sábado, 29 de febrero de 2020

Lectura del Santo Evangelio Según San Mateo 4, 1-11




1. En aquella sazón, Jesús fue conducido del Espíritu de Dios al desierto, para que fuese tentado allí por el diablo.






2. Y después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, tuvo hambre.

3. Entonces, acercándose el tentador, le dijo:

"Si eres el Hijo de Dios, di que esas piedras se conviertan en panes"




4. Mas Jesús le respondió:

"Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra o disposición que sale de la boca de Dios"

5. Después de esto le transportó el diablo a la santa ciudad de Jerusalén, y le puso sobre lo alto del templo.

6. Y le dijo:

"Si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo; pues está escrito: Que te ha encomendado a sus ángeles, los cuales te tomarán en las palmas de sus manos para que tu pie no tropiece contra alguna piedra"




7. Replicóle Jesús:

"También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios"

8. Todavía le subió el diablo a un monte muy encumbrado, y mostróle todos los reinos del mundo y la gloria de ellos.

9. Y le dijo:




"Todas estas cosas te daré si, postrándote delante de mí, me adorares"

10. Respondióle entonces Jesús:




"Apártate de ahí, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor Dios tuyo, y a Él sólo servirás"




11. Con ésto le dejó el diablo; y he aquí que se acercaron los ángeles y le servían.


Palabra de Dios
Gloria a Ti, Señor Jesús

33 Maneras de vivir profundamente la Oración en Cuaresma o en toda tu vida




Estas sencillas ideas te servirán para vivir mejor la oración en Cuaresma, y ¿por qué no? en toda tu vida.


Fuente: Loyolapress.com 


San Pablo nos motiva a que “oremos sin cesar”. Toda nuestra vida puede ser una oración si elevamos nuestra mente y corazón a Dios en cada momento y acción de nuestra vida. Lo central de la Cuaresma (y de nuestra vida entera) es que oremos lo más frecuente y profundamente que podamos. He aquí algunas maneras en que podrá incorporar la oración a lo largo de su día. Por favor, elija las que le ayuden a alcanzar esa meta.






1. Repita una pequeña oración a lo largo del día. Puede ser: “Señor, ten misericordia de mí”, o “Jesús, ayúdame a conocerte y a hacer tu voluntad”. También puede usar sus propias palabras.






2. Haga una lista de las cosas por las cuales está agradecido(a). Escriba diariamente diez cosas por las que está agradecido(a): familia, talentos, amigos, éxitos, etcétera.




3. Ore por la gente que le hace pasar un mal rato. Hay días en los que estas personas sobreabundan.




4. Repita continuamente las palabras de San Ignacio de Loyola: “Toma Señor y recibe toda mi libertad”.




5. Utilice su imaginación al hacer oración. Imagínese usted mismo(a) como una de las personas que están frente a Jesús en una escena de los Evangelios. Imagine su respuesta y reacción al mensaje que ha escuchado de Jesús.




6. Haga una lectura pausada de alguno de los cuatro relatos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Por ejemplo, puede leer Lucas 22,39 a 24,12.







7. Convierta en oración alguna actividad amorosa que haga por los demás. Por ejemplo, cuando saca la basura de la casa, cambia el rollo de papel higiénico o le ayuda a su hijo a hacer la tarea. Hágalo de todo corazón y esa acción será una oración.




8. Haga oración mientras realiza una caminata.




9. Concédase tiempo para la meditación, para estar en calma por un momento, para vaciarse de las distracciones y para abrir su corazón a Dios.




10. Participe en uno de los servicios litúrgicos que su parroquia ha organizado.




11. Ore junto con su familia a la hora de los alimentos. Oren siempre por las personas necesitadas.




12. Ore mientras realiza sus diligencias. Pídale a Dios que le ayude a reconocer su presencia en cada uno de los lugares a los que se dirige.






13. Cuando escuche o vea noticias respecto a alguien que está en problemas, ore por esa persona. Invite a sus hijos a que oren también por ella.




14. Cuando esté en el mercado, ore por los campesinos y todas aquellas personas que hacen posible que los alimentos lleguen hasta su mesa.




15. Al momento de acostarse, concédase un momento para orar por aquellas personas que no tienen hogar y que esa noche dormirán en la calle.




16. Deje que una de sus canciones católicas favoritas se repita en su mente como una forma de oración. Seleccione una frase o palabras que tengan un significado especial para usted.






17. Rece diariamente el rosario y otras oraciones que son parte de la tradición católica. Dese cuenta de que está uniendo su voz a millones de personas que han orado estas plegarias a lo largo de los siglos.




18. Bendiga a sus hijos y a otros miembros de la familia cuando se retiran o regresan a casa. Trace sobre su frente la señal de la cruz.




19. Ore en los momentos de mayor tráfico, especialmente cuando se encuentra con un mal conductor. Ore por él o ella y pídale a Dios que le ayude a mantener la calma a lo largo del día.




20. Haga oración mientras está haciendo fila o cuando alguien lo ha puesto en llamada de espera. Ore por los servidores públicos que atienden a la gente todo el día.




21. Ore mientas trabaja en el jardín; deje que esa actividad sea su oración.




22. Si en su barrio puede escuchar las campanas de alguna iglesia, ore al escucharlas. Si no le es posible, ore al momento de escuchar otro sonido, por ejemplo, al timbrar el teléfono, cuando ladra algún perro o cuando suena el toque de salida en una fábrica cercana.








23. Ore al escuchar el ruido de una sirena. Ore por las personas que posiblemente estén en un problema serio.




24. Haga oración por las personas que necesita perdonar y que le cuesta mucho perdonar. Pida que disfruten las bendiciones que usted mismo espera recibir de Dios.






25. Eleve una oración a Dios que le ayude a pedir perdón a las personas que ha herido de alguna manera.










26. Ore por la persona que lo ha dirigido espiritualmente, sea que esté viva o muerta.




27. Ore mientras lleva a pasear a su mascota.






28. Si toca un instrumento musical, deje que ese momento sea su oración.




29. Ore mientras crea una pieza de arte. Haga algo creativo cada día de la Cuaresma y hágalo para dar gloria a Dios.




30. Ore por la persona desconocida quien, en este preciso momento está al borde del suicidio. Pídale a Dios que tranquilice a esa alma desolada.







31. Escoja a un miembro de su familia nuclear o extendida y ore por él o ella a lo largo del día. Elija uno diariamente.







32. Asista a misa siempre que pueda hacerlo. La Eucaristía es la oración más grande que tenemos los católicos y es un lugar seguro para encontrarse con Jesús.




33. Al final del día, concédase un momento para agradecerle a Dios las gracias y bendiciones que recibió a lo largo del día.



Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

¿Cuáles son los signos evidentes de la presencia del demonio y cómo podemos defendernos de él?



Un ser vivo, pervertido y pervertidor


Publicado el 18 de Febrero de 2016


Por: Caballeros de la Virgen


Tentador engañoso y fatal del primer pecado, el demonio aún actúa hoy con alevosa astucia. Es el enemigo oculto que siembra errores e infortunios en la historia humana.

Cuáles son hoy las mayores necesidades de la Iglesia? No os asombre como simplista o incluso como supersticiosa e irreal nuestra respuesta: una de las mayores necesidades es la defensa de aquel mal que llamamos demonio. [...]


Realidad terrible, misteriosa y asustadora


El mal ya no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa.

Se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer su existencia; o quien hace de ella un principio que existe en sí mismo y que no tiene, como cualquier otra criatura, su origen en Dios; o bien la explica como una seudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias.

El problema del mal, visto en toda su complejidad, y en su absurdidad con respecto a nuestra racionalidad unilateral, se vuelve obsesionante. Constituye la dificultad más fuerte para nuestra comprensión religiosa del cosmos. No sin razón por ello sufrió San Agustín durante años: “Quaerebam unde malum, et non erat exitus”, buscaba de dónde procedía el mal, y no encontraba explicación (Confesiones, VII, 5; 7; 11).

He aquí, pues, la importancia que adquiere el conocimiento del mal para nuestra correcta concepción cristiana del mundo, de la vida, de la salvación.


Una incumbencia señalada en muchísimos pasajes del Nuevo Testamento




Primero, en el desarrollo de la historia evangélica, al principio de su vida pública, ¿quién no recuerda la página densísima de significados de la triple tentación de Cristo? Y después, ¿en los muchos episodios evangélicos en los cuales el demonio se cruza en el camino del Señor y figura en sus enseñanzas? ¿Y cómo no recordar que Cristo, refiriéndose al demonio en tres ocasiones como a su adversario, lo denomina “príncipe de este mundo” (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11)?

Y la incumbencia de esta nefasta presencia está señalada en muchísimos pasajes del Nuevo Testamento. San Pablo lo llama el “dios de este mundo” (2 Co 4, 4), y nos pone en guardia sobre la lucha a oscuras que nosotros los cristianos debemos mantener no con un solo demonio, sino con una pavorosa pluralidad de ellos: “Revestíos de la coraza de Dios para poder hacer frente a las asechanzas del diablo, que nuestra lucha no es (sólo) contra la sangre y la carne, sino contra los principados y las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos de los aires” (Ef 6, 12).

Y que no se trata de un solo demonio, sino de muchos, diversos pasajes evangélicos nos lo indican; pero uno es el principal: Satanás, que quiere decir el adversario, el enemigo; y con él muchos, todos criaturas de Dios, pero caídos, porque fueron rebeldes y condenados; todo un mundo misterioso, sacudido por un drama infelicísimo, del que conocemos muy poco. [...]


Fisuras a través de las cuales puede penetrar fácilmente




El demonio está en el origen de la primera desgracia de la humanidad; fue el tentador engañoso y fatal del primer pecado, el pecado original. Desde aquella caída de Adán, el demonio adquirió un cierto dominio sobre el hombre, del que sólo la Redención de Cristo nos puede liberar.

Es una historia que todavía sigue: recordemos los exorcismos del Bautismo y las frecuentes alusiones de la Sagrada Escritura y de la liturgia al agresivo y opresor “poder de las tinieblas”. Es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos así que este ser oscuro y perturbador existe de verdad y que con alevosa astucia aún actúa; es el enemigo oculto que siembra errores e infortunios en la historia humana. [...]




Hoy algunos prefieren mostrarse fuertes y libres de prejuicios, tomar actitudes positivistas, prestando luego fe a tantas gratuitas supersticiones mágicas o populares; o peor aún, abrir su propia alma —¡su propia alma bautizada, visitada tantas veces por la presencia eucarística y habitada por el Espíritu Santo!— a las experiencias licenciosas de los sentidos, a aquellas otras deletéreas de los estupefacientes, como igualmente a las seducciones ideológicas de los errores de moda; fisuras éstas a través de las cuales puede penetrar fácilmente el Maligno y alterar la mentalidad humana.

No decimos que todo pecado se deba directamente a la acción diabólica; pero, sin embargo, es cierto que quien no vigila con cierto rigor moral sobre sí mismo se expone a la influencia del mysterium iniquitatis, a que se refiere San Pablo, y que hace problemática la alternativa de nuestra salvación.


“Todo el mundo está puesto bajo el Maligno”




Nuestra doctrina se vuelve incierta, por estar como oscurecida por las tinieblas mismas que rodean al demonio. Pero nuestra curiosidad, excitada por la certeza de su múltiple existencia, se hace legítima con dos preguntas:




¿Existen signos, y cuáles, de la presencia de la acción diabólica?


¿Y cuáles son los medios de defensa contra tan insidioso peligro?


La respuesta a la primera pregunta requiere mucha cautela, aunque los signos del Maligno parecen a veces evidentes. Podremos suponer su acción siniestra allí donde la negación de Dios es radical, sutil, y absurda; donde la mentira se afirma hipócrita y poderosa contra la verdad evidente; donde el amor es eliminado por un egoísmo frío y cruel; donde el nombre de Cristo es impugnado con odio consciente y rebelde; donde el espíritu del Evangelio es mistificado y desmentido; donde la desesperación se afirma como la última palabra, etc.

Pero es un diagnóstico demasiado amplio y difícil, que ahora no pretendemos profundizar y autenticar, aunque no carente de dramático interés para todos, al que la literatura moderna también ha dedicado páginas famosas.

El problema del mal sigue siendo una de las más grandes y permanentes cuestiones para el espíritu humano, incluso tras la victoriosa respuesta que da el mismo Jesucristo. “Sabemos —escribe el evangelista San Juan— que somos (nacidos) de Dios, y que todo el mundo está puesto bajo el Maligno” (1 Jn 5, 19).


La gracia es la defensa decisiva


A la otra pregunta: ¿qué defensa, qué remedio oponer a la acción del demonio?, la respuesta es más fácil de formular, si bien siga siendo difícil de llevar a cabo. Podríamos decir: todo lo que nos defienda del pecado nos defiende por ello mismo del enemigo invisible. La gracia es la defensa decisiva. La inocencia adquiere un aspecto de fortaleza.




Y asimismo cada uno recuerda hasta qué punto la pedagogía apostólica ha simbolizado en la armadura de un soldado las virtudes que pueden hacer invulnerable al cristiano. El cristiano debe ser militante; debe ser vigilante y fuerte; y a veces debe recurrir a algún ejercicio ascético especial para alejar ciertas incursiones diabólicas; Jesús lo enseña indicando el remedio “en la oración y en el ayuno” (Mc 9, 29). Y el Apóstol sugiere la línea maestra a seguir: “No os dejéis vencer por el mal, sino venced al mal con el bien” (Rm 12, 21; cf. Mt 13, 29).

Con el conocimiento, por tanto, de las adversidades presentes en que se encuentran hoy las almas, la Iglesia y el mundo, trataremos de dar sentido y eficacia a la acostumbrada invocación de nuestra principal oración: 


“¡Padre nuestro... líbranos del mal!”...



Beato Pablo VI. Fragmentos de la Audiencia general del 15/11/1972


Por favor leer esta importante información:

Dogma Católico: ¡El infierno existe y podríamos ir ahí! - Padre Marcel Nault


Fuente - Texto tomado de CABALLEROS DE LA VIRGEN:
https://caballerosdelavirgen.org/espiritualidad/un-ser-vivo-pervertido-y-pervertidor