miércoles, 5 de febrero de 2020

Cristo fundó una sola Iglesia: La Iglesia Católica - Pruebas bíblicas e históricas



Cristo fundó una sola Iglesia:

LA IGLESIA CATÓLICA

Pruebas bíblicas e históricas


Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre dio su vida en la Cruz para salvar a los hombres del pecado y el poder del demonio.




Fundó su Iglesia para continuar su obra de salvación. Única y exclusivamente a esta Iglesia que Él mismo fundó, confió su misión, su Evangelio, su autoridad y sus poderes divinos para predicar, bautizar, hablar en su nombre y salvar a los hombres. Sin embargo, dieciséis siglos después de Cristo, Martín Lutero, un sacerdote católico excomulgado, inventó la teoría de la libre interpretación de la Biblia. Este libre examen produjo unas 36.000 sectas diferentes y opuestas, que sin ningún derecho se apropiaron del Evangelio, utilizándolo contra la legítima Iglesia. Para hacerse aceptar, todas estas sectas pretenden ser de Jesucristo. Hoy en día muchos fundan "su iglesia" y "predican la Biblia" a su modo, haciendo "discípulos" y sembrando confusión y división entre los católicos ignorantes.

¿Sería fruto del Espíritu Santo de Cristo todo esto? ¿Reconoce Cristo a estas 36.000 iglesias como suyas o las rechaza puesto que Él no las fundó y a nadie dio autoridad para fundarlas? Frente a la confusión y desorientación provocadas por las sectas y los falsos profetas, para no dejarse engañar y perderse eternamente (Mateo 7, 15-23). ¿Como saber con certeza cuál es la verdadera Iglesia que Cristo fundó? Este asunto necesita de reflexión, mucha buena voluntad y humildad.


Cristo Fundó la Iglesia Católica




Toda persona que es lógica y cree en lo que dice la Biblia y quiere hacer la voluntad de Dios, debería aceptar los principios siguientes:

1. Cristo no escribió una Biblia, sino que fundó una Iglesia: formó hombres y los mandó a hablar y actuar en su Nombre (II Timoteo 2, 2; Lucas 10,16; Mateo 28,19; Juan 20,19-23).

2. La Iglesia que Cristo fundó debe necesariamente tener 21 siglos de existencia, puesto que Cristo vivió hace más de 2.000 años en esta tierra.

3. Únicamente la Iglesia que tiene 21 siglos es la Iglesia fundada por Cristo; es la iglesia legítima, la que escribió la Biblia, la que recibió el Espíritu Santo, la que salva.




4. Ahora bien, la historia nos dice que la Iglesia Católica, es decir, la Iglesia cristiana universal, es la única Iglesia que tiene 21 siglos, y que esta misma Iglesia viene de los Apóstoles, a través de sus legítimos sucesores. Desde San Pedro, martirizado en el año 67 en Roma por el emperador romano Nerón, hasta el Papa Benedicto XVI (nota: hoy es el Papa Francisco), esta Iglesia tiene un jefe representante de Cristo en la tierra y sucesor legítimo de San Pedro, ahora llamado Papa.

5. Únicamente la Iglesia Católica y Apostólica, que ha tenido 265 Papas (266 incluyendo al Papa Francisco), puede proporcionarnos una lista de sus jefes, desde San Pedro hasta el Papa actual.

Ninguna otra iglesia puede ofrecernos esta lista de la sucesión apostólica. Si no puede mostrarnos esta escritura, significa que fue fundada después; y si fue fundada después, no es una iglesia legítima, ni verdadera ni bíblica; no puede ser obra de Cristo, esta "iglesia" fundada por supuestos profetas, no puede predicar correcta y legítimamente el Evangelio, ni santificar, ni salvar, aunque afirme a la ligera ser de Cristo (Mateo 7, 15-23). Es un instrumento de perdición que confunde la gente, ya que Cristo afirma que: "Surgirán muchos falsos profetas y extraviarán a muchos" (Mateo 24,11). Es lo que está pasando hoy con la multiplicación de las sectas.

6. Cristo, por ser Dios, no puede equivocarse ni engañarnos: prometió a sus Apóstoles y a sus sucesores que Él estaría con ellos hasta el fin del mundo y que las fuerzas del mal no podrían prevalecer contra su Iglesia (Mateo 28, 17-19; 16, 18) Por consiguiente, pretender que la Iglesia verdadera se acabó en el siglo cuarto y que el emperador Constantino "fundó la Iglesia Católica" es antibíblico y antihistórico; es una afirmación indigna de un hombre sensato.

7. Los que inventan supuestas iglesias desobedecen a Cristo y a sus legítimos representantes a quienes Él dijo: "Quien a vosotros escucha, a Mí me escucha y quien a vosotros rechaza, me rechaza a Mí; ahora bien, quien me rechaza a Mí rechaza a Aquel que me envió" (Lucas 10, 16).

8. Iglesia Católica y Biblia son inseparables. Rechazar la Iglesia Católica y Apostólica y servirse de la Biblia, que esta misma Iglesia nos transmitió durante dieciséis siglos, es algo ilógico. Cristo por ser Dios, es sabio y prudente, no dejó la Biblia como una manzana de la discordia entre sus discípulos. Fundó una Iglesia, dejó un representante, que fue San Pedro y sus legítimos sucesores, para predicar, interpretar y defender su Evangelio contra los manipuladores de la Biblia (II Pedro 1, 20; Gal. 1, 8; II Cor. 11, 13-14). La Biblia en manos de los fundadores de sectas, no puede defenderse, no tiene boca para desmentir las falsas interpretaciones e injustas acusaciones.

9. La Iglesia verdadera necesariamente es UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA. Debe tener 2.000 años; debe tener la misma fe, la misma moral, la misma autoridad mediante la legítima sucesión apostólica y la misma enseñanza, desde Cristo hasta hoy. Ahora bien, aparte de la Iglesia Católica, ninguna de las 36.000 iglesias protestantes cumple con estas condiciones (Juan 17, 20).


La Biblia nos habla de una Iglesia




San Pedro, después de haber declarado que Cristo es el Hijo de Dios vivo, recibe del propio Cristo esta respuesta: "Yo te digo que tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré MI IGLESIA, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que atares sobre la tierra, será atado en los cielos, y lo que desatares sobre la tierra, será desatado en los cielos" (Mateo 16, 17-19).

Nuestro Señor dice mi Iglesia, no dice mis iglesias. Aunque la Iglesia esté en el mundo entero, es una. Jamás de los jamases nuestro Señor habla de varias iglesias. Al contrario, nos advierte de no dejarnos engañar y extraviar por supuestos profetas que hacen su negocio con la Biblia.


La Iglesia debe ser católica y apostólica


Así como Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2, 5), así la Iglesia Católica es la única Iglesia que conduce a Jesucristo, puesto que ella sola fue fundada por Él, para continuar su obra. Ella sola recibió al Espíritu Santo y la promesa de ser asistida por Él hasta el fin del mundo (Hechos 1, 8; Mateo 28, 20); ella sola es "la Iglesia del Dios viviente, columna y sostén de la verdad" (I Timoteo 3, 15); ella sola es la Iglesia de la cual habla la Biblia. Separarse de ella es renunciar a Cristo. Que esta Iglesia tenga hijos ministros buenos o malos es otro asunto.

Cristo, Pontífice y Sacerdote supremo del Nuevo Testamento (Hebreos 4 y 5), formó a los Apóstoles y les comunicó sus poderes. Los Apóstoles que son los enviados y depositarios exclusivos de la autoridad de Cristo, antes de morir dejaron sucesores legítimos, esto es, formaron otros presbíteros y obispos, a quienes dieron el poder y la misión de predicar conforme la Fe que ellos recibieron, predicaron y transmitieron (II Timoteo 2, 2). Desde el siglo I hasta el XXI, siempre la Iglesia Católica tuvo sacerdotes, obispos y papas. Ella sola tiene esta sucesión apostólica legítima. San Pablo escribe a su discípulo, el obispo Tito: "Te he dejado en Creta (isla griega) para que arregles las cosas que faltan y para que constituyas presbíteros en cada ciudad como yo te ordené" (Tito 1, 5). Los presbíteros son los sacerdotes. El mismo San Pablo dice a los fieles de la ciudad de Corinto: "Os alabo porque observáis las tradiciones conforme os las he transmitido" (I Cor. 11, 2). "Mantened firmemente las tradiciones en que fuisteis adoctrinados, ya sea de viva voz ya sea por carta nuestra" (II Tesalonicenses 2, 15). Una secta que nació 2.000 años después no ha visto nada, no recibió nada, no escuchó nada, no tiene ninguna tradición apostólica.

La palabra tradición viene del latín; significa "transmisión" y "entrega" del mensaje de Cristo, comunicado oralmente o por escrito (II Juan 12; III Juan 13). Por ejemplo por la Tradición sabemos que hay cuatro evangelios canónicos. En la Iglesia Católica, los fieles con sus presbíteros observaron lo que fue transmitido, y ellos lo transmitieron, bajo la vigilancia de los obispos, a la generación siguiente; así fue desde el siglo I hasta hoy.

La más antigua secta protestante fue fundada por Martín Lutero, 1521 años después de Cristo. Ahora bien, los protestantes, que nacieron dieciséis siglos después de los Apóstoles, nunca los conocieron ni los escucharon ni recibieron una Biblia de ellos. De ninguna manera pueden saber la correcta interpretación de la Biblia, que es el libro Sagrado de la Iglesia Católica y Apostólica. San Pablo dice: "Aún cuando nosotros mismos, aún cuando un ángel del cielo os anuncie un evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea maldito. Lo dijimos ya, y ahora vuelvo a decirlo: Si alguno os predica un evangelio distinto del que recibisteis, sea anatema." (Gálatas 1, 8-9). Toda interpretación de la Biblia que contradice la Fe católica y apostólica de 2.000 años es un evangelio distinto. Todas las sectas, incluso las "evangélicas" predican por desgracia un evangelio diferente del que predicaron los Apóstoles y sus legítimos sucesores.

Hablando de los predicadores no autorizados por la legítima Iglesia, San Pablo dice: "Esos tales son falsos apóstoles, obreros engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. No es maravilla, ya que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. No es mucho, pues, que también sus ministros se disfracen de ministros de justicia; su fin será el que corresponde a sus obras" (II Cor 11, 13-14).





Esto es algo tremendo e increíble. Sin embargo Cristo dijo: "Se levantarán muchos falsos profetas que engañaran a muchos [...] y obrarán grandes señales y prodigios..." (Mateo 24, 11 ,24). Los falsos profetas harán incluso falsos milagros.


La Iglesia debe ser apostólica




Cristo mandó a sus Apóstoles y sucesores anunciar su Evangelio (Mateo 28, 20). Los Apóstoles predicaron y dejaron representantes. San Pablo escribe a Timoteo, a quien consagró Obispo: "Lo que oíste de mí transmítelo a hombres fieles, los cuales serán aptos para enseñarlo a otros" (II Timoteo 2, 2). En la Iglesia Católica, desde San Pablo los obispos transmitieron a otros obispos lo recibido y los dejaron como guardianes de este depósito de la Fe (I Timoteo 6, 20) para evitar el robo y la confusión. Las palabras Iglesia y Católica vienen del griego y significan la asamblea universal de todos los fieles cristianos. Decir católico y decir cristiano es la misma cosa. "La iglesia, dijo San Agustín, es el pueblo cristiano esparcido por toda la redondez de la tierra".Desde el año 107, San Ignacio mártir, segundo Obispo de Antioquía de Siria, después de San Pedro, utilizó el término Iglesia Católica.

Los rusos y griegos "ortodoxos", por ejemplo, se separaron de la Iglesia Católica en el año 1054. Los protestantes y los evangélicos empezaron con Martín Lutero a partir de 1521. Los anglicanos fueron fundados en 1534 por el rey de Inglaterra, Enrique VIII, porque el Papa no le permitió divorciarse. Todas las demás sectas nacieron de la revolución luterana. Los Testigos de Jehová fueron fundados en Estados Unidos en 1871 por Charles Taze Russell; los Mormones en 1830 por Joseph Smith; los de la supuesta "Luz del mundo" en 1926 por Eusebio Joaquín González, en México. Los que se llaman "cristianos" son protestantes disfrazados. De todas estas sectas, ninguna tiene veintiún siglos, ninguna viene de los Apóstoles. Ahora bien, si Cristo no las fundó ¿Qué garantía de veracidad y legitimidad pueden tener? Absolutamente ninguna. Al contrario, la Biblia, la historia, el sentido común y la justicia las condenan como usurpadoras de misión y función (Jeremías 23, 21, 25; Mateo 7,15-23).





En conclusión, Nuestro Señor Jesucristo, el fundador de la Iglesia Católica, nos advierte: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas; mas por dentro son lobos feroces... No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; mas el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, éste entrará en el reino de los cielos. Muchos me dirán en aquel día (del Juicio): Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu nombre, en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre obramos muchos prodigios? Y entonces les declararé: nunca jamás os conocí; apartaos de mí los que obráis la iniquidad" (Mateo 7, 15-23).

En la crisis actual muchos de buena fe siguen a las sectas, pero pensando estudiar la Biblia pierden la verdadera fe cristiana. Se separaron de la Iglesia de Cristo para seguir ilegítimas que no tienen la autentica interpretación de la Biblia, ni legítimos ministros y que no pueden salvar. La solución es regresar a la Iglesia fundada por Cristo mismo, la que es Una, Santa, Católica y Apostólica.


Fuente - Texto tomado de OLRL.ORG:
www.olrl.org/Spanish.shtml

San Pablo Miki y Compañeros - Mártires del Japón - Fiesta Febrero 6




"Llegado a este momento final de mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico"


Fueron 26, martirizados el mismo día, 5 de febrero del año 1597. En el año 1549 San Francisco Javier llegó al Japón y convirtió a muchos paganos.

Ya en el año 1597 eran varios los miles de cristianos en aquel país. Y llegó al gobierno un emperador sumamente cruel y vicioso, el cual ordenó que todos los misioneros católicos debían abandonar el Japón en el término de seis meses. Pero los misioneros, en vez de huir del país, lo que hicieron fue esconderse, para poder seguir ayudando a los cristianos. Fueron descubiertos y martirizados brutalmente. Los que murieron en este día en Nagasaki fueron 26: tres jesuitas, seis franciscanos y 16 laicos católicos japoneses, que eran catequistas y se habían hecho terciarios franciscanos.

Los mártires jesuitas fueron: San Pablo Miki, un japonés de familia de la alta clase social, hijo de un capitán del ejército y muy buen predicador, San Juan Goto y Santiago Kisai, dos hermanos coadjutores jesuitas. Los franciscanos eran: San Felipe de Jesús, un mexicano que había ido a misionar al Asia. San Gonzalo García que era de la India, San Francisco Blanco, San Pedro Bautista, superior de los franciscanos en el Japón y San Francisco de San Miguel.

Entre los laicos estaban: un soldado: San Cayo Francisco; un médico: San Francisco de Miako; un Coreano: San Leon Karasuma, y tres muchachos de trece años que ayudaban a misa a los sacerdotes: los niños: San Luis Ibarqui, San Antonio Deyman, y San Totomaskasaky, cuyo padre fue también martirizado.

A los 26 católicos les cortaron la oreja izquierda, y así ensangrentados fueron llevados en pleno invierno a pie, de pueblo en pueblo, durante un mes, para escarmentar y atemorizar a todos los que quisieran hacerse cristianos.




Al llegar a Nagasaki les permitieron confesarse con los sacerdotes, y luego los crucificaron, atándolos a las cruces con cuerdas y cadenas en piernas y brazos y sujetándolos al madero con una argolla de hierro al cuello. Entre una cruz y otra había la distancia de un metro y medio.

La Iglesia Católica los declaró santos en 1862. Testigos de su martirio y de su muerte lo relatan de la siguiente manera:


"Una vez crucificados, era admirable ver el fervor y la paciencia de todos. Los sacerdotes animaban a los demás a sufrir todo por amor a Jesucristo y la salvación de las almas. El Padre Pedro estaba inmóvil, con los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín cantaba salmos, en acción de gracias a la bondad de Dios, y entre frase y frase iba repitiendo aquella oración del salmo 30: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". El hermano Gonzalo rezaba fervorosamente el Padre Nuestro y el Avemaría"


Al Padre Pablo Miki le parecía que aquella cruz era el púlpito o sitio para predicar más honroso que le habían conseguido, y empezó a decir a todos los presentes (cristianos y curiosos) que él era japonés, que pertenecía a la compañía de Jesús, o sociedad de los Padres Jesuitas, que moría por haber predicado el evangelio y que le daba gracias a Dios por haberle concedido el honor tan enorme de poder morir por propagar la verdadera religión de Dios. A continuación añadió las siguientes palabras:



"Llegado a este momento final de mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico. Y como mi Señor Jesucristo me enseñó con sus palabras y sus buenos ejemplos a perdonar a los que nos han ofendido, yo declaro que perdono al jefe de la nación que dio la orden de crucificarnos, y a todos los que han contribuido a nuestro martirio, y les recomiendo que ojalá se hagan instruir en nuestra santa religión y se hagan bautizar"

Luego, vueltos los ojos hacia sus compañeros, empezó a darles ánimos en aquella lucha decisiva; en el rostro de todos se veía una alegría muy grande, especialmente en el del niño Luis; éste, al gritarle otro cristiano que pronto estaría en el Paraíso, atrajo hacia sí las miradas de todos por el gesto lleno de gozo que hizo. El niño Antonio, que estaba al lado de Luis, con los ojos fijos en el cielo, después de haber invocado los santísimos nombres de Jesús, José y María, se puso a cantar los salmos que había aprendido en la clase de catecismo. A otros se les oía decir continuamente:

"Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía"

Varios de los crucificados aconsejaban a las gentes allí presentes que permanecieran fieles a nuestra santa religión por siempre. Luego los verdugos sacaron sus lanzas y asestaron a cada uno de los crucificados dos lanzazos, con lo que en unos momentos pusieron fin a sus vidas.

El pueblo cristiano horrorizado gritaba:


¡Jesús, José y María!


Fuente - Texto tomado de EWTN:
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Pablo_Miki.htm

Santa Águeda - Virgen y Mártir - Año 251 - Fiesta Febrero 5


Águeda significa "la buena", "la virtuosa"

Un himno latino sumamente antiguo canta así:

"Oh Águeda: tu corazón era tan fuerte que logró aguantar que el pecho fuera destrozado a machetazos y tu intercesión es tan poderosa, que los que te invocan cuando huyen al estallar el volcán Etna, se logran librar del fuego y de la lava ardiente, y los que te rezan, logran apagar el fuego de la concupiscencia"

Águeda nació en Catania, Sicilia, al sur de Italia, hacia el año 230. Como Santa InésSanta Cecilia y Santa Lucía, decidió conservarse siempre pura y virgen, por amor a Dios.

Santa Águeda poseía todo lo que una joven suele desear: una familia distinguida y belleza extraordinaria. Pero atesoraba mucho más que todo: su fe en Jesucristo.

En tiempos de la persecución del tirano emperador Decio (250-253), el gobernador Quinciano se propone enamorar a Águeda, pero ella le declara que se ha consagrado a Cristo.



Las propuestas del senador fueron resueltamente rechazadas por la joven virgen, que ya se había comprometido con otro esposo: Jesucristo.



Quintianus no se dio por vencido y la entregó en manos de Afrodisia, una mujer malvada, con la idea de que ésta la sedujera con las tentaciones del mundo. Para hacerle perder la fe y la pureza el gobernador la hace llevar a una casa de mujeres de mala vida y estarse allá un mes, pero nada ni nadie logra hacerla quebrantar el juramento de virginidad y de pureza que le ha hecho a Dios. Pero sus malas artes se vieron fustigadas por la virtud y la fidelidad a Cristo que demostró Santa Águeda.

Allí, en esta peligrosa situación, Águeda repetía las palabras del Salmo 16:

"Señor Dios: defiéndeme como a las pupilas de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me atacan, de los enemigos mortales que asaltan"

Quintianus entonces, poseído por la ira, torturó a la joven virgen cruelmente, hasta llegar a ordenar que se le corten los senos, destrozar el pecho a machetazos y azotarla cruelmente. Es famosa respuesta de Santa Águeda:

"Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?"

Pero esa noche la santa fue consolada con una visión de San Pedro quien, milagrosamente se le aparece, la anima a sufrir por Cristo y la sanó de sus heridas. Al encontrarla curada al día siguiente, el tirano le pregunta:

"¿Quién te ha curado?"

Ella responde:

"He sido curada por el poder de Jesucristo"

El malvado le grita:

"¿Cómo te atreves a nombrar a Cristo, si eso está prohibido?"

Y la joven le responde:





"Yo no puedo dejar de hablar de Aquél a quien más fuertemente amo en mi corazón"

Entonces el perseguidor la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes, y ella mientras se quemaba iba diciendo en su oración:

"Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora en tus brazos mi alma"

Y diciendo ésto expiró. Era el 5 de febrero del año 251. Desde los antiguos siglos los cristianos le han tenido una gran devoción a Santa Águeda, y muchísimos y muchísimas le han rezado con fe para obtener que ella les consiga el don de lograr dominar el fuego de la propia concupiscencia o inclinación a la sensualidad. Desde la antigüedad su culto se extendió por toda la Iglesia y su nombre fue introducido en el Canon romano.




Según la tradición, en una erupción del volcán Etna, ocurrida un año después del martirio de Santa Águeda (c. 250), la lava se detuvo milagrosamente al pedir los pobladores del área la intercesión de la santa mártir. Por eso la ciudad de Catania la tiene como patrona y las regiones aledañas al Etna la invocan como patrona y protectora contra fuego, rayos y volcanes. Además de estos elementos, la iconografía de Santa Águeda suele presentar la palma (victoria del martirio), y algún símbolo o gesto que recuerde las torturas que padeció.

Tanto Catania como Palermo reclaman el honor de ser la cuna de Santa Águeda. La Iglesia de Santa Águeda en Roma tiene una impresionante pintura de su martirio sobre el altar mayor.





Propósito
Dígamosle a Dios:


"Señor, aquí están todas mis concupiscencias y malas inclinaciones. Mi vida se puede convertir fácilmente en un desorden. Toma en tus manos estas mis malas inclinaciones y cálmalas y cúralas, Tú que curaste las heridas de tu sierva Águeda y le diste fortaleza para resistir al fuego. Creo que el poder y la bondad de mi Dios podrán obtener lo que mis pobres fuerzas no han logrado. Dios puede mejorar radicalmente mi personalidad. ¿Cuántas veces pondré en manos de Dios mis concupiscencias y malas inclinaciones para que Él las cure y las calme? ¿Cuántas veces cada día?"


Fuente - Texto tomado de EWTN:

San Felipe de Jesús - Mártir (1572 - 1597) - Fiesta Febrero 5



Felipe nació en la ciudad de México en el año 1572, hijo de honrados inmigrantes españoles. En su niñez se caracterizó por su índole inquieta y traviesa. Se cuenta que su aya, una buena negra cristiana, al comprobar las diarias travesuras de Felipillo, solía exclamar, con la mirada fija en una higuera seca que, en el fondo del jardín, levantaba a las nubes sus áridas ramas:

"Antes la higuera seca reverdecerá, que Felipe llegue a ser santo"

El chico no tenía madera de santo. Pero un buen día entró en el noviciado de los franciscanos dieguinos; más no pudiendo resistir la austeridad, otro buen día se escapó del convento. Regresó a la casa paterna y ejerció durante algunos años el oficio de platero, si bien con escasas ganancias; por lo que su padre, Alonso de las Casas, lo envió a las islas Filipinas a probar fortuna. Felipe contaba ya para entonces 18 años. Se estableció en el emporio de artes, riquezas y placeres que era en esos tiempos la ciudad de Manila. Nuestro joven gozó por un tiempo de los deslumbrantes atractivos de aquella ciudad, pero pronto se sintió angustiado: el vacío de Dios se dejó sentir muy hondo, hasta las últimas fibras de su ser; en medio de aquel doloroso vacío, volvió a oír la tenue llamada de Cristo:




"Si quieres venir en pos de Mí, renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme" (Mt. 16, 24)

Y Felipe volvió a tomar la cruz: entró con los franciscanos de Manila y ahora sí tomó muy en serio su conversión... oró mucho, estudió, cuidó amorosamente a los enfermos y necesitados, y un buen día le anunciaron que ya podía ordenarse sacerdote, y que, por gracia especial, esa ordenación tendría lugar precisamente en su ciudad natal, en México. Se embarcó juntamente con Fray Juan Pobre y otros franciscanos rumbo a la Nueva España; pero una gran tempestad arrojó el navío a las costas de Japón, entonces evangelizado, entre otros, por Fray Pedro Bautista y algunos Hermanos de la provincia franciscana de Filipinas. Felipe se sintió dichoso: ahora podría ahondar más en su conversión esforzándose por convertir a muchos japoneses.

Las conversiones en Japón aumentaban día a día; pero entonces estalló la persecución de Taicosama contra los franciscanos y sus catequistas. Nuestro Felipe, por su calidad de náufrago hubiera podido evitar honrosamente la prisión y los tormentos, como habían hecho Fray Juan Pobre y otros compañeros de naufragio. Pero Felipe rechazó esa manera fácil de rehuir su actividad. Quería convertirse siempre más a fondo, hasta abrazarse del todo con la cruz de Cristo. Siguió, pues, hasta el último suplicio a San Pedro Bautista y demás misioneros franciscanos que desde hacía años evangelizaban el Japón. Felipe, juntamente con ellos, fue llevado en procesión por algunas de las principales ciudades para que se burlaran de él. Sufrió pacientemente que le cortaran, como a todos los demás, una oreja, y, finalmente en Nagasaki, en compañía de otros 21 franciscanos, cinco de la Primera Orden y 15 de la Tercera Orden, además de tres jóvenes jesuitas, se abrazó a la cruz de la cual fue colgado, suspendido mediante una argolla y atravesado por dos lanzas. Felipe fue el primero en morir en medio de todos aquellos gloriosos mártires. Sus últimas palabras fueron:

"Jesús, Jesús, Jesús"

Felipe se había convertido plena y totalmente a Cristo. Era el 5 de febrero de 1597. Cuenta la leyenda que ese mismo día la higuera seca de la casa paterna reverdeció de pronto y dio fruto. Felipe fue beatificado, juntamente con sus compañeros de cruento martirio, el 14 de septiembre de 1627, y canonizado el 8 de junio de 1862. Felipe, el joven que supo convertirse hasta dar la vida por Cristo, ha sido declarado patrono de la Ciudad de México y de su arzobispado.


Fuente - Texto tomado de EWTN: