jueves, 30 de mayo de 2019

Visitación de la Santísima Virgen María a su prima Santa Isabel - Fiesta Mayo 31 de 2019


Lectura del Santo Evangelio
Según San Lucas 1, 39-56

39. Por aquellos días partió María, y se fue apresuradamente a las montañas de Judea a una ciudad de la tribu de Judá.

40. Y habiendo entrado en la casa de Zacarías, saludó a Elisabet.

41. Lo mismo fue oír Elisabet la salutación de María, que la criatura, o el niño Juan, dio saltos de placer en su vientre, y Elisabet se sintió llena del Espíritu Santo.



42. Y exclamando en alta voz, dijo a María:
"¡Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre!
43. Y ¿de dónde a mí tanto bien que venga la Madre de mi Señor a visitarme?
44. Pues lo mismo fue penetrar la voz de tu salutación en mis oídos, que dar saltos de júbilo la criatura en mi vientre.
45. ¡Oh bienaventurada tú que has creído! Porque se cumplirán sin falta las cosas que se te han dicho de parte del Señor".
46. Entonces María dijo:


"Mi alma glorifica al Señor.
47. Y mi espíritu está transportado de gozo en el Dios salvador mío.
48. Porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava; por tanto ya desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones.
49. Porque ha hecho en mí cosas grandes Aquel que es Todopoderoso, cuyo nombre es Santo.
50. Y cuya misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen.
51. Hizo alarde del poder de su brazo; deshizo las miras del corazón de los soberbios.
52. Derribó del solio a los poderosos, y ensalzó a los humildes.
53. Colmó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despidió sin nada.
54. Acordándose de su misericordia, acogió a Israel su siervo.
55. Según la promesa que hizo a nuestros padres, a Abrahán y a su descendencia por los siglos de los siglos".
56. Y detúvose María con Elisabet cosa de tres meses, y después se volvió a su casa.

Palabra de Dios
Gloria a Ti, Señor Jesús


Asumiendo que la Anunciación y la Encarnación tuvieron lugar hacia el equinoccio de verano, María salió de Nazaret a finales de marzo y cruzó los montes de Hebrón, al sur de Jerusalén, para cuidar de su prima Isabel, puesto que su presencia y sobre todo la presencia del Niño Dios en su vientre, de acuerdo con la voluntad de Dios, iba a ser el origen de gracias muy importantes para San Juan, el precursor de Cristo.

El acontecimiento se narra en Lucas 1, 39-56. Sintiendo la presencia del Divino Salvador, Juan, a la llegada de María, saltó en el seno de su madre; entonces fue lavado del pecado original y recibió la gracia de Dios. Ahora por primera vez, Nuestra Señora cumplió la labor que correspondía a la Madre de Dios hecho hombre: que Él nos santificaría y glorificaría a través de Ella.


Fiesta Litúrgica


Luego que María Santísima oyó del Ángel Gabriel que su prima Isabel también esperaba un hijo, sintióse iluminada por el Espíritu Santo y comprendió que debería ir a visitar a aquella familia y ayudarles y llevarles las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había encarnado en Ella. San Ambrosio anota que fue María la que se adelantó a saludar a Isabel, puesto que es la Virgen María la que siempre se adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama.

Por medio de la visita de María llevó Jesús a aquel hogar muchos favores y gracias: el Espíritu Santo a Isabel, la alegría a Juan, el don de Profecía, etc., los cuales constituyen los primeros favores que nosotros conocemos que haya hecho en la tierra el Hijo de Dios encarnado.

San Bernardo señala aquí que desde entonces María quedó constituida como un "Canal inmenso" por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones.

Además, nuestra Madre María recibió el mensaje más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación del Redentor en el mundo, y enseguida se fue a prestar servicios humildes a su prima Isabel. No fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna, siempre dispuesta a atender a todos que la necesitan.



Este fue el primero de los numerosos viajes de María a ayudar a los demás. Hasta el final de la vida en el mundo. Ella estará siempre viajando para prestar auxilios a quienes lo estén necesitando. También fue la primera marcha misionera de María, ya que ella fue a llevar a Jesús a que bendijera a otros, obra de amor que sigue realizando a cada día y cada hora. Finalmente, Jesús empleó a su Madre para santificar a Juan Bautista y ahora Ella sigue siendo el medio por el cual Jesús nos santifica a cada uno de nosotros que somos también hijos de Su Santa Madre.


MAGNIFICAT




Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu
en Dios mi Salvador,
porque ha mirado
la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí.
Su Nombre es Santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo,
dispersa a los soberbios de corazón.
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes.
A los hambrientos
los colma de bienes
y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo,
acordándose de su santa alianza
según lo había prometido
a nuestros padres
en favor de Abrahám
y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre
y al Hijo
y al Espíritu Santo,
como era en el principio
ahora y siempre
por los siglos de los siglos.
Amén.

Fuente - Texto tomado de EC.ACIPRENSA.COM:
http://ec.aciprensa.com/wiki/Visitaci%C3%B3n_de_la_Sant%C3%ADsima_Virgen_Mar%C3%ADa

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=9680

Fuente - Texto tomado de EWTN:
http://www.ewtn.com/spanish/prayers/magnificat.htm

Santa Juana de Arco - el detalle que se escapó


Hace casi seiscientos años fue juzgada por un poder extranjero en su propia patria.

Por: Gonzalo Abadie | Fuente: Religión en Libertad

Fue juzgada por un poder extranjero en su propia patria, hace casi seiscientos años. Inglaterra decidió que no debía quedar el menor vestigio de su cuerpo, y que aún su memoria fuera destruida. Por eso, una vez que la muchacha cayó cautiva en sus manos, los ingleses desistieron de ejecutarla de inmediato, porque —pensaban—, eso podía volverse como un búmeran en su contra, pues no haría sino catapultarla a las alturas y ensalzar su fama de heroína a las glorias del martirio.

En su lugar, y a pesar del miedo que les producía la posibilidad de que la legendaria prisionera se les pudiese escapar, prefirieron simular un proceso inquisitorial en el que su condena estuviera asegurada antes de comenzar el juicio, y al cabo del cual Juana de Arco fuera desenmascarada como hereje mentirosa digna del suplicio. Una bruja, una hechicera, una embaucadora que había engañado a los franceses pretextando escuchar voces procedentes del Cielo, cuando en realidad —a esta conclusión debían arribar— no se había tratado sino de influencias demoníacas.

En realidad, el asunto religioso en sí les importaba un rábano. Inglaterra necesitaba matar a Juana para saciar su deseo de venganza por una parte, y por otra, por motivos políticos. El odio contra ella era tremendo, pues aquella jovencita los había desairado dejándolos en ridículo con tan solo 17 años. Una aldeana analfabeta que en su vida había salido de su pueblito de apenas cuarenta casas, se había convertido de la noche a la mañana en jefa del ejército francés. Ni siquiera una mujer. Apenas una jovencita vestida como varón que se movía a sus anchas por el campo de batalla montada en su caballo blanco, portando un gran estandarte, venerada por capitanes y soldados, obedecida por todos, audaz y resuelta, distinguida por un singular genio militar que dejaba patitiesos a los experimentados jefes franceses cada vez que daba a conocer su estrategia, la cual resultaba desconcertante por la osadía o extrema peligrosidad que representaba.

Como sucedió en Orléans, cuando los jefes franceses, perplejos al escuchar el plan de la recién llegada, resistieron sus órdenes por lo descabelladas que les resultaban, y recibieron una terminante respuesta, tal como era su estilo de pocas palabras, pero palabras de acero:


«Ustedes han tenido su consejo, yo tengo el mío; y crean que el consejo de mi Señor se cumplirá y triunfará y que el vuestro fracasará»

Eran momentos dramáticos, pues, tras la ciudad, caería el reino de Francia, que se encontraba sin rey, y postrado, derrotado militar, política y moralmente. Venía arrastrando una larga y penosa contienda —la Guerra de los Cien Años—, machacados una y otra vez por Inglaterra, que pretendía apoderarse de la corona francesa que reclamaba para sí, y que creía ya tener casi en su puño. Por si fuera poco, los franceses se habían enfrascado en una guerra civil, y alguna región, como la de los borgoñones, había hecho alianza con los ingleses. Cansados de tanta lucha, de perder tanto y durante tanto tiempo, malquistados unos con otros, habían bajado la cabeza, y habían aceptado el yugo del ejército invasor. El caos político auspiciaba el pillaje y favorecía la suerte de los bandidos. París estaba con los ingleses, y la famosa Universidad de la Sorbona se había involucrado hasta los tuétanos en el Tratado de Troyes, pocos años antes, por el que se había declarado herederos del trono de Francia al rey inglés y a sus sucesores.

De este modo, el destino del errante, debilitado y cobardón delfín (así se llama al príncipe heredero francés) se presentaba más que negro. Para poder despejarles todavía más el camino a los ingleses, su propia madre lo tachó de bastardo, y de esta manera, lo dejaba fuera de toda aspiración a convertirse en rey de los franceses. Reducido casi a la nada, zangoloteado por tantas calamidades, el delfín (futuro Carlos VII) deambulaba de aquí para allá con la breve esperanza de diferir al menos el golpe fatal, moviéndose sigiloso de un punto a otro para no caer en la ratonera, mortificado por la duda de si gozaba siquiera de los derechos legítimos sobre la corona. No solo no tenía certezas de adónde ir, sino, tampoco, de dónde venía. El que creía su padre había muerto desquiciado por la locura; la que creía su madre lo traicionaba.

Sólo Orléans, que desde hacía siete meses libraba solitaria una resistencia feroz y desesperada, mantenía la llama encendida de quienes aún aguardaban la milagrosa liberación del reino. Fue en esta hora precisa y sonada que se cruzó en el camino del delfín una campesina que decía estar asistida por la voz de Dios que le ordenaba liberar a Francia y coronar como rey al desanimado delfín. Y este detalle trastornará el plan que los enemigos de Francia —Inglaterra, la Sorbona y los borgoñones— creían ya consumado. Y estos mismos enemigos la llevarán a la hoguera. No solo para perder su cuerpo, sino también su crédito. Pues desopinar a Juana era quitarse de encima a Carlos VII, cuyo acceso al trono se fundaba en la voluntad de Dios, quien, contrariando la calumnia materna, defendía la legitimidad del delfín.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

La conmovedora oración de un soldado soviético convertido antes de morir en la batalla



Un joven soldado ruso escribe durante la guerra

«Me han dicho siempre 
que Tú no existes»

El predicador del Papa, el padre Raniero Cantalamessa, cuenta el testimonio de un joven soldado ruso, al que cuando murió en la II Guerra Mundial encontraron una preciosa oración en el bolsillo de su chaqueta.

Una de las esencias del comunismo que se ha evidenciado de manera más clara allá donde esta ideología totalitaria se ha puesto en práctica ha sido la de intentar arrancar el alma a la persona, intentar arrebatarle su ser espiritual para que pase a ser únicamente un número, un ente al servicio de los intereses del partido o del estado. China, Corea del Norte o la URSS son algunos ejemplos de ellos.

La URSS fue un claro ejemplo de ello e intentó eliminar la religión y la fe de su pueblo. Su radical programa de ateísmo ha dejado un país muy mermado espiritualmente, con mucha gente que no conoce a Dios y que no encuentra un sentido a su vida. Sin embargo, el comunismo no pudo vencer y son numerosos los ejemplos de conversión en medio de la persecución y de la perseverancia en una fe inquebrantable que ningún partido ni ningún cuerpo de inteligencia pudo borrar.

La persecución alimenta la fe y así quedó acreditado. En la URSS florecieron vocaciones en medio de una educación ateista y anticristiana e incluso en ocasiones las autoridades soviéticas no pudieron frenar la religiosidad popular del pueblo.

Esto mismo ocurrió con miles de jóvenes soldados rusos durante la II Guerra Mundial. Pese a que habían sido educados en el ateísmo soviético muchos de ellos se encomendaban a la Virgen de Kazán y otros tantos aunque no habían oído hablar de Dios, encontraban la fe en medio de la batalla. Cómo ocurría esto sólo Dios lo sabe.


De hecho, el predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa durante una homilía recordó una preciosa historia sobre uno de estos jóvenes soldados rusos durante la II Guerra Mundial.

Contaba el fraile capuchino como introducción a esta historia que:
“La fe no exime a los creyentes de la angustia de tener que morir, pero la alivia con la esperanza. El prefacio de la misa de mañana dice: ‘si nos entristece la certeza de tener que morir, nos consuela la esperanza de la inmortalidad futura
De este modo, enmarca este “conmovedor testimonio” en la Rusia soviética y cuenta como en 1972 se publicó en una revista clandestina la oración encontrada en el bolsillo de la chaqueta del soldado Aleksander Zacepa.

Lo hallaron muerto pero la oración había sido escrita pocas horas antes de la batalla en la que perdió la vida durante la guerra. Había sido preparado por Dios para este momento.

El joven soldado se dirige a un Dios que no conocía, del que no le habían hablado. Pero en medio de la muerte lo había descubierto y aún sabiendo que su vida estaba en juego confesaba ya no tener miedo a morir pues había descubierto precisamente dónde estaba la verdadera vida.

Esta es la oración íntegra hallada en el bolsillo de Aleksander Zacepa:


¡Escucha, oh Dios!
En mi vida no he hablado
ni una sola vez contigo,
pero hoy me vienen ganas
de hacer fiesta.
Desde pequeño me han dicho
siempre que Tú no existes...
Y yo, como un idiota, lo he creído. 

Nunca he contemplado tus obras,
pero esta noche he visto
desde el cráter de una granada
el cielo lleno de estrellas
y he quedado fascinado por su resplandor.
En ese instante
he comprendido
qué terrible es el engaño... 

No sé, oh Dios, si me darás tu mano,
pero te digo que Tú me entiendes...
¿No es algo raro que en medio
de un espantoso infierno
se me haya aparecido
la luz y te haya descubierto? 

No tengo nada más que decirte.
Me siento feliz, pues te he conocido.
A medianoche tenemos que atacar,
pero no tengo miedo,
Tú nos ves. 

¡Han dado la señal!
Me tengo que ir.
¡Qué bien se estaba contigo!
Quiero decirte, y Tú lo sabes,
que la batalla será dura:
quizá esta noche
vaya a tocar a tu puerta.
Y si bien hasta ahora
no he sido tu amigo,
cuando vaya,
¿me dejarás entrar? 

Pero, ¿qué me pasa?
¿Lloro?
Dios mío,
mira lo que me ha pasado.
Sólo ahora he comenzado
a ver con claridad...
Dios mío, me voy... 
Será difícil regresar.
Qué raro,
ahora la muerte no me da miedo"

Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM: