jueves, 28 de diciembre de 2017

David - Rey y Profeta - Fiesta Diciembre 29


Rey David
antepasado de Jesús
Martirologio Romano

Conmemoración de San David, rey y profeta, hijo de Jesé betlehemita, quien encontró gracia ante Dios y fue ungido con el santo óleo por el profeta Samuel para regir el pueblo de Israel. Trasladó a la ciudad de Jerusalén el arca del Señor, y el Señor le juró que su descendencia permanecería para siempre, porque de él nacería Jesucristo según la carne.

En la Biblia, el nombre de David sólo lo ostenta el segundo rey de Israel, el bisnieto de Booz y Rut (Rut 4 18 ss.). Era el más joven de los ocho hijos de Isaí, o Jesé (I Reyes 16 8; cf. I Cro 2 13), un pequeño propietario de la tribu de Judá que habitaba en Belén, dónde nació David. Nuestro conocimiento de la vida y características de David se deriva exclusivamente de las páginas de la Sagrada Escritura (ver I R 16; II R 2; I Cro 2, 3 y 10-19; Rut 4 18-22) y los títulos de muchos Salmos. Según la cronología usual, David nació en 1085 y reinó de 1055 a 1015 a.C. Recientes escritores han datado su reinado, deduciéndolo de inscripciones asirias, unos 30 ó 50 años más tarde. Por las limitaciones, no es posible dar más que un esbozo de los eventos de su vida y una simple estimación de sus características y su importancia en la historia del pueblo elegido, como rey, salmista, profeta e imagen del Mesías. 

La historia de David
se divide en tres períodos:

(1) Antes de su elevación al trono.
(2) Su reinado, en Hebrón sobre Judá y en Jerusalén sobre todo Israel, hasta su pecado.
(3) Su pecado y sus últimos años.

Aparece primero en la historia sagrada como un joven pastor que cuidaba los rebaños de su padre en los campos cercanos a Belén, "rubio, de bellos ojos y hermosa presencia”".


Samuel, el profeta y último de los jueces, fue enviado a ungirlo en lugar de Saúl. a quien Dios había rechazado por su desobediencia. Los relatos de David no parecen haber reconocido la importancia de esta unción que lo marcó como sucesor al trono después de la muerte de Saúl. 

Durante un período de enfermedad, cuando un espíritu maligno atormentaba a Saúl, David fue llevado a la corte para aliviar al rey tocando el arpa. Ganó la gratitud de Saúl y lo puso al frente del ejército, pero su estancia en la corte fue breve. Más tarde, mientras sus tres hermanos mayores estaban en el campo, luchando bajo Saúl contra los Filisteos, David fue enviado al campamento con algunos comestibles y regalos; allí oyó las palabras con las que el gigante, Goliat de Gat, desafiaba a todo Israel a un combate singular y él se ofreció para matar al filisteo con la ayuda de Dios. Su victoria sobre Goliat provocó la derrota del enemigo. 


Las preguntas de Saúl a Abner en este momento, parecen implicar que él nunca había visto antes a David, sin embargo, como hemos visto, David ya había estado en la corte. Se han hecho varias conjeturas para explicar esta dificultad. Como el pasaje hace pensar en una contradicción en el texto hebreo, es omitido por la traducción de los Setenta, algunos autores han aceptado el texto griego en preferencia al hebreo. Otros suponen que el orden de las narraciones se ha confundido en nuestro texto hebreo actual. Una solución más simple y más probable mantiene que, en la segunda ocasión, Saúl sólo preguntó a Abner por la familia de David y sobre su infancia. Antes no había prestado atención a estas cosas. 

La victoria de David sobre Goliat le ganó la amistad entrañable de Jonatán, el hijo de Saúl. Obtuvo un lugar permanente en la corte, pero su gran popularidad y las imprudentes canciones de las mujeres excitaron los celos del rey, que intentó matarlo en dos ocasiones. Como jefe de mil hombres buscó nuevos riesgos para ganar la mano de Merab, la hija mayor de Saúl: pero, a pesar de la promesa del rey, fue dada a Adriel de Mejolá. Mical, la otra hija de Saúl, estaba enamorada de David, y, con la esperanza de que finalmente fuera muerto por los Filisteos, su padre prometió dársela en matrimonio, con tal de que David matara a cien Filisteos. David tuvo éxito y se caso con Mical. Este éxito, sin embargo, hizo temer más a Saúl y finalmente le indujo a ordenar que debiera matarse a David. Por mediación de Jonatán fue perdonado durante un tiempo, pero el odio de Saúl le obligó finalmente a huir de la corte.

Primero fue a Ramá y desde allí, con Samuel, a Nayot. Los grandes esfuerzos de Saúl por asesinarlo eran frustrados por la interposición directa de Dios. Una entrevista con Jonatán le convenció de que la reconciliación con Saúl era imposible y de que, para el resto del reino, él era un desterrado y un bandido. En Nob, David y sus compañeros fueron armados por el sacerdote Ajimélec, que después fue acusado de conspiración y asesinato con todos sus sacerdotes. De Nob, David fue a la corte de Aquis, rey de Gat, de donde escapó de la muerte fingiendo locura. En su retorno se convirtió en cabeza de una banda de aproximadamente cuatrocientos hombres, algunos parientes suyos otros entrampados y desesperados, que se reunieron en la cueva o refugio de Adulán. Poco tiempo después su número llegó a seiscientos. David liberó la ciudad de Queilá de los filisteos, pero fue obligado a huir de nuevo de Saúl. Su siguiente morada fue el desierto de Zif, memorable por la visita de Jonatán y por la alevosía de los zifitas que avisaron al rey. David se libró por la llamada a Saúl para rechazar un ataque de los filisteos. En los desiertos de Engadí estuvo de nuevo en gran peligro; pero, cuando Saúl estaba a su merced, él generosamente le perdonó la vida. La aventura con Nabal, el matrimonio de David con Abigail, y una segunda ocasión rehusada de matar a Saúl, fueron seguidas por la decisión de David de ofrecer sus servicios a Aquis de Gat y así poner fin a la persecución de Saúl. Como vasallo del rey filisteo, se estableció en Sicelag, desde donde hizo incursiones a las tribus vecinas, devastando sus tierras y no dejando con vida hombre ni mujer. Pretendiendo que estas expediciones eran contra su propio pueblo de Israel, se aseguró el favor de Aquis. Sin embargo, cuando los filisteos se prepararon en Afec para emprender la guerra contra Saúl, los otros príncipes no fueron partidarios de confiar en David, y él regresó a Sicelag. Durante su ausencia había sido atacada por los amalecitas. David los persiguió, destruyó sus fuerzas y recuperó todo su botín. Entretanto había tenido lugar la batalla fatal en el monte de Gelboé, en la que Saúl y Jonatán fueron muertos. La elegía conmovedora, que se conserva para nosotros en II Reyes 1, es un arranque de pesar de David por su muerte. 


Por mandato de Dios, David, que tenía ahora treinta años, subió a Hebrón para reclamar el poder real. Los hombres de Judá lo aceptaron como rey y fue ungido de nuevo, solemne y públicamente. Por influencia de Abner, el resto de Israel permanecía fiel a Isbóset, hijo de Saúl. Abner atacó las fuerzas de David, pero fue derrotado en Gabaón. La guerra civil continuó durante algún tiempo, pero el poder de David aumentaba continuamente. En Hebrón tuvo seis hijos: Amnón, Quilab, Absalón, Adonías, Sefatías, y Yitreán. Como resultado de una riña con Isbóset, Abner hizo maniobras para llevar a todo Israel bajo el poder de David; sin embargo, fue alevosamente asesinado por Joab, sin el consentimiento del rey. Isbóset fue asesinado por dos benjamitas y David fue aceptado por todo Israel y ungido rey. Su reinado en Hebrón sobre Judá había durado siete años y medio. 

David tuvo éxito en sus sucesivas guerras, haciendo de Israel un estado independiente y provocando que su propio nombre fuera respetado por todas las naciones circundantes. Una notable hazaña fue, al principio de su reinado, la conquista de la ciudad jebusita de Jerusalén, a la que hizo capital de su reino, “la ciudad de David”, el centro político de la nación. Construyó un palacio, tomó más esposas y concubinas, y engendró más hijos e hijas. Habiéndose liberado del yugo de los filisteos, resolvió hacer de Jerusalén el centro religioso de su pueblo, transportando el Arca de la Alianza desde Baalá (Quiriat Yearín). La trajo a Jerusalén y la puso en la nueva tienda construida por el rey. Después, cuando propuso construir un templo para ella, le fue dicho, por el profeta Natán, que Dios había reservado esta tarea para su sucesor. En premio a su piedad, le fue hecha la promesa de que Dios le construiría una casa y establecería su reino para siempre.


No hay detalles sobre las diversas guerras emprendidas por David; sólo tenemos algunos hechos aislados. La guerra con los amonitas es recordada de un modo más completo porque, cuando su ejército estaba en el campo durante esta campaña, David cometió los pecados de adulterio y asesinato, atrayendo por ello grandes calamidades para él y su casa. Estaba entonces en la plenitud de su poder, era un gobernante respetado por todas las naciones, del Eufrates al Nilo. Después de su pecado con Betsabé y el asesinato indirecto de Urías su marido, David la convirtió en su esposa. Pasó un año de arrepentimiento por su pecado, pero su contrición fue tan sincera que Dios le perdonó; aunque, al mismo tiempo, le anunció los severos sufrimientos que le sucederían. El espíritu con que David aceptó estas penas lo ha hecho en todo tiempo modelo de penitentes. El incesto de Amnón y el fratricidio de Absalón trajeron la vergüenza y la aflicción a David. Absalón permaneció tres años en el destierro. Cuando fue llamado de regreso, David lo mantuvo en desgracia durante dos años más y entonces le restauró a su anterior dignidad, sin ninguna señal de arrepentimiento. Molesto por el tratamiento de su padre, Absalón se consagró durante los siguientes cuatro años a seducir a la gente y finalmente se proclamó rey en Hebrón. David fue cogido por sorpresa y obligado a huir de Jerusalén. Las circunstancias de su huída se narran en la Escritura con gran simplicidad y patetismo. El rechazo de Absalón del consejo de Ajitófel y su consecuente retraso en la persecución del rey, hizo posible a éste último reunir sus fuerzas y vencer en Majanáin dónde Absalón murió. David retornó triunfante a Jerusalén. Una gran rebelión bajo Seba fue reprimida rápidamente en el Jordán.

En este punto de la narración de II de Reyes leemos que “hubo hambre, en los días de David, durante tres años consecutivos”, en castigo por el pecado de Saúl contra los gabaonitas. A su llamada, siete de la familia de Saúl fueron entregados para ser crucificados. No es posible fijar la fecha exacta de la hambruna. En otras ocasiones, David mostró gran compasión con los descendientes de Saúl, sobre todo con Mefibóset, el hijo de su amigo Jonatán. Después de una breve mención de cuatro expediciones contra los filisteos, el escritor sagrado recuerda un pecado de orgullo por parte de David en su resolución de hacer un censo del pueblo. Como penitencia por este pecado, se le permitió escoger entre hambre, derrotas o peste. David escogió la tercera y en tres días murieron 70.000. Cuando el ángel estaba a punto de golpear Jerusalén, Dios se apiadó y cesó la peste. David fue enviado a ofrecer un sacrificio en la era de Arauná, el lugar del futuro templo. 

Los últimos días de David fueron perturbados por la ambición de Adonías, cuyos planes para la sucesión fueron frustrados por Natán, el profeta, y Betsabé, la madre de Salomón. El hijo que nació después del arrepentimiento de David, fue elegido con preferencia sobre sus hermanos mayores. Para asegurarse que Salomón le sucedería en el trono, David lo había ungido públicamente. Las últimas palabras recogidas del anciano rey son una exhortación a Salomón a ser fiel a Dios, premiar a los sirvientes fieles y para castigar a los malos. David falleció a la edad de setenta años, tras haber reinado en Jerusalén treinta y tres años. Fue enterrado en el Monte Sión. San Pedro dice que su tumba todavía existía en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles (Hch 2 29). David es honrado por la Iglesia como un santo. Se le cita en el Martirologio romano, el 29 de diciembre. 

El carácter histórico de las narraciones sobre la vida de David ha sido atacado principalmente por escritores que han desatendido el propósito del narrador de I Cro. Este pasa por encima los acontecimientos que no están relacionadas con la historia del Arca. En los Libros de los Reyes se narran los eventos principales, buenos y malos. La Biblia recuerda los pecados de David y sus debilidades sin excusa ni paliativos, pero también recuerda su arrepentimiento, sus actos de virtud, su generosidad hacia Saúl, su gran fe y su piedad. Los críticos que han juzgado duramente su carácter no han considerado las circunstancias difíciles en las que vivió o los modales de su edad. No es crítico ni científico exagerar sus faltas o imaginar que toda la historia es una serie de mitos. La vida de David fue un momento importante en la historia de Israel. Fue el fundador real de la monarquía, la cabeza de la dinastía. Escogido por Dios “como un hombre según su propio corazón”, David fue probado en la escuela del sufrir durante los días de destierro y se convirtió en un renombrado líder militar. A él es debida la completa organización del ejército. Dio una capital, una corte y un gran centro de culto religioso, a Israel. La pequeña banda de Adulán se convirtió en el núcleo de una eficiente fuerza. Cuando fue proclamado rey de todo Israel, tenía 339.600 hombres bajo su mando. En el censo se cuentan 1.300.000 capaces de empuñar un arma. Un ejército dispuesto, que constaba de doce cuerpos, cada uno con 24.000 hombres, que se turnaban para servir durante un mes cada vez, en la guarnición de Jerusalén. La administración de su palacio y su reino exigió un gran séquito de sirvientes y oficiales. Sus diferentes funciones están fijas en I Cro 27. El rey mismo ejerció la función de juez, aunque posteriormente los levitas fueron designados para este propósito, así como otros oficiales menores. 

Cuando el Arca fue llevada a Jerusalén, David emprendió la organización del culto religioso. Las funciones sagradas se confiaron a 24.000 levitas; además 6.000 fueron escribas y jueces, 4.000 porteros, y 4.000 cantores. Organizó las diversas partes de los ritos, y asignó a cada sección sus tareas. Los sacerdotes estaban divididos en veinticuatro familias; los músicos en veinticuatro coros. A Salomón había sido reservado el privilegio de construir la casa de Dios; pero David hizo amplias preparaciones para el trabajo reuniendo tesoros y materiales, así como transmitiendo a su hijo un plan para el edificio y todo sus detalles. Se nos relata en I Cro., cómo exhortó a su hijo Salomón para llevar a cabo este gran trabajo y dio a conocer a la asamblea de jefes la importancia de las preparaciones. 


La parte más importante de los trabajos del templo, musicada y cantada, como compuso David, está rápidamente explicada con sus habilidades poéticas y musicales. Su habilidad para la música se recuerda en I Reyes, 16 18 y Amós 6 5. Se encuentran poemas compuestos por él en II Reyes, 1, 3, 22 y 23. Su conexión con el Libro de Salmos, muchos de los cuales se atribuyen expresamente a diferentes situaciones de su carrera, fue tomada para atribuirle por parte de muchos, en los últimos tiempos, todo Salterio. La paternidad literaria de estos himnos y las cuestiones acerca de en qué medida pueden ser considerados un medio para proporcionar material ilustrativo sobre la vida de David, se trata en el artículo los SALMOS. 

David no fue meramente un rey y gobernante, también fue un profeta. “El espíritu del Señor ha hablado por mi y su palabra por mi lengua” (II Reyes, 23 2), es una declaración directa de inspiración profética en el poema allí recordado. San Pedro nos dice que era un profeta (Hch 2 30). Sus profecías están inmersas en los Salmos literalmente mesiánicos que compuso y en las “últimas palabras de David” (II R 23). El carácter literal de estos Salmos Mesiánicos se indica en el Nuevo Testamento. Ellos se refieren al sufrimiento, la persecución y la liberación triunfante de Cristo, o a las prerrogativas conferidas a Él por el Padre.


Además de estas profecías directas, el propio David siempre ha sido considerado como un modelo del Mesías. En esto la Iglesia siguió las enseñanzas de los profetas del Antiguo Testamento. El Mesías sería el gran rey teocrático; David, el antepasado del Mesías, era un rey según el corazón de Dios. Se atribuyen sus cualidades y su mismo nombre al Mesías. Episodios en la vida de David son considerados por los Padres como prefiguración de la vida de Cristo; Belén es el lugar de nacimiento de ambos; la vida de pastor de David apunta hacia Cristo, el Buen Pastor; las cinco piedras escogidas para matar a Goliat son tipo de las cinco llagas; la traición por su consejero de confianza, Ajitófel, y el pasaje en el Cedrón nos recuerda la Sagrada Pasión de Cristo. Muchos de los Salmos davídicos, tal y como los comprendemos, desde el Nuevo Testamento, son claramente el anuncio del futuro Mesías.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Santo Tomás Becket - Obispo y Mártir Inglés - Fiesta Diciembre 29




Nació en Londres (Inglaterra en 1118) y murió en Canterbury (Inglaterra en 1170); fue canonizado en 1173. Tomás nació en una familia trabajadora. Era un hombre puro y le gustaban las cosas de Dios. Era hijo de un empleado oficial, y en sus primeros años fue educado por los monjes del convento de Merton. Después tuvo que trabajar como empleado de un comerciante, al cual acompañaba los días de descanso a hacer largas correrías dedicados a la cacería. Desde entonces, adquirió su gran afición por los viajes aunque fueran por caminos muy difíciles. Un día persiguiendo una presa de cacería, corrió con tan gran imprudencia que cayó a un canal que llevaba el agua para mover un molino. La corriente lo arrastró y ya iba a morir triturado por las ruedas, cuando, sin saber cómo ni por qué, el molino se detuvo instantáneamente. El joven consideró aquello como un aviso para tomar la vida más en serio.

A los 24 años consiguió un puesto como ayudante del Arzobispo de Inglaterra (el de Canterbury), el cual se dio cuenta de que este joven tenía cualidades excepcionales para el trabajo, y le fue confiando poco a poco oficios más difíciles e importantes. Lo ordenó de diácono y lo encargó de la administración de los bienes del arzobispado. En esta posición fue negociador de los asuntos de la Iglesia con la corona. Lo envió varias veces a Roma a tratar asuntos de mucha importancia, y así Tomás llegó a ser el personaje más importante, después del arzobispo, en aquella iglesia de Londres. Monseñor afirmaba que no se arrepentía de haber depositado en él toda su confianza, porque en todas las responsabilidades que se le encomendaban se esmeraba por desempeñarlas lo mejor posible.

Dicen los que lo conocieron que Santo Tomás Becket era delgado de cuerpo, semblante pálido, cabello oscuro, nariz larga y facciones muy varoniles. Su carácter alegre lo hacía atractivo y agradable en su conversación. Sumamente franco, trataba de decir siempre la verdad y de no andar fingiendo lo que no sentía, pero siempre con el mayor respeto. Sabía expresar sus ideas de manera tan clara, que a la gente le gustaba oírle explicar los asuntos de religión, porque se le entendía todo fácilmente y bien. Tomás como buen diplomático había obtenido que el Papa Eugenio Tercero se hiciera muy amigo del rey de Inglaterra, Enrique II, y éste en acción de gracias por tan gran favor, nombró a nuestro santo (cuando sólo tenía 36 años) como Canciller o Ministro de Relaciones Exteriores. Tomás puso todas sus cualidades al servicio de tan alto cargo, y llegó a ser el hombre de confianza del rey. Éste no hacía nada importante sin consultarle. Su presencia en el gobierno contribuyó a que dictaran leyes muy favorables para el pueblo. Acompañaba a Enrique II en todas sus correrías por el país y por el exterior (pues Inglaterra tenía amplias posesiones en Francia), y procuraba que en todas partes quedara muy en alto el nombre de su gobierno. Y no tenía miedo en corregir también al monarca cuando veía que se estaba extralimitando en sus funciones. Pero siempre de la manera más amigable posible.

Nació en Londres (Inglaterra) en 1118
y murió en Canterbury en 1170;
canonizado en 1173
En el 1161 murió el Arzobispo Teobaldo, y entonces al rey le pareció que el mejor candidato para ser Arzobispo de Inglaterra era Tomás Becket. Éste le advirtió que no era digno de tan sublime cargo. Que su genio era violento y fuerte, y que tomaba demasiado en serio sus responsabilidades y que por eso podía tener muchos problemas con el gobierno civil, si lo nombraban jefe del gobierno eclesiástico. Pero su confesor decía:
"En su vida privada es intachable, y sabe mantener una gran dignidad aún en ocasiones peligrosas y en tentaciones de toda especie"
Y un Cardenal de mucha confianza del Sumo Pontífice lo convenció de que debía aceptar, y al fin aceptó. Cuando el rey empezó a insistirle en que aceptara el oficio de Arzobispo, Santo Tomás le hizo una profecía o un anuncio que se cumplió a la letra. Le dijo así:
"Si acepto ser Arzobispo me sucederá que el rey que hasta ahora es mi gran amigo, se convertirá en mi gran enemigo"
Enrique no creyó que fuera a suceder así, pero sí sucedió. Ordenado de sacerdote y luego consagrado como Arzobispo, pidió a sus ayudantes que en adelante le corrigieran con toda valentía cualquier falta que notaran en él. Les decía:
"Muchos ojos ven mejor que dos. Si ven en mi comportamiento algo que no está de acuerdo con mi dignidad de Arzobispo, les agradeceré de todo corazón si me lo advierten"
Desde que fue nombrado Arzobispo (por el Papa Alejandro III) la vida de Tomás cambió por completo. Lo nombraron Arzobispo en 1162 y desde la consagración episcopal se entregó por completo a servir al Rey de Reyes, donde la gloria está en la humildad y la disciplina. Se levantaba muy al amanecer. Luego dedicaba una hora a la oración y a la lectura de la S. Biblia. Después del desayuno estudiaba otra hora con un doctor en teología, para estar al día en conocimientos religiosos. Desarrolló un profundo amor por la Eucaristía hasta el punto que a veces lloraba, le salían lágrimas durante la Misa. Cada día repartía él personalmente las limosnas a muchísimos pobres que llegaban al Palacio Arzobispal. Muy pronto ya los pobres que allí recibían ayuda, eran el doble de los que antes iban a pedir limosna. Cada día tenía algunos invitados a su mesa, pero durante las comidas, en vez de música escuchaba la lectura de algún libro religioso. Casi todos los días visitaba algunos enfermos del hospital. Examinaba rigurosamente la conducta y la preparación o no habían hecho los estudios correspondientes, no los dejaba ordenarse de sacerdotes, aunque llegaran con recomendaciones del mismo rey. Tomás había dicho al rey cuando éste le propuso el Arzobispado:
"Ya verá que los envidiosos tratarán de poner enemistades entre nosotros dos. Además el poder civil tratará de imponer leyes que vayan contra la Iglesia Católica y no podré aceptar eso. Y hasta el mismo rey me pedirá que yo le apruebe ciertos comportamientos suyos, y me será imposible hacerlo"
Ésto se fue cumpliendo todo exactamente. El rey se propuso ponerles enormes impuestos a los bienes de la Iglesia Católica. El Arzobispo se opuso totalmente a ello, y desde entonces el cariño de Enrique hacia su antiguo canciller Tomás, se apagó casi por completo. Luego pretendió el rey imponer un fuerte castigo a un sacerdote. El Arzobispo se opuso, diciendo que al sacerdote lo juzga su superior eclesiástico y no el poder civil. La rabia del mandatario se encendió furiosamente. Enrique redactó una ley en la cual la Iglesia quedaba casi totalmente sujeta al gobierno civil. El Arzobispo exclamó:
"No permita Dios que yo vaya jamás a aprobar o a firmar semejante ley"
Y no la aceptó. ¡Nueva rabia del rey! Enseguida éste se propuso que en adelante sería el gobierno civil quien nombrara para ciertos cargos eclesiásticos.

Tomás se le opuso terminantemente. Resultado: tuvo que salir del país. Tomás se fue a Francia a entrevistarse con el Papa Alejandro III y pedirle que lo reemplazara por otro en este cargo tan difícil.
"Santo Padre le digo yo soy un pobre hombre orgulloso. Yo no fui nunca digno de este oficio. Por favor: nombre a otro, y yo terminaré mis días dedicado a la oración en un convento"

Y se fue a estarse 40 días rezando y meditando en una casa de religiosos. Pero el Pontífice intervino y obtuvo que entre Enrique y Tomás hicieran las paces. Y así volvió a Inglaterra. Sin embargo, el problema peor estaba por llegar. Después de seis años de destierro y cuando ya le habían sido confiscados por el rey todos sus bienes y los de sus familiares, el Arzobispo Tomás regresó a Inglaterra el 1 de diciembre con el título de "Delegado del Sumo Pontífice". El trayecto desde que desembarcó hasta que llegó a su catedral de Canterbury fue una marcha triunfal. Las gentes aglomeradas a lo largo de la vía lo aclamaban. Las campanas de todas las iglesias repicaban alegremente y parecía que la hora de su triunfo ya había llegado. Pero era otra clase de triunfo distinta la que le esperaba en ese mes de diciembre (la del martirio)Como él mismo lo había anunciado, los envidiosos empezaron a llevar cuentos y cuentos al rey contra el Arzobispo. Y dicen que un día en uno de sus terribles estallidos de cólera, Enrique II exclamó:
"No podrá haber más paz en mi reino mientras viva Becket. ¿Será que no hay nadie que sea capaz de suprimir a este clérigo que me quiere hacer la vida imposible?"
Al oír semejante exclamación de labios del mandatario, cuatro sicarios se fueron donde el Santo Arzobispo resueltos a darle muerte. Estaba él orando junto al altar cuando llegaron los asesinos.

Los sacerdotes, para proteger a Tomás le forzaron a refugiarse en la Iglesia. Pero Tomás les prohibió bajo obediencia cerrar la puerta:
"Una Iglesia no debe convertirse en un castillo" les dijo
"¿Por qué se portan así, qué temen?" les preguntó. "No pueden hacer sino lo que Dios permite"
En la penumbra de la iglesia, los caballeros reclamaron:
"¿Dónde está el traidor, dónde está el arzobispo?"
"Aquí estoy", dijo Tomás.
"No traidor, sino un sacerdote de Dios. Me extraña que con tal atuendo entren en la iglesia de Dios. ¿Qué quieren conmigo?"


Uno de los caballeros levantó la espada como para atacarle, pero uno que andaba con Tomás le protegió del golpe con el brazo. Los cuatro caballeros arremetieron entonces juntos y le asesinaron en los peldaños de su santuario. Mientras moría bajo los golpes, Tomás repetía los nombres de los arzobispos asesinados antes que él: San Denis, San Elphege de Canterbury. Entonces dijo:
"En tus manos, Oh Señor, encomiendo mi espíritu"
Era el 29 de diciembre de 1170. Lo atacaron a cuchilladas. No opuso resistencia. Murió diciendo:
"Muero gustoso por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia Católica"
Tenía apenas 52 años. Se llama apoteosis la glorificación y gran cantidad de honores que se rinden a una persona. La noticia del asesinato de un Arzobispo recorrió velozmente Europa, causando horror y espanto en todas partes. El crimen causó indignación en toda la Cristiandad. El rey Enrique fue forzado a hacer penitencia pública y construir el monasterio en Witham, Somerset. El Papa Alejandro III lanzó excomunión contra el rey Enrique, el cual profundamente arrepentido duró dos años haciendo penitencia, y en el año 1172 fue reconciliado otra vez con su religión y desde entonces se entendió muy bien con las autoridades eclesiásticas. 

Muchos milagros ocurrieron después de la muerte del santo. En 10 años, se archivaron 703 milagros. Tomás Becket fue aclamado como santo por Alejandro III dos años después de su muerte, a causa de su martirio y por los muchos milagros que se obraban en su sepulcro. El traslado de sus reliquias a un nuevo y esplendoroso santuario ocurrió en 1220 (Julio 7) con la concurrencia de gente de toda Europa. 400 años después de Santo Tomás, otro monarca inglés, Enrique VIII, quiso hacerse cabeza de la Iglesia, por lo que rompió la unidad y persiguió a los fieles católicos. La ruptura culminó en la instalación de Crammer como arzobispo de Canterbury en 1533. Santo Tomás Becket fue sacado del calendario de los santos de Inglaterra, su santuario, que había sido un importante centro de peregrinación por más de tres siglos, fue arrasado y las reliquias fueron quemadas (algunos dicen que se transfirieron a Stoneyhurst).

Dos personajes con nombres de Tomás, ocuparon el cargo de Canciller en Inglaterra, junto con dos reyes de nombre Enrique. Y ambos fueron martirizados por defender a la Santa Iglesia Católica, Santo Tomás Becket, martirizado por deseos de Enrique II y Santo Tomás Moro, martirizado por orden del impío rey Enrique VIII.

Fuente - Texto tomado de EWTN:

Fuente - Texto tomado de CATOLICO.ORG:

Historia y Devoción al Santo Niño Jesús de Praga


Devoción al Niño de Praga

La particular devoción al Santo Niño de Praga comenzó a principios del siglo XVII. La princesa Polyxenia de Lobkowitz recibió, como regalo de su madre en su matrimonio, una hermosa estatua del Divino Niño procedente de España. La estatua era de cera, de 48 cm. El Niño Jesús está de pie, con la mano derecha levantada, en actitud de bendecir, mientras con la izquierda sostiene un globo dorado que representa la tierra. Su rostro es tierno y gracioso.

Después de la muerte de su esposo, la princesa se dedicó a las obras de caridad. Los religiosos de la orden carmelita en Praga, fueron particularmente favorecidos por la generosa asistencia de la princesa.

En el año 1628 estalló la guerra en Praga y el monasterio de los monjes fue reducido al extremo de la pobreza. En aquellos días, la princesa Polyxenia se presentó a la puerta del monasterio con su estatua y dijo así:



"Aquí les traigo el objeto de mi mayor aprecio en este mundo. Honrad y respetad al Niño Jesús y nunca os faltará lo necesario"

La hermosa estatua fue colocada en el oratorio del convento. Su túnica y el manto habían sido arreglados por la misma princesa. Muy pronto sus palabras resultaron proféticas. Mientras los religiosos mantuvieron la devoción al Divino Infante de Praga, gozaron de la prosperidad. En 1631 el ejército de Sajonia entró en Praga y los Padres Carmelitas se trasladaron a Münich sin llevarse la estatua la que terminó arrojada a los escombros por manos de los herejes invasores.

En el año 1635 terminó la guerra y regresaron los carmelitas a su convento en la ciudad de Praga pero las condiciones de vida eran muy malas. Uno de los monjes llamado el Padre Cirilo regresó a Praga después de siete años. Encontró la situación en la ciudad en pésimas condiciones. Los ciudadanos corrían el peligro de perder hasta la fe. Fue entonces que el Padre Cirilo, quién había recibido anteriormente gran ayuda espiritual por medio de su devoción al Santo Niño de Praga, quiso restaurar la devoción. Con mucha diligencia él comenzó a buscar la estatua milagrosa. Al cabo de cierto tiempo, el Padre la encontró entre los escombros detrás del altar, donde los invasores la habían arrojado. Estaba cubierta por un manto. Extasiado de alegría, el Padre Cirilo volvió a colocar al Santo Niño en su lugar, en el Oratorio donde los carmelitas lo veneraron con gran devoción y confianza. Pronto se levantó el sitio impuesto por los enemigos y todos gozaron felizmente de la paz.

Un día, mientras que el padre Cirilo rezaba devotamente ante la estatua milagrosa, oyó una voz que le decía: 

"Ten piedad de mi y yo tendré piedad de vosotros. Devolvedme mis manos y yo os daré la paz. Cuánto mas me honren, tanto más os bendeciré"

Asombrado de oír estas palabras, el Padre Cirilo examinó la estatua minuciosamente. Removiendo el manto que cubría al Divino Niño, el Padre descubrió que ambas manitas estaban quebradas. El Superior se negó a restaurarlas alegando la extrema pobreza en que aún vivía el convento. El Padre Cirilo fue llamado a auxiliar un moribundo llamado Benito Maskoning y recibió de él 100 florines. Los llevó al Superior y tenía esperanza que se usasen para reparar la estatua. Pero éste juzgó que sería mejor comprar una nueva. El mismo día que se inauguró la nueva estatua, un candelabro de la pared se desprendió y cayendo sobre la estatua, la redujo a pedazos. Al mismo tiempo, el Padre Superior cayó enfermo y no pudo terminar su período de mando.

Elegido un nuevo Superior, el P. Cirilo volvió a suplicarle que hiciera reparar la estatua pero no consiguió nada. Un día mientras oraba a la Virgen María lo llamaron a la Iglesia donde una señora le entregó una cuantiosa limosna antes de desaparecer. Lleno de gozo, el P. Cirilo fue al Superior con el dinero pero éste lo utilizó para otra cosa.

Pronto vinieron nuevas calamidades y pobreza. Ante esas circunstancias todos acudieron al Niño Jesús. El Superior se humilló y prometió celebrar 10 misas ante la estatua y propagar su culto. La situación mejoró notablemente, pero no se arreglaba la estatua. Un día el Padre Cirilo, que no cesaba de interceder ante Jesús, escuchó que le decía:

"Colócame a la entrada de la sacristía, y encontrarás quién se compadezca de mí"

Se presentó un desconocido, el cual, notando que el hermoso Niño no tenía manos, se ofreció espontáneamente a repararlas. Al poco tiempo el desconocido ganó un juicio en el que recuperó una fortuna. Innumerables beneficios fueron recibidos por los devotos. Los carmelitas por eso quisieron edificarle una capilla pública, teniendo en cuenta que el sitio donde debían levantarla, había sido ya indicado por la Santísima Virgen al Padre Cirilo. Pero no había dinero y los conflictos con los calvinistas hacía peligroso levantar nuevas iglesias.

Finalmente, en el 1642, la Princesa Lobkowitz edificó un santuario que se inauguró en 1644, el día de la fiesta del Santo Nombre de Jesús. Acudían devotos de todas partes y de toda condición. En 1655, el Conde Martinitz, Gran Marqués de Bohemia, regaló una preciosa corona de oro esmaltada con perlas y diamantes. El Reverendo José de Corte se la colocó al Niño Jesús en una solemne ceremonia de coronación.

Al Divino Niño le llamaban el "Pequeño Grande" y su reputación milagrosa se esparció por todas las naciones. En innumerables colegios, parroquias, hogares, el Divino Niño entró a presidir y derramar sus bendiciones, sobre todo la gracia de la fe. 

Surgieron las Letanías del Nombre de Jesús; la recitación de 5 Padrenuestros, Avemarías y Glorias seguidas de la jaculatoria:


"Sea bendito el Nombre del Señor ahora y por los siglos de los siglos"

Repetida 5 veces; la oración del Padre Cirilo; la recitación del Rosario del Niño Jesús; y la celebración de la fiesta de Su Santísimo Nombre, el 2º domingo después de la Epifanía.

Es significativo que Jesús quiera propagar la devoción a su infancia en un mundo en que los niños son abortados, abusados y la mayoría no recibe una educación ni ejemplo de vida cristiana. Jesús, quién dijo:


"Dejad que los niños se acerquen a mi"

Fue Él mismo niño y quiere que seamos humildes y puros como niños para entrar en Su Reino. Al meditar sobre su niñez, Jesús nos bendecirá y suscitará en nosotros sus virtudes.

La devoción al Divino Niño siempre había sido practicada por los carmelitas. Santa Teresa de Jesús practicaba una devoción muy particular al Divino Niño. Igualmente lo hacía Santa Teresita, llamada la "pequeña flor de Jesús". 

ORACIONES



Oración revelada por la Virgen al P. Cirilo 

Oh, Niño Jesús, yo recurro a Ti y te ruego por la intercesión de tu Santa Madre, me asistas en esta necesidad (pídase el favor que se desea obtener), porque creo firmemente que tu Divinidad me puede socorrer.

Espero con toda confianza obtener tu santa gracia. Te amo con todo el corazón y con todas las fuerzas de mi alma. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados, y te suplico, oh buen Jesús, me des fuerzas para triunfar. Propongo no ofenderte y me ofrezco a ti, dispuesto a sufrir antes que hacerte sufrir.

De ahora en adelante, quiero servirte con toda fidelidad, y por tu amor ¡oh Divino Niño! amaré a mi prójimo como a mí mismo. Niño omnipotente, Señor Jesús, nuevamente te suplico me asistas en esta circunstancia (se manifiesta). Concédeme la gracia de poseerte eternamente con María y José y adorarte con los Ángeles en la Corte del Cielo. 

Amén

Oración al Milagroso Niño de Praga

¡Oh Milagroso Niñito Jesús! Te suplicamos que mires nuestros corazones enfermos. Deja que tu Corazón de gran misericordia se apiade y nos de la gracia que te rogamos de rodillas.

(Aquí se presenta la intención)

Límpianos del dolor y de la desesperación, de las enfermedades y desgracias que nos agobian. Acuérdate de todos los méritos de tu santísima infancia, y oye nuestra súplica. Danos tu consolación y tu gracia para que eternamente te podamos adorar junto al Padre y al Espíritu Santo, Dios por los siglos de los siglos.

Amén

Poderosa Novena de 9 horas al Niño de Praga

(Se reza cada hora por nueve horas)

Oh mi Jesús, Tú que dijiste:

"Pide y recibirás, busca y hallarás, toca y se te abrirá".

Por el Corazón Inmaculado de tu Santísima Madre, yo te pido, busco y toco a tus puertas, que mi oración sea escuchada.

(Pida su intención)

Oh mi Jesús, Tú que dijiste: "Todo lo que pidieras a Mi Padre en Mi Nombre te será concedido".

Por el Corazón Inmaculado de tu Santísima Madre, humilde y urgentemente pido al Padre, en Tu Nombre que escuche mi oración.

(Petición)

Oh Mi Jesús, Tú que dijiste: "Los cielos y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán". 

Por el Corazón Inmaculado de tu Santísima Madre, te pido confiado de que escuchas mis súplicas.

(Petición)

¡Gracias, Divino Niño de Praga!

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:
http://www.corazones.org/jesus/nino_praga.htm