martes, 3 de julio de 2018

10 armas para vencer la batalla espiritual por la pureza en una sociedad occidental hipersexualizada




Javier Lozano / ReL - 02 de julio de 2018

Vivimos en una sociedad hipersexualizada. Este es el día a día de millones de niños y adultos cada día: un bombardeo constante de sexo y de apología de la promiscuidad, de poca o ninguna ropa. Es lo que llega de Hollywood, lo que marca la moda y la publicidad, lo que se ve en las redes sociales.

Esto ha calado completamente, y así es como el consumo de pornografía se ha disparado hasta límites aberrantes. Alejandro Villena, psicólogo experto en adicciones, explicaba a ReL que los estudios revelan que “el 80% de los varones consume pornografía, porcentaje que se queda en el 40% en el caso de las mujeres. Y la edad media del inicio del consumo se sitúa en los once años”.

El peligro de hipersexualización extrema puede afectar también gravemente en los creyentes si no se defienden con las armas adecuadas. La virtud de la pureza está hoy sometida a un ataque sin precedentes.

Para ayudar en esta lucha contra la impureza que se quiere normalizar en la sociedad, el padre oblato Ed Broom, ofrece en Catholic Exchange una estrategia espiritual, un plan aplicable para padres, adolescentes e incluso niños.

Este religioso experto en comunicación y en atención espiritual de familias ofrece 10 consejos para no sucumbir a estos ataques o para regresar confiadamente al Señor, si se ha sido derrotado:

1. El arma de la oración


El hombre es débil y por ello necesita de la oración para poder vencer la tentación y no caer en un pecado de impureza. El padre Broom asegura que probablemente la principal razón para caer en cualquier pecado, pero especialmente contra la pureza, es la falta de oración, o una oración débil. 

Citando la Escritura recuerda que los israelitas fueron capaces de derrotar a sus enemigos sólo después de que Moisés desde lo alto de la colina y frente al campo de batalla levantara los brazos al cielo. Para vencer la tentación de la carne y las insinuaciones pecaminosas del mundo hay que levantar las manos al cielo en oración.

2. No juegues con fuego


Una razón importante por la cual muchos caen en pecados relacionados con la impureza es no haber evitado la ocasión de pecar. El refranero popular sabe mucho de esto: ¡El que juega con fuego, acaba quemándose! El cristiano tiene que usar el sentido común y la prudencia, dado por el discernimiento, para evitar ponerse en situaciones en peligro.

Si uno es débil ante la pornografía debe procurar no quedarse solo delante de un ordenador. Una pareja de novio es preferible que esté en un banco charlando o dando un paseo que viendo una película los dos solos en una casa. Así se evitan muchas situaciones comprometidas.

3. El pudor


El Catecismo de la Iglesia Católica (2521-2524) insiste en varias ocasiones en que “la pureza exige el pudor”, pues éste “preserva la intimidad de la persona”. Del mismo modo, afirma que “el pudor es modestia; inspira la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en discreción”.

Del mismo modo, el Catecismo afirma en este punto que “existe un pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo. Este pudor rechaza, por ejemplo, los exhibicionismos del cuerpo humano propios de cierta publicidad o las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública toda confidencia íntima. El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías dominantes”. Es por ello importante que no seamos ocasión de tropiezo para el prójimo.

4. Penitencia


En la vida espiritual, el cristiano está llamado a ser como águilas que vuelen en las alturas. Pero para volar necesita de las dos alas espirituales: ¡la oración y la penitencia! Para vencer estas tentaciones contra la pureza hay que rezar, rezar y rezar, pero también aprender del arte del ayuno y de vivir una vida de penitencia. Esto también ayuda a educar el cuerpo y fomentar el dominio de sí mismo. ¡Los santos han enseñado en multitud de ocasiones esta clara lección!

5. Evita la pereza


Una de las grandes rendijas por las que se cuela la impureza es a través del pecado de la pereza. La mente ociosa es normalmente laboratorio del diablo. Cuando uno no tiene nada que hacer y no llena su tiempo con alguna ocupación útil, el diablo entra rápidamente para tentar de muchas formas, especialmente contra la virtud de la castidad.

De este modo, una de las razones principales por la que tantos jóvenes, y cada vez más personas adultas, tienen serios problemas con la pornografía en Internet es debido al excesivo tiempo libre, el aburrimiento y el fácil acceso a este contenido en la red.

6. Lenguaje inapropiado


En cualquier situación, lugar y circunstancia hay que controlar lo que se dice. El apóstol Santiago exhortaba: “Debemos ser lentos para hablar y rápidos para escuchar”. Y ésto es algo especialmente importante con respecto a la pureza.

No deben salir de nuestra boca palabras sucias, ni siquiera bromas groseras o impuras. San Juan Bosco afirmaba que no podía eliminar de su mente una cosa impura que un hombre pronunció delante de él cuando él era un niño. Hay que ser consciente de las consecuencias de todas las acciones que uno realiza, sean más o menos importantes, a los ojos de cada uno.

7. Vigilancia constante, especialmente de los ojos


Los ojos son el elemento principal por el que la impureza entra en el cuerpo, por eso es importante educar la mirada. El Papa Francisco ha hablado mucho sobre esta vigilancia. El padre Broom afirma que el examen diario ignaciano es clave. Esta práctica invita a echar un vistazo a cada día y ver donde Dios ha estado presente, pero también ver dónde el corazón se ha alejado de Dios.

Si se está vigilante uno podrá percatarse de cuando los ojos se alejan de Dios y comienzan a juguetear con lo que no es de Dios: en este caso la impureza. Vale el ejemplo del Rey David, y la mujer de Urías el hitita. Él se dejó llevar por la mirada, al no haber mantenido una adecuada vigilancia, y esto acabó en una caída enorme hacia la lujuria y la falta de honestidad. Ceder a la lujuria terminó en adulterio, el adulterio condujo al asesinato, y el asesinato al arrinconamiento de la conciencia.

8. Confesión y esperanza renovada


La debilidad está en el hombre y todos pueden caer. Pero peor incluso que la caída es la desesperación. Nunca hay que desesperarse debido a las inclinaciones que el ser humano tiene al pecado. Al contrario, San Pablo afirmó que donde abundó la debilidad, sobreabundó la gracia. Por lo tanto, si se cae en el pecado contra la pureza hay que tener confianza ilimitada en Dios y recurrir inmediatamente al sacramento de la confesión.

9. Comunión frecuente


Para salvaguardar la virtud de la castidad es de vital importancia tener una relación con Jesús a través de la Eucaristía. Cada comunión bien recibida resulta un trasplante de corazón espiritual. Recibir la Eucaristía de manera frecuente y ferviente es de lejos el medio más eficaz para vivir una vida de pureza.

10. La Virgen María, modelo de todas las virtudes e intercesora


No hay mejor intercesora a la que acudir para que nos ayude a defender la pureza que la Virgen María. Las vidas de muchos santos demuestran que a través de su gran amor a Dios y el amor filial y el amor por María pudieron vivir vidas santas y de gran pureza.

Al ejemplo del Inmaculado Corazón de María, los creyentes deben pedir esta pureza de mente, corazón, cuerpo alma e incluso intención.

Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM:

Santa Isabel de Portugal - Reina - Madre de Familia - Pacificadora - Año 1336 - Fiesta Julio 4




Nacida en Aragón (España) en 1271, Santa Isabel es la hija del rey Pedro III de ese reino y nieta del rey Jaime El Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron Isabel en honor a su tía abuela, Santa Isabel de Hungría. Su formación fue formidable y ya desde muy pequeña tenía una notable piedad. Le enseñaron que, para ser verdaderamente buena debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos. Conocía desde pequeña la frase:

"Tanta mayor libertad de espíritu tendrás cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas"

Se esmeró por ordenar su vida en el amor a Dios y al prójimo, disciplinando sus hábitos de vida. No comía nada entre horas.

La casaron cuando tenía 12 años con el rey Dionisio de Portugal. Esta fue la gran cruz de Santa Isabel ya que era un hombre de poca moral, siendo violento e infiel. Pero ella supo llevar heroicamente esta prueba. Oraba y hacía sacrificios por él. Lo trataba siempre con bondad. Tuvo dos hijos: Alfonso, futuro rey de Portugal y Constancia, futura reina de Castilla. Santa Isabel llegó hasta educar a los hijos naturales de su esposo con otras mujeres.

El rey por su parte la admiraba y le permitía hasta cierto punto su vida de cristiana auténtica. Ella se levantaba muy temprano y leía 6 salmos, asistía a la Santa Misa y se dedicaba a regir las labores del palacio. En su tiempo libre se reunía con otras damas para confeccionar ropas para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos. Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas de la mala vida y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo. Prestaba sus bellos vestidos y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.


Santa Isabel frecuentemente distribuía Monedas del Tesoro Real a los pobres para que pudieran comprar el pan de cada día. En una ocasión, el rey Dionisio, sospechando de sus actos, comenzó a espiarla. Cuando la reina comenzó a distribuir monedas entre los pobres, el rey lo observó y enfurecido fue a reclamarle. Pero el Señor intervino, de manera que, cuando el rey le ordenó que le enseñara lo que estaba dando a los pobres, las monedas de oro se convirtieron en rosas.

Forjadora de la paz

SANTA ISABEL DE PORTUGAL
El hijo de Isabel, Alfonso, tenía como su padre un carácter violento. Se llenaba de ira por la preferencia que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones promovió la guerra civil contra su padre. Isabel hizo todo lo posible por la reconciliación. En una ocasión se fue en peregrinación hasta Santarém lugar del Milagro Eucarístico, y vestida de penitente imploró al Señor por la paz. Llegó hasta presentarse en el campo de batalla y, cuando los ejércitos de su esposo y su hijo se disponían a la guerra, la reina se arrodillaba entre ellos y de rodillas ante su esposo e hijo, les pedía que se reconciliasen.



Se conservan algunas de las cartas, las cuales reflejan el calibre evangélico y la audacia de nuestra santa.

A su esposo
"Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre"
A su hijo
"Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbdito con el rey"
Consiguió la paz en más de una ocasión y su esposo murió arrepentido, sin duda por las oraciones de su santa esposa.


Entra en el convento
de las Clarisas
después de enviudar


Por el amor tan grande que Santa Isabel le tenía a la Eucaristía, se dedicó a estudiar la vida de los santos más notables por su amor a la Eucaristía, en especial Santa Clara. Después de enviudar, Santa Isabel se despojó de todas sus riquezas. Emprendió un peregrinaje a Santiago de Compostela, donde le entregó la corona al Arzobispo para recibir el hábito de las Clarisas como terciaria. El Arzobispo fue tan movido por este acto de la santa, que él le entregó su callado pastoral para que le ayudara en su regreso a Portugal. Vivió los últimos años en el convento, dedicada a la Adoración Eucarística. Cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno, el rey de Castilla, Santa Isabel, a pesar de su ancianidad, emprendió un larguísimo viaje por caminos muy peligrosos y logró la paz. Sin embargo el viaje le costó la vida. Al sentir próxima la muerte pidió que la llevasen al convento de las Clarisas que ella misma había fundado. Allí murió invocando a la Virgen Santísima el 4 de julio de 1336. Dios bendijo su sepulcro con milagros. Su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra. Fue canonizada en 1625. Es patrona de los territorios en guerra.


Santa Isabel de Portugal,
ruega por la paz en nuestros países

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET: