domingo, 31 de marzo de 2019

Santa María Egipciaca - Eremita Penitente - Fiesta 1 de Abril



Una hermosa tradición muy antigua cuenta que en el siglo V un santo sacerdote llamado Zózimo después de haber pasado muchos años de monje en un convento de Palestina dispuso irse a terminar sus días en el desierto de Judá, junto al río Jordán. Y que un día vio por allí una figura humana, que más parecía un esqueleto que una persona robusta. Se le acercó y le preguntó si era un monje y recibió esta respuesta:

"Yo soy una mujer que he venido al desierto a hacer penitencia de mis pecados"

Según la tradición aquella mujer le narró la siguiente historia:

Su nombre era María. Era de Egipto. Desde los 12 años llevada por sus pasiones sensuales y su exagerado amor a la libertad se fugó de la casa. Cometió toda clase de impurezas y hasta se dedicó a corromper a otras personas. 

Después se unió a un grupo de peregrinos que de Egipto iban al Santo Sepulcro de Jerusalén. Pero ella no iba a rezar sino a divertirse y a pasear. Y sucedió que al llegar al Santo Sepulcro, mientras los demás entraban fervorosos a rezar, ella sintió allí en la puerta del templo que una mano la detenía con gran fuerza y la echaba a un lado. Y esto le sucedió por tres veces, cada vez que ella trataba de entrar al santo templo. Y una voz le dijo:

"Tú no eres digna de entrar en este sitio sagrado, porque vives esclavizada al pecado"

Ella se puso a llorar, pero de pronto levantó los ojos y vio allí cerca de la entrada una imagen de la Santísima Virgen que parecía mirarla con gran cariño y compasión. Entonces la pecadora se arrodilló llorando y le dijo:

"Madre, si me es permitido entrar al templo santo, yo te prometo que dejaré esta vida de pecado y me dedicaré a una vida de oración y penitencia"

Y le pareció que la Virgen Santísima le aceptaba su propuesta. Trató de entrar de nuevo al templo y esta vez sí le fue permitido. Allí lloró largamente y pidió por muchas horas el perdón de sus pecados. Estando en oración le pareció que una voz le decía:

"En el desierto más allá del Jordán encontrarás tu paz"

María egipciaca se fue al desierto y allí estuvo por 40 años rezando, meditando y haciendo penitencia. Se alimentaba de dátiles, de raíces, de langostas y a veces bajaba a tomar agua al río. En el verano el terrible calor la hacía sufrir muchísimo y la sed la atormentaba. En invierno el frío era su martirio.

Durante 17 años vivió atormentada por la tentación de volver otra vez a Egipto a dedicarse a su vida anterior de sensualidad, pero un amor grande a la Santísima Virgen le obtenía fortaleza para resistir a las tentaciones. Y Dios le revelaba muchas verdades sobrenaturales cuando ella estaba dedicada a la oración y a la meditación. La penitente le hizo prometer al santo anciano que no contaría nada de esta historia mientras ella no hubiera muerto. Y le pidió que le trajera la Sagrada Comunión. Era Jueves Santo y San Zózimo le llevó la Sagrada Eucaristía.


Quedaron de encontrarse el Día de Pascua, pero cuando el santo volvió la encontró muerta, sobre la arena, con esta inscripción en un pergamino:

"Padre Zózimo, he pasado a la eternidad el Viernes Santo día de la muerte del Señor, contenta de haber recibido su santo cuerpo en la Eucaristía. Ruegue por esta pobre pecadora, y devuélvale a la tierra este cuerpo que es polvo y en polvo tiene que convertirse"

El monje no tenía herramientas para hacer la sepultura, pero entonces llegó un león y con sus garras abrió una sepultura en la arena y se fue. Zózimo al volver de allí narró a otros monjes la emocionante historia, y pronto junto a aquella tumba empezaron a obrarse milagros y prodigios y la fama de la santa penitente se extendió por muchos países.

San Alfonso de Ligorio y muchos otros predicadores narraron muchas veces y dejaron escrita en sus libros la historia de María Egipciaca, como un ejemplo de lo que obra en un alma pecadora, la intercesión de la Santísima Madre del Salvador, la cual se digne también interceder por nosotros pecadores para que abandonemos nuestra vida de maldad y empecemos ya desde ahora una vida de penitencia y santidad.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Lectura del Santo Evangelio Según San Lucas 15, 1-3; 11-32


1. Solían los publicanos y pecadores acercarse a Jesús para oírle.

2. Y los fariseos y escribas murmuraban de eso diciendo:
"Mirad cómo se familiariza con los pecadores, y come con ellos"
3. Entonces les propuso esta parábola:

11. Añadió también:
"Un hombre tenía dos hijos.
12. De los cuales el más mozo dijo a su padre:
"Padre, dame la parte de la herencia que me toca"
Y el padre repartió entre los dos la hacienda.
13. No se pasaron muchos días que aquel hijo más mozo, recogidas todas sus cosas, se marchó a un país muy remoto, y allí malbarató todo su caudal, viviendo disolutamente.

14. Después que lo gastó todo, sobrevino una grande hambre en aquel país, y comenzó a padecer necesidad.

15. De resultas púsose a servir a un morador de aquella tierra, el cual le envió a su granja a guardar cerdos.

16. Allí deseaba con ansia henchir su vientre de las algarrobas y mondaduras que comían los cerdos; y nadie se las daba.

17. Y volviendo en sí, dijo:

"¡Ay cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo estoy aquí pereciendo de hambre!

18. No, yo iré a mi padre y le diré:

Padre mío, pequé contra el cielo, y contra ti.

19. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros".

20. Con esta resolución se puso en camino para la casa de su padre. Estando todavía lejos, avistóle su padre, y enterneciéronsele las entrañas, y corriendo a su encuentro, le echó los brazos al cuello, y le dio mil besos.


21. Díjole el hijo:

"Padre mío, yo he pecado contra el cielo y contra ti: ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo"

22. Mas el padre, por respuesta dijo a sus criados:

"Presto traed aquí luego el vestido más precioso que hay en casa y ponédselo, ponedle un anillo en el dedo, y calzadle las sandalias.


23. Y traed un ternero cebado, matadlo, y comamos, y celebremos un banquete.

24. Pues que este hijo mío estaba muerto, y ha resucitado; habíase perdido, y ha sido hallado".

Y con eso dieron principio al banquete.

25. Hallábase a la sazón el hijo mayor en el campo; y a la vuelta, estando ya cerca de su casa, oyó el concierto de música y el baile.

26. Y llamó a uno de sus criados, y preguntóle qué venía a ser aquello.

27. El cual le respondió:

"Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha mandado matar un becerro cebado, por haberle recobrado en buena salud"

28. Al oír ésto, indignóse, y no quería entrar. Salió, pues, su padre afuera y empezó a instarle con ruegos.

29. Pero él le replicó diciendo:

"Es bueno que tantos años ha que te sirvo, sin haberte jamás desobedecido en cosa alguna que me hayas mandado, y nunca me has dado un cabrito para merendar con mis amigos.

30. Y ahora que ha venido este hijo tuyo, el cual ha consumido su hacienda con meretrices, luego has hecho matar para él un becerro cebado.

31. "Hijo mío -respondió el padre- Tú siempre estás conmigo, y todos los bienes míos son tuyos.

32. Mas ya ves que era muy justo el tener un banquete y regocijarnos, por cuanto éste tu hermano había muerto, y ha resucitado; estaba perdido, y se ha hallado".
Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús