sábado, 31 de marzo de 2018

Lectura del Santo Evangelio Según San Juan 20, 1-9


1. El primer día de la semana, al amanecer, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro, y vio quitada de él la piedra.

2. Y sorprendida echó a correr, y fue a estar con Simón Pedro y con aquel otro discípulo amado de Jesús, y les dijo:

"Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto"

3. Con esta nueva salió Pedro y el dicho discípulo, y encamináronse al sepulcro.

4. Corrían ambos a la par, mas este otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro.

5. Y habiéndose inclinado, vio los lienzos en el suelo, pero no entró.



6. Llegó tras él Simón Pedro, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos en el suelo.

7. Y el sudario o pañuelo que habían puesto sobre la cabeza de Jesús, no junto con los demás lienzos, sino separado y doblado en otro lugar.

8. Entonces el otro discípulo, que había llegado primero al sepulcro, entró también, y vio, y creyó que efectivamente le habían quitado.



9. Porque aún no habían entendido de la Escritura, que Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Palabra de Dios
Gloria a Ti, Señor Jesús

Semana Santa: Domingo de Resurrección o de Pascua - Abril 1 de 2018


Celebramos hoy la Resurrección del Señor. La fiesta de la Pascua es la más importante de todo el año litúrgico. Es una fiesta de luz; el Señor resucitado nos ilumina, pone en nuestros corazones una inmensa alegría, una inmensa esperanza, y nos llena también de amor.

El Evangelio nos refiere los acontecimientos de la mañana del Domingo de Pascua. El día siguiente al sábado, María de Magdala se dirige al sepulcro por la mañana temprano, cuando todavía era de noche. El sábado no se puede mover nadie, según un precepto muy rígido de la ley judía. Pero el día termina con la noche; por consiguiente, cuando todavía estaba oscuro, María se pone en movimiento para ir al sepulcro. María está llena de amor, pero también llena de dolor. Cuando llega a la tumba, se lleva una sorpresa: se da cuenta de que la losa ha sido quitada del sepulcro.


Todo el fragmento pretende hacernos comprender que la resurrección es un acontecimiento inesperado para los discípulos. Ellos pensaban que todo había terminado con la muerte de Jesús, no habían comprendido las predicciones de Jesús sobre la resurrección. Debemos reconocer, efectivamente, que estas predicciones, tal como aparecen en el Evangelio, no eran demasiado claras. Jesús hablaba de "volver a levantarse", que no ha de interpretarse necesariamente como "resucitar", hablaba de "despertarse", pero los discípulos no comprendían a qué se referían estas palabras. Por eso, carecían por completo de preparación para el acontecimiento de la resurrección del Señor.


María de Magdala no concluye de la visión de la losa quitada que el Señor ha resucitado, sino que "se han llevado del sepulcro al Señor". La resurrección es, para ella, una cosa extraña e impensable. Jesús ha muerto; no podía salir de la tumba por sí solo; por eso se lo han llevado, y "no sabemos dónde lo han puesto". Se trata de una violación del sepulcro. Ésa es la conclusión a la que llega María de Magdala.

María corre a contar lo sucedido a dos discípulos, que se dirigen enseguida al sepulcro, a fin de comprobar el relato de la mujer. Estos dos discípulos son Simón Pedro y el discípulo al que Jesús amaba. El evangelista advierte que el otro discípulo, aunque corre más rápido que Pedro y llega antes (probablemente porque era más joven), está lleno de respeto por Pedro, le considera verdaderamente el jefe de los apóstoles; por eso no entra de inmediato en el sepulcro, sino que deja entrar primero a Pedro.
"Llega, pues, Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Observa los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte"
Lo que ve Pedro atestigua un hecho verdaderamente extraño. ¿Qué significa? Si unos malhechores se hubieran llevado el cuerpo de Jesús, se lo hubieran llevado a buen seguro con las vendas y con el sudario, no habrían dejado las vendas en el suelo y plegado el sudario en un lugar aparte. Cuando entra en el sepulcro el otro discípulo, ve también las vendas y el sudario, pero tiene como una iluminación y comprende:
"No han robado el cuerpo de Jesús; Jesús ha recobrado la vida: una vida de una modalidad distinta a la terrena; una vida en la que las vendas y el sudario ya no tienen ninguna utilidad. El otro discípulo: vio y creyó"
El evangelista observa a continuación:
"Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, que había de resucitar de la muerte"
Juan quiere hacernos comprender que el acontecimiento de la resurrección de Jesús no lo reconocieron los discípulos a partir de la Escritura, sino que, al contrario, fue éste el que iluminó lo que decía la Escritura. Sólo después de este acontecimiento comprendieron los discípulos lo que quería decir la Escritura y lo que querían decir las predicciones de Jesús. Antes no sabían interpretarlas. La resurrección de Jesús fue el acontecimiento que iluminó la mente y el corazón de los discípulos.


Jesús resucitado es fuente de luz, de una luz muy reconfortante y positiva. La resurrección de Jesús revela el sentido de su Pasión. Ésta, sin la resurrección, aparecería como un acontecimiento dramático, negativo, como una tremenda derrota, un final sin esperanza. La resurrección de Jesús muestra, en cambio, todo el valor de la Pasión, demuestra que ésta no ha sido una derrota, sino una victoria, la victoria del amor. El buen pastor ha dado su vida por las ovejas (cf. Jn 10,11). Como dice Jesús:
"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos" (Jn 15,13)
Jesús vivió su Pasión con amor; por eso obtuvo la resurrección. Obtuvo una vida nueva, que no es la terrena. Obtuvo una vida misteriosa, una vida eterna, llena de belleza y de poder. Acojamos, por tanto, este mensaje de la resurrección de Jesús. Hemos de saber que no podremos reconocerla a no ser por medio de la fe. Hablando humanamente, es un acontecimiento inexplicable. Sin embargo, la fe nos hace conscientes de la intervención divina y nos hace acoger esta luz poderosa, que ilumina no sólo el misterio de Jesús, sino también toda nuestra existencia.



El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión. Cristo triunfó sobre la muerte y con ésto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.





La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles. Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.

En la Resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: 

"Si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?

Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.




San Pablo nos dice:
"Si Cristo no hubiera resucitado,
vana sería nuestra fe"
(I Corintios 15, 14)

Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios. Pero, como Jesús SÍ RESUCITÓ, entonces sabemos que VENCIÓ A LA MUERTE Y AL PECADO; sabemos que JESÚS ES DIOS, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que GANÓ PARA NOSOTROS LA VIDA ETERNA, y de esta manera, TODA NUESTRA VIDA ADQUIERE SENTIDO.

La Resurrección es fuente
de profunda alegría

A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.

La Resurrección es una
luz para los hombres

Y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres, haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico. Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo Nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.

Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo Pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.




¿Cómo se celebra
el Domingo de Pascua?

Se celebra con una Misa solemne en la cual se enciende el Cirio Pascual, que simboliza a Cristo resucitado, luz de todas las gentes. En este Domingo de Pascua gritamos con todas nuestras fuerzas y desde lo más profundo de nuestro corazón:
"¡Cristo ha resucitado de entre los muertos dándonos a todos la vida!"

Este es el Domingo que le da sentido a todos los domingos en el que, con la ayuda del Espíritu Santo, queremos hacer una proclamación de júbilo y de victoria que sea capaz de asumir nuestros dolores y los transforme en esperanza, que nos convenza de una vez por todas que la muerte no es la última palabra en nuestra existencia. A la luz de esta certeza hoy brota lo mejor de nosotros mismos e irradia con todo su esplendor nuestra fe como discípulos de Jesús.

Efectivamente, somos cristianos porque creemos que Jesús ha resucitado de la muerte, está vivo, está en medio de nosotros, está presente en nuestro caminar histórico, es manantial de vida nueva y primicia de nuestra participación en la naturaleza divina, de nuestro fundirnos como una pequeña gota de agua en el inmenso mar del Corazón de Dios. Y nos levantamos con una nueva mirada sobre el mundo, porque la Resurrección de Jesús tiene un significado y una fuerza que vale para toda la humanidad, para el cosmos entero y, de manera particular, para los dolorosos acontecimientos que afligen a la humanidad.



La Buena Nueva de la Resurrección de Jesús es palabra poderosa que impulsa nuestra vida. Por eso en este Tiempo de Pascua que estamos comenzando tenemos que abrirle un surco en nuestro corazón a la Palabra, para que la fuerza de vida que ella contiene sea savia que corra por todas las dimensiones de nuestra existencia y se transforme en frutos de vida nueva. Es así como la Buena Noticia que Cristo ha resucitado cala hondo: se entreteje con nuestras dudas, con nuestro ensimismamiento en la tristeza, delatando nuestra pobre visión de la vida y mostrándonos el gran horizonte de Dios, desde donde podemos comprender el sentido y el valor de todas las cosas. Cristo resucitado se hunde en nuestro corazón y desata una gran batalla interior entre la vida y la muerte, entre la esperanza y la desesperación, entre la resignación y la consolación.






Fuente - Texto tomado de OBLATOS.COM:

Fuente - Texto tomado de REFLEXIONESCATOLICAS.COM:

Santa María Egipciaca - Eremita Penitente - Fiesta 1 de Abril



Una hermosa tradición muy antigua cuenta que en el siglo V un santo sacerdote llamado Zózimo después de haber pasado muchos años de monje en un convento de Palestina dispuso irse a terminar sus días en el desierto de Judá, junto al río Jordán. Y que un día vio por allí una figura humana, que más parecía un esqueleto que una persona robusta. Se le acercó y le preguntó si era un monje y recibió esta respuesta:

"Yo soy una mujer que he venido al desierto a hacer penitencia de mis pecados"

Según la tradición aquella mujer le narró la siguiente historia:

Su nombre era María. Era de Egipto. Desde los 12 años llevada por sus pasiones sensuales y su exagerado amor a la libertad se fugó de la casa. Cometió toda clase de impurezas y hasta se dedicó a corromper a otras personas. 

Después se unió a un grupo de peregrinos que de Egipto iban al Santo Sepulcro de Jerusalén. Pero ella no iba a rezar sino a divertirse y a pasear. Y sucedió que al llegar al Santo Sepulcro, mientras los demás entraban fervorosos a rezar, ella sintió allí en la puerta del templo que una mano la detenía con gran fuerza y la echaba a un lado. Y esto le sucedió por tres veces, cada vez que ella trataba de entrar al santo templo. Y una voz le dijo:

"Tú no eres digna de entrar en este sitio sagrado, porque vives esclavizada al pecado"

Ella se puso a llorar, pero de pronto levantó los ojos y vio allí cerca de la entrada una imagen de la Santísima Virgen que parecía mirarla con gran cariño y compasión. Entonces la pecadora se arrodilló llorando y le dijo:

"Madre, si me es permitido entrar al templo santo, yo te prometo que dejaré esta vida de pecado y me dedicaré a una vida de oración y penitencia"

Y le pareció que la Virgen Santísima le aceptaba su propuesta. Trató de entrar de nuevo al templo y esta vez sí le fue permitido. Allí lloró largamente y pidió por muchas horas el perdón de sus pecados. Estando en oración le pareció que una voz le decía:

"En el desierto más allá del Jordán encontrarás tu paz"

María egipciaca se fue al desierto y allí estuvo por 40 años rezando, meditando y haciendo penitencia. Se alimentaba de dátiles, de raíces, de langostas y a veces bajaba a tomar agua al río. En el verano el terrible calor la hacía sufrir muchísimo y la sed la atormentaba. En invierno el frío era su martirio.

Durante 17 años vivió atormentada por la tentación de volver otra vez a Egipto a dedicarse a su vida anterior de sensualidad, pero un amor grande a la Santísima Virgen le obtenía fortaleza para resistir a las tentaciones. Y Dios le revelaba muchas verdades sobrenaturales cuando ella estaba dedicada a la oración y a la meditación. La penitente le hizo prometer al santo anciano que no contaría nada de esta historia mientras ella no hubiera muerto. Y le pidió que le trajera la Sagrada Comunión. Era Jueves Santo y San Zózimo le llevó la Sagrada Eucaristía.


Quedaron de encontrarse el Día de Pascua, pero cuando el santo volvió la encontró muerta, sobre la arena, con esta inscripción en un pergamino:

"Padre Zózimo, he pasado a la eternidad el Viernes Santo día de la muerte del Señor, contenta de haber recibido su santo cuerpo en la Eucaristía. Ruegue por esta pobre pecadora, y devuélvale a la tierra este cuerpo que es polvo y en polvo tiene que convertirse"

El monje no tenía herramientas para hacer la sepultura, pero entonces llegó un león y con sus garras abrió una sepultura en la arena y se fue. Zózimo al volver de allí narró a otros monjes la emocionante historia, y pronto junto a aquella tumba empezaron a obrarse milagros y prodigios y la fama de la santa penitente se extendió por muchos países.

San Alfonso de Ligorio y muchos otros predicadores narraron muchas veces y dejaron escrita en sus libros la historia de María Egipciaca, como un ejemplo de lo que obra en un alma pecadora, la intercesión de la Santísima Madre del Salvador, la cual se digne también interceder por nosotros pecadores para que abandonemos nuestra vida de maldad y empecemos ya desde ahora una vida de penitencia y santidad.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

¿Qué significa que Jesús descendió a los infiernos?



En el Sábado Santo celebramos la frase que recitamos en el Credo “Descendió a los Infiernos”, es un día de reflexión y acompañamiento a la Madre de Dios que está a la espera de la resurrección del Hijo.

En su designio de salvación, Dios dispuso que Cristo no solamente “muriese por nuestros pecados” (1 Co 15, 3), sino también que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre alma y cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Ese momento se revive cada Sábado Santo.

Se conoce por las Sagradas Escrituras y la Tradición que Jesús bajó al “Seol” o infierno, donde permanecían las almas de todos los muertos.

En aquel lugar estaban todos los santos y justos que perecieron antes de la muerte de Jesucristo y no tenían cómo llegar al cielo: los patriarcas, los profetas, los reyes, San José, entre otros.

Según la Tradición de la Iglesia, cuando Jesús muere, desciende al infierno y lleva consigo al cielo a todos los que creyeron.

En resumen, el Sábado Santo es una fecha distinta al Jueves y Viernes Santos porque no ocurrieron acontecimientos visibles en la tierra.

Debido que Jesús “ha muerto” se debe guardar silencio en ese día, semejante al duelo cuando perdemos a un ser querido. También es tiempo de espera de la Resurrección de Cristo durante la primera parte del día.

Fuente - Texto tomado de ACIPRENSA.COM:
https://www.aciprensa.com/noticias/que-significa-que-jesus-descendio-a-los-infiernos-33062

Vigilia Pascual - Sábado Santo - Marzo 31 de 2018




La Vigilia Pascual comienza la Noche Santa, que según una antiquísima tradición, es una noche de vela en honor del Señor, sólo en la noche del Sábado Santo. La celebración de esta Vigilia se desarrolla de la siguiente manera:

Después de un breve lucernario o liturgia de la luz, la Santa Iglesia, llena de fe en la Palabra y promesas del Señor, contempla las maravillas de Dios, las que realizó desde el principio en favor de su pueblo, desde la creación del mundo hasta la resurrección de Cristo. Toda la celebración de la Vigilia Pascual debe hacerse durante la noche, sin comenzar antes del inicio de la noche ni terminar después del alba del domingo. Los fieles que participan en la Misa de Vigilia pueden comulgar de nuevo en otra misa del Día de Pascua.

La celebración de la Vigilia Pascual tiene cuatro partes:
  1. Lucernario o Solemne Comienzo de la Vigilia. Bendición del Fuego Nuevo y preparación del Cirio Pascual, Pregón Pascual.
  2. Liturgia de la Palabra. Se proponen siete lecturas del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento.
  3. Liturgia Bautismal. Bendición de la Fuente Bautismal, Agua Bautismal y/o Bendición del Agua Común. Bautismo de los Catecúmenos y/o renovación de las promesas bautismales de los fieles.
  4. Liturgia Eucarística.
Fuente - Texto tomado de EWTN:
http://www.ewtn.com/spanish/Tiempos%20Lit%C3%BArgicos/Cuaresma/semana_santa/vigilia_pascual.htm

Novena a la Divina Misericordia - Día Segundo - Marzo 31 de 2018


Por las almas de los
sacerdotes y religiosos
(Diario, N° 1212)



Jesús misericordioso, de quien procede todo bien, aumenta tu gracia en nosotros para que realicemos dignas obras de misericordia, de manera que todos aquellos que nos vean, glorifiquen al Padre de misericordia que está en el cielo.

Padre Eterno, mira con misericordia al grupo elegido de tu viña, a las almas de los sacerdotes y a las almas de los religiosos; otórgales el poder de tu bendición. Por el amor del Corazón de tu Hijo, en el cual están encerradas, concédeles el poder de tu luz para que puedan guiar a otros en el camino de la salvación, y a una sola voz canten alabanzas a tu misericordia sin límite por los siglos de los siglos. Amén.

Invocación para todos
los días de la Novena

Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como manantial de misericordia para nosotros, en ti confío.
Coronilla de la Divina MisericordiaVideo tomado de Youtube: http://youtu.be/4vTMS0uvDWc

Texto tomado del Libro: Novena del Señor de la Divina Misericordia - Caballeros de la Virgen