domingo, 16 de febrero de 2020

San Macario El Viejo - Monje - Año 390 - Fiesta 16 de febrero


Macario significa: feliz, bienaventurado.

Este santo nació en Egipto por el año 300. Pasó su niñez como pastor, y en las soledades del campo adquirió el gusto por la oración y por la meditación y el silencio.

Una mujer atrevida le inventó la calumnia de que el niño que iba a tener era hijo de Macario, el cual, según decía ella, la había obligado a pecar. La gente enardecida arrastró al pobre joven por las calles. Pero él le pidió al Señor en su oración que hiciera saber a todos la verdad, y sucedió que tal mujer empezó a sentir terribles dolores y no podía dar a luz, hasta que al fin contó a sus vecinos quién era el verdadero papá del niño. Entonces la gente se convenció de la inocencia de Macario y cambió su antiguo odio por una gran admiración a su humildad y a su paciencia.

Para huir de los peligros del mundo, Macario se fue a vivir en un desierto de Egipto, dedicándose a la oración, a la meditación y a la penitencia, y allí estuvo 60 años y fueron muchos los que se le fueron juntando para recibir de él la dirección espiritual y aprender los métodos para llegar a la santidad.

El obispo de Egipto ordenó de sacerdote a Macario para que pudiera celebrarles la misa a sus numerosos discípulos. Después fue necesario ordenar de sacerdotes a cuatro de sus alumnos para atender las cuatro iglesias que se fueron construyendo allí cerca donde él vivía, para los centenares de cristianos que se habían ido a seguir su ejemplo de oración, penitencia y meditación en el desierto. Macario quería cumplir aquella exigencia de Jesús:


"Si alguno quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo"

Y se dedicó a mortificar sus pasiones y sus apetitos. Estaba convencido de que nadie será puro y casto si no les niega de vez en cuando a sus sentidos algo de lo que estos piden y desean. Deseaba dominar sus pasiones y dirigir rectamente sus sentidos. Sentía la necesidad de vencer sus malas inclinaciones, y notó que el mejor modo para obtener esto era la mortificación y la penitencia. Como su carne luchaba contra su espíritu, se propuso por medio del espíritu dominar las pasiones de la carne. A quienes le preguntaban por qué trataba tan duramente a su cuerpo, les respondía:


"Ataco al que ataca mi alma"

Y si a alguno le parecían demasiadas sus mortificaciones le decía:


"Si supieras las recompensas que se consiguen mortificando las pasiones del cuerpo, nunca te parecerían demasiadas las mortificaciones que se hacen para conservar la virtud"

En aquellos desiertos, con 40 grados de temperatura y un viento espantosamente caliente y seco, no tomaba agua ni ninguna otra bebida durante el día. En un viaje al verlo torturado por la sed, un discípulo le llevó un vaso de agua, pero el santo le dijo:


"Prefiero calmar la sed, descansando un poco debajo de una palmera"

Y no tomó nada. Y a uno de sus seguidores les dijo un día:


"En estos últimos 20 años jamás he dado a mis sentidos todo lo que querían. Siempre los he privado de algo de lo que más deseaban"

Dominaba su lengua y no decía sino palabras absolutamente necesarias. A sus discípulos les recomendaba mucho que como penitencia guardaran el mayor silencio posible. Y les aconsejaba que en la oración no emplearan tantas palabras. Que le dijeran a Nuestro Señor:


"Dios mío, concédeme las gracias que Tú sabes que necesito"

Y que repitiera aquella oración del salmo:


"Dios mío, ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme"

Admirable era el modo como moderaba su genio y su carácter, de manera que la gente quedaba muy edificada al verlo siempre alegre, de buen genio y que no se impacientara por más que lo ofendieran o lo humillaran.

A un joven que le pedía consejos de cómo librarse de la preocupación del qué dirán los demás, lo mandó a un cementerio a que les dijera un montón de frases duras a los muertos. Cuando volvió le preguntó Macario:


"¿Qué te respondieron los muertos?"

"NO me respondieron nada"

Le dijo el joven.


"¡Entonces ahora vas y les dices toda clase de elogios y alabanzas!"

El muchacho se fue e hizo lo que el santo le había mandado, y éste volvió a preguntarle:


"¿Qué te respondieron los muertos?"

"¡Padre, nada me respondieron!"

"Pues mira", le dijo el hombre de Dios: "Tú tienes que ser como los muertos: ni entristecerte porque te critican y te insultan, ni enorgullecerte porque te alaban y te felicitan. Porque tú eres solamente lo que eres ante Dios, y nada más ni nada menos"




A uno que le preguntaba qué debía hacer para no dejarse derrotar por las tentaciones impuras le dijo:

"Trabaje más, coma menos, y no les conceda a sus sentidos y a sus pasiones el gusto al placer inmediato. Quien no se mortifica en lo lícito, tampoco se mortificará en lo ilícito"





El otro practicó estos consejos y conservó la castidad.

Macario le pidió a Dios que le dijera a qué grado de santidad había llegado ya, y Nuestro Señor le dijo:


"Que todavía no había llegado a ser como la de dos señoras casadas que vivían en la ciudad más cercana"

El santo se fue a visitarlas y a preguntarles qué medios empleaban para santificarse, y ellas le dijeron que los métodos que empleaban eran los siguientes:


"Dominar la lengua, no diciendo palabras inútiles o dañosas. Ser humildes, soportando con paciencia las humillaciones que recibían y la pobreza y los oficios sencillos que tenían que hacer. Ser siempre amables y muy pacientes, especialmente con sus maridos que eran muy malgeniados, y con los hijos rebeldes y los vecinos ásperos y poco caritativos. Y como medio muy especial le dijeron que se esmeraban por vivir todo el día en comunicación con Dios, ofreciéndole al Señor todo lo que hacían, sufrían y decían, todo para mayor gloria de Dios y salvación de las almas"
Los herejes arrianos que negaban que Jesucristo es Dios, desterraron a Macario y sus monjes a una isla donde la gente no creía en Dios. Pero allí el santo se dedicó a predicar y a enseñar la religión, y pronto los paganos que habitaban en aquellas tierras se convirtieron y se hicieron cristianos.

Cuando los herejes arrianos fueron vencidos, Macario pudo volver a su monasterio del desierto. Y sintiendo que ya iba a morir, pues tenía 90 años, llamó a los monjes para despedirse de ellos. Al ver que todos lloraban, les dijo:


"Mis buenos hermanos: lloremos, lloremos mucho, pero lloremos por nuestros pecados y por los pecados del mundo entero. Esas sí son lágrimas que aprovechan para la salvación"

Jesús dijo:


"Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados (Mt. 5)"


"Dichosos los que lloran y se afligen por sus propios pecados. Dichosos los que lloran por las ofensas que los pecadores le hacen a Dios. Lloremos arrepentidos en esta vida, para que no tengamos que ir a llorar a los tormentos eternos"



Y murió luego muy santamente. Llevaba 60 años rezando, ayunando, haciendo penitencia, meditando y enseñando, en el desierto.



San Macario: santo penitente
consíguenos de Dios
la gracia de hacer penitencia
por nuestros pecados en esta vida,
para no tener que ir a pagarlos
en los castigos de la eternidad


Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:

Lectura del Santo Evangelio Según San Mateo 5, 17-37




17. No penséis que Yo he venido a destruir la doctrina de la ley ni de los profetas: no he venido a destruirla, sino a darle su cumplimiento.

18. Que con toda verdad os digo que antes faltarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse perfectamente cuanto contiene la ley, hasta una sola jota o ápice de ella.

19. Y así, el que violare uno de estos mandamientos, por mínimos que parezcan, y enseñare a los hombres a hacer lo mismo, será tenido por el más pequeño, esto es, por nulo, en el reino de los cielos; pero el que los guardare y enseñare, ése será tenido por grande en el reino de los cielos.






20. Porque Yo os digo que si vuestra justicia no es más llena y mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

21. Habéis oído que se dijo a vuestros mayores: No matarás; y que quien matare será condenado a muerte en juicio.




22. Yo os digo más: quien quiera que tome ojeriza con su hermano, merecerá que el juez le condene. Y el que le llamare raca, merecerá que le condene el concilio. Mas quien le llamare fatuo, será reo del fuego del infierno.

23. Por tanto, si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas que tu hermano tiene alguna queja contra ti.

24. Deja allí mismo tu ofrenda delante del altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después volverás a presentar tu ofrenda.

25. Componte luego con tu contrario, mientras estás con él todavía en el camino; no sea que te ponga en manos del juez, y el juez te entregue en las del alguacil, y te metan en la cárcel.

26. Asegúrote de cierto que de allí no saldrás hasta que pagues el último maravedí.

27. Habéis oído que se dijo a vuestros mayores: No cometerás adulterio.





28. Yo os digo más: Cualquiera que mirare a una mujer con mal deseo hacia ella, ya adulteró en su corazón.

29. Que si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecar, sácale y arrójale fuera de ti; pues mejor te está el perder uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.





30. Y si es tu mano derecha la que te sirve de escándalo o incita a pecar, córtala y tírala lejos de ti; pues mejor te está que perezca uno de tus miembros, que no el que vaya todo tu cuerpo al infierno.

31. Hase dicho: Cualquiera que despidiere a su mujer, déle libelo de repudio.

32. Pero Yo os digo, que cualquiera que despidiere a su mujer, si no es por causa de adulterio, la expone a ser adúltera; y el que se casare con la repudiada, es así mismo adúltero.





33. También habéis oído que se dijo a vuestros mayores: No jurarás en falso, antes bien cumplirás los juramentos hechos al Señor.





34. Yo os digo más: Que de ningún modo juréis, sin justo motivo, ni por el cielo, pues el trono de Dios.

35. Ni por la tierra, pues es la peana de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad o corte del gran rey.

36. Ni tampoco juraréis por vuestra cabeza, pues no está en vuestra mano el hacer blanco o negro un solo cabello.

37. Sea, pues, vuestro modo de hablar, sí, sí; o no, no: que lo que pasa de esto, de mal principio proviene.



Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús