martes, 9 de julio de 2019

San Cristóbal - Mártir - Siglo III - Fiesta Julio 10


Cristóbal significa
"El que carga o portador de Cristo"

Su martirio es colocado en la persecución de Decio, entre los años 249 y 251. Cristóbal es conocido como "Mártir de Cristo", bajo el reinado del emperador Decio. Dan fe las numerosas reliquias desperdigadas por el orbe cristiano, veneradas desde tiempos muy remotos. Algunas fueron llevadas a España, al parecer poco después del martirio. Un brazo se conserva en Compostela, una mandíbula en Astorga, y poseen varias otras: Toledo y Valencia.

Según la tradición, fue Cristóbal el primogénito y unigénito de un rey cananeo, y nació en Sidón o en Tiro. Antes de ser bautizado se llamaba Relicto. Tenía gran porte, verdadero gigante por su estatura, de cabellera rubia, ojos claros y mirada penetrante; y despertaba en todos excepcional simpatía. Mientras fue pagano, pensó sólo en aventuras. Su sed de gloria le impulsó a poner su espada al servicio de un gran rey. Dejó su patria, se puso en camino y fue a parar a las huestes de Giordano, emperador de Roma. Relicto era ducho en las armas; y tal valor mostraba y tanta destreza en el combate, que el emperador quería tenerlo junto a sí en los momentos de peligro.

Pero un día Relicto oyó hablar de Cristo, como el más poderoso de los reyes. Y comenzó a preguntar:



"¿Dónde he de encontrar a ese Cristo, Monarca más poderoso que todos los otros?"
La Divina Providencia le deparó un buen maestro; un ermitaño cristiano, por el cual se dejó instruir en el conocimiento de los misterios de la fe verdadera. No tardó en abandonar la milicia terrena y adscribirse al servicio del "Rey Inmortal de los siglos".

Y pregunta entonces Relicto al ermitaño:
"¿Cómo he de servir a mi nuevo Señor?"
Le responde éste:
"Con la oración y el ayuno"
"No sé rezar"
"Ayuna, pues"
"¿No ves mi corpulenta estatura? He de comer más que los otros para sostenerme"
"Sírvele entonces con tu estatura y tu fuerza. Ayuda a vadear el río a los caminantes que lo necesiten"
Obedeció exactamente al ermitaño. Su cuerpo gigantesco empezó a transportar sobre sus hombros a los que no se atrevían a vadear la corriente. Y así una temporada; hasta que un día vio un niño en la ribera; y habiéndole preguntado qué deseaba, el pequeño le respondió que le pasase a la otra orilla. Tomóle Relicto y se lo puso al hombro, creyendo que el peso sería insignificante. Se equivocó. Cuenta uno de sus biógrafos que "Cristóbal entró animoso al río con su báculo (una recia y alta vara con la que solía ir a todas partes), como jugueteando con las ondas; pero a los pocos instantes conoció que el alto bajel se iba a pique, arrebatado de la furia de las aguas. Crecían éstas; hinchábanse las olas, procuraba él cortarlas valientemente, haciendo pie firme en la arena; pero nada le valía, porque el Niño que llevaba en sus hombros le abrumaba tanto con el peso, que si Él mismo no le diera la mano, en ellas hubiera hallado su sepultura. Rendido, sudando y gimiendo, salió a la orilla y admirado puso al Niño en la arena y le dijo:
"¿Quién eres Niño? En gran peligro me has puesto. Jamás me vi en riesgo de perder la vida, sino hoy, que te llevé sobre mi espalda. Las coléricas aguas aumentaban su enojo, y Tú ibas multiplicando tu peso. No pesabas tanto al principio. ¿Quién eres Niño, que tan en la mano tienes hacerte ligero o pesado? Creo que más pesas Tú que el Mundo"
Y entonces oyó Relicto la respuesta, en la cual se le señalaba, precisamente, el nombre que habría de adoptar en el Bautismo:
"Te llamarás Cristóforo, porque has llevado a Cristo sobre tus hombros. No te admires de que Yo te pese más que el mundo, aunque me veas tan niño; porque, realmente, peso Yo más que el mundo entero. Yo Soy de este mundo, que dices, el único Creador; y así, no sólo al mundo, sino al Creador del mundo, has tenido sobre ti. Bien puedes gloriarte con el peso: Yo Soy ese Señor que buscas: Hallaste ya lo que deseas y a quien has servido tanto en esas obras piadosas. Y aunque sobra mi palabra para crédito de mi verdad, pues sólo porque Yo lo digo tiene su firmeza la fe, ejecutaré un prodigio para que conozcas la grandeza de este Niño pequeño. Vuélvete a tu casa, no tienes ya que temer las olas. Fija en la tierra ese árido tronco que te sirve de báculo, que mañana lo verás, no sólo florido, sino coronado de frutos"
Cristóbal significa
"El que carga o portador de Cristo"
En efecto, a la mañana siguiente la estaca seca plantada en el suelo se había trocado en esbelta palmera, con incontables frutos. Otra vez, según la tradición, se realizó el mismo prodigio, y entonces, instantáneamente, y ante los ojos de todo el pueblo, a petición del Santo, que lo impetró de Dios para ofrecer un testimonio de la verdad que estaba predicando.

Fue después del episodio del divino Niño cuando Relicto recibió el Bautismo, que le administró el Patriarca Babilas en su Basílica de Antioquía. Desde aquel momento, se llamó ya siempre CRISTÓFORO, es decir, PORTADOR DE CRISTO.

De cuatro maneras -dice un escritor tan leído como es Tihamer Toth- llevó Cristóbal a Cristo: sobre sus hombros; en los labios, por la confesión y predicación de su Nombre; en el corazón, por el amor; y en todo el cuerpo, por el martirio.

Provisto él de su gran bastón en la mano, y caminando majestuosamente, no cesó de evangelizar a las gentes de Samos, maravilladas de su elocuencia. Por aquel entonces salió un edicto de persecución del emperador Decio, mandando que fuesen ofrecidos sacrificios a los dioses paganos y amenazando con las más graves penas a cuantos se resistiesen a ofrecerlos. Dagón, prefecto de la Licia, se afanó en cumplir rigurosamente el decreto. Y así, después de ordenar a sus soldados la profanación de todas las iglesias o lugares donde era adorado el Dios Verdadero, les incitó a que se lanzasen como lobos rapaces sobre todos los cristianos que no quisiesen enseguida claudicar. Nuestro Santo fue uno de los primeros en incurrir en esas iras.

Al ver que se aproximaba su hora, imploró el auxilio divino, postrándose en el suelo. Jesucristo se le apareció y, levantándolo, alentó sobre él, dándole el espíritu de sabiduría, y le dijo:



"No temas, que Estoy contigo"
Cristóbal, al saber, primero, y ver, después, cómo eran torturados los que confesaban públicamente la fe de Cristo, en vez de desfallecer, en medio de una multitud inmensa clamó:
"También yo soy cristiano y tampoco quiero sacrificar a los falsos dioses"
Inmediatamente fue detenido y conducido hacia el tribunal del prefecto.

En diálogo con Dagón se mostró Cristóbal investido de una serenidad imponente, proclamando su fe con palabras de profundidad celestial y manteniéndose inconmovible lo mismo ante las promesas seductoras que ante las más feroces amenazas.

Prolija resultaría también la reseña de los tormentos a que fue sometido. Flagelación con varillas de hierro, durante la cual no cesaba Cristóbal de cantar himnos a Dios. Prueba de un casco de hierro al rojo vivo sobre su cabeza, de la cual sale indemne. Parrilla enorme sobre la que es tendido para que sea quemado en fuego lento, y que es derretida por las llamas, mientras éstas respetan su cuerpo. Saetas innumerables arrojadas sobre Cristóbal atado a un árbol, sin que ni una sola dé en el blanco, pero sí una en un ojo del prefecto... Y entonces, la voz del Mártir, que resuena vibrante:
"El Señor prepara ya mi corona... Cuando la espada separe mi cabeza de mi cuerpo, unge tu ojo con mi sangre, mezclada con el polvo, y al punto quedarás sano. Entonces reconocerás Quién te creó y Quién te ha curado"
A la mañana siguiente Cristóbal es decapitado, y el prefecto hace lo que le indicara. Al punto recobra la visión, abraza la verdadera fe, ordena a sus súbditos que adoren a Cristo y abandonen el culto de los falsos dioses.

Fuente - texto tomado de la Biblioteca Electrónica Cristiana:

Fuente - Texto tomado de EWTN:

Novena a Nuestra Señora Virgen del Carmen - Día Cuarto - Julio 10 de 2019



Acto de Contrición
para todos los días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A Ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la Santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en esta Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo:

(Rezar tres Avemarías)

Rezar a continuación
la oración del día que corresponda:



DÍA CUARTO

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para mostrar tu especialísimo amor a los Carmelitas les honraste con el dulce nombre de hijos y hermanos tuyos, alentando con tan singular favor su confianza, para buscar en Ti, como en amorosa Madre, el remedio, el consuelo y el amparo en todas sus necesidades y aflicciones, moviéndoles a la imitación de tus excelsas virtudes. Te ruego, Señora, me mires como amorosa Madre y me alcances la gracia de imitarte, de modo que dignamente pueda yo ser llamado también hijo tuyo, y que mi nombre sea inscrito en el libro de la predestinación de los hijos de Dios y hermanos de mi Señor Jesucristo. Así Señora, te lo suplico humildemente, diciendo:

Dios te Salve, Reina y Madre 
de misericordia, etc.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena

Oración final para todos los días

Virgen Santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de ésta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección.

Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos cómo ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles cómo gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.

Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM:

Dios dijo: "La sodomía es pestilente para mí y desagradable hasta para los mismos demonios"



"La sodomía es pestilente para Mí y desagradable hasta para los mismos demonios", le reveló Dios a Santa Catalina de Siena

Viernes, 2 de agosto de 2013

Es fundamental señalar que la Iglesia Católica enseña que son actos intrínsecamente desordenados y contrarios a la Ley Natural, y los califica como una depravación grave, la que es peor, aún, en caso de ser sacerdotes.

Por lo anterior, consideramos de vital importancia dar a conocer a nuestros amigos lectores el siguiente texto de Santa Catalina de Siena, sobre sus diálogos con Dios. En ellos transmite sus palabras sobre el pecado de la impureza (en especial el de la homosexualidad o sodomía), que la describe como "algo nauseabundo ante la Divina Majestad" y "desagradable hasta para los demonios".

El Padre Eterno le señala a la santa sus exigencias de limpieza en la celebración del Santo Sacrificio de la Misa.

También le revela:


"Ves, por tanto, hija mía, lo abominable que es este pecado (de homosexualidad) a toda criatura. Piensa ahora que lo es mucho más en aquellos elegidos por mí para que vivan en estado de continencia, entre los que se encuentran los sacados del mundo por medio de la vida religiosa, como plantas sembradas en el cuerpo místico de la santa Iglesia; entre ellos se encuentran los ministros del Altar. Nunca podréis entender cuánto me desagrada ese pecado entre ellos, además del que recibo de los pecadores del mundo en general".

Veamos el texto completo:

"Te hago saber, queridísima hija, que a vosotros y a ellos (los sacerdotes) os exijo tanta limpieza en este sacramento (del Santo Sacrificio de la Misa) cuanta es posible al hombre en esta vida. En cuanto esté de vuestra parte, y de la de ellos, debéis procurarla sin cansancio. Debéis considerar que si fuese posible que una naturaleza angélica se purificase para este misterio, sería necesario que lo hiciera de nuevo. No es posible, porque un ángel es puro, pues no puede caer en el veneno del pecado. Te indico esto para que veas cuánta pureza os exijo en este sacramento a vosotros y especialmente a ellos. Pero hacen lo contrario, porque van completamente sucios a este misterio; no sólo con la inmundicia y fragilidad a que naturalmente os halláis inclinados por vuestra débil naturaleza.

Ellos (los que caen en impureza), desgraciados, no sólo no dominan esta fragilidad, aunque la razón lo puede hacer cuando lo quiere el libre albedrío, sino que obran aún peor, porque cometen el maldito pecado que es contra la naturaleza (de homosexualismo o sodomía). Como ciegos y tontos, ofuscada la luz de su entendimiento, no reconocen la pestilencia y miseria en que se encuentran, pues no sólo me es pestilente a mí, sino que ese pecado desagrada a los mismos demonios, a los que esos desgraciados han hecho sus señores. Tan abominable me es ese pecado contra la naturaleza, que sólo por él se hundieron cinco ciudades como resultado de mi juicio, al no querer mi divina justicia sufrirlas más; que tanto me desagradó ese abominable pecado.

Es desagradable (la sodomía) a los demonios, no porque les desagrade el mal y se complazcan en lo bueno, sino porque su naturaleza fue angélica, y esa naturaleza rehúye -le repele- ver cometer tan enorme pecado en la realidad. Cierto es que antes les ha arrojado la saeta envenenada por la concupiscencia; pero, cuando el pecador llega al acto de ese pecado, el demonio se marcha por las razones dichas.

Si te acuerdas bien, sabes cómo antes de la mortandad (la plaga de 1374) te manifesté lo desagradable que me resultaba este pecado y cuán corrompido se hallaba el mundo por él. Por lo que, elevándote sobre ti misma con santo deseo y con sublimación de espíritu, te mostré el mundo entero, y viste en casi toda la gente este miserable pecado y cómo los demonios escapan de él, como te he dicho. Y sabes que recibiste tanta pena, que te parecía estar casi a la muerte. No encontrabais lugar dónde refugiaros, tú y los otros servidores míos, para que esta lepra no os contagiase. No encontraste quien te pudiera cobijar entre los pequeños ni con los grandes, con los jóvenes ni con los viejos, con los religiosos ni con los clérigos, con los prelados ni con los súbditos, se hallaban contaminados por esta maldición.

Te lo manifesté en general; no lo hice con los particulares que por excepción no se contaminaron, pues entre los malos he guardado algunos buenos. La santidad de éstos detiene a mi Justicia para que no mande a las piedras que se vuelvan contra ellos, ni a la tierra que se los trague, ni a los animales que los devoren, ni a los demonios que les saquen el alma del cuerpo. Más bien voy encontrando caminos y modos para poder hacer misericordia, esto es, para que se enmienden, y como instrumentos tomo a mis servidores, que están sanos y leprosos, para que intercedan por ellos.

Alguna vez mostraré a éstos, como una vez hice contigo y como tú sabes, estos miserables pecados, para que sean más solícitos en buscar la salvación y me ofrezcan oraciones por ellos con mayor compasión y dolor por los pecados y por la ofensa que me hacen. Si te acuerdas bien, una bocanada de esta pestilencia te afectó tanto, que no podías más, como me dijiste: "¡Oh Padre eterno!, ten misericordia de mí y de tus criaturas. Sácame el alma del cuerpo, porque parece que no lo sufro más, o dame refrigerio y enséñame el lugar de los otros servidores, los tuyos, donde podamos descansar, para que esta lepra no nos pueda dañar ni quitar la limpieza de nuestra alma y de nuestros cuerpos".

Yo te contesté volviéndome hacia ti con ojos de piedad, y te dije y repito: "Hijita mía: sea vuestro reposo dar gloria y alabanza a mi Nombre e incensarme con la oración continua por estos pobrecillos que se hallan en tanta miseria, haciéndose dignos del juicio divino por sus pecados. El lugar donde os cobijéis sea Cristo crucificado, mi Hijo unigénito, habitando y escondiéndoos en la caverna de mi costado, donde gozaréis, por afecto de amor, en la naturaleza humana de Cristo, mi naturaleza divina. En aquel corazón abierto encontraréis mi caridad y la del prójimo, pues por honor a mí, el Padre eterno, y por la obediencia que le impuse para vuestra salvación, sufrió la afrentosa muerte en la santísima Cruz. Viendo y experimentando este amor, seguiréis sus enseñanzas alimentados en la mesa de la Cruz, es decir, soportando por caridad a vuestro prójimo con verdadera paciencia: en penas, tormentos y fatigas, vengan de donde vengan. De esta manera combatiréis la lepra y huiréis de ella.

Este es el remedio dado a ti y a los otros; pero, con todo eso, no se quitaba de tu alma la sensación de la pestilencia y de tiniebla de los ojos del entendimiento. Mi divina providencia, sin embargo, lo remedió, dándote del Cuerpo y de la Sangre de mi Hijo, Dios y hombre entero, tal como lo recibís en el Sacramento del Altar. En señal de que era verdad, se quitó el hedor por medio de la fragancia que recibiste en el Sacramento, y las tinieblas desaparecieron por medio de la luz que en él recibiste. De modo admirable, tal como plugo (place) a mi bondad, quedaste con la fragancia de la sangre en la boca y en el paladar de tu cuerpo durante muchos días, tal como sabes.

Ves, por tanto, hija mía, lo abominable que es este pecado a toda criatura. Piensa ahora que lo es mucho más en aquellos elegidos por mí para que vivan en estado de continencia, entre los que se encuentran los sacados del mundo por medio de la vida religiosa, como plantas sembradas en el cuerpo místico de la santa Iglesia; entre ellos se encuentran los ministros del Altar. Nunca podréis entender cuánto me desagrada ese pecado entre ellos, además del que recibo de los pecadores del mundo en general, porque están puestos sobre el candelero, son administradores míos, de verdadero Sol, para luz de la virtud y de santa vida; y, sin embargo, lo administran estando ellos en tinieblas.

Tan llenos se encuentran de ellas (las tinieblas), que de la Sagrada Escritura no ven ni entienden más que la corteza, la letra, debido a la hinchazón de su soberbia. Por ser inmundos y lascivos, aunque tienen luz de por sí, de donde la tomaron mis elegidos por razón: es la luz sobrenatural que procede de mí, verdadera Luz, tal como te dije en otro lugar, la reciben sin sacarle el gusto, por no estar en orden el paladar de su alma. Corrompidos por el amor propio y la soberbia, con el estómago atiborrado de inmundicia, deseando dar satisfacción a sus desordenados deseos, repletos de codicia y de avaricia, cometen sin pudor sus pecados. Caen en el pecado de la usura muchos miserables, aunque esté prohibida por mí.

Santa Catalina de Siena

[De El diálogo de la Divina Providencia, en Obras de Santa Catalina de Siena, Madrid: BAC, 1991, p. 292]

Fuente - Texto tomado de CATOLICIDAD.COM:
http://www.catolicidad.com/2013/08/la-sodomia-es-pestilente-para-mi-y.html

100 años - Coronación Canónica de la Imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá - (Patrona y Reina de Colombia) - Julio 9 de 1919



Origen de la Sagrada Imagen
Milagro de la Renovación



En el año 1560, Antonio de Santana, (caballero venido de España), obtuvo la encomienda de Suta en el valle de Sequencipá (Boyacá), lo cual lo autorizó para organizar y regir el destino socio-político de la región.

1560-62. Antonio Santana, solicitó al fraile dominico Andrés Jadraque le consiga una imagen de la Virgen María, para colocarla en la capilla de Suta. Fray Andrés, fue a Tunja y convino con Alonso de Narváez, que le pintara una copia de la imagen de la Virgen María.

La pintura la hizo en un lienzo de algodón de 1,26 x 1,13 cms. tejido por los indios, utilizando mezcla de tierra de colores y zumo de yerbas y flores. Como en el lienzo sobraba espacio, Alonso pintó al lado derecho a San Antonio de Padua, fraile franciscano, por ser el nombre del encomendero; al lado izquierdo pintó a San Andrés, apóstol, por ser el nombre del fraile que lo agenciaba. El encomendero pagó por la pintura $20 pesos. La imagen fue colocada en la capilla pajiza de Suta, donde Fray Andrés catequizaba a los indios de la región.

La Imagen queda abandonada

En 1574, la misión que habían iniciado los dominicos pasa al clero secular y Fray Andrés Jadraque es enviado a otro convento. Al ausentarse Fray Andrés de aquel lugar, pronto decayó el culto y la Imagen quedó abandonada. Con el tiempo la capilla se deterioró, las goteras y el sol dañaron la imagen.

En 1576, el doctrinero Juan Alemán de Liguizamón, encontró el lienzo en tan mal estado que nada representaba, lo retiró del altar y lo entregó al encomendero en presencia de su mujer, Catalina de Irlos.

“El lienzo fue a dar a una despensa de campo, donde estuvo mucho tiempo de una parte a otra, según el servicio doméstico a que se le aplicaba, entre otros el de secar trigo al sol, con lo cual se le causaron varias roturas.

En 1577, muerto Antonio de Santana, su mujer Catalina se retiró a la aldea de Chiquinquirá con su familia y llevó el lienzo como un objeto de servicio doméstico. Por esta época, Chiquinquirá era una aldea despoblada, muy pantanosa, cubierta de niebla. Los indios de esta región tenían un famoso templo en la laguna de Fúquene, a donde acudían a ofrecer sus dones y sacrificios.

La española, María Ramos
recupera el Lienzo


En 1585, María Ramos, esposa de Pedro de Santana, hermano de Antonio, llegó a Tunja en busca de su marido a quien encontró viviendo con otra mujer.  Decepcionada, se vino a vivir con su cuñada Catalina de Irlos a la aldea de Chiquinquirá, donde encontró el lienzo abandonado. Al saber que en él habían pintado una imagen de la Virgen, lo recogió, lo arregló y lo colocó en alto, frente al cual hacía su acostumbrada oración: “¿Hasta cuándo, rosa del cielo, habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día en que os manifestéis y os dejéis ver al descubierto para que mis ojos se regalen de vuestra soberana hermosura, que llene de alegría mi alma?” Estas palabras las repetía María Ramos todos los días hasta que por fin fueron benignamente escuchadas.

Fue así como el día viernes 26 de diciembre de 1586 a las nueve de la mañana, después de haber estado la devota más de dos horas en oración, se levantó de su asiento para salir de la capilla. En aquel instante pasaba por allí una india que venía de Muzo, llamada Isabel, con un niño llamado Miguel de unos cuatro o cinco años. Al pasar por frente a la puerta de la capilla dijo el niño a la mujer que lo llevaba: “¡Mire, mire! Miró la mujer hacia la capilla y vio que la imagen de Nuestra Señora estaba en el suelo, de pie, y despedía de si una luz que llenaba de claridad toda la capilla. Llena de asombro dijo en altavoz a María Ramos, que iba saliendo del oratorio: “Mire, mire, Señora, que la Madre de Dios se ha bajado de su sitio, está en vuestro asiento y parece que se está quemando”. Miró María Ramos y admirada de ver tan estupendo prodigio, llena de asombro se dirigió llorando hacia el altar, se arrojó a los pies de la sagrada Imagen; con mucho temor puso los ojos en ella y vio cumplidos sus deseos, pues, estaba patente la imagen de la Madre de Dios en el sitio en que la piadosa María Ramos solía orar, con una hermosura sin igual y con unos colores muy vivos y despidiendo de sí grandes resplandores que bañaban de luz a los santos que tenía a los lados y llenaba de claridad toda la capilla.

Tenía el rostro muy encendido. Toda la pintura estaba renovada completamente. Sin embargo quedaron en el lienzo, los agujeros que antes tenía. Después de una hora, con mucho temor y reverencia alzaron el cuadro y lo colocaron en el lugar que estaba antes. El rostro de la Madre Santísima duró encendido todo aquel día; después, la imagen quedó tal como hoy se contempla. La noticia del prodigio se propagó rápidamente por todos los lugares circunvecinos, cuyos moradores presurosos acudieron a ver la imagen renovada.


Pedido de la coronación canónica
de la Imagen

En 1908, el Provincial, fray Vicente María Cornejo, y el prior del Santuario, fray José Ángel Lombana, con la recomendación de la Conferencia Episcopal, pidieron a la Santa Sede la coronación canónica de la Sagrada Imagen, petición que fue despachada favorablemente el 9 de enero de 1910 por el Capítulo de la Basílica Vaticana; San Pío X firmó el Decreto, el cual fue enviado al Ilustrísimo señor Maldonado Calvo, Obispo de la Diócesis de Tunja, quien dispuso la Coronación para el día 9 de julio de 1919, día consagrado por el clero colombiano para honrar a María, con la recitación de su Oficio.

Los dominicos emprendieron la obra de recorrer en triunfante peregrinación con una copia del cuadro de Nuestra Señora por Boyacá, Santander, Cundinamarca, Caldas, Huila, Tolima y Antioquia, como preparativos para dicha coronación.

Coronación Canónica

El acto se llevó a cabo en la Plaza de Bolívar de la ciudad de Bogotá, el 9 de julio de 1919. En la ceremonia estuvieron presentes el Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico Don Enrico Gasparri, varios obispos y el señor Presidente de la República, Marco Fidel Suárez.

Acabada la Misa, el Provincial de los Dominicos, fray José Ángel Lombana y los presbíteros Jenaro Jiménez y Eduardo Díaz, presentaron el venerable lienzo al Señor Obispo de Tunja, Eduardo Maldonado, quien tomó las coronas y las puso en las cabezas del Niño y de la Virgen respectivamente, diciendo en voz brillante:

"Así como hoy os coronamos en la tierra, así merezcamos ser coronados en el Cielo".

"Yo... pido humilde y respetuosamente a los Arzobispos y Obispos aquí congregados, que así como la República fue consagrada al Sacratísimo Corazón de Jesús, de la misma manera, se consagra solemne y públicamente, por voto nacional, a la Santísima Virgen, Reina de Colombia". 

Practican exámenes
radiológicos a la Imagen

Abril 9 de 1986, por orden del Presidente de la República de Colombia, Belisario Betancur, un grupo de expertos le hizo un examen radiológico al lienzo, para constatar su autenticidad y antigüedad. La Imagen fue llevada a media noche al hospital donde le tomaron varias radiografías y fotografías especiales. Hecho el examen la Imagen vuelve a la basílica a las 4:30 a.m. escoltada por tropas del Batallón Sucre.

Resultados de los exámenes
hecho al Sagrado Lienzo


El 30 de mayo de 1986, la Dra. María Cecilia Álvarez White entregó el Resultado del Examen hecho a la Imagen, los que revelaron: “que la pintura corresponde a 1562; que la Imagen presenta señales claras de que por ella corrió agua de las goteras que se presentaron en la capilla de Suta; que la pintura nunca ha sido retocada; que ésta es de regular calidad y que para pintarla utilizaron materiales de la época; que el lienzo está muy deteriorado y que la Imagen de María está muy borrosa debido al agua que corrió por ésta; que el alumbrado eléctrico ha causado daños en la pintura, que la conservación del cuadro es realmente prodigiosa”.


Otros Milagros


En el Proceso Eclesiástico se relatan y prueban con abundancia de testimonios otros varios milagros o sucesos prodigiosos que no parecen tener una explicación natural, a saber:

1. Extraña e intensa iluminación de la capilla, acaecida en la noche del 30 de julio de 1588 entre las 8:00 y las 9:00 de la noche y la cual fue presenciada y testimoniada por varios testigos. (Ariza, 1950, pág. 60 y ss.).

2. La niebla luminosa que envolvió el cuadro de Nuestra Señora de Chiquinquirá, en la mañana de víspera del Día de Reyes, del año de 1589, hecho que fue presenciado por varios testigos, cuyos testimonios aparecen en el Proceso Eclesiástico (Ariza, 1950, pág. 64).

3. Varios casos extraordinarios de curaciones de enfermedades incurables debidamente acreditados por el testimonio de los propios beneficiarios de las curaciones y de otros testigos, hecho registrado en varias partes del expediente. Veamos algunos: Entre los milagros físicos obtenidos por intercesión de Nuestra Señora en los primeros tres años están:

Curación milagrosa de Beatriz Sánchez, de Vélez, de enfermedad incurable de tres años, en 1587. (Ariza, 1950, pág. 24).

Curación milagrosa de Alonso Jurado, tullido de pies y manos. Milagro ocurrido en Chiquinquirá en 1587. (Op. cit., pág. 25).

Desde que llegó a Tunja en 1588, cesó la peste. Testimonio de Juan de Figueredo. (Op. cit., pág. 48).

Curación milagrosa del ciego Pedro Gómez, quien recobró la vista durante la misa el día 24 de enero de 1588, después de cinco años de ceguera. (Op. cit., pág. 51 y 52).

Curación milagrosa de Juan de la Peña, tullido y curado, según testimonios recibidos por el Arzobispo en 1588 (Op. cit., pág. 72).

Curación milagrosa de Benito Nureña, de llagas y comezón incurables de vieja data. Se curó untándose el aceite de la lámpara de Nuestra Señora. Existen varios testimonios. (Op. cit., pág. 77).

Ya hemos dicho que la Relación del Padre Pereira contiene los testimonios sobre 233 favores extraordinarios, ocurridos en los 65 años siguientes al primer milagro. Algunos de estos testimonios están firmados por los propios beneficiarios. (Ariza, 1969).

Conclusión

Después de estudiar críticamente las fuentes históricas principales de los sucesos de Chiquinquirá ocurridos entre diciembre 26 de 1586 y 1589, la conclusión que se puede sacar es que se puede afirmar que en torno a dicha imagen ocurrieron muchos sucesos extraordinarios como las tres iluminaciones inexplicables naturalmente (del 26 de diciembre de 1586, del 30 de julio de 1588 y del 5 de enero de 1589) y numerosas curaciones prodigiosas e instantáneas de enfermedades difícilmente curables, como la ceguera y la parálisis. Nuestro Santuario de Chiquinquirá tiene suficientes credenciales históricas que acreditan el hecho de haber sido escenario de sucesos extraordinarios y que explican por qué la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá tuvo y tiene tan amplia resonancia como para justificar su título de Patrona y Reina de Colombia.

Oración a
Nuestra Señora de Chiquinquirá



¡Oh incomparable
Señora del Rosario de Chiquinquirá!
Madre de Dios, Reina de los ángeles,
abogada de los pecadores,
refugio y consuelo de los afligidos
y atribulados. Virgen Santísima,
llena de poder y de bondad,
lanzad sobre nosotros
una mirada favorable
para que seamos socorridos
por Vos en todas las necesidades
en que nos encontremos.

Acordaos,
¡Oh clementísima Señora del Rosario!,
que nunca se oyó decir
que alguien que haya recurrido a Vos,
invocado vuestro Santísimo nombre,
e implorado vuestra singular protección,
fuese por Vos abandonado.

Animados con esta confianza,
a Vos recurrimos.
Os tomamos desde hoy y para siempre
por Madre nuestra, nuestra protectora,
consuelo y guía, esperanza y luz
en la hora de la muerte.
Líbranos de todo aquello
que pueda ofenderos
y a vuestro Santísimo Hijo, Jesús.
Presérvanos de todos los peligros
del alma y del cuerpo;
dirígenos en todos los negocios
espirituales y temporales;
líbranos de la tentación del demonio,
para que andando por el camino de la virtud, podamos un día veros y amaros
en la eterna gloria,
por todos los siglos de los siglos.
Amén.



Oración de Su Santidad
San Juan Pablo II
a la Virgen del Rosario
Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá (Colombia)
Jueves 3 de julio de 1986


1. ¡Dios te salve María!

Te saludamos con el Ángel: Llena de gracia.
El Señor está contigo.
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!  ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!
Te saludamos con las palabras del Evangelio: Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido.

2. Tú eres la ¡Llena de gracia!

Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos, Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la humanidad.

3. ¡El Señor está contigo!

Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad entera al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén, la que lo mostraste a los sencillos pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná.
Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.

4. Bendita porque creíste
en la Palabra del Señor

Porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.
Bendita por tu caridad premurosa con Isabel,
por tu bondad materna en Belén,
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Caná,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.

Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos,
por tu materna protección sobre la Iglesia,
por tu constante intercesión por toda la humanidad.

5. ¡Santa María, Madre de Dios!


Queremos consagrarnos a Ti.
Porque eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a todos a Ti.
Porque has querido ser Madre de esta Iglesia de Colombia y has puesto aquí en Chiquinquirá tu santuario.
Nos consagramos a Ti todos los que hemos venido a visitarte en esta celebración solemne de los cuatrocientos años de la renovación de tu imagen.
Te consagro toda la Iglesia de Colombia, con sus Pastores y sus fieles:
Los obispos, que a imitación del Buen Pastor velan por el pueblo que les ha sido encomendado.
Los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu.
Los religiosos y religiosas, que ofrendan su vida por el reino de Cristo.
Los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor con sus familias.
Los seglares comprometidos en el apostolado.
Los jóvenes que anhelan una sociedad nueva.
Los niños que merecen un mundo más pacífico y humano.
Los enfermos, los pobres, los encarcelados, los perseguidos, los huérfanos, los desesperados, los moribundos.
Te consagro toda esta nación de Colombia de la que eres, Virgen de Chiquinquirá, Patrona y Reina.
Que resplandezcan en sus instituciones los valores del Evangelio.

6. ¡Ruega por nosotros pecadores!

Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.
Te pedimos por la Iglesia de Colombia, para que sea fiel en la pureza de la fe, en la firmeza de la esperanza, en el fuego de la caridad, en la disponibilidad apostólica y misionera, en el compromiso por promover la justicia y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.
Te suplicamos que toda la Iglesia de Latinoamérica se mantenga siempre en perfecta comunión de fe y de amor, unida a la Sede de Pedro con estrechos vínculos de obediencia y de caridad.
Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización, la fidelidad en el amor de preferencia por los pobres y la formación cristiana de los jóvenes, el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, la generosidad de los que se consagran a la misión, la unidad y la santidad de todas las familias.

7. "Ahora y en la hora
de nuestra muerte"

¡Virgen del Rosario, Reina de Colombia, Madre nuestra! Ruega por nosotros ahora.
Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios y rencores, la reconciliación de todos los hermanos.
Que cese la violencia y la guerrilla.
Que progrese y se consolide el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica.
Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad.
Te lo pedimos a Ti a quien invocamos como Reina de la Paz.

¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!

Te encomendamos a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, a todos los que han muerto en las catástrofes naturales, a todos los que en la hora de la muerte acuden a Ti como Madre y Patrona.
Sé para todos nosotros, Puerta del Cielo, vida, dulzura y esperanza, para que juntos podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
¡Amén!


La Virgen del Rosario que ocupa el centro del cuadro mide aproximadamente un metro de alto; su mirada se vuelve hacia la izquierda, desviando la atención hacia el Niño casi desnudo que lleva en sus brazos. Es una imagen serena cuya delicada sonrisa irradia gran dulzura. El color de su rostro es pálido, lo mismo que el del Niño. Curiosamente, éste lleva en la mano derecha un pajarito de vivo plumaje que un cordel sujeta a su dedo pulgar y de la mano izquierda deja colgar un pequeño rosario.

Nuestra Madre apoya su cuerpo sobre una media luna, en una posición que sugiere que va de camino. Cubre su cabeza una toca blanca recogida sobre el pecho, y un manto azul celeste envuelve su vestido de color rosado. Con el dedo meñique de su mano izquierda sostiene un rosario que le cae en el medio del cuerpo y en la mano derecha porta un cetro de reina. El cuadro conserva las huellas del pasado deterioro y es cosa notable el que las figuras, que de cerca se ven imprecisas o borrosas, adquieren su relieve y profundidad cuando se observan a cierta distancia. Al lienzo se le han superpuesto dos coronas, un cetro, dos rosarios y 27 escudos de oro que dan un hermoso relieve al cuadro, cuyo marco, formado por semicircunferencias de plata, porta las insignias de la condecoración presidencial. Durante 300 años el cuadro de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá se presentó a los fieles sin protección alguna, contándose por millares los objetos que anualmente tocaban la endeble tela de algodón.

Los devotos usaban largas varas o cañas para hacer llegar hasta el bendito lienzo diversos objetos de devoción. Es algo realmente admirable que la tela se conserve intacta, a pesar de que tanta manipulación, por fuerza debió haber destruido totalmente el frágil tejido de algodón. Desde 1897 un grueso cristal protege la pintura de las inclemencias del tiempo y del roce con los devotos peregrinos.








Pío VII la declaró Patrona de Colombia en 1829, concediéndole fiesta litúrgica propia. "La Chinita" como la llama su pueblo, fue coronada canónicamente en 1919 y su santuario declarado Basílica en 1927.




Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Fuente - Texto tomado de Libreria Editrice Vaticana - Copyright 1986

Fuente (Bibliografía):
Ariza, Alberto E. O.P., Hagiografía de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Bogotá, Editorial Iqueima, 1950.


Tobar, Pedro de, O.P. verdadera Histórica Relación del Orden, Manifestación y Prodigiosa Renovación por sí misma y Milagros de la imagen de la Sacratísima Virgen María, Madre de Dios, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Madrid, Juan García Infanzón, 1964.


Ariza, Alberto E. O.P. Nuestra Señora del Rosario de Chiguinguirá. Bogotá, Coop. Nal. de Artes Gráficas. 1964.

Ariza, Alberto E. O.P. Apostillas a la Historia de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Bogotá, Editorial Kelly, 1969.


Fuente: Libro de Oraciones – Caballeros de la Virgen