viernes, 11 de octubre de 2019

Nuestra Señora de Aparecida - Patrona de Brasil - Fiesta Octubre 12



Historia
Nuestra Señora de Aparecida


La devoción a Nuestra Señora de la concepción Aparecida, más conocida como "Nuestra Señora Aparecida" tiene un carácter muy especial. Surgió cuando un grupo de pescadores, después de varios intentos infructuosos, pidieron la intercesión de Nuestra Señora y en lugar de pescado, encontraron una pequeña imagen de Nuestra Señora de la Concepción hecha en terracota. El título de "Aparecida" deriva del verbo "Aparecer" porque fue en un momento de gran necesidad que los pescadores la encontraron y se dieron cuenta de que este hecho indicaba una señal de la intercesión de la Virgen. La imagen tenía un color oscuro y ennegrecido por el tipo de material en que estaba hecha y también por el hecho de estar perdida dentro del río.

Este milagro ocurrió en la segunda mitad de octubre del año 1717, cuando el conde de Assumar y gobernador de la capitanía de São Paulo y Minas de Ouro, Don Pedro de Almeida, iba pasando por la ciudad de Guaratinguetá, ubicada en el Valle de Paraíba, durante un viaje hasta Vila Rica. Los habitantes de Guaratinguetá decidieron celebrar una gran fiesta en honor de Don Pedro de Almeida y aunque no era buena época para la pesca, ellos arrojaron sus redes al río Paraiba, en un intento de conseguir algo de pescado para el evento. Los Pescadores Domingos Garcia, João Alves y Filipe Pedroso oraron pidiendo la intercesión de Nuestra Señora. Después de varios intentos, fueron río abajo hasta que llegaron al puerto Itaguaçu. Cuando estaban a punto de abandonar la pesca, João Alves lanzó su red otra vez y en lugar de pescado, recogieron el cuerpo de una imagen de Nuestra Señora de la Concepción, pero sin la cabeza.


Con el lanzamiento de la red de nuevo, recogieron también la cabeza, que encajaba perfectamente en el cuerpo de la imagen. Después de haber recuperado las dos partes, la imagen de la Virgen Aparecida se colocó tan pesada que ellos no podían moverla. Los pescadores sacaron tantos peces que se vieron obligados a regresar al puerto, pues casi se hunden las embarcaciones. Este fue el primer milagro atribuido a Nuestra Señora Aparecida.


Este evento recuerda un pasaje del evangelio donde después de haber pasado toda la noche intentando pescar, Pedro sólo logra frutos en el momento en que arroja las redes en nombre de Cristo. Una nueva pesca milagrosa ocurre y mueve la fe de las personas. Durante 15 años, la imagen se quedó en la casa de Filipe Pedrosa, pero la multitud de personas que iban a orar y pedir la intercesión de Nuestra Señora Aparecida creció tanto que se hizo necesario trasladarla a una capilla privada. En 1834, comenzó la construcción de la antigua basílica que fue inaugurada el 8 de diciembre de 1888.


El 8 de septiembre de 1904, la imagen fue coronada con una corona de joyas donadas por la princesa Isabel y vestida con una túnica, bordada en oro y piedras preciosas, reconociendo así su realeza y poderosa protección. Después de la coronación el santo padre concedió al santuario de Aparecida: Oficio y misa propia en honor de Nuestra Señora Aparecida e indulgencias a los peregrinos que visitan el santuario. El 29 de abril de 1908, la iglesia recibió el título de basílica menor, sagrada el 5 de septiembre de 1909. El 17 de diciembre de 1928, la población que se había formado alrededor de la iglesia en lo alto del morro dos coqueiros, se convirtió en un municipio, tomando el nombre de Aparecida. Nuestra Señora de la concepción Aparecida, fue proclamada Reina y Patrona de Brasil el 16 de julio de 1930, por decreto del Papa Pío XI. Con el enorme crecimiento de los peregrinos, surge la necesidad de un lugar más grande para la multitud de fieles. En 1955 comenzó la construcción de la Basílica Nueva.


El Arquitecto Benedito Calixto imaginó un edificio en forma de cruz griega, con 173 m. de largo por 168 m. de ancho, las naves de 40 m. y 70 m. con alta cúpula.


El 4 de julio de 1980, el Papa Juan Pablo II, durante su visita a Brasil, consagró la Basílica de Nuestra Señora de Aparecida y la declaró el mayor santuario mariano del mundo.


La Basílica de Aparecida fue también el escenario de la Quinta Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe del 13 al 31 de mayo de 2007. El Papa Benedicto XVI inauguró la Conferencia e invitó a toda América Latina a la Misión Continental, convirtiéndose cada vez más en discípulos misioneros.

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:
http://www.corazones.org/maria/aparecida/pagina_principal_aparecida.html#historia

San Juan XXIII - El Papa de la Bondad - Fiesta Octubre 11

SAN JUAN XXIII (1881-1963)

Textos de L'Osservatore Romano

Nació en el seno de una familia numerosa campesina, de profunda raigambre cristiana. Pronto ingresó en el Seminario, donde profesó la Regla de la Orden franciscana seglar. Ordenado sacerdote, trabajó en su diócesis hasta que, en 1921, se puso al servicio de la Santa Sede. En 1958 fue elegido Papa, y sus cualidades humanas y cristianas le valieron el nombre de "papa bueno". Juan Pablo II lo beatificó el año 2000 y estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre.

Nació el día 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, diócesis y provincia de Bérgamo (Italia). Ese mismo día fue bautizado, con el nombre de Ángelo Giuseppe. Fue el cuarto de trece hermanos. Su familia vivía del trabajo del campo. La vida de la familia Roncalli era de tipo patriarcal. A su tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá él mismo su primera y fundamental formación religiosa. El clima religioso de la familia y la fervorosa vida parroquial, fueron la primera y fundamental escuela de vida cristiana, que marcó la fisonomía espiritual de Ángelo Roncalli.

Recibió la confirmación y la primera comunión en 1889 y, en 1892, ingresó en el seminario de Bérgamo, donde estudió hasta el segundo año de teología. Allí empezó a redactar sus apuntes espirituales, que escribiría hasta el fin de sus días y que han sido recogidos en el «Diario del alma». El 1 de marzo de 1896 el director espiritual del seminario de Bérgamo lo admitió en la Orden franciscana seglar, cuya Regla profesó el 23 de mayo de 1897.

De 1901 a 1905 fue alumno del Pontificio seminario romano, gracias a una beca de la diócesis de Bérgamo. En este tiempo hizo, además, un año de servicio militar. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, en Roma. En 1905 fue nombrado secretario del nuevo obispo de Bérgamo, Mons. Giácomo María Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo hasta 1914, acompañando al obispo en las visitas pastorales y colaborando en múltiples iniciativas apostólicas: sínodo, redacción del boletín diocesano, peregrinaciones, obras sociales. A la vez era profesor de historia, patrología y apologética en el seminario, asistente de la Acción católica femenina, colaborador en el diario católico de Bérgamo y predicador muy solicitado por su elocuencia elegante, profunda y eficaz.

En aquellos años, además, ahondó en el estudio de tres grandes pastores: San Carlos Borromeo (de quien publicó las Actas de la visita apostólica realizada a la diócesis de Bérgamo en 1575), San Francisco de Sales y el entonces Beato Gregorio Barbarigo. Tras la muerte de Mons. Radini Tedeschi, en 1914, don Ángelo prosiguió su ministerio sacerdotal dedicado a la docencia en el seminario y al apostolado, sobre todo entre los miembros de las asociaciones católicas.


En 1915, cuando Italia entró en guerra, fue llamado como sargento sanitario y nombrado capellán militar de los soldados heridos que regresaban del frente. Al final de la guerra abrió la «Casa del estudiante» y trabajó en la pastoral de estudiantes. En 1919 fue nombrado director espiritual del seminario.

En 1921 empezó la segunda parte de la vida de don Ángelo Roncalli, dedicada al servicio de la Santa Sede. Llamado a Roma por Benedicto XV como presidente para Italia del Consejo Central de las Obras Pontificias para la Propagación de la Fe, recorrió muchas diócesis de Italia organizando círculos de misiones. En 1925 Pío XI lo nombró visitador apostólico para Bulgaria y lo elevó al episcopado asignándole la sede titular de Areópoli. Su lema episcopal, programa que lo acompañó durante toda la vida, era:

«Obediencia y paz»
Tras su consagración episcopal, que tuvo lugar el 19 de marzo de 1925 en Roma, inició su ministerio en Bulgaria, donde permaneció hasta 1935. Visitó las comunidades católicas y cultivó relaciones respetuosas con las demás comunidades cristianas. Actuó con gran solicitud y caridad, aliviando los sufrimientos causados por el terremoto de 1928. Sobrellevó en silencio las incomprensiones y dificultades de un ministerio marcado por la táctica pastoral de pequeños pasos. Afianzó su confianza en Jesús crucificado y su entrega a él.

En 1935 fue nombrado delegado apostólico en Turquía y Grecia. Era un vasto campo de trabajo. La Iglesia católica tenía una presencia activa en muchos ámbitos de la joven república, que se estaba renovando y organizando. Mons. Roncalli trabajó con intensidad al servicio de los católicos y destacó por su diálogo y talante respetuoso con los ortodoxos y con los musulmanes. Cuando estalló la segunda guerra mundial se hallaba en Grecia, que quedó devastada por los combates. Procuró dar noticias sobre los prisioneros de guerra y salvó a muchos judíos con el «visado de tránsito» de la delegación apostólica. En diciembre de 1944 Pío XII lo nombró nuncio apostólico en París.


Durante los últimos meses del conflicto mundial, y una vez restablecida la paz, ayudó a los prisioneros de guerra y trabajó en la normalización de la vida eclesiástica en Francia. Visitó los grandes santuarios franceses y participó en las fiestas populares y en las manifestaciones religiosas más significativas. Fue un observador atento, prudente y lleno de confianza en las nuevas iniciativas pastorales del episcopado y del clero de Francia. Se distinguió siempre por su búsqueda de la sencillez evangélica, incluso en los asuntos diplomáticos más intrincados. Procuró actuar como sacerdote en todas las situaciones. Animado por una piedad sincera, dedicaba todos los días largo tiempo a la oración y la meditación.

En 1953 fue creado cardenal y enviado a Venecia como patriarca. Fue un pastor sabio y resuelto, a ejemplo de los santos a quienes siempre había venerado, como san Lorenzo Giustiniani, primer patriarca de Venecia.

Tras la muerte de Pío XII, fue elegido Papa el 28 de octubre de 1958, y tomó el nombre de Juan XXIII. Su pontificado, que duró menos de cinco años, lo presentó al mundo como una auténtica imagen del buen Pastor. Manso y atento, emprendedor y valiente, sencillo y cordial, practicó cristianamente las obras de misericordia corporales y espirituales, visitando a los encarcelados y a los enfermos, recibiendo a hombres de todas las naciones y creencias, y cultivando un exquisito sentimiento de paternidad hacia todos. Su magisterio, sobre todo sus encíclicas «Pacem in terris» y «Mater et magistra», fue muy apreciado.

Convocó el Sínodo romano, instituyó una Comisión para la revisión del Código de Derecho Canónico y convocó el Concilio Ecuménico Vaticano II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma, sobre todo las de los barrios nuevos. La gente vio en él un reflejo de la bondad de Dios y lo llamó:

«El Papa de la bondad»
Lo sostenía un profundo espíritu de oración. Su persona, iniciadora de una gran renovación en la Iglesia, irradiaba la paz propia de quien confía siempre en el Señor. Falleció la tarde del 3 de junio de 1963.

Juan Pablo II lo beatificó el 3 de septiembre del año 2000, y estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre, recordando así que Juan XXIII inauguró solemnemente el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962.

Oración a San Juan XXIII

San Juan XXIII

Dios, Padre amado,
que nos diste
como Santo Padre
a San Juan XXIII,
llamado por todos
el Papa de la paz
y el Papa bueno,
te pedimos, Padre,
por su intercesión
ser portadores en esta tierra
del don maravilloso
de tu paz y ser por tanto
hombres y mujeres de diálogo,
comprensión y tolerancia.

Ayúdanos, Señor,
a ver a todos los que nos rodean
como hermanos e hijos
de un mismo Dios
y a buscar en todo
momento el entendimiento
sin desvirtuar tu luz y tu verdad.

Queremos, como San Juan XXIII,
que nos reconozca el mundo entero
porque, como discípulos tuyos,
nos amamos unos a otros.

Gracias por este ejemplo de virtudes.
Y unidos a todos los santos del Cielo
y en especial a este Papa bueno,
te suplico, Padre, esta gracia
particular que necesito (.......).
Gracias te doy de antemano, Señor,
porque estoy seguro de que me
será concedida por el ruego
de tan gran intercesor.
Amén.

Padre nuestro, Avemaría y Gloria.

Fuente - Texto tomado de FRANCISCANOS.ORG:

Fuente - Texto tomado de NEWS.VA ESPAÑOL:
https://www.facebook.com/news.va.es