tronco detuvo a los náufragos. Un campesino que pasaba vio el peligro en que se hallaban y les salvó.

En Casale-Monferrato, donde pasaba el invierno, se refugiaba durante horas enteras en las iglesias de los capuchinos y los barnabitas; en privado comenzó a practicar las mortificaciones de un monje: ayunaba tres días a la semana a pan y agua, se azotaba con el látigo de su perro, se levantaba a mitad de la noche para rezar de rodillas sobre las losas desnudas de una habitación, en la que no permitía que se encendiese fuego, por riguroso que fuera el tiempo. Fue inútil que su padre le combatiese en estos deseos.

En la misma corte, Luis vivía como un religioso, sometiéndose a grandes penitencias. A pesar de que ya había recibido sus investiduras de manos del emperador, mantenía la firme intención de renunciar a sus derechos de sucesión sobre el marquesado de Castiglione en favor de su hermano.


Resuelto a unirse a
la Compañía de Jesús




Una vez arrodillado ante la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo, le parecía que la Santísima Virgen le decía:

"¡Debes entrar en la compañía de mi Hijo!"

Con esto entendió que su vocación era entrar en la "Comunidad Compañía de Jesús", o sea hacerse Jesuita.

El día de la Asunción del año 1583, en el momento de recibir la Sagrada Comunión en la iglesia de los padres jesuitas, de Madrid, oyó claramente una voz que le decía:

"Luis, ingresa en la Compañía de Jesús"

Primero, comunicó sus proyectos a su madre, quien los aprobó enseguida, pero en cuanto ésta los participó a su esposo, éste montó en cólera a tal extremo, que amenazó con ordenar que azotaran a su hijo hasta que recuperase el sentido común. Le pidió permiso al papá para hacerse religioso, pero él no lo dejó. Y lo llevó a grandes fiestas y a palacios y juegos para que se le olvidara su deseo de ser sacerdote. Después de varios meses le preguntó:

"¿Todavía sigue deseando ser sacerdote?"

Y el joven le respondió:

"En eso pienso noche y día"

Ferrante persistía en su negativa hasta que, por mediación de algunos de sus amigos, accedió de mala gana a dar consentimiento provisional. Entonces el papá le permitió entrar de jesuita. (En un desfile de orgullosos jinetes en caballos elegantes, Luis desfiló montado en un burro y mirando hacia atrás. Lo silbaron pero con eso dominó su orgullo). San Luis Gonzaga tuvo que hacer muchos sacrificios para poder mantenerse siempre puro, y por eso la Santa Iglesia Católica lo ha nombrado Patrono de los Jóvenes que quieren conservar la santa pureza. Él repetía la frase de San Pablo:

"Domino mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que enseñando a otros a salvarse, me condene yo mismo"

El Noviciado




Luis partió hacia Roma y, el 25 de noviembre de 1585, ingresó al Noviciado en la casa de la Compañía de Jesús, en Sant'Andrea. Acababa de cumplir los 18 años. Al tomar posesión de su pequeña celda, exclamó espontáneamente:

"Éste es mi descanso para siempre; aquí habitaré, pues así lo he deseado" (Salmo CXXXI-14)

Sus austeridades, sus ayunos, sus vigilias habían arruinado ya su salud hasta el extremo de que había estado a punto de perder la vida. Sus maestros habían de vigilarlo estrechamente para impedir que se excediera en las mortificaciones. Al principio, el joven tuvo que sufrir otra prueba cruel: las alegrías espirituales que el amor de Dios y las bellezas de la religión le habían proporcionado desde su más tierna infancia, desaparecieron. Seis semanas después murió Don Ferrante. Desde el momento en que su hijo Luis abandonó el hogar para ingresar en la Compañía de Jesús, había transformado completamente su manera de vivir. El sacrificio de Luis había sido un rayo de luz para el anciano.

Durante los dos años siguientes San Luis dio pruebas de ser un novicio modelo. Al quedar bajo las reglas de la disciplina, estaba obligado a participar en los recreos, a comer más y a distraer su mente. Además, por motivo de su salud delicada, se le prohibió orar o meditar fuera de las horas fijadas para ello: Luis obedeció, pero tuvo que librar una recia lucha consigo mismo para resistir el impulso a fijar su mente en las cosas celestiales. Por consideración a su precaria salud, fue trasladado de Milán para que completase en Roma sus estudios teológicos. Sólo Dios sabe de qué artificios se valió para que le permitieran ocupar un cubículo estrecho y oscuro, debajo de la escalera y con una claraboya en el techo, sin otros muebles que un camastro, una silla y un estante para los libros.

Luis suplicaba que se le permitiera trabajar en la cocina, lavar los platos y ocuparse en las tareas más serviles. Cierto día, hallándose en Milán, en el curso de sus plegarias matutinas, le fue revelado que no le quedaba mucho tiempo por vivir. Aquel anuncio le llenó de júbilo y apartó aún más su corazón de las cosas de este mundo. Durante esa época, con frecuencia en las aulas y en el claustro se le veía arrobado en la contemplación; algunas veces, en el comedor y durante el recreo caía en éxtasis. Los atributos de Dios eran los temas de meditación favoritos del santo y, al considerarlos, parecía impotente para dominar la alegría desbordante que le embargaba.


Una epidemia


En 1591, atacó con violencia a la población de Roma una epidemia de fiebre. Los jesuitas, por su cuenta, abrieron un hospital en el que todos los miembros de la orden, desde el padre general hasta los hermanos legos, prestaban servicios personales. Luis iba de puerta en puerta con un zurrón, mendigando víveres para los enfermos. Muy pronto, después de implorar ante sus superiores, logró cuidar de los moribundos. Luis se entregó de lleno, limpiando las llagas, haciendo las camas, preparando a los enfermos para la confesión. Luis contrajo la enfermedad. Había encontrado un enfermo en la calle y, cargándolo sobre sus espaldas, lo llevó al hospital donde servía.




Pensó que iba a morir y, con grandes manifestaciones de gozo (que más tarde lamentó por el escrúpulo de haber confundido la alegría con la impaciencia), recibió el viático y la unción. Contrariamente a todas las predicciones, se recuperó de aquella enfermedad, pero quedó afectado por una fiebre intermitente que, en tres meses, le redujo a un estado de gran debilidad.

En todas las ocasiones que le fue posible, se levantaba del lecho, por la noche, para adorar al crucifijo, para besar una tras otra, las imágenes sagradas que guardaba en su habitación y para orar, hincado en el estrecho espacio entre la cama y la pared. En una de aquellas ocasiones, el joven cayó en un arrobamiento que se prolongó durante toda la noche, y fue entonces cuando se le reveló que habría de morir en la octava del Corpus Christi. Durante todos los días siguientes, recitó el "Te Deum" como acción de gracias. Luis vio que su fin se acercaba y escribió a su madre:

"Alegraos, Dios me llama después de tan breve lucha. No lloréis como muerto al que vivirá en la vida del mismo Dios. Pronto nos reuniremos para cantar las eternas misericordias"

Algunas veces se le oía gritar las palabras del Salmo:

"Me alegré porque me dijeron: ¡Iremos a la casa del Señor!" (Salmo CXXI-1)

En una de esas ocasiones, agregó:

"¡Ya vamos con gusto, Señor, con mucho gusto!"



Luis afirmaba que iba a morir antes de que despuntara el alba del día siguiente y recibió de nuevo el viático. Al padre provincial, que llegó a visitarle, le dijo:

"¡Ya nos vamos, padre; ya nos vamos...!"

"¿A dónde, Luis?"

"¡Al Cielo!"

"¡Oigan a este joven! -exclamó el provincial- Habla de ir al Cielo como nosotros hablamos de ir a Frascati"

En sus últimos momentos no pudo apartar su mirada de un pequeño crucifijo colgado ante su cama. El enfermo quedó inmóvil en su lecho y sólo en ocasiones murmuraba:

"En tus manos, Señor..."

Murió a los 23 años el 21 de junio de 1591. Fue canonizado en 1726. El Papa Benedicto XIII lo nombró protector de estudiantes jóvenes. El Papa Pío XI lo proclamó patrón de la juventud cristiana.

Murió mirando el crucifijo y diciendo:

"Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor"

Su confesor San Roberto, que lo acompañó en la hora de la muerte, dice que Luis Gonzaga murió sin haber cometido ni un sólo pecado mortal en su vida. Santa Magdalena de Pazzi vio en éxtasis o visión a San Luis en el cielo, y decía:

"Yo nunca me había imaginado que Luis Gonzaga tuviera un grado tan alto de gloria en el paraíso"

La mamá logró asistir en 1621 a la beatificación de su hijo. Apenas el hijo se hizo religioso, su padre empezó a volverse mucho más piadoso de lo que era antes y murió después santamente. Luis renunció a todas las grandes herencias que le correspondían con tal de poder hacerse religioso y santo. Después de muerto se apareció a un jesuita enfermo, y lo curó y le recomendó que no se cansara nunca de propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.


Texto tomado de EWTN:

Santa Misa - Domingo 21 de Junio de 2020








Debido a la emergencia mundial por la pandemia del coronavirus, por la cuarentena obligatoria en la cual nos encontramos sometidos, y al lamentable cierre de los templos católicos en todo el mundo, me permito compartir con ustedes el video de la Santa Misa, que corresponde al Domingo 21 de Junio de 2020.


Unámonos todos como Iglesia Militante y Peregrina, y asistamos virtualmente a la Santa Misa, junto a Jesús en su Calvario, con profunda fe y recogimiento.


Elevemos a Dios nuestras oraciones y peticiones personales, también por las de nuestros familiares, amigos y el mundo entero.


Igualmente, pidamos perdón por nuestros pecados, procuremos la conversión de nuestras vidas, y cuando la Iglesia Católica lo permita y abra nuevamente las puertas de los templos, busquemos a Dios a través del Sacramento de la Reconciliación "Penitencia o Confesión", y recibamos la gracia de su perdón y su amoroso abrazo de Padre, que recibe a sus hijos pródigos que regresan a Él, ÚNICO PADRE que sí nos ama verdaderamente.


Recordemos lo más sublime: recibir en estado de gracia al Señor Dios en su Presencia Real, en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía (Hostia Consagrada), en la totalidad de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el santísimo sacrificio incongruento, como memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.


COMUNIÓN ESPIRITUAL


Creo, Jesús mío, 
que estás real 
y verdaderamente en el cielo 
y en el Santísimo Sacramento
del Altar.


Os amo sobre todas las cosas 
y deseo vivamente recibirte 
dentro de mi alma, 
pero no pudiendo hacerlo 
ahora sacramentalmente, 
venid al menos 
espiritualmente a mi corazón. 
Y como si ya os hubiese recibido, 
os abrazo y me uno del todo a Ti.


Señor, no permitas que jamás
me aparte de Ti.
Amén


Dios nos colme de abundantes bendiciones a todos, la Santísima Virgen María interceda por nosotros, y San José, protector de la Iglesia Católica Universal, defienda a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas del demonio y de todos sus enemigos, además de toda adversidad.


Muchas gracias a todos ustedes por su gentil atención.



Video tomado de YOUTUBE: