miércoles, 4 de abril de 2018

ATENCIÓN: La hipocresía como estilo de vida


Luz Ivonne Ream | Marzo 14 de 2017

Me sirves, te uso y lo haré mientras me convengas o te necesite

Tristemente, personas con actitudes hipócritas las vemos a diario. Incluso, cuántas veces por “necesidad” tú y yo hemos tenido ese actuar fingiendo creencias, estándares sociales o económicos, opiniones, virtudes, sentimientos o cualidades que en realidad ni sentimos, ni seguimos, ni poseemos, ni creemos.

El espectro de la hipocresía es amplísimo y hay mucho que hablar de ese comportamiento que, desafortunadamente, en uno que otro se ha convertido en un estilo de vida y actuar tan vil que desdice de su dignidad de persona.

El hipócrita vive una miseria humana, entre chismes, críticas, doble moral, murmuración, falsedad, escándalos. Muchísimos acuden a la Iglesia, hacen labores altruistas y ayudan al prójimo por “sentirse buenos”, guardar las apariencias, ser reconocidos y fingir lo que no son.



En algunas personas la deslealtad, la falsedad y la hipocresía son como el pan nuestro de cada día: me sirves, te uso y lo haré mientras me convengas o te necesite.

Luego, decido que ya no me sirves y hasta me estorbas, entonces te traiciono, te tiro. Eso sí, cuando te vuelva a necesitar te busco con mi “carita angelical”, te repetiré cosas dulces para que creas que soy sincero y hasta te pido un perdón que no siento… Así es el actuar del zalamero, el cual repetirá tantas veces como convenga a sus intereses.

O qué tal estas otras personas de las que escuchas palabras dulces, agradables al oído -y al ego- tan melosas que les escurren miel… Dicen cositas acarameladas con un tono tan fingido, muy particular y poco auténtico.

También así se manejan los “doble-cara”, delante de uno son miel y detrás son hiel… Sólo nos queda pensar que las personas que hablan a nuestras espaldas nos demuestran que siempre estaremos delante de ellas.

Definitivamente, sí hay hipócritas que utilizan la falsedad como su “modus vivendi”.

Esos seres humanos, porque han elegido no desarrollarse al nivel de personas, tienen comportamientos a los que hay que estar muy atentos para reconocerles y no caer en sus embustes, tales como:


  • Jamás decir las cosas de frente.
  • Difícilmente sostener una conversación mirando a los ojos.
  • Estar contigo, decir que te quieren y te das la vuelta y ¡cuidado! hablan hasta por los codos de ti.
  • Decirte que confíes en ellos mientras que, por la espalda, te acuchillan.
  • Ser muy labiosos y envenenar a los demás en tu contra.
  • Meter en chismes y problemas a las personas y luego hacerse las víctimas.
  • Engañar con suma facilidad porque la deshonestidad y ellos son uno mismo.
  • No guardar secretos, aunque si les preguntas dirán que su boca es una tumba.
  • Vivir con resentimiento y desamor, por lo tanto, no tolerar que alguien más sea mejor que ellos.
  • No vivir con valores auténticos porque su comportamiento no está enraizado en el amor sino en el miedo y en sus inseguridades.
  • Demostrar un amor desbordante, un cariño inusual. Nos hacen ver y sentir que somos lo mejor y, al mismo tiempo, hablan mal de nosotros y nos envidian.
  • Ser muy amargadas, aunque aparentan una alegría desbordante.
  • Difícilmente alegrarse de los logros de sus conocidos (digo conocidos porque casi amigos no tienen).
  • Casi nunca reconocer que se han equivocado.
  • Utilizar la pantalla de piadosos y cercanos a Dios, entre muchos otros.

Ser así o estar cerca de alguien así genera mucha intranquilidad. Esos seres que utilizan la hipocresía como uso y costumbre son enfermos del espíritu y de las emociones, lastimados del alma que han encontrado en ese comportamiento un medio para sobrevivir de alguna herida no sanada y que aún le provoca dolor y sufrimiento.

Son seres tan carentes de amor que a gritos desesperados piden ser aceptados y amados, por eso lo ideal es tratarles como tratarías a cualquier enfermo, con caridad y misericordia.

La hipocresía sirve al hipócrita como pantalla para proteger su verdadero yo y su reputación. Es decir, vive en una mentira porque no hay congruencia entre su esencia o su ser y su actuar o proceder.

Entonces, dicho todo esto, las gentes hipócritas tienen personalidades tóxicas. Aquí lo importante es qué hacer para evitar que su personalidad lastimada no me afecte o que me moleste lo menos posible.


Existe peligro al convivir con alguien quien vive con ese “estilo de vida”, porque es un estilo. Son gentes muy carismáticas, encantadoras y por demás serviciales y pueden dar la imagen de ser amables, tiernos, amorosos, dechado de virtudes y cualidades, o sea, aparentan ser todo lo contrario de lo que en realidad son. ¡Mucho cuidado con eso!

Por el otro lado, todo el mundo llega a nuestra vida para enseñarnos una lección. ¿Qué crees tú que puedes aprender de esa persona? Por lo menos estoy seguro que hay algo que no quieres ser, un hipócrita.

Aquí hay algo muy importante, si tu capacidad humana no te da para tolerar el estar cerca a ese ser al que tú ya de antemano tienes por seguro que es hipócrita y te puede acarrear algún mal, tienes todo el derecho de mantenerte a la distancia o con sus reservas.



Esto no quiere decir que tu comportamiento hacia ella sea de enemigos, al contrario, hazle sentir que tú eres sincero y que, si en algún momento difícil te necesita, tú vas a estar ahí.

Hay que reconocer que no hay máscara que dure por mucho tiempo y éstas eventualmente se caen. Si Dios es el Padre sólo de la verdad y de quien la vive, tú que eliges vivir en la mentira, ¿de quién eres hijo?

San Vicente Ferrer - Predicador (año 1419) - Fiesta Abril 5


Nació en 1350 en Valencia, España. Sus padres le inculcaron desde muy pequeñito una fervorosa devoción hacia Jesucristo y a la Virgen María y un gran amor por los pobres. Le encargaron repartir las cuantiosas limosnas que la familia acostumbraba a dar. Así lo fueron haciendo amar el dar ayudas a los necesitados. Lo enseñaron a hacer una mortificación cada viernes en recuerdo de la Pasión de Cristo, y cada sábado en honor de la Virgen Santísima. Estas costumbres las ejercitó durante toda su vida.

Se hizo religioso en la Comunidad de los Padres Dominicos y, por su gran inteligencia, a los 21 años ya era profesor de filosofía en la universidad.

Durante su juventud el demonio lo asaltó con violentas tentaciones y, además, como era extraordinariamente bien parecido, varias mujeres de dudosa conducta se enamoraron de él y como no les hizo caso a sus zalamerías, le inventaron terribles calumnias contra su buena fama. Todo esto lo fue haciendo fuerte para soportar las pruebas que le iban a llegar después.

Siendo un simple diácono lo enviaron a predicar a Barcelona. La ciudad estaba pasando por un período de hambre y los barcos portadores de alimentos no llegaban. Entonces Vicente en un sermón anunció una tarde que esa misma noche llegarían los barcos con los alimentos tan deseados. Al volver a su convento, el superior lo regañó por dedicarse a hacer profecías de cosas que él no podía estar seguro de que iban a suceder. Pero esa noche llegaron los barcos, y al día siguiente el pueblo se dirigió hacia el convento a aclamar a Vicente, el predicador. Los superiores tuvieron que trasladarlo a otra ciudad para evitar desórdenes.

Vicente estaba muy angustiado porque la Iglesia Católica estaba dividida entre dos Papas y había muchísima desunión. De tanto afán se enfermó y estuvo a punto de morir. Pero una noche se le apareció Nuestro Señor Jesucristo, acompañado de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán y le dio la orden de dedicarse a predicar por ciudades, pueblos, campos y países. Y Vicente recuperó inmediatamente su salud

En adelante por 30 años, Vicente recorre el norte de España, y el sur de Francia, el norte de Italia, y el país de Suiza, predicando incansablemente, con enormes frutos espirituales.

Los primeros convertidos fueron judíos y moros. Dicen que convirtió más de 10.000 judíos y otros tantos musulmanes o moros en España. Y esto es admirable porque no hay gente más difícil de convertirse al catolicismo que un judío o un musulmán.

Las multitudes se apiñaban para escucharle, donde quiera que él llegaba. Tenía que predicar en campos abiertos porque las gentes no cabían en los templos. Su voz sonora, poderosa y llena de agradables matices y modulaciones y su pronunciación sumamente cuidadosa, permitían oírle y entenderle a más de una cuadra de distancia.

Sus sermones duraban casi siempre más de dos horas (un sermón suyo de las Siete Palabras en un Viernes Santo duró seis horas), pero los oyentes no se cansaban ni se aburrían porque sabía hablar con tal emoción y de temas tan propios para esas gentes, y con frases tan propias de la Santa Biblia, que a cada uno le parecía que el sermón había sido compuesto para él mismo en persona.

Antes de predicar rezaba por cinco o más horas para pedir a Dios la eficacia de la palabra, y conseguir que sus oyentes se transformaran al oírle. Dormía en el puro suelo, ayunaba frecuentemente y se trasladaba a pie de una ciudad a otra (los últimos años se enfermó de una pierna y se trasladaba cabalgando en un burrito).

En aquel tiempo había predicadores que lo que buscaban era agradar a los oídos y componían sermones rimbombantes que no convertían a nadie. En cambio a San Vicente lo que le interesaba no era lucirse sino convertir a los pecadores. Y su predicación conmovía hasta a los más fríos e indiferentes. Su poderosa voz llegaba hasta lo más profundo del alma. En pleno sermón se oían gritos de pecadores pidiendo perdón a Dios, y a cada rato caían personas desmayadas de tanta emoción. gentes que siempre habían odiado, hacían las paces y se abrazaban. Pecadores endurecidos en sus vicios pedían confesores. El santo tenía que llevar consigo una gran cantidad de sacerdotes para que confesaran a los penitentes arrepentidos. Hasta 15.000 personas se reunían en los campos abiertos, para oírle.

Después de sus predicaciones lo seguían dos grandes procesiones: una de hombres convertidos, rezando y llorando, alrededor de una imagen de Cristo Crucificado; y otra de mujeres alabando a Dios, alrededor de una imagen de la Santísima Virgen. Estos dos grupos lo acompañaban hasta el próximo pueblo a donde el santo iba a predicar, y allí le ayudaban a organizar aquella misión y con su buen ejemplo conmovían a los demás.

Como la gente se lanzaba hacia él para tocarlo y quitarle pedacitos de su hábito para llevarlos como reliquias, tenía que pasar por entre las multitudes, rodeado de un grupo de hombres encerrándolo y protegiéndolo entre maderos y tablas. El santo pasaba saludando a todos con su sonrisa franca y su mirada penetrante que llegaba hasta el alma.

Las gentes se quedaban admiradas al ver que después de sus predicaciones se disminuían enormemente las borracheras y la costumbre de hablar cosas malas, y las mujeres dejaban ciertas modas escandalosas o adornos que demostraban demasiada vanidad y gusto de aparecer. Y hay un dato curioso: siendo tan fuerte su modo de predicar y atacando tan duramente al pecado y al vicio, sin embargo las muchedumbres le escuchaban con gusto porque notaban el gran provecho que obtenían al oírle sus sermones.

Vicente fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males. Invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de la comunión. Hablaba de la sublimidad de la Santa Misa. Insistía en la grave obligación de cumplir el mandamiento de Santificar las fiestas. Insistía en la gravedad del pecado, en la proximidad de la muerte, en la severidad del Juicio de Dios, y del cielo y del infierno que nos esperan. Y lo hacía con tanta emoción que frecuentemente tenía que suspender por varios minutos su sermón porque el griterío del pueblo pidiendo perdón a Dios, era inmenso.

Pero el tema en que más insistía este santo predicador era el Juicio de Dios que espera a todo pecador. La gente lo llamaba "El ángel del Apocalipsis", porque continuamente recordaba a las gentes lo que el libro del Apocalipsis enseña acerca del Juicio Final que nos espera a todos. Él repetía sin cansarse aquel aviso de Jesús:




"He aquí que vengo, y traigo conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus obras" (Apocalipsis 22,12)

Hasta los más empecatados y alejados de la religión se conmovían al oírle anunciar el Juicio Final, donde "Los que han hecho el bien, irán a la gloria eterna y los que se decidieron a hacer el mal, irán a la eterna condenación" (San Juan 5, 29).

Los milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación. Y uno de ellos era el hacerse entender en otros idiomas, siendo que él solamente hablaba su lengua materna y el latín. Y sucedía frecuentemente que las gentes de otros países le entendían perfectamente como si les estuviera hablando en su propio idioma. Era como la repetición del milagro que sucedió en Jerusalén el día de Pentecostés, cuando al llegar el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, las gentes de 18 países escuchaban a los apóstoles cada uno en su propio idioma, siendo que ellos solamente les hablaban en el idioma de Israel.

San Vicente se mantuvo humilde a pesar de la enorme fama y de la gran popularidad que le acompañaban, y de las muchas alabanzas que le daban en todas partes. Decía que su vida no había sido sino una cadena interminable de pecados. Repetía:

"Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas"

Así son los santos. Grandes ante la gente de la tierra pero se sienten muy pequeñitos ante la presencia de Dios que todo lo sabe.

Los últimos años, ya lleno de enfermedades, lo tenían que ayudar a subir al sitio donde iba a predicar. Pero apenas empezaba la predicación se transformaba, se le olvidaban sus enfermedades y predicaba con el fervor y la emoción de sus primeros años. Era como un milagro. Durante el sermón no parecía viejo ni enfermo sino lleno de juventud y de entusiasmo. Y su entusiasmo era contagioso. Murió en plena actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de abril del año 1419. Fueron tantos sus milagros y tan grande su fama, que el Papa lo declaró santo a los 36 años de haber muerto, en 1455.

El santo regalaba a las señoras que peleaban mucho con su marido, un frasquito con agua bendita y les recomendaba:

"Cuando su esposo empiece a insultarle, échese un poco de esta agua a la boca y no se la pase mientras el otro no deje de ofenderla"

Y esta famosa "agua de Fray Vicente" producía efectos maravillosos porque como la mujer no le podía contestar al marido, no había peleas. Ojalá que en muchos de nuestros hogares se volviera a esta bella costumbre de callar mientras el otro ofende. Porque lo que produce la pelea no es la palabra ofensiva que se oye, sino la palabra ofensiva que se responde.

Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:
http://ewtn.com/spanish/Saints/Vicente_Ferrer.htm

Novena a la Divina Misericordia - Día Séptimo - Abril 5 de 2018

Por las almas
que veneran especialmente
la Misericordia Divina
(Diario, N° 1224)


Jesús misericordioso, cuyo Corazón es el amor mismo, acoge en la morada de tu compasivísimo Corazón a las almas que veneran y ensalzan de modo particular la grandeza de tu misericordia. Estas almas son fuertes con el poder de Dios mismo. En medio de toda clase de aflicciones y adversidades siguen adelante confiadas en tu misericordia y unidas a ti, ellas cargan sobre sus hombros a toda la humanidad. Estas almas no serán juzgadas severamente, sino que tu misericordia las envolverá en la hora de la muerte.

Padre Eterno, mira con misericordia a aquellas almas que glorifican y veneran tu mayor atributo, es decir, tu misericordia insondable y que están encerradas en el compasivísimo Corazón de Jesús. Estas almas son un Evangelio viviente, sus manos están llenas de obras de misericordia y sus corazones desbordantes de gozo cantan a ti, oh Altísimo, un canto de misericordia. Te suplico, oh Dios, muéstrales tu misericordia según la esperanza y la confianza que han puesto en ti. Que se cumpla en ellas la promesa de Jesús, quien les dijo que:
"A las almas que veneren esta infinita misericordia mía, Yo mismo las defenderé como mi gloria durante sus vidas y especialmente en la hora de la muerte"
Invocación para todos
los días de la Novena

Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como manantial de misericordia para nosotros, en ti confío.
Coronilla de la Divina Misericordia

Video tomado de Youtube: http://youtu.be/4vTMS0uvDWc

Texto tomado del Libro: Novena del Señor de la Divina Misericordia - Caballeros de la Virgen