miércoles, 16 de octubre de 2019

El purgatorio: purificación necesaria - Catequesis de San Juan Pablo II





Por: SS Juan Pablo II | Fuente: Catholic.net 


El purgatorio: purificación necesaria para el encuentro con Dios 


1. A partir de la opción definitiva por Dios o contra Dios, el hombre se encuentra ante una alternativa: o vive con el Señor en la bienaventuranza eterna, o permanece alejado de su presencia.

Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1030-1032).

2. En la sagrada Escritura se pueden captar algunos elementos que ayudan a comprender el sentido de esta doctrina, aunque no esté enunciada de modo explícito. Expresan la convicción de que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación.

Según la legislación religiosa del Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios debe ser perfecto. En consecuencia, también la integridad física es particularmente exigida para las realidades que entran en contacto con Dios en el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lv 22, 22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del culto (cf. Lv 21, 17-23). A esta integridad física debe corresponder una entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1 R 8, 61), al Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf. Dt 6, 5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (cf. Dt 10, 12 s).

La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad debe pasar por la purificación. Un texto de San Pablo lo sugiere. El Apóstol habla del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio, y dice:






«Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento (Cristo), resista, recibirá la recompensa. Mas aquel, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego» (1 Co 3, 14-15).


3. Para alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica, en la que evoca la obra salvífica realizada por Dios en el pasado e invoca su fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13). La figura del Siervo del Señor, delineada por el libro de Isaías, se caracteriza también por su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (cf. Is 52, 13-53, 12, especialmente 53, 11).

El Salmo 51 puede considerarse, desde la visión del Antiguo Testamento, una síntesis del proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y 16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17).

4. El Nuevo Testamento presenta a Cristo como el intercesor, que desempeña las funciones del sumo sacerdote el día de la expiación (cf. Hb 5, 7; 7, 25). Pero en él el sacerdocio presenta una configuración nueva y definitiva. Él entra una sola vez en el santuario celestial para interceder ante Dios en favor nuestro (cf. Hb 9, 23-26, especialmente el v. C 4). Es Sacerdote y, al mismo tiempo, «víctima de propiciación» por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).

Jesús, como el gran intercesor que expía por nosotros, se revelará plenamente al final de nuestra vida, cuando se manifieste con el ofrecimiento de misericordia, pero también con el juicio inevitable para quien rechaza el amor y el perdón del Padre.






El ofrecimiento de misericordia no excluye el deber de presentarnos puros e íntegros ante Dios, ricos de esa caridad que Pablo llama «vínculo de la perfección» (Col 3, 14).

5. Durante nuestra vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1 Ts 3, 12 s). Por otra parte, estamos invitados a «purificarnos de toda mancha de la carne y del espíritu» (2 Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.

Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección (cf. concilio ecuménico de Florencia, Decretum pro Graecis: Denzinger-Schönmetzer, 1304; concilio ecuménico de Trento, Decretum de iustificatione y Decretum de purgatorio: ib., 1580 y 1820).

Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el Concilio Vaticano II, que enseña:






«Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes (Mt 22, 13 y 25, 30)» (Lumen gentium, 48).










6. Hay que proponer hoy de nuevo un último aspecto importante, que la tradición de la Iglesia siempre ha puesto de relieve: la dimensión comunitaria. En efecto, quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1032).






Así como en la vida terrena los creyentes están unidos entre sí en el único Cuerpo místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.


Fuente - Texto tomado de CATHOLIC.NET:

San Longinos o Longino de Cesarea - Soldado Romano - Fiesta Octubre 16



Orígenes de la leyenda

San Longinos o Longino de Cesarea fue, según algunas tradiciones cristianas, el soldado romano que traspasó el costado del cuerpo de Jesús con su lanza; conocida como La Santa Lanza. El individuo no tiene nombre en los evangelios que relatan el hecho, pero suele identificarse con el centurión que, ante la muerte de Jesús, exclamara:
“En verdad este era el Hijo de Dios”
La leyenda de Longino se originó en la Baja Antigüedad y el Medioevo, agregando datos sobre su vida, su nacimiento en Lanciano (Italia), su conversión al cristianismo y su muerte, hasta llegar a ser considerado un santo por la Iglesia Católica y otras comuniones cristianas.

El evangelio (San Marcos 15, 29) narra que un centurión traspasó con su lanza el Corazón de Jesús del que brotó Sangre y Agua. Según la tradición ese centurión se llama Longino y es de la ciudad de Lanciano.

La escritora Sabina Baring Gould comenta, a propósito del tema, que “El nombre de Longino no aparece en autores griegos anteriores al Patriarca Germano, en 715”. Es casi seguro que el nombre sea una latinización del griego λόγχη (lonjé), la palabra utilizada por el texto de Juan y apareció por primera vez un manuscrito iluminado de la Crucifixión detrás de un lancero. Dicho manuscrito, una versión siríaca del Evangelio según Juan ilustrada por un tal Rabulas, data del 586 y se conserva en la Biblioteca Laurenciana de Florencia; allí se lee en letras griegas la palabra Longinos escrita tal vez en la misma época en que se realizó la figura.

Versiones posteriores de la leyenda de Longino aseguran que era ciego, y que el contacto con la sangre del Salvador le devolvió la vista. También dicen que ayudó a lavar el cuerpo de Jesús después del descenso de la Cruz.

El destino de Longino no es seguro, pero se lo veneró como mártir, fijando su muerte en la localidad de Gabbala, Capadocia. Su cuerpo pasaba por haber sido hallado en Mantua (Italia), en el año 1303, junto con la Santa Esponja empapada de la Sangre de Cristo; se le atribuía, extendiendo su papel en el Gólgota, el haber acercado dicha esponja a los labios sedientos del Redentor. La reliquia favoreció su culto en el siglo XIII enlazándose con los romances del Grial y las tradiciones locales de milagros eucarísticos, construyéndose una capilla consagrada a San Longino y la Santa Sangre en la iglesia del monasterio benedictino de Santa Andrea, bajo el patronato de los Bonacolsi. En cuanto a las reliquias, fueron divididas a diversos lugares de Europa, Praga entre ellos, y el cuerpo llevado a la iglesia de San Agustín, en el Vaticano. Sin embargo también en Cerdeña se creía poseer el cuerpo del centurión romano que confesara la divinidad de Jesús.

Durante la Edad Media, y en tiempos posteriores, la lanza de Longino fue un objeto de profundo interés, se la relacionó con las leyendas del Santo Grial y se especuló con sus poderes ocultos; algunos la llamaron, por ello, La Lanza del Destino.

En Lanciano se encuentra el gran Milagro Eucarístico en el que una Hostia no solo se convirtió en el Cuerpo y Sangre de Jesús como siempre ocurre, sino además ocurrió de manera visible y científicamente verificable: Milagro Eucarístico de Lanciano.


Revelación
a Ana Catalina Emmerick
sobre Longino

Según Ana C. Emmerick, Longino el centurión que le traspasó el Corazón de Nuestro Señor con la lanza, era un joven de más o menos 25 años de edad, un poco débil y nervioso, que tenia problemas graves de la vista. La mayoría de los soldados se burlaban de él, al verlo tan débil físicamente.

Él fue iluminado por la gracia de Dios, para sentir compasión de las santas mujeres que se encontraban presente al pie de la Cruz, que sufrían pensando que Jesús todavía estaba vivo sufriendo dolores espantosos. Longino quería mostrarles, que Jesús estaba realmente muerto, para que se tranquilizaran, y consolarlas un poco.

Sin darse cuenta fue instrumento, para que la profecía se cumpliera. Buscó una lanza que estaba cerca y con las dos manos la tomó, traspasó el Costado de Nuestro Señor. Llegó a traspasar su Corazón físico, de tal manera, que según Ana C. Emmerick, la lanza traspasó su Corazón hasta llegar al lado opuesto, izquierdo de Nuestro Señor.



Según los evangelios apócrifos, cuando Longino, sacó la lanza del Costado de Nuestro Señor, una cantidad enorme de Agua y Sangre salió de Él. Longino fue empapado por toda su cara y cuerpo de la Sangre y Agua de Nuestro Señor. Ésto fue una gracia similar a la del Bautismo. Gracia y salvación entró en el alma de Longino. En este momento se arrodilló pidiendo perdón en público por sus pecados, proclamando que creía en la Divinidad de Jesús. Longino fue sanado de la enfermedad de sus ojos, y empezó a ver perfectamente. 

La Santísima Virgen, lucía en su apariencia como si ella también hubiera sido traspasada. Según Ana C. Emmerick, el Agua y la Sangre continuaban corriendo y tocando otras personas, y cayendo en rocas cercanas. La Santísima Virgen y María Magdalena recogieron la Sangre de Nuestro Señor en varias vasijas.

Aunque estos acontecimientos vienen de revelaciones privadas, podemos sacar mucho provecho de ellos, ya que no van en contra de la Tradición de la Iglesia.



Longino vio el Corazón traspasado de Jesús y fue sanado y convertido. Él dejó el ejército, se fue a Capadocia y fue martirizado por la fe. Ahora es conocido como San Longino.

Veneración

La Iglesia Católica, la Ortodoxa Oriental y la Armenia veneran a Longino como mártir. En el Martirologio Romano se lee: Día 16 de octubre; En Jerusalén, conmemoración de San Longino, quien es venerado como el soldado que abrió el costado del Señor crucificado con una lanza. No se mencionan ni lugar del martirio, ni fecha. Los armenios lo conmemoran el día 22 de octubre. En la Basílica de San Pedro, Vaticano, se halla una estatua de Longino esculpida por Bernini. En la misma basílica se conserva el fragmento de una punta de hierro que, según se asegura, pertenece a la Santa Lanza.

Fuente - Texto tomado de ES.WIKIPEDIA.ORG:

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Santa Margarita María de Alacoque - (1647-1690) - Fiesta Octubre 16



Digamos de vez en cuando las dos oraciones tan queridas para los devotos del Sagrado Corazón:






"Jesús manso y humilde de corazón,
haz nuestro corazón semejante al tuyo"

"Sagrado Corazón de Jesús. En vos confío"


Cronología


1647: Nace en Lanthecour, ciudad de Borgoña (Francia). De familia noble, pero pobre.

1657: La parálisis la atormenta, y debe permanecer postrada en cama durante cuatro años, sin apenas moverse.

1671: Visita el monasterio de las religiosas salesas, adonde decide ingresar. Toma el hábito el 25 de agosto.

1672: El 6 de noviembre hace su profesión de fe.

1673: El 27 de junio tiene lugar la principal aparición de Jesucristo, en que le mostró su Sacratísimo Corazón.

1675: Tiene lugar el viernes 21 de junio la primera fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

1686: Margarita dibuja en un papel el primer cuadro del Corazón de Jesús, que fue después reproducido innumerables veces.

1690: El 17 de octubre, a los 43 años, muere en el convento de Paray-Le- Monial.

1920: Es canonizada por Benedicto XV.

Margarita nace el 22 de julio de 1647 en el pequeño pueblo de Lautecour en Francia. Su padre Claudio Alacoque, juez y notario. La mamá Filiberta Lamyn. Los hijos son cinco. La menor es Margarita. El párroco, Antonio Alacoque, tío suyo, la bautiza a los tres días de nacida. Ella dice en su autobiografía que desde pequeña le concedió Dios que Jesucristo fuera el único dueño de su corazón. Y le concedió otro gran favor:
"Un gran horror al pecado, de manera que aún la más pequeña falta le resultaba insoportable"
Dice que siendo todavía una niña, un día en la elevación de la Santa Hostia en la Misa, le hizo a Dios la promesa de mantenerse siempre pura y casta. Voto de castidad. Aprendió a rezar el Rosario y lo recitaba con especial fervor cada día y la Virgen Santísima le correspondió librándola de muchos peligros. La llevan al colegio de las Clarisas y a los nueve años hace la Primera Comunión. Dice:
"Desde ese día el buen Dios me concedió tanta amargura en los placeres mundanos, que aunque como jovencita inexperta que era a veces los buscaba, me resultaban muy amargos y desagradables. En cambio encontraba un gusto especial en la oración"
Vino una enfermedad que la tuvo paralizada por varios años. Pero al fin se le ocurrió consagrarse a la Virgen Santísima y ofrecerle propagar su devoción, y poco después Nuestra Señora le concedió la salud. Era muy joven cuando quedó huérfana de padre, y entonces la mamá de Don Claudio Alacoque y dos hermanas de él, se vinieron a la casa y se apoderaron de todo y la mamá de Margarita y sus cinco niños se quedaron como esclavizados. Todo estaba bajo llave y sin el permiso de las tres mandonas mujeres no salía nadie de la casa. Así que a Margarita no le permitían ni siquiera salir entre semana a la Iglesia. Ella se retiraba a un rincón y allí rezaba y lloraba. La regañaban continuamente. En medio de tantas penas le pareció que Nuestro Señor le decía que:
"Deseaba que ella imitara lo mejor posible en la vida de dolor al Divino Maestro, que tan grandes penas y dolores sufrió en su Pasión y Muerte"
En adelante a ella no sólo no le disgusta que le lleguen penas y dolores, sino que acepta todo ésto con el mayor gusto por asemejarse lo mejor posible a Cristo sufriente. Lo que más la hacía sufrir era ver cuán mal y duramente trataban a su propia madre. Pero le insistía en que ofrecieran todo ésto por amor de Dios. Una vez la mamá se enfermó tan gravemente de erisipela, que el médico diagnosticó que aquella enfermedad ya no tenía curación. Margarita se fue entonces a asistir a una Santa Misa por la salud de la enferma, y al volver encontró que la mamá había empezado a curar de manera admirable e inexplicable.

Lo que más le atraía era el Sagrario donde está Jesús Sacramentado en la Sagrada Hostia. Cuando iba al templo siempre se colocaba lo más cercana posible al altar, porque sentía un amor inmenso hacía Jesús Eucaristía y quería hablarle y escucharle. A los 18 años por deseo de sus familiares empezó a arreglarse esmeradamente y a frecuentar amistades y fiestas sociales con jóvenes. Pero estos pasatiempos mundanales le dejaban en el alma una profunda tristeza. Su corazón deseaba dedicarse a la oración y a la soledad. Pero la familia le prohibía todo ésto.

El demonio le traía la tentación de que si se iba de religiosa no sería capaz de perseverar y tendría que devolverse a su casa con vergüenza y desprestigio. Rezó a la Virgen María y Ella le alejó este engaño y tentación y la convenció de que siempre la ayudaría y defendería. Un día después de comulgar sintió que Jesús le decía:



"Soy lo mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides a dedicarte a mi servicio tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo tendrás tristeza y amargura"
Desde entonces decidió hacerse religiosa, costara lo que costara. En el año 1671 fue admitida en la comunidad de La Visitación, fundada por San Francisco de Sales. Entró al convento de Paray-Le-Monial. Una de sus compañeras de noviciado dejó escrito:
"Margarita dio muy buen ejemplo a las hermanas por su caridad; jamás dijo una sola palabra que pudiera molestar a alguna, y demostraba una gran paciencia al soportar las duras reprimendas y humillaciones que recibía frecuentemente"
La pusieron de ayudante de una hermana que era muy fuerte de carácter y ésta se desesperaba al ver que Margarita era tan tranquila y callada. La superiora empleaba métodos duros y violentos que hacían sufrir fuertemente a la joven religiosa, pero ésta nunca daba la menor muestra de estar disgustada. Con ésto la estaba preparando Nuestro Señor para que se hiciera digna de las revelaciones que iba a recibir.


El 27 de diciembre de 1673 se le apareció por primera vez el Sagrado Corazón de Jesús. Ella había pedido permiso para ir los jueves de 9 a 12 de la noche a rezar ante el Santísimo Sacramento del altar, en recuerdo de las tres horas que Jesús pasó orando y sufriendo en el Huerto de Getsemaní. De pronto se abrió el Sagrario donde están las hostias consagradas y apareció Jesucristo, como lo vemos en algunos cuadros que ahora tenemos en las casas. Sobre el manto su Sagrado Corazón, rodeado de llamas y con una corona de espinas encima, y una herida. Jesús señalando su corazón con la mano le dijo:

"He aquí el Corazón que tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme"
Nuestro Señor le recomendó que se dedicara a propagar la devoción al Corazón de Jesús, porque el mundo es muy frío en amor hacia Dios y es necesario enfervorizar a las personas por este amor. Durante 18 meses el Corazón de Jesús se le fue apareciendo.
Le pidió que le celebrara la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús cada año, el Viernes de la semana siguiente a la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus).
    El Corazón de Jesús le hizo
    a Santa Margarita
    unas promesas maravillosas,
    para los que practiquen
    esta hermosa devoción

  1. "Bendeciré las casas donde sea expuesta y honrada la imagen de mi Sagrado Corazón.
  2. Daré paz a las familias.
  3. A los pecadores los volveré buenos y a los que ya son buenos los volveré santos.
  4. Asistiré en la hora de la muerte a los que me ofrezcan la comunión de los primeros Viernes, para pedirme perdón por tantos pecados que se cometen"
Margarita le decía al Sagrado Corazón: 
"¿Por qué no elige a otra que sea santa, para que propague estos mensajes tan importantes? Yo soy demasiado pecadora y muy fría para amar a mi Dios"
Jesús le dijo:
"Te he escogido a ti que eres un abismo de miserias, para que aparezca más mi poder. Y en cuanto a tu frialdad para amar a Dios, te regalo una chispita del amor de mi Corazón"
Y le envió una chispa de la llama que ardía sobre su Corazón, y desde ese día la santa empezó a sentir un amor grandísimo hacia Dios y era tal el calor que le producía su corazón que en pleno invierno, a varios grados bajo cero, tenía que abrir la ventana de su habitación porque sentía que se iba a quemar con tan grande llama de amor a Dios que sentía en su corazón. Nuestro Señor le decía:

"No hagas nada sin permiso de las superioras. El demonio no tiene poder contra las que son obedientes"
Margarita enfermó gravemente. La superiora le dijo:
"Creeré que si son ciertas las apariciones de que habla, si el Corazón de Jesús le concede la curación"
Ella le pidió al Sagrado Corazón que la curara y sanó inmediatamente. Desde ese día su superiora creyó que si era verdad que se le aparecía Nuestro Señor. Dios permitió que enviaran de capellán al convento de Margarita a San Claudio de la Colombiere y este hombre de Dios que era jesuita, obtuvo que en la Compañía de Jesús fuera aceptada la Devoción al Corazón de Jesús. Desde entonces los jesuitas la han propagado por todo el mundo. Margarita fue nombrada maestra de novicias. Enseñó a las novicias:
La Devoción al Sagrado Corazón (que consiste en imitar a Jesús en su bondad y humildad y en confiar inmensamente en Él, en ofrecer oraciones y sufrimientos y misas y comuniones para desagraviarlo, y en honrar su santa imagen)
Y aquellas jóvenes progresaron rapidísimo en santidad. Luego enseñó a su hermano (comerciante) esta devoción y el hombre hizo admirables progresos en santidad. Los jesuitas empezaron a comprobar que en las casas donde se practicaba la devoción al Corazón de Jesús, las personas se volvían mucho más fervorosas. El Corazón de Jesús le dijo:

"Si quieres agradarme confía en Mí. Si quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en Mí"
Antes de morir obtuvo que en su comunidad se celebrara por primera vez la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. El 17 de octubre de 1690 murió llena de alegría porque podía ir a estar para siempre en el cielo, al lado de su amadísimo Señor Jesús, cuyo Corazón había enseñado ella a amar tanto en este mundo.

Tres armas para la lucha

Margarita recibió del Señor tres armas necesarias en la lucha que debía emprender para lograr la purificación y transformación.



La Primera Arma:
Una conciencia delicada
y un profundo odio y dolor
ante la más pequeña falta

Una vez le dijo el Señor cuando había Margarita cometido una falta:
"Sabed que soy un Maestro santo, y enseño la santidad. Soy puro, y no puedo sufrir la más pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en mi presencia con simplicidad de corazón en intención recta y pura. Pues no puedo sufrir el menor desvío, y te daré a conocer que si el exceso de mi amor me ha movido a ser tu Maestro para enseñarte y formarte en mi manera y según mis designios, no puedo soportar las almas tibias y cobardes, y que si soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir tus infidelidades"
Y así confiesa Margarita que nada era más doloroso para ella que ver a Jesús incomodado contra ella, aunque fuese de forma muy poca. Y en comparación a este dolor, nada le parecía los demás dolores, correcciones y mortificaciones y por tanto, acudía inmediatamente a pedir penitencia a su superiora cuando cometía una falta, pues sabía que Jesús sólo se contentaba con las penitencias impuestas por la obediencia. Esta arma se fundamenta en su gran deseo de amar.



La Segunda Arma:
La santa obediencia

Lo que más severamente le reprendía Jesús a Margarita eran sus faltas en la obediencia, ya sea a sus superiores o a su regla. La menor réplica a los superiores con señales de incomodidad o repugnancia le es insoportable al Señor en un alma religiosa. Una vez corrigiéndola le decía:
"Te engañas creyendo que puedes agradarme con esa clase de acciones y mortificaciones en las cuales la voluntad propia, hecha ya su elección, mas bien que someterse, consigue doblegar la voluntad de las superioras. ¡Oh! Yo rechazo todo eso como fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa horror, y me gustaría más verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad propia"


La Tercera Arma:
Su Santa Cruz

La Cruz es el más precioso de todos sus regalos. Un día después que ella recibió la comunión, se hizo presente ante los ojos de ella una gran cruz, cuya extremidad no podía ver; estaba la cruz toda cubierta de flores. Y el Señor le dijo:




"He ahí el lecho de mis castas esposas, donde te haré gustar las delicias de mi amor; poco a poco irán cayendo esas flores, y sólo te quedarán las espinas, ocultas ahora a causa de tu flaqueza, las cuales te harán sentir tan vivamente sus punzadas, que tendrás necesidad de toda la fuerza de mi amor para soportar el sufrimiento"
Era de esta forma intensa y purificadora que el Señor obraba sus designios en el corazón de Margarita. Él, para desatar cada vez más de su alma el afecto a las cosas de esta tierra y sobre todo a sí misma, quiso permitir que viniesen sobre ella continuas humillaciones y desprecios. Pero no dejaba por ello el Señor de suplirle todas las gracias necesarias.


Máximas de
Santa Margarita María de Alacoque


  • "Dios es mi todo, y todo, fuera de Él, es nada para mí".
  • "El Corazón de Jesús tanto cuidado tendrá de vosotros cuanto os confiéis y abandonéis a Él".
  • "Cuando no miramos más que a Dios, ni buscamos otra cosa que su divina gloria, no hay nada qué temer".
  • "En la voluntad de Dios encuentra su paz nuestro corazón y el alma su alegría y su descanso".
  • "Todas las más amargas amarguras no son más que dulzura en este adorable Corazón, donde todo se trueca en amor".
  • "Es preciso darlo todo para tenerlo todo; el amor divino no sufre mezcla de cosa alguna".
  • "Es bueno caminar por la fuerza de su Amor en sentido contrario a nuestras inclinaciones, sin otro placer ni contento sino el de no tener ninguno".
  • "Las cruces, desprecios, dolores y aflicciones son los verdaderos tesoros de los amantes de Jesucristo crucificado".
  • "El mayor bien que podemos tener en esta vida es la conformidad con Jesucristo en sus padecimientos".
  • "El Corazón de Jesús es un tesoro oculto e infinito que no desea más que manifestarse a nosotros".

Jesús le concede el favor a Santa Margarita María de Alacoque (Diciembre 27 de 1673), al llamarla su "discípula amada" y mostrarle su Corazón, refulgente como un sol, con la herida de la lanzada, la corona de espinas, y rematado por una cruz, le dice:
Jesús: "Mi divino Corazón está tan apasionado de amor por los hombres, y por ti en particular, que no pudiendo ya contener en Sí mismo las llamas de su ardiente caridad, le es preciso comunicarlas por medio de ti"
Después, Jesús introduce el corazón de Margarita María en el suyo, y se lo devuelve todo abrasado en el fuego del amor, diciéndole:
Jesús: "Como señal de que no es pura imaginación la gracia que acabo de concederte y sí el fundamento de todas las que te he de hacer aún, te quedará para siempre dolor de tu costado, aunque he cerrado Yo mismo la llaga"
En otra ocasión se presenta a ella, "todo resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes como cinco soles", y se queja de que su amor es desconocido por la mayor parte de los hombres que no piensan en devolverle amor como respuesta.
Jesús: "Mas tú, al menos, dame el placer de suplir su ingratitud en cuanto puedas ser capaz de hacerla"
Jesús le pide entonces que en espíritu de reparación comulgue cada primer viernes de mes, y que todos los jueves, de once a doce de la noche, se una a su agonía en el Huerto de los Olivos para implorar con Él la misericordia del Padre sobre la humanidad y acompañarle a la misma hora, en que sus apóstoles le habían abandonado la noche de la Pasión.

En la tercera aparición ocurrida en 1675, el Señor pide un culto público y una fiesta litúrgica universal... Manifestando su Corazón a Margarita María, Jesús declara:
Jesús: "He aquí este Corazón, que tanto ha amado a los hombres que ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor. Y en reconocimiento, no recibo de la mayor parte sino ingratitud, ya por sus irreverencias y sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que me tratan en este Sacramento de amor, pero lo que me es aún mucho más sensible es que son corazones que me están consagrados los que así me tratan. Por eso te pido que se dedique el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento a una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando ese día y reparando su honor para expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto en los altares. Te prometo también que mi Corazón se dilatará para derramar con abundancia su divino amor sobre los que le rindan este honor y los que procuren que le sea tributado"
Autobiografía
Santa Margarita María de Alacoque
Margarita María: "Sólo por vuestro amor me someto a la obediencia de escribir esto... haced que nada escriba sino lo que haya de ser para vuestra mayor gloria y mi mayor confusión". 
Jesús: "¿No sabes que soy la memoria eterna de mi Padre celestial, que jamás olvida cosa alguna y ante la cual lo pasado y lo futuro son presente? Escribe, pues, sin temor, todo, según te lo dictare, que te prometo derramar en lo que escribas la unción de mi gracia a fin de ser por este medio glorificado. (...) Quiero enseñarte que no te debes apropiar de esas gracias ni ser mezquina en distribuirlas a los demás, ya que he querido servirme de tu corazón como de un canal (...) y para hacer ver que soy la Verdad eterna, que no puede mentir, que soy fiel a mis promesas, y que las gracias que te hice pueden resistir todo género de exámenes y pruebas" 
Acto de Desagravio y
Consagración al Sagrado Corazón



¡Oh Corazón de Jesús, divino propiciatorio por el cual prometió el Eterno Padre que oiría siempre nuestras oraciones! Yo me uno contigo para ofrecer al Eterno Padre mi pobre y mezquino corazón, contrito y humillado a tu divina voluntad, y deseo reparar cumplidamente sus ofensas, en especial las que recibes de continuo en la Eucaristía, y señaladamente las que yo por mi desgracia también he cometido.

Quisiera, Corazón divino, lavar con lágrimas y borrar con sangre las ingratitudes con que todos hemos pagado tu tierno amor. Junto mi dolor, aunque leve, con aquella angustia mortal que te hizo en el huerto sudar sangre a la sola memoria de nuestros pecados.

Ofréceselo, Señor, a tu Eterno Padre unido con tu amado Corazón. Dale infinitas gracias por los grandes beneficios que nos hace continuamente, y supla tu amor nuestra ingratitud y olvido.

Concédeme la gracia de presentarme siempre con gran veneración ante Ti, para reparar de algún modo las irreverencias y ultrajes que en Tu presencia me atreví a cometer; y que de hoy en adelante toda intención sea atraer con palabras y ejemplos muchas almas para que te conozcan y gocen de las delicias de Tu Corazón.

Desde este momento me ofrezco y dedico del todo a dilatar la gloria de este Sagrado Corazón. Te elijo por el centro de todos mis afectos y deseos y, desde ahora y para siempre, constituyo en Él mi perpetua morada, reconociéndote, adorándote y amándote con todas mis ansias, como que es el Corazón de mi amado Jesús, mi Rey y Soberano, Esposo de mi alma, Pastor y Maestro, verdadero amigo, amoroso Padre, Guía segura, firme Amparo y Bienaventuranza.
Amén.

Fuente - Texto tomado de EWTN:

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Fuente - Texto tomado del Libro: Santa Margarita María de Alacoque y el Sagrado Corazón de Jesús

San Gerardo Mayela (1725-1755) - Fiesta Octubre 16



Gerardo quiere decir:
"Valiente para la defensa"
(Del alemán: Ger: defensa, ard: valiente) 

Uno de los santos más populares de Italia meridional.

Pío IX calificó a San Gerardo de "perfecto modelo de los hermanos legos", y León XIII dijo que había sido "uno de los jóvenes más angelicales que Dios haya dado a los hombres por modelo". En sus veintinueve años de vida, el santo llegó a ser el más famoso taumaturgo del siglo XVIII. 

Nació en Muro, a setenta kilómetros de Nápoles. Su madre, después de la muerte de Gerardo, dio este testimonio:
"Mi hijo sólo era feliz cuando se hallaba arrodillado en la iglesia, ante el Santísimo Sacramento. Con frecuencia entraba a orar y olvidaba hasta la hora de comer. En casa oraba todo el tiempo. Verdaderamente, había nacido para el cielo"
Con sólo seis años se escapaba a la iglesia, se ponía delante de la imagen de la Virgen y le pedía le dejase el Niño. La imagen se removía, el Niño Jesús bajaba y se ponían los dos a jugar al escondite. Al final, Jesús le daba a su amiguito un pan muy blanco que se llevaba a casa para comer. La mamá y las hermanas le siguieron la pista y comprobaron el pasmoso milagro, repetido muchos días. 


Gerardo será famoso por su devoción a la Eucaristía. 
De niño quiere comulgar y se pone sin más en la fila. Lo ve el sacerdote, pasa de largo, y Gerardo llora amargamente. Por la noche, y en su cuarto, se le acerca el Arcángel San Miguel y le da la Sagrada Forma. 

Cuando Gerardo tenía 10 años, su confesor le dió permiso de comulgar cada tercer día; como era una época en la que la influencia del jansenismo todavía se dejaba sentir, ello demuestra que el confesor de Gerardo le consideraba como un niño excepcionalmente dotado para la piedad. A la muerte de su padre, Gerardo debió abandonar la escuela y entró a trabajar como aprendiz de sastre en el taller de Martín Pannuto, hombre muy bueno, que le comprendía y apreciaba. En cambio, uno de los empleados era un hombre muy brusco que solía maltratar a Gerardo y más se enfurecía por la paciencia con que soportaba sus majaderías.

Una vez aprendido su oficio a la perfección, Gerardo pidió ser admitido en el convento de los capuchinos de Muro, donde su tío era fraile; pero fue rechazado a causa de su juventud y de su condición delicada. Entonces entró a trabajar como criado en la casa del obispo de Lacedogna. 

Humanamente hablando, fue una mala elección, ya que el prelado era un hombre de carácter irascible, que trató al joven con gran rudeza. A pesar de ello, Gerardo le sirvió fielmente y sin una queja, hasta que murió el obispo en 1745. 

Entonces, Gerardo volvió a Muro y abrió una sastrería por su cuenta. Vivía con su madre y sus tres hermanas. Solía dar a su madre una tercera parte de lo que ganaba; el otro tercio lo repartía entre los pobres y el resto lo empleaba en pagar misas por las almas del purgatorio. Pasaba muchas horas de la noche orando en la catedral y se disciplinaba severamente.

Cuando tenía 23 años, los padres de la congregación del Santísimo Redentor, recientemente fundada, predicaron una misión en Muro. El joven les rogó que le admitiesen como hermano lego, pero su aspecto enfermizo no le ayudaba, y su madre y sus hermanas no tenían ningún deseo de verle partir. Sin embargo, Gerardo insistió y, finalmente, el P. Cafaro le envió a la casa de Deliceto, donde él era superior, con un mensaje que decía:
"Os envío a este hermanito inútil"
Pero, cuando el P. Cafaro volvió a su casa, cayó inmediatamente en la cuenta de su error y le concedió el hábito. Los hermanos de Gerardo, al verle trabajar con gran ardor, puntualidad y humildad en la sacristía y en el huerto, solían decir:
"O es un loco o es un santo"
El fundador de la congregación, San Alfonso de Ligorio, comprendió que era un santo y le acortó el período de noviciado. El hermano Gerardo hizo la profesión en 1752. A los votos acostumbrados añadió el de hacer siempre lo que fuese, a su juicio, más agradable a Dios. El P. Tannoia, autor de las biografías de San Alfonso y de San Gerardo, que había sido curado por la intercesión de este último cuenta que un día, cuando el santo era novicio, le vio orando ante el tabernáculo; súbitamente Gerardo gritó:
"Señor, déjame que me vaya, te ruego, pues tengo mucho que hacer"
Sin duda a ésta una de las anécdotas más conmovedoras de toda la hagiología.

Durante los tres años que vivió después de hacer la profesión, el santo trabajó como sastre y enfermero de la comunidad; solía también pedir limosna de puerta en puerta, y los padres gustaban de llevarle consigo a sus misiones y retiros, porque poseía el don de leer en las almas. Se cuentan más de veinte ejemplos de casos en los que el santo convirtió a los pecadores, poniéndoles de manifiesto su oculta maldad. Los fenómenos sobrenaturales abundaban en la vida del hermanito.

Se cuenta que en una ocasión fue arrebatado en el aire y recorrió así más de medio kilómetro; se menciona también el fenómeno de "bilocación" y se dice que poseía los dones de profecía, de ciencia infusa y de dominio sobre los animales. La única voz que conseguía arrancarle de sus éxtasis era la de la obediencia. Hallándose en Nápoles, presenció el asesinato del arcipreste de Muro en el preciso momento en que tenía lugar a setenta kilómetros de distancia. Por otra parte, en más de una ocasión leyó el pensamiento de personas ausentes.

Tan profundamente supo leer el pensamiento del secretario del arzobispo de Conza, que éste cambió de vida y se reconcilió con su esposa, de suerte que toda Roma habló del milagro. Pero los hechos más extraordinarios en la vida de San Gerardo están relacionados con la bilocación. Se cuenta que asistió a un enfermo en una cabaña de Caposele y que, al mismo tiempo, estuvo charlando con un amigo en el monasterio de la misma población. Una vez, su superior fue a buscarle en su celda y no le encontró ahí. Entonces se dirigió a la capilla, donde le halló en oración:
"¿Dónde estabais hace un instante?"
Le preguntó.
"En mi celda"
Replicó el hermanito.
"Imposible, pues yo mismo fui dos veces a buscaros"
Entonces Gerardo se vio obligado a confesar que, como estaba en retiro, había pedido a Dios que le hiciese invisible para que le dejasen orar en paz. El superior le dijo:
"Bien, por esta vez os perdono, pero no volváis a pedir eso a Dios"
Sin embargo, Gerardo no fue canonizado por sus milagros, ya que éstos eran simplemente un efecto de su santidad, y Dios podía haber dispuesto que el santo no hiciese milagro alguno sin que ello modificase en un ápice la bondad, caridad y devoción que alabaron en el joven Pío IX y León XIII. Uno de los resultados más sorprendente de su fama de santidad fue el de que sus superiores le permitieron encargarse de la dirección de varias comunidades de religiosas, lo que no acostumbran hacer los hermanos legos. San Gerardo hablaba en particular con cada religiosa y solía darles conferencias a través de la reja del recibidor. Además, aconsejaba por carta a varios sacerdotes, religiosos y superiores. Se conservan todavía algunas de sus cartas. No hay en ellas nada de extraordinario: en una expone simplemente el deber de todo cristiano de servir a Dios según su propia vocación; en otras, incita a la bondad a una superiora, exhorta a la vigilancia a una novicia, tranquiliza a un párroco y predica a todos la conformidad con la voluntad divina. En 1753, los estudiantes de teología de Deliceto hicieron una peregrinación al santuario de San Miguel, en Monte Gárgano. Aunque no tenía más que unas cuantas monedas para cubrir los gastos del viaje, se sentían seguros, porque el hermano Gerardo iba con ellos. Y, en efecto, el santo se las arregló para que no les faltase nada en los nueve días que duró la peregrinación, que fue una verdadera sucesión de milagros.

Exactamente un año más tarde, San Gerardo sufrió una de las pruebas más terribles de su vida. Una joven de vida licenciosa, llamada Neria Caggiano, a quien el santo había ayudado, le acusó de haberla solicitado. San Alfonso mandó llamar inmediatamente al hermano a Nocera. Pensando que su voto de perfección le obligaba a no defenderse, Gerardo guardó silencio; con eso no hizo sino meter en aprietos a su superior, quien no podía creerle culpable. San Alfonso le prohibió durante algunas semanas recibir comunión y hablar con los extraños. San Gerardo respondió tranquilamente:
"Dios, que está en el cielo, no dejará de defenderme"
Al cabo de unas cuantas semanas, Neria y su cómplice confesaron que habían calumniado al hermanito. San Alfonso preguntó a su súbdito por qué no se había defendido y éste replicó:
"Padre, ¿acaso no tenemos una regla que nos prohíbe disculparnos?" (Naturalmente la regla no estaba hecha para aplicarse a esos casos)
Poco después, el santo acompañó al P. Mangotta a Nápoles, donde el pueblo asedió, día y noche, la casa de los redentoristas para ver al famoso taumaturgo. Finalmente, al cabo de cuatro meses, los superiores se vieron obligados a enviar al hermano Gerardo a la casa de Caposele, donde fue nombrado portero.

Era ese un oficio que agradaba especialmente al joven. El P. Tannoia escribió: 
"En esa época, nuestra casa estuvo asediada por los mendigos. El hermano Gerardo veía por ellos como lo hubiese hecho una madre. Tenía el arte de contentar a todos, y la necedad y malicia de algunos de los pedigüeños jamás le hicieron perder la paciencia. Durante el crudo invierno de aquel año, doscientas personas, entre hombres, mujeres y niños, acudieron diariamente a la casa de los redentoristas, y el santo portero les proveyó de comida, ropa y combustible, sin que nadie supiese de dónde los sacaba"
Según el libro de Sálesman, mientras ejercía como portero, un día el padre ecónomo lo regañó porque había repartido entre los mendigos todo lo que los religiosos tenían para comer en la despensa. Pero al llegar el padre ecónomo a la despensa la encontró otra vez llena.

En la primavera del año siguiente fue nuevamente a Nápoles. A su paso por Calitri, de donde el P. Mangotta era originario, el pueblo le atribuyó varios milagros. Cuando volvió a Caposele, los superiores le encargaron de la supervisión de los edificios que se estaban construyendo. Cierto viernes, cuando no había en la casa un sólo céntimo para pagar a los trabajadores, las oraciones del santo hermanito movieron a un bienhechor inesperado a regalar lo suficiente para salir del apuro. San Gerardo pasó el verano pidiendo limosna para la construcción. Pero el calor del sur de Italia acabó con su salud y, en los meses de julio y agosto, el santo se debilitó rápidamente. Tuvo que pasar una semana en cama en Ovieto, donde curó a otro hermano lego que había ido a asistirle y había caído enfermo. Llegó a Caposele casi a rastras. En septiembre, pudo abandonar el lecho unos cuantos días, pero volvió a caer. Sus últimas semanas fueron una mezcla de sufrimientos físicos y éxtasis, cuando sus dones de profecía y ciencia infusa alcanzaron un grado extraordinario.


Murió en la fecha y hora que había predicho, poco antes de la media noche del 15 de octubre de 1755. Fue canonizado en 1904.

A comienzos de 1800, casi cincuenta años después de su muerte, un médico de Grassano declaraba:
"Desde hace muchos años no ejerzo la profesión de médico. La ejerce por mí Fray Gerardo"
Este médico tomaba tan en serio el patrocinio de Gerardo, proclamado beato sólo en 1893, quien en vez de recetar medicinas prefería dejar a sus pacientes una medalla del buen religioso. Y el biógrafo Tannoia, en la Vida escrita hacia 1806, declaraba:
"Fray Gerardo es protector especial de las parturientas y en Foggia no hay ninguna mujer que vaya a dar a luz que no tenga la imagen del Santo y no invoque su patrocinio"
Singular "revancha del Santo" por los sufrimientos que le causaron las calumnias de una mujer, una ex-monja, a quien le creyeron fácilmente los superiores de Gerardo.

En realidad San Gerardo, que en el lecho de su muerte pudo confesar que no sabía lo que era una tentación impura, tenía de la mujer un concepto muy elevado: veía, efectivamente, en toda mujer una imagen de María, "alabanza perenne de la Santísima Trinidad". Eran los impulsos místicos de un alma sencilla, pero llena de ardor espiritual. Exclamaba con frecuencia:
"Mi querido Dios; mi Espíritu Santo"
Pues sentía en su intimidad la bondad y el amor infinito de Dios.
  • Fecha canonización: 11 de diciembre de 1904 por San Pío X.
  • Patrón: nacimientos, niños, madres encinta, confesiones, hermanos seglares, maternidad, madres, mujeres embarazadas, movimientos a favor de la vida, niños no nacidos.
Oración para pedir un favor

Beatísima Trinidad, yo tu hijo, te doy gracias por todas las gracias y privilegios que otorgaste a San Gerardo, especialmente por aquellas virtudes con que lo adornaste en la tierra y la gloria que ahora le das en el cielo. Concluye tu trabajo, oh Señor, para que tu Reino venga a la tierra. Y por sus méritos de aquellos que están en unión con Jesús y María, concédeme la gracia por la cual te pido (mencionar aquí su petición).

Y tú, mi poderoso intercesor, San Gerardo, siempre dispuesto a ayudar a quienes recurren a ti, ruega por mi. Acude delante del trono de la Divina Misericordia y no te marches sin haber sido escuchado. A ti te confío este importante y urgente asunto (mencione aquí su petición). Graciosamente toma entre tus manos mi causa y no permitas que termine esta oración sin experimentar los efectos de tu intercesión. Amén.

Oración para la maternidad

Oh Buen San Gerardo, poderoso intercesor ante el trono de Dios, tú que haces maravillas en nuestro día, te invoco y solicito tu ayuda. Tú, que mientras viviste en la Tierra, siempre cumpliste con los designios de Dios, ayúdame también a hacer siempre la Santísima Voluntad de Nuestro Señor. Ruégale al Maestro de la Vida, de quien procede toda la paternidad, que me bendiga con la gracia de la maternidad y que pueda criar hijos de Dios en esta vida y herederos del reino de Su Gloria de la vida que vendrá. Amén.

Oración para una madre con un hijo

Oh Todopoderoso y Eterno Dios, por la intervención del Espíritu Santo, tú que preparaste el cuerpo y el alma de la gloriosa Virgen María como digno refugio para Tu Hijo Divino, y por la intercesión del mismo Espíritu Santo, santificaste a San Juan Bautista, aún cuando estaba en el vientre de su madre; escucha las plegarias de tu humilde servidora que te implora, que por intercesión de San Gerardo, me protejas de todo peligro durante la gestación y vigiles a mi hijo con quien Tú deseaste bendecirme; que sea lavado con las aguas del Bautismo, y luego de una vida cristiana en la Tierra, pueda junto a su madre alcanzar la felicidad eterna en el Cielo. Amén.


Oración de una madre encinta

Oh gran San Gerardo, amado sirviente de Jesucristo, perfecto imitador de tu Manso y Humilde Salvador, y devoto Hijo de la Madre de Dios: enciende en mi corazón una chispa de ese fuego celestial de caridad que brilló en tu corazón y te hizo un ángel de amor.

Oh glorioso San Gerardo, porque cuando fuiste falsamente acusado de crimen, sobrellevaste, como tu Divino Maestro, sin murmullos ni quejas, las calumnias de hombres malvados, has sido elevado por Dios como Patrón y Protector de las madres encinta. Sálvame del peligro y de los excesivos dolores que acompañan el nacimiento del niño, y protege al niño que ahora llevo, para que pueda ver la luz del día y recibir las aguas del bautismo a través de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

San Gerardo,
Ruega por nosotros

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM: