viernes, 13 de septiembre de 2019

Exaltación de la Santa Cruz - Fiesta Septiembre 14




Hallazgo de la Santa Cruz

Cuenta el historiador Eusebio de Cesarea que el general Constantino, hijo de Santa Elena, era pagano pero respetaba a los cristianos. Y que teniendo que presentar una terrible batalla contra el perseguidor Majencio, jefe de Roma, el año 311, la noche anterior a la batalla tuvo un sueño en el cual vio una cruz luminosa en los aires y oyó una voz que le decía:



"Con este signo vencerás"




Y que al empezar la batalla mandó colocar la cruz en varias banderas de los batallones y que exclamó:
"Confío en Cristo en quien cree mi madre Elena" 
Y la victoria fue total, y Constantino llegó a ser Emperador y decretó la libertad para los cristianos, que por tres siglos venían siendo muy perseguidos por los gobernantes paganos.



Escritores sumamente antiguos como Rufino, Zozemeno, San Crisóstomo y San Ambrosio, cuentan que Santa Elena, la madre del emperador, pidió permiso a su hijo Constantino para ir a buscar en Jerusalén la cruz en la cual murió Jesús. Después de muchas y muy profundas excavaciones se encontraron tres cruces. Como no se podía distinguir cuál era la cruz de Jesús, llevaron a una mujer agonizante. Al tocarla con la primera cruz, la enferma se agravó, al tocarla con la segunda, quedó igual de enferma de lo que estaba antes, pero al tocarla con la tercera cruz, la enferma recuperó instantáneamente la salud. Fue así como Santa Elena, y el obispo de Jerusalén, Macario, y miles de devotos llevaron la cruz en piadosa procesión por las calles de Jerusalén. Y por el camino se encontraron con una mujer viuda que llevaba a su hijo muerto a enterrar y le acercaron la Santa Cruz al muerto y éste resucitó.

Louis de Wohl, autor de la obra biográfica “El árbol viviente, historia de la Emperatriz Santa Elena” narra de esta manera el hallazgo de la Santa Cruz:


“Se acercó a él una comisión formada por tres jóvenes sacerdotes; uno de ellos le dirigió la palabra y le dijo en voz baja algo a propósito de unas cartas que habían llegado de Antioquía; se le requería urgentemente en la ciudad.
- Mi sitio esta aquí –respondió el obispo Macario–. Vete, hijo mío.
Y siguió mirando el hoyo que se abría en la tierra. No podía ser, por supuesto. Estaba fuera de duda. Pero la más leve, la más remota de las posibilidades...

Sin embargo, había un punto, solamente uno, que le hacia poner en juego la agudeza de su razonamiento: que el Emperador Adriano había mandado a construir un templo a Venus en aquella colina. Adriano... hacia doscientos años; no había sido amigo de los cristianos. La verdad es que los había odiado, tanto como un hombre con una mente tan curiosamente retorcida como la suya podía odiar. Adriano y sus perversos amigos... él podía ser precisamente el hombre a propósito para concebir una idea como aquella: construir un templo a Venus en el Calvario. La diosa de la lujuria era una abominación para los cristianos... levantarle allí un templo significaba evitar de raíz que aquel lugar se convirtiera en su lugar de reunión para la odiada secta...

Aquello tenía sentido. Pero era la única cosa que lo tenía en todo aquel asunto, y si... Pero ¿qué le pasaba ahora a la Emperatriz? Estaba temblando violentamente... Desde la profundidad del hoyo llegó un grito prolongado... y después otro... y otro...
- ¡Madera! ¡Madera! ¡Madera! 

Elena cayó de rodillas; instintivamente, sus damas hicieron lo mismo. El obispo Macario miró dentro del hoyo; su respiración se agitó. Había tantos trabajadores en la excavación que no se podía ver nada. En la multitud se había hecho el silencio; un silencio que flotaba en el aire como una cosa viva. No hacía viento. Incluso los pájaros y los insectos parecían que se habían vuelto mudos. Sólo se oían los golpes acompasados de un azadón. El obispo Macario se hincó de rodillas, lanzando una breve y ronca exclamación. Un instante después todo el mundo estaba arrodillado. Desde el fondo del hoyo fueron surgiendo tres cruces. Asomaban poco a poco... oscilando conforme los trabajadores tiraban de ellas.

Ya estaban arriba. Un puñado de hombres las seguían con sus azadones y sus palas... uno de ellos traía en la mano algo que parecía un pedazo de pergamino. Todavía salieron más hombres. Se quedaron allí parados, vacilantes, desconcertados, como si no se atreviesen a acercarse a la Emperatriz. Elena intentó ponerse en pie, pero no pudo. Entre Macario y Simón la levantaron, tomándola cada uno por un brazo. Las rodillas se le doblaban cuando se adelantó, tambaleándose, hasta el pie de las tres cruces; se puso a sollozar y el cuerpo entero le temblaba.

A pesar de su enorme excitación, la mente de Macario trabajaba con admirable claridad. Vio el pergamino en las manos de aquel hombre y reconoció los restos de los caracteres hebreos, griegos y latinos... era el cartel que había mandado escribir Pilato. Así es que una de aquellas tres cruces tenía que ser la verdadera Cruz. ¿Pero cuál?

Antes de que pudiera terminar su pensamiento, Elena se abrazó a una de las cruces, como una madre se abraza con su hijo. Después, con un rápido movimiento, agarró al pequeño Simón por un hombro y tiró de él hacia ella. Con los ojos llenos de espanto, el muchacho vio cómo ella tomaba su brazo tullido y le hacía tocar la madera de la Cruz. Simón lanzó un gemido. Una lengua de fuego pareció recorrerle el brazo de arriba abajo, como si le ardiera. Atónito, vio con estupefacción que el brazo le obedecía. Sobrecogido, comprobó que, por primera vez desde hace siete años, los dedos de su mano derecha se movían. Lo intentó otra vez, y otra vez se movieron. Trató después de balancear el brazo... primero hacia arriba... luego hacia los lados...

A la multitud le pareció que estaba haciendo el signo de la Cruz. Muchos de los presentes conocían a Simón, el tullido... y una ola de asombro recorrió a los espectadores. Los ojos de Elena y de Macario se encontraron. Muy despacio, el obispo se inclinó y besó el madero de la Cruz”.




Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la Cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo. La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.


Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heráclito logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fue llevada en persona por el emperador a través de la ciudad.

La Iglesia en este día celebra la veneración a las reliquias de la Cruz de Cristo en Jerusalén, tras ser recuperada de manos de los persas por el emperador Heráclito. Según manifiesta la historia, al recuperar el precioso madero, el emperador quiso cargar una cruz, como había hecho Cristo a través de la ciudad, pero tan pronto puso el madero al hombro e intentó entrar a un recinto sagrado, no pudo hacerlo y quedó paralizado.

El patriarca Zacarías que iba a su lado le indicó que todo aquel esplendor imperial iba en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por las calles de Jerusalén.

Entonces el emperador se despojó de su atuendo imperial, y con simples vestiduras, avanzó sin dificultad seguido por todo el pueblo hasta dejar la cruz en el sitio donde antes era venerada. Los fragmentos de la Santa Cruz se encontraban en el cofre de plata, dentro del cual se los habían llevado los persas, y cuando el patriarca y los clérigos abrieron el cofre, todos los fieles veneraron las reliquias con mucho fervor, incluso, se produjeron muchos milagros.


Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera CruzPor muchos siglos se ha celebrado en Jerusalén y en muchísimos sitios del mundo entero, la fiesta de la Invención o Hallazgo de la Santa Cruz el día 3 de mayo.

La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor. Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.

Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque Él quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes).


En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.


Cómo rezar los 1.000 Jesús


Dar gracias a Dios por los favores recibidos o pedir por las intenciones de los presentes y ausentes. Al ser el 3 de mayo el día de la Exaltación de la Santa Cruz y del sufrimiento de Cristo, quien venció a la muerte después de un largo suplicio y humillación, nosotros los católicos debemos rezar los 1.000 Jesús. Los creyentes nos reunimos en nuestras casas (oración grupal) o vamos al templo, o de manera individual efectuamos la oración.




Elementos que se requieren
para realizar la oración

  • Una camándula.
  • Unos granos de maíz o fríjol (o cualquier elemento circular, por ej. botones), que nos permita llevar la cuenta.
  • Una cruz adornada con flores.
  • Dar gracias a Dios por los favores recibidos o pedir por las intenciones de los presentes y ausentes.
El rosario se realiza
de la siguiente manera:


Se inicia con el rezo del Credo, 1 Padrenuestro, 1 Avemaría y 1 Gloria.

La oración introductoria es:

"Apártate de mí satanás que conmigo no contarás, porque el día de la Santa Cruz dije mil veces..."

Y con las cuentas del rosario se responde:

"Jesús, Jesús, Jesús..." 

Hasta completar la decena (10 cuentas del rosario).

Continuar con la oración introductoria y responder con las otras 10 cuentas del rosario, así se repite 50 veces durante 20 rondas, hasta completar los 1.000 Jesús.

De esta forma se rechaza el pecado y se acepta a Jesús como nuestro Salvador.


Una canción religiosa dice: "Venid oh cristianos -la Cruz veneremos- la Cruz recordemos- de Cristo Jesús..."

Tengamos siempre en nuestras casas la Santa Cruz. Un crucifijo que nos recuerde lo mucho que Jesús sufrió por salvarnos. Y ojalá besemos de vez en cuando sus manos y sus pies. Así lo hacían siempre los santos. No nos acostemos jamás ni nos levantemos ningún día sin hacer la señal de la cruz, bien hecha, despacio, desde la frente hasta el pecho y del hombro izquierdo hasta el derecho, y pronunciando los tres Santísimos nombres del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto trae bendición y muchos favores celestiales, y aleja al demonio y libra de muchos males y peligros.

Link - Oración de la Santa Cruz:
Oración de la Santa Cruz - Con este Signo vencerás

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:

Señor de los Milagros de Buga (Colombia) - Fiesta Septiembre 14

La leyenda del Cristo que creció





Apenas sí se vivía el albor del descubrimiento de América. La espada y la violencia habían hecho su entrada triunfal en estas tierras que olían a inocencia, a paz, a tranquilidad y a equilibrio ecológico y social. La india, con su vestido de saraza y el cabello al aire recordando una tribu que nunca se había doblegado, lavaba las ropas del rico a la orilla del río.

El río bajaba lleno de raudos, con fragores de rey poderoso, con agua transparente y con pureza de nacimiento. La india tenía el alma llena del Cristo que el misionero les había enseñado: tener su imagen, rezarle todos los días, implantarlo en su choza porque ya lo tenía muy hundido en el corazón, era su único anhelo. Escondidos en su regazo tenía los setenta reales que había recogido con ese trabajo humilde y con esos setenta reales compraría una imagen de Cristo crucificado.

De su meditación la sacó el pisar fuerte de los guardias y el pisar angustiado del hombre que llevaban a la cárcel, porque en su pobreza no había alcanzado a pagar los setenta reales que debía. El diálogo de la indígena con la autoridad fue corto porque la caridad no tiene distancias. Con los setenta reales hizo realidad su sueño: devolvió la libertad a ese otro Cristo pobre y detenido. El hombre volvió a su choza y a su trabajo, y la india siguió hundiendo las manos en las aguas cristalinas del Guadalajara.

Un día llega a sus manos un crucifijo: el corazón le late aún de la alegría de haber libertado aquel hombre, pero ahora se duplican los latidos porque por el río venía una diminuta imagen de Cristo. La miró, lloró, la guardó en su regazo donde había tenido los setenta reales, lo sintió pesado. Bailando y corriendo con paso ritual llegó a su choza y después sembró el Cristo de las Aguas en la mitad de su dormitorio, y luego durmió tranquila con sueños de cielo, con sonrisas de Dios y con satisfacción del niño que asegura que se ha manejado bien... Unos golpes la despiertan y escudriña la realidad a la luz de su choza:
El Cristo había crecido...
La noticia se riega con la presteza de la primera resurrección... Los vecinos vienen y el CRISTO DE LAS AGUAS, como comenzó a llamarse, hace el bien y el milagro. Se apodera de la casa de la india y de la comarca y de todos los corazones... todos lo quieren y lo negrean con besos y con lágrimas, y con las huellas de sus manos y con los relatos que le hacen de sus trabajos y dolores.

El sabio obispo de Popayán, que a distancia escuchó los relatos, se exacerbó en su celo y por un sabio temor a los cuentos de brujas y de duendes, mandó entonces que lo quemaran, que hicieran desaparecer esa imagen deteriorada.

Lo que el sabio obispo no supo fue que el amor perdura siempre, que al amor no lo destruye nada... Y el fuego no tocó la imagen, la puso sí a sudar copiosamente como suda y sufre quien es testigo de injusticias... Y la gente recogió el sudor en copos de algodón, y con eso sanaron sus males, y con eso restañaron las heridas de su corazón.


La esfinge de tamaño oscuro representaba a Cristo ya muerto con el cuerpo muy inclinado, la cabellera empapada de sangre y los labios entreabiertos. 

La historia nos dice... 




Así lo atestiguó bajo fe de juramento ante otro visitador, en 1665, doña Luisa de la Espada, hija de uno de los patriarcas de Buga. Ella aseguró que la imagen, arrojada al fuego, no se quemó, antes bien sudaba y la gente empapaba algodones en el sudor. Este testimonio se conserva. En esa misma ocasión otros testigos, igualmente bajo gravedad de juramento, hicieron declaraciones sobre hechos sorprendentes, especialmente curaciones realizadas por la devoción al Santo Cristo.

En septiembre y octubre de 1757, el obispo de Popayán, Diego del Corro, de visita en Buga, como testigo de los sucesos extraordinarios, mandó recoger cuantos documentos pudieron hallarse. Era su intención llevarlos a Lima, para presentarlos al tribunal. Desgraciadamente, se extraviaron cuando el prelado viajaba a tomar posesión del arzobispado limeño.

En 1783 el rector del seminario de Popayán, y al mismo tiempo capellán del santuario de Buga, envió a Roma una relación aprobada por su obispo, en la que se relataban testimonios de numerosas curaciones. El Papa Pío VI respondió con 22 "breves perpetuos", en los que se concedían abundantes indulgencias a los devotos peregrinos. Se conserva la copia del documento pontificio.

Y el Cristo se quedó con el pueblo fiel, primero en la casa de la humilde india, después en la Ermita que con cariño le construyeron, hasta que un terremoto la destruyó, y luego en la otra Ermita cuya torre convocó por tiempos largos a la gente con el sonar de las campanas fundidas de armas de las guerras, y que todavía hoy se levanta orgullosa al lado de la Basílica. Y desde 1907, el Cristo está en la hermosa Basílica que construyó un pueblo dirigido por Misioneros Redentoristas.





Oración de Homenaje
al Señor de los Milagros



Señor de los Milagros,
te presentamos el homenaje
de nuestra fe, nuestra esperanza
y nuestro amor.

Creemos en Ti, Hijo de Dios,
Hermano y Salvador nuestro.

Confiamos en tu bondad y poder.
Queremos amarte siempre
cumpliendo tus mandamientos
y sirviéndote en nuestros hermanos.

Te damos gracias porque nos amas,
nos atraes con tu Imagen,
nos acoges en tus brazos,
nos guías con tu palabra
y nos brindas tu perdón.


Señor de los Milagros,
te consagramos nuestras familias:
consérvalas en armonía;
nuestras casas: ilumínalas con tu presencia;
nuestras alegrías: santifícalas con tu amor;
nuestras preocupaciones: acógelas en tu bondad;
nuestras dolencias: remédialas con tu misericordia;
nuestro trabajo: fecúndalo con tu bendición.

Señor de los Milagros,
te imploramos el don de la paz,
te imploramos la firmeza en la fe,
la fidelidad a tu Iglesia y la gloria eterna.
Madre del Perpetuo Socorro,
recibe esta plegaria
y preséntala a tu divino Hijo.

Amén.

Propiedad: Misioneros Redentoristas de Buga

Bendición


PADRENUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS...
DIOS TE SALVE, MARÍA, LLENA ERES DE GRACIA...
GLORIA AL PADRE Y AL HIJO Y AL ESPÍRITU...

Que la gracia y la bendición
del Señor de los Milagros
esté con cada uno de nosotros.
La paz de su semblante nos tranquilice.
Los méritos de su cruz nos defiendan.
El amor de su corazón nos inflame.
Los sufrimientos de su Pasión nos consuelen.
El resplandor de sus llagas
iluminen cada una de
nuestras palabras y acciones.
Y sus brazos amorosos
nos acojan algún día
en la gloria eterna del cielo.
Y la bendición de Dios todopoderoso:
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre nosotros
y permanezca para siempre.
Amén.

Oración
al Señor de los Milagros de Buga


Ofrecimiento del Día

Que mis ojos vean que Tú eres
la Luz que alumbra mi camino.
Que mi alma sienta el gozo
de llevarte muy dentro.
Que mi corazón reciba
con humildad
el amor que Tú me das.

Que mis pensamientos
sean para glorificarte y bendecirte.
Que mis silencios
sean para hablar contigo y escucharte.
Que mis oraciones
clamen ante Ti el cambio que debo tener.

Señor de los Milagros:
Quiero vivir bajo tu mirada.
Caminar sin cansancio hasta encontrarte.
Y así sentir la paz y el gozo
que tu infinito amor me da.
Amén.

Fuente - Texto tomado del Señor de los Milagros de Buga:
Video tomado de YOUTUBE.COM:

Fuente - Oraciones tomadas del Sitio Web Señor de los Milagros de Buga:

Fuente - Texto tomado Arquidiócesis de Bogotá:

Novena a Nuestra Señora de los Dolores - Día Octavo - Septiembre 14 de 2019



Oración
Señor Mío Jesucristo

Señor mio, Jesucristo, 
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío, 
por ser Vos quién sois
y porque os amo
sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón
haberos ofendido; 
propongo firmemente
nunca más pecar, 
apartarme de todas
las ocasiones de ofenderos, 
confesarme y,
cumplir la penitencia
que me fuera impuesta.

Ofrezco, Señor,
mi vida, obras y trabajos, 
en satisfacción de todos
mis pecados, y, así como lo suplico,
así confío en vuestra
bondad y misericordia infinita, 
que los perdonareis,
por los méritos de vuestra
preciosísima sangre,
pasión y muerte,
y me dareis la gracia
para enmendarme,
y perseverar en vuestro
santo amor y servicio, 
hasta el fin de mi vida.
Amén

Oración Inicial


Oh Virgen, la más dolorosa del mundo después de tu Hijo, a cuyos dolores estuviste perpetuamente asociada: te ruego que me alcances fortaleza para sufrir por mis pecados, como tú sufriste por los nuestros, a fin de que, crucificando mis pasiones y concupiscencias en la cruz de Cristo, llevando la cruz de mi deber por el camino de mi vida, caminando en pos de mi Señor y perseverando constantemente a tu lado, oh Madre mía, al pie de la cruz de tu Hijo, viva siempre y muera contigo, redimido y santificado por la sangre preciosísima de nuestro Redentor. También te pido, por tus dolores, que oigas mi petición en esta novena y, si conviene, me la concedas. 

Rezar la oración
del día correspondiente:

Día Octavo

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor con que acompañaste a tu Hijo a la sepultura y allí le dejaste sepultado, concédeme que yo muera con los auxilios de la religión y sea sepultado entre los fieles cristianos con Cristo, para que, en el día del juicio, merezca resucitar con los verdaderos cristianos y ser llevado a la derecha de Cristo.

Terminar con la
oración final
para todos los días

Oración Final
para todos los días


Acuérdate, Virgen Madre de Dios,
cuando estés en la presencia del Señor,
de hablar en favor nuestro y que aparte
su indignación de nosotros.

Oh Santísima Madre,
hazme esta gracia:
fija en mi corazón
con eficacia las llagas
de Jesús crucificado.

Haz que de Cristo
en mí lleve la muerte,
que participe su pasión y suerte
y medite en sus llagas apenado.

Para que no arda
en los eternos fuegos,
defiéndeme tú, oh Virgen,
con tus ruegos, en el día del juicio.

Y tú, oh Cristo,
al salir yo de esta vida,
por tu Madre querida,
haz que llegue a la palma de victoria.

Cuando mi cuerpo muera,
haz que mi alma adquiera
del paraíso la gloria.

Rezar tres Avemarías

Ruega por nosotros,
Virgen dolorosísima,
que estuviste constantemente
junto a la cruz de Jesucristo.

Nuestra Señora de la Buena Muerte,
ruega por nosotros.


Siete gracias concedidas
por la Santísima Virgen María


Favor leer el siguiente link:

Oremos:

Te rogamos, Señor Nuestro Jesucristo,
que interceda ante tu clemencia
la bienaventurada Virgen María
Tu Madre, cuya alma atravesó
la espada de dolor
en la hora de tu Pasión.
Lo pedimos por Ti,
oh Jesucristo, Salvador del mundo,
que vives y reinas con el Padre
y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
Amén

San José,
ruega por nosotros


Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM: