sábado, 20 de octubre de 2018

San Hilarión - Monje Año 371 - Fiesta Octubre 21

Hilarión significa "El muy alegre"
Es el santo de la abstinencia y del ayuno perpetuo. Nació en Palestina pero no era judío. Sus padres eran paganos. Fue a estudiar a Alejandría (en Egipto), donde había una escuela muy afamada de los cristianos, y allá se convirtió al cristianismo y se hizo bautizar. Oyó hablar del famoso monje San Antonio Abad y se fue a visitarlo al desierto. Estuvo en su compañía durante dos meses y se quedó admirado de la gran santidad de este monje y de su bondad exquisita, como también de los ayunos y mortificaciones que hacía. Se propuso imitarlo en cuanto más le fuera posible. Pero viendo que allá en Egipto era mucha la gente que iba a visitar a San Antonio para consultarle, se volvió a su patria a vivir en perfecta soledad en un desierto.

Vendió las posesiones que le habían dejado sus padres y repartió el dinero entre los pobres y se marchó a un desierto de Palestina a orar y meditar. San Antonio le había regalado una túnica hecha de material muy rudo y tosco, y con esa túnica pasó mucho tiempo, sin estrenar jamás un vestido, como penitencia de sus pecados. Siendo de constitución muy débil y sumamente sensible al frío y al calor, sin embargo durante los espantosos calores del desierto durante el día no tomaba ni una gota de líquido. Y en los fríos intensísimos de la noche no se abrigaba con nada más que con su tosca túnica. Se propuso no comer nada ningún día antes de que se ocultara el sol, y lo cumplió toda la vida (¡qué comparación con nuestra flojedad, que no nos permite ni siquiera pasar medio día sin comer o beber!).



Los primeros años únicamente se alimentaba con unos dátiles que comía cada anochecer. Pero luego se dio cuenta de que ésto le estaba perjudicando en su salud, y empezó a comer de vez en cuando algunas verduras y un poco de pan y aceite. Cuando las tentaciones impuras lo atacaban con más fuerza, reducía su alimentación a la mitad de lo que comía de ordinario, y decía:
"Estoy debilitando un poco a este asno salvaje que es mi cuerpo, para que no le lance tantas coces a mi alma"
Se construyó una celda tan corta y angosta que apenas cabía acostado o de rodillas. Dos metros de larga, metro y medio de ancha, y metro y medio de alta. Y rara vez salía de allí. San Jerónimo que conoció tal rancho, se quedó aterrado ante tanta mortificación. Pero así conseguía convertir pecadores y pagar sus propios pecados. Sentía gran deseo de ir a visitar los santos lugares donde nació, vivió y murió Jesús, y estando en ese mismo país le quedaba fácil hacerlo. Pero no lo hizo sino una sola vez en su vida, y esta vez con grandes sentimientos de piedad y veneración. Después hizo el sacrificio de no volver más por allí. Hasta en esos deseos tan santos sabía mortificarse.

En varios sitios donde estuvo viviendo, su modo de ganarse la vida era recorrer terrenos solitarios, y recoger leña y mandar a algunos de sus discípulos a venderla, y con eso comprar el alimento para él y para otros. Cuando ya llevaba 20 años haciendo penitencia en el desierto, unos esposos acudieron a él a pedirle que rezara para que en su hogar hubiera hijos, pues eran estériles. San Hilarión oró por ellos y Dios les concedió unos hijitos muy hermosos. Esto hizo que se volviera sumamente popular en los alrededores, y empezaron a llegar montones de gente a visitarlo y a pedirle consejos y oraciones. Varios hombres quisieron imitar a San Hilarión y se fueron a vivir también en cabañas en esas soledades. Él los dirigía y les enseñaba el arte de orar, de meditar y de saber dominar el cuerpo por medio de mortificaciones costosas. Hilarión sufría mucho de sequedades espirituales, pero ésto mismo le servía para poder comprender a los que pasaban por horas de tristeza, de crisis y angustias.



Cuando ya tenía unos 65 años se dio cuenta de que no le era posible vivir en soledad. Un gran número de monjes le pedían dirección espiritual y una continua peregrinación de gentes llegaba a suplicarle oraciones y a pedirle consejos. Entonces decidió irse a un sitio más alejado y solitario, y empezó una vida errante, la cual es uno de los casos más típicos y raros en la historia de la Iglesia. Se fue hacia los desiertos de Egipto, donde hacía muy poco tiempo había muerto el gran San Antonio. Allí los discípulos del santo le hicieron recorrer metro por metro, los terrenos donde había vivido el famoso monje. Le decían:
"Allí pasaba las noches rezando. En aquella roca se subía cuando quería que nadie fuera a molestarlo mientras meditaba..."
Hilarión suspiraba por llegar a ser como su modelo: el gran Antonio.

Pero sucedió que en aquella región hacía muchos meses que no llovía y la gente estaba sufriendo a causa del largo verano. El pueblo acudió a implorar las oraciones de San Hilarión, a quien consideraban como el sucesor de San Antonio Abad. El santo rezó con mucha fe y llegaron lluvias muy abundantes. Ésto le consiguió una gran popularidad. Luego empezaron a llegar campesinos mordidos por serpientes venenosas, y al ser ungidos con aceite bendecido por San Hilarión quedaban curados. El santo viendo que no lograba vivir oculto, y que cada día llegaban más y más personas a buscarlo, dispuso huir una vez más.

Para sus largos viajes no aceptaba sino a los religiosos que fueran capaces de andar con él durante todo el día, sin beber ni una gota de agua ni comer, desde el amanecer hasta el anochecer. Ahora se fue a la Isla de Sicilia, y se estableció con varios de sus discípulos en un sitio muy deshabitado. Pero otro discípulo suyo que lo amaba mucho, San Hesiquio, se puso a buscarlo por todas partes. Al fin, un comerciante le dijo que en Sicilia había un famoso monje que hacía muchos milagros. Hacia allá se fue San Hesiquio, y logró encontrar a su maestro. Y se dio cuenta de que la gente lo estimaba muchísimo por su santidad, por sus milagros y porque jamás recibía ningún dinero ni regalo alguno.

San Hilarión dijo que quería huir a un sitio donde nadie lo conociera. Y se fueron a la Isla de Chipre. Pero allá un maremoto amenazaba con ahogar a las gentes de la costa, y destruir todas sus habitaciones. El santo echó una bendición a las olas y éstas se calmaron. Con esto su fama se extendió por toda la isla. Al fin obtuvo que lo dejaran irse a vivir a una altísima roca, donde nadie lo distrajera en su oración y en sus meditaciones, y allí murió muy santamente a la edad de 80 años.

Fuente - Texto tomado de EWTN:

DOMUND 2018 - Domingo Mundial de las Misiones - Lema «Cambia el Mundo» - Octubre 21 de 2018



Este domingo es el DOMUND, la generosidad de los cristianos y de los misioneros cambia el mundo.

Fernando de Navascués / ReL / 20 de octubre de 2018

Este domingo 21 de octubre es el Domingo Mundial de las Misiones, el DOMUND, como se conoce en España. Una jornada que organiza Obras Misionales Pontificias (OMP) para promover el compromiso de los cristianos en la extensión del Evangelio en todos los lugares del mundo, junto con la promoción social que él conlleva. Un compromiso que se concreta en rezar y apoyar a los misioneros y en colaborar económicamente con los territorios en misión.

A lo largo y ancho del planeta, existen 1.108 territorios de misión, es decir, diócesis, vicariatos, prefecturas apostólicas..., en los que vive casi la mitad de la población mundial, el 45,70%. Para tomar conciencia de la vida eclesial que se da en estos lugares, Obras Misionales Pontificias aporta datos significativos como los siguientes:

* En las misiones se celebra uno de cada tres bautismos del mundo.

* Más de la mitad de las escuelas de la Iglesia Católica están en misiones. Su número se ha duplicado en los últimos 30 años.

* La Iglesia sostiene 26.898 instituciones sociales (hospitales, orfanatos, residencias de ancianos y discapacitados) en los Territorios de Misión.

* Un sacerdote en las misiones atiende de media al doble de personas que un sacerdote de la Iglesia universal.

Los 1.108 territorios de misión

No se trata de subvencionar a proyectos, sino de llegar a las personas. Por eso, la mitad de la recaudación de este DOMUND se dividirá en 1.108 partes para que ningún vicariato apostólico en el Amazonas peruano, ninguna diócesis en las difíciles zonas del este del Congo, ninguna prefectura apostólica en Camboya, quede al margen de la generosidad de los católicos con el DOMUND.

Se ayudan proyectos, sí, pero cada misionero, obispo o responsable de una misión, sabe que todos los años, y así desde casi 80, contará con una de esas 1.108 partes. Como mínimo, cada territorio, atendiendo a su tamaño y necesidades, recibe 30.000 dólares todos los años. Puede parecer poco –es lo que cuesta un automóvil de gama media–, pero en países como el Congo (ingreso medio anual 474 dólares) y Bangladesh (590 dólares) son una ayuda importante destinada a las personas que llevan adelante la misión.

Los 1.108 territorios de misión están sobre todo en África (512) y en Asia (479). En América son 71, todos ellos en las regiones más alejadas de las grandes capitales y zonas urbanas. En Oceanía son 46, debido a su baja población.

Mapa de los territorios de misión

Las cuentas del DOMUND

El recorrido de las ayudas es sencillo. Empieza por los protagonistas, los fieles católicos de todo el mundo que con su generosidad aportan en las colectas de Misas, en los colegios y en las comunidades, a través de donativos online, domiciliaciones regulares, herencias y donaciones. El año pasado se consiguieron 84.758.675,11 euros, que conforman lo que se conoce como el “Fondo Universal de Solidaridad”.

La Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias, reunida en Roma en mayo pasado, distribuye las ayudas, aunque gran parte de las aportaciones ya tienen destino fijo, los 1.108 territorios de misión. El resto se distribuye en proyectos extraordinarios para llevar adelante la evangelización y la promoción humana.

Se mezclan así las ayudas de España (11.263.397,81 de euros), una de las más generosas, con las que envía, por ejemplo, la India (2.981.386 dólares), o países cuya aportación, aunque aparentemente pequeña, muestra una gran generosidad: Malawi (11.775 dólares), Sur Sudán (2.020 dólares), Bangladesh (5.322 dólares).

Los datos referidos a España, en concreto, son los siguientes: 12.000 misioneros, en 132 países, y gracias a la generosidad de los españoles, creyentes o no, en 2017 se ha logrado enviar 11.263.397,81 euros, que han servido para 644 proyectos en 44 países.

El domingo mundial de las misiones
se celebra el penúltimo domingo de octubre


"Id por todo el mundo
a predicar el Evangelio"

En todos los países del mundo hoy se hace oración por las misiones y por los misioneros, que se encargan de llevar la Palabra de Dios a los que no lo conocen o a los que lo han olvidado.

¿Por qué se dedica este día a las misiones?

Se tiene un domingo dedicado a las misiones, porque todas las personas necesitamos de Dios para poder llegar al cielo. Los misioneros tienen como tarea enseñarnos el Evangelio, para poder alcanzar la vida eterna. Su labor es de capital importancia.

Un poco de historia

Los misioneros son personas que van a otros lugares para hablar a los hombres de Jesús, para enseñarles a rezar, para decirles que todos debemos amarnos y ayudarnos los unos a los otros, para anunciarles la Buena Nueva: Que Dios nos ama y quiere que todos los hombres se salven.

En el mundo existen actualmente 983 "territorios de misión", y en ellos trabajan casi 50 mil sacerdotes y 370 mil catequistas, casados o solteros, que trabajan a tiempo completo o parcial. Todos estos misioneros se han comprometido a anunciar el Evangelio a los 3.500 millones de hombres que todavía no lo conocen y que representan las dos terceras partes de la humanidad.

¿Cuál es su labor?

Atienden leprosarios, hospitales, hogares para huérfanos y ancianos, dispensarios, colegios, universidades. Su labor no es fácil, se le presentan muchas dificultades que tienen que vencer para lograr transmitir la Palabra de Dios a los demás. Necesitan de nuestra ayuda espiritual, humana y material.

La Iglesia Católica vive el mes de octubre dedicado mundialmente a despertar el Espíritu Misionero en los fieles, con gestos de solidaridad hacia los 200.000 misioneros que entregan sus vidas por el anuncio del Evangelio en el mundo.

Durante este mes, llamado "Mes de las Misiones" se intensifica la animación misionera, uniéndonos todos en oración, el sacrificio y el aporte económico a favor de las misiones, a fin de que el evangelio se proclame a todos los hombres.

El domingo 21 de octubre de 2018 se celebra la Jornada Mundial de las Misiones en todas las Iglesias locales, como fiesta de la catolicidad y de solidaridad universal. La colecta de este día es destinada al fondo universal para las misiones más necesitadas.


Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones
2018


“Junto a los jóvenes, llevemos el Evangelio a todos”



Queridos jóvenes, deseo reflexionar con vosotros sobre la misión que Jesús nos ha confiado. Dirigiéndome a vosotros lo hago también a todos los cristianos que viven en la Iglesia la aventura de su existencia como hijos de Dios. Lo que me impulsa a hablar a todos, dialogando con vosotros, es la certeza de que la fe cristiana permanece siempre joven cuando se abre a la misión que Cristo nos confía. «La misión refuerza la fe», escribía San Juan Pablo II (Carta enc. Redemptoris missio, 2), un Papa que tanto amaba a los jóvenes y que se dedicó mucho a ellos.

El Sínodo que celebraremos en Roma el próximo mes de octubre, mes misionero, nos ofrece la oportunidad de comprender mejor, a la luz de la fe, lo que el Señor Jesús os quiere decir a los jóvenes y, a través de vosotros, a las comunidades cristianas.

La vida es una misión


Cada hombre y mujer es una misión, y esta es la razón por la que se encuentra viviendo en la tierra. Ser atraídos y ser enviados son los dos movimientos que nuestro corazón, sobre todo cuando es joven en edad, siente como fuerzas interiores del amor que prometen un futuro e impulsan hacia adelante nuestra existencia. Nadie mejor que los jóvenes percibe cómo la vida sorprende y atrae. Vivir con alegría la propia responsabilidad ante el mundo es un gran desafío. Conozco bien las luces y sombras del ser joven, y, si pienso en mi juventud y en mi familia, recuerdo lo intensa que era la esperanza en un futuro mejor. El hecho de que estemos en este mundo sin una previa decisión nuestra, nos hace intuir que hay una iniciativa que nos precede y nos llama a la existencia. Cada uno de nosotros está llamado a reflexionar sobre esta realidad: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273).

Os anunciamos a Jesucristo


La Iglesia, anunciando lo que ha recibido gratuitamente (cf. Mt 10,8; Hch 3,6), comparte con vosotros, jóvenes, el camino y la verdad que conducen al sentido de la existencia en esta tierra. Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, se ofrece a nuestra libertad y la mueve a buscar, descubrir y anunciar este sentido pleno y verdadero. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de Cristo y de su Iglesia. En ellos se encuentra el tesoro que llena de alegría la vida. Os lo digo por experiencia: gracias a la fe he encontrado el fundamento de mis anhelos y la fuerza para realizarlos. He visto mucho sufrimiento, mucha pobreza, desfigurar el rostro de tantos hermanos y hermanas. Sin embargo, para quien está con Jesús, el mal es un estímulo para amar cada vez más. Por amor al Evangelio, muchos hombres y mujeres, y muchos jóvenes, se han entregado generosamente a sí mismos, a veces hasta el martirio, al servicio de los hermanos. De la cruz de Jesús aprendemos la lógica divina del ofrecimiento de nosotros mismos (cf. 1 Co 1,17-25), como anuncio del Evangelio para la vida del mundo (cf. Jn 3,16). Estar inflamados por el amor de Cristo consume a quien arde y hace crecer, ilumina y vivifica a quien se ama (cf. 2 Co 5,14). Siguiendo el ejemplo de los santos, que nos descubren los amplios horizontes de Dios, os invito a preguntaros en todo momento: «¿Qué haría Cristo en mi lugar?».

Transmitir la fe hasta los confines de la tierra


También vosotros, jóvenes, por el Bautismo sois miembros vivos de la Iglesia, y juntos tenemos la misión de llevar a todos el Evangelio. Vosotros estáis abriéndoos a la vida. Crecer en la gracia de la fe, que se nos transmite en los sacramentos de la Iglesia, nos sumerge en una corriente de multitud de generaciones de testigos, donde la sabiduría del que tiene experiencia se convierte en testimonio y aliento para quien se abre al futuro. Y la novedad de los jóvenes se convierte, a su vez, en apoyo y esperanza para quien está cerca de la meta de su camino. En la convivencia entre los hombres de distintas edades, la misión de la Iglesia construye puentes intergeneracionales, en los cuales la fe en Dios y el amor al prójimo constituyen factores de unión profunda.

Esta transmisión de la fe, corazón de la misión de la Iglesia, se realiza por el “contagio” del amor, en el que la alegría y el entusiasmo expresan el descubrimiento del sentido y la plenitud de la vida. La propagación de la fe por atracción exige corazones abiertos, dilatados por el amor. No se puede poner límites al amor: fuerte como la muerte es el amor (cf. Ct 8,6). Y esa expansión crea el encuentro, el testimonio, el anuncio; produce la participación en la caridad con todos los que están alejados de la fe y se muestran ante ella indiferentes, a veces opuestos y contrarios. Ambientes humanos, culturales y religiosos todavía ajenos al Evangelio de Jesús y a la presencia sacramental de la Iglesia representan las extremas periferias, “los confines de la tierra”, hacia donde sus discípulos misioneros son enviados, desde la Pascua de Jesús, con la certeza de tener siempre con ellos a su Señor (cf. Mt 28,20; Hch 1,8). En esto consiste lo que llamamos missio ad gentes. La periferia más desolada de la humanidad necesitada de Cristo es la indiferencia hacia la fe o incluso el odio contra la plenitud divina de la vida. Cualquier pobreza material y espiritual, cualquier discriminación de hermanos y hermanas es siempre consecuencia del rechazo a Dios y a su amor.

Los confines de la tierra, queridos jóvenes, son para vosotros hoy muy relativos y siempre fácilmente “navegables”. El mundo digital, las redes sociales que nos invaden y traspasan, difuminan fronteras, borran límites y distancias, reducen las diferencias. Parece todo al alcance de la mano, todo tan cercano e inmediato. Sin embargo, sin el don comprometido de nuestras vidas, podremos tener miles de contactos pero no estaremos nunca inmersos en una verdadera comunión de vida. La misión hasta los confines de la tierra exige el don de sí en la vocación que nos ha dado quien nos ha puesto en esta tierra (cf. Lc9,23-25). Me atrevería a decir que, para un joven que quiere seguir a Cristo, lo esencial es la búsqueda y la adhesión a la propia vocación.

Testimoniar el amor


Agradezco a todas las realidades eclesiales que os permiten encontrar personalmente a Cristo vivo en su Iglesia: las parroquias, asociaciones, movimientos, las comunidades religiosas, las distintas expresiones de servicio misionero. Muchos jóvenes encuentran en el voluntariado misionero una forma para servir a los “más pequeños” (cf. Mt 25,40), promoviendo la dignidad humana y testimoniando la alegría de amar y de ser cristianos. Estas experiencias eclesiales hacen que la formación de cada uno no sea solo una preparación para el propio éxito profesional, sino el desarrollo y el cuidado de un don del Señor para servir mejor a los demás. Estas formas loables de servicio misionero temporal son un comienzo fecundo y, en el discernimiento vocacional, pueden ayudaros a decidir el don total de vosotros mismos como misioneros.

Las Obras Misionales Pontificias nacieron de corazones jóvenes, con la finalidad de animar el anuncio del Evangelio a todas las gentes, contribuyendo al crecimiento cultural y humano de tanta gente sedienta de Verdad. La oración y la ayuda material, que generosamente son dadas y distribuidas por las OMP, sirven a la Santa Sede para procurar que quienes las reciben para su propia necesidad puedan, a su vez, ser capaces de dar testimonio en su entorno. Nadie es tan pobre que no pueda dar lo que tiene, y antes incluso lo que es. Me gusta repetir la exhortación que dirigí a los jóvenes chilenos: «Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a nadie: Le haces falta a mucha gente y esto piénsalo. Cada uno de vosotros piénselo en su corazón: Yo le hago falta a mucha gente» (Encuentro con los jóvenes, Santuario de Maipú, 17 de enero de 2018).

Queridos jóvenes: el próximo octubre misionero, en el que se desarrollará el Sínodo que está dedicado a vosotros, será una nueva oportunidad para hacernos discípulos misioneros, cada vez más apasionados por Jesús y su misión, hasta los confines de la tierra. A María, Reina de los Apóstoles, a los santos Francisco Javier y Teresa del Niño Jesús, al beato Pablo Manna, les pido que intercedan por todos nosotros y nos acompañen siempre.

Francisco

Vaticano, 20 de mayo de 2018

Solemnidad de Pentecostés



Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM: