miércoles, 27 de marzo de 2019

Todo lo que buscas... es a Jesús


Gracias por vivir a mi lado, porque no me abandonas en este mundo sino que me ofreces la oportunidad para llenarlo de alegría. Gracias porque incluso has querido morir por mí, para acompañarme en todas las dificultades de mi vida.


Al ver Jesús el gentío, subió a la montaña (Mt 5,1). Desde ahí podría abrazar con su mirada a todas aquellas personas. Se contaban por miles. Unos venían de las orillas del lago; otros, de la lejana Jerusalén; incluso había quienes habían oído hablar de Él en tierra extranjera.

Ricos y pobres, adultos y niños, hombres y mujeres, todos seguían a aquel Maestro. Buscaban algo de Él. Sabían que el Galileo tenía y ofrecía aquello que tanto ansiaban sus corazones. Dentro de cada uno ardía una llama de esperanza: un mundo más feliz, más justo, más pacífico. El Reino de Dios.



Jesús mira de nuevo a los que lo siguen. Pero ahora ve algo más allá que lo de fuera: no son las túnicas blancas ya envejecidas ni los mantos de colores vivos y jóvenes. Ni siquiera son los rostros cansados y decaídos lo que observa el Señor. Su vista rompe todas estas barreras, y se lanza de lleno a un lugar donde la felicidad está al alcance de la mano.

Sin embargo, Jesús no se limita a contemplar el paisaje, sino que nos dice dónde está. El Reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17,21); Dichosos, felices, los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Felices los que lloran, los hambrientos, los perseguidos...



Tú, Señor, nos muestras dónde está la felicidad. Para hacerlo, describes un paisaje que conocemos bastante bien, porque es el que observamos todos los días. ¿Acaso la felicidad puede habitar los estómagos vacíos, en los mares de lágrimas, en la sangre que se derrama injustamente en torno a nosotros?



Y te veo a ti, el Verbo que habitó entre nosotros (Jn 1,14). ¡Es posible! Has querido vivir dentro de cada hombre y mujer que sufre, que es manso, que llora, que tiene hambre o sed, que es misericordioso, que es limpio de corazón, que es paciente, que sufre persecución por la justicia.



Gracias por vivir a mi lado, porque no me abandonas en nuestro mundo, sino que me ofreces la oportunidad para llenarlo de alegría. Gracias porque incluso has querido morir por mí, para acompañarme en todas las dificultades de mi vida. ¡Todas!



Pero aumenta mi fe, para vivir dando al mundo el testimonio de que esta alegría es posible, porque es posible el Reino de Dios. ¡Venga tu Reino!

Por P. Fernando Pascual LC - Fuente: Catholic.net

Fuente - Texto tomado de IGLESIA.ORG:

EVIDENCIA CONTUNDENTE DE JESÚS - El Hombre de la Sindone (reconstruido en 3D: los evangelios cuentan la verdad)


Lucandrea Massaro | Marzo 27 de 2018

La reconstrucción de los Evangelios parece coincidir con los descubrimientos del Giulio Fanti de la Universidad de Padua.

“Esta estatua es la representación tridimensional a grandeza natural del Hombre de la Sindone, realizada sobre las medidas milimétricas tomadas del lienzo en que fue envuelto el cuerpo de Cristo durante la crucifixión”, explica Giulio Fanti, profesor de Mediciones mecánicas y térmicas en la Università di Padova y experto de la reliquia. El profesor, sobre la base de sus mediciones, ha hecho realizar un “calco” en 3D que –afirma él– le permite afirmar que estas son las reales medidas del Cristo crucificado.





“Consideramos que tenemos finalmente la imagen precisa de cómo era Jesús en esta tierra. De ahora en adelante ya no se le podrá representar sin tener esta obra en cuenta”. El profesor ha confiado al semanario Chi la exclusiva de esta obra suya, y les reveló: “Según nuestros estudios, Jesús era un hombre de una belleza extraordinaria. Esbelto, pero muy robusto, tenía un metro ochenta centímetros de alto, cuando la estatura media de la época era de 1,65 metros. Y tenía una expresión real y majestuosa” (Vatican Insider).





A través del estudio y la proyección tridimensional de la figura, Fanti ha podido también hacer un cómputo de las numerosísimas heridas sobre el cuerpo del Hombre de la Sindone:







“En la Sábana Santa –añade el profesor– he contado 370 heridas de flagelo, sin tener en cuenta las laterales, que el lienzo no ofrece porque envolvía sólo la parte anterior y posterior del cuerpo. Pero podemos lanzar la hipótesis de unos 600 golpes. Además la reconstrucción tridimensional ha permitido reconstruir que en el momento de la muerte, el hombre de la Sindone estaba encorvado hacia la derecha porque el hombro derecho estaba luxada de manera tan grave que había lesionado los nervios” (Il Mattino di Padova).




Las preguntas que envuelven el misterio de la Sindone siguen aún presentes, seguramente en ese hombre martirizado vemos el signo del sufrimiento, y en él encontramos un poco de cada uno de nosotros; pero también –a los ojos de la fe– la esperanza de que ese hombre no fuese un hombre cualquiera, sino el Hombre por excelencia, ese Ecce Homo que se presentó dócil frente a Pilatos y que tras la tremenda flagelación fue crucificado siendo inocente, pero cargando con las culpas de todos.

Y aunque en la Sindone no sea obligatorio ni siquiera para el cristiano, la excepcionalidad de ese lino permanece allí para desafiar nuestra comprensión y nuestras certezas, casi como hizo en persona Jesús de Nazaret, que desafió nuestras certezas amando a sus perseguidores, perdonándoles desde la cruz y venciendo a la muerte hace dos mil años…

Fuente - Texto tomado ES.ALETEIA.ORG: