jueves, 23 de enero de 2020

San Francisco de Sales - Obispo y Doctor de la Iglesia - El Santo de la Amabilidad - Fiesta Enero 24

Obispo de Ginebra
Doctor de la Iglesia
Cofundador de la Congregación de la Visitación
El santo de la amabilidad


Durante toda su vida sería su patrono San Francisco de Asís. Guiado por su madre se trazó unos buenos propósitos como recuerdo de su Primera Comunión:

  1. Cada mañana y cada noche rezaré algunas oraciones.
  2. Cuando pase por el frente de una Iglesia entraré a visitar a Jesús Sacramentado, si no hay una razón grave que me lo impida.
  3. Siempre y en toda ocasión que me sea posible ayudaré a las gentes más pobres y necesitadas.
  4. Leeré libros buenos, especialmente Vidas de Santos.




Durante toda su vida procuró ser enteramente fiel a estos propósitos.


La más terrible tentación
de su juventud






Vivir en gracia de Dios en aquellos ambientes no era nada fácil. Sin embargo, Francisco supo alejarse de toda ocasión peligrosa y de toda amistad que pudiera llevarle a ofender a Dios, y logró conservar así el alma incontaminada y admirablemente pura. Francisco tenía 18 años.

Su carácter era muy inclinado a la ira, y muchas veces la sangre se le subía a la cara ante ciertas burlas y humillaciones, pero lograba contenerse de tal manera que muchos llegaban hasta imaginarse que a Francisco nunca le daba mal genio por nada. Pero entonces el enemigo del alma, al ver que con las pasiones más comunes no lograba derrotarlo, dispuso atacarlo por un nuevo medio más peligroso y desconocido.

Empezó a sentir en su cerebro el pensamiento constante y fastidioso de que se iba a condenar, que se tenía que ir al infierno para siempre. La herejía de la Predestinación, que predicaba Calvino y que él había leído, se le clavaba cada vez más en su mente y no lograba apartarla de allí. Perdió el apetito y ya no dormía. Estaba tan impresionantemente flaco y temía hasta enloquecer. Lo que más le atemorizaba no eran los demás sufrimientos del infierno, sino que allá no podría amar a Dios.

El Señor permitiéndole la tentación le da la salida. El primer remedio que encontró fue decirle al Señor:


"Oh mi Dios, por tu infinita Justicia tengo que irme al infierno para siempre, concédeme que allá yo pueda seguirte amando. No me interesa que me mandes todos los suplicios que quieras, con tal de que me permitas seguirte amando siempre"

Esta oración le devolvió gran parte de paz a su alma.

Pero el remedio definitivo, que le consiguió que esta tentación jamás volviese a molestarle fue al entrar a la Iglesia de San Esteban en París, y arrodillarse ante una imagen de la Santísima Virgen y rezarle la famosa oración de San Bernardo:

"Acuérdate Oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que hayas abandonado a ninguno de cuantos han acudido a tu amparo, implorando tu protección y reclamando tu auxilio. Animado con esta confianza, también yo acudo a Ti, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu soberana presencia. No desprecies mis súplicas, Madre del Verbo Divino, antes bien, óyelas y acógelas benignamente. Amén"

Al terminar de rezar esta oración, se le fueron como por milagro todos sus pensamientos de tristeza y de desesperación, y en vez de los amargos convencimientos de que se iba a condenar, le vino la seguridad de que:


"Dios envió al mundo a su Hijo no para condenarlo, sino para que los pecadores se salven por medio de Él. Y el que cree no será condenado" (Juan 3: 17)

Esta prueba le sirvió mucho para curarse de su orgullo y también para saber comprender a las personas en crisis y tratarlas con bondad. San Francisco de Sales expiró dulcemente, a los 56 años de edad, el 28 de diciembre de 1622, fiesta de los Santos Inocentes. Su última palabra fue el nombre de "JESÚS". Había sido obispo por 21 años.




Después de su muerte



Se cuenta que al hacerle la autopsia, le encontraron:


  • Su hígado: Endurecido como una piedra. Ésto se explica por la enorme violencia que tuvo que hacerse este hombre de fuerte carácter para hacerse y aparecer amable, delicado y bondadoso en el trato.
  • La hiel: Dice Monseñor Camus que al sacarle la hiel la encontraron convertida en 33 piedrecitas, señal de los esfuerzos tan heroicos que había tenido para vencer su temperamento, tan inclinado a la cólera y al mal genio y llegar a ser el santo de la amabilidad.
  • Reliquias: Todos en Lyon querían un recuerdo del santo; sus ropas fueron partidas en miles de pedacitos para darle a cada cual alguna reliquia.
  • El corazón: Dentro de un estuche de plata fue llevado el corazón del gran Obispo al convento de las Hermanas de la Visitación en Lyon, y guardado allí como un tesoro.
  • Expuesto al público: Una vez embalsamado, el cuerpo de Monseñor Francisco de Sales fue vestido con sus ornamentos episcopales, y trasladado en un ataúd para sus funerales en la Iglesia de la Visitación. Estuvo expuesto para veneración de los fieles por dos días.

Inmediatamente que llegó su cadáver a Annecy y fue sepultado, empezaron a ocurrir milagros por la intercesión del santo, lo que llevó a la Santa Sede a abrir su causa de Beatificación en 1626.


¿Qué sucedió el día
que abrieron su tumba?






En 1632 se hizo la exhumación del cadáver de Francisco de Sales para saber cómo estaba. Abrieron su tumba los comisionados de la Santa Sede acompañados de las monjas de la Visitación. Cuando levantaron la lápida, apareció el santo igual que cuando vivía. Su hermoso rostro conservaba la expresión de un apacible sueño. Le tomaron la mano y el brazo estaba elástico (llevaba 10 años de enterrado). Del ataúd salía una extraordinaria y agradable fragancia. Toda la ciudad desfiló ante su santo Obispo que apenas parecía dormido.

Por la noche cuando todos los demás se hubieron ido, la Madre de Chantal volvió con sus religiosas a contemplar más de cerca y con más tranquilidad y detenimiento el cadáver de su venerado fundador. Más a causa de la prohibición de las autoridades no se atrevió a tocarle ni a besar sus hermosas manos pálidas. Pero al día siguiente, los enviados de la Santa Sede le dijeron que la prohibición para tocarlo no era para ella, y entonces se arrodilló junto al ataúd, se inclinó hacia el santo, le tomó la mano y se la puso sobre la cabeza como para pedirle una bendición. Todas las hermanas vieron cómo aquella mano parecía recobrar vida y moviendo los dedos, suavemente oprimió y acarició la humilde cabeza inclinada de su discípula preferida y santa.

Todavía hoy, en Annecy, las hermanas de la Visitación conservan el velo que aquel día llevaba en la cabeza la Madre Juana Francisca. San Francisco fue beatificado por el Papa Alejandro VII en el 1661, y el mismo Papa lo canonizó en el 1665, a los 43 años de su muerte.


Fuente - Texto tomado de CATÓLICO.ORG:
Fuente - Texto tomado de EWTN:

¡Espeluznante! - Visión del Infierno - Por Sor Josefa Menéndez (desde 1921 a 1923)




El infierno de Sor Josefa Menéndez



Jesucristo se le apareció a menudo durante los años 1921, 1922 y 1923 a la hermana Josefa Menéndez, una monja de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús.

Sus Memorias están publicadas en un libro de más de 500 páginas titulado: El Camino del Amor Divino.

En este Libro se explica "el empeño de Jesús en salvar nuestras almas por el encuentro con Su amor antes de 'la aproximación de los últimos días del mundo'".





En la vida de Sor Josefa tuvo lugar un fenómeno muy raro en la vida de los santos: conocer en carne propia los sufrimientos del infierno.

Dios permitió al diablo que la bajase hasta el infierno. Allá, pasa largas horas, algunas veces una noche entera, en una indescriptible agonía. A pesar de que fue llevada al infierno más de un centenar de veces, a ella le parece que cada vez es la primera, y cada una le semeja tan larga como una eternidad. Soporta todas las torturas del infierno, con una sola excepción: el odio a Dios. No fue el menor de estos tormentos oír las estériles confesiones de los condenados, sus gritos de odio, de dolor y de desesperación. A pesar de todo, cuando tras una larga espera vuelve a la vida, destrozada y agotada, con su cuerpo agonizante por el dolor, ella no se fija en el sufrimiento, por muy severo que sea, si con ello consigue salvar un alma de aquella espeluznante caverna de tormentos.

A medida que empieza a respirar mejor, su corazón estalla de alegría al saber que aún puede amar al Señor. Sor Josefa escribe con gran reticencia sobre el tema del infierno. Ella lo hizo solamente para conformar los benditos deseos de Nuestro Señor.


Nuestra Señora le dijo el 25 de octubre de 1922: 




"Todo lo que Jesús te da a ver y a sufrir de los tormentos del infierno es para que puedas hacerlos conocer al mundo. Por lo tanto, olvídate enteramente de ti misma, y piensa en la gloria de la salvación de las almas".


Ella repetidamente testifica sobre el mayor tormento del infierno:

"Una de estas almas condenadas gritó con desesperación:

"Esta es mi tortura... que deseo amar, y no puedo hacerlo; no hay nada que salga de mi excepto odio y desesperación. Si uno de nosotros pudiese hacer tanto como un simple acto de amor... esto ya no sería el infierno, pero no podemos. Vivimos en el odio y la malevolencia" (23 de marzo de 1922).

Otro de estos desgraciados dijo: "El mayor de estos tormentos aquí es que no podemos amar a Dios. Mientras tenemos hambre de amor, estamos consumidos con el deseo de Él, pero ya es demasiado tarde".

Ella registra también las acusaciones hechas contra sí mismos por estas infelices almas:

"Algunos gimen a causa del fuego que quema sus manos. Quizás ellos eran ladrones, porque dicen: "¿Donde está nuestro botín ahora?... Malditas manos... ¿Por qué deseé poseer lo que no era mio... y que en cualquier caso, sólo podría haber poseído por unos pocos días?"

Otros maldicen sus lenguas, sus ojos... cualquier miembro que fuese la ocasión con la que pecaron...

"¡Ahora, oh cuerpo, estás pagando el precio de los placeres con que te regalaste a ti mismo!... ¡¡¡Y todo ello lo hiciste por tu propia y libre voluntad...!!!" (2 de abril de 1922).

"Me pareció que la mayoría se acusaba a sí mismos de pecados de impureza, de robo, de comercio fraudulento; y la mayor parte de los condenados están en el infierno por estos pecados" (6 de abril de 1922). 

"Algunos acusan a otras personas, otros a las circunstancias, y todos maldicen las ocasiones de su condenación" (Septiembre de 1922).

"Vi a mucha gente del mundo terrenal caer dentro del infierno, y ahora las palabras no pueden describir ni por asomo sus horribles y espantosos gritos:


'Condenado para siempre... Yo me engañaba a mí mismo... Estoy perdido... ESTOY AQUÍ PARA SIEMPRE JAMÁS"




"Hoy vi un vasto número de gente caer dentro del ardiente abismo... Parecían unos vividores acostumbrados a los placeres del mundo, y un demonio gritó con estruendo:

"El mundo está maduro para mí... Yo sé que la mejor manera de conseguir el control de las almas es acrecentar su deseo por la diversión y el disfrute de los placeres... "Ponme a mí en primer lugar..."; "Yo antes que los demás..."; "Y sobre todo nada de humildad para mí, sino que déjame disfrutar a mis anchas..." Esta clase de palabras asegura mi victoria... y ellos mismos se lanzan en multitudes al fondo del infierno" (4 de octubre de 1922)




"Hoy", escribe Josefa, "no bajé al infierno, sino que fui transportada a un lugar donde todo estaba oscuro, pero en el centro había un enorme y espantoso fuego rojo. Me dejaron inmóvil y no podía hacer ni el más mínimo movimiento. Alrededor de mí había siete u ocho personas, sus cuerpos negros estaban desnudos, y yo podía verlos sólo por los reflejos del fuego. Estaban sentados y hablaban.

"Un diablo dijo a otro:

"Tenemos que ser muy cuidadosos para que no nos perciban. Podríamos ser fácilmente descubiertos"




El diablo respondió: 

"Insinuaos procurando que el descuido y la negligencia se apoderen de ellos, pero manteniéndoos en la sombra, para que no os descubran... gradualmente, ellos se volverán más y más descuidados, indiferentes al bien y al mal, sin ningún tipo de compasión ni amor, y vosotros seréis capaces de inclinarlos hacia el mal. Tentad a estos otros con la ambición, con el amor por sí mismos, que no busquen nada más que su propio interés, CON ADQUIRIR RIQUEZAS SIN TRABAJAR... de forma legal o no. Excitad a aquellos otros hacia la sensualidad y el amor al placer. Dejad que el vicio los ciegue" (Aquí usaron palabras obscenas)...




"Y con el resto... explorad sus corazones... así conoceréis sus inclinaciones... haced que amen apasionadamente... Actuad sin ningún escrúpulo... no descanséis... no tengáis piedad... El mundo debe ir hacia la condenación... y que las almas no se me escapen"De vez en cuando, los discípulos de Satán respondían:

"Somos tus esclavos... trabajaremos sin descanso. Sí, muchos luchan contra nosotros, pero trabajaremos noche y día. ¡Conocemos tu poder!"

Hablaban todos a la vez, y el que yo entendí que era Satán usaba palabras espantosas. En la distancia, pude oír un bullicio de fiesta, el tintileo de las copas, y gritó:




"¡Dejad que ellos mismos se junten en sus comidas! Eso lo pondrá todo más fácil para nosotros. Dejadlos que vayan a sus banquetes. El amor al placer es la puerta por la que vosotros os apoderaréis de ellos... Y esas almas ya no serían capaces de escapar de mí".

Añadió cosas tan horribles que nunca podrían ser escritas ni dichas. Luego, como sumergidos en un remolino de humo, se desvanecieron. (3 de febrero de 1923).

El demonio gritaba rabiosamente por un alma que se le escapaba:

"Llenad su alma de miedo, llévadla a la desesperación. ¡Si ella pone su confianza en la misericordia de Ése... (aquí usó palabras blasfemas contra Nuestro Señor), todo estará perdido! Pero no; llévala a la desesperación, no la dejéis ni por un instante, por encima de todo, haced que se desespere..."




Entonces el infierno resonó con gritos frenéticos, y cuando finalmente el diablo me arrojó fuera del abismo, se fue amenazándome. Entre otras cosas, decía:

"¿Es posible que tales enclenques criaturas tengan más poder que yo, que soy tan poderoso?... Debo enmascarar mi presencia, trabajar en la sombra, cualquier esquina será buena para tentarlos... susurrando a un oído... en las hojas de un libro... debajo de una cama... Algunas almas no me prestan atención, pero hablaré y hablaré, y a fuerza de hablar, alguna palabra quedará... ¡Sí, debo ocultarme en lugares en los que no pueda ser descubierto!" (7 y 8 de febrero de 1923).




Josefa, en su retorno desde el infierno, notó lo siguiente:

"Vi varias almas caer dentro del infierno, y entre ellas estaba una niña de quince años, maldiciendo a sus padres por no haberle hablado del temor de Dios ni por haberla avisado de que existía un lugar como el infierno. Su vida fue muy corta, decía ella, pero llena de pecado, porque ella le concedió hasta el límite todo lo que su cuerpo y sus pasiones le pedían en el camino de su autosatisfacción, especialmente había leído malos libros" (22 de marzo de 1923).




"Los ruídos de confusión y blasfemias no cesan ni por un sólo instante. Un nauseabundo olor asfixia y corrompe todo; es como el quemarse de la carne putrefacta, mezclado con alquitrán y azufre... una mezcla a la que nada en la Tierra puede ser comparable" (4 de septiembre de 1922).

Otra vez, escribe:

"Las almas estaban maldiciendo la vocación que habían recibido, pero no seguido... la vocación que habían perdido, porque no tenían la voluntad de vivir una vida oculta y mortificada..." (18 de marzo de 1922).

"La noche del miércoles al jueves 16 de marzo, serían las diez, empecé a sentir como los días anteriores ese ruido tan tremendo de cadenas y gritos. En seguida me levanté, me vestí y me puse en el suelo de rodillas. Estaba llena de miedo. El ruido seguía; salí del dormitorio sin saber a dónde ir ni qué hacer. Entré un momento en la celda de Nuestra Beata Madre... Después volví al dormitorio y siempre el mismo ruido. Sería algo más de las doce cuando de repente vi delante de mí al demonio que decía:

"Atadle los pies... atadle las manos"

"Perdí conocimiento de dónde estaba y sentí que me ataban fuertemente, que tiraban de mí, arrastrándome. Otras voces decían:

"No son los pies los que hay que atarle... es el corazón".

Y el diablo contestó:

"Ése no es mío".

"Me parece que me arrastraron por un camino muy largo. Empecé a oír muchos gritos, y en seguida me encontré en un pasillo muy estrecho. En la pared hay como unos nichos, de donde sale mucho humo pero sin llama, y muy mal olor. Yo no puedo decir lo que se oye, toda clase de blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unos maldicen su cuerpo... otros maldicen a su padre o madre... otros se reprochan a ellos mismos el no haber aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado. En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia y desesperación. Pasé por un pasillo que no tenía fin, y luego, dándome un golpe en el estómago, que me hizo como doblarme y encogerme, me metieron en uno de aquellos nichos, donde parecía que me apretaban con planchas encendidas y como que me pasaban agujas muy gordas por el cuerpo, que me abrasaban.

En frente de mí y cerca, tenía almas que me maldecían y blasfemaban. Es lo que más me hizo sufrir... pero lo que no tiene comparación con ningún tormento es la angustia que siente el alma, viéndose apartada de Dios.

Me pareció que pasé muchos años en este infierno, aunque sólo fueron seis o siete horas... Luego sentí que tiraban otra vez de mí, y después de ponerme en un sitio muy oscuro, el demonio, dándome como una patada me dejó libre. No puedo decir lo que sintió mi alma cuando me di cuenta de que estaba viva y que todavía podía amar a Dios. Para poderme librar de este infierno y aunque soy tan miedosa para sufrir, yo no sé a qué estoy dispuesta. Veo con mucha claridad que todo lo del mundo no es nada en comparación del dolor del alma que no puede amar, porque allí no se respira más que odio y deseo de la perdición de las almas (...)"

"Cuando entro en el infierno, oigo como unos gritos de rabia y de alegría, porque hay un alma más que participa de sus tormentos. No me acuerdo entonces de haber estado allí otras veces, sino que me parece que es la primera vez. También creo que ha de ser para toda la eternidad y eso me hace sufrir mucho, porque recuerdo que conocía y amaba a Dios, que estaba en la Religión, que me ha concedido muchas gracias y muchos medios para salvarme... ¿Qué he hecho para perder tanto bien...? ¿Cómo he sido tan ciega...? ¡Y ya no hay remedio...! También me acuerdo de mis Comuniones, de que era novicia, pero lo que más me atormenta es que amaba a Nuestro Señor muchísimo... Lo conocía y era todo mi tesoro... No vivía sino para Él... ¿Cómo ahora podré vivir sin Él...? Sin amarlo.., oyendo siempre estas blasfemias y este odio... siento que el alma se oprime y se ahoga... Yo no sé explicarlo bien porque es imposible".

Más de una vez presencia la lucha encarnizada del demonio para arrebatar a la misericordia divina tal o cual alma que ya creía suya. Entonces los padecimientos de Josefa entran, a lo que parece, en los planes de Dios, como rescate de estas pobres almas, que le deberán la última y definitiva victoria, en el instante de la muerte.

"El diablo estaba muy furioso porque quería que se perdieran tres almas... Gritaba con rabia:

"¡Que no se escapen...! ¡que se van...! ¡Fuerte...! ¡fuerte!"

Esto así, sin cesar, con unos gritos de rabia que contestaban, de lejos, otros demonios. Durante varios días presencié estas luchas.

Yo supliqué al Señor que hiciera de mí lo que quisiera, con tal que estas almas no se perdiesen. Me fui también a la Virgen y Ella me dio gran tranquilidad porque me dejó dispuesta a sufrirlo todo para salvarlas, y creo que no permitirá que el diablo salga victorioso (...)"

El demonio gritaba mucho:

"¡No la dejéis...! ¡estad atentos a todo lo que las pueda turbar...! ¡Que no se escapen... haced que se desesperen...!"

Era tremenda la confusión que había de gritos y de blasfemias. Luego oí que decía furioso:

"¡No importa! Aún me quedan dos... Quitadles la confianza... Yo comprendí que se le había escapado una, que había ya pasado a la eternidad, porque gritaba: Pronto... De prisa... Que estas dos no se escapen... Tomadlas, que se desesperen... Pronto, que se nos van"

En seguida, con un rechinar de dientes y una rabia que no se puede decir, yo sentía esos gritos tremendos: ¡Oh poder de Dios que tienen más fuerza que yo...! ¡Todavía tengo una.., y no dejaré que se la lleve...!"

El infierno todo ya no fue más que un grito de desesperación, con un desorden muy grande y los diablos chillaban y se quejaban y blasfemaban horriblemente. Yo conocí con esto que las almas se habían salvado. Mi corazón saltó de alegría, pero me veía imposibilitada para hacer un acto de amor. Aún siento en el alma necesidad de amar... No siento odio hacia Dios como estas otras almas, y cuando oigo que maldicen y blasfeman, me causa mucha pena; no sé qué sufriría para evitar que Nuestro Señor sea injuriado y ofendido. Lo que me apura es que pasando el tiempo seré como los otros. Esto me hace sufrir mucho, porque me acuerdo todavía que amaba a Nuestro Señor y que Él era muy bueno conmigo. Siento mucho tormento, sobre todo estos últimos días. Es como si me entrase por la garganta un río de fuego que pasa por todo el cuerpo, y unido al dolor que he dicho antes. Como si me apretasen por detrás y por delante con planchas encendidas...

No sé decir lo que sufro... es tremendo tanto dolor... Parece que los ojos se salen de su sitio y como si tirasen para arrancarlos... Los nervios se ponen muy tirantes. El cuerpo está como doblado, no se puede mover ni un dedo... El olor que hay tan malo, no se puede respirar, pero todo esto no es nada en comparación del alma, que conociendo la bondad de Dios, se ve obligada a odiarle y, sobre todo, si le ha conocido y amado, sufre mucho más..."

Josefa despedía este hedor intolerable siempre que volvía de una de sus visitas al infierno o cuando la arrebataba y atormentaba el demonio: olor de azufre, de carnes podridas y quemadas que, según fidedignos testigos, se percibía sensiblemente durante un cuarto de hora y a veces media hora. Y cuya desagradable impresión conservaba ella misma mucho más tiempo todavía.

"Oí a un demonio, del cual había escapado un alma, forzado a confesar su impotencia.

'Desconcertante... ¿cómo pueden hacer para que se me escapen tantas? Eran mías' (y enumeró sus pecados)... 'Trabajé muy duramente, y aún así se escaparon entre mis dedos... Alguien debe estar sufriendo y reparando por ellos'" (15 de enero de 1923).


Fuente - Texto tomado de DOCPLAYER.ES:
http://docplayer.es/50713372-El-infierno-de-sor-josefa-menendez.html

San Ildefonso de Toledo - Doctor de la Virginidad de María - Fiesta Enero 23

San Ildefonso - Arzobispo de Toledo
(Año 667)


El nombre Ildefonso significa "preparado para el combate". San Ildefonso nació en Toledo (España). Estudió en Sevilla bajo San Isidro. Entró a la vida monástica y fue elegido abad de Agalia, en el río Tajo, cerca de Toledo. En el 667 fue elegido arzobispo de esa ciudad, que era en ese tiempo la capital de España. San Ildefonso ha sido considerado como una de las glorias de la Iglesia Española. Unificó la liturgia en España; escribió muchas obras importantes, particularmente sobre la Virgen María.





San Ildefonso tenía una profunda devoción a la Inmaculada Concepción doce siglos antes de que se proclamara dogmáticamente. Ella le favoreció con grandes milagros. Escribió un famoso libro acerca de la Virginidad de María, y por su gran devoción a la Madre de Dios fue llamado "El Capellán de la Virgen".



Milagro del encuentro con la Virgen




Una noche de diciembre, él, junto con sus clérigos y algunos otros, fueron a la iglesia, para cantar himnos en honor a la Virgen María. Encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante, que sintieron temor. Todos huyeron excepto Ildefonso y sus dos diáconos. Éstos entraron y se acercaron al altar. Ante ellos se encontraba María, La Inmaculada Concepción, sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de vírgenes entonando cantos celestiales. María le hizo seña con la cabeza para que se acercara. Habiendo obedecido, Ella fijó sus ojos sobre él y dijo:

"Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería"



Habiendo dicho ésto, la Virgen misma lo invistió, dándole las instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor. Esta aparición y la casulla, fueron pruebas tan claras, que el Concilio de Toledo ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria. El evento aparece documentado en el Acta Sanctorum como El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su ApariciónEn la catedral los peregrinos pueden aún observar la piedra en que la Virgen Santísima puso sus pies cuando se le apareció a San Ildefonso. En los cuadros antiguos se pinta a San Ildefonso, recibiendo el ornamento de manos de la Santísima Virgen. San Ildefonso ha sido llamado "Doctor de la Virginidad de María"


Si tú haces algo por la Virgen María, la Virgen María hará mucho más por ti.







Oración a María
de San Ildefonso de Toledo
(Del Libro de la Perpetua Virginidad de Santa María)






A Ti acudo, única Virgen y Madre de Dios.
Ante la única que ha obrado
la Encarnación de mi Dios me postro.
Me humillo ante la única
que es Madre de mi Señor.

Te ruego que por ser
la Esclava de Tu Hijo
me permitas consagrarme
a Ti y a Dios, ser tu esclavo
y esclavo de Tu Hijo,
servirte a Ti y a Tu Señor.

A Él, sin embargo, como a mi Creador
y a Ti como Madre de nuestro Creador;
a Él como Señor de las virtudes
y a Ti como Esclava del Señor
de todas las cosas;
a Él como a Dios
y a Ti como a Madre de Dios.

Yo soy tu siervo,
porque mi Señor es Tu Hijo.
Tú eres mi Señora,
porque eres Esclava de mi Señor.

Concédeme, por tanto, ésto,
¡Oh Jesús Dios, Hijo del hombre!
Creer del parto de la Virgen
aquello que complete
mi fe en Tu Encarnación;
hablar de la maternidad virginal
aquello que llene mis labios
de tus alabanzas;
amar en Tu Madre
aquello que Tú llenes
en mi con tu amor;
servir a Tu Madre
de tal modo que reconozcas
que te he servido a Ti;
vivir bajo su gobierno
en tal manera que sepa
que te estoy agradando
y ser en este mundo
de tal modo gobernado
por Ella que ese dominio
me conduzca a que Tú seas
mi Señor en la eternidad.

¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil
en las manos del sumo Dios,
consiga con mis ruegos
ser ligado a la Virgen Madre
por un vínculo de
devota esclavitud y vivir
sirviéndola continuamente!

Pues los que no aceptáis
que María sea siempre Virgen;
los que no queréis reconocer
a mi Creador por Hijo suyo,
y a Ella por Madre de mi Creador;
si no glorificáis a este Dios
como Hijo de Ella, tampoco
glorificáis como Dios a mi Señor.

No glorificáis como Dios a mi Señor
los que no proclamáis bienaventurada
a la que el Espíritu Santo
ha mandado llamar así
por todas las naciones;
los que no rendís honor
a la Madre del Señor
con la excusa de honrar
a Dios su Hijo.

Sin embargo yo,
precisamente por ser
siervo de su Hijo,
deseo que Ella sea mi Señora;
para estar bajo el imperio de su Hijo,
quiero servirle a Ella;
para probar que soy siervo de Dios,
busco el testimonio del dominio
sobre mi de Su Madre;
para ser servidor de Aquel
que engendra eternamente al Hijo,
deseo servir fielmente a la que
lo ha engendrado como hombre.

Pues el servicio a la Esclava
está orientado al servicio del Señor;
lo que se da a la Madre
redunda en el Hijo;
lo que recibe la que nutre
termina en el que es nutrido,
y el honor que el servidor rinde
a la Reina viene a recaer sobre el Rey.

Por eso me gozo en mi Señora,
canto mi alegría a la Madre del Señor,
exulto con la Sierva de su Hijo,
que ha sido hecha Madre de mi Creador
y disfruto con Aquella
en la que el Verbo
se ha hecho carne.

Porque gracias a la Virgen
yo confío en la muerte
de este Hijo de Dios
y espero que mi salvación
y mi alegría venga de Dios
siempre y sin mengua,
ahora, desde ahora
y en todo tiempo
y en toda edad
por los siglos de los siglos.

Amén.


Fuente - Texto tomado de EWTN:

Fuente - Texto tomado de CATOLICO.ORG: