viernes, 29 de diciembre de 2017

Iglesia Católica descalifica rituales de fin de año



Este artículo con fecha del 31 de diciembre de 2007, cobra vigencia en la actualidad y deseo compartirlo con todos ustedes.


Descalifica la Iglesia
rituales de fin de año


Diciembre 31 de 2007


POR: EL UNIVERSAL / MÉXICO, DF


La Arquidiócesis Primada de México calificó ayer como expresiones de magia, y por tanto como “pecado”, los rituales de Año Nuevo a las que recurren quienes viven “a lo pagano, sin Dios o con falsos dioses”.

En un artículo de su órgano informativo “Desde la fe”, la institución eclesial descalificó éstas y otras tradiciones, como lo hizo anteriormente con las fiestas de Halloween, a las que identificó con prácticas satánicas, considerando que se alejan de la vida cristiana.

“El que no conoce a Dios… ¿ante cualquier palo se hinca”, sostiene en el artículo dedicado a los rituales, advirtiendo que hay dos formas de vivir, “a lo cristiano y a lo pagano”, y que la primera es “comprender que Dios es el dueño de nuestro tiempo”.





Quien vive a “lo pagano”, cuestiona, confía en la suerte, usa amuletos para conseguirla y asegurarla y cae en la brujería o en la magia. El Año Nuevo es una promesa de vida y entonces, en lugar de recurrir a Dios se recurre a la magia para conseguir de ella lo que sólo Dios puede dar”, afirma.





La magia, y todo acto supersticioso es pecado, alertó, porque pretenden sustituir a la fe.





Este Año Nuevo sólo busca a Dios




Absolutamente todas
las supersticiones son pecado


El número 2111 del Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que «la superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas».

La superstición es un pecado contra el primer mandamiento de la ley de Dios porque atribuye a cosas creadas unos poderes que sólo pertenecen a Dios.




En sí misma, la superstición es pecado mortal. Si se hace con plena deliberación y deseo, el pecado es mortal. Incluso si la realización de actos supersticiosos es sólo por curiosidad, pues damos mal ejemplo y cooperamos al pecado ajeno.

Por otro lado, la «suerte» en sí misma no existe. Sólo existe la Providencia Divina. ¿Qué es la suerte para un creyente? ¿Es un «ente»? ¿Es una «energía desconocida»? ¿Dónde está la suerte? ¿De dónde proviene? ¿De un objeto, una persona, un animal, de la tierra, del cosmos? ¿Puede dominarnos, guiarnos o desviarnos la suerte? ¿Puede influirnos algo que no existe, como lo es la suerte?


Para el verdadero católico sólo Dios nos sostiene, y sólo Él es quien tiene toda respuesta para nuestras dudas y encrucijadas.


Mundo supersticioso


La noche del 31 de diciembre es para muchos la despedida de un año viejo y la espera de uno nuevo. En múltiples hogares se reúnen las familias y los amigos para realizar esta espera que culminará cuando el reloj haya marcado la media noche. La más difundida superstición.


Catecismo de la Iglesia Católica



III. “No habrá para ti otros dioses delante de mí”





2110 El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su pueblo. Proscribe la superstición y la irreligión. La superstición representa en cierta manera una perversión, por exceso, de la religión. La irreligión es un vicio opuesto por defecto a la virtud de la religión.


La superstición




2111 La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22).


La idolatría




2112 El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos [...] oro y plata, obra de las manos de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven”. Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el “Dios vivo” (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.


2113 La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la Bestia” (cf Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (cf Gál 5, 20; Ef 5, 5).


2114 La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que “aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios” (Orígenes, Contra Celsum, 2, 40).


Adivinación y magia




2115 Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto. Sin embargo, la imprevisión puede constituir una falta de responsabilidad.


2116 Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir (cf Dt 18, 10; Jr 29, 8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “mediums” encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.


2117 Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo (aunque sea para procurar la salud), son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.


2138 La superstición es una desviación del culto que debemos al verdadero Dios, la cual conduce a la idolatría y a distintas formas de adivinación y de magia.”


Agradecer a Dios
el verdadero sentido de la fiesta




Alrededor de toda esta creencia no existe un verdadero sentido religioso en donde se agradezca a Dios por el cierre de un ciclo más de la vida que le ha dado al hombre. Éste es el verdadero sentido para pensar la noche en que despedimos un año y recibimos otro.


Fuente - Texto tomado de ELSIGLODETORREON.COM.MX:


Fuente - Texto tomado de FACEBOOK.COM/OBSERVACATHOLIC:

¡MILAGRO! El Niño Jesús de Praga no me era muy cercano... hasta que un día…


William Newton | Octubre 10 de 2016

Cómo un objeto de devoción religiosa se convierte en algo más

Como católico que escribe con frecuencia sobre arte, estoy muy familiarizado con imágenes sagradas que se han convertido en objetos de devoción popular. Un ejemplo famoso es el muy querido Niño Jesús de Praga, que llegó a Bohemia desde España en el siglo XVI.

Aunque siempre he conocido bien esta estatua, no fue hasta un momento de crisis en mi vida que conseguí apreciar de verdad al Niño de Praga como algo más que un objeto de devoción religiosa.

Hace unos cuantos años, un buen amigo mío fue a la República Checa de vacaciones y me trajo a la vuelta una figurita del Niño de Praga de la iglesia carmelita de Santa María de la Victoria, donde se conserva la imagen original.

Esta reproducción es bastante pequeña, de apenas 8 centímetros de alto, y está hecha de porcelana vidriada y dorada. Representa al Niño Jesús con vestiduras verde azuladas y con una corona que recuerda a una tiara papal.

Puse la figurita en el escritorio de mi trabajo, más por un sentimiento de aprecio hacia el regalo de un buen amigo que por un deseo de reflexionar con esta imagen del Cristo niño. Todo esto cambió en un día, durante un momento de crisis.

Por entonces tenía un trabajo en el que la situación estaba bastante deteriorada. El negocio había cambiado de maneras tales que ya no éramos apropiados el uno para el otro.

Yo ya había empezado con el proceso de búsqueda y entrevistas para un nuevo puesto, cuando supe, la mañana de un viernes, que el jefazo quería reunirse conmigo. Me recuerdo mirando a la diminuta figura del Niño de Praga sobre mi mesa y rezándole muy brevemente: “Bueno, Niño Jesús. Si hay alguna manera de que puedas facilitarme un aterrizaje suave, te lo agradecería mucho”.

Una hora más tarde estaba sin trabajo.

Mientras almorzaba con un amigo aquel mismo día, me sorprendió sentirme extrañamente calmado y despreocupado. Acababa de perder mi trabajo y no tenía ni idea de lo que iba a pasar a continuación.

Aún así, por alguna razón, estaba tremendamente contento con lo que había pasado, convencido de que todo iba a salir bien.

Unas horas más tarde, recibí un correo electrónico de una empresa que había escuchado que ahora estaba disponible, y me preguntaban si me interesaría ir a una entrevista el lunes. Así lo hice, y me contrataron al momento. Es difícil imaginar un aterrizaje más suave que éste.

Desde entonces, siempre tengo un ojo puesto en el Niño de Praga, sea cual sea la iglesia a la que vaya.

Sin duda, sería fácil señalar otras causas para la ágil resolución de mi crisis. Se podría argumentar que me precedía mi reputación profesional, por ejemplo, o que yo ya estaba en modo búsqueda de trabajo y que los engranajes simplemente empezaron a funcionar en el momento preciso.

Como adulto juicioso y culto, no hay motivo que me llevara a pensar que una escultura del Renacimiento español del Niño Jesús vestido de rey podría tener algo que ver con mi bienestar temporal y espiritual.

Pero Él, que está representado en esa imagen, sin duda estuvo involucrado, y llegué a esta conclusión por dos razones:

Primera, aunque me encontraba sin lugar a dudas en una situación de adulto, busqué una solución infantil a mi problema. Cuando los niños se caen, se recuperan con relativa facilidad y al poco ya están correteando y jugando otra vez.

En mi caso, no pedí al Niño Jesús que evitara mi caída. En vez de eso, le pedí esa gracia infantil de una pronta recuperación tras la caída, que es precisamente lo que sucedió.

Segunda, recibí la gracia de poder mirar mi vida, en un momento de crisis, de la misma forma que un niño mira su vida, sin sentimientos de pánico, culpa o similares.

Los niños no pierden mucho tiempo dándole vueltas en la cabeza a las cosas malas que les han pasado. Más bien viven el aquí y el ahora, y cuando piensan en el futuro, normalmente lo hacen con cierto entusiasmo.

Después de recurrir al Niño de Praga, descubrí lo asombrosamente fácil que es alejarse del pasado, valorar el presente y esperar con alegría cualquier cosa que nos depare el futuro, justo como lo haría un niño.

Durante siglos, muchos cristianos han considerado al Niño de Praga “un niño pequeño [que] los guiará”, según decía el profeta Isaías. Ha sido adoptado como santo patrón de muchos temas y causas, como escuelas, misiones y vocaciones, y con muy buen motivo.

Aunque quizás la mejor razón de todas para recurrir a esta imagen del Niño Jesús es como recordatorio de pedir a Dios que nos conceda una fe más como la de un niño. Ya que, como Cristo en persona nos dice:




“Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).

Fuente - Texto tomado de ES.ALETEIA.ORG:
https://es.aleteia.org/2016/10/10/el-nino-jesus-de-praga-no-me-era-muy-cercano-hasta-que-un-dia/