martes, 9 de octubre de 2018

Las tres veces que Jesús llora en la Biblia... ¿Hoy nosotros le seguimos provocando este dolor?


Philip Kosloski | Septiembre 22 de 2018

Dios hecho hombre conoció grandes alegrías, pero también cólera y tristeza.

En el Nuevo Testamento, hay tres episodios en los que Jesús derramó lágrimas. Probablemente no son los únicos momentos en que Jesús lloró en su vida, pero estos episodios ponen de relieve cosas que tocaron especialmente su corazón.

1. Jesús llora después de ver la angustia de quienes ama



María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: 


“Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”


Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó:


“¿Dónde lo pusieron?”

Le respondieron:


“Ven, Señor, y lo verás”

Y Jesús lloró.

Los judíos dijeron:


“¡Cómo lo amaba!” (Juan 11,32-36)

Durante este episodio, Jesús llora después de ver llorar a los que ama y después de ver el cadáver de un amigo cercano, Lázaro.

Estas lágrimas nos recuerdan el amor que Dios tiene por nosotros, sus hijos e hijas adoptivos. Nos muestran cuánto sufre al vernos sufrir.



Jesús muestra verdadera compasión y llora ante el dolor de sus amigos. Pero Cristo, luz en las tinieblas, viene a transformar las lágrimas de tristeza en lágrimas de alegría resucitando a Lázaro de entre los muertos.

2. Jesús llora al ver los pecados de la humanidad


¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! (Lucas 13,14)


Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo:


“¡Si tú también hubieras comprendido en ese día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos” (Lucas 19,41-42)

Cuando Jesús ve Jerusalén, se echa a llorar. Jesús ve los pecados pasados y futuros de las personas y su corazón se rompe.

Dios, nuestro Padre amoroso, se entristece cuando nos ve alejarnos de Él, cuando lo que Él quiere es guardarnos en Su corazón.



Sin embargo, muy a menudo, rechazamos su amor y seguimos nuestros propios caminos. Nuestros pecados hacen llorar al Señor, pero, afortunadamente, sus brazos están siempre abiertos para recibirnos cuando volvemos a Él.

3. Jesús llora en el huerto de los olivos antes de su crucifixión


Él dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. (Hebreos 5,7)

Según se documenta en la Carta a los hebreos, las lágrimas vienen ligadas a una vehemente súplica a Dios.

Por supuesto, no es necesario llorar para que el Señor nos escuche, pero en este fragmento se muestra que Él es sensible a nuestros “corazones contritos”.



Quiere que nuestras oraciones sean una expresión de lo que somos en nuestra profundidad y no solo en la superficie.

Así, la oración debe abarcar todo nuestro ser y alimentarse por todas nuestras emociones, permitiendo que Dios penetre en todos los aspectos de nuestras vidas.

Fuente - Texto tomado de ES.ALETEIA.ORG:

Oración de la Sangre de Cristo



Señor Jesús, en tu nombre
y con el Poder de tu Sangre Preciosa
sellamos toda persona,
hechos o acontecimientos
a través de los cuales
el enemigo nos quiera hacer daño.

Con el Poder de la Sangre de Jesús 
sellamos toda potestad destructora
en el aire, en la tierra, en el agua, en el fuego, 
debajo de la tierra, en las fuerzas satánicas 
de la naturaleza, en los abismos del infierno, 
y en el mundo en el cual nos movemos hoy.

Con el Poder de la Sangre de Jesús
rompemos toda interferencia y acción del maligno. 
Te pedimos Jesús que envíes a nuestros hogares 
y lugares de trabajo a la Santísima Virgen 
acompañada de San Miguel, San Gabriel, San Rafael
y toda su corte de Santos Ángeles.

Con el Poder de la Sangre de Jesús 
sellamos nuestra casa, todos los que la habitan 
(nombrar a cada una de ellas), 
las personas que el Señor enviará a ella, 
así como los alimentos y los bienes
que Él generosamente nos envía
para nuestro sustento.

Con el Poder de la Sangre de Jesús
sellamos tierra, puertas, ventanas, 
objetos, paredes, pisos y el aire que respiramos,
y en fe colocamos un círculo de Su Sangre
alrededor de toda nuestra familia.

Con el Poder de la Sangre de Jesús
sellamos los lugares en donde vamos 
a estar este día, y las personas, empresas 
o instituciones con quienes vamos a tratar 
(nombrar a cada una de ellas).

Con el Poder de la Sangre de Jesús
sellamos nuestro trabajo material y espiritual, 
los negocios de toda nuestra familia, 
y los vehículos, las carreteras, los aires, 
las vías y cualquier medio de transporte 
que habremos de utilizar.

Con Tu Sangre preciosa sellamos los actos,
las mentes y los corazones de todos los habitantes 
y dirigentes de nuestra Patria a fin de que 
Tu Paz y Tu Corazón al fin reinen en ella.

Te agradecemos Señor por Tu Sangre
y por Tu Vida, ya que gracias a Ellas 
hemos sido salvados y somos
preservados de todo lo malo. 

Amén.

Fuente - Texto tomado de EWTN.COM: