martes, 3 de septiembre de 2019

San Moisés - Libertador del Pueblo Elegido y Profeta del Antiguo Testamento - Fiesta Septiembre 4


La historia de Moisés se encuentra en el segundo libro de la S. Biblia, el Libro del Éxodo, uno de los libros más hermosos y emocionantes de toda la literatura universal. Ningún buen cristiano debería quedarse sin leer el Éxodo no sólo una vez sino muchas veces. Su lectura le hará un gran provecho a su alma.

Cuenta el libro del Éxodo que empezó a gobernar a Egipto un faraón que no quería a los israelitas y dio una ley, mandando que todo niño varón que naciera había que matarlo. Y un día nació un bellísimo niño de la tribu de Leví. Sus padres lo escondieron para que no lo fueran a matar los soldados del faraón, pero como el niño lloraba y podían oírlo desde la calle, dispuso entonces la madre echarlo entre un canasto, que ella había forrado con brea por fuera, y dejarlo flotando sobre las aguas del río Nilo.



Y sucedió que fue la hija del faraón a bañarse al río Nilo y al ver el canasto sobre el agua mandó un nadador a que lo sacara. Y allí encontró el hermoso niño que lloraba. Se compadeció de él y en ese momento llega la hermanita del niño, que estaba escondida entre los matorrales de la orilla observando, y le propuso que ella le podía conseguir una señora para que criara al niño. La hija del rey aceptó y fue llamada la mamá a quien la princesa le pagó para que criara al pequeño, al cual le puso por nombre MOISÉS, que significa salvado de las aguas.



La hija del faraón adoptó a Moisés como príncipe y lo hizo educar en el palacio del rey, donde se educaban los que iban a ser gobernantes de la nación. Esta educación tan esmerada le sirvió mucho después para saber gobernar muy bien al pueblo de Israel.


Cuando Moisés fue mayor, un día vio que un egipcio atormentaba a un israelita y por defender al israelita hirió gravemente al egipcio. Lo supo el rey y lo iba a mandar matar, y entonces Moisés salió huyendo hacia el desierto. En el desierto encontró a unas pastoras que no podían dar de beber a sus rebaños porque unos pastores asesinos se lo impedían. Como él era un buen luchador las defendió y les permitió dar de beber a sus ovejas. Las muchachas le contaron ésto a su padre y el buen hombre mandó llamar a Moisés y lo encargó de cuidar sus rebaños en el desierto. Allí estuvo por siete años, dedicado a la meditación y a la oración, y ese tiempo le fue muy útil porque pudo conocer muy bien el desierto por donde más tarde iba a conducir al pueblo de Israel. Moisés se casó con Séfora, la hija del dueño de las ovejas, y de ella tuvo dos hijos: Eliécer y Gerson.

Un día mientras cuidaba las ovejas en el desierto vio Moisés que un montón de espinas ardían entre llamaradas pero no se quemaban. Lleno de curiosidad se acercó para ver qué era lo que pasaba y una Voz le dijo:

"Moisés, Moisés, quítate las sandalias porque el sitio que estás pisando es sagrado"

Le preguntó:
"¿Quién eres Tú Señor?"
La Voz le respondió:
"Yo Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. He oído las lamentaciones de mi pueblo de Israel y he dispuesto bajar a ayudarlos. He dispuesto liberarlos de la esclavitud de Egipto y llevarlos a una tierra que mana leche y miel. Yo te enviaré al faraón para que los deje salir en libertad"
Moisés preguntó:
"¿Señor, y si me preguntan cuál es Tu Nombre, qué les diré?"
El Señor le respondió:
"Yo Soy Yavhé. Yo Soy el que Soy. Irás a los israelitas y les dirás: 'Yavhé, que es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob me envía a vosotros'. Luego reunirás a los ancianos de Israel, y con ellos irás al faraón a pedirle que deje salir libre al pueblo. El faraón se negará pero Yo haré toda clase de prodigios para que los dejen salir"
Moisés dijo al Señor:
"¿Y qué demostración les voy a hacer para que sepan que sí voy de parte de Dios?"
El Señor le respondió:
"Echa al suelo tu vara de pastor"
Moisés lanzó al suelo su vara o bastón que se convirtió en serpiente. Dios le dijo:
"Toma la serpiente por la cola"
La agarró y se volvió otra vez bastón. Dios le dijo:
"Ésta será una de las señales con las cuales Yo te voy a apoyar para que te crean"
Moisés le dijo a Nuestro Señor:
"Yo tengo dificultad para hablar. ¿Por qué no mandas a otro?"
El Señor le dijo:
"Tu hermano Aarón, que sí tiene facilidad para hablar, te ayudará"
Moisés se volvió a Egipto y junto con su hermano Aarón reunió a los ancianos de Israel y les contó lo que le había mandado el Señor Dios. Y convirtió el bastón en serpiente para demostrarles que sí venía de parte de Dios. Se fueron donde el faraón a pedirle que dejara salir en libertad al pueblo de Israel, pero el faraón no quiso aceptar sino que más bien esclavizó más a los israelitas y les puso trabajos más pesados, haciendo ladrillos. El pueblo clamó a Dios y Dios los escuchó y mandó las terribles 10 plagas de Egipto.


La primera plaga consistió en que las aguas del Nilo se convirtieron en sangre, al ser tocadas por el bastón de Moisés. La segunda plaga fue una espantosa invasión de ranas por todas las casas. El faraón se asustó, pero apenas Moisés obtuvo que se acabara la plaga, ya no dejó salir al pueblo. La tercera, una nube inmensa de mosquitos que molestaban a todo el mundo. La cuarta, unos tábanos o abejones que picaban muy duro. La quinta plaga, una peste que mató el ganado. La sexta, úlceras por todo el cuerpo en la gente. La séptima plaga, una terrible granizada que destruyó los cultivos. La octava, las langostas que llegaron por millones y arrasaron con todo. La novena, tres días de tinieblas. Y la décima y más terrible, la muerte de todos los hijos mayores o primogénitos de las familias de Egipto. Ante esta calamidad, el faraón se asustó y dejó salir al pueblo de Israel.

Cuando el faraón asustado dio la orden de que los israelitas podían salir de Egipto donde estaban como esclavos, todos ellos se apresuraron a abandonar el país con sus animales y cuanto tenían dirigidos por Moisés. Pero al llegar al Mar Rojo vieron que el ejército egipcio venía a perseguirlos. Asustados clamaron a Dios y entonces el Señor mandó a Moisés que tocara con su bastón el mar. Inmediatamente se abrieron las aguas en dos grandes murallas y el pueblo pasó a pie por terreno seco hasta la otra orilla.



El ejército del faraón quiso pasar también, pero por orden de Dios, Moisés tocó otra vez con su bastón las aguas y éstas se cerraron y ahogaron a todo el ejército perseguidor. En ese día el pueblo aumentó su fe en Dios y creyó en Moisés su profeta.

En el desierto faltó el agua y el pueblo se moría de sed. Moisés, por orden del Señor, golpeó con su bastón una roca y de ella brotó una fuente de agua en la cual bebió todo el pueblo y bebieron sus ganados. La gente empezó a sufrir hambre y a protestar. Entonces Dios hizo llover del cielo un pan blanco y agradable. La gente al verlo decía:
"¿Maná?" (que en su idioma significa, ¿qué es ésto?)

Dios le dijo a Moisés:
"Éste es el pan con el cual los voy a alimentar mientras se encuentran en el desierto"
Y así durante 40 años el maná fue el alimento prodigioso que los libró de morirse de hambre. Moisés subió al Monte Sinaí y allí Dios le dio los Diez Mandamientos, escritos en dos tablas de piedra. Y prometió que quien los cumpla tendrá siempre sus bendiciones y su ayuda.



Moisés tuvo que sufrir mucho porque el pueblo era rebelde y muy inclinado al mal, pero Dios se le aparecía y hablaba con él como un amigo de mucha confianza. Inspirado por Nuestro Señor dio Moisés al pueblo unas leyes sumamente sabias, que fueron después muy útiles para conservarlos en las buenas costumbres y preservarlos en la fe. Cuando el pueblo pecaba y Dios se proponía castigarlo, Moisés oraba por el pueblo pecador y Dios los perdonaba. 

Cuando los enemigos venían a atacarlos, Moisés se iba al Monte a rezar. Mientras él rezaba con las manos levantadas triunfaba el ejército de Israel. Pero cuando Moisés dejaba de rezar, era derrotado el pueblo de Dios. Por eso entre dos hombres le tenían los brazos levantados para que no dejara de orar mientras duraba la batalla. Es que por ser tan amigo de Dios, conseguía de Él cuanto le pedía en la oración.



Dios lo hizo subir a un Monte desde donde pudo ver la Tierra Prometida. Y allí murió y lo enterraron los ángeles. Nunca más hubo otro hombre que hablara con Dios de tú a tú, como Moisés y que hiciera tantos milagros y prodigios. Hasta que llegó Nuestro Señor Jesucristo, nuevo Moisés, pero muchísimo más poderoso y santo que él, porque Jesús es a la vez Dios y hombre.

Memoria de San Moisés, profeta, a quien Dios eligió para liberar al pueblo oprimido en Egipto, y conducirlo a la tierra de promisión. También se le reveló en el monte Sinaí, diciéndole:
"Yo Soy el que Soy"
Y le propuso la ley para regir la vida del pueblo elegido. Murió lleno de días en el monte Nebo, en tierra de Moab, a las puertas de la tierra de promisión.

Moisés juntamente con Abraham son los dos personajes centrales del Antiguo Testamento. Es el libertador del pueblo elegido, y el mediador de la Alianza renovada en el Sinaí, y conforme a ella es el organizador de la teocracia hebrea. Los días del Éxodo habían quedado como los tiempos heroicos de la historia israelita, y el principal protagonista de las gestas, Moisés, quedó en la memoria de todas las generaciones como el amigo de Dios por excelencia.

Vida y milagros
de San Moisés Profeta


Salvado de las aguas. Criado junto al Faraón. Elegido para salvar a su pueblo. Instrumento de Dios en las plagas. Caudillo desde el Mar Rojo. Y ya en el desierto, el hombre de la Alianza: Amigo de Dios, padre del pueblo, legislador, juez, guerrero, libertador...

Es el hombre fuerte como un titán que se resiste a aceptar las debilidades de su pueblo. Dios permite su fracaso. Viendo ya la Tierra Prometida, muere con la esperanza incumplida de entrar en la tierra de Canaán.

El que extendió su mano en el mar y lo secó o hizo brotar agua de la roca en el desierto, o consiguió de Dios el maná y las codornices para quitar la hambruna, no disfruta su máximo proyecto humano: entrar en la Tierra de Promisión.

El sinsabor de la derrota humana es permitido por Dios para que reconozcamos nuestra flaqueza. El fracaso en lo humano marca la dependencia del Creador.


Los 10 Mandamientos
de la Ley de Dios

1° Amarás a Dios sobre todas las cosas. 
2° No tomarás el Nombre de Dios en vano. 
3° Santificarás el día del Señor. 
4° Honrarás a tu padre y a tu madre. 
5° No matarás. 
6° No cometerás actos impuros. 
7° No robarás. 
8° No levantarás falsos testimonios ni mentirás. 
9° No consentirás pensamientos ni deseos impuros. 
10° No codiciarás los bienes ajenos.



    Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:
    http://www.ewtn.com/spanish/saints/Mois%C3%A9s.htm

    Fuente - Texto tomado de CATHOLIC.NET:

    Fuente - Texto tomado de SANTOPEDIA.COM:

    San Gregorio Magno - Papa y Doctor de la Iglesia - Fiesta Septiembre 3

    San Gregorio Magno - 64° Papa
    de la Iglesia Católica

    Nacido en Roma hacia el año 540, de familia noble y cristiana, vive la desolación de la Urbe, caído el Imperio occidental, y el inicio de una época ascendente. Estudió Derecho y en 573 fue nombrado Prefecto. Como heredó la fortuna de su padre, construyó varios monasterios en Roma y se retiró al Monte Celio. Fue ordenado diácono y en 578 el Papa Benedicto I lo ordenó presbítero. Fungió como Nuncio en Constantinopla entre 579 y 586. Tres años después en 590 fue elegido Papa, misión en que se distinguió por su oratoria, política tolerante, administración atinada, interés misionero en Inglaterra y España y tacto en la reforma del clero y la liturgia. Mereciendo por su ingente labor que se le considere gran figura entre las de todos los tiempos, y que se le haya otorgado el título de Doctor y Padre de la Iglesia latina. Su muerte acaeció el 12 de marzo del 604.

    Gregorio I o San Gregorio fue el sexagésimo cuarto Papa de la Iglesia Católica. Uno de los cuatro Padres de la Iglesia Latina y Doctor de la Iglesia. Fue el primer monje en alcanzar la dignidad pontificia.

    Escribe San Gregorio Magno en su Regla Pastoral:
    "Importa que el pastor sea puro en sus pensamientos, intachable en sus obras, discreto en el silencio, provechoso en las palabras, compasivo con todos, más que todos levantado en la contemplación, compañero de los buenos por la humildad y firme en velar por la justicia contra los vicios de los delincuentes. Que la ocupación de las cosas exteriores no le disminuya el cuidado de las interiores y el cuidado de las interiores no le impida el proveer a las exteriores"
    Su acción pastoral se refleja en varias de sus obras: "Regla Pastoral, Diálogos, Sacramentario y Antifonario". Se distinguió, también, por su obra bíblica (varios comentarios), ascética (su Moralina) y epistolar (859 cartas).

    San Gregorio Magno escribió:
    "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso"
    San Gregorio ofreció 30 Misas por el alma de un difunto. Más tarde ese difunto se le apareció en sueños a darle las gracias, ya que por esas Misas había logrado salir del purgatorio.

    En otra ocasión, San Gregorio, estaba celebrando la Misa, elevó la Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la Hostia elevada en sus manos y él les respondió:
    "Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio"



    Apenas muerto, fue venerado como santo y la tradición lo asumió como Patrón de los liturgistas, sabios e investigadores, por su amplia erudición; de los músicos, chantres y cantores, por la escuela de canto que fundó (Cantos Gregorianos). Defensor contra la enfermedad de la gota y la peste; y Abogado de las almas del purgatorio por las "Misas Gregorianas" que hasta él se hicieron remontar.


    En la iconografía aparece, como todos los papas, con la tiara y la cruz papal; en calidad de Padre de la Iglesia (uno de los cuatro grandes de Occidente) al igual que la tradición conoce como El Grande; y como monje. Una paloma, símbolo de inspiración, una cartela con notas musicales, los emblemas pontificios y el ánima sola o varias almas del purgatorio son sus atributos principales.



    San Gregorio Magno
    clasificó en 7
    los pecados capitales:

    1. Soberbia
    2. Avaricia
    3. Lujuria
    4. Ira
    5. Gula
    6. Envidia
    7. Pereza
    Estos 7 pecados se llaman capitales porque son cabezas y como fuentes y raíces de otros vicios que de ellos nacen. Los vicios, como contrarios a las virtudes, son hábitos perversos que oscurecen la conciencia e inclinan al mal.



    1. Soberbia: Es considerado el original y más serio de los pecados capitales, es la principal fuente de la que derivan los otros. Es identificado como un deseo por ser más importante o atractivo que los demás, fallando en halagar a los otros. Según la Biblia, este pecado es cometido por Lucifer al querer ser igual que Dios. Soberbia y Orgullo son sinónimos. El Orgullo es disimulable e incluso apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes, mientras que a la Soberbia se la concreta con el deseo de ser preferido a otros, basándose en la satisfacción de la propia vanidad, del Yo o ego. Por ejemplo, una persona Soberbia jamás se "rebajaría" a pedir perdón, o ayuda, etc.
    2. Avaricia: Es como la lujuria y la gula un pecado de exceso. La avaricia (vista por la Iglesia) aplica sólo a la adquisición de riquezas en particular. Tomás de Aquino escribió que la avaricia es "un pecado contra Dios, al igual que todos los pecados mortales, en lo que el hombre condena las cosas eternas por las cosas temporales". Avaricia describe otros ejemplos de pecados: Deslealtad, traición deliberada, especialmente para el beneficio personal, como en el caso de dejarse sobornar. Búsqueda y acumulación de objetos, robo y asalto, especialmente con violencia, los engaños o la manipulación de la autoridad son todas acciones que pueden ser inspirados por avaricia.
    3. Lujuria: Pecado producido por los pensamientos excesivos de naturaleza sexual. La lujuria en su máximo grado puede llevar a compulsiones sexuales o sociológicas y/o transgresiones, incluyendo la adicción al sexo, el adulterio y la violación.
    4. Ira: Sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enojo. Se puede manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo, impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema judicial (llevando a hacer justicia por sus propias manos), fanatismo en creencias políticas y generalmente deseando hacer mal a otros. Odio e intolerancia hacia otros por razones como raza o religión, llevando a la discriminación. Las transgresiones derivadas de la ira están entre las más serias, incluyendo homicidio, asalto, y en casos extremos, genocidio. La ira es el único pecado que no necesariamente se relaciona con el egoísmo y el interés personal (aunque uno puede tener ira por egoísmo, por ejemplo, por celos).
    5. Gula: Se identifica con la glotonería, el consumo excesivo de comida y bebida. También incluye ciertas formas de comportamiento destructivo. De esta manera el abuso de substancias o las borracheras pueden ser vistos como ejemplos de gula.
    6. Envidia: Se caracteriza por un deseo insaciable. Aquellos que cometen el pecado de la envidia desean algo que alguien más tiene, y que perciben que a ellos les hace falta, y por consiguiente, a desear el mal al prójimo, y sentirse bien con el mal ajeno.
    7. Pereza: Es una tristeza de ánimo que aparta al creyente de las obligaciones espirituales o divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión. Concebir tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital. Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios. Si nos entristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que estamos obligados, por ejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales, si llega a hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados impunemente a las pasiones, es sin duda pecado mortal.

    La Iglesia Católica Romana reconoce 7 virtudes que forman parte del Catecismo (que corresponden a cada pecado capital):


    1. El pecado de la Soberbia se vence con la Virtud de la Humildad: Característica que define a una persona modesta, alguien que no se cree mejor o más importante que los demás en ningún aspecto; es la ausencia de soberbia.



    2. El pecado de la Avaricia se vence con la Virtud de la Generosidad: Hábito de dar y entender a los demás. En momentos de desastres naturales, los esfuerzos proporcionados de manera voluntaria, por individuos o grupos que entregan de manera unilateral tiempo, recursos, mercancías, dinero y afecto. La generosidad es una forma de altruismo y filantropía.



    3. El pecado de la Lujuria se vence con la Virtud de la Castidad: Comportamiento voluntario a la moderación y adecuada regulación de placeres y/o relaciones sexuales, ya sea por motivos de religión o social. No es lo mismo que abstinencia sexual.


    4. El pecado de la Ira se vence con la Virtud de la Paciencia: Actitud para sobrellevar cualquier contratiempo y dificultad.



    5. El pecado de la Gula se vence con la Virtud de la Templanza: Moderación en la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.



    6. El pecado de la Envidia se vence con la Virtud de la Caridad: Desear y hacer siempre el bien al prójimo. Amor desinteresado hacia los demás, es la práctica organizada de la prestación de auxilio a los más necesitados. Empatía. Amistad.



    7. El pecado de la Pereza se vence con la Virtud de la Diligencia: Prontitud de ánimo para obrar el bien. Es el esmero y el cuidado en ejecutar algo. Significa cumplir con los compromisos, no ser inactivo, no caer en la pereza, poner entusiasmo en las acciones que se realizan.



    Fuente - Texto tomado de EWTN.COM: