domingo, 24 de febrero de 2019

ESPIRITUALIDAD: Cómo ser una persona profunda


Carlos Padilla Esteban | Febrero 22 de 2018

No quisiera engañarme con caminos cortos para llegar a cumbres demasiado lejanas.

Una persona me comentaba que no hablaba con su esposo de cosas profundas. Que no había hondura en sus encuentros. Eso pasa con frecuencia. También en las relaciones entre padres e hijos, entre hermanos, entre amigos. Es más fácil quedarse en la superficie de las cosas. La hondura exige esfuerzo.

Me pregunto sobre la hondura de mis amores. Miro los amores de mi vida. Miro su profundidad.

Miro en lo profundo de mi corazón. Para callar y escuchar el silencio del alma. Para renunciar a todo lo que me saca de mi mundo interior con Dios. Me falta interioridad. Quiero hundirme allí donde descanso y soy yo mismo. Donde soy verdad.

Me han sacado con tanta fuerza fuera de mí mismo. Me han arrastrado a la vida diciéndome que lo que me hará feliz no está en mi interior, sino fuera. Me lo han dicho de tantas maneras que me lo he acabado creyendo.

¡Cuántas cosas me ofrecen que son mentiras! Me hacen creer verdades que no tienen que ver con mi felicidad. Me embarcan en caminos que no responden a mi sed más profunda.

El mundo me ofrece a veces medias verdades. Soluciones fáciles a problemas imposibles. Caminos cortos para llegar a cumbres demasiado lejanas.

Me convence de lo pleno que seré si me embarco en sus sueños y dejo de lado el esfuerzo, una vida verdadera y unos principios firmes.

Miro la verdad escondida detrás de tantas pretensiones. Miro dentro de mi alma, en profundidad. Tengo una oportunidad para dar un salto de fe. Y correr por el camino de santidad al que Dios me invita.

Decía el padre José Kentenich: “Lo que le hace falta a nuestra época son santos nuevos. Santos que sean grandes, que convenzan, que arrastren. Y si no santos, al menos hombres nuevos, hombres cabales, cristianos nuevos, cristianos verdaderos, espirituales, íntegros”.

Santos nuevos, grandes, íntegros. Personas enamoradas de Dios, del hombre, de la vida. No santos perfectos e inmaculados. Sino hombres enamorados, apasionados, llenos de luz. Con pecados, pero libres.

La Cuaresma es un taller en el corazón de Jesús y de María. Allí encuentro esperanza a mi desesperanza. Y paz en medio de mis guerras.

Quiero dejarme tocar por Dios en estos días. Una oportunidad. Un camino de luz. Eso es la Cuaresma.

Me gusta prepararme para la vida cuidando el tiempo que Dios me da. Se lo entrego. Cuarenta días para Él. No es mucho tiempo el que invierto para recibir a cambio su presencia que me salva y me devuelve la alegría perdida.

La Cuaresma me invita a profundizar. Y a frecuentar esos lugares en los que soy amado como soy. Allí donde amo siendo yo mismo. Allí donde me entrego. Donde toco a Dios en el amor humano. Son momentos de gracia en los que lo veo escondido detrás de la carne que toco.

¿Cómo no voy a temer que pase todo y se acabe lo que más amo? Es verdad. El miedo a perder lo que amo siempre acaricia con sus garras mi corazón. Tengo miedo a perder cuando amo. Y temo perder la vida sin llegar a amar.

Temo la ausencia de amor en mi vida que me deja vacío, mustio y seco. ¿Qué puedo hacer cuando en mi vida no hay amor? ¿Cómo crecer y madurar para aprender a amar bien? ¿Qué puedo hacer cuando no me siento amado por los que me rodean?

No es tan fácil vivir sin ser amado. Lo deseo y lo busco. Lo fuerzo y no lo logro. Me entrego queriendo dar plenitud a lo que Dios ha puesto en mí.

Quiero aprender a darme sin esperar nada. Amar sin exigir. Dios ha sembrado en mi alma una capacidad muy grande para amar.

Hoy vuelvo la mirada hacia Aquel que me ama con un amor incondicional y me recuerda: “El amor es eterno”. Su amor es para siempre. Me ama para siempre. Estará conmigo siempre. Incluso cuando no lo merezca. Porque el amor no se merece. Es gracia.

Sólo merece la pena mi vida si amo a fondo. Si me entrego sin reservas. Si no me guardo egoístamente. Los días son vacíos si no los lleno de algo más grande.

Y al final del camino lo importante será lo que habré amado. La pasión que habré puesto al enterrar en la tierra las semillas. Y la fidelidad al pacto sellado entre Dios y yo para siempre.

Fuente - Texto tomado de ES.ALETEIA.ORG:
https://es.aleteia.org/2018/02/22/como-ser-una-persona-profunda/

¿Cuáles son los signos evidentes de la presencia del demonio y cómo podemos defendernos de él?


Un ser vivo, pervertido y pervertidor

Publicado el 18 de Febrero de 2016

Por: Caballeros de la Virgen

Tentador engañoso y fatal del primer pecado, el demonio aún actúa hoy con alevosa astucia. Es el enemigo oculto que siembra errores e infortunios en la historia humana.

“La incumbencia de esta nefasta presencia está
señalada en muchísimos pasajes del Nuevo
Testamento”
El Beato Pablo VI en mayo de 1975

Cuáles son hoy las mayores necesidades de la Iglesia? No os asombre como simplista o incluso como supersticiosa e irreal nuestra respuesta: una de las mayores necesidades es la defensa de aquel mal que llamamos demonio. [...]

Realidad terrible, misteriosa y asustadora

El mal ya no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa.

Se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer su existencia; o quien hace de ella un principio que existe en sí mismo y que no tiene, como cualquier otra criatura, su origen en Dios; o bien la explica como una seudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias.

El problema del mal, visto en toda su complejidad, y en su absurdidad con respecto a nuestra racionalidad unilateral, se vuelve obsesionante. Constituye la dificultad más fuerte para nuestra comprensión religiosa del cosmos. No sin razón por ello sufrió San Agustín durante años: “Quaerebam unde malum, et non erat exitus”, buscaba de dónde procedía el mal, y no encontraba explicación (Confesiones, VII, 5; 7; 11).

He aquí, pues, la importancia que adquiere el conocimiento del mal para nuestra correcta concepción cristiana del mundo, de la vida, de la salvación.

Una incumbencia señalada en muchísimos pasajes del Nuevo Testamento


Primero, en el desarrollo de la historia evangélica, al principio de su vida pública, ¿quién no recuerda la página densísima de significados de la triple tentación de Cristo? Y después, ¿en los muchos episodios evangélicos en los cuales el demonio se cruza en el camino del Señor y figura en sus enseñanzas? ¿Y cómo no recordar que Cristo, refiriéndose al demonio en tres ocasiones como a su adversario, lo denomina “príncipe de este mundo” (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11)?

Y la incumbencia de esta nefasta presencia está señalada en muchísimos pasajes del Nuevo Testamento. San Pablo lo llama el “dios de este mundo” (2 Co 4, 4), y nos pone en guardia sobre la lucha a oscuras que nosotros los cristianos debemos mantener no con un solo demonio, sino con una pavorosa pluralidad de ellos: “Revestíos de la coraza de Dios para poder hacer frente a las asechanzas del diablo, que nuestra lucha no es (sólo) contra la sangre y la carne, sino contra los principados y las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos de los aires” (Ef 6, 12).

Y que no se trata de un solo demonio, sino de muchos, diversos pasajes evangélicos nos lo indican; pero uno es el principal: Satanás, que quiere decir el adversario, el enemigo; y con él muchos, todos criaturas de Dios, pero caídos, porque fueron rebeldes y condenados; todo un mundo misterioso, sacudido por un drama infelicísimo, del que conocemos muy poco. [...]

Fisuras a través de las cuales puede penetrar fácilmente


El demonio está en el origen de la primera desgracia de la humanidad; fue el tentador engañoso y fatal del primer pecado, el pecado original. Desde aquella caída de Adán, el demonio adquirió un cierto dominio sobre el hombre, del que sólo la Redención de Cristo nos puede liberar.

Es una historia que todavía sigue: recordemos los exorcismos del Bautismo y las frecuentes alusiones de la Sagrada Escritura y de la liturgia al agresivo y opresor “poder de las tinieblas”. Es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos así que este ser oscuro y perturbador existe de verdad y que con alevosa astucia aún actúa; es el enemigo oculto que siembra errores e infortunios en la historia humana. [...]


Hoy algunos prefieren mostrarse fuertes y libres de prejuicios, tomar actitudes positivistas, prestando luego fe a tantas gratuitas supersticiones mágicas o populares; o peor aún, abrir su propia alma —¡su propia alma bautizada, visitada tantas veces por la presencia eucarística y habitada por el Espíritu Santo!— a las experiencias licenciosas de los sentidos, a aquellas otras deletéreas de los estupefacientes, como igualmente a las seducciones ideológicas de los errores de moda; fisuras éstas a través de las cuales puede penetrar fácilmente el Maligno y alterar la mentalidad humana.

No decimos que todo pecado se deba directamente a la acción diabólica; pero, sin embargo, es cierto que quien no vigila con cierto rigor moral sobre sí mismo se expone a la influencia del mysterium iniquitatis, a que se refiere San Pablo, y que hace problemática la alternativa de nuestra salvación.

“Todo el mundo está puesto bajo el Maligno”


Nuestra doctrina se vuelve incierta, por estar como oscurecida por las tinieblas mismas que rodean al demonio. Pero nuestra curiosidad, excitada por la certeza de su múltiple existencia, se hace legítima con dos preguntas:


¿Existen signos, y cuáles, de la presencia de la acción diabólica?

¿Y cuáles son los medios de defensa contra tan insidioso peligro?

La respuesta a la primera pregunta requiere mucha cautela, aunque los signos del Maligno parecen a veces evidentes. Podremos suponer su acción siniestra allí donde la negación de Dios es radical, sutil, y absurda; donde la mentira se afirma hipócrita y poderosa contra la verdad evidente; donde el amor es eliminado por un egoísmo frío y cruel; donde el nombre de Cristo es impugnado con odio consciente y rebelde; donde el espíritu del Evangelio es mistificado y desmentido; donde la desesperación se afirma como la última palabra, etc.

Pero es un diagnóstico demasiado amplio y difícil, que ahora no pretendemos profundizar y autenticar, aunque no carente de dramático interés para todos, al que la literatura moderna también ha dedicado páginas famosas.

El problema del mal sigue siendo una de las más grandes y permanentes cuestiones para el espíritu humano, incluso tras la victoriosa respuesta que da el mismo Jesucristo. “Sabemos —escribe el evangelista San Juan— que somos (nacidos) de Dios, y que todo el mundo está puesto bajo el Maligno” (1 Jn 5, 19).

La gracia es la defensa decisiva

A la otra pregunta: ¿qué defensa, qué remedio oponer a la acción del demonio?, la respuesta es más fácil de formular, si bien siga siendo difícil de llevar a cabo. Podríamos decir: todo lo que nos defienda del pecado nos defiende por ello mismo del enemigo invisible. La gracia es la defensa decisiva. La inocencia adquiere un aspecto de fortaleza.


Y asimismo cada uno recuerda hasta qué punto la pedagogía apostólica ha simbolizado en la armadura de un soldado las virtudes que pueden hacer invulnerable al cristiano. El cristiano debe ser militante; debe ser vigilante y fuerte; y a veces debe recurrir a algún ejercicio ascético especial para alejar ciertas incursiones diabólicas; Jesús lo enseña indicando el remedio “en la oración y en el ayuno” (Mc 9, 29). Y el Apóstol sugiere la línea maestra a seguir: “No os dejéis vencer por el mal, sino venced al mal con el bien” (Rm 12, 21; cf. Mt 13, 29).

Con el conocimiento, por tanto, de las adversidades presentes en que se encuentran hoy las almas, la Iglesia y el mundo, trataremos de dar sentido y eficacia a la acostumbrada invocación de nuestra principal oración: 

“¡Padre nuestro... líbranos del mal!”...


Beato Pablo VI. Fragmentos de la Audiencia general del 15/11/1972

Por favor leer esta importante información:
Dogma Católico: ¡El infierno existe y podríamos ir ahí! - Padre Marcel Nault

Fuente - Texto tomado de CABALLEROS DE LA VIRGEN:
http://caballerosdelavirgen.org/espiritualidad/un-ser-vivo-pervertido-y-pervertidor

8 Síntomas del alcohólico


Javier Fiz Pérez | Febrero 21 de 2018

Tomar en nuestras manos la propia vida e impedir al alcohol que nos gobierne es el primer paso para empezar a pensar en un nuevo estilo de vida.

Estar bien informado es el primer paso para evitar malas costumbres que pueden llevarnos al alcoholismo. La dependencia del alcohol se refleja en la necesidad de beber de forma habitual cantidades excesivas de alcohol durante un período prolongado de tiempo hasta transformarse en adicción.

La dependencia puede asociarse con problemas de salud psicológicos y físicos que tienden a afectar gravemente las relaciones con los demás en todos los contextos: familiares, amigos, trabajo. 

Algunos síntomas de la dependencia del alcohol son:
  1. La necesidad de beber controla la propia vida: La dependencia del alcohol generalmente se caracteriza por la necesidad imperiosa de beber alcohol y la incapacidad para limitar la cantidad o dejar de beber.
  2. Tolerancia alcohólica: Cuando se bebe habitualmente, el cuerpo se acostumbra a tener mucha cantidad de alcohol experimentando la necesitad de beber cada vez más para sentir sus efectos.
  3. Desinterés: Negar otros intereses en favor de actividades que implican beber alcohol.
  4. Ocupado: Aumentar constantemente el tiempo que se dedica a beber y a recuperarse de los efectos del alcohol.
  5. También por la mañana: Empezar a beber antes del mediodía.
  6. Ansiedad o irritabilidad.
  7. No poder dejarlo: Sentir que no se puede dejar de beber a pesar de experimentar los síntomas negativos físicos y psicológicos.
  8. Experimentar los síntomas físicos de la abstinencia: temblores, sudoración excesiva, dificultad para dormir, ansiedad, sensación de malestar desde las primeras horas de la mañana.
Graves consecuencias para la salud

La dependencia del alcohol afecta gravemente a la salud. La intoxicación alcohólica tiene implicaciones de todo tipo:

  • Cognitivas: disminución de la percepción de riesgo, alteración de la percepción viso-espacial.
  • Comportamentales: agresividad, deterioro actividad laboral y social.
  • Lenguaje farfullante.
  • Descoordinación motora, marcha inestable.
  • Deterioro de la atención o memoria.
  • Estupor.
  • Coma.
  • Enfermedad hepática (hígado graso alcohólico, hepatitis alcohólica o cirrosis alcohólica).
  • Presión arterial alta y problemas cardíacos.
  • Pérdida gradual de la memoria hasta la demencia alcohólica.
  • Depresión.
  • Pancreatitis.
  • Delirium por intoxicación por alcohol.
  • Delirium por abstinencia de alcohol.
  • Trastorno psicótico inducido por alcohol, con ideas delirantes.
  • Trastorno psicótico inducido por alcohol, con alucinaciones.
  • Trastorno del estado de ánimo inducido por el alcohol.
  • Trastorno de ansiedad inducido por el alcohol.
  • Disfunción sexual inducido por el alcohol.
  • Trastornos del sueño inducido por el alcohol.
¿Por qué beber?

Las personas que consumen alcohol de manera excesiva lo hacen por diversas razones encontrando cada una sus propias motivaciones o aparentes justificaciones.

Con frecuencia se cae en el engaño de pensar que sea un modo eficaz para tratar la ansiedad y la depresión.

Aunque puede ayudar a disminuir sus problemas a corto plazo, el alcohol, por lo general, empeora la ansiedad y la depresión.

Lo hace al interactuar con sustancias químicas llamadas neurotransmisores que están en el cerebro, que inicialmente ayudan naturalmente a combatir la depresión y la ansiedad.

Entre otras causas, también influyen mucho los factores sociales como la presión del grupo, el estilo de vida de las amistades, la disponibilidad de alcohol etc. Son elementos que pueden condicionar sobre todo las personas con menos personalidad y base de valores.

Por todo ello, tomar en nuestras manos la propia vida es crucial. para impedir al alcohol que tome las riendas de nuestra vida. 

Fuente - Texto tomado de ES.ALETEIA.ORG:
https://es.aleteia.org/2018/02/21/8-sintomas-del-alcoholico/

5 cosas que estás haciendo mal en la Santa Misa... y no lo sabías



La intención de este artículo es ayudarte a una participación adecuada en la renovación incruenta del sacrificio pascual de Cristo en la cruz.

Por: Varios | Fuente: Churchpop.com


La Santa Misa es la renovación incruenta del sacrificio pascual de Cristo en la cruz y la “fuente y culmen de toda la vida cristiana“. Por tal razón, y con el fin de adentrarnos más en los sagrados misterios, es que la Iglesia ha dispuesto que la Misa lleve un orden determinado (Nuestro Dios es un Dios de orden). Por eso en este artículo te compartimos 5 cosas que estás haciendo mal en Misa... y no lo sabías.

1) “… Y líbranos del mal ¿AMÉN?”


Cuando rezamos el Padre Nuestro de manera personal o en nuestros grupos de oración acostumbramos a concluirlo con un “Amén”. Eso está muy bien, sin embargo durante la Santa Misa ocurre algo distinto. El Padre Nuestro es la única oración que está integrada en la liturgia como parte de una oración más larga. Por tal razón no debe decirse “Amén” luego del “y líbranos del mal” pues el sacerdote continúa con la oración diciendo “líbranos Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días…”

2) “Por Cristo con Él y en Él…”


Algunos fieles suelen cometer el error de decir partes de la Misa que solo le corresponden al sacerdote. Esto es muy común al final de la plegaria eucarística cuando el sacerdote reza “Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”. Los fieles no deben decir esa parte, pues solo le corresponde al sacerdote. A los fieles nos corresponde responder a eso con un “Amén”.

3) Durante la consagración ¿Nos arrodillamos o nos quedamos de pie?



Para esto debemos remitirnos a la OGMR (Ordenación General del Misal Romano) que en su numeral 43 dice claramente:

“…estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración“.

La propia OGMR señala que quienes, por los motivos antes mencionados no puedan arrodillarse, deben hacer una profunda inclinación de reverencia cuando el sacerdote se arrodille luego de la consagración. Pero más allá de la rúbrica:

¿Acaso nuestras rodillas no deberían caer sin que lo notemos mientras ocurre el más grande milagro sobre la faz de la tierra?

4) Rito de la paz


El llamado “rito de la paz” o “saludo de la paz” es opcional. Pero cuando se hace, el saludo debe ser solo a las personas más cercanas a nuestros lugares y siempre guardando la debida reverencia a la celebración. Recordemos que Jesús se acaba de hacer presente en la Santa Eucaristía y que debe ser el centro de nuestra atención en ese momento. No es necesario, por ejemplo, caminar de un lado al otro del templo buscando conocidos para saludarles en ese momento.

5) El ayuno eucarístico


Este no es precisamente un error durante la Misa, sino mas bien antes de la Misa. El catecismo enseña que:

“Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben observar el ayuno prescrito por la Iglesia“.

Pero ¿Cual es este ayuno?

La Iglesia establece que debemos guardar ayuno de cualquier alimento sólido al menos una hora antes de recibir la Santa Eucaristía.

Así que quedan descartadas esas galletas que comías en la puerta del templo antes de Misa. Eso sí, queda permitido el consumo de agua y medicinas. De no cumplirse ese requisito, puedes participar de la Santa Misa pero no puedes comulgar.