domingo, 15 de marzo de 2020

Cierran las piscinas de Lourdes: ¡Una Vergüenza!





Por Roberto de Mattei / Marzo 3 de 2020


La noticia es increíble, pero desgraciadamente es cierto: por miedo al coronavirus, el santuario de Lourdes ha cerrado por precaución y hasta nueva orden todas las piscinas. Lo ha comunicado el propio santuario este primero de marzo.

Las piscinas de Lourdes son tinas o bañeras individuales en que los peregrinos son sumergidos durante pocos segundos a fin de obtener beneficios físicos y espirituales. El lugar del que fluyen esas aguas le fue revelado a Santa Bernardita en febrero de 1858 por la propia Virgen. El agua manifestó propiedades milagrosas, y no ha dejado de brotar desde entonces. Cada año llegan a Lourdes millones de peregrinos y unos ochenta mil se bañan en las piscinas. Tienen lugar millares y millares de curaciones. Tras un riguroso examen, la Iglesia ha reconocido unas ochenta: cuarenta y nueve personas que se han sanado por el contacto con el agua de Lourdes y treinta y nueve en las piscinas.

Ahora bien, el verdadero milagro de Lourdes no son esas curaciones milagrosas, sino los efectos taumatúrgicos tanto espirituales como físicos de un agua en la que se sumergen cada año centenares de enfermos afectados de las más variadas dolencias, entre ellas, llagas y lesiones cutáneas, sin que jamás se haya producido contagio alguno. El agua, que antes se cambiaba dos veces por semana y ahora parece que diariamente, está llena de microbios, pero repito que jamás se ha contagiado ningún enfermo durante el baño.

Pues bien, mientras se propaga por Europa una epidemia, si hay un lugar al que sería preciso acudir, un lugar infaliblemente protegido, es el santuario de Lourdes. Santuario que es, por antonomasia, lugar de curación del alma y del cuerpo. Quien se bañase en Lourdes en la misma piscina en que se hubiera bañado alguien aquejado de coronavirus, desde luego no se contagiaría, porque las piscinas de Lourdes no son un lugar de pecado, sino de fe. Y es la fe, no la medicina, la que permite que se obren milagros. El milagro es una intervención divina, superior a todas las fuerzas humanas. Quien niega la posibilidad del milagro niega la existencia misma de Dios. Quien niega el carácter milagroso del agua de Lourdes, quien teme que las piscinas de Lourdes puedan ser causa de contagio, niega el poder de Dios, niega las promesas de la Virgen, niega el significado de Lourdes. Si se cierran las piscinas, sería lo mismo que cerrar el santuario de Lourdes.

Fue precisamente el 11 de febrero de 2013, festividad de la Virgen de Lourdes, cuando Benedicto XVI renunció al pontificado. Y hoy, el obispo de Lourdes, el presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, el presidente de los obispos europeos, el Secretario de Estado vaticano y el propio Papa, ¿se niegan a creer en el milagro de Lourdes? ¿También ellos están convencidos de que en las piscinas de Lourdes se pueda propagar el contagio en vez de la sanación de los cuerpos y las almas, mucho más importante que la física? De ser así, es una vergüenza, un escándalo, un pecado de incredulidad que en vez de curaciones acarreará nuevos males físicos y espirituales para la Iglesia y para nuestras naciones.

Nosotros, por el contrario, queremos saciar nuestra sed con el agua de Lourdes, confiando en las palabras de Nuestro Señor:



«Quien beba el agua que Yo le daré no tendrá sed nunca, sino que el agua que Yo le daré se hará en él fuente de agua surgente para vida eterna» (Jn.4,14)


(Traducido por Bruno de la Inmaculada)


Fuente - Texto tomado de ADELANTELAFE.COM:


https://adelantelafe.com/cierran-las-piscinas-de-lourdes-una-verguenza/

Lectura del Santo Evangelio Según San Juan 4, 5-42




5. Llegó, pues, a la ciudad de Samaria, llamada Sicar, o Siquem, vecina a la heredad que Jacob dio a su hijo José.

6. Aquí estaba el pozo llamado la fuente de Jacob. Jesús, pues, cansado del camino, sentóse a descansar así sobre el brocal de este pozo. Era ya cerca de la hora de sexta.

7. Vino entonces una mujer samaritana a sacar agua. Díjole Jesús:

"Dame de beber"

8. (Es de advertir que sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer).

9. Pero la mujer samaritana le respondió:



"¿Cómo Tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?"
  
Porque los judíos no se avienen o comunican con los samaritanos.

10. Díjole Jesús en respuesta:






"Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, puede ser que tú le hubieras pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva"

11. Dícele la mujer:

"Señor, Tú no tienes con qué sacarla, y el pozo es profundo: ¿Dónde tienes, pues, esa agua viva?

12. ¿Eres Tú por ventura mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él mismo, y sus hijos, y sus ganados?"

13. Respondióle Jesús:




"Cualquiera que bebe de esta agua, tendrá otra vez sed; pero quien bebiere del agua que Yo le daré, nunca jamás volverá a tener sed.




14. Antes el agua que Yo le daré, vendrá a ser dentro de él un manantial de agua que manará sin cesar hasta la vida eterna"


15. La mujer le dijo:


"Señor, dame de esa agua, para que no tenga yo más sed, ni haya de venir aquí a sacarla".

16. Pero Jesús le dijo:

"Anda, llama a tu marido, y vuelve con él acá"

17. Respondió la mujer:

"Yo no tengo marido".

Dícele Jesús:

"Tienes razón en decir que no tienes marido.




18. Porque cinco maridos has tenido; y el que ahora tienes, no es marido tuyo; en eso verdad has dicho".

19. Díjole la mujer:

"Señor, yo veo que Tú eres un profeta.

20. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros los judíos decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar".

21. Respóndele Jesús:

"Mujer, créeme a Mí, ya llega el tiempo en que ni precisamente en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre, sino en cualquiera lugar.

22. Vosotros adoráis lo que no conocéis, pues sabéis poco de Dios; pero nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salud o el Salvador procede de los judíos.

23. Pero ya llega tiempo, ya estamos en él, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque tales son los adoradores que el Padre busca.




24. Dios es espíritu, y la misma verdad; y por lo mismo los que le adoran en espíritu y verdad deben adorarle".

25. Dícele la mujer:

"Se que está para venir el Mesías (esto es, el Cristo); cuando venga, pues, Él nos lo declarará todo".

26. Y Jesús le responde:

"Ése Soy Yo, que hablo contigo"




27. En esto llegaron sus discípulos; y extrañaban que hablase con aquella mujer. No obstante nadie le dijo: ¿Qué le preguntas, o por qué hablas con ella?

28. Entretanto la mujer, dejando allí su cántaro, se fue a la ciudad, y dijo a las gentes:

29. "Venid y veréis a un hombre que me ha dicho todo cuanto yo he hecho. ¿Será quizá Éste el Cristo?"

30. Con eso salieron de la ciudad, y vinieron a encontrarle.

31. Entretanto instábanle los discípulos diciendo:

"Maestro, come".

32. Díceles Él:

"Yo tengo para alimentarme un manjar que vosotros no sabéis".

33. Decíanse, pues, los discípulos unos a otros:

"¿Si le habrá traído alguno de comer?"

34. Pero Jesús les dijo:

"Mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra.

35. ¿No decís vosotros: ¡Ea!, dentro de cuatro meses estaremos ya en la siega? Pues ahora os digo Yo:




Alzad vuestros ojos, tended la vista por los campos, y ved ya las mieses blancas y a punto de segarse.

36. En esta cosecha evangélica, aquel que siega recibe su jornal, y recoge frutos para la vida eterna, a fin de que igualmente se gocen así el que siembra como el que siega.

37. Y en esta ocasión se verifica aquel refrán: Uno es el que siembra, y otro el que siega.

38. Yo os he enviado a vosotros a segar lo que no labrasteis; otros hicieron la labranza, y vosotros habéis entrado en sus labores".

39. El hecho fue que muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él, por las palabras de la mujer, que aseguraba:

"Me ha dicho todo cuanto yo hice".

40. Y venidos a Él los samaritanos, le rogaron que se quedase allí. En efecto, se detuvo dos días en aquella ciudad.

41. Con lo que fueron muchos más los que creyeron en Él por haber oído sus discursos.

42. Y decían a la mujer:





"Ya no creemos por lo que tú has dicho; pues nosotros mismos le hemos oído, y hemos conocido que Éste es verdaderamente el Salvador del mundo".

Palabra de Dios
Gloria a Ti, Señor Jesús